1. Introducción
En el capítulo anterior hemos concluido que, en lo que respecta a los grandes pooles de siembra, no se observa un salto extraordinario en la escala con la que opera el capital. Asimismo, hemos visto que estos capitales se diferencian de manera manifiesta de los capitales normales típicos del sector industrial, entre otras cosas, por su carácter fuertemente oportunista y especulativo. El fenómeno de los grandes pooles de siembra no ha sido, sin embargo, la única transformación visible en la forma que adopta el capital en la producción agraria en los últimos años. Junto a ellos han aparecido una serie de capitales que se diferencian de este tipo de capitales, en primer lugar, por presentar un proceso de acumulación continuo y sin límites temporales y, en segundo lugar, por presentar escalas que no sólo son más grandes que las imperantes en el sector sino que, en algunos casos, resultan extraordinariamente grandes, esto es, que muestran tamaños similares al que tienen los capitales normales típicos del sector industrial. Se trata de los que la literatura especializada suele referirse como nuevas “grandes empresas agropecuarias”.
En consecuencia, la existencia de este tipo de capitales renueva las cuestiones que se nos planteaban antes de analizar el caso de los pooles de siembra. Esto es, nos vuelve a enfrentar, por un lado, a la cuestión del alcance del salto en la escala del capital y su correspondiente influencia sobre el tipo de sujetos sociales imperantes en la producción agraria pampeana y, por otro lado, a la cuestión de si las manifestaciones de dicho salto, en este caso respecto de las llamadas “grandes empresas agropecuarias”, no contradice la conclusión principal a la que se arribó en la primera parte de esta investigación, es decir, que el capital normal no tiene lugar en la producción agraria pampeana. Para abordar estas cuestiones en este capítulo analizaremos el caso particular de este tipo de capitales.
2. Las llamadas “grandes empresas agropecuarias” en la región pampeana y la información disponible
Desafortunadamente, en la actualidad no existe información estadística alguna que permita realizar un análisis global del alcance que tiene la presencia de estas llamadas “grandes empresas agropecuarias” en la producción agraria. La única información disponible al respecto es la que proveen dos estudios puntuales que han hecho un relevamiento a partir de fuentes periodísticas e informantes calificados (Manciana, Trucco y Piñeiro 2009, Murmis y Murmis 2011). En el primero de estos estudios se han analizado 100 capitales, dentro de los cuales se pueden identificar unos 20 capitales con más de 30.000 hectáreas bajo control. De acuerdo con los datos provistos por los autores estos capitales ocupaban, para la campaña de 2007/08, unas 2.765.000 hectáreas, esto es, cerca 10% del total del área sembrada en la región pampeana. En el siguiente cuadro se detallan el nombre y las hectáreas controladas por cada uno de estos capitales de acuerdo con la información provista por los autores:
Capitales del sector agropecuario. Año 2008 |
Hectáreas controladas |
El Tejar |
668.000 |
Cresud |
450.000 |
AGD |
240.000 |
Adecoagro |
200.000 |
Liag Argentina |
160.000 |
Ignacio Lartirigoyen |
150.000 |
Los Grobo |
137.000 |
MSU |
120.000 |
Olmedo Agropecuaria |
100.000 |
Cordoba II |
85.000 |
Grupo Navilli |
60.000 |
La Redención-Sofro |
57.000 |
FAID 2007 |
54.000 |
Calyx Agro |
50.000 |
Fernando Rojas Panelo |
45.000 |
Administración Duhau |
40.000 |
Dowagro |
40.000 |
Fideiagro 2009 |
40.000 |
Ceres Tolvas |
36.000 |
Agro-invest SA |
33.000 |
Total |
2.765.000 |
Fuente: Elaboración propia sobre la base de (Manciana, Trucco y Piñeiro 2009, 30-31) |
Como se puede observar, en este listado se incorporan varios capitales que en realidad, como hemos visto, constituyen simplemente pooles de siembra. Son los casos de CORDOBA II, FAID 2007 y FIDEIAGRO 2009.[1] Asimismo, el caso de CERES TOLVA, tal como se indicó más arriba, constituye un FF cuyo objeto directo no es la siembra sino la financiación y gestión de un conjunto de pequeños capitales agrarios, es decir, no es un capital que exprese un salto en la escala de producción. Por su parte, en el segundo de estos estudios se han identificado 48 capitales, de los cuales un 40% corresponden a capitales que controlan entre 10.000 y 50.000 hectáreas, un 30% a los que controlan entre 50.000 y 200.000 hectáreas y otro 30% a los que controlan más de 200.000 hectáreas. Lamentablemente, en este estudio no se publica información de cada capital individual.
A juzgar por estos estudios resulta evidente que, aun sumando el caso de los grandes pooles de siembra, la existencia de estos capitales continúa siendo marginal respecto del conjunto de los capitales del sector. En efecto, el grueso de la superficie sembrada se sigue explicando por capitales que tienen menos de 10.000 hectáreas bajo su control. Sin embargo, lo que también muestran estos estudios es que hay capitales que exceden sustancialmente el tamaño que tienen los pooles de siembra analizados en el capítulo anterior. En este sentido, si bien estos estudios permiten tener una idea aproximada del alcance de la presencia del tipo de capitales que se busca analizar, dadas las concepciones que guían sus análisis y la información que alcanzan a presentar sobre la base de las mismas, resultan muy limitados para servir de base para responder a la otra cuestión que nos hemos planteado al inicio de este capítulo, esto es, si la existencia de determinados capitales contradice la conclusión de que el capital normal no tiene lugar en la producción agraria hasta tanto no se levanten las barreras que la misma le impone a su entrada. Por esta razón, se ha decidido encarar de manera directa el análisis del movimiento de una serie de capitales individuales cuyas características pueden resultar particularmente similares a la de los capitales normales típicos del sector industrial. A tales fines, en primer lugar, se ha actualizado a 2012 la citada información sobre los capitales analizados en el estudio de Manciana, Trucco y Piñeiro (2009). Al mismo tiempo, se ha revisado la literatura y la prensa especializada de los últimos años en búsqueda de nuevos capitales de tamaño similar. El siguiente cuadro presenta los resultados de este relevamiento considerando los capitales que controlan más de 100.000 hectáreas.
Capitales del sector agropecuario. Año 2012 |
Hectáreas controladas |
CRESUD |
850.314 |
EL TEJAR |
650.000 |
ADECOAGRO |
346.872 |
LOS GROBO |
267.000 |
AGD |
200.000 |
LARTIRIGOYEN |
150.000 |
MSU |
130.444 |
LIAG |
120.000 |
MOLINOS RIO DE LA PLATA |
120.000 |
CALYX AGRO |
100.000 |
OLMEDO AGROPECUARIA |
100.000 |
Fuente: Elaboración propia sobre la base de información provista por las empresas, con excepción del caso de El Tejar, cuya información surge de la prensa especializada. |
En segundo lugar, se ha realizado una selección dentro de este conjunto de capitales tomando a aquellos que tienen una antigüedad mayor a diez años en el sector y a aquellos que operan u operaron históricamente con base en la región pampeana. De esta forma, se ha reducido la selección a tres capitales: CRESUD, LOS GROBO y EL TEJAR. Como veremos, varios de los capitales descartados mediante estos criterios comparten características muy similares a los capitales elegidos. A continuación se presenta el análisis particular de cada uno de ellos.
3. El caso de CRESUD[2]
De acuerdo con su balance contable del año 2013, CRESUD tiene unos activos totales de más de 2.300 millones de dólares y un patrimonio neto de 875 millones de dólares. Sin lugar a dudas, pues, la empresa forma parte de los capitales más grandes de Argentina. A su vez, si miramos la cantidad de hectáreas que están bajo su control, se encuentra que, para ese mismo año, su número trepa a 856.807 hectáreas, una cantidad frente a la cual hasta el pool de siembra más grande aparece como un capital agrario insignificante. Por su parte, en su perfil corporativo la empresa revela un carácter multinacional, no solo porque opera en otros países de la región sino porque, además, cuenta con fuertes inversiones extranjeras. Por último, la empresa cotiza en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires y en la bolsa de valores Nasdaq de Estados Unidos. A la vista de estos datos, pareciera que este caso expresa de manera definitiva la presencia del capital normal en la producción agraria. Consideremos, pues, el origen, la evolución y las características principales de este capital individual.[3]
El origen de CRESUD se remonta al año 1936, cuando la empresa belga Credit Foncier, una conocida compañía de créditos hipotecarios rurales, creó a CRESUD como una subsidiaria suya, con el objeto de administrar los terrenos ejecutados hasta que las condiciones de mercado permitieran venderlos a mejores precios. Como se puede ver, pese a formalmente tener el movimiento propio del capital agrario, CRESUD estaba lejos en aquel momento de constituir un capital agrario más. En efecto, se trataba de un capital cuyo objeto no era la producción agraria en sí misma sino simplemente mantener el valor de determinada magnitud de tierra con vistas a que otro capital, aquel cuyo negocio era el crédito hipotecario, completara su ciclo de valorización. De hecho, en la medida en que se trataba de campos ejecutados a pequeños capitalistas/terratenientes agrarios que por su pequeña escala no habían podido afrontar la cuota de los créditos hipotecarios,[4] la puesta en producción de dichos campos difícilmente podía resultar en un negocio lucrativo. La realidad de CRESUD, pues, está bien alejada de la imagen del capital extranjero belga que viene a instalarse en la producción agraria y que se valoriza en virtud de su condición de gran propietario terrateniente, tal como se la puede encontrar en cierta literatura (Basualdo, Bang y Arceo 1999, 430).
La liquidación de la compañía Credit Fonciere en el año 1959 dejó a CRESUD en manos de accionistas belgas, cuyas acciones comenzaron a cotizar en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires a partir de 1960. Pese a mantener su cotización en el mercado de valores, durante las siguientes tres décadas CRESUD se desarrolló y mantuvo como un capital agrario típico del sector. Así, para el año 1989 se registran en el catastro inmobiliario de la provincia de Buenos Aires solo tres campos de propiedad de la empresa, uno de 63 hectáreas en General Rodriguez, otro de 887 hectáreas en Luján, y otro de 1789 hectáreas en Salto (Basualdo, Bang y Arceo 1999, 429). Según el relato Alejandro Elzstain, actual presidente de la empresa, en esa época el dueño de CRESUD era “un belga que lo tenía [al negocio agropecuario] como un hobby” (Elzstain 2011).
La historia de la empresa dio un vuelco a partir de 1994 con la adquisición de la mayoría accionaria por parte de IRSA, una inmobiliaria urbana de larga trayectoria y que estaba en pleno proceso de expansión gracias a una serie de inversiones de origen extranjero, entre ellas la del conocido financista George Soros. Para los dueños de IRSA, por tanto, la adquisición de CRESUD significaba la expansión del negocio inmobiliario al sector agropecuario. Y, en efecto, como se verá luego con más detalle, a partir de entonces CRESUD abandonó su forma de capital agrario tradicional para transformarse en una especie de fondo de inversión inmobiliario o REIT (real estate investment trust). Con esta perspectiva, en el año 1995 CRESUD lanzó una oferta de derechos y una oferta pública internacional de ADR (American depositary receipts) que le permitió comprar cerca de 300.000 hectáreas. Es el momento en que empieza a cotizar en la bolsa Nasdaq. Con el fin de examinar la forma particular que fue adquiriendo desde entonces el capital representado por CRESUD, consideremos en detalle la evolución de la cantidad y el destino de las hectáreas controladas por la empresa. El siguiente gráfico presenta la evolución de la cantidad de hectáreas a partir del año 1994:
Fuente: Elaboración propia sobre la base de Memorias y Balances Contables de CRESUD de los años 1998 a 2013.
A primera vista, esta evolución parece coincidir con el movimiento general que ha adoptado el capital agrario existente bajo la figura de grandes pooles de siembra. En efecto, hay un salto muy grande en la escala a partir del año 1995, seguido por un crecimiento que continúa hasta 1998, y luego por una contracción que dura hasta el año 2004, momento en que nuevamente vuelve a crecer la escala de hectáreas operadas. Dejando a un lado el crecimiento de los años 2012 y 2013, que no se registró en el caso de los pooles de siembra, pareciera, pues, que el movimiento de las hectáreas operadas por CRESUD sólo se diferencia del seguido por los pooles de siembra por la escala y la permanencia del capital en la producción. Podría parecer, entonces, que tanto el tamaño limitado como el carácter especulativo de los grandes pooles de siembra obedecen a su forma peculiar de constitución y no a las barreras que impone la materialidad del proceso de trabajo agrario a la acumulación del capital normal. Sin embargo, cuando miramos al interior de esta masa de hectáreas controladas por CRESUD encontramos una situación muy diferente. Ante todo, encontramos que en el promedio de todos los años considerados sólo un 7% de las hectáreas en cuestión son alquiladas, lo cual contrasta abiertamente con el caso de los pooles de siembra.
Fuente: Elaboración propia sobre la base de Memorias y Balances Contables de CRESUD de los años 1998 a 2013.
Como hemos visto más arriba, frente a la alternativa de comprar la tierra, el alquiler de la misma presenta una serie de importantes ventajas para el capital agrario. En primer lugar, puede disponer de más capital productivo para cubrir una mayor superficie de producción y, como consecuencia, obtener más economías de escala en la producción y en la circulación del capital mercantil. En segundo lugar, cuando se trata de un capital que puede afrontarlo, y sin duda es el caso de CRESUD, el pago por adelantado del alquiler permite obtener mejores precios de mercado. Por último, como hemos visto en la primera parte de esta investigación, el capital invertido en tierra rinde la tasa de interés mientras que el capital invertido en la producción rinde, para el capital normal, la tasa de ganancia normal, la cual, por definición, es mayor a la de interés. En consecuencia, si consideramos que CRESUD es efectivamente un capital normal, no parecería tener sentido volcarse a la compra de tierras. Salvo, que la principal fuente de valorización de CRESUD no se encuentre en la forma de capital productivo que adopta su capital adelantado, como manifiestamente es el caso de los pooles de siembra, sino en otra forma suya vinculada a su fijación en la tierra. Antes de avanzar sobre esta cuestión, pasemos a considerar el destino productivo del conjunto de las hectáreas operadas por la empresa, sean alquiladas o propias.
Fuente: Elaboración propia sobre la base de Memorias y Balances Contables de CRESUD de los años 1998 a 2013.
Si consideramos la forma en que se aplica el capital productivo, lo primero que llama la atención es que la producción ganadera más que duplica a la producción agraria. Si tenemos en cuenta que las principales transformaciones en el proceso de trabajo agrario –y, en consecuencia, en las economías de escala– tuvieron como eje a la producción agraria en sentido restringido, vuelve a llamar la atención que CRESUD, que se caracteriza precisamente por la escala de su capital adelantado, no haya adoptado en este sentido la estrategia de acumulación de los grandes pooles de siembra, esto es, aprovechar las nuevas economías de escala que ofrece la producción agraria. Más llamativo aún resulta el caso del capital adelantado que se aplica a la compra de tierras en reserva. En este caso, encontramos no sólo que buena parte del capital adelantado no adopta la forma de productivo sino que ni siquiera adopta la forma de un capital que, invertido en tierra, recibe un interés bajo la forma de renta de la tierra. En efecto, las tierras en reserva, por definición, no arrojan renta alguna. En suma, estos datos conducen una vez más a poner en cuestión la fuente de valorización del capital adelantado por CRESUD.
Sinteticemos el punto. Por un lado, parece evidente que esta fuente no puede residir en el capital productivo; en primer lugar, porque este capital no parece aplicarse de la manera más potente para su escala y, en segundo lugar, porque buena parte del capital adelantado ni siquiera adopta la forma de capital productivo. Por otro lado, la fuente de valorización tampoco parece surgir de su condición de capital fijado en la tierra, esto es, de la condición de terrateniente que presenta la empresa; en primer lugar, porque dado el tamaño del capital adelantado en cuestión no parece necesitar resignarse a apropiar la tasa de interés y, en segundo lugar, porque buena parte del capital adelantado directamente ni siquiera está invertido en tierras que arrojen renta y, en consecuencia, que le permita al capital invertido en ellas retornar con un interés.
Tal como se adelantó al comienzo del análisis de este capital, la fuente principal de valorización de CRESUD no es ni su condición de capital agrario ni su condición de terrateniente. Por el contrario, su fuente de valorización surge de su condición de lo que la misma empresa define como “una especie de Real Estate Investment Trust”, esto es, un capital que se invierte sobre una tierra, cuya potencialidad como medio de producción no está plenamente desarrollada, con el objetivo explícito de desarrollarla y venderla a su precio de mercado correspondiente. En otras palabras, se trata de un capital cuyo objeto es la producción de tierras con la capacidad para captar la mayor cantidad de renta de la tierra posible. Como hemos visto, el precio de la tierra está determinado por la capitalización de la renta de la tierra a la tasa de interés. En consecuencia, dado el monto de esta tasa, el precio de la tierra queda fijado directamente por la masa de renta de la tierra que la tierra en cuestión permita captar. Pero la masa de renta que permite captar una tierra determinada no resulta autoevidente como ocurre en el caso de una masa determinada de dinero. Para que la tierra muestre su capacidad para captar renta de la tierra tiene que estar funcionando efectivamente como medio de producción y, para captar la masa de renta correspondiente a su calidad, tiene que estar al mismo tiempo funcionando como medio de producción en su nivel óptimo. En un contexto de fuerte cambio técnico y crecimiento de la frontera agropecuaria el proceso mismo de llevar a la tierra a su nivel óptimo como medio de producción se transforma en un negocio en sí mismo, esto es, en una esfera más de la división del trabajo social. CRESUD entra precisamente en este terreno que se abre para la valorización del capital hacia mediados de la década de 1990. En una entrevista el presidente de la empresa lo presenta de la siguiente manera:
En el 94, Eduardo [Elsztain] decía que se venía una cuchara más de arroz, pero esta vez frito, por semana para los chinos y que eso iba a cambiar la demanda. Él veía en ese entonces que se venía una gran demanda por alimentos y que América latina iba a ser el proveedor. […] En ese momento la disyuntiva era cómo hacerlo y nuestra estrategia fue captarlo vía la tierra. Ahí capaz haya una combinación familiar, porque ya nuestro abuelo le gustaba el real estate. También se podría haber hecho una empresa de insumos, o de comercialización, pero nos gustó la tierra y el desarrollo de la tierra, de pasar de nada a ganadería, de ganadería a agricultura y de agricultura a urbano. Nosotros tenemos la fantasía que los campos rodeando los pueblos se compraban por hectárea y se vendían por metro cuadrado. Y eso es lo que nos dedicamos a hacer. Porque la pura apreciación de la tierra es menor al incremento que se da cuando le sumás el desarrollo. Y eso fue lo que hicimos. (Elzstain 2013).
En consecuencia, en contraposición a como lo presenta la literatura especializada, CRESUD no constituye ni un capital agrario como lo ven algunos (Lattuada y Neiman 2005, 69, Barsky y Dávila 2009, 100), ni un gran terrateniente como lo ven otros (Basualdo y Arceo 2005, 430, Azcuy Ameghino 2007, 133). Aunque su capital adopte permanentemente la forma del capital productivo y de la propiedad de la tierra, el objeto sobre el que opera y la fuente de su valorización son bien distintos a los que corresponden al capital y al terrateniente agrarios. En efecto, no se trata ni de la producción de mercancías agrarias ni de la simple compra de tierras sino exclusivamente de la transformación de la tierra en una apta para captar toda la renta de la tierra que le corresponde a su calidad. Lo que aparece como una diversificación de su capital —su inversión en tierras en reserva, en tierras en producción, en capital productivo, etc.— no es sino momentos de su ciclo vital como capital dedicado al mejoramiento de las tierras: se compran tierras, se espera por ellas, se mejoran poniéndolas en producción y se venden. En la referida entrevista, el mismo directivo de la empresa se encarga de enfatizar el contraste con el capital agrario y con la figura del pool de siembra en particular:
Es medio raro vender un campo maduro, predecible, pero en ese momento para nosotros ya no hay más que hacer. […] el típico farmer quiere un año predecible atrás de otro. Y nosotros decíamos, ‘ahora nos tenemos que ir’. Los gerentes de campo, que estaban hacía muchos años ya proyectaban que sus hijos trabajarían allí, pero para Cresud no es desafiante quedarse produciendo al tres o cuatro por ciento, no es nuestro modelo de negocios. Ahí es el momento de vender y empezar con otra cosa. […] Entonces, [con el pool de siembra] qué tenes. Mucho riesgo, de clima, de precio. Son muchos riesgos no remunerados. […] El dueño del campo, por un quintal más te cambia. No veo que se pueda ganar ahí la apreciación del commmodity, porque el grano subió pero el alquiler se ajustó inmediatamente. (Elzstain 2013).
La contraposición entre el capital que representa CRESUD y el capital agrario no puede ser más explícita. Para CRESUD ser un capital agrario no es negocio: implica valorizarse a una baja tasa de ganancia y estar sujeto a las inclemencias de las condiciones naturales y el movimiento abrupto de los precios. En la misma entrevista, y en manifiesta contraposición a la citada caracterización que este mismo directivo hacía de CRESUD cuando la empresa efectivamente existía como un típico capital agrario y propietario de tierras, el entrevistado sostiene: ahora “tenemos un business plan que tenemos que cumplir. Si no nos gusta la propiedad, no compramos. No es un hobby esto.” (Elzstain 2013, énfasis G.C.).
El hecho de que CRESUD no tenga por objeto la producción de mercancías agrarias no significa, sin embargo, que la empresa no eche manos de las oportunidades circunstanciales que presenta esta producción, precisamente en virtud del movimiento fluctuante que la caracteriza. En efecto, como vimos más arriba, CRESUD dedica una pequeña parte de su capital adelantado al alquiler de tierras, donde actúa de manera exclusiva como capital agrario y, por ende, bajo un plan de producción que replica el de los capitales agrarios más grandes, esto es, diversificación y contratación de todos los servicios de siembra, laboreo de cultivos y cosecha. El siguiente gráfico muestra la evolución de esta parte del capital adelantado a través del movimiento de las hectáreas alquiladas por CRESUD desde 1994.
Fuente: Elaboración propia sobre la base de Memorias y Balances Contables de CRESUD de los años 1998 a 2013.
Se puede ver aquí de manera manifiesta que el volumen de hectáreas alquiladas por la empresa sigue el curso oportunista que caracteriza a los grandes pooles de siembra. Tiene un primer pico en el año 1998, se desploma como producto de las inundaciones y los bajos precios, y vuelve a tener otro pico en el año 2009, cuando se vuelve a desplomar producto esta vez de la sequía y la simultánea caída de los precios. En el mismo sentido, la aparición y la expansión de hectáreas propias arrendadas a terceros a partir del año 2010 –que según las memorias de la empresa pasaron de 10.358 a 31.594 hectáreas– puede leerse como un intento de captar la renta extraordinaria que ofrece la suba de los arrendamientos. Es decir, que así como cuando se presenta la oportunidad, la empresa vuelca una porción de su capital a la valorización como puro capital agrario, también cuando se presenta la oportunidad vuelca una porción de su capital a la valorización como puro propietario de tierras.
En conclusión, bajo la apariencia de funcionar como un capital agrario y/o como un terrateniente tradicional, el capital que representa CRESUD se valoriza esencialmente en virtud de la transformación de la tierra, esto es, a través de una fuente de valorización que no es ni la producción de mercancías agrarias ni la apropiación de renta de la tierra. En consecuencia, su presencia en la producción agraria no expresa ni un salto extraordinario en la escala con que se aplica el capital ni la presencia del capital normal en ella.
Aunque ciertamente CRESUD resultó un pionero en el negocio de la transformación de tierras, a esta altura está lejos de ser el único capital que se valoriza sobre esta base. Dentro de los capitales listados en el primer acápite de este capítulo encontramos que ADECOAGRO y CALYX AGRO, aunque con particularidades, hacen en esencia lo mismo que CRESUD. En el caso de CALYX AGRO la propia empresa se presenta directamente como un capital cuyo objeto principal es la “identificación, adquisición, desarrollo, conversión y venta de tierras” (Calyx Agro 2014). Aunque su historia data de apenas 2008, se trata de un caso interesante para analizar ya que su capital forma parte de la cerealera Dreyfus, una empresa que, al igual que el resto de las grandes cerealeras, nunca había aparecido sembrando tierra y, en consecuencia, al igual que CRESUD, puede generar la apariencia de que se trata del capital normal incursionando en la producción agraria. En el caso de ADECOAGRO, cuyo origen se remonta al año 2002, no casualmente bajo el auspicio de los mismos inversores que impulsaron en su momento a CRESUD, también encontramos que, en lo que hace a sus hectáreas dedicadas a la producción agraria, su actividad principal pasa por la transformación de la tierra. Así, en sus memorias del año 2013 puede leerse lo siguiente:
Creemos que somos una de las compañías relacionadas con la adquisición y transformación de la tierra más importantes de Sudamérica. Adquirimos tierras que consideramos subutilizadas y, mediante la implementación de tecnologías productivas de avanzadas y de las mejores prácticas agrícolas, transformamos la tierra en una apta para usos más productivos mejorando el rédito e incrementando el valor de la tierra. En los ocho años que llevamos de existencia, hemos puesto efectivamente en producción 162.768 hectáreas de tierra que estaban subutilizadas o mal regenteadas. Durante 2013, pusimos en producción 1.308 hectáreas y continuamos el proceso de transformación sobre más de 142.713 hectáreas de nuestra propiedad. Realizamos y capturamos el valor que surge de la trasformación de la tierra a través de la disposición estratégica de activos que han alcanzado su completo desarrollo potencial. (Adecoagro 2013).
4. El caso de EL TEJAR[5]
Hacia el año 2010 la prensa internacional presentaba a EL TEJAR como la empresa argentina productora de granos más grande del mundo, con un plan de siembra más de un 1.000.000 de hectáreas en las regiones más productivas de Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay y Colombia. Por su parte, estos mismos medios comunicaban que la empresa estaba preparando una IPO (Initial Public Offering, por sus siglas en inglés) en la bolsa de valores de Nueva York por USD 300.000.000. Bajo esta imagen, reproducida por entonces tanto en la prensa como en la literatura especializada, parecían caber pocas dudas respecto a que el capital que representaba EL TEJAR era, o apuntaba manifiestamente a ser, lo que en la presente investigación se ha denominado un capital normal, esto es, un capital que se valoriza a la tasa normal de ganancia. La realidad detrás de esta apariencia comenzó a vislumbrarse cuando, apenas tres años más tarde, la misma prensa informaba que EL TEJAR se había ido de la Argentina, había reducido a menos de un tercio las hectáreas sembradas, prácticamente no sembraba más que en la región del Matto Grosso de Brasil, y no había lanzado ninguna IPO en ninguna bolsa del mundo. Pero veamos el caso más en detalle.[6]
EL TEJAR nació en el año 1987 como una asociación de dos familias emparentadas de la localidad de Saladillo, a la que luego se le sumaron cuatro familias vecinas más. En su origen, pues, se trataba de una típica unión de pequeños capitales agrarios para poder resistir los problemas del sector. En correspondencia con las características productivas que por entonces tenía la zona sobre la que operaba, la empresa se dedicó exclusivamente a la ganadería. Pero el éxito de la asociación superó las expectativas y, hacia el año 1993, la empresa alcanzó a comercializar su producción de carne bajo marca propia y en los años siguientes llegó incluso a exportar a Brasil y Chile. Es la época en que EL TEJAR comenzó sus actividades de agricultura en campos de terceros, las cuales cada vez ocupan un mayor espacio en la empresa, aunque a fines de los noventa EL TEJAR era aún una empresa eminentemente ganadera. Por su tamaño y composición, en consecuencia, esta empresa no se distinguía hasta entonces de un pequeño capital agrario tradicional del sector.
El salto adelante y la diferencia cualitativa respecto de los capitales agrarios típicos del sector llegan recién a principios de siglo a través de la expansión del área dedicada a la agricultura. En efecto, lo primero que se encuentra para esa época es que el área sembrada por la empresa pasa de 3.510 hectáreas en el año 1998 a 32.650 hectáreas en el año 2001. Por su parte, el plan de producción para sembrar estas hectáreas muestra exactamente las mismas características de los planes de producción de los grandes pools de siembra de ese período. Esto es, existe una variedad de cultivos y zonas y todo el capital adopta la forma de capital circulante, es decir, tanto las tierras como los trabajos de siembra, mantenimiento y cosecha son contratados a terceros. Por tanto, dejando a un lado la producción ganadera, que para entonces ya tenía un carácter cada vez más marginal en la empresa, desde el punto de vista del capital adelantado en la producción agraria EL TEJAR no se distingue en este período de los grandes pools de siembra, respecto a los cuales la única diferencia reside en la forma jurídica que adopta el capital adelantado.
Respecto de los pooles de siembra analizados en la primera parte de este capítulo, la única diferencia reside en la forma jurídica que adopta el capital adelantado. En efecto, el capital que pone en marcha EL TEJAR no tiene la forma de un FCCI ni de un FF sino la de una Sociedad Anónima. En parte, esta diferencia resulta, a su vez, en una diferencia en el origen del capital que compone el capital adelantado. Este origen aparece teniendo tres componentes principales: una parte proviene de aquellos terratenientes que cobran sus alquileres al final de la cosecha, otra de los proveedores de insumos que venden a crédito parte de los insumos y otra de créditos que otorgan los bancos de manera directa o a través de fideicomisos ordinarios (Intaschi 2009, 10). A primera vista podría parecer que nutrirse de una parte de los terratenientes y de los proveedores de insumos le resta a la empresa la capacidad para obtener las economías de escala correspondientes a estos vínculos, esto es, el menor costo del arrendamiento por el pago por adelantado del alquiler y el menor costo de los insumos por su compra masiva por adelantado. Sin embargo, en cuanto se considera la forma de asociación económica que constituye el pool de siembra, esta apariencia se desvanece. En efecto, en cuanto accionistas del pool de siembra, los terratenientes y los proveedores de insumos no actúan como individuos que persiguen la apropiación de una renta de la tierra o una ganancia, sino como individuos que buscan un interés por el capital que aportan como crédito. De hecho, al final de la cosecha los terratenientes y los proveedores de insumos que han adelantado capital a crédito al pool de siembra se llevan tanto la renta de la tierra y la ganancia que está portada en la realización del precio del alquiler de la tierra y de los insumos como el interés correspondiente a la condición de crédito del capital que han adelantado. En consecuencia, las economías de escala que obtiene el pool de siembra gracias al vínculo con los terratenientes y los proveedores de insumos no se ven afectadas: lo único que cambia es el beneficiario último de la rentabilidad o la pérdida arrojada al finalizar la rotación del capital adelantado.
En este punto, aún podría parecer que, aunque todavía no se diferencia en su escala y planes de producción de los grandes pooles de siembra, el hecho de que EL TEJAR se constituya como una Sociedad Anónima y que varios de sus accionistas al mismo tiempo formen parte de los sujetos participantes en el proceso productivo no implica simplemente una diferencia formal, sino que expresa que el capital que representa EL TEJAR no tiene un carácter especulativo y oportunista como ocurre con los grandes pooles de siembra constituidos como FCCI y FF. De hecho, es esta imagen la que permanentemente se comunica cuando, en abierta contraposición al pool de siembra, se presenta a la empresa como “un sueño compartido”, “una empresa familiar”, “un capital con nombre y apellido…” (Intaschi 2009, 10). Si a esto sumamos que la empresa se presenta a sí misma como un proyecto “para los próximos 700 años” (Alvarado 2007, 2), podría parecer que EL TEJAR en efecto apunta a diferenciarse en su esencia de los grandes pools de siembra y convertirse en un capital estable, de escala creciente y, en consecuencia, en lo que se considera un capital normalmente concentrado. Esta imagen se potencia si nos trasladamos al año 2005. Para entonces, la empresa, si bien seguía sembrando con planes de producción idénticos a los de los grandes pools de siembra, se había expandido a Bolivia, Uruguay y Brasil y había llegado a ocupar unas 74.000 hectáreas en Argentina y un total de 105.000 al contar el resto de los países. Bajo la perspectiva de que EL TEJAR va en camino a distinguirse esencialmente de los grandes pooles de siembra analizados más arriba, esta expansión internacional podría verse como un salto adelante tanto en la diversificación del riesgo como en la economía de escala de la circulación del capital.
Sin embargo, la imagen de que EL TEJAR va camino a distinguirse de los grandes pooles de siembra y a constituirse como un capital normal comienza a desmoronarse ya en el año 2006. Para entonces, lo que parecía ser un capital “con nombre y apellido” se transforma en el vehículo de valorización de Altima Partners LLP, un “hedge fund” –o “fondo de alto riesgo”, como se lo traduce comúnmente– con base en Londres. Antes de avanzar sobre el rumbo que tomó EL TEJAR a partir de entonces detengámonos brevemente en la naturaleza de este tipo de fondo de inversión.
Los “hedge funds” constituyen una cartera de valores manejada de manera agresiva y con alto riesgo. A diferencia de los fondos comunes de inversión, los “hedge funds” demandan un piso muy alto de entrada, normalmente por encima del millón de dólares, lo cual le permite tener inversores ya acreditados en el sistema financiero. Sobre esta base, los “hedge funds” son eximidos de las regulaciones estatales normales a las que están sometidos el resto de los fondos de inversión (Investopedia Dictionary 2014), una característica que les permite tener un comportamiento de alto riesgo y fuertemente especulativo. En el caso de Altima Partners LLP, por ejemplo, esta falta de regulación se expresa en que se le permite no adherir al UK Financial Reporting Council’s Stewardship Code. Aunque el primer “hedge fund” data de la década de 1940, su auge como instrumento financiero recién se da a partir de la década de 1990, vinculado directamente a la crisis de 1997-98 (Brenner 1998, 481-482). Hacia el año en que Altima Partners LLP se inserta en EL TEJAR, los “hedge funds” se encuentran en pleno auge, esta vez, como precuela de la crisis del año 2008 (Harvey 2010, 25). El movimiento que adquieren estos fondos, en consecuencia, también es bastante elocuente de la naturaleza oportunista y especulativa que los caracteriza. El siguiente gráfico muestra la evolución de los “hedge funds” durante la década del 2000.
Fuente: Elaboración propia sobre la base de TheCityUK (2011)
Como se puede ver, los “hedge fund” crecen aceleradamente hasta el año 2007 y se contraen cuando llega la crisis de 2008, año en que los que se encuentran en funciones obtienen rentabilidades negativas del orden del 14% en promedio (TheCityUK 2011, 3). En suma, se trata de capitales que tienen su oportunidad de ganancias allí donde crece la especulación y, en consecuencia, así como entran rápidamente en determinados ámbitos de acumulación salen con igual velocidad cuando la especulación y las oportunidades de ganancia decaen.
El caso de Altima Partners LLP no es una excepción a este movimiento. Este fondo es conocido por haber especulado con la suba de precios de las mercancías agrarias que, como vimos, ocurrió desde los primeros años de la década del 2000 hasta el año 2008 (Merian Research y CRBM 2010, 18-19, Thilakasiri, Nash y Perrault 2012, 5, Bergdolt y Mittal 2012, 33-35). Creado en el año 2004, el fondo comienza a invertir en la producción agraria y la compra de tierras apenas un año más tarde. Su inserción en EL TEJAR es parte de esta primera estrategia. Pero como los precios de las mercancías y las tierras agrarias siguieron creciendo, Altima Partners lanzó en 2007 un fondo especialmente dedicado al negocio vinculado a la producción agraria, el Altima One World Agriculture Fund (AOWAF). Como producto de esta nueva estrategia, ese mismo año crearon la compañía Campos Verdes, con sede en Bermudas, para captar USD 200.000.000 para la compra de tierras y su puesta en producción por parte de EL TEJAR. En realidad, se trató de una operación compleja donde EL TEJAR aparece en las dos puntas del proceso. Por un lado, controla esta nueva compañía, junto a AOWAF y otros fondos subsidiarios de Altima Partners, a través de una subsidiaria creada para el caso, la empresa Edary. A su vez, Campos Verdes controla a CV Luxo, una compañía con base en Luxemburgo, que a su turno controla una serie de sociedades anónimas en los países donde se compran las tierras. En el momento de lanzar la oferta, Altima Partners ya poseía, a través de todas estas empresas mediadoras, unas 33.190 hectáreas distribuidas en Argentina, Brasil, Bolivia y Uruguay, y declaraba haber firmado contratos de preventa por otras 13.501 hectáreas y proyectar comprar unas 144.000 más. El negocio que les ofrece a los inversores es valorizar su capital a través del aumento del precio de la tierra y, mientras tanto, obtener los beneficios que arroja la producción que se realiza en las tierras compradas.
A fines del año 2007 el proyecto de Campos Verdes se aborta por no haber alcanzado a reunir el total del capital y la compañía se fusiona con EL TEJAR, que en ese momento pasó a tener su sede en Bermudas, con el nombre de El Tejar Limited. A pesar del fracaso del proyecto, desde el punto de vista de la historia de EL TEJAR este resultado de la operación constituye otro nuevo salto adelante. En efecto, con esta nueva figura la compañía tenía ahora la forma directa de un fondo de inversión de carácter internacional dedicado al negocio agropecuario, la cual es, para el año 2008, la figura que todo gestor de capital especulativo quería tener. En ese año los precios de las mercancías agrarias se habían duplicado en el correr de unos pocos meses y parecía que nada los podía detener. A EL TEJAR no le quedaba más que sentarse a esperar a que fluyera el capital y este no tardó en llegar. A mediados de 2008 la empresa obtiene un crédito por USD 150.000.000 otorgado por el banco The Netherlands Development Finance Company y subscrito por el Standart Bank y un fondo de inversión francés (Infocampo 2008). Al año siguiente y justo antes de que los precios se desplomaran, recibió otra inversión de otros USD 150.000.000, esta vez provenientes de The Capital Group, una de principales compañías de gestión de inversiones en el mundo (Orihuela 2010).
Sobre la base de estas dos inyecciones de capital El Tejar llegó a sembrar durante la campaña que se inició entonces unas 936.000 hectáreas, de las cuales ya 170.000 son propias. Es el momento en que la prensa internacional, instigada por la propia empresa, afirma que EL TEJAR que va a sembrar más de 1.000.000 de hectáreas a lo largo de toda América Latina y va a lanzar una IPO por USD 300.000.000 en Nueva York. Pero esta no era más que una expresión de deseos. La campaña de 2008/09 había terminado con los precios por el piso y los USD 150.000.000 que se habían conseguido antes de esa cosecha y habían permitido alcanzar el record de 936.000 hectáreas sembradas no estaban regresando valorizados. Los capitales especulativos que habían llevado a EL TEJAR a la cima del mundo ahora le daban la espalda y se querían retirar. Las hectáreas controladas por la empresa cayeron estrepitosamente y para la campaña de 2012/13 ya estaban reducidas a un tercio. El siguiente gráfico refleja esta evolución.
Fuente: Elaboración propia sobre la base del Prospecto preliminar de emisión de El Tejar del año 2008 e información recabada de entrevistas públicas a sus directivos, con excepción de la campaña 2011/12 de la cual no se pudo obtener información.
Si consideramos la evolución de la empresa en Argentina, el caso es más abrupto aún. Para el año 2013 EL TEJAR no alcanzó a sembrar ni siquiera la cantidad de hectáreas que sembraba en 2001 y para el año 2014 abandonó el país.
Fuente: Elaboración propia sobre la base del Prospecto preliminar de emisión de El Tejar del año 2008 e información recabada de entrevistas públicas a sus directivos, con excepción de la campaña 2011/12 de la cual no se pudo obtener información.
En conclusión, la historia de EL TEJAR muestra que el capital que lo constituía estaba por completo alejado de un capital industrial normal. Se trata, más bien, de un capital puramente especulativo, surgido en su momento al calor de la subida de precios de las mercancías agrarias y la situación de crisis mundial. Como tal, tiene un carácter fuertemente oportunista y fluctuante, motivo por el cual no sería de extrañar que EL TEJAR renazca de sus cenizas con una nueva suba de precios y una nueva explosión del capital ficticio mundial.
Descartada la posibilidad de que EL TEJAR sea en la actualidad un capital normal, sin embargo, aún queda por contestar si antes de caer bajo la órbita del capital especulativo no expresaba ya una forma más potente de acumulación del capital agrario que la que presentan los pooles de siembra más grandes. Efectivamente, como se recordará, el análisis de la historia de la empresa previa a la aparición del capital especulativo nos había conducido al punto en que EL TEJAR aparecía diferenciándose de los pooles de siembra por sembrar en otros países de la región. En su momento, nos preguntábamos si esta ampliación geográfica expresaba un salto adelante tanto en la diversificación del riesgo como en la economía de escala de la circulación del capital. La respuesta a esta cuestión la encontramos en una entrevista anónima realizada por la investigadora Carla Gras:
Cuando yo me presento a vender el proyecto en Londres, no puedo llevar una carpeta sólo con Argentina, porque me dicen: ‘Argentina, inestabilidad política, no, traeme Sudamérica’. Le tengo que mostrar Uruguay, Brasil, Paraguay, le tengo que mostrar oportunidades de la mano de la diversificación política. (Gras 2013, 82).
Visto retrospectivamente, pues, la ampliación hacia otros países de la región por parte de EL TEJAR no expresaba más que la necesidad de captar capital especulativo. De ahí, el epíteto de “multinacional de bolsillo” con el que se la calificaba por esa época, vale decir, de empresa que había logrado radicarse en otros países sin ser una corporación. En este sentido, se puede decir que el carácter especulativo del capital que constituye a EL TEJAR es, en realidad, anterior a su vínculo con Altima Partners LLP en el año 2006. Más aún si consideramos que ya para el año 2002 EL TEJAR aparece buscando sembrar en otros países (Intaschi 2009, 10), se podría decir que esta condición de capital especulativo estaba ya desde sus mismos inicios como capital esencialmente agrario.
5. El caso de LOS GROBO
A diferencia de CRESUD y EL TEJAR, el caso de LOS GROBO no llama la atención por el tamaño extraordinariamente grande de su capital o la magnitud y velocidad de crecimiento de las hectáreas que opera. En este sentido, no presenta la apariencia inmediata de ser un capital normal. Hasta hace pocos años, de hecho, la propia empresa se definía así misma como una pequeña empresa: “no somos grandes, somos muchos”, rezaba su slogan principal haciendo referencia al vínculo de la empresa con sus clientes (Los Grobo 2009a, 15). Y, en efecto, si se la juzgaba por entonces sólo por su tamaño, no era difícil reconocer, tal como lo hacían algunos autores, que se trataba de un capital sustancialmente más pequeño que los capitales más grandes de la economía (Iñigo Carrera 2007b, 114 n. 5, Sartelli 2008, 91). Sin embargo, el hecho de que aún tenga un tamaño acotado no implica que no esté en camino a constituirse como un capital normal. De hecho, una mirada rápida sobre su historia reciente lo presenta como un capital en permanente proceso de expansión. En consecuencia, la pregunta que nos presenta su situación es si, en tanto “gran empresa agropecuaria”, LOS GROBO encierra en potencia devenir un capital normal, esto es, si encierra la capacidad para superar las barreras que históricamente levantó la producción agraria a la acumulación de este tipo de capital.[7]
La historia de LOS GROBO ha sido ampliamente abordada tanto por la prensa y la literatura especializada (Lattuada y Neiman 2005, 71-75, Barsky y Dávila 2009, 97-100) como por trabajos especiales de académicos de universidades nacionales y extranjeras vinculados a la empresa (Nichols y Ordóñez 2003, Cabrini, y otros 2007, Bell y Scott 2010, Ehrenhaus 2011). Además de la profusa información provista al respecto por la empresa (Los Grobo 2009a, por ejemplo), recientemente una de sus directivas principales editó un libro autobiográfico centrado en la historia de la familia fundadora y de la empresa (Grobocopatel 2014). Por su parte, la importante presencia mediática que tiene la empresa desde mediados de la década de 1990, con decenas de notas y entrevistas cada año, ha hecho de la historia reciente de LOS GROBO una historia permanentemente actualizada. Por consiguiente, no hace falta aquí ahondar en detalles sobre la misma. Baste con reponer alguno de sus puntos más sobresalientes vinculados a la pregunta que nos presenta su caso.
Como lo han hecho notar Lattuada y Neiman (2005, 71) la historia previa a la formación de LOS GROBO a mediados de la década de 1980 está estrechamente vinculada a la historia de la producción agraria pampeana. Se trata de la historia de inmigrante que, a principios del siglo XX, se instala en la zona oeste de la provincia de Buenos Aires y rápidamente se transforma en un pequeño capitalista que arrienda tierras para sembrar alfalfa como parte del ciclo de producción de la ganadería. Sobre esta base y, diversificación de los cultivos mediante, hacia fines de la década de 1950 adquiere la primera parcela de tierra, por entonces de 146 hectáreas. Una década más tarde el número de hectáreas propias ya asciende a 4.500 y a la agricultura ya se ha sumado la ganadería; se trata, pues, ya de un capital grande para el sector. La prosperidad que tiene en estas condiciones conduce entonces a sumar al negocio agrario el del acopio y la comercialización de granos. Así, en el año 1974 alcanzan a tener su primera planta de silos. En el 1979 se produce una división hereditaria de bienes que lleva a uno de los integrantes de la familia a fundar, con 3.500 hectáreas propias, la empresa Los Grobo Agropecuaria S.A. Hacia el año 1984, que actualmente la empresa toma como año fundacional, el total de hectáreas controladas era de 5000, unas 4000 propias y el resto arrendadas. En síntesis, la historia que origina a LOS GROBO es la historia de un pequeño capital tradicional del sector.
El primer salto cualitativo se da a partir de 1991 cuando la empresa impulsa un sistema de arrendamientos y franquicias para ampliar las hectáreas bajo su control. Así, pasan de 15.000 hectáreas en 1992/93 a 75.000 en 1994/95 (Los Grobo 2009a, 80). Manteniendo estos niveles de hectáreas año tras año, la prensa especializada los empieza a reconocer por entonces como los “productores más grandes del país” (Huergo 1997). Sin embargo, no se trata, como en el caso de los grandes pooles de siembra de la época, de hectáreas sembradas a cuenta y riesgo de la empresa. Se trata, en su mayor parte, de una serie de contratos con “pequeños productores”, e incluso con “pooles de siembra” medianos,[8] donde la empresa se encarga exclusivamente de la organización de la producción, esto es, entra sólo como proveedora de servicios (Los Grobo 2009a, 80). En consecuencia, ni implica la masa de capital adelantado necesaria para cubrir los gastos de insumos, contratistas y arrendamientos para todo el conjunto de hectáreas ni, por tanto, implica las economías de escala correspondientes a una inversión de esa naturaleza. Como no está en juego la unidad del conjunto de hectáreas en cuestión, tampoco tiene sentido la diversificación geográfica. De ahí que el área controlada no se expanda más allá de unos pocos kilómetros de la localidad de Carlos Casares, donde la empresa tiene su sede. De acuerdo con el registro existente en los balances y memorias de los últimos años, para la campaña de 1994/95 en que alcanzaron a “sembrar” 75.000 hectáreas, la cantidad de hectáreas efectivamente arrendada por la empresa era de 17.000, varias de las cuales se alquilaban bajo contratos de aparcería y asociación con proveedores de insumos y contratista, es decir, tampoco bajo cuenta y riesgo exclusivo de la empresa.
Sea bajo la forma que fuera, la ampliación de la cantidad de hectáreas vinculadas a la empresa le permitía, ante todo, aumentar la capacidad de acopio. “La decisión de sembrar 75.000 hectáreas en 1996, acompañando los altos precios de los granos, fue uno de los disparadores del posicionamiento del grupo en el tema acopios”, recuerda uno de los directivos de la empresa (Los Grobo 2009a, 188). A su vez, desde principios de la década, el acopio también es impulsado por otro negocio desarrollado por la empresa: la comercialización de insumos. Lo que empezó con el objetivo “de abastecer la propia producción y los clientes existentes” se transformó en “un buen negocio y que podía apalancar al área de acopios”, recuerda otro de los directivos de la empresa (Los Grobo 2009a, 205). En efecto, según se precisa, para la empresa “el papel estratégico del insumo no consiste tanto en el margen de rentabilidad que pueda dejar como en atar su provisión a la recepción del grano como pago, colaborando de esa manera con la originación”, es decir, con el acopio (Los Grobo 2009a, 206). Sobre esta base, hacia mediados de la década de 1990 el acopio se había convertido en el negocio principal de la empresa. Por entonces, la capacidad de acopio había pasado de 1 a 5 plantas. Es el momento en que la empresa decide emprender la construcción de una gran planta de acopio, aún la más grande que hoy tiene la empresa, con capacidad instalada para 37.000 toneladas, cuya inauguración tuvo finalmente lugar en noviembre del año 2000. El crecimiento del negocio del acopio impulsaba, a su vez, el negocio de la comercialización de los granos. Hacia fines de la década de 1990 este negocio cobró tal magnitud que ameritó la constitución de una empresa nueva, llamada Chain Service, dedicada exclusivamente a ofrecer servicios de corretaje a los clientes de LOS GROBO. La década de 1990 terminaba así con la constitución de la unidad básica de negocios de la empresa: “producción, acopio y comercialización de granos y agroinsumos”.
La década del 2000 comienza para LOS GROBO con la compra de su primer molino harinero, bajo el nombre de Los Grobo Inversora. Según el relato oficial de la empresa, esta compra “representa el desembarco de la compañía en la industrialización de las materias primas” (Los Grobo 2009a, 38). A esta compra se sumará la de Molinos Canepa Hnos. en 2005, un contrato a façon con la planta de Moliendas Argentinas S.A. en 2007, y otro contrato a façon con el molino Viuda de Barbiero S.A. en 2008, este último adquirido finalmente en 2010. Así, hacia el final de la década la empresa alcanza a tener una capacidad de procesado de 975 toneladas diarias. El negocio de la molienda y la ulterior comercialización de la harina no es el único negocio nuevo de la década. Hacia el año 2003, LOS GROBO arma la empresa Los Grobo Sociedad de Garantía Recíproca, una empresa que funciona de intermediaria en el acceso a créditos por parte de los pequeños capitales agrarios. Se trata estrictamente del mismo negocio que hacen los Fideicomisos Financieros del tipo AVAL RURAL o CERES TOLVA, esto es, agrupar una masa de pequeños capitales agrarios para tomar crédito a una tasa más baja de interés a la que podrían acceder éstos de manera individual y cobrar una comisión por ello.
Otra novedad que trae la década del 2000 es la expansión hacia otros países de la región: 2003 a Uruguay, 2004 a Paraguay, y 2008 a Brasil. Se trata esencialmente de la exportación de la base primaria de negocios de la empresa: producción, acopio y comercialización de granos y agroinsumos. Así, en Uruguay llega a manejar cerca de 70.000 hectáreas bajo diferentes tipos de contrato, participa en una empresa que controla 3 plantas de acopio con una capacidad total de 75.000 toneladas y llega a comercializar 245.000 toneladas de granos anuales. Por su parte, en Paraguay llega a manejar cerca de 20.000 hectáreas y una planta de acopio con capacidad para 10.000 toneladas. Finalmente, en Brasil llegó a manejar 50.000 hectáreas, tener una capacidad de acopio de 120.000 toneladas y llegar a comercializar unas 220.000 toneladas (Los Grobo 2009a, 44-47).
Esta expansión trasnacional hace que los números de los negocios que constituyen la base primaria de la empresa se multipliquen. En el caso de las hectáreas manejadas por la empresa, se pasa de 44.000 a 246.000. En el caso del acopio, se pasa de 6 a 39 plantas entre propias, alquiladas y en las que se tiene participación accionaria. El hito en este crecimiento pasa por la compra de la mayoría accionaria de Uzandizaga Perrone Juliarena S.A., una planta de acopio en la localidad de Tandil de 60.000 toneladas de capacidad instalada, en el año 2007. En el caso de los insumos, se pasa de una facturación de 3 millones de dólares en el año 2002 a una de 60 millones de dólares en el año 2008, esto es, un crecimiento de cerca del 60% anual. En igual sentido, hacia el final de la década, la comercialización llega a alcanzar el pico de 2 millones de toneladas.
Detengámonos en el análisis de las hectáreas sembradas, esto es, en la parte en que LOS GROBO funciona estrictamente como un capital agrario. Si consideramos el año 2008, que es cuando la empresa llega a su pico de hectáreas sembradas en la Argentina, la cantidad total de hectáreas manejadas en los cuatro países llega a 228.000. En este punto nos encontramos, sin embargo, con el mismo caso que las 75.000 hectáreas de principios de la década anterior, esto es, no se trata de una totalidad de hectáreas sembradas a cuenta y riesgo de la empresa. Buena parte de las mismas surgen de contratos con pequeños capitales agrarios, donde la empresa aparece teniendo una participación como organizadora de la producción, y no adelantando el capital.[9] Lamentablemente, LOS GROBO no publica de manera separada la cantidad de hectáreas que son sembradas a cuenta y riesgo de la empresa y aquellas que surgen de asociaciones con pequeños capitales. En una entrevista realizada ese mismo año, Gustavo Grobocopatel, por entonces presidente de la empresa, definía el negocio estrictamente agrícola de LOS GROBO, al menos para el caso de la Argentina, como una “armadora de pooles”:
El 80% está integrado por pequeños productores y varios son socios de la Federación Agraria. El pool genera competitividad, permite integrar contratistas, productores, proveedores, transportistas, ahorristas del pueblo o inversores del mercado de capital y genera innovación tecnológica y productividad de nuevos emprendedores (Entrevista de Gustavo Grobocopatel a la Revista Noticias, 12/7/2008, citada en Barsky y Dávila 2009, 100).
En la medida en que se trata de asociaciones con pequeños capitales agrarios, el aumento de la cantidad de hectáreas manejadas no significa, pues, un aumento de la escala del capital agrario adelantado para poner el marcha el proceso productivo. No significa, por tanto, ninguna de las economías de escala correspondientes al aumento del tamaño del capital agrario, tal como ocurría en el caso de los pooles de siembra más grandes. Significa, más bien, un aumento de la escala en que LOS GROBO participa en la apropiación del plusvalor liberados por los pequeños capitales agrarios, tal como lo hace cuando le provee los servicios de acopio y comercialización de la producción.
El hecho de que en la masa total de hectáreas manejadas no esté en juego el tamaño del capital agrario adelantado también se expresa en que, a pesar del aumento en la cantidad de hectáreas, la distribución geográfica en la Argentina sigue prácticamente si pasar la frontera de la provincia de Buenos Aires, tal como ocurría con las 75.000 hectáreas sembradas a inicios de la década de 1990. Por su parte, cuando se examina con detenimiento esta distribución geográfica, lo primero que salta a la vista es que la ubicación de cada unidad de producción no está vinculada a las características climáticas de la zona, como era el caso de los pooles de siembra, sino a la ubicación de los centros de acopio y molienda. Esto es, la razón de la ubicación geográfica de cada unidad de producción no está dada por la diversificación del riesgo climático sino por su función como proveedora de los centros de acopios y molienda. El siguiente cuadro presenta la ubicación de la producción y de los centros de acopio, de molienda y de provisión de insumos para el año 2008 en la Argentina:
Fuente: Los Grobo (2009b)
A la luz de esta correlación, resulta manifiesto que la siembra es para LOS GROBO un negocio subordinado al negocio del acopio y la molienda, y no un negocio en sí mismo. De este modo, cobra sentido que el grueso de la producción agraria quede en manos de pequeños capitales agrarios asociados de algún modo a la empresa, y no a cuenta y riesgo de la propia empresa. En efecto, al igual que ocurría en la década de 1990, las grandes inversiones de la empresa tampoco van a parar en esta década a ampliar su producción agraria sino, como vimos, a ampliar su capacidad de acopio y de molienda.
En síntesis, hacia fines de la década del 2000 tenemos que LOS GROBO ha avanzado sobre el negocio de la molienda y el crédito a pequeños capitales agrarios, se ha expandido a otros países, ha multiplicado su capacidad de acopio y comercialización de granos e insumos y ha acompañado este crecimiento con una expansión en la cantidad de hectáreas manejadas, buena parte de ellas a través de vínculos de distinto tipo con pequeños capitales agrarios. Por su parte, en lo que va de la década del 2010 encontramos que LOS GROBO ha sumado a sus negocios una fábrica de pastas y una empresa de agroquímicos.
Al comienzo del análisis de LOS GROBO se presentaba la pregunta de si esta empresa apuntaba a ser un capital normal. Del análisis de su evolución histórica pareciera que resulta una respuesta afirmativa. Sin embargo, esta afirmación no resulta de su evolución como capital agrario sino como capital industrial en sentido restringido. En efecto, como hemos visto, todo el desarrollo de LOS GROBO está directamente vinculado a sus negocios industriales o comerciales, esto es, al acopio, la molienda, la comercialización de granos e insumos y, de manera más reciente, la fabricación de pastas y de agroquímicos. En su desarrollo como capital agrario, en cambio, lo que aparece manifiestamente es que se limita a acompañar el desarrollo de estos negocios.[10] Pero, además, hemos visto que ni siquiera este acompañamiento implica necesariamente una expansión, aunque sea formal, de LOS GROBO como capital agrario, ya que buena parte de las hectáreas manejadas por la empresa corresponden estrictamente a asociaciones con pequeños capitales. Al respecto, en 2013 ha aparecido un documento público de la empresa donde por primera vez se hace una distinción al interior de las hectáreas que se presentan como sembradas por la empresa. Esta distinción, cuyo último registro corresponde a la campaña 2008/09, separa entre las hectáreas que son “administradas por la empresa” de aquellas llamadas “siembras asociadas” que, según se explica, consiste en aquellas hectáreas donde se tiene una “participación minoritaria” a través de “provisión de insumos”, “financiación” y/o “servicios de administración” (Busanello 2012), esto es, manifiestamente hectáreas sembradas a cuenta y riesgo de pequeños capitales. El siguiente cuadro presenta la evolución de esta diferencia en los años registrados:[11]
Fuente: Elaboración propia sobre la base de Los Grobo (2013)
Esto significa que, aún si la totalidad de las hectáreas que figuran como administradas por la empresa son sembradas efectivamente a cuenta y riesgo de LOS GROBO, el capital agrario adelantado por la empresa se encuentra en marcada decadencia, evolución que contrasta con el capital industrial adelantado. En suma, se puede concluir que, aún si se considerase que LOS GROBO constituyen o apuntan a constituir un capital normal, esta condición no surge de la parte correspondiente al capital agrario. Más aún, lo que indican los datos presentados por la empresa es que cuanto más cerca está LOS GROBO de ser un capital normal, más lejos está de permanecer como capital agrario. En consecuencia, tampoco en este caso encontramos evidencia de que se hayan superado las barreras que históricamente ha impuesto la producción agraria a la entrada del capital normal en ella.
6. Conclusiones
En el análisis de los pooles de siembra hemos visto que, dadas las escalas de producción y las formas a través de las cuales acceden estos capitales a ciertas economías de escala, la personificación del capital, la fuerza de trabajo y la propiedad de la tierra quedan marcadamente escindidas, tal como lo hacen en cualquier otra rama de la producción social. Sin embargo, hemos concluido que en la medida en que la existencia de este tipo de capitales es marginal respecto del conjunto del sector, la clase de sujetos sociales que determina no puede generalizarse al conjunto de la producción agraria pampeana. La inclusión de las llamadas “grandes empresas agropecuarias” al análisis de las formas concretas que adopta el proceso de concentración de capital no ha cambiado esencialmente este resultado. En efecto, tal como lo demuestran los estudios citados al comienzo de este capítulo, la presencia de este tipo de capitales es aún marginal en el conjunto del sector. Por tanto, aun si estos capitales expresasen una “estructura social” de la producción agraria similar a la existente en otros sectores de la producción social, su carácter marginal también impide cualquier tipo de generalización.
La otra conclusión relevante a la que nos condujo el análisis de los pooles de siembra es que, al menos en lo que a ellos respectaba, no eran ni apuntaban a ser capitales normales. En este sentido, se reafirmaba la conclusión que había arrojado tanto la primera parte de esta investigación como el análisis de la especificidad de la acumulación de capital nacional y de las transformaciones recientes en el proceso de trabajo agrario, esto es, que el capital normal no tiene lugar en la producción agraria pampeana. En este punto, la inclusión de las llamadas “grandes empresas agropecuarias” en nuestro análisis lo primero que nos ponía delante era que existían varios ejemplos de capitales agrarios individuales que se asemejaban notablemente, al menos por su tamaño, a los capitales normales típicos del sector industrial. En este capítulo se ha procurado demostrar que la existencia de estos capitales no significa que el capital normal haya entrado a la producción agraria.
En conclusión, podemos decir que la inclusión de las llamadas “grandes empresas agropecuarias” en el análisis de las formas concretas que adoptan los procesos recientes de concentración del capital en la producción agraria no modifica las conclusiones principales a las que arribamos en el análisis de los pooles de siembra. Por otra parte, podemos afirmar que tampoco modifican las conclusiones a las que arribamos en la primera parte de esta investigación y en los capítulos referidos al proceso nacional argentino de acumulación de capital y a las transformaciones recientes en el proceso de trabajo agrario.
- Como se recordará el FIDEIAGRO 2009 no sembró aquel año 40.000 hectáreas. Los autores del estudio registran erróneamente el proyecto inicial presentado por Cazenave & Asociados que, como se observó más arriba, no fue llevado a cabo. ↵
- Una versión reelaborada de este apartado fue publicada en Caligaris (2017b y 2017c).↵
- Salvo en las partes en que se lo especifique, la información que nutre el análisis siguiente proviene exclusivamente de las Memorias y Estados contables de CRESUD, otra información institucional provista por la empresa, y entrevistas públicas realizadas a sus directivos.↵
- La existencia para esa época del crédito hipotecario como forma de apropiación del plusvalor liberado por los pequeños capitales agrarios por parte del capital bancario ha sido documentada extensamente por Boglich (1933); aunque, por supuesto, teorizado bajo la concepción invertida del “capital monopolista”.↵
- Una versión reelaborada de este apartado fue publicada en Caligaris (2017b y 2017c).↵
- Salvo en las partes en que se lo especifique, la información que nutre el análisis siguiente proviene exclusivamente de los Prospectos de emisión preliminar y sus anexos del año 2007 y 2008 presentados por Campos Verdes y El Tejar respectivamente, información institucional provista por la empresa, y entrevistas públicas realizadas a sus directivos.↵
- Salvo en las partes en que se lo especifique, la información que nutre el análisis siguiente proviene exclusivamente de los Reportes de sustentabilidad presentados por la empresa desde el año 2005, otra información institucional provista por la empresa, y entrevistas públicas realizadas a sus directivos.↵
- Según cuenta el relato oficial de la empresa, uno de los saltos en la cantidad de hectáreas manejadas se logra a partir del vínculo con un “emprendedor” de la zona de Trenque Lauquen que manejaba un pool de siembra de 25.000 hectáreas. “Los casarenses [LOS GROBO] se ocupaban de la producción”, se rememora en el relato, “y Prado [el organizador del pool] cobraba por la administración de la superficie sembrada” (Los Grobo 2009a, 84). ↵
- En años anteriores, como ya hemos visto, LOS GROBO sembraron hectáreas a través de dos Fideicomisos Financieros constituidos para funcionar como pooles de siembra. Estas hectáreas también son contadas por la empresa como sembradas por ella. No obstante, tal como se mostraba en el caso de Cazenave & Asociados, LOS GROBO no siembran estas hectáreas en cuanto capitalistas agrarios sino en cuanto operadores técnicos del pool, hecho que se manifiesta en que si el negocio arroja pérdidas los afectados no son LOS GROBO sino los pequeños ahorristas que forman el fideicomiso. Aun así, como veremos inmediatamente, es probable que LOS GROBO no haya realizado dichos fideicomisos como negocios en sí mismos sino como forma de apalancar su negocio de acopio y molienda. ↵
- Aunque desde otra perspectiva analítica, un estudio reciente también destaca esta particularidad de LOS GROBO en relación a otras “grandes empresas agropecuarias” como por ejemplo EL TEJAR (Gras y Sosa Varroti 2013, 223).↵
- Hay que notar, sin embargo, que esta información no es enteramente consistente con la presentada en los últimos reportes de sustentabilidad de la empresa.↵