El asociacionismo recreativo de los trabajadores en la Río de Janeiro de la Primera República (1889-1930)
Leonardo Affonso de Miranda Pereira
No todo fue alegría en el carnaval de Río de Janeiro en 1902, especialmente para los miembros de la Sociedade Dançante Recreativa e Carnavalesca Filhos da Estrela Dois Diamantes del barrio de Glória. Según contaron al periódico Jornal do Brasil, varios de ellos habían pasado la tarde del domingo en distintos desfiles entre los barrios de Catete y Botafogo. Aproximadamente a las siete y media de la noche, ya cansados, volvieron a la sede. Para eso, tomaron el tranvía en el cual venían “muchos socios recostados sobre los balaustres”. Cuando el tranvía paró en la calle Marquês de Abrantes en el barrio de Flamengo, llegó la sorpresa: sin motivo aparente, fueron “repentinamente asaltados” por los miembros del Grêmio Recreativo Carnavalesco Flor da Primavera provenientes del barrio de Laranjeiras, “con tiros, navajazos y bastonazos a diestra y siniestra”.[2] La calle se transformó, en la expresión del reportero de O Paiz, en un “verdadero campo de batalla”. Al final del conflicto, se veían por el piso trozos de madera, estandartes destrozados, trastos carnavalescos, tamborines y los cuerpos de dos víctimas: Antônio Angelino Gonçalves, Boi para los conocidos, 21 años, “color pardo”, “trabajador en una panadería”, alcanzado por un tiro en la boca; y Jorge Nunes dos Santos, 23 años, también de “color pardo”, albañil. Ambos eran miembros del Filhos da Estrela y habitantes de las inmediaciones del club.[3]
Aunque fueran adversarios en el conflicto, ambos grupos eran fruto de un mismo fenómeno: la fiebre del baile que se esparcía por todo el mundo atlántico entre finales del siglo XIX e inicios del XX. A partir del cruce entre formas musicales sincopadas de base africana y la musicalidad tradicional de los salones europeos habitualmente tocada como modo de distinción en los bailes del nuevo mundo, nuevos ritmos cobraban forma en el continente americano de aquellos años, como el maxixe en Brasil, la milonga en Argentina y el danzón en Cuba.[4] Marcadas por los cruces entre herencias culturales diversas y con un sesgo transgresor, esas musicalidades atraían el interés de muchos de los habitantes de América e incluso de Europa por las danzas modernas. Si en el viejo continente el resultado fue una progresiva valorización del primitivismo musical a partir de la década de 1910, en las grandes ciudades sudamericanas estas danzas colaboraron con la difusión social de los bailes, que de a poco fueron perdiendo su marca de distinción.[5]
Los habitantes de la capital brasileña, participantes activos de este proceso, acompañaron la notable propagación de nuevas sociedades de baile, en especial en los barrios obreros. Si hasta mediados de la década de 1880, estos se resumían a algunas pocas y elegantes sociedades carnavalescas fundadas por la elite carioca que intentaban reproducir la elegancia y gracia de los carnavales europeos,[6] el panorama cambió rápidamente a principios del siglo XX. En 1903, un año después del conflicto entre Flor da Primavera y Filhos da Estrela, la Oficina Central de Policía, responsable por conceder los permisos a los clubes, registró por lo menos 91 sociedades de este género.[7]
Como parte de este fenómeno, se volvió común la fundación de diferentes clubes en un mismo barrio o región. En Santana, por ejemplo, el comisario local envió al jefe de policía un registro de los clubes y sociedades existentes en su circunscripción. En 1904, había 27 grupos, cada uno con un número aproximado de 20 a 40 socios.[8] Ello provocaba que frecuentemente surgieran disputas y fuertes rivalidades entre las diferentes asociaciones, algunas veces terminando en enfrentamientos violentos como aquel ocurrido en 1902. En el mismo año, la prensa carioca informó sobre la “encarnizada lucha” entre el Rosa de Ouro y el Lira dos Operários, dos grupos carnavalescos “antagonistas” del barrio obrero de Vila Isabel que “no se toleran”, generando un conflicto que terminó con heridos de navaja en ambos bandos.[9] Pocos meses después, en enero de 1903, el conflicto explotó entre el Castelo de Ouro y el Prazer do Castelo, dos grupos rivales de la región del Morro do Castelo que “se desafiaron mutuamente y comenzaron una lucha”. “Es muy común la rivalidad que mantienen recíprocamente diversos grupos carnavalescos, rivalidad que muchas veces termina en conflicto”, explicaba el reportero policial del Correio da Manhã, dando cuenta del carácter cotidiano que asumían los embates.[10] De hecho, fue por una “vieja riña” que se enfrentaron el Flor da Primavera y el Filhos da Estrela Dois Diamantes, como reconocieron al unísono los periodistas que informaron del hecho.[11]
Desde el punto de vista de la prensa, conflictos como estos eran la prueba de una barbarie propia a los trabajadores que componían esas sociedades. “Peleaban todos como fieras”, escribía el reportero del periódico O Paiz, mientras que en el Cidade do Rio el conflicto era caracterizado como una “verdadera lucha salvaje”, una “salvajada”.[12] Tales clubes eran descriptos como antros de “capoeiragem desenfrenada, de navaja y bastón”, que ahuyentaban a los pasajeros “de bien” del tranvía, “aterrorizados”. Vistas como manifestaciones de una violencia innata a los trabajadores, las peleas reforzaban la mirada de desconfianza y condena de las elites cariocas sobre sus grupos recreativos. En efecto, en las noticias, los términos “clubes” y “sociedades” pasaban a ser usados para designar las asociaciones más refinadas, mientras estas agrupaciones eran referidas como simples “cordones carnavalescos”.[13]
La misma mirada de desconfianza y condena era adoptada por la fuerza policial, que trataba a los miembros de esos clubes como sospechosos incluso antes de entrar en conflicto. Los socios de Filhos da Estrela Dois Diamantes relataron a los periódicos que habían sido llamados en la víspera de carnaval a la comisaría del barrio, donde el comisario les previno que “le constaba que había conflicto entre ellos y los grupos Primavera y Choro da Lira”. El comisario los amenazó de prisión si llegaban a portar algún tipo de arma en el desfile. Para garantizar el cumplimiento de tal orden, las comparsas del club fueron revistadas por dos inspectores al salir de la sede.[14] Después del enfrentamiento, la tentativa de control sobre estos grupos se tornó aún más amplia: además de aprehender los libros y estandartes de los clubes de baile y de carnaval de la región sin permisos, el comisario local “mandó llamar a la comisaría a todos los grupos que se encontraran en el ámbito de su circunscripción”, como informaba la Gazeta de Notícias.[15] Al año siguiente, el propio jefe de policía determinó que solo obtendrían permiso para salir en el carnaval los “grupos y cordones carnavalescos que presentaran una declaración de idoneidad” al comisario del respectivo distrito.[16] Con ello, se configuraba una suspicacia generalizada sobre estos grupos, que se explicaba por su propia composición conformada por trabajadores de bajos recursos.[17]
En los años siguientes, alimentadas por las columnas policiales de los grandes diarios y por la propia acción de la policía, las imágenes bárbaras y violentas de los pequeños clubes carnavalescos se cristalizarían en la producción de cronistas y literatos que comenzaron a reparar en el tema. En 1904, por ejemplo, el escritor Olavo Bilac se quejaba de los “abominables cordones” en la elegante revista Kosmos.[18] Tres años después, Gonzaga Duque condenó a esos “horribles, fétidos, bárbaros cordones que dan a nuestro Carnaval de hoy algo de ignorante y salvaje con su inmutable melopea de adufes y panderos y los restos malhablados de sus cantilenas”. “Ya no hay alegría ni espíritu, hay griterío de aldea indígena mezclado con aullidos de africanos en samba”, explicaba el escritor refiriéndose a las pequeñas sociedades carnavalescas fomentadas por los “rudos instintos del pueblo”.[19] La violencia de estas pequeñas sociedades carnavalescas se explicaría por causas naturales: la barbarie atávica de los trabajadores que las conformaban. Si bien en una carta al diario O Paiz un miembro de Flor da Primavera explicaba que esas rivalidades “siempre existieron en asociaciones semejantes”, no siendo “defectos propios y exclusivos de pequeños grupos compuestos por humildes obreros”, ganaba fuerza la imagen negativa de aquellos clubes.
La investigación policial sobre el enfrentamiento entre Flor da Primavera y Filhos da Estrela Dois Diamantes evidenciaba cuánto aquella imagen se basaba antes en prejuicios que en un esfuerzo de comprensión de sus lógicas. Poco más de veinte días después de la pelea, el comisario Heitor Peixoto elevó a los tribunales el resultado de su investigación: “Después de proceder a las más fatigosas diligencias”, en las cuales habrían oído a 127 miembros de los dos grupos, recomendaba que fueran enjuiciados cuatro sospechosos: Francisco Alves Correo, el Chico Carvoeiro, cuya presencia en los registros policiales era recurrente como uno de los más “conocidos y temidos enemigos del orden” del barrio de Laranjeiras,[20] aunque alegaba que aquella noche “no acompañó a ningún grupo”; Olympio Rodrigues, descripto por una testigo como “un pardo de ojos estrechitos” y del cual otra testigo afirmó tratarse de uno de los autores del crimen porque había oído eso “de diversas personas”; y dos obreros fábrica textil Aliança situada en el mismo barrio: Juvenal Marques y Estanislao José Vaz, que eran respectivamente director y vicepresidente del club. Para el comisario, ambos eran fugitivos desde el desfile del domingo de carnaval. Ni siquiera habían comparecido a la fábrica para trabajar. “No consta que la fuga sea presunción de inocencia”, explicaba el comisario explicitando una lógica que insistía en tratar a los trabajadores como potenciales sospechosos.[21] Frente a la fragilidad de las pruebas, el juez responsable del caso acabó juzgándolo improcedente.[22] Era notoria la dificultad de la policía y de los cronistas cariocas para comprender los motivos y las lógicas de los enfrentamientos entre estos grupos.
Mientras tanto, la fuerza del asociacionismo carnavalesco impedía que estos fueran los únicos registros en la prensa sobre esos clubes. A partir de la demanda creciente de un público expandido por toda la ciudad, diarios como Jornal do Brasil y Gazeta de Notícias abrieron progresivamente sus páginas a los eventos promovidos por los clubes en un intento de conquistar más lectores.[23] Noticias que, en muchas ocasiones, se limitaron a reproducir las notas de los propios directores enviadas a las redacciones junto con los numerosos registros policiales de conflictos permiten entender esas asociaciones desde otro prisma, con el objetivo de buscar, en la perspectiva de sus miembros, la lógica histórica que explique la fuerza e importancia de conflictos que adquirían para sus protagonistas un sentido que ningún cronista lograba entender.
Trabajadores en la encrucijada
El primer resultado de una mirada más atenta sobre estos clubes sugiere el carácter socialmente definido de sus miembros. Al incluir a los dos directores de Flor da Primavera en las averiguaciones policiales elevadas a los tribunales, el comisario evidenciaba lo que cualquier habitante de Laranjeiras en ese período sabía bien: la fuerte presencia de obreros de la fábrica textil Aliança entre sus miembros. Gran parte de los socios y directores de la sociedad, cuya sede estaba próxima a la fábrica, eran tejedores. No se trataba de una singularidad del club, pues la mayor parte de ellos contaba trabajadores de diferentes barrios y oficios entre sus asociados. Sin embargo, al asociarse con fines recreativos –y no políticos o sindicales–, estos daban forma a un tipo de organización poco considerada por los análisis historiográficos dedicados a entender la experiencia de las clases trabajadoras del período.
Tal silencio se debe en parte a la separación efectuada a mediados de la década de 1980 en la historiografía brasileña entre dos campos de debate diferenciados sobre la Primera República (1890-1930): uno orientado a los estudios sobre el trabajo y el movimiento obrero, y otro dedicado a la investigación sobre culturas, prácticas y tradiciones denominadas populares. Ambos compartían la influencia de la obra de E. P. Thompson, en particular La formación de la clase obrera en Inglaterra, traducido al portugués en 1987.[24] A contracorriente de una historiografía de cuño sociológico que tendía a desconsiderar o a relativizar la acción de los trabajadores, muchos estudios pasaron a buscar ejemplos de fuerza y autonomía en los mundos del trabajo en la Primera República, con el objetivo doble de escapar de una visión descalificadora sobre los trabajadores –resultado de ciertas concepciones elitistas de acción política–, y de las amarras de la ortodoxia marxista.[25] Se configuraba un “paradigma de agencia”, que valoraba las decisiones y estrategias de los trabajadores frente a las disciplinas y controles a los cuales eran sometidos.[26]
El fruto más inmediato y visible de este esfuerzo fue la reconfiguración del debate sobre el propio movimiento obrero. Al enfatizar las tendencias anarquistas del proletariado en la Primera República, muchos autores buscaron ejemplos de autonomía y fuerza de los trabajadores de aquel período compatibles con el contexto de fines de la década de 1970, cuando florecieron los movimientos huelguistas de la región del ABC paulista y los llamados “nuevos movimientos sociales”.[27] Frente a una historiografía política que afirmaba una completa ausencia de participación popular en la Primera República, surgían obras que subrayaban las luchas de los anarquistas en su estrategia de enfrentamiento con los poderes constituidos.[28] Si la mayor parte de las veces estas tenían como escenario la ciudad de San Pablo, donde la mayor fuerza de la inmigración europea había generado una presencia más distintiva del anarquismo entre los trabajadores, algunos estudios sobre la capital federal –cuya clase trabajadora solía ser caracterizada por su supuesto sesgo reformista, derivado de la fuerza que tenían allí los trabajadores ligados al Estado– trataban de adoptar el mismo modelo en un intento de cuestionar el carácter supuestamente pasivo del proletariado local.[29] Como resultado, en tales formulaciones, el mundo del trabajo carioca acababa resumiéndose a las concepciones de acción política propias de los militantes anarquistas, a pesar de su reducida inserción efectiva entre el contingente de trabajadores de la ciudad. El énfasis de esta historiografía recayó sobre el final de la década de 1910, cuando ganaron fuerza los movimientos huelguistas a gran escala.
A partir de finales de la década de 1980, este énfasis sobre los militantes y sus estrategias de acción política dio espacio a nuevos estudios que se preguntaban sobre el cotidiano del trabajador común. Aunque en algunas ocasiones este esfuerzo resultó en estudios sobre la vida fuera de las fábricas y sindicatos con los mismos criterios que seguía la lógica militante,[30] otros autores se volcaron a investigar la experiencia de los trabajadores más allá de los liderazgos políticos y sindicales. Buscaban valorizar las formas por las cuales efectivamente articularon sus redes de solidaridad, en contraste con los momentos de las grandes huelgas y sus instituciones formales.[31]
A su vez, la reflexión sobre el asociacionismo laboral en la Primera República se desarrolló por dos caminos de investigación diferentes. Por un lado, algunos autores se orientaron hacia un tipo de asociación obrera que no se organizaba directamente para el enfrentamiento político: las sociedades de ayuda mutua. Si por mucho tiempo estas fueron consideradas como una especie de fase inicial de la organización de los trabajadores, dada la inexistencia de una propuesta articulada de enfrentamiento social,[32] nuevos estudios mostraron que se trató de un tipo de institución organizada bajo una lógica bien diferente.[33] Como evidencian trabajos recientes sobre el tema, en un contexto en el que el Estado republicano estaba lejos de garantizar a los trabajadores condiciones mínimas de seguridad y supervivencia, acudir a las sociedades de ayuda mutua era fundamental para alcanzar algún tipo de seguridad y estabilidad.[34]
Aunque buscaban evitar las consignas que solían marcar muchos estudios orientados a los mundos del trabajo, estos análisis no llegaban a enfrentar el problema de la tesitura cotidiana de los lazos de solidaridad y las diferencias entre los trabajadores. Era precisamente eso lo que buscaba otro grupo de estudios, enfocado en las asociaciones recreativas organizadas de una forma más cercana a las sociedades carnavalescas y de baile que entraron en conflicto en Río de Janeiro en 1902. Al estudiar los grupos de afrodescendientes de la ciudad de Pelotas, Beatriz Loner mostró, en 2009, cómo el asociacionismo recreativo se convirtió en un mecanismo importante en la búsqueda de la inclusión social en las primeras décadas de la República. No obstante, la autora termina evaluándolos con criterios exteriores a sus objetivos prioritarios, en un intento de medir su “grado de politización” –lo que evidencia todavía la adopción de una lógica militante de la acción política como parámetro para comprenderlos–.[35] Esto mismo sucede con el análisis de Marcelo Badaró, en 2008, sobre la lógica asociativa de los trabajadores cariocas. Su intento por mostrar que “la clase trabajadora en formación en Río de Janeiro no podía ser disociada de la experiencia de convivencia entre esclavizados y libres en la ciudad a lo largo del siglo XIX” lo llevó a examinar las asociaciones carnavalescas en las cuales se notaba una fuerte presencia negra. Sin embargo, el autor busca ejemplos de resistencia y enfrentamiento de clase pautados por la misma lógica militante de los partidos y sindicatos obreros, vistos como las asociaciones “que más ‘típicamente’ representan el espíritu asociativo de clase”.[36] Aun cuando incorporan temáticas y experiencias que extrapolaban la militancia proletaria, estos autores las someten a los estándares valorativos de esa misma militancia.
Muy distinta era la posición de otros autores que se orientaron al estudio de las culturas urbanas en las primeras décadas de la República, en particular aquellas asociadas al universo de los trabajadores. Influenciados por la historiografía sobre la esclavitud, que a partir de la década de 1980 hizo evidente la importancia de entender las perspectivas y culturas propias de los africanos esclavizados,[37] varios fueron los autores que indagaron –bajo la misma inspiración thompsoniana– las costumbres, prácticas y rituales que marcaron la experiencia de los trabajadores brasileños en el período. En un momento en que muchos investigadores ponían el acento en las disciplinas y saberes que se abatían sobre los trabajadores durante la implantación del orden capitalista, cuya fuerza impositiva parecía inescapable,[38] estos estudios proponían comprender la lógica propia de aquellos que en general eran pensados como blancos de tales disciplinas. Al principio lo hicieron manteniendo el amplio recorte definido por la mirada letrada a la que contraponían las experiencias los trabajadores, y por eso trataban de forma indiferenciada a los numerosos grupos iletrados. Como resultado, encontraron “discursos populares”, o más precisamente una “cultura popular”, un concepto caro a esta primera camada de estudios en la década de 1980.[39]
El posterior desarrollo de las investigaciones evidenció la imprecisión de definiciones que atribuían al mundo de los trabajadores una cohesión que escondía la diversidad y la dinámica propias de la experiencia social. Al abandonar el énfasis en una supuesta fuerza y autonomía antes atribuida a un mundo popular que resistía heroicamente a la imposición de disciplinas, en la década de 1990 muchos estudios sobre las culturas iletradas examinaron los conflictivos procesos culturales de contacto, intercambio y negociación entre mundos culturales distintos.[40] Más recientemente, esta perspectiva derivó en investigaciones que indagan de qué modo ciertas prácticas culturales de los trabajadores en el comienzo de la República resultaron fundamentales en la construcción de algunos de los símbolos culturales nacionales más persistentes, como el carnaval y la música popular. Incorporadas a circuitos de difusión teatrales y musicales, fueron proyectadas a la sociedad como un todo.[41] En una inversión de la lógica por la cual la historia del período solía ser narrada, estas investigaciones partieron de la experiencia de los propios trabajadores para comprender el proceso de construcción de la nacionalidad.
Por más que compartieran una inquietud común –entender la lógica propia de los trabajadores en su enfrentamiento con las fuerzas que intentaban controlarlos– esas líneas recorrieron caminos separados. Pocos fueron los intentos de aproximar la reflexión sobre las culturas de las calles a aquellas de los mundos del trabajo.[42] De este modo, en la historiografía orientada a la Primera República, se configuraba una separación distintiva entre los estudios sobre el movimiento obrero y aquellos dedicados a las costumbres, creencias y prácticas compartidas por los trabajadores distantes de la militancia sindical.
En uno de los pocos esfuerzos por enfrentar esta cuestión, Claudio Batalha identifica la diferencia entre una “cultura asociativa” –descripta como “un conjunto de propuestas y prácticas culturales de las organizaciones obreras”, incluyendo las prácticas y rituales a través de los cuales “los miembros de las asociaciones percibían el mundo y a sí mismos”– y una “cultura popular”, que “no era exclusiva de la clase obrera” y que admitía “diferentes culturas nacionales o étnicas”.[43] Al considerar esta cultura popular como fruto de la aproximación de tradiciones diversas frente a los embates de clase, Batalha se aleja de la tendencia de verla como un todo cohesivo y articulado. Sin embargo, para él, la cultura popular no tiene la misma fuerza social de una “cultura asociativa”, que se forma en “una serie de prácticas ritualizadas” propias del cotidiano de las asociaciones proletarias, tal como la adopción de estandartes y celebraciones ritualísticas, y la conmemoración de los aniversarios de la asociación. Esta sería la base del incipiente proceso de constitución de una “cultura de clase” a partir de los años 1920, con la incorporación por parte de los militantes de prácticas y eventos capaces de atraer el interés de los trabajadores locales, como la fiesta y el fútbol.
Al adoptar prácticas rituales semejantes a aquellas que para Batalha caracterizaban la formación de una cultura asociativa, los socios de los pequeños clubes recreativos de la ciudad sugieren los límites de esta distinción. En lugar de atribuir diferentes tipos de asociación a campos historiográficos distintos, cabe enfrentarlos en su complejidad. Para ello, la propuesta de indagar en la lógica que orientaba a una sociedad como Flor da Primavera, con el objetivo de examinar los sentidos de una experiencia asociativa que no es posible encuadrar en la simple dicotomía entre ocio y lucha, resulta de gran riqueza.
De la Alianza al conflicto
Una pista ya remota, colocada en el punto inicial de intersección entre estos dos caminos analíticos, puede servir de base para descifrar el aparentemente inexplicable violento enfrentamiento entre dos grupos de trabajadores que salieron a la calle en el carnaval de 1902. En 1986, Sidney Chalhoub se propuso entender las “prácticas o mecanismos de control social de la clase trabajadora” de Río de Janeiro a través de la “experiencia o la práctica de vida” de los miembros de esa clase. A partir de la comprensión de que “las relaciones de vida de los agentes sociales expropiados son siempre relaciones de lucha”, Chalhoub se escapa del énfasis en los “movimientos reivindicatorios organizados” para bucear, a través del análisis de los procesos criminales, en las pequeñas experiencias cotidianas de los trabajadores, como la vivienda, las relaciones amorosas y el ocio.[44] Aunque lo haga dentro de los límites de la producción contemporánea sobre el universo cultural de los grupos iletrados, que lo llevan a adoptar lo “popular” como una de sus principales categorías analíticas, en su tercer capítulo trata las frecuentes disputas y conflictos entre los trabajadores cariocas.
Chalhoub muestra que la violencia era una forma frecuente de resolución de conflictos en la experiencia cotidiana de los trabajadores cariocas del período. Oponiéndose a la tendencia jurídica y letrada de ver en tal hecho una consecuencia directa de la condición de privación de esos sujetos –que acaba naturalizando la asociación entre pobreza y criminalidad en los comentarios del mundo letrado sobre los grupos carnavalescos del período y sus peleas–, examina la lógica de aquellos que participaban de esos actos de violencia. A través del análisis de varios casos, muestra cómo estos enfrentamientos habían estado ordenados por “normas o reglas conocidas y valorizadas por los miembros de la comunidad donde se daba la contienda”. Los conflictos adquirían, por eso, “significados sociales precisos y comprensibles para los miembros del microgrupo sociocultural”. De este modo, logra evidenciar el “carácter profundamente político del surgimiento de disputas entre hombres pobres”.[45]
Sintomáticamente, uno de los casos analizados para la construcción de ese argumento es semejante al que envolvió a los socios del Flor da Primavera y el Filhos da Estrela Dois Diamantes. Se trató de los disparos efectuados en 1906 por el portugués Manoel Leite, socio del club carnavalesco Estrela da Rua Larga, contra dos trabajadores brasileños que eran miembros de otra asociación llamada Chuveiro do Inferno. Para justificar su agresión, Manoel la ubicó como el resultado de una escalada de tensiones. Sus adversarios habrían propagado “que las socias del Grupo Estrela da Rua Larga, de la cual el acusado formaba parte, eran putas”. Para Chalhoub, el episodio evidenciaba que “la rivalidad entre los contendientes era antigua y que el ritual de provocaciones evolucionaba constantemente a través de los desafíos mutuos a la masculinidad de los implicados”. Más allá de esta constatación, tal vez sea posible buscar un nexo causal más profundo para explicar este tipo de episodio que implicó a los socios del Flor da Primavera. Establecida la necesidad de comprensión de la lógica social más amplia de tales conflictos, capaz de retirarlos de la esfera de la patología social, puede ser posible investigarlos a partir de la diversidad de experiencias, proyectos y visiones del mundo presentes entre los trabajadores de Río de Janeiro del período. Sobrepasada cualquier creencia en la existencia previa de códigos comunes entre todos los grupos “populares”, es preciso examinar los diferentes estándares morales, políticos y sociales que entraban en conflicto en momentos como esos.
De hecho, el primer punto a ser aclarado en el análisis de los frecuentes conflictos entre las sociedades carnavalescas es la diversidad de motivaciones que podían alimentarlos. Las más visibles eran aquellas de carácter racial o nacional. Es lo que se observa en 1902 en Bangu, uno de los principales barrios obreros de Río de Janeiro.[46] Creado a partir de 1892, en una antigua área rural urbanizada como consecuencia de la fundación de la fábrica textil Companhia Progresso Industrial, Bangu rápidamente atrajo a un gran contingente de obreros –destacándose los inmigrantes europeos y los descendientes de esclavos de la región de Vassouras recién llegados a la capital. Fue a ellos a quienes Olavo Bilac avistó en 1908 por el barrio cantando “melopeas tristes, en las que se reconocía la tonada melancólica de los jongos africanos”.[47] En un barrio recién formado, en el cual las redes de sociabilidad aún estaban por ser tejidas, los clubes recreativos acabaron asumiendo un papel preponderante en la organización de esas diferencias –como ocurriría con la fundación del Flor da Lira, el primer club de baile y carnavalesco del barrio autónomo en relación a la dirección de la fábrica.[48] Con los colores verde y amarillo, este parecía deliberadamente constituirse como un centro de reunión de trabajadores nacionales, en contraposición a muchos otros centros formados por trabajadores de otras nacionalidades. En este sentido, parecía explicable que en una visita al suburbio vecino de Santíssimo en 1903, los socios del club hayan provocado “serios conflictos con unos italianos allí residentes”, como denunciaba el comisario local en su correspondencia con la Repartición Central de la Policía.[49]
Sin embargo, incluso entre los nacionales, otras diferencias podían ser fácilmente verificadas en el criterio de creación de esos clubes recreativos. Poco después de la fundación del Flor da Lira, otro club semejante ganaba forma: el Flor da União, cuyos colores eran el verde, el negro y el rojo.[50] Aunque orientados hacia los mismos objetivos recreativos, las dos sociedades rápidamente pasan a ser descriptas como “enemigas entre sí” a causa de “cuestiones antiguas”. De esa rivalidad resultaría, en noviembre de 1902, el violento ataque llevado a cabo por los socios del nuevo club a la sede del Flor da Lira, cuando lanzaron sobre ella piedras y palos a los gritos de “quema, quema”. En testimonio judicial, el presidente del Flor da União reconoció el ataque, pero afirmó que se trataba de una “represalia a insultos y conflictos habidos anteriormente”.[51] Si los datos sociales y el registro de la prensa aclaran cuáles serían esos insultos o los motivos de la rivalidad, en los recuerdos de algunos vecinos, el motivo de conflicto entre los dos parecía claro: mientras el Flor da Lira era “un club compuesto básicamente por blancos”, el Flor da União era formado en su mayor parte “por negros”.[52] Casos como el de Bangu mostraban cómo las diferencias entre los trabajadores cariocas de la Primera República eran vividas de forma muy intensa, conformando un elemento central de su experiencia.[53]
Una situación similar a la de Bangu era experimentada por los trabajadores de Laranjeiras. Región bucólica en el siglo XIX, cuando en lugar de las antiguas haciendas de café se instalaron allí caserones y chacras aristocráticas, su perfil comenzó a cambiar nuevamente en 1880, cuando allí se inauguró la fábrica textil Aliança.[54] Instalada desde sus comienzos en un “vastísimo y enorme predio”, la fábrica contaba sólo con 114 empleados, todos extranjeros. “Pocas personas de nuestro pueblo soberano se dedican a esta especialidad”, explicaba un entusiasta del emprendimiento al hablar de las habilidades exigidas a un tejedor.[55] La misma declaración indicaba que la fábrica estaba aún en franco crecimiento. Necesitada en los años siguientes de mano de obra para expandir su producción, su dirección pasó insistentemente a intentar atraer al barrio “obreros que supieran trabajar con máquinas de telar”, buscando “familias obreras” y “buenos tejedores” en anuncios frecuentes publicados a lo largo de varios años en los clasificados de la prensa carioca. Para atraerlos, se ofertaban casas en la villa obrera, motivo por el cual decían preferir familias.[56] Como consecuencia, en pocos años el barrio congregó a un gran número de trabajadores de diversas procedencias, ya sea inmigrantes europeos u otros de las regiones norte y nordeste de Brasil, o bien trabajadores locales.
La definición del perfil obrero del barrio, como en otros casos, tuvo como correlato la proliferación de sociedades carnavalescas y de baile. En un principio, el asociacionismo recreativo en la Vila Aliança –de propiedad de la fábrica–, se restringía a una asociación creada y financiada por su dirección: el Centro Recreativo dos Operários da Aliança. Instalado el 29 de septiembre de 1890, el centro tenía como finalidad explícita mantener una banda musical y promover bailes y otras diversiones entre sus asociados, como se afirmó en los estatutos presentados a la policía en 1906. En su primer artículo, se definía que la asociación estaría compuesta por “un ilimitado número de socios de cualquier nacionalidad siempre y cuando sean obreros de la fábrica textil Aliança”. No por casualidad, el documento comenzaba con la afirmación de que el club se había constituido “bajo el protectorado” de Joaquim Carvalho de Oliveira e Silva, el director de la fábrica.[57] Así, se trataba de una alternativa de ocio obrero bajo su dirección –lo que obligaba a sus socios a formar parte de eventos de interés de la fábrica, como un desfile en homenaje al General Roca, realizado en agosto de 1899–.[58]
A pesar de los elogios de la prensa recibida por la iniciativa de organización de una red asistencialista ofrecida por la fábrica a sus obreros,[59] la arbitrariedad de tal situación se mostraba patente para algunos contemporáneos. En un artículo publicado en 1902 en la Gazeta Operária, diario dirigido por el socialista Mariano Garcia,[60] el redactor denunciaba las pésimas condiciones de vida de los obreros impuestas por su “tirano” director. Además, afirmaba que en esta fábrica había “una cosa aún más detestable”, capaz de servir de prueba de los “instintos perversos de quien la dirige”: la prohibición a “pertenecer a un centro de luchas” o a “sociedades obreras, que no fueran las que con su apoyo se fundaron en la fábrica”. Según el autor, quienes afrontaran esa prohibición tácita serían “inmediatamente despedidos”.[61]
En un largo artículo pago publicado en la Gazeta de Notícias, acompañado de la firma de decenas de obreros, la dirección rebatió la acusación. Si el director de la fábrica había “alguna vez” aconsejado a los obreros “para que no formaran parte de ciertos núcleos”, lo hizo como “un buen padre que vela por los intereses de sus hijos, por conocer las “desventajas de esas agremiaciones entregadas a especuladores”.[62] En respuesta, los redactores de la Gazeta Operária denunciaron que un capataz había obligado a todos sus obreros a firmar el manifiesto y afirmaron que la edición del diario con la denuncia alcanzó gran repercusión, habiéndose agotado rápidamente.[63] De esta manera, la polémica dejaba claro que la cuestión del asociacionismo estaba a la orden del día en las discusiones entre los obreros.
Frente a las pocas alternativas asociativas fuera del ámbito de la influencia de la fábrica surgió el Grêmio Recreativo Carnavalesco Flor da Primavera, que tuvo su primer permiso para salir a la calle en 1897.[64] La represión de la dirección de la compañía a las asociaciones de obreros y clubes ajenos a ella, sumada al perfil aún aristocrático de buena parte del barrio de Laranjeiras, puede ayudar a explicar el hecho de que este fuese el único club de baile de trabajadores fundado en la región en aquellos años. Representado por el negro y el rojo de sus estandartes, el club tenía sede en la Rua do Leão, esquina con la calle de las Laranjeiras.[65] Se trataba de un local externo a la Vila Aliança, controlada por la fábrica, pero suficientemente próximo como para congregar a muchos obreros allí residentes. No por casualidad, varios de los obreros que firmaron en febrero de 1902 la lista del supuesto apoyo a la fábrica eran socios,[66] lo cual parece confirmar las sospechas del redactor de la Gazeta Operária. Frente a la presión para que no se asociaran a otros tipos de sociedades de carácter propiamente político, este club recreativo y otros fuera del barrio aparecían para los obreros locales como alternativas de establecimiento de lazos asociativos independientes de la tutela patronal.
Por tratarse de la única sociedad de baile de Laranjeiras en el período, las rivalidades de los miembros de Flor da Primavera se orientaban hacia clubes de barrios vecinos, como el Filhos da Estrela Dois Diamantes. Ya en febrero de 1899 el Jornal do Brasil informaba el primer conflicto entre ellos. En una noche de carnaval en la que los socios del club estaban frente a la Fábrica de Cervejas da Guarda Velha, en el actual Largo da Carioca (que era, según el diario, el “punto predilecto de los grupos carnavalescos” en sus desfiles en el centro), uno de los socios del club de Laranjeiras comenzó a pelearse con un miembro de la sociedad rival. La pugna inmediatamente se generalizó entre los miembros de los dos grupos, “al poco tiempo llovieron vasos y botellas a todos lados”.[67] En el conflicto, fue herido Juvenal Marques, que se convertiría poco después en maestro general del Flor da Primavera.[68] A primera vista el caso parece explicar el conflicto de mayores proporciones ocurrido tres años después, del cual el propio Juvenal Marques sería uno de los acusados por la policía. A partir de un ambiente de tensión más amplio entre los dos clubes, se generaban esas enemistades personales.
A diferencia de Bangu, en este caso las diferencias no residían en el lugar de nacimiento o el color de la piel de sus asociados. Aunque aceptaran ocasionalmente socios nacidos fuera del país, los dos clubes presentaban una mayoría de miembros brasileños. El criterio de las diferencias tampoco era racial. En Flor da Primavera, Olympio Rodrigues, uno de los acusados, era descripto por un periódico de Juiz de Fora como un “individuo de color”, mientras que sobre otro de ellos, de nombre Francisco Alves Correia, el informe policial afirmaba ser “blanco”, destacándose por esa característica “de aquel conjunto de hombres de color”.[69] Por otro lado, las dos víctimas de Filhos da Estrela Dois Diamantes eran presentadas por el Jornal do Brasil como “de color pardo”, mientras que Alfredo Pinto Silva, su primer secretario y cuñado de una de las víctimas, era un portugués que dos años antes había solicitado su naturalización.[70] Ambas sociedades aceptaban indistintamente trabajadores de diferentes apariencias y orígenes, siendo similares en términos étnicos y nacionales.
Otros elementos acercaban a los dos clubes. En sus bailes y desfiles, ambos ejercitaban el mismo tipo de musicalidad. Mientras el Filho da Estrela era descripto por los diarios como un “ruidoso y vistoso grupo”, distintivo por la fuerza de la percusión de sus cortejos, la misma prensa saludaba la “espléndida percusión” y la “banda de adufes” presentes en los desfiles de Flor da Primavera.[71] Ambos adoptaban ritmos sincopados definidos por el uso de tambores, que generaba críticas frecuentes por parte del mundo letrado. Sus sedes, aunque no fueran en el mismo barrio, no eran tan distantes al punto de definir una rivalidad basada en el lugar de residencia, y además existía un gran tránsito de trabajadores entre los barrios vecinos de Laranjeiras y de Glória.[72] Por último, si Flor da Primavera estaba constituido prioritariamente por trabajadores de la fábrica Aliança, los socios de Filhos da Estrela Dois Diamantes también pertenecían al mundo del trabajo, tal como lo demuestra el parecer del inspector policial en 1903, de que la asociación estaba compuesta por “obreros y empleados de comercio”.[73]
Una mirada más cuidadosa sobre este último elemento puede ayudar a señalar un camino de diferenciación. Aunque todos fuesen trabajadores, los miembros de Filhos da Estrela poseían en su mayoría ocupaciones diferentes de aquellas de los socios de Flor da Primavera. Compuesto en su gran mayoría por obreros de la fábrica Aliança, este estaba formado por tejedores que continuarían ejerciendo su oficio en caso de salir de Laranjeiras –como lo demuestra el caso de Manoel Francisco Cardoso, uno de los sospechosos del crimen de 1902, quien después se convirtió en obrero de la fábrica textil de São Joaquim, en Niterói; y de Estanislao José Vaz, acusado por el mismo crimen, que se mudó a Pau Grande para escapar de la policía y se fue a trabajar a una fábrica textil local.[74] Inclusive los de peor fama, que no trabajaban en la fábrica y se asociaban al club por residir en la vecindad, tenían oficios bien definidos –como el caso de Francisco Alves Correia, más conocido como Chico Carvoeiro–.[75] De este modo, en la fábrica Aliança o fuera de ella, los socios de Flor da Primavera mostraban tener profesiones claramente definidas, que parecían ejercer con cierto orgullo.
Bien distinto era el caso de Filhos da Estrela Dois Diamantes. Aunque sus miembros también fueran trabajadores, es más difícil definir con exactitud sus profesiones o empleos. El artículo 12 de los estatutos presentados en 1903 a la policía establecía, en su párrafo 4º, que para ser socio del club era requisito “ser empleado y tener domicilio”.[76] Si bien tal regla parece sugerir que los socios del grupo tenían empleo y situación estable, el hecho de que haya sido incluida en el estatuto demostraba que este podía ser un desafío para muchos de sus socios. De hecho, si algunos contaban con ocupaciones regulares –como el caso del cochero Antonio Marinho Cruz, su presidente en 1904,[77] y del propio Antonio Angelino Gonçalves, una de las víctimas fatales del enfrentamiento de 1902, cabo policial–,[78] la mayor parte de los socios actuaban en diferentes oficios de acuerdo con las demandas que aparecieran. Ese era el caso de Alfredo Pinto da Silva: en un corto lapso, se presentó como pintor, conductor y vigilante de obras.[79] Como ocurría con gran parte de los trabajadores de la capital federal del período, los socios del club vivían en la lucha diaria por la supervivencia y estaban lejos de demostrar algún tipo de orgullo de oficio. En el carnaval de 1901, cantaban alegres por la calle versos que ironizaban la ideología del trabajo:
El Filho da Estrela
Mañana va a trabajar
Ay, ay, ay
No soy yo el que cae ahí.[80]
En estas condiciones, no era de asombrarse que sus socios hayan sido definidos por la prensa o por la policía muchas veces como vagabundos y revoltosos. Los estatutos presentados por el club en 1903, en un intento de garantizar el permiso, también establecieron que para asociarse al club era necesario “ser de conducta correcta y no figurar en los anales de la policía”.[81] Pero uno de los directores que firmaba esos estatutos, y también tesorero, era Arthur Teixeira de Novaes, más conocido en la crónica policial del período como Arthur Mulatinho. Figura activa en el conflicto con el Flor da Primavera en febrero de 1902, Mulatinho, según el inspector policial, era individuo de “malas notas”, conocido por meterse en problemas. En noviembre de 1902, un lector del Jornal do Brasil lo acusaba de ser parte de un “cordón de valientes” de Laranjeiras que “agreden a diestra y siniestra a todo aquel que pasa por allí sin ser habitante de la zona”.[82] Casi un año después, era presentado por el mismo periódico como un “individuo bastante conocido por la policía”, acusado de haber dado un cuchillazo a un transeúnte. Publicada pocos días antes de la presentación de los estatutos de Filhos da Estrela Dois Diamantes a la policía, la noticia lo definía como un “peligroso revoltoso”.[83]
Frente a la objeción del inspector a la presencia de Mulatinho, la dirección del club comunicó a la autoridad la decisión de “eliminarlo del gremio de acuerdo con los estatutos en vigor”, lo que llevó a la policía recomendar la concesión del permiso. No obstante, otros miembros del club también eran objetos preferenciales de la vigilancia y condena policial. Era el caso de Paulino Belém, presidente del club en 1900.[84] Acusado de robo en 1896, había sido juzgado y absuelto al año siguiente.[85] Pero era descripto en 1901 por el Jornal do Brasil como un “revoltoso conocido”, y por el diario A Notícia como uno de los “revoltosos temerosos y curtidos” que insistían en enfrentar a la policía en el período.[86] A su vez, Juventino da Silva, que había tenido un papel activo en los conflictos de febrero de 1902 y que formaba parte del “cordón de los valientes” de Arthur Mulatinho, era descripto un año antes por el Correio da Manhã como uno de los “conocidos perturbadores del orden público en la calle Guanabara”, en Laranjeiras.[87] Inclusive algunos de los socios aparentemente más respetables, como el 2º sargento de la Guardia Nacional Luiz Augusto Ferreira (presidente de la sociedad en 1901), no estaban eximidos de ser asociados a desórdenes.[88] Miembros de los segmentos de la sociedad a los cuales se orientaban los discursos disciplinadores de incentivo al trabajo, esos sujetos representaban la propia dificultad de emplearse en forma regular, común a la experiencia de muchos trabajadores del período. A pesar de la posibilidad de que hayan incurrido en delitos y actos de violencia, estos eran juzgados a priori por su condición, recayendo preferencialmente sobre ellos la desconfianza y la condena del mundo letrado y de la fuerza policial.
A partir del perfil diferenciado de sus asociados, parece finalmente aclararse el campo de conflicto que oponía a los socios de Flor da Primavera y Filhos da Estrela Dois Diamantes. La diferencia entre sus socios marcaba, al final de cuentas, una disputa por la identidad del trabajador, en la cual estaba en juego la dignidad del trabajo y la imagen del obrero. En una entrevista concedida años después, Juventino Silva, de Filhos da Estrela, recordaba que el antagonismo con el club rival se había iniciado tras su club promover los primeros desórdenes durante el carnaval: “esto hizo que el personal de Laranjeiras y Botafogo despechado rompiera con nosotros”.[89] Por ello, se explica la indignación de un socio de Flor da Primavera frente al hecho de que, en la cobertura dada por la prensa al caso, “Pé de Burro, revoltoso muy conocido y miembro influyente de Filhos da Estrela” haya sido “dado como socio de Flor da Primavera”. “No se puede llevar más lejos la parcialidad”, se desahogaba, expresando su indignación con el hecho de que los miembros de su club hayan sido confundidos con aquellos de la sociedad rival.[90]
A partir de estas diferentes formas de aproximarse al trabajo, los miembros de los dos clubes pasaron a percibirse como falanges distintas y opuestas. No por casualidad, frente a la agresión que sufrieron de la sociedad rival, la respuesta de los socios de Filhos da Estrela fue merodear las inmediaciones de la fábrica Aliança días después para atacar allí a los adversarios en su lugar de trabajo.[91] Con esa actitud, explicitaban el campo en el cual se desarrollaba su enfrentamiento, ligado al tipo de oficio ejercido por los rivales. Se evidenciaba el proceso de afirmación de una solidaridad entre los socios de Filhos da Estrela en oposición a la identidad atribuida a los obreros de la fábrica. La fuerza de esa solidaridad los llevaba a cantar, inclusive durante ese carnaval, el dolor de la pérdida de sus “hermanos”, en versos pobres de rima, gramática y métrica, pero ricos en sentido:
Los hijos de la Estrella
Mataron en Botafogo
Los heridos fue por cuchillo
Y los muertos por fuego.
(…)
Vamos a estar de duelo
En nuestra bandera
Mataron a nuestros hermanos
De los hijos de la Estrella[92]
Del conflicto a la unión
La explicitación de estas diferencias no basta para explicar el conflicto en febrero de 1902 entre los socios del Flor da Primavera y los del Filhos da Estrela. La disparidad de la noción de trabajo entre ambos grupos no generó, de por sí, este tipo de enfrentamiento violento. Sus consecuencias sociales más amplias deben ser rastreadas en la historia vivida en el período por los grupos sociales en cuestión. Para Chalhoub, si “el código que nortea la dramatización y ritualización de los conflictos entre los hombres pobres” permite que estos “construyan un sentimiento colectivo y una identidad social relativamente autónoma y original”, la lógica machista del desafío individual que los alimenta inhibe la posibilidad de reconocimiento de esos sujetos como parte “de una clase social”, y facilitaría “su sumersión en las leyes impersonales de la explotación del trabajo de una sociedad capitalista”.[93] Pero no fue esa la consecuencia del caso en cuestión. Establecida la base de la discrepancia entre las dos sociedades, cabe analizar mejor el episodio a partir del cual se enfrentaron y la lógica que orientó este conflicto, para establecer la relación entre el proceso de elaboración de esas identidades más restrictas forjadas en el enfrentamiento de diferentes visiones del mundo y la posibilidad de establecimiento de redes de solidaridad horizontales más amplias que superen las diferencias.
Los sucesos del día 9 de febrero de 1902 fueron explicados de diversas maneras por los socios de cada uno de los dos clubes. Participante del conflicto por el lado del Filhos da Estrela, Juventino da Silva recordaba el episodio en 1926 con cierta nostalgia. Para él, la pelea fue el punto culminante de una escalada de tensiones que se había iniciado años antes. Tras un episodio en el cual los socios del Flor da Primavera habrían sido derrotados, estos habrían gestado “la idea macabra de una buena venganza”, atacando a los rivales de sorpresa cuando estos volvían de un desfile carnavalesco. Así, se trataba, en sus memorias, de una “lamentable emboscada” promovida por los adversarios.
El reconocimiento de la animosidad previa en sus recuerdos ayuda a explicar los actos atribuidos a los socios de Filhos da Estrela en la versión del socio de Flor da Primavera que escribió en esa ocasión al diario O Paiz.[94] Según él, el domingo anterior al carnaval “llegaron a los oídos de los socios de Flor da Primavera los rumores, con aspecto de verdad, de que el bando sería atacado y el estandarte quemado” por los miembros del club rival. Debido a esa sospecha, recurrieron al comisario local y oyeron de él “que la policía estaba vigilando y que el orden no sería perturbado” –lo que explica que los socios de Filhos da Estrela hayan sido revistados al salir de su sede–. Cuando se encontraron, “buscando alejar todo motivo de queja”, los miembros de Flor da Primavera se aproximaron del grupo rival “para saludar como se usaba entre las asociaciones carnavalescas”. Sorpresivamente, la sociedad “se sintió agredida, su estandarte mojado con querosene y fósforos prendidos para su quema”. “A pesar de pacíficos y amigos del orden, los socios de Flor da Primavera no son santos y por lo tanto reaccionaron en la proporción del ataque”, explicaba el autor de la carta al diario, reforzando la imagen laboriosa de los socios del Flor da Primavera al mismo tiempo que intentaba justificar sus actos de violencia. En conclusión, afirmaba que “hay culpables en ambos lados, pero que los provocadores fueron los Filhos da Estrela”.
La explicación del autor de la carta se fundaba en la afirmación del machismo y la valentía como criterios estructuradores del conflicto. “Pero, ¡por Dios! ¿Qué hombre de honor y brío no reaccionaría?”, pregunta al final. Aun así, el relato ofrece indicios más profundos sobre la lógica ritual que ordenaba el enfrentamiento. Dos momentos parecen significativos. El primero se refiere a la desconsideración por parte de los miembros del Filhos da Estrela de las reglas de las buenas relaciones entre los clubes. Al afirmar que los socios del Flor da Primavera se preocuparon por realizar los “saludos de costumbre” a los rivales, esto parecía referirse al hábito de que los clubes carnavalescos, cuando se encontraban en la calle, bajaban sus estandartes frente al cortejo de otra asociación. Se trataba de una regla bien conocida por todos los clubes, como recuerda un antiguo habitante de Bangu. Este cuenta que, sin dejar de reconocer sus diferencias, los socios de cada club insistían en “bajar la bandera del club” cuando se encontraban en la calle con miembros de otras agremiaciones. En el encuentro, los símbolos de cada agremiación no debían estar por encima de la armonía general de los habitantes de la región.[95] Al faltar el respeto a esa regla, los miembros de Filhos da Estrela estaban invitando a sus rivales al enfrentamiento dentro de un código bien conocido para las dos partes.
Más grave aun fue cómo se siguió la escena, con la amenazas de quemar el estandarte del Flor da Primavera. Símbolo máximo de cada sociedad, el estandarte era la representación de su fuerza en la calle –motivo por el cual los clubes solían ubicar al “maestro de sala” para defenderlo, siempre elegido entre los socios más fuertes y corajudos–. Realizado sólo en momentos de confrontación abierta entre las sociedades, el ataque al estandarte representaba la agresión más violenta –como mostraban en 1899 los miembros del grupo Estrela do Engenho Velho–. Después de recibir las “debidas disculpas” de los socios del Filhos da Chama, habían “arrebatado” y destrozado el estandarte del club contrario.[96] Al descifrar los códigos comunes a los miembros de esos pequeños clubes de baile, tal vez desconocidos por la policía y por los lectores del diario, el socio del Flor da Primavera intentaba justificar la violencia practicada por su grupo –demostrando que, al contrario de lo que podía parecer a alguien no enterado de esos códigos, la agresión había sido iniciada por el grupo rival–.
Pasado un siglo del conflicto, poco interesa saber quién tuvo la razón. Las explicaciones de cada grupo revelan que el enfrentamiento se formó a partir de un simbolismo reconocido por todos como legítimo. Por más que la policía y la prensa no atribuyeran importancia a esos detalles, era sobre estos que los partidarios de cada lado discutían. A partir de esos códigos, se estructuraban las relaciones tejidas entre los miembros de los grupos en la vida cotidiana.
Si, en el caso en cuestión, la muerte de dos individuos llevaba necesariamente el episodio a un público más amplio, haciendo inevitable la intervención judicial, en otras ocasiones los miembros de esos clubes intentaban evitar que sus enfrentamientos salieran de la esfera privada. En 1903, el Jornal do Brasil informó del “serio conflicto entre sectores populares, debido a las rivalidades de los grupos carnavalescos Flor da Lira y Flor da União” de Bangu. Inmediatamente las direcciones de los dos clubes se apuraron en enviar cartas al diario para negar la participación de sus sociedades, atribuyendo el caso a “tres o cuatro muchachos” que no formaban parte de los clubes.[97] Algo similar ocurrió en noviembre del mismo año en Vila Isabel, cuando los presidentes de los rivales Lira dos Operários y Rosa de Ouro enviaron una carta conjunta al diario para declarar “que no fueron los miembros de aquellas asociaciones” los responsables del conflicto atribuido a ellos en la víspera.[98] Con esto, mostraban este tipo de conflicto era parte de un código moral propio a tales asociaciones.
Por ello, no es sorprendente que, a pesar de las intensas rivalidades forjadas entre las diferentes sociedades, hubiera entre ellas una interacción que permitía que se reconocieran como cohermanas. Al promover bailes y festividades, era común que recibieran en sus salones representantes de otras asociaciones de la región. Pasados los momentos de mayor tensión, grupos rivales llegaban a confraternizar juntos, como hicieron los socios del Estrela Dois Diamantes (sociedad de la cual se había originado los Filhos da Estrela)[99] en un baile promovido en 1906 por el Flor da Primavera.[100] De hecho, Guarany Rodrigues Carvalho, un director de este club que había desempeñado un activo papel en el enfrentamiento de 1902, ingresaba pocos años después en el club rival, del cual llegó a ser presidente.[101] Aunque ejercitaran por las calles y salones sus múltiples diferencias, los miembros de estas asociaciones hacían del asociacionismo recreativo una base para el establecimiento de lazos más amplios con otros grupos de la región.
Este reconocimiento horizontal entre los miembros de los pequeños clubes de baile servía también de base para el establecimiento de vínculos con trabajadores de otras regiones y barrios. Los propios directores del Flor da Primavera patrocinaron en 1905 un “almuerzo íntimo con las direcciones de algunas cohermanas” como Flor da Carioca y Chuveiro de Ouro, ambos del Jardim Botânico –barrio de características semejantes al de Laranjeiras, dada la importancia que tuvo en su urbanización la fábrica textil Carioca–. A través de eventos similares, estrechaban contacto con figuras como Luiz Barbosa, un administrativo de la fábrica Carioca que se convirtió en una figura importante tanto del mundo recreativo del Jardim Botânico como de la organización del movimiento obrero en el barrio.[102]
El carácter socialmente definido de estas asociaciones terminaba por evidenciarse en la prensa. Después de asistir en 1901 a un desfile de Flor da União en las calles de Bangu, un trabajador local escribió al diario Jornal do Brasil para afirmar que el grupo, “bien disfrazado y en orden” era “digno de la corporación de los obreros”.[103] Asimismo, en el desfile que promovieron en 1905, los socios del Estrela Dois Diamantes insistieron en apoyar en la calle las luchas que unían a gran parte de los obreros:
Pueblo brasileño,
Que se considera obrero
Pidió aumento en el Congreso
Y ocho horas de trabajo.[104]
Frente a esta identificación social de los clubes, que se presentaban como orgánicamente ligados al mundo del trabajo, parecía comprensible que muchos de sus socios, sin desentenderse del carácter lúdico de sus actividades, se orientaran también en otros momentos hacia actividades de carácter militante. Tres años después de fundar el Lira dos Operários, Claudino Soares llegó a ser uno de los principales líderes de la huelga que tuvo lugar en la fábrica textil de Santa Isabel en 1901.[105] Arthur Victorino de Souza y Guarany Rodrigues Carvalho, directores del Flor da Primavera, también participaron en 1903 de una reunión del Centro das Classes Operárias como representantes de los obreros de las fábricas textiles.[106] Habituales en diversos barrios, casos como ese mostraban que los socios de los pequeños clubes de baile, más allá de las diferencias que elaboraban y ejercitaban en su cotidiano recreativo, podían transformarlo en una base para la elaboración de identidades sociales más amplias, que extrapolaban los criterios restrictos de identidad que alimentaban sus rivalidades.
En el caso de Laranjeiras, esta otra dimensión de la experiencia de los socios del primer club volvería a aparecer al año siguiente del conflicto entre el Flor da Primavera y Filhos da Estrela. Si a primera vista la pelea entre los dos grupos demostraba la imposibilidad de articulación de una solidaridad horizontal entre sus participantes, la fuerza del movimiento huelguista iniciado en agosto de 1903 en la fábrica Aliança, que llegaría a ser uno de los estopines de la primera gran huelga general de trabajadores de la ciudad, parecía indicar lo contrario.[107]
La huelga de 1903 no fue un momento aislado de movilización en Laranjeiras. Ya en febrero de 1902, inmediatamente después del enfrentamiento donde participó Flor da Primavera, la dirección de la fábrica Aliança se mostró preocupada con el tipo de disturbio asociado al club de baile del barrio. Según denuncia publicada en la Gazeta Operária, la dirección “con miedo de que sus obreros cansados de soportar tanta miseria se subleven y se declaren en huelga”, “mandó a comprar revólveres y armó a un gran número de obreros, elegidos entre los más serviles de la fábrica”.[108] A pesar de las eventuales exageraciones del autor, la forma violenta en la cual la dirección de la fábrica reaccionó frente al caso permite observar la tentativa de controlar y reprimir a aquellos que percibía como focos del peligro.
No estaban equivocados: cuando, en junio del año siguiente, los obreros se quejaron a la policía de los abusos practicados por los miembros de la brigada policial frente a la fábrica, al menos dos de los seis representantes que son “comisionados por todos sus compañeros” eran socios del Flor da Primavera.[109] Cuando la huelga empezó, uno de los elegidos para representar a los trabajadores de la fábrica en la negociación con la policía fue Joaquim Ferreira Canas, que llegaría a ser presidente del club.[110] Algo similar ocurría en Vila Isabel, donde uno de los catorce líderes obreros echados de la fábrica Confiança al final del movimiento era João de Deus Alves, socio del Lira dos Operários.[111] En un momento de carencias y de opresión, se manifestaba la fuerza de los mecanismos de comunicación y de los lazos constituidos a través del asociacionismo recreativo.
Aunque estuviera lejos de caracterizar el objetivo central de estos clubes de baile, momentos como estos dejaban en claro que, sin tener que elegir entre sociedades de ocio o de lucha, los miembros de sociedades como Flor da Primavera hacían de su ocio una forma de ejercicio político cotidiano. No por casualidad, consideraban esa experiencia asociativa como un derecho importante –tal como muestra resolutamente Zacharias Marques, presidente del club, al buscar a las autoridades en 1904 para “reclamar contra la resolución de la policía que ordenaba el cierre de la agremiación, bajo el pretexto de que se habían producido desórdenes en Laranjeiras”–.[112]
Al final, conflictos como aquel patrocinado por los socios del Flor da Primavera y del Filhos da Estrela Dois Diamantes asumen otra dimensión. Lejos de evidenciar alguna de irracionalidad, estos son momentos de un proceso más amplio a través del cual los trabajadores cariocas transformaban el ocio en un modo de organizar sus lazos de solidaridad y diferencia. De hecho, si la pelea sugiere la violenta desarmonía que existía entre algunos de estos grupos de trabajadores, el entierro de las dos víctimas al día siguiente se convirtió en las memorias de Juventino Silva, años después, en “la escena más fantástica que nos fue dada a contemplar”.[113]
El énfasis hiperbólico tenía razón de ser. Del depósito de cadáveres de Santa Luzia, donde habían sido llevados los cuerpos de las dos víctimas, el cortejo fúnebre salió al final de la tarde hasta el Cementerio São João Batista en Botafogo. Acompañado, según la prensa, por cerca de mil personas, encontró en el camino calles y ventanas “repletas de pueblo”. Abrían el cortejo los dos cajones, uno cubierto con la bandera brasileña y el otro con el estandarte de los Filhos da Estrela Dois Diamantes. Atrás de los carros, una socia del club cargaba otro de los estandartes, cubierto de un crespón como señal de luto.[114]
A la escena fúnebre se contraponía el aspecto carnavalesco de gran parte de los que acompañaban al cortejo, que después de pasar la noche velando a los difuntos salieron hacia el entierro aún con los disfraces del carnaval de la víspera. “Adelante, aleteando siniestramente como hacen las aves de la muerte, caminaba un bando de murciélagos, lechuzas y urubúes”, recordaba Juventino. Atrás, “sacudiendo el incienso y sanateando el De profundis, venía un enmascarado vestido de padre”, seguido de otros participantes disfrazados, como si fuera una verdadera “apoteosis a Momo”.[115]
Decenas de clubes carnavalescos participaron del cortejo –como los Destemidos do Catete, los Teimosos da Glória, el Rainha das Chamas, el Chuveiro de Ouro y muchos otros que acompañaban los cajones con sus estandartes–. “Cuando un grupo llegaba, todos los presentes se reconocían y este tomaba su lugar en la fila”, describía el reportero del Jornal do Brasil. Al pasar frente a la sede de sociedades como Flor da Glória y Saudades do Rio do Ouro, sus socios insistieron en salir a la puerta para saludar a los muertos. Inclusive un socio del Flor da Primavera fue visto en medio del cortejo, aunque haya sido exigida su prisión por parte de los demás.[116]
El cortejo fúnebre se cerraba con algunos miembros de estos clubes “con tambores, panderos récos-récos y otros instrumentos de batucada inclinados como se inclinan las armas en un funeral”. Estos fueron quienes, una vez enterrados los cuerpos, dieron a la escena un aspecto aún más inusitado. “Cuando era de esperar que el cortejo regresara abatido y triste, he aquí que el grito de los clarines, el golpe de los panderos, el resonar de las maracas, rompieron la paz callada del cementerio y de repente el cortejo se propagó”, recordaba Juventino. En pleno cementerio, empezaba una verdadera fiesta en la cual “resonaban los tambores y tamboriles” en “marchas tocadas, acompañadas por los clarines de aquellas buenas comparsas”.[117]
Para los cronistas de la prensa carioca, la escena era incomprensible. Para Bilac, era un episodio “al mismo tiempo trágico y burlesco”, aunque “bello”. “El escritor que ideara semejante ceremonia sería acusado del crimen de abusar de la imaginación”, comentaba, al mostrar el carácter surreal que atribuía a la escena.[118] En Cidade do Rio, João Guedes se mostraba sorprendido no tanto por las formas “conmovedoras y grotescas” del evento, sino por el “carácter de respeto y dignidad que presidió todo el entierro, desde la salida del depósito de cadáveres hasta la última palada de tierra en el cementerio”[119] –un cuadro misterioso para hombres de letras acostumbrados a esperar barbarie e irracionalidad de sujetos como aquellos–. Sin entender el sentido de la escena que comentaban, esos cronistas la tomaban como un exotismo popular más, sin consecuencia o lógica. Sin embargo, para los que participaban en ella y para aquellos que promovían fiestas similares en los clubes propagados por toda la ciudad, se trataba de un momento para celebrar aquello que los unía (y separaba) a partir de sus propios códigos, visiones del mundo y experiencias –cuyos sentidos, lógicas y consecuencias seguirían siendo oscuras para el mundo letrado por décadas–.
- Traducción: Cecilia Gil Mariño.↵
- “Riso e sangue”, Jornal do Brasil, 11 de febrero de 1902. Para la denominación completa de los dos clubes, ver, respectivamente, Arquivo Nacional (en adelante AN), GIFI 6C 102 y GIFI 6C 365.↵
- “Carnaval sanguinário”, O Paiz, 10 de febrero de 1902; y “Riso e sangue”, Jornal do Brasil, 10 de febrero de 1902.↵
- Chasteen, John Charles, National Rhythms, African Roots. The Deep History of Latin American Popular Dance, Albuquerque, University of New Mexico Press, 2004.↵
- Cowley, John, Carnival, Canboulay and Calypso. Traditions in the making, Cambridge, Cambridge University Press, 1996; y Pereira, Leonardo, “Do Congo ao Tango: associativismo, lazer e identidades entre os afroportenhos na segunda metade do século XIX”, en Revista Mundos do Trabalho, 3, 2012, pp. 30-51.↵
- Pereira, Leonardo, O carnaval das letras. Literatura e folia no Rio de Janeiro do século XIX, Campinas, Editora da UNICAMP, 2004.↵
- AN, GIFI 6C 102 y 103. ↵
- AN, GIFI 6C 127.↵
- “Conflito e ferimento”, Correio da Manhã, 29 de octubre de 1902; “Entre carnavalescos”, Gazeta de Notícias, 29 de octubre de 1902.↵
- “Na Polícia e nas ruas”, Correio da Manhã, 27 de enero de 1903.↵
- “Carnaval sanguinário”, O Paiz, 10 de febrero de 1902; “Conflito e morte”, Correio da Manhã, 10 de febrero de 1902; y “Riso e sangue”, Jornal do Brasil, 10 de febrero de 1902.↵
- “Carnaval sanguinário”, O Paiz, 10 de febrero de 1902; y “Conflitos e mortes”, Cidade do Rio, 10 de febrero de 1902.↵
- “Riso e sangue”, Jornal do Brasil, 10 de febrero de 1902.↵
- “Riso e sangue”, Jornal do Brasil, 10 de febrero de 1902.↵
- “Riso e sangue”, Jornal do Brasil, 12 de febrero de 1902. ↵
- “Carnaval”, Jornal do Brasil, 6 de febrero de 1903.↵
- Sobre la lógica de la suspicacia generalizada sobre los trabajadores de Río de Janeiro en este período, ver Chalhoub, Sidney, Cidade febril: cortiços e epidemias na Corte Imperial, San Pablo, Companhia das Letras, 1996, pp. 20-29.↵
- O.B. [Olavo Bilac], “Crônica”, Kosmos, marzo de 1904.↵
- Américo Fluminense [Gonzaga Duque], “O Carnaval no Rio”, Kosmos, febrero de 1907.↵
- “Chico Carvoeiro e C.”, Jornal do Brasil, 8 de diciembre de 1902; y “Assalto a um bonde nas Laranjeiras”, Jornal do Brasil, 19 de marzo de 1903.↵
- “Riso e sangue”, Jornal do Brasil, 2 de marzo de 1902.↵
- “Riso e sangue”, Jornal do Brasil, 12 de septiembre de 1902.↵
- Sobre la apertura a este tipo de temática de la gran prensa en el período, ver Pereira, Leonardo, “Sobre confetes, chuteiras e cadáveres: a massificação cultural no Rio de Janeiro de Lima Barreto”, Projeto História, 14, 1997, pp. 231-241.↵
- Thompson, Edward P., A formação da classe operária inglesa, 3 vols., Río de Janeiro, Paz e Terra, 1987 [1963].↵
- Luigi Negro, Antonio, “E. P. Thompson no Brasil: recepções e usos”, Crítica Marxista, 39, 2014, pp. 151-161. ↵
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- Según Loner, “aún teniendo como objetivo principal sólo el carnaval o el deporte, lo que configura una involución en relación a la extensiva red asociativa anterior, estos clubes representaban a la población negra de la ciudad”. Loner, Beatriz, “Clubes carnavalescos negros na cidade de Pelotas”, Estudos Ibero-Americanos, Porto Alegre, 35, 1, 2009, pp. 153-154.↵
- Badaró Mattos, Marcelo, Escravizados e livres. Experiências comuns na formação da classe trabalhadora carioca, Río de Janeiro, Bom texto, 2008, pp. 30 y 138.↵
- Reis, João José y Silva, Eduardo, Negociação e conflito: a resistência negra no Brasil escravista, San Pablo, Companhia das Letras, 1989; Chalhoub, Sidney, Visões da Liberdade: uma história dos últimos anos da escravidão na Corte, San Pablo, Companhia das Letras, 1990; y Slenes, Robert, Na senzala, uma flor. Esperanças e recordações na formação da família escrava, Río de Janeiro, Nova Fronteira, 2000.↵
- Freire Costa, Jurandir, Ordem médica e norma familiar, Río de Janeiro, Edições Graal, 1983; Rago, Luzia Margareth, Do cabaré ao lar: a utopia da cidade disciplinar: Brasil 1890-1930, Río de Janeiro, Paz e Terra, 1985; y Cavalcanti, Berenice, “Beleza, limpeza, ordem e progresso. A questão da Higiene na Cidade do Rio de Janeiro no final do século XIX”, Revista do Rio de Janeiro, 1, 1, 1985.↵
- Pimenta Velloso, Mônica, As tradições populares na Belle Époque, Río de Janeiro, Funarte, 1988; Abreu Esteves, Martha, Meninas Perdidas: os populares e o cotidiano do amor no Rio de Janeiro da Belle Époque, Río de Janeiro, Paz e Terra, 1989; Soihet, Rachel, Condição feminina e formas de violência. Mulheres pobres e ordem urbana, 1870-1920, Río de Janeiro, Forense, 1989.↵
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- De Melo Gomes, Tiago, Um espelho no palco. Identidades sociais e massificação no Teatro de Revista dos anos 1920, Campinas, Editora da UNICAMP, 2004; Abreu, Martha y Dantas, Carolina, “Música popular, folclore e nação no Brasil, 1890-1920”, en José Murilo de Carvalho (ed.), Nação e cidadania no Império: novos horizontes, Río de Janeiro, Civilização Brasileira, 2007, pp. 123-151; Lopes, Antônio Herculano, “Vem cá mulata!”, Tempo, 26, 2009, pp. 80-100; y Dantas, Carolina, “A nação entre sambas, cordões e capoeiras nas primeiras décadas do século XX”, ArtCultura, 13, 2011, pp. 85-102.↵
- Una excepción es Maria Cecília Velasco Cruz. Su abordaje incorpora “la noción de libertad y las concepciones culturales de los esclavos africanos” para examinar a los trabajadores estivales en la Río de Janeiro de la Primera República, en su mayor parte negros. Velasco Cruz, Maria Cecília, “Da tutela ao contrato: ‘homens de cor’ brasileiros e o movimento operário carioca no pós-abolição”, Topoi, 11, 20, 2010, pp. 114-135.↵
- Batalha, Claudio, “Cultura associativa no Rio de Janeiro da Primeira República”, en Batalha, Claudio; Teixeira da Silva, Fernando y Fortes, Alexandre (eds.), Culturas de classe, Campinas, Editora da UNICAMP, 2004, pp. 95-119.↵
- Chalhoub, Sidney, Trabalho, Lar e Botequim. O cotidiano dos trabalhadores no Rio de Janeiro da Belle Époque, Campinas, Editora da UNICAMP, 2001, pp. 51-54.↵
- Ibidem, pp. 301-327.↵
- Faria, Fernando Antônio, Três apitos. Estudo sobre a gênese e a expansão da Companhia Progresso Industrial do Brazil, 1889/1930, Tesis de Maestría en Historia – UFF, Niterói, 1985. ↵
- Bilac, Olavo, “Diário do Rio”, Correio Paulistano, 1 de mayo de 1908.↵
- Aunque no sea posible precisar la fecha de organización del club, ya en 1897 este consigue el permiso de la policía para salir a la calle en los días de carnaval. “Carnaval”, Gazeta de Notícias, 28 de febrero de 1897.↵
- AN, GIFI 6C 126.↵
- AN, IJ6 693.↵
- AN, 15ª Pretoria do Rio de Janeiro, CODES 7H 335, 1903.↵
- Azevedo Silva, Gracilda, Bangu: A fábrica e o bairro. Um estudo histórico (1889-1930), Tesis de Maestría en Historia Social, UFRJ, Río de Janeiro, 1985, p. 252.↵
- Analicé con detenimiento el caso de Bangu en Pereira, Leonardo, “The Flower of the Union: Leisure, Race, and Social Identity in Bangu, Rio de Janeiro (1904-1933)”, Journal of Social History, 46, 1, 2012, pp. 154-169.↵
- Vianna, Hélio, Vale das Laranjeiras-Cosme Velho: um recanto da mata atlântica, Río de Janeiro, Secretaria Municipal de Cultura, 1993.↵
- Da Cunha, Victor, “Industria nacional”, Gazeta de Notícias, 17 de febrero de 1881.↵
- Ver, respectivamente, “Fábrica de tecidos”, Gazeta de Notícias, 1 de enero de 1882; Diário de Notícias, 29 de mayo de 1892; “Tecelões”, Gazeta de Notícias, 20 de marzo de 1896; y “Tecelões”, Gazeta de Notícias, 12 de mayo de 1897.↵
- AN, GIFI 6C 168.↵
- “General Roca”, Jornal do Brasil, 14 de agosto de 1899. Sobre el sentido de esa lógica asistencialista desde el punto de vista de los directores de la fábrica, ver Pita Freitas, Almir, “A colônia portuguesa na composição empresarial da cidade do Rio de Janeiro no final do século XIX e início do XX”, en Lessa, Carlos (ed.), Os lusíadas na aventura do Rio moderno, Río de Janeiro, Record, 2002, p. 18.↵
- “Industria nacional”, Gazeta de Notícias, 17 de febrero de 1881.↵
- Batalha, Claudio (ed.), Dicionário do Movimento Operário, San Pablo, Fundação Perseu Abramo, 2009, p. 70.↵
- “Fábrica de Tecidos Aliança (Laranjeiras)”, Gazeta Operária, 19 de octubre de 1902.↵
- “Protesto dos operários da Aliança”, Gazeta de Notícias, 24 de octubre de 1902. ↵
- “Fábrica de Tecidos Aliança (Laranjeiras)”, Gazeta Operária, año 1, no. 6, 2 de noviembre de 1902.↵
- Gazeta de Notícias, 27 de febrero de 1897.↵
- Jornal do Brasil, 21 de febrero de 1898 y 10 de febrero de 1902.↵
- Es el caso de Alvaro Pereira, Francisco Correia, Guarany Rodrigues Carvalho, Joaquim Ferreira y Milque Copelli, todos directores del Flor da Primavera en el período. “Protesto dos operários da Aliança”, Gazeta de Notícias, 24 de octubre de 1902. ↵
- “Na Guarda Velha”, Jornal do Brasil, 13 de febrero de 1899.↵
- Jornal do Brasil, 3 de febrero de 1902.↵
- Respectivamente, “Telegramas”, O Pharol (Juiz de Fora), 11 de febrero de 1902; y “Riso e sangue”, Jornal do Brasil, 2 de marzo de 1902.↵
- “Riso e sangue”, Jornal do Brasil, 10 y 11 de febrero de 1902; Jornal do Brasil, 10 de abril de 1900; Correio da Manhã, 8 de febrero de 1904.↵
- Sobre Filhos da Estrela, O Paiz, 28 de febrero de 1900; sobre Flor da Primavera, Correio da Manhã, 21 de febrero de 1906 y Gazeta de Notícias, 27 de febrero de 1906.↵
- Esa circulación es evidenciada por el gran número de socios del Filhos da Estrela residentes en Laranjeiras, como Manoel Silva, en la Rua das Laranjeiras, y Roque Furtado, en la Rua Guanabara. AN, GIFI 6C 171.↵
- AN, GIFI 6C 102.↵
- “Notícias de Niterói”, O Paiz, 11 de junho de 1903, y Jornal do Brasil, 11 de marzo de 1903. ↵
- Jornal do Brasil, 3 de febrero de 1902. De los socios del Flor da Primavera, Chico Carvoeiro era el único que aparecía ocasionalmente en noticias de disturbios, en especial los de cuño electoral. “As eleições”, A Notícia, 20 de marzo de 1903.↵
- AN, GIFI 6C 102.↵
- Correio da manhã, 8 de febrero de 1904; Gazeta de Notícias, 18 de agosto de 1906.↵
- “Riso e Sangue”, Jornal do Brasil, 11 de febrero de 1902.↵
- Correio da Manhã, 21 de julio de 1906 y 12 de junio de 1909. ↵
- “Várias notas”, O Paiz, 19 de febrero de 1901.↵
- AN, GIFI 6C 102, 1903.↵
- “Queixas do povo”, Jornal do Brasil, 4 de noviembre de 1902.↵
- “O Arthur Mulatinho”, Jornal do Brasil, 14 de septiembre de 1903.↵
- O Paiz, 28 de febrero de 1900.↵
- Jornal do Brasil, 11 de noviembre de 1896; Gazeta de Notícias, 21 y 22 de mayo de 1897.↵
- Jornal do Brasil, 21 de diciembre de 1901; A Notícia, 18 de diciembre de 1901.↵
- Jornal do Brasil, 4 de noviembre de 1902; A Imprensa, 10 de febrero de 1901.↵
- Jornal do Brasil, 11 de abril de 1902.↵
- Várzea, Paulo, “A dança macabra”, Vida policial, 7 de agosto de 1926.↵
- “Seção livre”, O Paiz, 12 de febrero de 1902.↵
- Gazeta de Notícias, 14 de febrero de 1902.↵
- “Riso e sangue”, Jornal do Brasil, 12 de febrero de 1902.↵
- Chalhoub, Sidney, Trabalho, Lar e Botequim…, op. cit., pp. 326-327.↵
- “Seção livre”, O Paiz, 12 de febrero de 1902.↵
- Guimarães, Murillo, Uma rua chamada Ferrer, Río de Janeiro, Grêmio Literário José Mauro de Vasconcelos, 1996, p. 20.↵
- “Na Guarda Velha”, Jornal do Brasil, 13 de febrero de 1899.↵
- “Grave conflito”, Jornal do Brasil, 24 febrero de 1903; “Bangu”, Jornal do Brasil, 25 de febrero de 1903; “Bangu – Grupo Carnavalesco Flor da Lira”, Jornal do Brasil, 26 de febrero de 1903.↵
- Jornal do Brasil, 3 de noviembre de 1903.↵
- Várzea, Paulo, “A dança macabra”, Vida policial, 7 de agosto de 1926.↵
- “C.R.C. Flor da Primavera”, Gazeta de Notícias, 17 de abril de 1906.↵
- O Século, 18 de agosto de 1908.↵
- Costa, Mariana, “Entre o lazer e a luta: o associativismo recreativo entre os trabalhadores fabris do Jardim Botânico (1895-1917)”, Tesis de Maestría en Historia Social de la Cultura, PUC-Rio, Río de Janeiro, 2014.↵
- “Bangu”, Jornal do Brasil, 19 de febrero de 1901.↵
- Jornal do Brasil, 15 de febrero de 1904.↵
- Jornal do Brasil, 26 y 27 de noviembre de 1901. Sobre su rol como fundador del club, ver Gazeta de Notícias, 25 de enero de 1907. Claudino se convirtió en uno de los líderes de la União dos Empregados em Fábricas de Tecido. Gazeta de Notícias, 21 de julio de 1918.↵
- Jornal do Brasil, 12 de junio de 1903.↵
- Nogueira Azevedo, Francisca, Malandros desconsolados. O diário da primeira greve geral no Rio de Janeiro, Río de Janeiro, Relume Dumará, 2005; Goldmacher, Marcela, “As associações operárias e a ‘greve geral’ de 1903”, en Marcela Goldmacher y otros (ed.), Faces do trabalho: escravizados e livres, Niterói, Ed. UFF, 2010, pp. 143-163.↵
- “Ao Dr Chefe de Polícia”, Gazeta Operária, 28 de febrero de 1903.↵
- “O operariado”, Jornal do Brasil, 19 de junio de 1903.↵
- “Parede”, Jornal do Brasil, 22 de agosto de 1903; “G.R.C. Flor da Primavera”, Correio da Manhã, 21 de febrero de 1906.↵
- Cotejar con la lista entregada por la fábrica a la policía. AN, GIFI 6C 103.↵
- “Queixas do povo”, Jornal do Brasil, 23 de octubre de 1904.↵
- Várzea, Paulo, “A dança macabra”, Vida policial, 7 de agosto de 1926.↵
- “Riso e sangue”, Jornal do Brasil, 12 de febrero de 1902. ↵
- Várzea, Paulo, “A dança macabra”, Vida policial, 7 de agosto de 1926.↵
- “Riso e sangue”, Jornal do Brasil, 12 de febrero de 1902.↵
- Várzea, Paulo, “A dança macabra”, Vida policial, 7 de agosto de 1926; “Riso e sangue”, Jornal do Brasil, 12 de febrero de 1902.↵
- O.B. [Olavo Bilac], “Crônica”, Gazeta de Notícias, 16 de febrero de 1902.↵
- Guedes, João, “O Boi”, Cidade do Rio, 13 de febrero de 1902.↵