Carlos Fernando Álvarez GonzálezDocente del Departamento de Filosofía, Universidad de Pamplona. Miembro activo del grupo de investigación CONQUIRO., Luis Alejandro Iles MuñozEstudiante de Filosofía, Universidad de Pamplona. Miembro activo del Semillero de investigación ARJÓN., Jeffry Samir Rivera RincónEstudiante de Filosofía, Universidad de Pamplona. Miembro activo del Semillero de investigación ARJÓN., César Mauricio Bermúdez DuránEstudiante de Filosofía, Universidad de Pamplona. Miembro activo del Semillero de investigación ARJÓN. y Eduardo Mónoga[2]
Introducción
Carl Mitcham, en su obra Thinking through Technology, propone tres actitudes o formas de ser-con la tecnología. En ellas se develan los metadiscursos que el ser humano ha construido alrededor de los desarrollos tecnocientíficos: el escéptico, el optimista y el romántico. En el capítulo “White Christmas” de la serie Black Mirror, se recopilan tres historias con cierta unidad, y, asimismo, se proponen elementos que permiten indagar acerca de la relación que el ser humano establece con el objeto, en este caso, el artefacto tecnológico. Aparentemente, los protagonistas del capítulo en mención no cuestionan el desarrollo tecnológico ni sus consecuencias, antes bien hacen uso de este y lo aprueban, llegando a considerarlos ingenuamente dentro del metadiscurso optimista.
No obstante, la actitud optimista requiere de la efectuación significativa, no de la pasividad y de una resignada aceptación. De ahí que se origine la pregunta acerca de si el uso de los desarrollos tecnológicos sin su cuestionamiento y crítica implica la construcción y aceptación de un metadiscurso optimista de la tecnología. La tesis que se quiere desarrollar en este trabajo responde de manera negativa a la cuestión planteada, es decir, sugiere que la aceptación sin más de las tecnologías entraña una actitud pasiva y resignada y, sin embargo, prometedora; es lo que Mitcham considera como una actitud romántica, contraria a la forma de ser-con optimista que requiere de la realización, de la acción. La actitud romántica se sustenta en la noción de lo trágico. En este contexto lo trágico entraña desasosiego, actitud desenmarañada y potenciada por las tecnologías de la era informática; lo verdaderamente importante en la tesis propuesta es que es precisamente esta ambigüedad la que salva al ser humano de perderse en el mundo tecnológico.
Antes de comenzar con la reflexión, es menester establecer la posición filosófica desde la que nos estamos ubicando. El marco metodológico en el que se enmarca esta reflexión es el “nuevo realismo”[3]; en este se afirma que la facultad de conocimiento humana, así como los conceptos y capacidades ligados a ella, son tan reales como los objetos y los hechos que por lo general se atribuyen a la “realidad”, al “mundo”, a la “naturaleza”. Esta estructura de pensamiento nos lleva a concebir una filosofía de los mundos, no ya del mundo. La especulación filosófica regresa como herramienta que vuelve pequeños y limitados a los mundos humanos. Esta perspectiva permite reflexionar sobre la tecnología como una plataforma que se abre sin posibilidad de cierre, su contingencia posibilita la multiplicación y creación de mundos incomponibles; en este sentido, los mundos presentados en la serie Black Mirror no son solo mera ficción, sino la posibilidad de un mundo real por construir. Esteban Ierardo (2018) asevera que los capítulos de la serie en mención “son eficaces catalizadores para un pensar inquisitivo y cuestionador de muchos aspectos de la sociedad digitalizada”[4]. En otras palabras, a pesar de que el capítulo de la serie por analizar es un objeto social, cuya existencia depende de la imaginación e intereses de su director Charlie Brooker, los elementos y situaciones que allí se exponen escapan a la subjetividad de su creador, lo que los lleva a una esfera que, si bien no es universal, sí evoca grandes regiones del ser; sociedades enteras se ven reflejadas en esta serie, sus situaciones cotidianas y los problemas que hoy surgen en la convivencia con las tecnologías informatizadas.
Teniendo en cuenta lo anterior, y con el único motivo de responder al propósito del presente trabajo, el documento se dividirá en tres momentos: en el primero, desarrollaremos la propuesta mitcheniana de las formas de ser-con de la tecnología, y allí se expondrán las actitudes escéptica, optimista y romántica; en un segundo momento, tomaremos como objeto de análisis el capítulo “White Christmas” de la serie Black Mirror, e inicialmente realizaremos una síntesis para luego resaltar los elementos fundamentales de la actitud romántica que allí destacan, desarrollando así la tesis propuesta al inicio de este trabajo; finalmente, realizaremos algunos comentarios acerca de cómo la sublimidad, concepto desarrollado por Edmund Burke y que se desprende de la noción de lo trágico, devela del “mundo tecnocientífico” característica ignorada por las actuales reflexiones en esta área.
Carl Mitcham y las formas de ser-con la tecnología
Mitcham concibe la filosofía de la tecnología desde dos visiones. La primera, como una tecnología que filosofa, a modo de un “análisis de la tecnología desde dentro y la comprensión de la forma tecnológica de existir-en-el-mundo como paradigma para comprender otros tipos de acción y pensamiento humanos”[5]; y la segunda, como la de aquellos que hacen filosofía de la tecnología: “[…] el intento de la religión, la poesía y la filosofía (o sea, las ramas de las humanidades) por buscar una perspectiva no tecnológica o transtecnológica para dar origen a una interpretación del significado de la tecnología”[6]. El presente trabajo está enmarcado en la segunda visión de filosofía de la tecnología, sin olvidar la primera visión; en otras palabras, se cuestionará el desarrollo y los alcances logrados con la puesta en marcha de las tecnologías informáticas, reflexionando sobre el funcionamiento y la fiabilidad de sus sistemas, así como también se planteará preguntas incómodas acerca de la finalidad y los alcances que tendría una tecnología compleja e incompleta como la que se desarrolla en el capítulo objeto de análisis.
Por tanto, el presente apartado tiene como objeto reflexionar sobre las diferentes actitudes del ser humano frente a las tecnologías de la era informática. Para realizar esta labor, se va a tomar como punto de referencia la propuesta que realiza Carl Mitcham en su obra Thinking through Technology (1994).
Mitcham, en la citada obra, expone tres actitudes básicas que desde las diferentes esferas[7] se tiene frente a la tecnología, a saber, escepticismo antiguo, optimismo ilustrado y desasosiego romántico. El filósofo norteamericano parece tener muy bien definidas dos actitudes: la del escepticismo antiguo y la del optimismo ilustrado; no obstante, cuando reflexiona sobre la tercera actitud, el malestar por la tecnología (desasosiego romántico), él considera que un punto débil de esta está precisamente en su misma ambigüedad, lo que le dificulta el camino para establecerse como una dimensión o categoría válida de explicación[8]. El filósofo norteamericano resalta la dificultad de la tercera actitud frente a las demás de la siguiente manera:
El Romanticismo ha sido hasta el momento incapaz de demostrar la cualidad de eficacia práctica exhibida tanto por el escepticismo premoderno como por el optimismo ilustrado. La paradoja de la forma romántica de ser-con la tecnología es que, a pesar de una eficacia intelectual y poder expresivo, todavía tiene que afianzarse como una forma de vida verdaderamente viable[9].
Y añade:
¿Quizás la verdad es que el Romanticismo ha sido adoptado, pero que son precisamente sus ambigüedades internas, su intento bipolar de seguir un cambio intermedio entre el escepticismo premoderno y el optimismo ilustrado lo que vicia su poder?[10]
Es precisamente esta ambigüedad la que se pretende saldar a partir de la idea de lo trágico[11]. Reelaborar la dimensión del desasosiego romántico, mediante una consideración diferente que inserte lo trágico en la tecnología, seguiría manteniendo la estructura esencial de la categoría planteada por Mitcham. No obstante, su inclusión no sería solamente nominal, pues esto no cambiaría nada, sino más bien lo complicaría, y podría hacernos recaer nuevamente en la antigua actitud escéptica. En primer lugar, baste decir que esta propuesta no busca desplazar ni borrar la actitud mitcheniana; lo que pretende es complementarla agregándole el carácter trágico frente a la ambigüedad que conlleva el desasosiego. Lo trágico aporta un carácter sólido dentro de lo ambigüo y le da estabilidad interna a la categoría.
Si comprendemos lo trágico como la coexistencia de una duplicidad dentro de una órbita unívoca, se abre la necesidad de la decisión[12]. Sin embargo, no es una decisión en particular, en el nivel óntico, sino precisamente la posibilidad de decidir, sin importar cómo sea y cuál sea el camino elegido o por elegir.
Esta necesidad de elegir dentro de un horizonte finito de posibilidades es lo que caracteriza la actitud del ser humano frente a las nuevas tecnologías. Sin embargo, en este apartado no se abordará la manera como se reconfigura esta nueva dimensión de lo trágico, esto lo dejaremos para trabajos posteriores. Lo que vamos a hacer en este capítulo es profundizar la propuesta de Mitcham para luego entroncarla con el capítulo especial de la serie de Charlie Brooker. El estudio detenido del fenómeno nos dará las pistas necesarias para luego recomponer su categoría en un nivel ontológico.
Escepticismo antiguo en la tecnología contemporánea
El escepticismo antiguo, como idea o discurso organizado en torno a la máxima de que la “tecnología es mala pero necesaria”, se fundamenta en diversos mitos e historias de la antigüedad, lo cual no quiere decir que su correspondencia se restrinja a una sola época (la premoderna). Mitcham menciona distintas narraciones para fundamentar el modo escéptico de ser-con la tecnología[13], aunque, en el mundo actual, no obstante, se siguen encontrando discursos que se reafirman en la idea de que la tecnología socava lo esencial de lo humano.
Uno de los mitos que Mitcham toma para fundamentar este primer modo de ser-con la tecnología es el del titán Prometeo. Considerado el primer creador, su quehacer siempre estuvo ligado al ser humano, desde la misma aparición de este ser efímero. Análogamente, Platón, en palabras de Protágoras, relata la forma como Prometeo dota a la humanidad del saber técnico. Él era el encargado de inspeccionar el reparto de habilidades que había realizado Epimeteo a todos los seres de la tierra. Al ver al hombre indefenso y sin habilidades para sobrevivir a las inclemencias de la tierra y a los demás animales, Prometeo decide regalarle al ser humano la sabiduría de la técnica.
En cierto modo, Prometeo hace partícipe al ser humano de la sabiduría divina. En esta versión del mito, cuyo talante es sofístico, Prometeo siente pena ante la “desnudez” y fragilidad de aquella criatura; el titán solo quiere armarlo para el combate terrenal, no piensa el proyecto humano como ser técnico. Cuando le dota del saber técnico y del fuego, lo hace como mera arma para su defensa, de ahí que no viera importante el complemento del saber político perteneciente a Zeus. Arroja al ser humano con un gran poder, pero con la carencia de no tener la capacidad de administrarlo.
Es precisamente su carácter filántropo lo que le ha llevado a la hamartía, que pagó con el más terrible dolor. Amor y filantropía son la causa de la desdicha de Prometeo, es la antítesis de su nombre la que le lleva a estar bajo el yugo de las cadenas.
El amor de Prometeo hacia los seres humanos se había manifestado mucho antes del robo del fuego: les socorrió ante enfermedades, les apartó de los pensamientos de muerte al darles esperanzas de vida en la medicina; Prometeo fue aquel dios que se compadeció de la endeble carencia de fuerza de los mortales, les sacó de su ceguera y sordera, les hizo ver que era posible dominar el mundo, les facilitó la vida ante un mundo azaroso. Es el titán que ha dado a los mortales todas las artes, les enseñó y les encaminó al dominio del fuego: de ahí que no dudara en robarlo en una caña para conceder a los humanos este gran recurso, cuya manipulación les llevaría al aprendizaje de numerosas artes.
En la Antigua Grecia, el fuego era considerado como aquello de donde nacen todas las artes[14]. El fuego era del dominio de los dioses, especialmente de Hefesto (se le conoce como dios del fuego); por consiguiente, al arrebatarlo Prometeo de su dominio para dárselo a los seres efímeros, a saber, los seres humanos, este les estaba entregando la posibilidad de la creación. El fuego posibilitaba la construcción de la “Torre de Babel”, de ahí que Dios, personificado por Zeus en la mitología griega, condenara y castigara al suplicio eterno al titán traidor. El temor del Olimpo por perder el dominio sobre el fuego se convierte en el temor por la pérdida de un poder que puede ser aprovechado por seres mortales, a los que se otorga un poder que supera en mucho la condición humana.
Prometeo es el símbolo del destino de aquel o aquellos hombres que se atrevieran a retar a Zeus, Dios o a cualquiera que poseyera un poder supremo. En definitiva, Prometeo es la imagen de aquel que se rebeló contra la tiranía, y aquellos que vieron al “héroe expuesto al dolor” comprendieron que cualquier osadía que implicara confrontar la tiranía del poder, así fuera mediante la técnica, les acarrearía la misma suerte del héroe trágico de Esquilo.
Siguiendo a Mitcham, y de acuerdo con los argumentos que hemos presentado, las técnicas se vuelven en contra de la humanidad al separarla de una realidad mucho mayor, “separación que puede manifestarse en un deterioro de la fe o una tergiversación de la voluntad, una negativa a confiar en Dios o los dioses, manifestada ya sea en la naturaleza o en la providencia”[15]. La imagen que dejan estas narraciones es la desconfianza hacia el conocimiento técnico; su uso y práctica debe estar aprobada por Dios, la naturaleza o el poder soberano, y cualquier intento que supere estos límites traerá la desgracia y la muerte.
La cultura griega clásica mantenía cierto recelo frente a las technai debido al bienestar que producían y a la opulencia que engendraban, sobre todo cuando no se las mantenía dentro de unos límites estrictos, porque entramos en el terreno de la desmesura (hybris), causa de la perdición del hombre[16]. Ese bienestar, afirmaba Sócrates, acostumbra a los hombres a las cosas fáciles, y la dificultad es lo bello o lo perfecto.
Esta referencia de Mitcham hace alusión a la necesidad de mantener un dominio sobre los límites de la producción técnica. Su producción, se consideraba, debía ser proporcional a la polis, su desarrollo no excedería ni los límites ni las necesidades de ella.
Así, a partir de los argumentos presentados siguiendo a Mitcham, la posición de “escepticismo antiguo” en lo que atañe a las nuevas tecnologías puede ser desplegada como sigue:
- El deseo y la ambición de crear sistemas informáticos y digitales que no dependan de la reflexión y análisis humanos implican una desviación de la confianza frente a la misma naturaleza humana y, en algunos sectores, son vistos como un alejamiento del mandato divino.
- La opulencia con que se despliega la tecnología informática socava la dignidad humana o de quienes se ven directamente afectados por las acciones de esta. Esto implica cierta disposición al debilitamiento de la estabilidad política, tal como se puede evidenciar en el capítulo “Hated in the Nation” de la tercera temporada de Black Mirror.
- El diseño, desarrollo y fabricación de las tecnologías informáticas y digitales elimina toda posibilidad trascendente de lo humano, materializando la vida humana.
- Esta posición considera a los desarrollos informáticos y digitales como entidades menos reales que los objetos de la naturaleza, y, por lo tanto, hace que requieran una manipulación directa por parte de los seres humanos.
El optimismo frente a la tecnología digital e informática
Un segundo discurso, propuesto por Mitcham desde sus concepciones del ser-con y del cual vamos a tomar los argumentos más relevantes para analizar el capítulo seleccionado de la serie Black Mirror, es el discurso que promueve la técnica. Esta segunda actitud propuesta resalta el compromiso técnico con el mundo, lo devela y lo muestra tal y como es. Esta forma de ser-con radicalmente opuesta a la anterior “argumenta lo bueno e inherente de la tecnología y el carácter accidental como consecuencia de cualquier mal uso de la misma”[17]; de esta manera, es una responsabilidad, en algunos casos moral, que el ser humano diseñe, desarrolle y fabrique tecnología, ejerciendo así su función de cocreador.
Para el desarrollo de esta actitud, no profundizaremos en ningún mito griego, sino que tomaremos como punto de partida el pasaje bíblico del paraíso, cuando Adán es receptor del mandato divino de ser el administrador y gobernador de la naturaleza. Dios hizo a Adán a su imagen y semejanza[18] y luego le entregó la tierra para que la invadiera y la sometiera[19]; el medio para hacerlo es el uso de la técnica. Luego, el ser humano debe continuar –de modo semejante al de Dios– el acto creador.
Tanto para Francis Bacon como para otros autores, el motivo de la caída de Adán y Eva en el paraíso no fue el deseo del conocimiento científico y técnico (como supondría el escepticismo antiguo); lo que originó el pecado original fue la búsqueda del conocimiento moral, del bien y del mal. Contrario a la idea de que el hombre debe alejarse de la ciencia y la tecnología, este está llamado a ejercer el control del mundo usando como medio el saber tecnocientífico. Autores modernos y contemporáneos tienen esta visión optimista de la tecnología, entre ellos Thomas Hobbes y Friedrich Dessauer respectivamente, quienes rompen con la tradición conservadora de la tecnología y asumen el rol del ser humano cocreador.
Thomas Hobbes (1588-1679) fue un filósofo inglés cuya preocupación se centró en la cuestión de la conducta humana y en el orden social, de ahí su ahínco por dar solución a este problema, formando un concepto propio y sólido de la naturaleza humana. En su Leviatán (1651), Hobbes hace un estudio minucioso sobre la experiencia que entraña un gobierno civil, en especial el momento de crisis posterior a la guerra. Sobre este análisis, Hobbes elabora su concepción del ser humano.
En la introducción de su obra, Hobbes coloca el arte del ser humano en consonancia con la creación divina. La naturaleza cumple la función de fin y medio: fin puesto que es producto del arte divino; medio, puesto que, por ella, Dios hizo y gobierna el mundo[20], ya que es de por sí un artefacto de origen divino. Se supone que la técnica humana es una continuación de la creación divina, por lo tanto, es una responsabilidad del ser humano continuar con el mandato divino.
Si retomamos los pasajes del Génesis mencionados arriba y los pensamos desde la concepción de hombre y de naturaleza de Hobbes, estaríamos tentados de afirmar que los humanos están llamados a ser creadores. Según Mitcham, “abjurar esa vocación y practicar en cambio un improductivo discurso sobre dilemas éticos acarrea el justo castigo de una existencia marcada por la pobreza”[21]. La reinterpretación del Génesis, bajo la noción del uso de la tecnología por el hombre para ampliar la creación iniciada por Dios y, como consecuencia, asumir el rol de cocreador, es una tarea iniciada por Francis Bacon. Sin embargo, es Hobbes quien, al eliminar la barrera de lo natural y el artificio, las coloca en un mismo nivel ontológico; de ahí que la distinción aristotélica de técnicas de cultivo[22] y técnicas de dominio se haga a un lado para dar paso a la libertad del ser humano para reelaborar su naturaleza. Si la naturaleza es ella misma un artificio, no hay ninguna necesidad de buscar una técnica que ayude a revelar su realidad interna; es ella misma la realidad, no hay un más allá, su superficie lo es todo: artificio y naturaleza operan con los mismos principios.
Mitcham, siguiendo a Hobbes, da forma a la actitud optimista frente a la tecnología al determinar que es la naturaleza, la razón, o Dios lo que ordena a todo ser humano la prosecución de la tecnología. El ser humano es redefinido, a diferencia de la concepción premoderna, no como homo sapiens, sino como homo faber: desarrollar tecnología es la actividad humana esencial.
Friedrich Dessauer (1881-1963), pensador contemporáneo, mantiene la actitud optimista frente a la tecnología. En su obra Discusión sobre la técnica (1964), afirma que la técnica se expande en el horizonte de la existencia humana convirtiéndose en su única posibilidad: “[La técnica] es contemplada de golpe como una totalidad inquietante que se expande. […] nueva potencia configurante de nuestro tiempo”[23]. No obstante, esta totalidad es desconocida para el hombre; la técnica es un mundo incomprendido, afirma el físico alemán, se requiere de tiempo para conocerla, su acceso es consecuencia de la reinterpretación de su ser mismo. El ser de la técnica no está limitado a lo material expresado en la forma invariable de cuerpos; la creación técnica supone leyes naturales, es decir, poderes activos y formativos que subyacen en el espacio y en el tiempo.
Dessauer fundamenta que la técnica tiene en sí misma un espíritu que la hace susceptible de sentido y finalidad, de lo cual se desprende que podamos hablar de una ontología de la técnica. El desarrollo de esta idea se funda en la crítica a la concepción tradicional que ve a la tecnología como obra del “diablo”, y que hace que todo aquel que haga uso de ella se esté rebelando contra el mismo Dios. Dessauer quiere desmontar esta idea de la técnica como el enemigo, por lo que recurre a diversos pasajes bíblicos, tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo Testamento. El ser humano solamente podrá acceder al conocimiento del horizonte tecnológico y ver las bondades de la técnica en el momento que la considere como un “don divino” y reconozca su poderío a sabiendas de su inferioridad frente a la omnipotencia de Dios.
Dios es un ser creador, su naturaleza se evidencia en el principio del Génesis al construir el universo y todo lo que lo habita; ahora le enseña al hombre cómo crear; se sabe que le ha hecho a imagen y semejanza suya, y aun así, le va develando el horizonte tecnológico que tiene ante sus ojos, le muestra la naturaleza como entorno que puede aprovechar para mejorar su estadía en el mundo. Tomemos como ejemplo el pasaje del arca de Noé. Como puede leerse en el mito bíblico, la obra técnica encomendada al patriarca es de gran envergadura, se requiere de un conocimiento amplio de leyes naturales, así como de la habilidad y la destreza técnica para el ensamblaje del arca. Dios no solo ve en Noé un hombre bueno, sino también debe de ver en él capacidades propias de un artista, un ingeniero, un científico, y sabe que podía potenciarlas porque fue él quien realizó el diseño humano. El arca de Noé, con sus dimensiones y especificaciones, hubiera significado la rebelión del hombre frente a Dios si se hubieran omitido los versículos del 14 al 17 del capítulo 6 del Génesis, en los que es el mismo Dios quien da instrucciones precisas a Noé de cómo construir el arca.
Para Dessauer, el hombre es un ser técnico; gracias a esta naturaleza ha podido construir su hogar y hábitat. Además, gracias a la técnica ha instaurado comunidades, tanto las primeras aldeas como las ciudades modernas.
Al igual que Francis Bacon y Thomas Hobbes, el radiólogo, físico y filósofo alemán considera que la creación iniciada por Dios no ha sido terminada, que es deber del ser humano continuar con los planes de Dios, quien se ha valido del hombre para finalizar su obra. Dessauer cambia de lugar el origen teológico de la técnica, arrebatándoselo a la serpiente como acto de rebelión frente a Dios y situándolo en el plano de la misión divina al servicio del hombre mismo.
Los argumentos presentados pueden sintetizarse de la siguiente manera:
- El desarrollo de la tecnología informática y digital responde al compromiso que tiene todo ser humano para con la disminución del sufrimiento y frente al daño que se pueda generar al otro. Esto convierte trabajar en esta tecnología en una responsabilidad moral; no hacerlo implicaría descuidar el derecho más preciado del ser humano: la vida. Véase cómo en el capítulo “Men Against Fire”, de la tercera temporada de Black Mirror, finalmente se persuade al soldado Stripe (Malachi Kirbi) de que muchas veces hay que hacer grandes sacrificios –como la vida de algunos humanos con enfermedades y carencias genéticas no propias del universo Black Mirror– para que el género humano sobreviva.
- El diseño, fabricación y uso de tecnologías digitales, además de ser moralmente benéfico, estimula la empatía, contribuyendo así a la satisfacción de necesidades que se presentan en distintos escenarios, como el biomédico, bélico, educativo y/o social.
- Las distintas tecnologías informáticas no deberían ser consideradas como entidades ajenas al mundo; son un artificio más, creado, fabricado y producido por el ser humano, con una complejidad incomparable a la de las tecnologías tradicionales, pero que, sin embargo, no deja de formar parte de nuestro mundo.
Con esta síntesis, cerramos la exposición y el análisis de la segunda actitud propuesta por Carl Mitcham, y damos paso a la tercera, a saber, el desasosiego romántico, que se debate entre el escepticismo antiguo y el optimismo ilustrado. Esta actitud, no pulsada a fondo por Mitcham, como él mismo reconoce y como veremos, es la plataforma para la consolidación de la actitud trágica.
¿Desasosiego romántico?
El Romanticismo ha sido interpretado como una reacción a la ciencia moderna, y una crítica a esta. El movimiento romántico, arguye Mitcham[24], plasmó la idea de que el deseo de la tecnología:
- por un lado, mantiene sus cimientos en la naturaleza: esta es releída no como un mero mecanismo, sino como un esfuerzo orgánico hacia el desarrollo y la expresión creativos. Desde este punto de vista, la naturaleza se convierte en algo que participa de la autoexpresión de la vida.
- De otro lado, este deseo es separado de toda determinación extra-humana: cuando es liberada de aquella actividad orgánica, la tecnología se fundamenta únicamente en la voluntad de poder humana, pero reconociendo sus consecuencias a menudo negativas.
El Romanticismo es un fenómeno multidimensional que puede entenderse como[25]:
- tendencia permanente en la naturaleza humana que se manifiesta a sí misma de manera diferente en épocas diferentes;
- particular manifestación en la literatura y el pensamiento del siglo XIX.
William Wordsworth (1770-1850)[26], poeta inglés, propone la categoría base para el desarrollo de la tercera manera de ser-con la tecnología. Afirma la tecnología como aquello cuya ordenación no ha sido la más adecuada; su desarrollo y producción se basa en el excesivo uso de unos poderes tecnocientíficos a los cuales el ser humano tuvo acceso en la modernidad y la Ilustración. No obstante, respondiendo a la paradoja distintiva del Romanticismo, es esta tecnología mal regulada y desbordada la que engendra una nueva especie de admiración, la admiración de lo sublime. Mitcham, en el mismo texto, se apropia de la definición que hace Edmund Burke de lo sublime y la diferencia de la categoría estética de la belleza:
[…] la belleza está asociada al orden social y se representa con la armonía y proporción en la palabra y la figura; lo sublime, en contraste, se relaciona con el esfuerzo individual y está indicado por la magnitud y la línea quebrada. Todo lo que es de alguna manera capaz de excitar las ideas de dolor y peligro, todo lo que es de algún modo terrible, o que versa acerca de objetos terribles, o que opera de una manera análoga al terror, es una fuente de lo sublime[27].
La expresión “placentero temor”, usada por Mitcham siguiendo a Byron, visibiliza esta ambivalencia captada por el Romanticismo como aquello a lo que más nos aboca la tecnología contemporánea, ambivalencia que la nueva categoría estética de lo sublime o abrumador tematiza. Esta dinámica ambivalente y dicotómica frente a la tecnología se hace presente a lo largo de los capítulos de la serie Black Mirror. Retomemos por un momento el primer capítulo de esta serie, “The National Anthem”, en el cual el uso tecnológico desborda los límites de lo pensado. El primer ministro de Inglaterra es chantajeado por un hacker informático para que copule con un cerdo ante las pantallas de la red, a cambio de no seguir permitiendo el secuestro de una princesa de la corona británica. En este escenario, hace necesario el uso tecnológico para atrapar al secuestrador, y se vale de este para solventar un problema también de uso tecnológico. No obstante, en muchas de las escenas de este mismo capítulo se deja entrever la desesperanza a la que puede llevar cualquier tecnología.
El desasosiego está limitado por la ambigüedad que se desliza entre el territorio escéptico y el optimista. En esta actitud, expresa que la tecnología en general puede llevar a posiciones extremas, generar fobias por artefactos o actividades que actualmente hacen parte de la cotidianidad humana. Volviendo al primer capítulo de esta serie, el individuo generador del secuestro se vale de las redes informáticas para extender su subjetividad y para hacerla masiva: “El individuo dentro de la interconexión cibernética no es ya el individuo clásico, sujeto a los límites del cuerpo y su presencia física”[28]; mediante el uso tecnológico, la subjetividad puede extenderse, lo más íntimo del ser humano puede superar la espera de lo privado y hacerse público, lo que forma subjetividades supermasivas: “La red, internet, Facebook aparecen como factores de desestabilización y matrices de nuevas subjetividades”[29]. El uso tecnológico genera terror, y el espectador o usuario, a pesar de que puede entrar conscientemente o no, al formar parte de esta nueva subjetividad, lo hace con cierto recelo, con culpa, pero así mismo disfruta con cierto terror del espectáculo televisivo.
Así como se repele el uso tecnológico, asimismo el ser humano se siente atraído hacia esta forma de sadismo, se experimentan nuevas formas de placer que hace que siga allí, frente a la pantalla. Esta actitud ambivalente puede entenderse mejor desde la idea de lo trágico. La dimensión trágica de la tecnología considera la disposición dual propensión/aversión que genera en el ser humano la tecnología: “Lo trágico en la actualidad puede verse en la propensión que tiene el hombre a la tecnología autónoma, sumergirse en el desarrollo tecnológico le genera placer, grandeza por dominar la naturaleza”[30], de allí que haya un acercamiento y una aceptación sin cuestionar la naturaleza de la tecnología, pero además hay un elemento de rechazo, pues la tecnología también “le genera dolor, miedo, le aterroriza saber que será desplazado del trono real que le fue heredado”[31]. A partir de esta idea de lo trágico, podemos afirmar que el ser humano se mueve en una ambivalencia, se desliza entre un acercamiento y un repudio a lo técnico. En lo trágico, el ser humano no tiene elección: no hay una necesidad que le obligue a tomar un camino, pues siempre se encontrará ante una situación de contingencia. El elemento que lo trágico aporta se da desde la actitud que constantemente el ser humano ha tomado y está tomando frente al diseño, desarrollo y uso de las diferentes tecnologías.
El elemento trágico no distingue entre el científico, el técnico o el usuario, de ahí su pertinencia; estos entes están constantemente destinados a tomar decisiones que implican directamente al fenómeno tecnológico, dándole nuevos sentidos a su relación.
El humano de hoy se siente abocado a la tecnología, no solo se admira por ella, sino que también le teme y lo aterroriza; hasta este momento, se habla de un desasosiego. Pero la experiencia humana no ha quedado en esta ambivalencia, ha tomado caminos, se ha ido configurando el fenómeno como consecuencia de estas decisiones. La tecnología que hoy se tiene es consecuencia de la existencia humana. Por consiguiente, los problemas que hoy suscitan las tecnologías del ahora no se deben a un país en particular, o a un grupo de científicos o ingenieros: estos hacen parte de la historia y del recorrido que el ser humano ha ido construyendo.
No obstante, las decisiones que actualmente está tomando el ser humano y las que irán a tomar respecto a la tecnología tienen un horizonte de posibilidades limitado y finito. Ya no es posible volver atrás, al pasado. Tal vez hace dos siglos este horizonte era diferente y tenía otro contorno; hoy es inevitable el uso de las tecnologías que llevan al límite de lo humano, pues su despliegue se encuentra presente a lo largo y ancho del espectro de posibilidades; así, cualquier decisión que se tome llevará inevitablemente a su uso y desarrollo.
El ser humano es el proyecto que hoy es, no hay otra posibilidad; la tecnología lo ha desbordado y ocupa todo su horizonte de posibilidades, cualquier proyecto humano que se encontrare fuera de lo tecnológico no será una posibilidad.
La forma de ser-con la tecnología romántica puede resumirse de la siguiente manera[32]:
- La voluntad del desarrollo tecnológico se da como un acto creativo necesario del mismo ser humano, acto que lo ha desbordado y, por tanto, trasciende los límites humanos.
- La tecnología hace posible la determinación material; el ser humano, a través de la tecnología, imprime nuevas formas a la materia; esta libertad le aparta del vínculo social tradicional y expande la tecnología en la totalidad de su horizonte vital.
- En el Romanticismo, la razón y el conocimiento científico se encuentran subordinados a la imaginación tecnológica.
- Los artefactos son la expresión de lo excelso; se generan nuevas formas de sentirlos y experimentarlos. Estos aspectos son los que resaltan en el capítulo que se va a tomar como foco de análisis.
La duplicidad de lo trágico en el uso tecnológico
Teniendo en cuenta las formas de ser-con planteadas por Mitcham, nos vemos sumergidos en el análisis del capítulo “White Christmas” a la luz de la última postura planteada por el pensador americano. Siguiendo el itinerario propuesto, a continuación, nos disponemos a presentar el episodio especial de Black Mirror, el cual será objeto de nuestro análisis.
En “White Christmas”, confluyen varias historias en las cuales se ve reflejado el mundo del Z-Eye[33]. Todo comienza con el cautiverio al que parecen estar sometidos dos de los personajes del capítulo: Matt (Jon Hamm) y Joe (Rafe Spall). La historia comienza a girar en torno a la necesidad de comunicación de los dos personajes; para que esta surja y fluya, uno de ellos debe tomar el bastión y tratar de entablar una conversación común, para que la estadía dentro de esa habitación no sea tan insoportable.
Matt es quien comienza contando dos historias, la primera es una anécdota propia y tiene que ver con el ambiente voyerista, con el fetiche de observar a la gente en su intimidad, y la segunda es sobre la persuasión a una cookie[34] para que obedezca y cumpla con actividades personales establecidas y requeridas por la persona “real”. Esto le transmite confianza a Joe y lo dispone a hablar y entablar una conversación con Matt; es en este momento cuando Joe recuerda lo sucedido. Todo esto tiene un fin: lograr la confesión de Joe por el delito que cometió.
Joe recuerda lo acontecido con su esposa, el embarazo de su pareja, la infidelidad sufrida, como también la obsesión en la cual había caído al enterarse de la existencia de una niña, la cual probablemente podría ser su hija. Todo esto y las consecuencias a las cuales están sometidos los personajes por parte de la funcionalidad de la tecnología en sus vidas hace que Joe, a medida que va contando su historia, vaya notando ciertas cosas que no cuadran, lo confunden y se vuelven sospechosas, v. gr. el reloj de pájaros que adorna la cocina en la que se encuentran hablando.
Asimismo, recuerda la absurda relación en la que cae cuando discute con su pareja y esta ejerce el botón de “bloqueo”[35]. También Matt sufre esta consecuencia de la tecnología, al ser juzgado y condenado por la sociedad por sus actos voyeristas. Las historias entrelazadas son las de Greta (la mujer que voluntariamente desea que se le clone la conciencia con fines puramente administrativos del hogar) y la concerniente a la verdadera razón por la cual Matt quiere entablar una conversación con Joe, que es obtener la confesión expresa de la culpabilidad en dos asesinatos: “una confesión extraída en la virtualidad desencadena todo su efecto sobre el Joe encerrado en el mundo real”[36].
Una vez obtenida la confesión de Joe esperada por Matt durante el desarrollo de todo el episodio, Matt ordena que lo saquen de la cabaña, dado que se logró el objetivo, y se disculpa finalmente con Joe. En este momento nos damos cuenta de que todo este tiempo Matt estuvo hablando con la cookie de Joe, es decir, estuvo en lo que parece ser una estación de policía, hablando con la copia de la conciencia de Joe dentro de la recreación virtual de la cabaña de su suegro. Necesitaba una confesión de la cookie porque el verdadero Joe seguía sin confesar su crimen; conseguir esa confesión por parte de Joe beneficiaría sobremanera a Matt, pues también se encontraba en problemas con la justicia y al ayudar tenía la ingenua esperanza de ser perdonado. El perdón termina siendo a medias, ya que finalmente Matt es castigado con el bloqueo general –en otras palabras, es bloqueado por todos, quienes lo ven como una mancha roja que representa peligro–. El capítulo culmina con una visión de Matt: “Camina y camina quizás por siglos y milenios. Sus pisadas nacen de la sospecha de que la realidad brilla detrás de lo que ve”[37]. Una última escena nos muestra que Matt pierde todo contacto social, y en ese momento se nos permite ver el desasosiego a través de sus Z-Eyes.
Lo trágico en el universo de Black Mirror
Carl Mitcham ha postulado una interesante forma de explicar la relación engendrada entre la tecnociencia, la ética y la sociedad. Esta visión plantea paradigmas provocados por la incursión y el desarrollo tecnológicos en nuestro entorno y las actitudes tomadas frente a esta situación por el sujeto en cada momento de la historia, como también las consecuencias producidas por el entronque de la tecnología en nuestros modos de vivir, las consecuencias ambientales y las posibilidades como sociedad.
Antes de continuar con el último punto de nuestra reflexión, consideramos necesario hacer un recorrido por los puntos centrales de la propuesta mitcheniana. Nuestro filósofo propuso tres modos de ser-con la tecnología, tres formas de relacionarse con el ámbito tecnológico que permiten comprender mejor las cuestiones básicas sobre la filosofía de la tecnología. Mitcham diferencia cada una de estas tres formas de ser-con que se identifican y que han surgido a través de la historia como posiciones en las cuales la visión de la tecnología tiene un papel crucial para la formación de sociedades y de individuos.
No se puede negar que tenemos una relación ambigua con ella; de entrada, Mitcham nos hace ver que nuestra relación con la tecnología se basa, por una parte, en el control ejercido por nosotros sobre esta, pero también en la docilidad que tenemos frente al confort dado por la tecnología, esto es, que, aunque tenemos un carácter controlador sobre ella, es la misma tecnología también la que ejerce sobre nosotros una necesidad infundada, una manipulación, control por control.
Una de estas formas de ser-con la tecnología es la escéptica, identificada primordialmente en la época antigua. Esta visión de la tecnología tiene sus bases en la desconfianza y el recelo a la cual está sometida cualquier tipo de tecnología. Esto significa que la tecnología es “mala”, pero que también tiene un carácter necesario: son requeridas por los seres humanos, pero la creación y manipulación de estas se puede volver en contra suya. Siguiendo este argumento, en esta forma de ser-con la tecnología, es la peligrosidad sobre el control que se les puede ejercer a la opulencia y el desarrollo que ofrece la tecnología la que lleva a ponerse en contra de cualquier tipo de avance tecnológico que pueda poner en juego la estabilidad social y ocasionar el desvío de la atención de lo que verdaderamente importa, a saber, los asuntos netamente humanos, v. gr. la política o el Estado. En la actitud escéptica, el problema de la tecnología implica una desviación y debilitamiento del esfuerzo individual, del mejoramiento y esmero por una estabilidad social basada en un enriquecimiento personal, lo que engendra así la mentalidad facilista y de inmediatez personal, como también el debilitamiento de la estructura social.
Otra forma de ser-con la tecnología es la del optimismo, identificada en los períodos del Renacimiento, modernismo e Ilustración; en ella se encuentran características principalmente en acuerdo con el progreso tecnológico, es decir, esta posición es la contraria a la posición escéptica, en esta se reconocen las virtudes técnicas como inherentes y voluntarias, y se cree que la naturaleza y la tecnología parten de un entorno común, sin afectar o debilitar nada, sino que más bien fortalecen la calidad del ser humano.
En otras palabras, según esta postura el proceso tecnológico es necesario en cuanto posibilita la mejora y el desarrollo de la sociedad otorgando riqueza, entendida como beneficios y confort, dándole primacía a las cuestiones científicas y tecnológicas en detrimento de los asuntos éticos o políticos. Lo que importa aquí es que el desarrollo tecnológico genera una necesidad moral a la voluntad, esta acción contribuye a la satisfacción de las necesidades físicas, lo que sacia así los requerimientos personales y sociales sin tener en cuenta las consecuencias a las que está expuesta la conformación de la tecnología sin ningún tipo de límite.
La tercera forma de ser-con la tecnología planteada por Mitcham es la del desasosiego romántico; en esta actitud consideramos está la clave para comprender las tecnologías informáticas como las que se exponen en la serie Black Mirror. El desasosiego romántico refleja una condición ambigua con respecto a la tecnología y la relación que tenemos con ella, ya que, aunque en cierto sentido poseemos el control de la tecnología, debido a que somos nosotros los que ejercemos el acto creativo, también nos vemos abocados a sobrepasar los límites de ella, girando en torno a la significación del ser, y no a la deshumanización por medio de la tecnología. En otras palabras, la tecnología nos crea una libertad material, pero acaba e irrumpe en la libertad personal, nos eleva a un estatus social y económico, pero nos aparta del significado de la sociedad y del afecto social. Todas estas consecuencias son tenidas en cuenta y son sufridas por el ser romántico, que afronta el desasosiego que se le produce.
Esta condición, expresada en la ambigüedad, es la sensación más exacta en donde se puede enmarcar la relación que generamos con la tecnología, ya que en ella se concentra cada una de las posiciones antes mencionadas, y confluyen las sensaciones en un gran universo de sentimientos y de acciones que surgen de la nueva consolidación y construcción del ser humano en esta época tecnológica, en la que se revela un carácter terrorífico y peligroso sustentado en la aceptación de entrada del avance tecnológico en todos los ámbitos de la sociedad humana.
Son las historias de Matt y Joe las que expresan las consecuencias de la tecnología y la deshumanización en los procesos sociales e individuales de la cotidianidad humana, aunque no solo se expresan en estas dos historias, sino que en casi toda la serie de Black Mirror parecen ser una constante, como también lo es esta relación con la tecnología en la cual el desasosiego es el sentimiento más complejo.
Por lo tanto, la forma de ser-con la tecnología que abarca con más exactitud la relación que tenemos con ella es la actitud del desasosiego romántico. Esta actitud refleja una condición o disposición realmente ambigua, en la que se puede identificar la aceptación y sublevación a la tecnología, entendida como parte esencial de las relaciones humanas y de las acciones comunicativas, quedando así condicionadas por el avance tecnológico tanto la naturaleza humana como su conformación dentro de la sociedad. Esta actitud de aceptación y sublevación tiene una contraparte, en donde se manifiestan el malestar y la incertidumbre, una posición de recelo frente a esta condicionalidad aceptada por la sociedad y los individuos en general.
Esto lo podemos notar en ciertas escenas de la historia en las cuales se refleja la posición ambigua del carácter romántico y del desasosiego en el que caen los protagonistas al enfrentarse a las puniciones propuestas y establecidas por el universo Black Mirror, v. gr., las escenas en las cuales Matt y Joe son bloqueados por sus respectivas parejas, en el caso de Matt por la condena a la que se ve sometido respecto de sus actos voyeristas, y, en el de Joe, por la discusión sostenida con su pareja luego de enterarse del embarazo. Estas novedosas maneras de solucionar los conflictos personales son las vivas consecuencias del avance tecnológico y el enfriamiento de la calidad de las relaciones humanas, en las que el comportamiento humano es condenado en todos sus ámbitos posibles (conciencia clonada) para el caso de Joe. Asimismo, estos ejemplos son el reflejo de la total absorción de la tecnología por parte de nuestras formas y modos de vida y la aceptación de cada una de sus consecuencias, sin tener en ellas una actitud crítica o algún tipo de resistencia.
Por último, el capítulo y la serie pretenden adentrarnos en un mundo totalmente absorbido y mórbido por la tecnología, en donde los límites de la realidad, de la privacidad y de la libertad parecen no tener cabida y donde las consecuencias son tan amplias como bizarras. En Black Mirror, el usuario tecnológico sabe que las relaciones cara a cara, sentir el cuerpo del otro, su aroma, el color, la expresión de su belleza natural serán reemplazadas por imágenes perfectamente creadas y por lugares virtuales creados por él mismo, y a la vez siente una leve tranquilidad porque no será consciente de estas construcciones artificiales; no obstante, vuelve y se aturde a merced de no saber si vive ya en una realidad netamente digital, como el encuentro que Matt mantiene con Joe, en la que lo real no se diferencia de lo virtual.
Al finalizar el capítulo, pareciera que Matt se hunde en una reflexión sobre el uso tecnológico, parece sentir aversión por la tecnología, pero disfruta de este sentimiento y no lo quiere dejar de sentir. El ser humano quiere sentirse cada vez menos humano, lleva al límite su humanidad. Sin embargo, este sentimiento no es la angustia que Soren Kierkegaard, filósofo danés, definió como un temor a la nada, hacia lo desconocido[38]; el ser humano sabe qué le espera con la tecnología, le aterra su porvenir[39], y, sin embargo, sigue avanzando hasta cometer el crimen:
Recuerdo aquella larga noche, víspera del crimen: mi hermano se detuvo un momento en el rellano exterior de la escalera de mármol, miró en silencio el cielo, con su cabellera bellamente levantada: “Nuestros únicos remos— dijo— quizá sean las estrellas; pero ni a esos los empuñamos nosotros. ¿Cómo podríamos?”. Lo entendí de inmediato. Mi hermana no comprendió. Le dio la espada, que llevaba oculta bajo el delantal[40].
Cuando el desborde tecnológico supera toda voluntad y acción humana, se debe aceptar y someterse al destino; el crimen debe ser cometido: el desarrollo tecnológico debe continuar.
Conclusión
La tesis que se desarrolló nos conduce a reconocer que la relación que en el ahora el ser humano establece con la tecnología es de aceptación sin más, forma que entraña una actitud pasiva y resignada y, sin embargo, prometedora. El uso tecnológico no implica una actitud optimista, esta requiere de la realización, de la acción; la actitud optimista estaría centrada más en quienes diseñan y desarrollan tecnología. Así, el metadiscurso romántico que entraña elementos como lo trágico, lo ambiguo y lo sublime está siendo construido por los usuarios. Este discurso se sustenta en la noción de lo trágico. En este contexto, lo trágico entraña desasosiego, actitud desenmarañada y potenciada por las tecnologías de la era informática; lo verdaderamente importante en la tesis desarrollada es que es precisamente esta ambigüedad la que salva al ser humano de perderse en el mundo tecnológico.
A modo de conclusión, se pone a consideración la posición del desasosiego romántico, pues, aunque el universo de Black Mirror nos posibilite unas formas de vida nuevas y nos coloque de contexto la amplitud de la tecnología, también nos deja una reflexión a modo de preocupación que se puede plantear así: ¿es posible, mediante la tecnología, borrar todo rastro de libertad y privacidad?, ¿y que la mentalidad de la inmediatez pueda acabar con las relaciones interpersonales? ¿Si no hay límites a la tecnología, es posible que sea ella la que nos ponga límites a los seres humanos? Estos cuestionamientos son los que deja a manera de reflexión la serie Black Mirror, su contenido totalmente ambiguo nos deja entrever la preocupación que se tiene con respecto a la actitud crítica que nosotros podamos ejercer con respecto a las nuevas tecnologías. ¿O es que la tecnología logrará sublevar nuestra resistencia y manipularnos a tal punto que no podamos rechistar ni salirnos de la red tecnológica tejida y entrelazada por nosotros mismos? Las posibles respuestas deben fijar una posición clara y clave para el manejo de las tecnologías, su uso y sus consecuencias en la realidad.
Bibliografía
Álvarez González, C. F. (2017). “La tecnología autónoma y su posibilidad en lo trágico”. Revista de Filosofía, 16(1), 193-217. DOI: https://bit.ly/2ULn3D8.
Álvarez González, C. F. (2016). “La angustia, principio de posibilidad del conocimiento”. Perspectivas, 29(2), 28-34.
Dessauer, F. (1964). Discusión sobre la técnica. RIALP: Madrid.
Esquilo. (1986). Prometeo encadenado. En Tragedias. Gredos: Madrid.
Ferraris, M. (2012). Manifiesto del nuevo realismo. SEDIT: Bari, Italia.
Gabriel, M. (2015). Por qué el mundo no existe. Pasado & Presente: Barcelona.
Gentilli, C., y Garelli, G. (2015). Lo trágico.La balsa de la medusa: Madrid.
Hobbes, T. (1982). “Introducción”. En Leviatán. SKA: Bogotá.
Ierardo, E. (2018). Sociedad pantalla. Black Mirror y la tecnodependencia. Ediciones Continente: Buenos Aires.
Mitcham, C. (1994). Thinking through Technology. The Path between Engineering and Philosophy.The University of Chicago Press: Chicago.
Pacey, A. (1990). La cultura de la tecnología. Fondo de Cultura Económica: México.
Ritsos, Y. (2011). Crisótemis. (S. Ancira, Trad.) Acantilado: Barcelona.
- El presente trabajo pertenece al proyecto de investigación “La distopía tecnológica en el relato ficcional de la serie ‘Black Mirror’ como espacio de reflexión filosófica sobre el entramado cultural contemporáneo”, cofinanciado por la Universidad de Pamplona, radicado en la convocatoria interna de banco de proyectos 2017 fase II y la Universidad de Catamarca, Argentina, bajo el programa de desarrollo científico y tecnológico 2018.↵
- Estudiante de Filosofía, Universidad de Pamplona. Miembro activo del Semillero de investigación ARJÓN.↵
- Para ampliar en este nuevo marco filosófico, véanse las obras de Ferraris Mauricio (2012) Manifesto del nuovo realismo. SEDIT: Bari, Italia; y Gabriel, Markus (2015). Por qué el mundo no existe. Ediciones Pasado & Presente: Barcelona.↵
- Ierardo (2018: 9).↵
- Mitcham (1989: 48). ↵
- Ibid: 49. ↵
- Arnold Pacey (La cultura de la tecnología, 1990) concibe la tecnología como un proceso que se hace posible desde tres esferas o aspectos: organizacional, técnico y cultural. ↵
- El propósito de este apartado es salir al paso de esta dificultad que Mitcham devela en su propuesta. Sin embargo, no se busca solucionar el problema de la actitud ambigua que el ser humano tiene frente a la tecnología. Lo que se pretende es darle estabilidad y solidez interna a la dimensión propuesta por Mitcham.↵
- Mitcham (1994: 299).↵
- Ibid: 299.↵
- Como veremos más adelante, es precisamente esta ambigüedad la que caracteriza el “ahora”, y es desde allí desde donde se podría argumentar más sólido ante la necesidad de un doble camino que permita resarcir al ser humano de las tendencias tanto optimistas como tecnófobas.↵
- Para ampliar la noción de lo trágico y hacer un recorrido histórico desde Aristóteles, los griegos, pasando por Nietzsche y llegando a los filósofos contemporáneos, se recomienda revisar el trabajo de Gentilli y Garelli, 2015.↵
- En este trabajo tan solo uno se va a desarrollar, a saber, el mito de Prometeo.↵
- Cfr. Esquilo, Prometeo encadenado. En: Tragedias. Gredos, Madrid: 1986, p. 543.↵
- Mitcham (1994: 276).↵
- Para los griegos, lo perfecto es lo limitado y lo ilimitado es lo imperfecto; así, la ilimitación rompe el esquema del cosmos, de la ciudad, del hombre, de los sentidos y de las almas. La hibris se opone a la mesura, se opone al límite, la prudencia (phrónesis). El héroe de la tragedia griega se consume por exceso de hibris. La tragedia se produce de dos maneras: 1. Cuando se producen dos argumentos contradictorios y la elección deben ser los dos, es decir, cualquier decisión que se tome por algún argumento va a llevar a un destino trágico. 2. Por exceso de hibris. Véase Gentilli y Garelli, 2015.↵
- Mitcham (1994: 283).↵
- Gen. (1, 26).↵
- Gen. (1, 28).↵
- Hobbes (1982: 11).↵
- Mitcham (1994: 284).↵
- En Física II, I 193ª12-17, Política VII, VII, 1337ª2 y Deconomica I, I 1343ª26-1343B2, se advierte la sugerencia de Aristóteles en distinguir entre las artes de cultivo que ayudan a la naturaleza a multiplicar su producción (v.g. la medicina, educación y agricultura), y las artes de construcción o dominación, como aquellas que dan existencia a cosas que la naturaleza no podría hacerlas por sí misma (Mitcham, 1994: 281).↵
- Dessauer (1964: 35).↵
- Mitcham (1994: 290).↵
- Ibid: 290.↵
- Apud. Mitcham (1994: 292).↵
- Apud. Mitcham (1994: 296).↵
- Ierardo (2018: 42). ↵
- Ierardo (2018: 42). ↵
- Álvarez G. (2017: 212).↵
- Álvarez G. (2017: 212).↵
- Mitcham (1994: 297).↵
- En el capítulo, esto es un artefacto instalado en el ojo humano, el cual posibilita la recopilación y registro de los datos adquiridos.↵
- En el capítulo, una cookie es un clon digital de la conciencia de una persona.↵
- En el capítulo, esto es una forma de procurar distancia con otra persona, de mantener a raya el contacto personal e intelectual con aquella con la que ha sido bloqueada: “desaparición de los individuos reales en tramas espectrales digitalizadas” (Ierardo, 2018: 99); tecnología propia del universo Black Mirror en la que el agente “agresor” es condenado o castigado con radicalidad por cualquier acto juzgado como “malo” dentro de la sociedad Black Mirror. ↵
- Ierardo (2018: 104).↵
- Ierardo (2018: 107).↵
- Para el desarrollo de la idea de la angustia como actividad humana necesaria para el conocimiento, revisar el documento “La angustia, principio de posibilidad del conocimiento” (Álvarez G., 2016). ↵
- Cabe mencionar que Aristóteles, en el Libro VII de la Ética a Nicómaco, hace referencia a esta doble forma de acción humana, al diferenciar el pensar del actuar. En el tratamiento de este asunto, Aristóteles se desmarca de Sócrates al considerar que en el ser humano es posible la akrasía como un acto humano (proáiresis), en el cual aquel se aleja del bien perfecto (aun sabiendo cuál es el camino), cediendo a las tentaciones de los placeres. En otras palabras, Aristóteles considera que el ser humano cae en acciones que no conducen al bien perfecto; el hombre sabe que está cediendo a los placeres mundanos y, aun así, sigue por este camino.↵
- Ritsos (2011: 83).↵