Dra. Gema Valdés Acosta[1]
Si bien es cierto que los contactos culturales entre África y América se produjeron en condiciones extraordinariamente complejas y aún no esclarecidas en todas sus aristas, la impronta que han dejado en múltiples facetas que integran el propio concepto de identidad es tan profunda que forma parte de las búsquedas de las raíces del hombre americano. Sin embargo, los estudios sobre las etapas de integración de los diferentes pueblos de América tienen una inmensa deuda aún en el campo de las investigaciones sobre el legado africano. El negro ha sido históricamente ocultado como raíz esencial en la conformación de nuestros presentes, y las causas no son precisamente científicas sino que están indisolublemente vinculadas a la discriminación explícita o implícita, consciente o inconsciente, hacia este componente étnico raigal, elemento que cada día se hace más evidente para entender a cabalidad nuestros nutrientes americanos.
Los llamados “pensamientos tradicionales colectivos” están sustentados a través de un soporte único, que ha trascendido a la forma escritural, pero que incluye todas las manifestaciones de soporte identitario: la lengua. Las palabras siempre han sido testigos de la historia de los hombres. Las tradiciones orales constituyen procesos de comunicación cuya finalidad está vinculada a mantener una continuidad de una forma de percibir la vida de un grupo social determinado. Esta característica salta a la vista cuando esta experiencia colectiva pertenece a una cultura tradicionalmente marginada o es un remanente de contextos socioeconómicos de épocas anteriores. De eso trata estas páginas que nos presenta Norberto Pablo Cirio, nos muestra esos testigos que muchas veces nos rodean y que no percibimos en toda su magnitud cultural. Es un texto, pues, de interés no solo para los interesados en la antropología cultural, sino también para cualquier ciudadano que quiera saber acerca de los componentes que han integrado la historia del pueblo argentino.
Los libros se escriben por diferentes razones pero hay libros que se escriben porque son necesarios, no para satisfacer el ego del escritor sino para decir: “miren, este tesoro está ante nuestros ojos, ¡véanlo, ámenlo!”. Este es el caso que nos ocupa. Sus páginas posibilitan diferentes tipos de lecturas: una dedicada a rendir honor a nuestros ancestros, independientemente de la información previa que tengamos del asunto, esos informantes de Cirio merecen una consideración especial por su función cultural de mantener y transmitir esos legados; otra, más especializada, que deja constancia de la recogida precisa de datos y que abre el camino a nuevos estudios etimológicos, culturales e históricos sobre la procedencia de los esclavos africanos llegados a Argentina así como su vigencia cultural; y una tercera, propiamente musicológica, sobre géneros, ritmos y temáticas e influencias en esa región americana.
Esta lectura constituye, por lo tanto, otro paso importante para tratar de cubrir las insensibilidades o desconocimientos que hay actualmente sobre el valiosísimo legado africano en nuestras identidades americanas. Su autor, cuya trayectoria en la lucha por la comprensión del papel del negro en la cultura argentina es conocida, presenta los resultados de un trabajo de campo amplio y minucioso que, como antropólogo, lo ha llevado a constatar hechos lingüísticos increíbles de resistencia humana. Durante siglos, y de forma casi exclusivamente oral, se han transmitido de generación en generación cantos, rezos y frases que son prueba fehaciente de un grupo de seres humanos, y sus descendientes, de la capacidad de mantener sus culturas ancestrales contra el menosprecio y la opresión de otros. Recoger estos hechos ya de por sí es digno de reconocimiento a Cirio.
Pero en este libro hay más que eso: hay ciencia y pruebas para los que ignoran el caudal cultural que entrañan estos materiales. Naturalmente, como es usual en todos los estudios pasados y actuales de los restos de lenguas africanas en América, los procesos diacrónicos han entorpecido la vinculación clara con los coétimos de procedencia por lo que el deslinde etimológico más exacto de estos complicados hechos de mezclas de lenguas africanas con el español y con las lenguas indígenas se abre ahora como una etapa posterior, y se convierte en nuestros días en un reto para los lingüistas africanos y americanos a partir de los datos aportados por Cirio. En este sentido es especialmente aportadora la parte segunda en la que el autor dedica un análisis a la procedencia de estos hechos lingüísticos. Tanto los descendientes de los esclavos llegados de África como aquellos que recibimos su legado a través de nuestra identidad cultural queremos saber de dónde venimos y ese derecho, negado por siglos, constituye una incógnita sin resolver en el siglo XXI. Desde hace algunas décadas se maneja la teoría, con la que coincido plenamente, de que las lenguas bantúes y específicamente el kikongo ocupan en América un lugar prioritario en estos contactos ínterlingüísticos, y por ende, interculturales. La famosa zona H bantú de la clasificación de M. Guthrie, que abarca el antiguo Reino de los Bakongos, ocupa actualmente el centro de interés de todos los estudiosos de los restos lingüísticos de África en América, y los vocablos recogidos por el autor de este libro constituyen valiosísimas fuentes de confrontación para hallar respuestas científicas ante este complicadísimo problema de los orígenes.
Otras partes del libro significativas para cualquier lector son la tercera y la cuarta. La dedicada al repertorio de cantos muestra una exquisita gama de géneros que demuestra la variada praxis de los africanos en las identidades americanas: juegos infantiles, nanas para dormir, cantos de trabajo, cantos mortuorios, para bailar, etc. La cuarta parte es un vocabulario de los afroargentinismos recogidos con variada vitalidad de uso; esta sección es, por sí sola, una fuente para futuros trabajos etimológicos que puedan deslindar con más precisión las lenguas de procedencia y la huella dejada en la variante lingüística del español en la Argentina. Por lo tanto es una llamada de atención para futuras investigaciones sobre la africanidad en esta zona y para establecer las áreas antropológico-culturales que más recibieron el legado africano.
Bienvenido, por tanto, este necesario libro de Norberto Pablo Cirio. Incitador para nuevas investigaciones y cumplidor de un deber permanente del ser humano, el de rendir culto al pasado porque es la única forma de comprender el presente y ser fieles así a nuestros ancestros, portadores de la verdadera sabiduría.
- Académica Titular de la Academia de Ciencias de Cuba, Santa Clara (Cuba), agosto de 2015↵
Hola. Felicitaciones. He estado viendo algunos fragmentos y me ha parecido muy bueno. Un saludo.