Otras publicaciones:

DT_Roudinesco_Dagfal_13x20_OK

12-3949t

Otras publicaciones:

12-2982t

12-2771t

8 La articulación Naturaleza-Técnica en la filosofía del primer Heidegger

Luciano Mascaró

A lo largo de los parágrafos de Ser y tiempo, pueden identificarse diversos usos del problemático término “Naturaleza”. Algunos de estos usos resultan más asociados al empleo cotidiano y pre-filosófico del término, otros responden a un nivel de mayor reflexión temática, ya sea esta de índole filosófica o científica. Paralelamente, algunas de estas acepciones se relacionan de manera más directa con las estructuras existenciales que constituyen el ser-en-el-mundo, otras, por el contrario, responden a diversos niveles de derivación o alejamiento del suelo originario que relaciona el problema de la Naturaleza con la cuestión de la existencia.

Dentro de este contexto hace su aparición un problema: dado que el trato técnico-pragmático con los entes es descripto como la forma cotidiana y originaria de relación hombre-mundo, y dado que la Naturaleza, en su sentido más tradicional, parece manifestarse solo ante una reflexión temática, o ante una contemplación artística que se aíslan en cierto modo de la ocupación técnica, nos preguntamos: ¿de qué manera, si acaso existe alguna, hace su aparición la Naturaleza ante los ojos de la ocupación? ¿Es posible tener una experiencia de la Naturaleza desde el interior de la actitud técnica en la que la existencia se despliega más cotidianamente?, y si lo es, ¿de qué tipo es esta experiencia, qué estructuras involucra, y cómo puede ser descripta ontológicamente?

Teniendo en cuenta dicha situación, la primera parte de este trabajo llevará a cabo la propuesta de exponer ordenadamente los diversos sentidos de Naturaleza empleados en la obra de 1927, para ubicarlos en los diversos niveles de originariedad que les corresponden, diferenciando a su vez los sentidos ónticos de los ontológicos. La segunda parte del trabajo abordará de lleno el problema que nos ocupa, a saber, el modo de aparición de la Naturaleza en el contexto del quehacer técnico con los entes. Se afirmará, junto con Heidegger, que la Naturaleza posee diversas formas originarias de aparición dentro del contexto pragmático de la ocupación, es decir, en el trato con artefactos.

Sentidos de Naturaleza

A continuación intentaré exponer los diversos sentidos en los que se emplea el término “Naturaleza” en el contexto de Ser y tiempo; casi todos los sentidos estudiados en esta primera parte coinciden en encontrarse dentro del rango de la derivación, es decir, se muestran como alejados del suelo de la experiencia originaria por medio de la cual la Naturaleza viene primariamente a la presencia.

a) El sentido derivativo fundamental en el que se comprende la naturaleza es el de conjunto exterior de lo que está-ahí ante los ojos (Heidegger, 2006, p. 168). Esta interpretación puede ser rastreada fundamentalmente en los parágrafos 14 y subsiguientes. El objetivo inicial de esa sección es la de diferenciar la noción de Naturaleza de otra usual, aunque erróneamente emparentada con ella, a saber, la noción de Mundo. Según Heidegger, la interpretación tradicional del mundo como el conjunto de “lo exterior” proviene de la identificación de la extensio como la determinación fundamental del medio circundante, realizada por Descartes. La distinción cartesiana de res cogitans y res extensa definirá, en lo sucesivo, la diferencia entre dos ámbitos del ser: el Espíritu y la Naturaleza.

Según Heidegger, la Naturaleza aparece en la concepción cartesiana (y desde ella, en toda la tradición filosófica posterior) como el “ente intramundano que funda en su ser todo otro ente” (Heidegger, 2006, p. 125). Desde esta perspectiva, la Naturaleza sería ella misma un ente que comparece dentro del mundo, y que, por tanto, no se identifica con este último. “La Naturaleza, comprendida en sentido ontológico categorial, es un caso límite del ser del posible ente intramundano” (Heidegger, 2006, p. 93). La Naturaleza queda comprendida como un ente, el ente máximo, y caracterizada, como todos los demás entes, por su substancialidad, es decir, su independencia de la instancia productora (Heidegger, 2000, § 12a). La Naturaleza se define como la totalidad del ente que comparece ante los ojos [Vorhandensein], ente que se muestra determinado por una serie de propiedades predicativas, últimamente derivables de la extensio, su característica más esencial. La Naturaleza se muestra, pues, como una interpretación derivada e impropia del fenómeno existencial del Mundo, derivación provocada por el hecho de que este último resulta interpretado a partir de lo que primeramente se muestra a la experiencia: el ente intramundano.

Así queda definido el primero y más global de los sentidos derivativos de Naturaleza: el conjunto de lo que está-ahí ante los ojos. Heidegger considera que la noción de Mundo como lo exterior corpóreo-sustancial encuentra sus raíces en el así llamado proyecto matemático de la naturaleza, propio de la modernidad; el mismo interpreta este ámbito como el espacio fenoménico de los procesos susceptibles de cuantificación y cálculo; en esta línea, se afirma en el parágrafo 69b que la matematización de la naturaleza no consiste principalmente en la aplicación de la matemática a la determinación de los procesos naturales, sino en el hecho de abrir de antemano lo circundante en una dirección muy específica, la cual le permite advenir únicamente en su aspecto mesurable por la investigación científica. La Naturaleza se proyecta aquí como el conjunto de los fenómenos ajenos a la subjetividad, en tanto cuantitativamente caracterizables. El proyecto matemático de la Naturaleza constituye una mirada que inspecciona lo circundante y le permite advenir en su aspecto de mero “hecho”.

A continuación observaremos cómo de esta primera interpretación se ramifican diversas acepciones anexas.

b) Un segundo sentido derivativo lo constituye la comprensión de la Naturaleza en tanto paisaje, ya sea este interpretado como espacio de contemplación artística, o como objeto “para ser visitado” en el emplazamiento de una industria de vacaciones. El paisaje es, eminentemente, lo que está allí ante los ojos interesados de la existencia, aunque, en general, el interés que se dirige al panorama natural no coincida con el interés práctico de la actividad técnica. El paisaje puede mostrarse como lo que nos cautiva, como un objeto de contemplación en sentido artístico, estético o afectivo.

Este modo de aparecer de la Naturaleza se aparta ya de la consideración que hacía de ella la “totalidad de lo que solo está-ahí”. Desde esta visión nos alejamos en cierta medida de un movimiento de tematización que distancia los intereses pragmáticos y originarios de la existencia. La contemplación estética del pasiaje se ubica en un nivel de mayor originariedad con respecto a la contemplación tematizante, ya que en ella, la separación hombre-mundo no se encuentra tan acentuada como en la labor científica, al tiempo que se relaciona más cercanamente con la dimensión afectiva de la existencia. Por supuesto, como ya se dijo, el paisaje también puede presentarse como ámbito del desarrollo técnico de la industria del turismo (Heidegger, 1994, p. 15), en cuyo caso la contemplación estética quedaría reducida a un producto de compraventa, o un bien en stock. Sin embargo, estas últimas reflexiones pertenecen a una consideración quizás más normativa y crítica de la técnica, propia del así llamado segundo período del pensar de Heidegger. Su análisis pormenorizado escapa a nuestro actual objetivo.

c) En tercer lugar, también puede descubrirse la Naturaleza como Fuerza natural [Naturmacht] la cual se expresa en el poder de los elementos y los desastres naturales. Heidegger se ocupa brevemente de este problema al dedicarse al estudio de la estructura del sentido [Sinn]. Habiéndose referido a la triple estructura del sentido, constituida por el haber, ver y concebir previos, se afirma que, en tanto modo de ser del Dasein, único ente al cual por su propia constitución le corresponde un comportamiento comprensor hacia el mundo, el sentido solo puede poseer el modo de ser de la existencia, es decir, se trata de una estructura esencial del Dasein. De aquí se extrae que solo el Dasein tiene sentido, y que todo lo demás es, de suyo propio, sinsentido. Es en este punto que se realiza la aclaración que nos interesa: en el modo poderoso, y, por lo mismo, potencialmente amenazador de manifestarse de la fuerza natural, la Naturaleza se muestra como un contrasentido para el Dasein, es decir, como aquello que, estando presente ante la existencia, puede ir en contra de ella (Heidegger, 2006, p. 175).

La fuerza natural comparece como aquello que puede amenazar a la existencia, acercarla a su completa cancelación, y al mismo tiempo, como aquello que el hombre no se ha dado a sí mismo, lo cual lo revela a merced de lo inclemente, de lo que se “agita y afana” [webt und strebt], como confirmación de su estado de arrojado [Geworfenheit].

d) En cuarto lugar, puede señalarse el regreso Heideggeriano al sentido griego de Naturaleza [Physis] como lo que viene a la presencia en un proceso de manifestación. Este sentido no se encuentra explicitado en Ser y tiempo, pero funciona como trasfondo de las consideraciones en torno a la alétheia (verdad como des-ocultamiento), el lógos (como mostración y determinación) y los prágmata (como noción griega asociada a los entes, en tanto descubiertos por el trato ocupacional). La concepción de la Naturaleza como lo que viene a la presencia es estudiada detenidamente en la obra de 1935 Introducción a la metafísica. Allí se afirma, con ocasión del tratamiento de diversos fragmentos de Heráclito, que para los griegos, Physis tendría un sentido incluso identificable con el de Ser. Ya que estas consideraciones nos alejan de la obra a la que nos limitamos, deberán quedar solo enunciadas.

e) En quinto lugar puede destacarse la noción de Naturaleza histórica, un aspecto de lo natural que lo coloca en una relación directa con el despliegue del acontecer humano en general (Heidegger, 2006, p. 404). Con ocasión del tratamiento del problema de la historicidad del Dasein como fundamento de la historiografía, Heidegger afirma que la historia del mundo se encuentra desde siempre incorporada a los objetos con los cuales el Dasein se relaciona o se ha relacionado pragmáticamente. El artefacto, en tanto manifestación cultural e histórica (puesto que surge del proyectar del Dasein, que es histórico en su propia constitución) siempre es capaz de abrir mundo, es decir, por medio de un proceso de reflexión tematizante, es posible reconstruir, con diversos grados de precisión o especulación, el contexto pragmático al cual pertenecía, es decir, aquella red remisional de la que formaba parte, siempre en función de los intereses de la existencia que se ubicaba en su centro como remisión final; en esa red remisional, se acusa el mundo.

Esta posibilidad de rastrear antiguos contextos pragmáticos por medio de la investigación dirigida hacia entes a la mano, como libros, fotos, utensilios y construcciones, puede ser expandida hacia la detección de la relevancia histórica de espacios donde la intervención humana no resulta tan manifiesta, se trata de ámbitos que, de algún modo u otro, han sido afectados por el proyectar de la existencia, y que en esa medida, se vuelven expresión de un contexto pragmático que ha quedado alejado en el tiempo en sentido vulgar. Así harán su aparición ciertos sectores del “mundo exterior” especialmente recargados de un contenido y sentido definido por el transcurrir histórico, tales como el terreno de asentamiento o explotación, el campo de batalla y el lugar de culto. De esta manera, la Naturaleza se configura como un objeto temático más que cae bajo los intereses de la historiografía.

f) En sexto lugar, puede destacarse el que quizás resulte el sentido de Naturaleza más alejado de la originaria experiencia pragmática en el mundo; nos referimos a la acepción fundamental de la Naturaleza en tanto objeto de contemplación teórica por parte de la ciencia. Heidegger ha dedicado extensos pasajes de diversas obras al problema de la ciencia y su carácter derivado. En líneas muy generales, la postura de Ser y tiempo al respecto puede sintetizarse de la siguiente manera: la ciencia es un modo de ser del Dasein, un comportamiento, una actitud ante el mundo, como tal, encuentra sus fundamentos en las estructuras existenciales que definen al ser del hombre.

En efecto, la ciencia aparece como una modificación del originario modo pragmático de relacionarse con el mundo, e implica un proceso derivativo por medio del cual se apacigua la urgencia del trato ocupacional, y se elide la pertenencia de los entes al plexo remisional del que formaban parte. Este proceso es denominado desmundanización [Entweltlichung]. La desmundanización acarrea una serie de movimientos correlativos, que complementan el intercambio entre la visión circunspectiva [Umsicht] (asociada a la ocupación) y la visión contemplativa [Hinsehen] (asociada a la actitud teórica).

Entre los procesos auxiliares destacamos dos fundamentales: La tematización por medio de la cual el “con qué” del tener que ver con (estructura del Cuidado) se transforma en el acerca de qué de un enunciado mostrativo. El segundo proceso es la objetivación, que opera como una individualización, resultante de la desconexión del ente (o ámbito de entes) del entramado significativo del mundo, de este modo queda configurada una región ontológica que funcionará como el espectro de posibles objetos de una determinada ciencia. Solo como resultado de estos procesos integrados podrán hacer su aparición las así llamadas “propiedades” [Eigenschaften] de los entes, temática fundamental en el discurso objetivante de la ciencia.

A su vez, se hace manifiesto que estas propiedades predicativas derivan de aspectos del ente que ya aparecían fusionados en la praxis cotidiana. Así, y retomando una clásica distinción Heideggeriana, la expresión “el martillo es demasiado pesado”, enunciado extraído del trato cotidiano con los entes, en cuyo contexto el artefacto se ha revelado como ineficaz o inadecuado para la tarea a realizarse, quedaría convertida, por medio de la objetivación y tematización en la atribución predicativa de una propiedad, la “pesantez” a un ente subsistente, o sujeto de predicación (el martillo).

Cuando se hace referencia a las “leyes de la naturaleza”, o al anteriormente mencionado “proyecto matemático de la naturaleza”, se está empleando el sentido científico de naturaleza del que aquí nos ocupamos. Según esta visión tematizante, la Naturaleza quedaría integrada por la totalidad de los objetos de las ciencias, totalidad que se diversifica en las diferentes regiones sobre las cuales las distintas disciplinas extienden su discurso domino.

Naturaleza y técnica

Nos introducimos ahora en la segunda parte de esta investigación, la cual, según lo anticipado, estará dedicada al estudio de los modos de aparición de la Naturaleza dentro del contexto del trato pragmático con los entes.

En Ser y tiempo se afirma que el modo primigenio de relación del hombre con su mundo no es cognoscitivo en el sentido manejado por las ciencias, sino inicialmente pragmático. Tal como ya se ha afirmado, la visión contemplativa, que convierte al ente en tema de un discurso, solo es accesible si primero se abandona la visión ocupacional de la circunspección. Tratándose, pues, de un modo primordial de visión dirigido a lo circundante, deberán interponerse a la circunspección una serie de procesos derivados, que la cancelen y transformen en teoría. Lo dicho pone de manifiesto el carácter originario de la visión ocupacional, y del correlativo trato pragmático con los entes. Por tanto, cabe preguntar: ya que los sentidos de Naturaleza a los que nos dedicamos coinciden en manifestar, con diverso grado de objetivación, al medio ambiente como el conjunto de lo que está ante los ojos [Vorhandenheit], ¿es posible establecer una serie de formas de aparecer de la Naturaleza asociadas al estilo de visión interesada (la circunspección)?, o en otras palabras, ¿existen modos de manifestación de la Naturaleza que la hagan accesible en términos de la segunda modalidad fundamental del ente, a saber, la condición de “a la mano” [Zuhandenheit]?, ¿cómo es la experiencia de la naturaleza que se ofrece a partir del contacto con los artefactos?

Ser y tiempo destaca una serie de experiencias técnicas de lo natural, que a continuación expondremos. Como se verá, todas ellas coinciden en que la Naturaleza se hace presente en tanto relacionada con la praxis, y no como algo ante los ojos, ofrecido a una experiencia contemplativa o tematizante. En estas experiencias, la Naturaleza es descubierta como fenómeno accidental del trato ocupacional con artefactos, es decir, ella misma nunca comparece como ente a la mano, sino como algo en relación con el útil y con la ocupación técnica, en otras palabras, aparece de manera concomitante e inexplícita con el trato pragmático. Para el estudio de estas nociones serán fundamentales las reflexiones del parágrafo 15 de Ser y tiempo.

a) En primer lugar, la Naturaleza viene a la presencia en el material (o el “de qué” [Woraus]) del ente técnico.

Martillo, alicate, clavo, remiten por sí mismos al acero, hierro, mineral, piedra, madera (están hechos de todo eso). Por medio del uso, en el útil está descubierta también la “naturaleza”, y lo está a la luz de los productos naturales (Heidegger, 2006, p. 98).

Así, el proceso pragmático de martillar descubre el aspecto utilitario de los elementos de los que está fabricado este útil: la tarea que el martillo debe realizar demandan el peso y la solidez de la cabeza; además de la resistencia y comodidad del mango, características que remiten, a su vez, a su composición de madera y acero respectivamente, o bien, otros elementos que satisfagan estas mismas necesidades.

b) Un segundo aspecto que dirige y da sentido al uso técnico de herramientas es el así llamado “para-qué” [Wozu]. Junto con el “de-qué”, el “para-qué” orienta el obrar hacia una finalidad, que siempre coincide con la obra terminada. El para-qué cumple un papel tan fundamental que puede ser identificado con la misma esencia del útil, en efecto, en los artefactos técnicos, su quidditas coincide con su función. El para-qué es capaz de traer la Naturaleza a la presencia de un modo peculiar: ella se hace accesible, cotidiana, y pre-temáticamente en la llamada “materia prima”, es decir, en el tipo de elemento requerido para el desarrollo del producto técnico finalizado: cuero, madera, piedra, hierro, etc.

La Naturaleza compareciente de este modo se vuelve disponible para el Dasein en tanto usuario y productor, y según las características y comportamientos de los elementos utilizados (dureza, flexibilidad, resistencia, y también forma, tamaño, figura), ella se revelará como adecuada o inadecuada para aquello que le otorga sentido a todo el proceso de producción: las finalidades propias del proyectar fáctico de la existencia. Por ejemplo, si el proyectar fáctico requiere de la fabricación (o re-diseño) de un artefacto para cumplir con la primitiva función de cortar cuero, cualquier material liviano, flexible e inestable como el caucho o el algodón se mostrará como ineficaz para llevar a cabo la tarea especificada, al haber sido incorporada al diseño del artefacto; lo contrario vale para cualquier material sólido, resistente y fácil de tallar y manejar, como el pedernal. Por supuesto, todas aquellas características no son percibidas temáticamente, sino desde la comprensión pre-científica inherente a la circunspección que hace uso de las cosas. En cada uno de los mencionados materiales se acusa como última referencia la Naturaleza, la cual ya no depende de ninguna instancia de producción. La Naturaleza comparece aquí como lo disponible y adecuado, aquello sobre lo cual la ocupación puede extenderse para incorporarlo al plan técnico con el fin de que este último sea llevado a término.

Un sentido adicional, que no se encuentra explicitado en Ser y tiempo pero que puede ser pertinentemente extraído de los principios expuestos es el siguiente: La Naturaleza comparece como aquello que posee una posibilidad latente tal que lo relaciona con el trato pragmático con los entes, pero que, sin embargo, no requiere de una intervención humana para cumplir con su función, sino simplemente que la existencia se coloque bajo su espectro, y se deje beneficiar por sus potencialidades. Es en este sentido que decimos que el árbol es sombra, que la caverna es guarida, o que una serie de piedras en un arroyo, es un puente. Desde esta perspectiva, algo que ya se manifiesta frente a nosotros como carente de interés técnico es re-descubierto por los ojos de la ocupación, y pasa a formar parte del circuito de motivaciones y finalidades pragmáticas, sin que el hombre lo modifique materialmente en modo alguno.

c) Este sentido de Naturaleza al que aún nos dedicamos puede extenderse hacia ámbitos más amplios: no hacemos referencia ya a los materiales de los cuales está hecho el artefacto, o los elementos que el trato técnico requiere para llevar a cabo su obra, sino a la misma posibilidad de obtención de materia prima y energía, es decir, a la disponibilidad total de materiales en general. Este modo de visión descubre técnicamente a la naturaleza, fijando su atención pre-teórica en las posibilidades inherentes al medio ambiente disponible.

Heidegger afirma que la Naturaleza puede resultar abierta en el mismo descubrimiento del mundo circundante: el río comparece como energía hidráulica, el bosque como reserva forestal, y el cerro como cantera. La utilización del paisaje para los fines técnicos de la ocupación revela a la Naturaleza como “aquello de lo cual se puede extraer algo”, como reserva de energía y materia prima, que espera a la intervención humana para poner sus posibilidades al servicio de la existencia. Este modo de aparición es quizás el más discutido por las críticas heideggerianas posteriores a la Kehre, que se centran en la concepción de la Gestell (“imposición”, “estructura de emplazamiento”) como esencia de la técnica contemporánea. Sin embargo, es importante destacar que en el contexto de Ser y tiempo, la intervención humana buscadora de energías, que interpreta a la naturaleza como stock o reservas, no es tratada con el matiz negativo propio del segundo período de su pensar. Ser y tiempo se pronuncia con una visible neutralidad con respecto al efecto favorable o pernicioso de la técnica humana sobre el medio circundante.

d) En cuarto lugar, y en un sentido quizás más omnipresente, pero por lo mismo, más subliminal, puede destacarse el descubrimiento de la Naturaleza como aquello en vistas a lo cual los objetos técnicos adquieren su configuración específica. La Naturaleza está presente en el sistema de alumbrado público, en tanto que este tiene en cuenta la oscuridad; el reloj lleva consigo la originaria referencia a una determinada posición del sol en el firmamento; el desagüe y el techo a dos aguas esperan la lluvia, a la vez que protegen de la intemperie. La misma configuración de nuestro mundo circundante “civilizado” ha ido adquiriendo su forma actual en referencia a los fenómenos naturales de los cuales ha intentado protegerse o separarse de manera insistente y constante. En este sentido, podría afirmarse que la Naturaleza comparece permanentemente en nuestra experiencia del mundo técnico [Werkwelt] circundante, pero en tanto que cancelada por este, o, más bien, prevista en el diseño que persigue la protección contra ella.

e) Por último resulta interesante señalar un carácter de la Naturaleza que en Ser y tiempo resulta trabajado de manera algo circunstancial: nos referimos a la dimensión tempórea que opera como su trasfondo y condición de posibilidad: el así llamado “tiempo de la naturaleza”. Heidegger se ocupa de esta noción en el parágrafo 80, al trabajar el problema de la publicidad del tiempo. La cuestión analizada por esta sección es el modo en que el Dasein “se ocupa del tiempo”, es decir, la forma de aparecer del tiempo en el contexto del trato pragmático con los entes. El modo más típico de ocuparse del tiempo es el llamado cómputo astronómico. Este cómputo, se afirma, tiene una necesidad ontológico-existencial, que se explica de la siguiente manera:

Para poder tratar en la ocupación con lo a la mano dentro de lo que está-ahí, el cotidiano y circunspectivo estar-en-el-mundo necesita poder ver, es decir, necesita de la claridad. En virtud de la aperturidad fáctica de su mundo, la naturaleza queda descubierta para el Dasein. Por su condición de arrojado, el Dasein está a merced de la fluctuación de día y noche. El día con su claridad hace posible la visión, la noche la imposibilita (Hedegger, 2006, p. 426).

Como puede verse, Heidegger afirma que la temporeidad de la Naturaleza se expresa ónticamente en la fluctuación del día y la noche, la cual aparece originariamente asociada a la posibilidad o imposibilidad del ver, que permite o impide ocuparse de los asuntos cotidianos. La salida del sol cobra su originario sentido en vistas a la praxis que se ocupa en el mundo técnico, en tanto posibilidad de continuar trabajando entre útiles gracias a la iluminación que ofrece el día. Este es el modo en que la oscuridad y la luz se introducen en el universo técnico de la ocupación cotidiana, no ya en tanto tenidas en cuenta por la etapa de diseño que anticipa la fluctuación noche-día, para generar iluminación u oscuridad artificial, sino como presupuestas a toda la ordenación de las tareas, las cuales tienden a aumentar en número e intensidad conforme avanza el día, y a disminuir a medida que se avecina la noche.

Conclusiones

Las modalidades hasta aquí expuestas representarían las dimensiones originarias de aparición de la Naturaleza en el contexto del trato técnico con los entes. Desde estas modalidades se derivarán todas los demás, siempre acompañando el desarrollo del interés de la existencia.

Este trabajo persiguió el objetivo de ofrecer un panorama de la posible y necesaria coordinación entre técnica y Naturaleza, por medio del posicionamiento en la obra fundamental de la filosofía heideggeriana anterior a los años 30, una perspectiva que aún no resalta los aspectos críticos característicos del así llamado “segundo período” de su pensamiento, en donde la técnica, en tanto Gestell, como la última (y perniciosa) forma de relación entre el hombre y el Ser, se revela como modo fundamental del pensar contemporáneo y el fenómeno central de la cultura. En contraste con esta última perspectiva, Ser y tiempo ofrece una visión en torno a la técnica, en cierto sentido, no tan comprometida cultural y normativamente como la propia de los escritos posteriores a la Kehre, obras que representan el obligado foco de análisis para las temáticas asociadas a la técnica y sus fenómenos auxiliares.

Los párrafos precedentes han señalado el modo en que la Naturaleza se muestra como un fenómeno multiforme ante los divergentes ojos de la ocupación y de la teoría. El análisis de la obra de 1927 ofrece una descripción del modo de aparición de la Naturaleza desde la visión circunspectiva, que plantea una posibilidad de articulación que no compromete ni oscurece la originaria relación del hombre con el Ser, de hecho, se percibe en este análisis la exigencia ontológica de una particular comparecencia de la Naturaleza desde la perspectiva ocupacional. La asociación Naturaleza-técnica por medio de la mirada afín a la praxis cotidiana pone de manifiesto que dicha coordinación encuentra sus bases en la misma estructura de ser del Dasein, y que, por tanto, la técnica no necesariamente compromete al medio ambiente en el despliegue de su esencia. La articulación Naturaleza-técnica es posible, tal como se extrae de los principios de la analítica existencial.

Bibliografía

Heidegger, Martin (1994). “La pregunta por la técnica”, en Conferencias y Artículos. Barcelona: Ed. del Serbal, trad. de Eustaquio Barjau.

Heidegger, Martin (2000). Los problemas fundamentales de la fenomenología. Madrid: Trotta, trad. y prólogo de Juan José García Norro.

Heidegger, Martin (2006). Ser y tiempo. Madrid: Trotta. Traducción y notas de Jorge Eduardo Rivera.



Deja un comentario