Gabriela Scherlis
… en América Latina y en el mundo de habla hispana en general, el ídish sigue siendo una lengua fantasmal, o casi.
Eliahu toker
Introducción
El presente trabajo constituye un análisis descriptivo acerca de la traducción al español del año 2003[2] de la novela Los hermanos Ashkenazi. En él se trazará un recorrido donde pondremos en contexto la novela (la vida del autor, las ediciones y formas de aparición), analizaremos el prólogo y el glosario de la edición española y reflexionaremos acerca del lugar que ocupa el ídish en España y en Argentina que alguna vez fue “el centro líder de la actividad editorial ídish a escala mundial” (American Jewish Year Book, vol. 55, Nueva York en Dujovne, 2014: 65). Asimismo, prestaremos atención a la transliteración, pues al tratarse de una lengua que se escribe con un alfabeto distinto, los traductores se hallan en la búsqueda de lograr transmitir fonéticamente términos que no tienen equivalente en la lengua de llegada. Considero que un análisis sobre estos recursos echará luz sobre otros aspectos relacionados con quiénes son los que traducen desde el ídish y cuáles son los procesos por los que pasan las obras para llegar a ser traducidas.
El trabajo se alinea a la propuesta de los Estudios descriptivos de la traducción, que para el análisis de traducciones se focaliza en la lengua meta en una cultura determinada con perspectiva descriptiva, y estudia las opciones elegidas en una traducción dada. El enfoque no se centra en la fidelidad hacia el o los texto(s) fuente(s), que en nuestro caso son el texto en ídish (al que los traductores acuden también)[3]) y la reformulación del hijo del escritor al inglés, fuente desde donde traducen principalmente.
Se espera que con el recorrido incentivemos la reflexión acerca de los estándares y el rol de las lenguas (centrales y periféricas) a la hora de elegir qué literatura se traduce y las posibles causas y consecuencias de estas decisiones.
El autor, la novela y su primera traducción
Israel Yehoshúa Singer nació en Bilgoraj, Polonia, en 1893. A los diecisiete años abandonó sus estudios rabínicos y su modo de vida tradicional judío, y se mudó a Varsovia. En 1918 dio a conocer sus primeras historias mientras que, paralelamente, trabajaba como periodista en Polonia y Rusia. Abraham Cahan, el editor del periódico ídish neoyorquino Der Forverts[4], lo contrató como corresponsal acerca de la vida y la cultura judía en Europa del Este luego de leer su libro Perla y otros relatos. El periódico fue el primero en publicar, por entregas, todas las novelas de Israel Yehoshúa Singer. Fue el mismo editor quien lo convenció de mudarse a Estados Unidos. Durante los preparativos, en 1933, falleció con doce años su hijo mayor. Su hermano, Isaac Bashevis Singer, consideró este hecho como decisivo para el giro de su obra donde comenzó a expresar mayor pesimismo. Vivió en Nueva York diez años, donde falleció en 1944, a los cincuenta años de edad a causa de un infarto.
Los hermanos Ashkenazi fue la primera novela que escribió en Nueva York. Se trata de una saga familiar que transcurre principalmente en la ciudad polaca de Lodz y abarca tres generaciones durante casi cien años.
La fuente desde la que se tradujo al español la edición que analizamos es una adaptación al inglés realizada por el hijo del autor, Joseph Singer, en 1980. En ella “adaptó el formato serial, eliminó aquello que consideraba innecesario o redundante, y añadió aclaraciones para un lector menos familiarizado con la cultura judía que el de Der Forverts” (Henelde Abecassis y Abecassis, 2003: 10).
Puesto que Joseph Singer puso como condición que las traducciones de Los hermanos Ashkenazi fueran realizadas a partir de su adaptación al inglés, esta traducción proviene de su versión y no del ídish. Sin embargo, los traductores advierten que accedieron a la versión original de la novela, la cual los ayudó para aclarar ambigüedades de la versión inglesa.
La nota de los traductores
La Nota de los traductores precede a la novela y es casi[5] el único paratexto que la introduce, compendia la biografía del autor y contextualiza los momentos de la escritura de la novela y los de su traducción. Al escribir estos textos, los traductores brindan información relevante para leer una obra poco conocida dentro de la literatura en español. La nota comienza con una apreciación acerca del autor: “Inexplicablemente relegado al olvido con el paso del tiempo”. Lo inexplicable del olvido del autor y su obra en la lengua española es lo que despertó mi interés hacia el análisis de esta traducción que, como los traductores, considero tardía.
Ya en el primer párrafo de la Nota, los traductores mencionan al hermano menor del escritor, Isaac Bashevis Singer, uno de los escritores en lengua ídish más conocidos y traducidos a nivel mundial, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1978. Al igual que en gran parte de las fuentes de información sobre Israel Yehoshúa Singer, se lo compara con la figura del hermano menor para destacar la figura del mayor, aunque no encontremos referencias al mayor en las biografías de Isaac Bashevis Singer. Al ser un escritor casi desconocido en lengua española, referirse a la figura de Bashevis lo legitima, “A medida que fue abriéndose camino en la vida y en la escritura, I. Y. Singer también ayudó a que lo hiciera su hermano.” Es así que mediante la figura del escritor consagrado se valida al desconocido.
Aunque le siguen algunos párrafos acerca de las publicaciones, los traductores vuelven a cotejarlos, de modo que la figura de Bashevis funcione como parámetro del cual partir para leer a Yehoshúa. Así, presentan su carácter de pionero y exponen su mayor radicalización en la ruptura con la vida tradicional judía, el pesimismo, la ironía y el escepticismo a lo largo de su narrativa. A la vez, se equipara a los hermanos en la forma de considerar y plasmar el judaísmo en las novelas. La legitimación a través de su hermano es tan constitutiva en su presentación, que de los siete párrafos biográficos, cuatro se apoyan en la relación y comparación con su hermano menor.
El comienzo de la segunda mitad de la nota hace referencia a la novela, los textos fuente de la traducción y el modo en que se sirven del texto original en ídish para “…asegurar la máxima fidelidad y aclarar determinadas ambigüedades en la versión inglesa”. En la idea de fidelidad con el original demuestra su disconformidad con la intervención de una lengua entre la fuente y la de llegada. Rhoda Henelde tradujo Sombras sobre el Hudson[6] y en una nota introductoria escribe que la lengua castellana “…resultó ser una gran aliada en cuanto a disponibilidad de recursos, entre los cuales destaca la flexibilidad en las construcciones de las frases, especialmente importante a la hora de conservar la frescura y las inflexiones del habla yiddish…”. Durante la entrevista[7] mencionó la idea de fidelidad nuevamente. Ella cuenta que tuvo enfrente el original en ídish durante todo el ciclo de traducción, para asegurarse de que el texto era en sí fiel al autor. La noción de fidelidad que plantean los traductores es similar a la que propone von Humboldt en el sentido de que se trata de “… dar al idioma y al espíritu de la nación aquello que no poseen o poseen de otra forma, entonces la primera exigencia es la simple fidelidad. Esta fidelidad debe orientarse al carácter del original… ” (Von Humboldt, 1816: 241). De este modo, se incorpora aquello del ídish que puede trasladarse directamente al español, sin ser tamizado ni condicionado por el inglés, que en cualquier caso sería una lengua prescindible.
Hacia el final de la nota citan un fragmento del poeta Jaim Najman Bialik donde compara la lectura de una traducción con el beso a la novia a través del velo. De este modo, ilustran lo que representa para ellos la traducción indirecta que tiene la obra que presentan, “…traducir desde una traducción, no hay duda que deja el velo más tupido”. Así, justifican su “trasgresión” al pedido del hijo del autor, que consistió en consultar la versión en ídish cuando lo consideraron necesario.
La literatura de lengua ídish en español
Buenos Aires supo ser un polo editorial en lengua ídish (Dujovne, 2014: 84) y asimismo cuna de numerosos traductores de obras ídish al español. En 1919 Salomón Resnick tradujo Los cabalistas de I. L. Peretz del ídish al español, que fue la primera traducción del ídish hecha en Argentina.
Tanto el número de traducciones como este conjunto de operaciones [escritura de artículos periodísticos y de crítica literaria, y ensayos históricos sobre la lengua y la literatura ídish], lo convirtieron aún hasta hoy en el traductor e introductor de literatura idish más prolífico e importante en el mundo de habla hispana (Dujovne, 2011: 250).
Otro impulsor de estas traducciones fue León Dujovne. Así como Resnick, él promovió las ediciones en castellano de numerosos textos en ídish, ya sea con traducciones propias o al editar traducciones ajenas. Se llevaban a cabo con dos objetivos primordiales: que los jóvenes judíos que no entendían ídish pudieran acercarse a su propia cultura y que los no judíos “conozcan el judaísmo y le pierdan el miedo” (Feierstein, 2011: 161). Editoriales como Judaica, Sigal y la Sociedad Hebraica Argentina, entre otras, funcionaban en relación con la comunidad e instituciones judías que apoyaban sus emprendimientos, más allá de sus diferencias ideológicas. Hasta la década de 1940, “a través de estas experiencias fueron los propios judíos quienes, por primera vez luego de varios siglos, participaron activamente, a través del libro, en la circulación de ideas acerca de lo judío en el universo de lengua castellana” (Dujovne, s.f.: 22).
Dada la cantidad de inmigrantes judíos que vivían en el país, el emprendimiento editorial de traducciones del ídish a la lengua castellana que se proponía difundir la cultura judía fue un fenómeno especial de Argentina. Muchos de estos libros eran enviados a otros países hispanohablantes en Latinoamérica donde había comunidades judías importantes como Uruguay, Venezuela, México y Chile. Incluso España recibía libros traducidos por Resnick, y algunos de los clásicos de Sholem Aleijem traducidos por los argentinos Mario Calés y Bernardo Kolesnicoff.
A partir de la década de 1940, el número de traducciones argentinas de ídish decreció significativamente. Asimismo, desde la década de 1970, en España comenzaron a publicarse traducciones indirectas del ídish, generalmente del inglés. Isaac Bashevis Singer, incluso antes de recibir el Premio Nobel, ya había sido traducido y editado por editoriales como Plaza & Janes o Alfaguara. La direccionalidad se invirtió, pasando a tener España mayor cantidad de ediciones de libros traducidos del ídish al español, pero con características distintas: se trata de traducciones indirectas. Es recién desde el año 2000 que se registra una serie de libros traducidos directamente del ídish al español[8]. A su vez, en Buenos Aires, en el año 2012 se publicó una colección compuesta por la traducción de diez libros considerados clásicos del ídish[9].
Entonces, en las últimas dos décadas – 2000 y 2010 – tanto en España como en Argentina se registran traducciones directas del ídish al español. Cada país tiene sus características editoriales y las diferencias entre las publicaciones desde el ídish en uno y otro no pueden ser profundizadas en la extensión de este trabajo. Sin embargo, es posible destacar que en España existen publicaciones de editoriales dedicadas a obras literarias clásicas o grandes grupos editoriales, en las que muchas veces estas traducciones no forman parte de una colección particular, sino que corresponden al catálogo general. De la misma manera, en Argentina existen publicaciones de editoriales con un catálogo general, pero son más frecuentes las que han sido llevadas a cabo por instituciones ligadas a la comunidad judía
Las traducciones de Rhoda Henelde y Jacob Abecassis son de carácter inusual. Ellos conforman un equipo de traductores que se complementan: el español es la lengua materna de Jacob Abecassis y el ídish de Rhoda Henelde. Llevan traducidos trece libros directamente desde el ídish, solicitados por las editoriales españolas “…generalmente una vez que la obra había visto la luz en inglés, francés o italiano” (Henelde y Abecassis, comunicación personal 01.05.2017).
La necesidad de que una obra en ídish haya sido traducida primero a otras lenguas para que una editorial española se interese en ella y solicite la traducción, incluso cuando solicite la traducción directa, demuestra la centralidad de estas lenguas en el mercado editorial: “Lo que es traducido por una lengua periférica a otra depende de lo que es traducido desde esas lenguas periféricas a las lenguas centrales” (Heilbron, 1999).
Mencionar la idea de lengua central y periférica es hacer referencia a la teoría del sistema mundial de las lenguas de traducción (Heilbron, 1999), que se plantea como una estructura jerárquica con lenguas centrales, semi-periféricas y periféricas. Una lengua es más central en este sistema cuando tiene una proporción mayor en el número total de libros traducidos en todo el mundo. Según cifras internacionales disponibles, el inglés es la lengua que ocupa esa posición, seguida por el francés, el alemán y el ruso, aunque con una participación significativamente menor. El español, en la actualidad, ocupa el lugar de una lengua semiperiférica junto con otras seis lenguas. El ídish, en cambio, es una lengua periférica, dado que sus traducciones constituyen menos del 1% de las traducciones totales en el mundo.
Según el Index Translationum de la UNESCO[10], ninguno de los diez países que reciben más traducciones de la lengua ídish tienen el español como primera lengua. El primero es Estados Unidos, le sigue Alemania, la Unión Soviética hasta 1991 y Francia en cuarta posición. En el marco de las traducciones mundiales, el ídish es una lengua periférica, está en el puesto 41 entre las 50 más traducidas. Al no haber un tráfico frecuente de traducciones del ídish al español, el inglés interviene entre ambas lenguas[11]. “La comunicación de grupos periféricos a menudo pasa a través del núcleo” (Heilbron, 1999).
Israel Yehoshúa Singer es el cuarto entre los escritores más traducidos en lengua ídish desde el año 1979 hasta 2016 e Isaac Bashevis Singer, el primero. Tres libros de cada autor, seis en total, fueron traducidos del ídish al español por Henelde y Abecassis, solicitados por tres editoriales barcelonesas (RBA, Acantilado y Ediciones B). Si bien fueron encargos de editoriales de España, en algunos casos han llegado a Argentina y Colombia[12]. Es decir que el mercado en este caso debe considerar el plano lingüístico más que nacional. Los traductores afirman que son conscientes de que los libros llegan a otros países “nos advirtieron que debemos escribir la agarró (o la tomó) de la mano y no la cogió de la mano. Es la única palabra de la cual prescindimos” (Entrevista personal por correo electrónico, Rhoda Henelde, 01/05/2017).
Más allá de si editoriales de fuera de España los publican o reeditan, si son las únicas traducciones, lo nacional ya no será una barrera, pues se solicitan por encargo a quienes viajan o por medios de comercio electrónico (como Amazon). Por eso es fundamental considerar la recepción trasnacional al no haber muchos traductores de ídish ni editoriales interesadas en invertir en esas traducciones.
En los últimos tiempos la mayoría de las traducciones del ídish al español son directas. Con todo, las lenguas centrales dentro del sistema internacional de traducciones ejercen influencia en las editoriales que publican estas traducciones en España, pues ellas ponen su atención en las traducciones que se han llevado a cabo antes en estas lenguas centrales y han tenido éxito, lo que las legitima y, principalmente, garantiza su inserción en el mercado. En el caso de Argentina, la mayoría de las traducciones del ídish se trata, a grandes rasgos, de iniciativas institucionales de la comunidad judía, o personales, que buscan una financiación para la edición de menor escala, y por lo tanto escapa al funcionamiento del sistema internacional de traducciones. España tendrá dos miramientos muy diferentes, entonces, relacionados con el sistema mundial de traducciones. De la lengua a traducir, el ídish, requerirá que las obras hayan sido legitimadas en la lengua hipercentral, el inglés, y las centrales, el alemán, francés y ruso. A su vez, los países de habla hispana en Latinoamérica serán posibles receptores de esas obras y los traductores deberán considerarlos como tales.
Incorporación o aislamiento
Uno de los desafíos con los que se enfrentan los traductores es qué hacer para que los términos de la literatura ídish que no van a poder ser traducidos, puedan ser entendido por los lectores de español. Como afirma Gentzler (1993: 7) “cuando la forma del texto extranjero es demasiado radical, demasiado extraña, el texto traducido corre el riesgo de no ser incorporado en el sistema literario de la cultura receptora”. El glosario de este libro contiene más de cuarenta términos que no han sido traducidos, pero son explicados para que el lector pueda comprender. Son expresiones de temática judía, que se repiten a lo largo de las 642 páginas del libro.
Podría pensarse que la terminología en la lengua de origen que no tiene una traducción en la lengua meta, aquellas que definimos con el concepto de equivalencia cero (desarrollado en el siguiente apartado), y las temáticas a las que están asociadas, alejan a gran parte de los lectores de habla hispana de América Latina y España, y por eso no pueda llegar a ser considerado dentro de los clásicos en los sistemas de estas lenguas. Aunque se trata de consideraciones enraizadas en el estudio de tan solo una única edición de una novela, es posible plantearse – aunque quede abierto para futuros trabajos – si la literatura ídish, y no solamente Los hermanos Ashkenazi no ha sido incorporada totalmente en el sistema literario de la(s) cultura(s) de habla hispana.
La transliteración
Los términos transliterados que encontramos en el glosario son, la mayor parte de ellos, palabras que no encuentran una traducción en la lengua española. Roberto Bein (1996: 3) retoma la definición de Kuntz (1982) de equivalencia cero y lo define como “equivalencia cero referencial”. Se trata de objetos o fenómenos propios de la L1, en este caso ídish, que no tienen una expresión en la cultura que habla la L2, español en este caso, porque son propios de la cultura de la L1.
Los términos en la novela de equivalencia cero en español provienen de la cultura judía. Para referirse a ellos, en vez de buscar su traducción, los judíos de habla española los pronuncian de la forma que les resulta más similar a la forma pronunciada en hebreo, o en alguna judeolengua[13].
El glosario está compuesto por 41 términos ordenados alfabéticamente. En la novela esos términos están escritos en itálica. Por lo general, estas palabras son recibidas por diferentes lenguas sin ser traducidas, aunque provengan del hebreo o del ídish, y están relacionadas con la vida judía: comidas, libros sagrados o de estudio, festividades y ceremonias rituales. Su escritura original es en letras hebreas y sus formas de escritura en el alfabeto latino pueden responder a diversas convenciones. Una de las más populares es la del Instituto YIVO de Nueva York, propuesta en 1937 por su director, Max Weinreich. Él propone un sistema en el cual los sonidos que no son propios de la lengua inglesa están convencionalizados para conseguir una equivalencia fonética. Por ejemplo, la jet ח responde a esta escritura “kh” o “ch” y se pronuncia como la letra jota en español, como sabemos que se pronuncia el nombre del compositor alemán “Bach”. Aunque es la propuesta más popular en la lengua inglesa, es frecuente hallar diversos modos de transliteración incluso dentro de un mismo texto en inglés, por ejemplo: chaim, cuya letra inicial es la misma en hebreo que la de otra palabra que encontramos escrita con H inicial: hanukka[14].
En español, el terreno es aún más incierto, pues no hay una convención extendida. El Diccionario panhispánico de dudas de la Real Academia Española, en relación al tratamiento de extranjerismos, distingue entre los casos en que se mantiene la grafía originaria, como en “jazz” o “ballet”, de aquellos en los que se adapta la grafía a fin de “preservar el alto grado de cohesión entre la forma gráfica y pronunciación característica de la lengua española”. Pero el caso de la transliteración de lenguas cuya grafía se produce en otro alfabeto, los problemas que se presentan son distintos. Para leer los términos del glosario no es posible conservar su escritura original. Según estas convenciones solo podría optarse por la segunda opción, pues la primera no es realizable[15].
Al preguntarles por la transliteración, los traductores manifestaron que decidieron “aprovechar la riqueza y precisión del español, incluyendo la tilde”. Palabras como Bar mitzvá, Béiguel y Guemará” son muestras de que el alfabeto español pudo ser muy preciso para trasmitir la fonética. El acento al final de la palabra Torá, en vez de la letra “h” final, tan frecuente en el hebreo transliterado, también da prueba de esta elección de fidelidad sonora mediante los recursos disponibles en el español, en este caso la tilde. La terminación “sh” en muchos términos como Guefilte fish o Rosh Hashaná toman del inglés esa formación para producir el fonema fricativo sibilante palatoalveolar, pues gran parte de los países de habla hispana no lo tiene en su léxico y aquellos que sí, como el español rioplatense, nunca en posición final.
Por último, otra escritura que no es propia del español y que hallamos en sus transliteraciones son letras que por ser dobles no cambian su pronunciación en nuestra lengua, como Haggada y Kiddush. La escritura de esta doble consonante responde al daguesh en la escritura hebrea. El daguesh es un punto que se coloca sobre algunas consonantes en su escritura original en hebreo e indica que en esas palabras su pronunciación será fricativa u oclusiva.
Yiddish o ídish
La forma “Yiddish”, que los traductores decidieron escribir de esta manera, aparece tanto en el cuerpo de la novela, como en la nota de los traductores. Si bien es frecuente verla así escrita en muchos textos en español, no responde a ninguna de las reglas de transliteración seguidas por los traductores mencionadas en el apartado anterior.
La Real Academia Española propone la forma “yidis”, cuya lectura no se corresponde con la pronunciación original en ningún dialecto del español. La forma escrita “ídish” se encuentra muchas veces en español rioplatense cuya lectura para un hablante de dicho dialecto del español es la más precisa y cercana a su pronunciación original. La letra “Y” inicial puede explicarse en otros dialectos del español, pues su lectura se acerca a la pronunciación del nombre de la lengua en su versión original, que es una “i” más larga y cerrada, un sonido semi-consonántico. Pero la doble D, que en este caso no responde al daguesh, tampoco se corresponde con ninguna pronunciación del español.
La traductora explica que decidieron adoptar la escritura de la palabra “que también ha entrado como extranjerismo al francés y al italiano”, ya que cualquiera de las variantes contiene la terminación “sh”, que constituye un extranjerismo. Es decir, la forma de escritura de la palabra propia del inglés fue adoptada por algunas lenguas latinas. La traductora agrega que “así al menos es una forma consistente, mientras que en español cada uno lo escribe a su antojo”. No desconoce que en Argentina hay una discusión contra esta forma de escritura, ella misma comenta que prosigue “un largo debate con intelectuales argentinos”.
La Real Academia Española incluyó por primera vez la entrada bajo la forma “yidis”[16] en la edición de 2006 de su diccionario. Tras haber logrado la incorporación, el actual presidente de la Academia Argentina de Letras, José Luis Moure, volvió a comunicarse con la academia española para que “se la incluyera con la forma escrita que siempre se le ha dado en Argentina, que es idish”[17]. Moure argumentó que Argentina es el país hispanohablante que recibió la mayor cantidad de inmigrantes hablantes de ídish. Así, para la escritura de la palabra en este país se recurrió a la forma que respondiera a su fonética en la lengua original. Por otra parte, para cualquier dialecto del español, la forma “yidis” implica una terminación sibilante que no responde al nombre de la lengua. En la última edición del diccionario hasta la fecha, la de octubre de 2014, permanece la forma “yidis”.
Los traductores son conscientes de sus elecciones y los criterios que prefieren para la transliteración, que son múltiples. De esta manera, queda manifiesto que no hay un estándar para la transliteración del ídish al español y que – incluso – está igualmente aceptado el préstamo de formas que son frecuentes en inglés, pero que no responden a los criterios de transliteración, ni transcripción del español.
Asimismo, podemos observar que la forma inglesa no ha llegado a afectar la que adoptó la Real Academia Española para su diccionario, que es la versión inglesa sin las dos combinaciones de letras que pueden ser consideradas extranjerismos la “sh” y la “dd”. De esta forma, mantiene el resto de las grafías del inglés, lo despoja de extranjerismos y deja una forma que no corresponde a la pronunciación en ningún dialecto del español del nombre original de la lengua.
Las traducciones de la novela
Maurice Schwartz llevó a cabo, en Nueva York y a la lengua inglesa, la primera traducción de Los hermanos Ashkenazi en el año 1936. Desde ese entonces y hasta el año 2014 se registran 94 publicaciones en 12 lenguas[18].
Durante 1936 fue reeditada en ídish y en inglés, y fue record de ventas según el New York Times. Hay reediciones en inglés en casi todos los años desde la publicación inicial hasta 1951. Existe una traducción al danés de 1937 publicada por dos editoriales distintas, y durante el mismo año se publicó una traducción al holandés, noruego y sueco que tomaron como fuente la traducción al inglés.
Las traducciones de la novela al español
Existe una traducción al español anterior de la novela llevada a cabo desde el inglés por Cèsar August Jordana y publicada en 1942 por Ediciones Ercilla en Santiago de Chile. Esta edición no contiene notas que brinden un contexto sobre la novela, no tiene notas de traductor y tampoco un glosario.
A continuación, enumeraré algunas de las diferencias más significativas entre las ediciones en español, como la ausencia de dos capítulos y la dedicatoria del escritor a su hijo “Yasha”, que Joseph Singer eliminó de su versión y, de esta manera, quedaron eliminadas en la versión de 2003.
Para el año 2003 la novela constituye un clásico en otras lenguas, aunque en español prácticamente no se había dado a conocer. A su vez, proviene de una cultura poco prestigiosa en los términos que plantea Sapiro (2008): el prestigio ligado a la cantidad de clásicos universalmente reconocidos que provienen de esa cultura.
Cito los comienzos del capítulo XI de la versión de 1942 y su correspondiente, el 12 de la de 2003.
Versión de 1942:
“Transcurrieron cinco Pascuas y cinco fiestas de los Tabernáculos.”
Versión de 2003:
“Durante algunos años, los novios fueron recibidos en las casas de ambos como invitados en las fiestas de Pésaj y de Succot…”
En la versión más antigua, se intenta una traducción al español de los términos hebreos, mientras que en la más nueva se transliteran y luego son definidos en el glosario. Lo mismo sucede cuando aparece “rollos de la ley” frente a “rollos de la Torá” en la versión de 2003.
Continuemos con otros fragmentos que ilustran el contraste entre las traducciones:
Versión de 1942:
Reb Abraham Hirsch, pues, dejó su Talmud y se puso a llenar de nuevo las grandes valijas de cuero con que había regresado pocos días antes de su viaje a Danzig. Puso en ellas su chal rogativo y sus filacterias, su caftán de seda, la copa de plata, alguna ropa y varios volúmenes del Talmud que estudiar de camino. Como un verdadero casida no olvidó incluir también varias botellas de fogoso whisky…
Versión de 2003:
Se acercó al armario, bajó la maleta grande de cuero que siempre llevaba a Danzig e introdujo en ella sus filacterias, el taled, una chaqueta de raso, algunas camisas, el cáliz de plata, y unos cuantos libros sagrados para estudiar en el camino. Como buen jasid de Warka, no olvidó incluir varias botellas de aguardiente kosher para el Pésaj…
Jasid en la traducción más nueva sigue la fonética del hebreo y su definición se encuentra en el glosario. En la primera traducción “casida” es producto de una operación que el traductor realiza asimismo con otras palabras que, con la transcripción del inglés “ch”, traslada al español con una “c”. Una muestra es un personaje de la novela que se llama Caim en la versión chilena, que no se corresponde con ningún nombre conocido dentro de la tradición judía[19], en contraste con la transcripción Jaim en la traducción más reciente, nombre típico judío.
Otro ejemplo es “Casida”, que en el Diccionario de la Real Academia española tiene un significado[20] no relacionado con la palabra hebrea jasid. Sin embargo, esta forma se repetirá en numerosas ocasiones a lo largo de la novela así como su forma adjetiva, casidico (sin tilde para su pronunciación esdrújula habitual para los hablantes de español, jasídico).
Traducir del inglés, desconocer la versión en ídish y la lengua original de estos términos, tener fórmulas de transcripción del inglés al español, como pasar la “ch” a “c”, da como resultado la indiferencia hacia los fonemas a los que deberá responder la escritura. Fonemas que en inglés fueron utilizados de acuerdo a sus criterios, pero que trasladados al español pierden la relación con el sonido original y resulta una complicación importante reponer su significado – sin glosario, ni posibilidad de ser pronunciadas como lo son en su lengua original – si no es a través de un análisis que pase por la traducción inglesa.
Se podría pensar en la necesidad de saber hebreo e ídish, o por lo menos conocer la pronunciación de las palabras que provienen de estas lenguas, para traducir un texto de cualquier lengua que incluya términos de la cultura judía. Cada lengua tiene sus formas para lograr una transliteración, pero si se ignoran, y se desconoce la pronunciación original, difícilmente se logren términos que sean coherentes con el original ya sea mediante la fonética o la transcripción establecida en el español.
Por otro lado, las palabras que tienen una traducción al español, como “Pascua” por Pesaj, o “filacterias” por tefilín permiten entender mejor de qué se trata el término, porque está la posibilidad de buscarlas en el diccionario. El problema es mayor cuando la palabra tiene una “equivalencia cero referencial” en otra cultura.
No es arriesgado suponer que una de las causas por las cuales la novela haya quedado marginada en el olvido en la literatura en español se deba a la dificultad para entender sus términos. Mientras que en otras lenguas ya había sido reeditada, en español no fue publicada por casi 60 años. Hecho que llama más la atención si consideramos el dato de que el español es, según datos de la Unesco[21], la tercera entre las lenguas de mayor llegada de traducciones, detrás del alemán y el francés.
Palabras finales
La traducción de Los hermanos Ashkenazi de 2003 fue tardía en relación con otras traducciones de la novela, pero no es una singularidad en el marco de la literatura ídish en español. Quizás esa sea una de las razones por las que no hay una convención acerca de la transliteración de la palabra que designa la lengua ídish pese a que, según la traductora, el español tenga una especial riqueza y precisión[22] para reproducir los sonidos de la lengua original.
Sin embargo, el inglés se impone en el terreno no definido, donde la lengua española aún no ha decidido qué forma de escritura adoptar. La misma designación de la lengua como “yiddish”, grafía que no se liga ni con su origen ni con su llegada, nos pone frente al extranjerismo que acusa una lengua intermediaria. La incorporación de la literatura ídish en el sistema receptor argentino o español de las traducciones parece ser una tarea difícil. La traducción directa realizada por quienes conocen los términos cuya equivalencia referencial al español es cero constituye una posibilidad de transmitirlos con todos los recursos lingüísticos disponibles de la lengua receptora. Mientras tanto, las grafías indecisas y las codificaciones extranjerizantes dificultan la apropiación de la literatura ídish en el sistema de circulación de literatura en lengua española.
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Toker, Eliahu (2003) El ídish es también Latinoamérica. Ediciones Desde la Gente, Buenos Aires.
Wilson, Patricia (2004) La constelación del Sur. Buenos Aires, Siglo XXI.
- El siguiente trabajo consiste en un estudio acerca de la traducción de la novela Los hermanos Ashkenazi a la lengua española del año 2003 llevada a cabo por Rhoda Enelde Abecassis y Jacob Abecassis. En él intento analizar la obra en español y el proceso de traducción plasmado que se puede ver en la obra finalizada en la lengua meta, pues allí pueden encontrarse las explicaciones acerca de “por qué determinados textos se traducen de determinada manera” (Hermans, 1999:4). Además del análisis de los paratextos añadidos por los traductores, como el Glosario y la Nota de traductores, observaré las formas de transliteración de palabras en ídish o hebreo al alfabeto latino, y otras elecciones que permitan vislumbrar el lugar de la literatura ídish dentro de algunos de los polisistemas de la literatura española y argentina, y la relación con los lugares que ocupan el ídish y el español dentro del sistema internacional de traducciones (Heilbron, 1999). A su vez, las particularidades observadas en esta traducción serán analizadas en algunas otras traducciones literarias del ídish al español, con el objetivo de no restringir las observaciones a una sola obra y posibilitar una hipótesis acerca del grado de legitimidad cultural (Sapiro, 2008: 4).↵
- La que analizo es la segunda versión al español. La primera data de 1942, traducida al español desde la traducción al inglés en formato de folletín por la Editorial chilena Ercilla. Asimismo, en mayo de 2017 salió una segunda traducción de Rhoda Henelde y Jacob Abecassis, que fue realizada por entero desde la primera versión en lengua ídish. ↵
- Extraigo una parte de un párrafo de la Nota de los traductores en la edición “En nuestra traducción al español hemos respetado la minuciosa labor de edición, revisión y condensación llevada a cabo en la versión inglesa. Sin embargo, al mismo tiempo hemos tenido la suerte de disponer de la casi inasequible versión original…”↵
- El primer número de Der Forverts apareció en abril de 1897, en Nueva York. El periódico fue fundado por un grupo de alrededor de 50 miembros, con un perfil ideológico socialista y hablantes de ídish. El 17 de enero de 2019, la publicación anunció que cesaría su edición impresa y que solo publicaría sus ediciones en formato digital online que permite su lectura en ídish o inglés, con corresponsales de Australia, Argentina y Francia, entre otros países. ↵
- En la solapa delantera del libro aparece una breve biografía del autor. ↵
- Novela original en ídish, escrita por Isaac Bashevis Singer. Ediciones B, Barcelona, España. Año 2005. Traducido por Rhoda Henelde y colaboración de Jacob Abecassis. ↵
- Entrevista por correo electrónico. Las respuestas fueron enviadas el 1 de mayo de 2017. ↵
- La pareja de traductores Rhoda Henelde y Jacob Abecasis cuenta con trece novelas traducidas directamente del ídish al español y publicadas por editoriales españolas. Asimismo, Varda Fiszbein ha realizado la traducción de otros textos ídish, cuentos y novelas clásicos, al español. ↵
- Colección Mil años, Sholem Buenos Aires. ↵
- www.unesco.org/xtrans.↵
- Cito algunos ejemplos de obras de I.B. Singer: Enemigos una historia de amor, primera ed. 1974, y El mago de Lublin, primera ed. 1979, por Plaza & Janes, Barcelona. Escoria, RBA, 1991, y La muerte de Matusalén y otros cuentos, Norma, Bogotá, 2003. Las diferentes ediciones de La familia Moshkat, Shosha y El certificado, las tres novelas más vendidas de I. B. Singer, también traducidas de manera indirecta al español pasando por el inglés.↵
- Además de Los hermanos Ashkenazi, su traducción de Sombras sobre el Hudson se editó por Ediciones B (2000, 2002 y 2005), Editorial Norma (1999), Barcelona Zeta (2011). Todas las editoriales que publicaron la traducción son barcelonesas, y muchas de estas ediciones han llegado a la venta en las librerías de Buenos Aires. ↵
- Las judeolenguas son las lenguas que se conformaron con la incorporación de términos hebreos y arameos a las lenguas vernáculas de las regiones en las que se asentaron los judíos. Entre ellas se destacan, por tener un mayor número de hablantes, el ídish, originado en la zona del Rin alrededor del año 1000, y el judeoespañol o ladino, surgido en la Península Ibérica tras la expulsión de España en el siglo XV (Aslanov, 2011). ↵
- Si bien se citan dos palabras de origen hebreo, por ser encontradas con mayor frecuencia que otras, hay muchas palabras en ídish que presentan la misma ambigüedad. ↵
- En el diccionario de la Real Academia Española encontramos términos como “yidis” o “sabbat” que no responden a la pronunciación del vocablo original y su lectura tampoco responde a la pronunciación en ningún país de habla hispana. ↵
- Hasta el diccionario de 2006 no había entrada ni definición que diera cuenta de la existencia de la lengua ashkenazí.↵
- Moure, J. L. (12 de enero de 2016) Un filólogo en la Corte de Saladino. Entrevista a José Luis Moure. Recuperado de https://bit.ly/2AYy645.↵
- Para relevar las publicaciones nos remitimos a dos fuentes, que entre ambas abarcan la información brindada por diversas fuentes. Ellas son: http://www.worldcat.org/ – WorldCat una red de contenidos y servicios de bibliotecas a nivel mundial, y el Index Translationum, la base de datos de las traducciones del sitio de Unesco, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, https://bit.ly/2Oq5gfW.↵
- Dado su cercanía sonora con “Caín”, dentro de la tradición judía no será un nombre preferido para llamar a un hijo. ↵
- Casida: Del ár. clás. qaṣīdah.
1. f. Métr. composición poética arábiga y también persa, monorrima, de asuntos variados, y con un número indeterminado de versos. ↵ - https://bit.ly/2WiWchq. Sitio consultado por última vez el 6 de junio de 2017. ↵
- R. Henelde, 2017, comunicación personal.↵