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Juventudes y agro extrapampeano argentino

Búsqueda de nuevas dimensiones para su abordaje

María Virginia Nessi

Resumen

El concepto de juventud, como segmento específico de la población, empieza a problematizarse en la modernidad desde distintas ciencias sociales y humanas, que aportan perspectivas disímiles para abordar este sector de la población. Principalmente, en sus inicios se vinculaba fuertemente a los procesos de urbanización que impactaban en las trayectorias de los individuos. De esta forma, partiendo de la base de que la dicotomía rural-urbano (y su consecuente asimilación de los pares rural-agrario y urbano-industrial) no tiene capacidad explicativa para la realidad argentina, este trabajo se propone reconstruir los abordajes existentes que brinden herramientas para estudiar el agro extrapampeano argentino.

Así, se trabajará en una revisión teórica crítica de la bibliografía y documentos que han analizado esta temática desde distintas ciencias sociales y humanas en pos de sistematizar elementos para definir quiénes son y qué características tienen estos jóvenes cuya inserción laboral se halla vinculada al agro extrapampeano argentino. Especialmente, se tomarán en consideración aquellos estudios que vinculen el trabajo con la educación.

Este trabajo se orienta a sentar los antecedentes de una investigación de posgrado en curso acerca de los proyectos de vida de jóvenes trabajadores en la fruticultura del Valle Medio del Río Negro en Argentina, en relación a sus trayectorias y estrategias laborales y educativas.  De este modo, a partir de este recorrido, se busca clarificar y perfeccionar las preguntas y conceptualizar nociones centrales para este tema de investigación.

Palabras clave

Juventud; agro extrapampeano argentino;  educación y trabajo.

Introducción

El concepto de la juventud como categoría poblacional empieza a problematizarse en la modernidad, desde distintas ciencias sociales y humanas, vinculado en sus inicios con los procesos de urbanización que impactaban en las trayectorias de los individuos. Por esto, se fue dando lugar a diversos estudios y teorizaciones acerca de este grupo poblacional: por un lado, para comprender sus características y dinámicas; por el otro, para definirlo. En cuanto a lo primero, distintos estudios han abogado por profundizar la vinculación de estos jóvenes con distintas esferas de la vida social: la cultura, la política, la educación, la salud, el trabajo; focalizados en sus trayectorias individuales y colectivas, en sus estrategias, en sus preferencias, entre otros (Chaves, 2006). En cuanto a lo segundo, se han planteado distintas discusiones y enfoques a partir de los cuales definir y abordar a la juventud.

Debe señalarse que, en su especificidad rural, la concepción y el debate sobre la juventud no ha adquirido la centralidad que sí tuvieron sus pares urbanos (González Cangas, 2003; Roa, 2015); es un concepto que suele darse por sentado en los estudios que contemplan a este segmento poblacional, sin tener en cuenta qué es lo que brinda su particularidad rural (Kessler, 2005). No obstante ello, han profundizado en el vínculo de los jóvenes rurales con las distintas esferas de la sociedad (educación, trabajo, política, por ejemplo), pero no poseen el nivel de debate teórico de los estudios urbanos.

En adición, la realidad argentina no se condice con las definiciones clásicas de los pares urbano-industrial y rural-agrario, por lo que es imposible tomar una definición de joven rural para comprender las dinámicas de aquellos que se insertan en mercados de trabajo agropecuario. En este sentido es que en este trabajo se plantea una revisión bibliográfica crítica de los estudios sobre la juventud, ya sea desde espacios urbanos como rurales, a fin de identificar posibles elementos que permitan definirla y abordarla, especialmente en la vinculación entre el trabajo y la educación. Específicamente, este trabajo se orienta a sentar las bases empíricas para el estudio de la juventud vinculada a la producción de fruta en el valle medio del río Negro[1].

A fin de ordenar la información, se expondrán tres apartados: el primero delimita la metodología utilizada; en el segundo, se saldarán los debates y principales estudios sobre la juventud; y en el tercero, se identificarán los elementos pertinentes para el estudio de los jóvenes que trabajan en el agro extrapampeano. Por último, se plasmarán las principales conclusiones a las que se arribó a través del trabajo[2].

Metodología

Dados los objetivos de este trabajo, se plantea como metodología una revisión crítica bibliográfica que sirva como base para el estado del arte para desarrollar una investigación sobre la juventud trabajadora en producciones agropecuarias extrapampeanas[3]. Tal como señalan Gómez Luna, Navas, Aponte Mayor y Betancourt Buitrago: “El trabajo de revisión bibliográfica constituye una etapa fundamental de todo proyecto de investigación y debe garantizar la obtención de la información más relevante en el campo de estudio, de un universo de documentos que puede ser muy extenso” (2014: 1).

Para esto, se ha indagado a través de distintas fuentes: revistas de divulgación, presentaciones de congresos, libros, estudios de casos y documentos; en las que se identificaron discusiones teóricas, empíricas y elementos que permitieran abordar el estudio de este segmento poblacional en su especificidad. A fines de no limitar el racconto bibliográfico, se amplió la búsqueda a fuentes que excedieran lo meramente rural. En primer lugar, porque indicios de campo e investigaciones precedentes parecieran demostrar que los jóvenes sujetos de esta pesquisa no necesariamente residen en zonas rurales. En segundo lugar, porque pueden encontrarse elementos útiles en otras investigaciones. Además, se contemplaron trabajos que retomaran las particularidades de los jóvenes relacionadas con otras dinámicas de la sociedad: principalmente, aquellos que vinculan la educación y el trabajo, y la articulación entre ellas, tanto en ámbitos urbanos como rurales. Por último, una vez sistematizadas estas discusiones e investigaciones, se identificaron aquellos elementos pertinentes para problematizar a esta juventud de estudio, señalando las potencialidades y limitaciones de cada una de ellas.

Marco teórico

En el campo de los estudios de la juventud, se han sucedido debates sobre cómo definirla y abordarla, entre los que se pueden identificar tres enfoques: funcionalista, conflictualista o generacional, y de transiciones. Cada uno de estos plantea los elementos a partir de los cuales se debe profundizar en los estudios sobre los jóvenes, y se distinguen unos de otros, entre otras cosas, por el rol que se le da al sujeto.

Por un lado, el enfoque funcionalista plantea la definición de la juventud respecto a los cortes etarios y de atributos demográficos, sosteniendo que es un momento de espera o indeterminación hacia el pasaje a la adultez. Esta mirada tiene una fuerte impronta estadística, por lo que busca homogeneizar la heterogeneidad existente, a través de un parámetro objetivo como es la edad, para determinar el inicio y el fin de esta etapa (Casal et al., 2006). Este enfoque suele ser utilizado por las estadísticas oficiales y no oficiales, como así también para formular legislaciones, que determinan categorías de edad a priori y no contemplan la existencia de una autoconstrucción del sujeto en esta etapa.

Frente a esta postura, se plantea el enfoque generacional o conflictualista, de la mano de autores como Mannheim y De la Yncera, quienes luego fueron retomados por Bourdieu (1990). Si bien se toma como condición necesaria la edad, no sería suficiente para determinar el inicio o culminación de la etapa de la juventud. Este enfoque plantea que, para este fin, es imprescindible combinar el recorte etario de las trayectorias, y las condiciones de clase y estructurales propias de cada sociedad. Desde ahí, los individuos construyen las herramientas que les permiten enfrentar las problemáticas de la edad. A partir de estas construcciones es que se generan las luchas sociales con las generaciones adultas, dado que los individuos se enfrentan por imponer el modo en que se deben hacer (Bourdieu, 1990). Los individuos atraviesan ciertos momentos sociales, en el sentido de Martuccelli (2016), que deben enfrentar y, por tanto, tienen que construir sus estrategias para hacerlo, que pueden ser o no las mismas que las de las generaciones anteriores. Por tanto, para esta postura, los elementos centrales para la definición de la juventud son la lucha entre generaciones y las estrategias que conforman. La edad se encontraría condicionada por esta lucha, por la que se generan diferencias inter-sociedades, que implican un procesamiento social de la edad, y con ello, de las etapas del ciclo de vida, entre ellas la juventud. De allí, se requiere considerar el contexto socioeconómico y familiar, ya que las trayectorias derivan de cómo se viven esos momentos e hitos sociales en distintos estratos de la sociedad.

Por último, el enfoque de las transiciones contempla a la juventud en un rol activo, y no como una etapa de indeterminación y mera espera pasiva a la vida adulta (Casal et al., 2006): la juventud es una transición en la que los individuos empiezan a ser protagonistas de su vida. Además, es una condición social: históricamente construida, situacional, cambiante, que se produce en lo cotidiano y lo imaginado (Pérez Islas, 2000; Margulis, 2001); en la que se incluyen las significaciones que dan los propios individuos a su condición de “jóvenes”, pero también las significaciones sociales y culturales (Saltalamacchia y Sánchez, 1989).

Análisis y discusión de datos

Si bien estos enfoques buscan determinar de modo general a la juventud, lo cierto es que han sido pregonadas desde estudios orientados a comprender la realidad de los jóvenes urbanos. Para la especificidad rural, no existen posturas tan delimitadas, pero sí se puede encontrar estudios que piensen en la particularidad de este segmento de población. En este sentido, muchas investigaciones centran sus discusiones en torno a la diversidad al interior de lo que se denomina “juventud rural”. Tanto Durston (1998) como Caputo (2002) sostienen que estudiar a los jóvenes implicaría definirlos considerando su heterogeneidad y tomando en cuenta la existencia de especificidades que requieren, incluso, realizar un análisis individualizado, dadas las particularidades de cada región nacional e, incluso, internacional. Empero, Caputo (2002) afirma que hay que determinar ciertos elementos en común a fin de definirla. González Cangas (2003) retoma estas nociones de diversidad planteadas por Durston y Caputo, por lo que afirma que es necesario hablar de “juventudes rurales”. En suma, estas nociones que retoman estos autores se asemejan a las miradas que sostienen la necesidad de pensar a la juventud de manera situacional, contemplando los condicionantes sociales y culturales.

Así, diversos documentos que buscan acercarse a la juventud contemplan esta heterogeneidad de la denominada juventud rural. En América Latina, comienzan a tomar importancia en informes y documentos del sector estatal y no gubernamental, que buscan caracterizar su situación social y económica a fin de implementar políticas para brindar alternativas en su desarrollo en la vida adulta (Dirven Eisengberg, 1995; Castillo, 2001). De hecho, en los últimos años, distintas organizaciones –como la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca de Argentina (SAGyPA)– han focalizado sus estudios en este segmento poblacional. No obstante, estos estudios pregonan la heterogeneidad existente, pero abordan el estudio determinando a priori (en semejanza con el enfoque nominalista) la categorización desde la edad: SAGyPA (2005), de 13 a 26 años (lo amplía a 30 a fin de tomar lo que denomina jóvenes en transición); la FAO (2016), de 15 a 24 años.

Por otro lado, estas nociones sobre la heterogeneidad de la juventud rural tienen dos elementos en común: su vinculación con actividades agropecuarias o su pertenencia a una zona rural. Caputo señala que debe identificarse como juventud rural a:

aquella juventud que por razones familiares o laborales se encuentra directamente articulada al mundo productivo agrícola (juventud campesina) como así también, aquella que está vinculada a actividades no agrícolas, e incluso residiendo en pequeños poblados rurales, además de aborígenes en hábitat rural (Caputo, 2002: 1).

En esta misma línea, se posiciona González Cangas (2003), quien contempla tanto a las juventudes campesinas –que tienen como actividad principal las labores agropecuarias– como a aquellas que tienen una vinculación y dependencia territorial con los espacios rurales. En suma, ambos autores aúnan dos conceptos diferentes: la actividad agropecuaria y la residencia en ámbitos rurales. En un contexto como el de Argentina, donde se desdibujan las fronteras entre lo rural y lo agrario, esta asimilación de conceptos pierde vigencia. Tal como afirman Plencovich, Constantini y Bocchicchio (2009), estudiar en el territorio rural implica considerar todas las dimensiones de la vida humana; por lo tanto, reducirlo a lo meramente agrario pierde de vista a los actores, sus actividades y su cotidianeidad, elementos que, además, son centrales para focalizar en los jóvenes. Entre ellos, se pueden señalar: la familia, la cultura, la participación política, los gustos. No obstante, existen dos problemáticas que han adquirido una fuerte relevancia a lo largo de los últimos años: el trabajo y la educación.

Respecto al trabajo, diversos estudios han focalizado en la importancia que cobra, para los jóvenes, la posibilidad de insertarse laboralmente, acorde a sus necesidades e intereses (Weller, 2007; Jacinto, 2010; Panaia, 2009), lo que se plantea como una problemática central de análisis. Además, como señala Jacinto (2010), el estudio de la inserción ocupacional se sostiene como un problema debido a los cambios en los itinerarios: si bien en momentos de pleno empleo, solía estar estipulada para la finalización de la escuela secundaria, al presente, no sería así. Esto se debe a que, frente a un mercado de trabajo deteriorado como el actual, el ingreso al mundo laboral se realiza en distintos momentos de sus trayectorias vitales, y, además, sucede de manera frágil, larga y compleja. De hecho, existe una fuerte rotación e inestabilidad, que combinan estos empleos precarios junto a momentos de desempleo, además de ser tomada por los propios jóvenes como una etapa de exploración y aprendizaje. Del mismo modo, Panaia (2009), al analizar a los jóvenes estudiantes de Ingeniería que realizan sus trayectorias laborales en dicho campo, señala que la inserción laboral no es única, sino que debe contemplar la sucesión de empleos hasta que se logra la verdadera inserción profesional pretendida. Además, pone en juego las temporalidades sociales que señalan que cada vez más se da de manera plural, lo que impacta, entonces, en los tiempos laborales, y con ello, en las trayectorias disímiles, que dependerían de si responde a una planificación o a una coyuntura y necesidades urgentes; en otras palabras, a los “márgenes de libertad” (Panaia, 2009; Jacinto, 2010). Es así como las trayectorias laborales juveniles se presentarían cada vez más fragmentadas, individualizadas y diversificadas (Jacinto y Chitarroni, 2009), en consonancia con sus condiciones sociales, como así también con sus intereses, sus proyectos y expectativas.

En cuanto a las condiciones, podemos retomar los estudios que focalizan en la inserción laboral de los jóvenes de zonas rurales. Dirven Eisengberg (2016) señala que, en estos contextos, existe aún mayor precarización que en el ámbito urbano, a lo que se le suma un desdibujamiento de cuándo se trata de trabajo, por los ingresos realizados como “ayudas familiares”. A esto se le suma que los jóvenes no solo se emplean en actividades agropecuarias, sino que también lo hacen en ocupaciones vinculadas a lo urbano. Por tanto, se presentarían dos cuestiones. Por un lado, que las trayectorias se encuentran cada vez fragmentadas y diversificadas. Por el otro, que estos jóvenes deben competir con los de los ámbitos urbanos. Entonces, es necesario que esta juventud articule sus trayectorias y estrategias en relativas al trabajo con aquellas vinculadas a una educación de calidad, que les permita estar a la altura de las nuevas circunstancias que se les imponen.

En este sentido, no solo en los ámbitos rurales, la educación tiene un fuerte correlato con las trayectorias y posibilidades laborales, lo que merece una mención especial. En principio, la relación entre la educación y el trabajo tenía una dirección lineal, donde la finalización de la educación secundaria brindaba las herramientas necesarias para el acceso a un trabajo que se mantendría a lo largo de la vida. A lo largo de las últimas décadas, esto se ha deteriorado, producto de la posibilidad de acceso educativo masivo. Por esto, Jacinto y Chitarroni (2009) señalan que, para la Argentina, si bien la escuela media sigue siendo el ámbito de aprendizaje más significativo y el espacio de inclusión social, con la expansión que se dio a partir de su obligatoriedad[4], ha perdido la calidad para dar las herramientas necesarias para el mundo del empleo. Para contextos ruralizados, tanto Durston (1998) como Kessler (2005) sostienen que los años de educación se han incrementado, y con esto se mejoró intergeneracionalmente; sin embargo, no logra los niveles de los pares urbanos. De allí, sostienen que, aunque se ha logrado mejorar los índices de culminación del nivel secundario o incluso llegar a acceder a estudios superiores, los jóvenes de contextos ruralizados no logran insertarse laboralmente bajo las mismas condiciones que lo hacen los jóvenes de ámbitos urbanos. En esta línea, es la juventud urbana la que tiene un mayor acceso a la educación superior, que, a su vez, se presentaría como un elemento diferenciador y potenciador de las posibilidades laborales.

Por tanto, las trayectorias y estrategias laborales y educativas responderían a los modos en que los jóvenes las combinan, y tal como señala Macri (2010), conforman la articulación de estas dos instancias. Se sostiene entonces que, dado a que las trayectorias juveniles se encuentran cada vez más fragmentadas, y –como se señalaba anteriormente– esto se plasma en las trayectorias laborales, del mismo modo ocurre con los itinerarios educativos. Es decir, se diferencian como consecuencia de las divergencias estructurales, pero también, por los intereses, gustos, expectativas y oportunidades. Aisenson (2002) postula que estas trayectorias y estrategias pueden diversificarse, incluso para un mismo individuo.

Entonces, los estudios de juventud, tanto urbana como rural, y la vinculación con problemáticas específicas pueden estar brindando elementos para abordar a una juventud especifica como la que trabaja en producciones agropecuarias extrapampeanas.

Por un lado, las definiciones de la juventud rural, si bien confunden dos problemáticas disimiles, plantea un elemento importante: la imposibilidad de asimilar a toda la juventud de Argentina, y la necesidad de focalizar en las especificidades, y, por tanto, en la heterogeneidad de la realidad existente, de la mano de los condicionantes estructurales.

Por otro lado, los debates en torno a la definición de la juventud planteada en los tres enfoques anteriormente expuestos (funcionalista, conflictualista y de transiciones) brindan la posibilidad de determinar, aunque sea en una realidad tan especifica como la de los jóvenes que trabajan en estas producciones, desde dónde se los estudiará. En consonancia con las definiciones de juventud rural, el estudio desde un enfoque funcionalista perdería de vista la importancia de la especificidad. En cambio, un estudio desde las generaciones o incluso desde las transiciones brindarían los elementos más relevantes para este fin: por un lado, que la categorización etaria es solo una condición necesaria, a la cual se le debe adicionar tanto el contexto social como las estrategias de los propios individuos. La noción de momentos o hitos sociales también implica un aporte interesante, especialmente por el foco que se hace en el rol activo de los individuos. En este sentido, Hopenhayn (2007) entiende que en las sociedades premodernas, el pasaje de una a otra etapa estaba únicamente mediatizado por los ritos familiares, lo que implica una postura pasiva de los sujetos; en la actualidad, son los sujetos los que construyen sus propias experiencias. Además, la posibilidad de delimitar cuándo se dan esos hitos permitiría acercarse a las definiciones etarias, como una herramienta importante para un primer acercamiento a una población que no se ha estudiado en profundidad. En la actualidad, se pueden tomar diferentes hitos clave en el proceso de formación de la autonomía individual: el inicio de la vida laboral, el inicio de la vida sexual, el fin de un ciclo escolar o la ruptura con la dependencia familiar. Del mismo modo, un enfoque desde las transiciones posibilita pensar aún más en los jóvenes en estos ámbitos, ya que focaliza en la transición entre la niñez y la adultez, y los piensa como protagonistas de sus propias trayectorias.

Por otro lado, tanto los estudios que problematizan a la educación como al trabajo realizan interesantes aportes para pensar en esta juventud. Por un lado, las nociones de inserciones laborales, de temporalidades y de individualización de las trayectorias que plantean tanto Jacinto como Panaia permiten profundizar qué lugar tiene el trabajo agropecuario en las trayectorias de estos jóvenes. Si bien estos estudios se aplican a la juventud que se ocupa en ámbitos y actividades del espacio urbano, donde la oferta es aún mayor, las ideas de individualización se condicen con las nociones de juventudes rurales que plantean Durston y Caputo, por la gran heterogeneidad existente. Además, Dirven Eisengberg ha focalizado en cómo estos jóvenes ruralizados se emplean en actividades urbanas.

En cuanto a la educación, seguir la línea de la diversificación planteada para el trabajo, en consonancia con la insuficiencia del sistema educativo a nivel del secundario, permite replantearse cuáles son las posibilidades que tienen estos jóvenes de ingresar, una vez culminada la educación formal, en otras propuestas educativas. A su vez, sienta las bases para especificar cómo, a partir de una inserción en un trabajo agropecuario, logran conformar sus estrategias para articular sus estudios, aun cuando estas actividades se realicen en los mismos momentos del año educativo. En este sentido , Kessler (2005) y Caputo (2002) brindan las herramientas pertinentes para diferenciar los itinerarios educativos de los jóvenes en contextos ruralizados, que se encontrarían aletargados respecto de los de sus pares urbanos.

Consideraciones finales

A través de este trabajo, se ha realizado un recorrido a través de distintos debates teóricos y empíricos orientados al estudio de la juventud en distintas facetas, de modo de sentar las bases para especificar a aquella que trabaja en producciones agropecuarias extrapampeanas, presente en todo el territorio de la Argentina. Este racconto bibliográfico, mediante fuentes como documentos, estudios de caso y artículos, buscó alejarse de la asimilación existente de lo rural con lo agrario, decisión que implicó indagar en otros estudios, como aquellos que parten de la noción de jóvenes urbanos o que no contemplan la especificidad de los jóvenes rurales.

De este modo, si bien no se busca caer en un eclecticismo infundado, el recorrido a través de estas distintas teorías y estudios ha permitido rastrear elementos pertinentes. Las nociones acerca del vínculo de la juventud con el trabajo y con la educación esclarecen el marco de referencia para comprender las dinámicas de los jóvenes que se insertan en mercados de trabajo agropecuarios. Del mismo modo, combinarlas con los estudios acerca de la educación y el trabajo de jóvenes rurales permite especificar aún más ese vínculo, y cómo se articulan las trayectorias y estrategias laborales y educativas en contextos más específicos.

En suma, aunque el abordaje de una juventud trabajadora en mercados de trabajo agropecuarios extrapampeanos presenta una gran especificidad a la hora de definirla, la combinación de distintos elementos existentes es necesaria pero no suficiente. En este sentido, a través de este recorrido, se puede plantear el siguiente interrogante, para potenciar aún más la definición de esta juventud: ¿es posible utilizar una sola teoría para la definición de estos jóvenes?, ¿o, dada la fragmentación de sus trayectorias vitales, laborales y educativas, deben combinarse distintos elementos de otras teorías?

Bibliografía

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  1. La zona del valle medio del río Negro se encuentra ubicada en el departamento de Avellaneda, en la provincia de Río Negro, en la Patagonia argentina. Está compuesta por las localidades de Choele-Choel, Belisle, Chimpay, Darwin, Lamarque, Luis Beltrán y Pomona.
  2. Este trabajo se presenta como un avance de investigación de tesis de Maestría, que busca comprender los modos en que los jóvenes trabajadores en la producción agropecuaria de la fruticultura en el valle medio del río Negro conforman sus proyectos de vida, vinculando sus trayectorias y estrategias laborales y educativas.
  3. Por producción agropecuaria extrapampeana se entiende a aquellas realizadas por fuera de la zona de las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba (que se destinan a la producción extensiva, principalmente de cereales, oleaginosas y ganado). Son actividades que se realizan de manera intensiva y que pueden destinarse tanto al consumo interno como externo. Además, la productividad de las tierras que utilizan suele ser menor que en las zonas pampeanas.
  4. En Argentina, desde el año 2006 se estableció la obligatoriedad de la Enseñanza Media y Secundaria a nivel nacional, a través de la Ley Nacional de Educación (ley 26206), promulgada en Buenos Aires, el 14 de diciembre de ese año.


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