Edmond Duranty
Muchos novelistas no realistas tienen la manía de hacer en sus obras exclusivamente la historia de las almas y no las de los hombres por completo. Se liberan de todas las condiciones de la vida práctica o las rozan apenas y se presentan ante el lector con cuadros vagos y llenos de sutilezas.
Sin embargo, por el contrario, la sociedad aparece con grandes divisiones o profesiones que hacen al hombre y le dan una fisonomía más sobresaliente aún que aquella que le es dada por sus instintos naturales. Las principales pasiones del hombre se apegan a su profesión social, esta ejerce una presión sobre sus ideas, sus deseos, sus objetivos, sus acciones.
Es esta fisonomía sobresaliente producida por la vestimenta y el modo de vida exigidos por cada profesión lo que asombra más vivamente al público, lo que resume de manera más clara y más simple para el sujeto su existencia y el hombre mismo. Hay poca sutileza en dejar ver las grandes pasiones, las ideas constantes, los deseos, todas cosas amplias, visibles, siempre renovadas y puestas en acción, de las que cada uno se da cuenta por sí mismo y por los otros, mientras que las investigaciones sobre los pequeños movimientos interiores, sobre las delicadezas infinitas de las sensaciones, sobre las turbaciones y las aspiraciones que no son dirigidas hacia un objetivo claro, definido, cuadrado, en una palabra, son imperceptibles, y en consecuencia, poco interesantes para casi la totalidad de lectores en los que no despiertan ninguna idea importante. A estas les faltan puntos de apoyo y son muy dudosas incluso para el escritor que se dedica a ello. Esta es la razón por la que el público preferirá el libro mal hecho que le pinta la vida del soldado, o del burgués, hombre social, al libro bien hecho, como Obermann,[1] pleno de detalles psicológicos, insaciables y aburridos, o incluso tal como Adolphe[2], sean cuales sean las cualidades de estos, porque ambos le revelan un ser excesivamente individual.
No es necesario, sin embargo, empezar un libro con el objetivo previo de pintar un aspecto social; solo se trata de narrar lo que hemos visto en nuestro pequeño rincón personal, y si somos fieles a la verdad, si representamos a la gente con la que nos hemos rodeado, los recovecos reales con los que nos hemos relacionado dejándoles su fisonomía exterior, se descubre que hemos reproducido naturalmente un conjunto social fácil de apreciar y por lo tanto sorprendente: eso es lo que nos hace sentir la vida en una obra de arte.
[1856]
- Novela epistolar escrita por Étienne Pivert de Senancour en 1804. Esta obra cuenta la historia de un joven aristócrata que abandona Francia y se va a vivir al pie de los Alpes. Luego de algunas dificultades para adaptarse a la sociedad, Obermann se enamora de Mme. Del. No obstante, su amor no es correspondido, motivo por el cual cae en una crisis espiritual. ↵
- Novela de Benjamin Constant (1767-1830) publicada en 1816 que se corresponde con la tradición sentimental: se trata de la narración en primera persona del pensamiento de Adolphe en torno a sus complicaciones amorosas y los pesares de la interioridad. ↵