Otras publicaciones:

9789871354894_frontcover-224x344

9789877230017_frontcover

Otras publicaciones:

9789871867844_frontcover

12-2022t

2 La juventud japonesa y el trabajo

Alfredo Álvarez Pérez

Introducción

Las últimas tres décadas han atestiguado cambios en las condiciones laborales a las que están sujetos millones de trabajadores en Japón, como el deterioro de los estándares y expectativas de vida de muchos jóvenes. El estancamiento de los salarios, el ejercicio de prácticas discriminatorias, las presiones sociales basadas en estereotipos, y las disparidades entre diferentes grupos de trabajadores como hombres y mujeres, empleados regulares e irregulares, son algunas de las tendencias que, como se observará, se han sostenido lo suficiente para crear complejas problemáticas sociales, acuñar términos como kakusa shakai (una sociedad desigual) e, incluso, para propiciar el surgimiento de una subclase social, como lo expone la socióloga Miyamoto Michiko en su obra Underclass, donde señala que “tanto como una quinta parte de los jóvenes son ahora parte de una subclase olvidada, sin posibilidades de acceder a estándares mínimos de calidad de vida”.

El objetivo de este capítulo es explorar la relación que existe entre los cambios de políticas y prácticas laborales de las últimas décadas, y las vicisitudes que experimentan muchos jóvenes en su vida cotidiana y laboral. Para comprender dicha relación es necesario circunscribirla en los contextos económicos, políticos y sociales del periodo de estudio y atender tanto las causas de los cambios de prácticas y políticas, como los efectos de dichos cambios.

Para entrar en materia, primero prestaremos atención a algunas de las causas del deterioro de las condiciones laborales en Japón y a los contextos sociales, políticos y económicos en los que tal deterioro tuvo cabida. Para profundizar en el contexto de estos tiempos, es recomendable la lectura de Japón después de ser el número uno, donde varios investigadores desarrollan más detalladamente algunos de los cambios que aquí se presentan y brindan una amplia perspectiva de cómo Japón pasó de ser una potencia en ascenso a una con un potencial latente, pero con muchos problemas por resolver. En torno a los cambios específicos en las prácticas y políticas laborales, y cómo han afectado la vida de los jóvenes, además de los ya mencionados, es esencial el trabajo de autores como Ueno Chizuko, Hashimoto Kenji, Tanaka Michiko y Kosugi Reiko.

Posteriormente contrastaremos las condiciones y realidades laborales actuales con las expectativas que la sociedad tiene de los jóvenes, muchas veces estas últimas basadas en estereotipos construidos en un pasado cuyas realidades no necesariamente se corresponden con las condiciones del presente. Otra mirada reciente a estas problemáticas la ofrece Luigi Alberto di Martino en Japón en la década de 2020. Finalmente, para analizar los efectos de los cambios mencionados, así como para ejemplificar de manera más concreta las vicisitudes que viven muchos jóvenes, construiremos casos hipotéticos con base en datos del Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar y del último censo de población de 2019. Para contrastar los datos del caso japonés con el de otros países es una buena referencia la encuesta mundial de valores (EMV).

Causas del deterioro de las expectativas y estándares de vida de los jóvenes en Japón

Ascenso económico y punto de inflexión

Desde 1997 el salario promedio en Japón ha mostrado una tendencia de estancamiento, pero esto no siempre fue así[1]. Durante casi toda la segunda mitad del siglo XX, los salarios de los trabajadores japoneses crecieron rápidamente, como la economía, y en algunos años incluso por encima del crecimiento de la productividad y de la tasa de crecimiento económico que llegó a ser de doble dígito en las décadas de 1960 y 1970[2]. Esta tendencia puede explicarse, por una parte, por la forma en que el gobierno, las empresas y los sindicatos se relacionan y negocian los aumentos salariales[3], y por otra parte, por las condiciones laborales que incluían prestaciones como el aumento salarial por antigüedad y el empleo vitalicio. En la década de 1980, la economía continuó creciendo, aunque con tasas menos espectaculares y en un entorno internacional menos favorable; en varios sectores productivos los salarios también disminuyeron su ritmo de crecimiento. El pulso de la economía es un factor importante para explicar la desaceleración del crecimiento salarial pero no es el único; entre otros, como se observó, están ciertas prácticas como el salario en función de la antigüedad, la fuerza de los sindicatos para negociar, y las políticas públicas que rigen las relaciones y prácticas laborales. A pesar del cambio paulatino de estos factores, hacia finales de aquella década la atmósfera era de optimismo: en el transcurso de tres décadas los (trabajadores) japoneses pasaron de la miseria que dejaron largos años de una economía dedicada a la guerra, a contar con uno de los ingresos per cápita más altos del mundo, en condiciones cercanas al pleno empleo.

En efecto, la situación pintaba muy bien para la economía japonesa; en poco tiempo esta creció hasta ser la segunda más grande del mundo y la tendencia indicaba que pronto sería la número uno. En 1979 Ezra Vogel publicó Japan as Number One, donde a su entender explicaba las razones del éxito de Japón, y cuya versión en japonés se vendió por centenas de millares. Desde el extranjero, por otra parte, apretaban las presiones para que Japón abriera sus mercados y compitiera en igualdad de condiciones con otros países[4]; incluso, tanto desde el gobierno de Japón como desde el sector privado surgieron varias iniciativas para corregir las ventajas de Japón en la economía internacional[5].

A finales de la década de 1980, no obstante, a raíz de varios eventos y circunstancias tanto de política interna como de índole internacional, llegaría un punto de inflexión para algunas tendencias económicas, políticas y sociales de Japón. Primero, el resultado de los Acuerdos Plaza de 1985. En aquel icónico hotel de la ciudad de Nueva York se acordó la revaluación con respecto al dólar americano de cuatro monedas, incluido el yen, para reducir el déficit comercial de Estados Unidos[6]. Una de las consecuencias negativas del fortalecimiento del yen fue el encarecimiento relativo de la mano de obra y de la producción japonesa en general que, a su vez, resultó en una disminución de la competitividad de las industrias exportadoras en los mercados internacionales y en un freno al crecimiento económico. Una de las respuestas de estas industrias fue la multinacionalización de las cadenas de producción y el traslado paulatino de la oferta de empleos al extranjero[7]. Segundo, ante los signos de ralentización de la economía, el Banco de Japón (BJ) bajó las tasas de interés de préstamos de efectivo a corto plazo para incentivar la inversión privada. Sin embargo, las tasas se mantuvieron en bajos históricos durante mucho tiempo[8], y provocaron sobreinversión y flujos de efectivo en exceso.

Esta situación, a su vez, propició la especulación de precios en los mercados financieros e inmobiliarios, lo que provocó la formación y el crecimiento de una burbuja especulativa. Grosso modo, el riesgo de estos fenómenos de mercado es que cuando los precios regresan abruptamente a sus valores normales (cuando estalla la burbuja), muchas personas y empresas pueden quedar con deudas impagables y por ende desencadenar profundas crisis financieras. Esto fue lo que ocurrió en Japón cuando estalló la burbuja en 1991. Tales circunstancias fueron recibidas en las esferas del poder político y económico como un mensaje decodificado como una necesidad de cambio —un punto de giro para la economía y política de Japón que impulsó la búsqueda de un nuevo modelo de desarrollo—.

Es importante tener en cuenta que a pesar de las dificultades que sufrió la economía japonesa, esta mostró signos de recuperación en algunos años de la década de 1990[9]; y que, en un principio, la causa subyacente de la burbuja especulativa y de la crisis económica fue la política monetaria del BJ, que tuvo que mantener las tasas de interés en bajos históricos durante 28 largos meses debido a una serie de acontecimientos económicos externos y a decisiones políticas internas[10]. A pesar de conocer estos factores como detonantes de la crisis, y a pesar de las señas de recuperación que llegó a dar la economía en los años subsecuentes, el partido dominante (el Partido Liberal Demócrata) y asociaciones de grandes empresas, como el Keidanren, aprovecharon políticamente el punto de inflexión —el estancamiento económico— para impulsar reformas de gran calado en materia laboral, educativa, administrativa y otras. Reformas que, sin embargo, no necesariamente estuvieron dirigidas para corregir las causas inmediatas de aquella crisis, sino que atendían más bien a las tendencias globales del momento y a intereses específicos. Ahora bien, también es cierto que Japón y el mundo se encontraban en un proceso de grandes cambios. Japón ya no era aquella nación en vías de desarrollo con una demografía favorable y con otras ventajas comparativas; los sindicatos de trabajadores —no solo los japoneses— perdían fuerza para adelantar sus intereses; los mercados internacionales, por su parte, cada vez más globalizados, atraían a un número creciente de competidores. Bajo estas circunstancias, en 1997 el salario promedio en Japón llegó a su máximo histórico y comenzó con la tendencia estática que mantiene hasta el día de hoy. El optimismo de los años 1980 en Japón se transformó en pesimismo en la década de 1990 y este giro también coadyuvó al avance del discurso político de cambio. Comprendiendo el contexto en el que las reformas estructurales tuvieron cabida, y a la luz de los efectos que tuvieron en las expectativas de vida de los jóvenes a partir de aquella época, la pregunta no es si Japón requería o no de reformas estructurales, sino si las que se implementaron en aquella década y en años subsecuentes fueron las más adecuadas.

Cambio de prácticas y políticas laborales

Ya en los años 1990 muchos jóvenes decidieron no seguir el modelo de vida de sus padres, y en lugar de buscar un empleo seguro, prefirieron perseguir otros objetivos. Muchos se emplearon en trabajos de medio tiempo, aunque esto significase renunciar a una mayor paga y a algunas de las prestaciones de los empleos de tiempo completo. A estos jóvenes se les llamó freeters, por el término en inglés[11]. Por otra parte, hubo jóvenes que a pesar de estar interesados en un empleo normal no pudieron encontrarlo debido a la disminución de la oferta de plazas de trabajo provocada en parte por la crisis económica y en parte por la multinacionalización de la planta productiva de muchas industrias. Estos jóvenes tuvieron que trabajar como freeters, aunque fuera con la idea de hacerlo de manera provisional. No obstante, aquello que en su momento fue visto como una tendencia generacional, o un efecto temporal, a la postre quedaría claro que algunos de sus componentes eran también producto de los cambios del momento, y que aquella tendencia representaría una seria problemática para muchos jóvenes[12]. Como expresa la socióloga Miyamoto Michiko, “la sociedad japonesa es muy dura con quien tropieza al comienzo de la vida laboral”.

La situación del empleo y de la economía, así como los cambios que a la sazón se vivían globalmente —como la caída del socialismo en la mayor parte del mundo y el avance del neoliberalismo como programa político y económico en muchos países[13]— dieron pie a propuestas para reformar casi todos los ámbitos de la vida pública de Japón con las tendencias internacionales del momento como pauta. Así, al cambio de siglo, en los mandatos del primer ministro Hashimoto Ryōtaro (1996-1998) y de Koizumi Junichirō (2001-2005) se pusieron en marcha varias reformas estructurales en materia laboral y educativa, entre otras[14]. Estas reformas siguieron los cánones del programa neoliberal, i.e., la liberalización de los mercados (aunque no todos, pero comenzando por el laboral), la privatización de las empresas del Estado, y el empequeñecimiento del propio Estado y de sus funciones[15]. El objetivo era reactivar la economía de Japón, y en específico la reforma laboral, buscó construir un mercado laboral más flexible, acorde con la necesidad de impulsar la competitividad de las industrias japonesas.

Una de las novedades de la reforma laboral fue el fortalecimiento de esquemas de contratación irregular (非正規雇用) en contraposición al esquema regular (正規雇用). El esquema regular se refiere al empleo asalariado con ciertas prestaciones y acceso a la seguridad social. Asimismo, muchos de estos puestos de trabajo aún mantienen algunas de las prácticas laborales que predominaron en el modelo corporativo japonés de la posguerra. Entre dichas prácticas estaban las prestaciones de la llamada administración japonesa, fundamentadas en tres características: (1) la contratación por tiempo indefinido (normalmente de por vida), (2) el incremento salarial respecto de la antigüedad y (3) un robusto sistema de seguridad social. Los esquemas irregulares, por otra parte, norman los trabajos de medio tiempo, el régimen de outsourcing, por contrato, etcétera. Como característica general, el esquema irregular ofrece mayor flexibilidad en los horarios de trabajo a cambio de eliminar algunas de las prestaciones para los trabajadores o de reducir parte de los beneficios.

Desde el punto de vista del trabajador, la flexibilidad de horario y en ocasiones menores obligaciones con el patrón puede ser atractivo para personas o familias cuyos ingresos no dependen en gran medida de un empleo irregular. En contraste, implican grandes desventajas para quienes dependen mayormente de este tipo de empleo, pues normalmente comportan menores salarios y prestaciones, y menores posibilidades de crecimiento. Cabe mencionar que la oferta de empleos irregulares ha ido solo en aumento, por lo que para muchas personas no existe la posibilidad de elegir entre un esquema u otro. Entonces, el intercambio se da en estos términos: flexibilidad laboral (horarios de trabajo) a cambio de un menor costo para el contratante, lo que implica menores beneficios, oportunidades y responsabilidades para el contratado. Entre los resultados observados luego de décadas bajo estas condiciones están: la ampliación de la brecha social entre los trabajadores bajo los esquemas regular e irregular, el fomento de un ambiente de competencia extrema que va más allá del ámbito laboral, el crecimiento de la pobreza relativa, el estancamiento de los salarios, entre otros problemas. Dicho de otro modo, las reformas laborales cuyo objetivo en principio era mejorar las condiciones de trabajo, la remuneración de los trabajadores y la competitividad de la economía son, en cambio, responsables de la precarización del trabajo y de las condiciones de vida de muchas personas, del surgimiento de una sociedad de ganadores y perdedores, y encima, los salarios y la economía siguen estancados.

Las expectativas sociales y los estereotipos

Las reformas descritas y sus consecuencias no solo han afectado el ingreso y las condiciones laborales de los trabajadores, también son responsables de un choque entre los ideales sociales que produjeron las prácticas y costumbres laborales de antaño, y la realidad que imponen las nuevas normas. En efecto, las prácticas laborales en el Japón de la posguerra, i.e., la administración japonesa y sus características (como el empleo vitalicio o salarios por antigüedad), fueron partícipes de la construcción del ideario y de las expectativas que la sociedad tiene aún hoy de los jóvenes. Este modelo, por ejemplo, permitía a muchas familias contar con la expectativa de un ingreso seguro y creciente en el tiempo, aunque las obligaciones formales e informales de los trabajadores iban más allá del ámbito laboral y de la jornada regular de trabajo. El empleo, en este sentido, parecía más bien una membresía vitalicia a un club exclusivo en el que se adquirían suficientes beneficios para no preocuparse por el ingreso y otras cuestiones mundanas, a cambio de dedicar largas horas y años a la empresa en labores y horarios tanto oficiales como extraoficiales. Esta costumbre fomentó una cultura laboral no solo en el mundo de los grandes corporativos, sino también en pequeñas y medianas empresas, por lo que el estereotipo del empleado entregado a su trabajo se extendió ampliamente. El ideario japonés no ha abandonado del todo este ideal, sin embargo, las prestaciones y demás condiciones laborales de las que anteriormente gozaban los trabajadores, y que funcionaban como premisas para engrandecer aquel ideal, hoy son un lujo solo para una minoría. Consiguientemente, el resultado es trabajadores de quienes se espera den todo a cambio de cada vez menos.

Las prácticas laborales de antaño también contribuyeron a reforzar los estereotipos de la familia y de los roles de género. El padre de familia estaba fuera del hogar la mayor parte del tiempo, pero con su trabajo se aseguraba un ingreso familiar suficiente y seguro. Por ende, de las mujeres se esperaba que trabajasen de tiempo completo en las tareas del hogar, al cuidado de los hijos y de los abuelos. Aún ahora este estereotipo está bastante vivo y es un ideal para muchas personas, hombres y mujeres[16]; lo mismo para muchas empresas que prefieren contratar hombres basándose —en el fondo— en estos estereotipos. Sin embargo, las condiciones sociales y económicas no son las mismas, cada vez son más las mujeres que requieren de un empleo —ya sean mujeres independientes, madres solteras, o parejas que requieren del trabajo de ambos para complementar el ingreso familiar—. Enfrentar estos estereotipos les complica aún más la vida. A esto hay que sumar las condiciones que imponen los nuevos modelos: menores salarios y prestaciones.

Así pues, muchas de las expectativas —y de los estereotipos— que la sociedad tiene de los jóvenes, construidas desde el periodo de rápido crecimiento, no cambiaron por decreto con reformas y cambios de leyes; pero las prácticas y condiciones laborales sí cambiaron. Es decir, la sociedad no necesariamente cambia al mismo ritmo que sus leyes. Esta disonancia entre las expectativas y las posibilidades reales tiene repercusiones en distintos aspectos de la vida de las personas, particularmente de los jóvenes. Las expectativas se transforman en fuertes presiones y son parte de las causas de otros problemas sociales como el suicidio, el hikikomorismo (aislamiento social autoimpuesto y con distintos grados de gravedad), y el karōshi (muerte por exceso de trabajo).

Consecuencias de las nuevas condiciones laborales

Salario y género

El estancamiento que los salarios han sufrido durante las últimas dos décadas es una de las circunstancias que enfrentan los jóvenes a la hora de buscar empleo y de planificar a mediano y largo plazo. Entre 2001 y 2019 el salario mensual promedio aumentó de 305.8 mil a 307.7 mil yenes (US$ 2.35 mil a US$ 2.36 mil)[17] (véase Cuadro 1). Se trata de un aumento de 0.62% en veinte años, pero visto desde una perspectiva de género, la situación resulta peor. Aunque en el mismo periodo el salario de las mujeres aumentó en un 11.39%, de 222.4 mil a 251 mil yenes (US$ 1.71 mil a US$ 1.93 mil), el salario de los hombres, en realidad, disminuyó de 340.7 mil a 338 mil yenes (US$ 2.62 mil a US$ 2.60 mil). El incremento salarial promedio de las mujeres explica el ligero aumento del promedio total, sin embargo, es importante notar que la brecha salarial entre hombres y mujeres es del 74.3%, es decir, el ingreso de las mujeres es 25.7% menor que el de los hombres[18]. Visto desde esta perspectiva, es posible argumentar que el incremento salarial de las mujeres —y por lo tanto el incremento general— no es en realidad un incremento, sino un tímido cierre de la brecha salarial entre hombres y mujeres. Más aún, se trata de un cierre a la baja, pues el salario de los hombres disminuyó 0.8%[19]. En el mismo periodo de tiempo, entonces, la brecha de género salarial se ha ido cerrando (aunque a la baja); pasó de 65.3% en 2001 a 74.3% en 2019[20]; si este ritmo se mantuviera, la brecha se cerraría en aproximadamente 35 años; pero hay que tomar en cuenta que este dato es solo un promedio, y que existen ocupaciones donde la diferencia salarial es mayor.

Además de la brecha salarial, las mujeres tienen que enfrentar otros obstáculos en el sitio de trabajo provocados por las expectativas de los roles de género arraigados en la cultura laboral. Por ejemplo, aún hoy hay casos en los que mujeres embarazadas son presionadas por sus empleadores para que renuncien a su trabajo. Para mujeres con hijos pequeños la situación también puede complicarse por la escasez de estancias infantiles y por el costo elevado que tienen estos servicios. Así pues, la maternidad se vuelve un obstáculo en la vida laboral de muchas jóvenes mujeres en Japón, aun cuando cuenten con el apoyo de su pareja, ya que en ocasiones el ingreso de uno solo puede no ser suficiente para satisfacer las necesidades de la familia. La situación empeora cuando ese ingreso, o parte de ese ingreso, es relativamente inestable (empleo bajo esquema irregular), o cuando la familia depende solo del ingreso de la mujer, como es en el caso de madres solteras.

Cuadro 1. Salarios de hombres y mujeres desde 2000 hasta 2019

Año

Todos

Hombres

Mujeres

Disparidad de género (hombres = 100)

Salario miles de yens (miles de USD)

Incremento respecto al año anterior

Salario (miles de yenes)

Incremento respecto al año anterior

Salario miles de yens (miles de USD)

Incremento respecto al año anterior

2000

305.8 (2.35)1.2340.71.2222.4 (1.71)0.865.3
2001302.6 (2.32)-1.0336.2-1.3223.6 (1.72)0.566.5
2002302.1 (2.32)-0.2335.5-0.2224.2 (1.72)0.366.8
2003301.6 (2.32)-0.2333.9-0.5225.6 (1.73)0.667.6
2004302.0 (2.32)0.1337.81.2222.5 (1.71)-1.465.9
2005301.8 (2.32)-0.1337.70.0222.6 (1.71)0.065.9
2006301.1 (2.31)-0.2336.7-0.3225.2 (1.73)1.266.9
2007299.1 (2.3)-0.7333.7-0.9226.1 (1.74)0.467.8
2008294.5 (2.26)-1.5326.8-2.1228.0 (1.75)0.869.8
2009296.2 (2.27)0.6328.30.5227.6 (1.75)-0.269.3
2010296.8 (2.28)0.2328.30.0231.9 (1.78)1.970.6
2011297.7 (2.29)0.3329.00.2233.1 (1.79)0.570.9
2012295.7 (2.27)-0.7326.0-0.9232.6 (1.79)-0.271.3
2013299.6 (2.3)1.3329.61.1238.0 (1.83)2.372.2
2014304.0 (2.33)1.5335.11.7242.0 (1.86)1.772.2
2015304.4 (2.34)0.0335.20.0244.6 (1.88)1.173.0
2016304.3 (2.34)0.1335.50.1246.1 (1.89)0.673.4
2017306.2 (2.35)0.6337.60.6247.5 (1.9)0.673.3
2018307.7 (2.36)0.5338.00.1251.0 (1.93)1.474.3
2019307.7 (2.36)0.6338.80.8251.8 (1.94)0.874.3

Fuente: Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar, Estadísticas de trabajo, 2020.

Con respecto a estas problemáticas, la actual administración del primer ministro Kishida Fumio (2021-) está tratando de impulsar el crecimiento de los salarios, por lo menos en el discurso, reconociendo la relación entre la precariedad del ingreso y muchos de los problemas que aquejan a la gente y a la economía. Esto representa un giro con respecto a las políticas que impulsaron sus antecesores. Sin embargo, esta visión aún enfrenta mucha oposición dentro del Partido Liberal Democrático (PLD), en especial de la facción del ahora difunto exprimer ministro Abe Shinzō.

Brechas entre regímenes de contratación

Al igual que en cuestiones de género, también existe una brecha sustancial entre trabajadores regulares e irregulares en tanto a ingresos y beneficios. En promedio, el ingreso mensual de una trabajadora bajo esquema regular es de 269.2 mil yenes (US$ 2.07 mil), mientras que el de una trabajadora en el régimen irregular es de 193.3 mil yenes (US$ 1.48 mil) (véase Tabla 2); un diferencial de 29.8%. Para el trabajador regular el ingreso promedio mensual es de 350.7 mil yenes (US $2.69 mil), cuando el del trabajador irregular es de 240.2 mil yenes (US $1.84 mil); una brecha de 33.2% (véase Cuadro 2). Estas diferencias las explican varios factores. Para los trabajadores irregulares, es común que la paga se establezca por hora, frecuentemente con referencia al salario mínimo y por lo tanto con menores incrementos salariales en el tiempo. Los periodos de contratación son definidos por lo que puede ser más difícil generar antigüedad en el empleo, recibir ascensos y obtener los beneficios correspondientes. Además, suelen no contar con días de descanso pagados, es decir que, si necesitan ausentarse del trabajo uno o varios días por enfermedad u otras causas, deberán prescindir de la paga correspondiente. Los trabajadores tipo haken (outsourcing), por ejemplo, son asignados para trabajar en alguna empresa y al terminar un proyecto —o en cualquier momento— pueden ser puestos en espera, sin contar con ingresos durante la transición de un trabajo a otro. Las prestaciones y el acceso a la seguridad social suelen ser más limitados y, en términos generales, estos trabajadores tienden a estar más expuestos a los riesgos laborales ligados al vaivén de la economía. En otras palabras, muchos trabajadores bajo estos esquemas son empleados como mano de obra barata y en cierto sentido, desechable, pues no representa un mayor costo para las empresas prescindir de sus servicios en cualquier momento. Estas condiciones exacerban la competencia por un número de puestos de trabajo regular cada vez menor[21]. Por ende, son cada vez más los trabajadores —tanto en sectores privados como públicos— que no tienen más opción que ajustarse a las condiciones que ofrece el esquema irregular. Como resultado de condiciones laborales tan diferenciadas, la brecha social entre unos y otros crece, al grado de requerir la adopción de términos como kachi-gumi (los ganadores) y make-gumi (los perdedores)[22]. Además, como expuso la socióloga Ueno Chizuko en su discurso de bienvenida a estudiantes de la Universidad de Tokio en 2019, “no se trata de una competencia justa, la diferencia entre quienes tienen más y quienes tienen menos es cada vez mayor”[23], y no se limita exclusivamente al ámbito laboral.

Cuadro 2. Salarios por género y por esquema de contratación

Capas de edades

Hombres

Mujeres

Régimen regular

Régimen irregular

Régimen regular

Régimen irregular

salario
miles de yens (miles de USD)

salario miles de yens (miles de USD)

disparidad entre regímenes (r. regular = 100)

salario
miles de yens (miles de USD)

salario miles de yens (miles de USD)

disparidad entre regímenes (r. regular = 100)

Promedio350.7
(2.7)
240.2 (1.85)66.8269.2 (2.07)193.3 (1.49)70.2
~19182.8 (1.41)188
(1.45)
94.6175.8 (1.35)158.4 (1.22)92.8
20~24217.3 (1.67)187.8 (1.44)85.6213.3 (1.64)179.7 (1.38)83.2
25~29256.2 (1.97)210
(1.62)
81.8239.5 (1.84)185.0 (1.42)79.1
30~34294.6 (2.26)222.6 (1.71)74.7258.1 (1.99)195.1
(1.5)
73.5
35~39334.7 (2.57)235.3 (1.81)67.4272.9
(2.1)
200.6 (1.54)71.7

Fuente: Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar, Estadísticas de trabajo, 2020.

Desde un punto de vista macroeconómico, las prácticas como el outsourcing benefician la competitividad de las empresas y traen algunas ventajas, como la ampliación de las opciones en el mercado laboral tanto para los trabajadores como para las empresas. Sin embargo, el grado de precariedad y de incertidumbre que pueden llegar a comportar las condiciones laborales de estos esquemas tiende a desincentivar el consumo, por ende, también se producen efectos negativos en la economía. Una pregunta que surge de esta reflexión es si existe la posibilidad de mantener las ventajas del trabajo flexible sin someter al trabajador a condiciones tan adversas.

Para ilustrar lo que sostiene este argumento con un ejemplo, tomemos el caso de un trabajador bajo régimen irregular, de outsourcing, con el salario mensual promedio de 240 mil yenes (US $1.84 mil) (véase Cuadro 2) y sin dependientes económicos. Después de impuestos, esta figura queda en aproximadamente 190 mil yenes (US $1.46 mil) mensuales. El gasto mensual apenas por encima de la línea de la pobreza es de aproximadamente 110 mil yenes (US $846) por mes. Esto incluye todos los gastos necesarios para la vida, es decir, alimentación, renta, servicios, transporte, educación, etcétera (aunque para alguien que vive en algún centro urbano como Tokio, este gasto es bastante austero). Aun así, una persona que se ajuste a vivir apenas por encima de la línea de pobreza, con este ingreso, podría ahorrar 80 mil yenes (US $615) al mes. Empero, introduciendo condiciones como la inestabilidad del régimen irregular, la situación pinta más complicada. La persona de nuestro ejemplo puede ahorrar 80 mil yenes (US $615) al mes solo mientras tiene trabajo, pero ¿qué pasa cuando la empresa de recursos humanos que lo contrató no le asigna un sitio de trabajo? En principio, el trabajador, aunque esté dispuesto a trabajar, no recibe remuneración alguna por el tiempo que está detenido, y tiene que vivir de sus ahorros. Si su ahorro es de 80 mil yenes (US $615) por mes y su gasto de 110 mil yenes (US $846), entonces tiene un déficit mensual de 30 mil yenes (US $231). En otras palabras, para vivir un mes de sus ahorros debe trabajar 1.37 meses; entonces podrá sobrevivir dos meses con el ahorro de tres meses, en caso de que por cualquier razón no le sea asignado trabajo.

La inestabilidad del ingreso bajo este régimen depende mucho del tipo de trabajo y de las condiciones generales de oferta y demanda de la economía. Cabe aclarar que, bajo las condiciones demográficas actuales en Japón, la mano de obra escasea y es relativamente fácil encontrar trabajo. Sin embargo, para el trabajador del ejemplo, dependiendo de su aversión al riesgo, puede ser difícil pensar en incrementar sus gastos considerando la posibilidad de quedarse sin ingresos por algún tiempo indefinido. Esta situación es mala tanto para el trabajador y sus expectativas como para la economía en su conjunto, pues desalienta el consumo en particular de bienes y servicios de alto valor agregado y mantiene al trabajador en una situación de gasto mínimo. Ahora, tomando como base las condiciones de este ejemplo, evidentemente la situación es mucho más complicada para trabajadores cuyos gastos son mayores que el mínimo para vivir sobre el nivel de pobreza, para quienes su sueldo es menor al promedio, o para quienes tienen más dependientes económicos; ni qué decir cuando se juntan más de una de estas condiciones.

Pobreza juvenil

¿Qué se considera pobreza en Japón? Para calcular el índice de pobreza, en Japón se utiliza la metodología establecida por la OCDE que se basa en definir una línea de pobreza a través de un ingreso mínimo. En 2018 la línea de pobreza relativa en Japón fue de 1.27 millones de yenes (US$ 9.76 mil) por año[24]. En otras palabras, se considera que una persona vive en condiciones de pobreza relativa cuando cuenta con un ingreso disponible[25] anual menor a dicha cantidad. En 2018 el porcentaje de la población bajo esta línea fue de 15.7%[26]. Este porcentaje corresponde a 19.7 millones de personas aproximadamente. Ahora, ¿qué significa ser relativamente pobre en Japón? En términos generales, implica un grado de carencias materiales y menor calidad de ciertos servicios a los que se tiene acceso, como la educación. Esto comporta la replicación generacional de la pobreza y el crecimiento de las disparidades sociales. En el tiempo, este fenómeno da lugar a la formación de un estrato pobre, con pocas posibilidades de movilidad social: una subclase.

El profesor de ciencias humanas, Hashimoto Kenji, define la subclase como un estrato que queda por debajo de las clases sociales que se reconocían en el Japón de la segunda mitad del siglo XX, cuando se utilizaba popularmente el término “los cien millones de clase media” (一億総中流) para denotar que todos los japoneses (en los años 1970) eran de clase media[27], aunque no fuera estrictamente así. Asimismo, la socióloga Miyamoto Michiko explica que cerca de la quinta parte de la población juvenil de Japón forma parte de esta subclase. Estos jóvenes suelen emplearse en el régimen irregular y, además del grado de inestabilidad que este tipo de trabajos puede comportar, es común que por circunstancias personales entren y salgan del mercado laboral por períodos prolongados, por lo que su ingreso es aún más inestable y tienen menos posibilidades de acceder a beneficios de la seguridad social, como el seguro de desempleo o el seguro médico[28].

Para tener una idea un poco más concreta de las implicaciones de la pobreza en un país como Japón, vale la pena hacer un ejercicio con los datos que presenta el último censo nacional de población sobre las condiciones básicas de vida, de 2019 y publicado en 2020. Una de las primeras circunstancias que resaltan es la desproporción de la pobreza en viviendas sostenidas por madres solteras. En 2019 es 644 mil el número de viviendas cuyo jefe de familia es una madre soltera[29]. El 35.1% de estas viviendas integra el primer quintil del ingreso, topado en 2.03 millones de yenes (US$ 15.615 mil) por vivienda al año. Tomando este ingreso para el ejemplo, el ingreso disponible después de descontar los impuestos aplicables (aproximadamente el 21%) es de 1.6 millones de yenes (US$ 12.3 mil) al año. Por tratarse de una vivienda cuyo jefe de familia es una madre soltera, es posible inferir que la vivienda se compone por lo menos de dos integrantes, la madre como proveedora y un dependiente económico. Por el método de raíz cuadrada, el ingreso anual disponible correspondiente a cada integrante de la vivienda es de 1.13 millones de yenes (US$ 8.69 mil), por debajo de la línea de pobreza (1.27 millones de yenes o US$ 9.76 mil). Es decir, por lo menos el 35% de las viviendas cuyo jefe de familia es una madre soltera vive en condiciones de pobreza relativa; i.e., por lo menos 225,400 madres solteras viven bajo estas condiciones (a menos que cuente con alguna otra fuente de ingreso). Evidentemente, si la cantidad de dependientes económicos es mayor, el ingreso disponible por persona disminuye, por consiguiente, no solo viviendas del primer quintil de ingreso cuyo jefe de familia es una madre soltera están sujetas a esta condición de pobreza relativa.

Ahora veamos esta situación desde otro enfoque. ¿Cuánto debe de ganar una madre soltera para estar por encima del umbral de la pobreza? Utilizando el mismo método (de raíz cuadrada), si en la familia hay un solo dependiente económico, el ingreso bruto familiar debe ser de aproximadamente 2.27 millones de yenes (US$ 17.46 mil) al año; si hay dos dependientes, 2.78 millones de yenes (US$ 21.38 mil) anuales; y con tres dependientes, 3.21 millones de yenes (US$ 24.69 mil). Si contrastamos estos cálculos con los salarios promedio por edades (Tabla 2), notamos que las mujeres dentro del rango de edades de 20 a 24 años con empleo bajo esquema regular tienen un salario promedio anual de 2.56 millones de yenes (US$ 19.69 mil), por lo que con un dependiente económico apenas quedan por encima de la pobreza relativa. En los siguientes rangos de edades (de 25 a 29 y de 30 a 34) y bajo las mismas condiciones laborales, el salario promedio es de 2.87 y 3.1 millones de yenes (US$ 23.84 mil) respectivamente, por lo que solo este ingreso les permitiría mantener hasta dos dependientes económicos apenas por encima de la pobreza. Ahora bien, si observamos los salarios promedio de las mujeres con empleos bajo régimen irregular, la situación es más complicada. En el rango de 20 a 39 años, los salarios promedio van de 2.1 a 2.4 millones de yenes (US $16.15 a 18.46 mil), por lo que, con un único ingreso, dependiendo del número de dependientes económicos, es muy probable que queden por debajo de la pobreza relativa.

Este ejercicio revela la fragilidad de una familia que depende del ingreso de una madre soltera (el caso de los padres solteros no resulta mucho mejor). Además, vale la pena recordar algunas de las circunstancias expuestas en secciones anteriores relativas a las vicisitudes que viven las mujeres en el trabajo. Lo complicado que es mantener un trabajo regular cuando se es responsable del cuidado de infantes u otros dependientes; las presiones que ejerce la cultura laboral, que castiga el embarazo; la disparidad salarial en términos de género; entre otras. El caso de los hombres no mejora demasiado cuando su ingreso depende de un trabajo relativamente inestable y tiene dependientes económicos. Por eso, es indispensable componer las fallas sistemáticas y dejar fuera los estereotipos de la toma de decisiones. Asimismo, son importantes las redes sociales de apoyo que pueden aliviar las condiciones económicas de estas familias. Por un lado, la familia suele ser un apoyo, aunque no sea así en todos los casos; por ende, la acción del Estado se vuelve un factor indispensable en este sentido, aunque también es un hecho que por diversos motivos los apoyos gubernamentales no siempre llegan a quienes lo necesitan.

Conclusiones

La precarización de las condiciones laborales en Japón ha tenido consecuencias directas en la vida de muchos jóvenes y en la economía del país. Las causas de esta tendencia pueden encontrarse, entre otros, en los siguientes factores: el desempeño económico de Japón; las políticas que buscan incrementar la productividad de las empresas a costa del ingreso y de las prestaciones de los trabajadores —en lugar de ir de la mano—, y las presiones y los estereotipos sociales que cada vez corresponden menos con las realidades actuales. La expresión más cruenta de esta tendencia se observa en la pobreza relativa que viven muchos jóvenes y en las condiciones de vida de una subclase social, síntoma de una sociedad que se divide entre los que tienen y los que no. Estos problemas repercuten en la economía del país, así como los problemas económicos de Japón influyen en las condiciones laborales de los jóvenes, lo cual da lugar a una espiral negativa de causas y efectos que se retroalimentan.

Así como en la década de 1990, en el momento actual y bajo las circunstancias que vivimos a comienzos de la década de 2020, estamos inmersos en discusiones de cambios de modelos económicos y políticos. Este capítulo argumenta que las reformas implementadas en el Japón de aquella época no necesariamente fueron las más adecuadas, desencadenaron problemáticas sociales de mayor complejidad, no cumplieron con el objetivo de reavivar la economía, ni de mejorar los estándares de vida de la gente. Por ende, es importante profundizar el entendimiento que tenemos de estos problemas en la actualidad, y aprovechar las lecciones de otros tiempos y de otros lugares, tomando en cuenta —naturalmente— las diferencias de cada contexto. De esta manera tendremos mejores posibilidades para discernir entre lo que sí puede funcionar y lo que no, y para proponer soluciones sensatas y acordes con las circunstancias presentes, y por supuesto, no cometer los mismos errores.

Preguntas guía

1. ¿A qué factores se les puede atribuir el estancamiento de los salarios en Japón?

2. ¿A qué factores se les puede atribuir los cambios de políticas laborales que se implementaron hacia el cambio de siglo?

3. Según este capítulo, ¿cuáles son las diferencias más relevantes entre las prácticas laborales de la posguerra y las del siglo XXI en Japón?

4. Según este capítulo, ¿cuál es la relación entre las condiciones laborales de los jóvenes trabajadores y la economía de Japón?

5. ¿Cómo caracterizarías la pobreza en Japón y qué diferencias destacarías con la pobreza en otros países (como México)?

Fuentes

Banxico. “Tipos de cambio”, en Banco de México, México, 2021. Consultado en https://bit.ly/40kUNF0.

Escalante, Fernando. Historia mínima del neoliberalismo, El Colegio de México, Ciudad de México, 2015, 235 pp.

Falck, Melba. “La respuesta de las multinacionales japonesas frente al estancamiento interno y el nuevo entorno internacional de la fragmentación de la producción”, en Uscanga Carlos, Villafañe Victor et al. Japón después de ser el número uno, Siglo XXI, Ciudad de México, 2015, 230 pp.

Hashimoto, Kenji. Underclass – La aparición de una nueva subclase, Chikuma Shinsho Tokio, 2018.

Kosugi, Reiko. Escape from Work: Freelancing Youth and the Challenge to Corporate Japan, Trans Pacific Press, Japón, 2018, 267 pp.

Kume, Ikuo. “Changing Relations Among the Government, Labor, and Business in Japan after the OilCrisis”, en International Organization, vol. 42, núm. 4, 1988, pp. 659- 687.

Miyamoto, Michiko. Los jóvenes que transitan a la subclase (Under Class) – Cómo reconstruir las garantías sociales, Akashi Shoten, Japón, 2021.

Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar. “Censo nacional de población sobre las condiciones básicas de vida”, en Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar, Japón, 2020. Consultado en https://bit.ly/3A6GFEH.

Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar. “Estadísticas estructurales del salario (2019)”, en Ministerio de Salud Trabajo y Bienestar, Japón, 2019. Consultado en https://bit.ly/40hTtCU.

Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar. “Estructura salarial en Japón”, en Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar, Japón, 2020. Consultado en https://bit.ly/3A7ypV5.

Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar. “Estadísticas de trabajo” en Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar, Japón, 2020. Consultado en https://bit.ly/41jMOcJ.

Tanaka, Michiko. “La juventud japonesa ante la crisis del neoliberalismo”, en Estudios de Asia y África, vol. 51, núm. 2, Ciudad de México, 2016, pp. 329-363.

Ueno, Chizuko. “Discurso de ceremonia de principio de ciclo”, en The University of Tokyo, 4 de abril de 2019. Consultado en https://www.u-tokyo.ac.jp/ja/about/president/b_message31_03.html.

Villaseñor, Fernando. “Mujeres trabajadoras en Japón: perspectivas institucionales, demográficas y jurídicas de la desigualdad laboral”, en Revista Interdisciplinaria de Estudios de Género, vol. 6, Ciudad de México, 2020, pp. 1-29.

Yukio Yanabe. 30 años de historia económica de Japón: de la bubruja a las Abenomics, Iwanami Shoten, Tokio, 2019.


  1. Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar (MSTB). “Estadísticas estructurales del salario (2019)”, en 厚生労働省大臣官房統計情報部, Japón, 2019. Consultado en https://www.mhlw.go.jp/toukei/itiran/roudou/chingin/kouzou/z2019/dl/01.pdf.
  2. Ikuo Kume. “Changing Relations Among the Government, Labor, and Business in Japan after the OilCrisis”, en International Organization, vol. 42, núm. 4, 1988.
  3. Idem.
  4. Yukio Yanabe. 30 años de historia económica de Japón: de la bubruja a las Abenomics, Iwanami Shoten, Tokio, 2019.
  5. Un caso representativo es el Reporte Maekawa.
  6. Este hito propició también el inicio de una política monetaria para evitar el fortalecimiento excesivo del yen frente al dólar.
  7. Melba Falck. “La respuesta de las multinacionales japonesas frente al estancamiento interno y el nuevo entorno internacional de la fragmentación de la producción”, en Carlos Uscanga, Víctor Villafañe et al. Japón después de ser el número uno, Siglo XXI, Ciudad de México, 2015.
  8. En enero de 1986 la tasa de interés pasó de 5% a 4.5%, y el BJ redujo varias veces la tasa hasta 2.5% en febrero de 1987, un mínimo histórico, donde se mantuvo hasta mayo de 1989 cuando subió a 3.2% y paulatinamente hasta 6% en agosto de 1990 (Yukio Yanabe, op. cit.).
  9. Yukio Yanabe, op. cit.
  10. Entre tales causas destacan las siguientes: (1) el Black Monday en octubre de 1987 (al que el Banco de la Reserva Federal respondió bajando las tasas de interés, lo que obligó al BJ a mantener bajas sus tasas para evitar un mayor encarecimiento del yen frente al dólar); (2) la introducción del impuesto al valor agregado (IVA) en Japón en abril de 1989 (que llevó al BJ a no elevar las tasas durante las vísperas y hasta la implementación del nuevo impuesto al consumo para evitar desincentivarlo).
  11. Reiko Kosugi. Escape from Work: Freelancing Youth and the Challenge to Corporate Japan, Trans Pacific Press, Japón, 2018.
  12. Ibid.
  13. Fernando Escalante. Historia mínima del neoliberalismo, El Colegio de México, Ciudad de México, 2015.
  14. Yukio Yanabe, op. cit.
  15. Fernando Escalante. Idem.
  16. Fernando Villaseñor. “Mujeres trabajadoras en Japón: perspectivas institucionales, demográficas y jurídicas de la desigualdad laboral”, en Revista Interdisciplinaria de Estudios de Género, vol. 6, Ciudad de México, 2020.
  17. El tipo de cambio tomado es de 130 yenes por dólar americano.
  18. MSTB. “Estructura salarial en Japón”, en Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar (MSTB) Japón, 2020. Consultado en https://www.mhlw.go.jp/toukei/itiran/roudou/chingin/kouzou/z2020/dl/01.pdf.
  19. MSTB. “Estadísticas de trabajo”, en Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar (MSTB) Japón, 2020. Consultado en https://www.mhlw.go.jp/toukei/itiran/roudou/chingin/kouzou/z2020/index.html.
  20. MSTB. “Estructura salarial en Japón”, op. cit.
  21. El número de trabajadores irregulares pasó del 20% en 1990 al 38% en 2018.
  22. Michiko Tanaka. “La juventud japonesa ante la crisis del neoliberalismo”, en Estudios de Asia y África, vol. 51, núm. 2, Ciudad de México, 2016.
  23. Ueno Chizuko. “Discurso de ceremonia de principio de ciclo”, en The University of Tokyo, Tokyo, 2019. Consultado en https://www.u-tokyo.ac.jp/ja/about/president/b_message31_03.html.
  24. Al tipo de cambio de ese año, aproximadamente 5.7 yenes por peso, se trata de alrededor de 222,000 pesos mexicanos por año (Banxico. “Tipos de cambio”, en Banco de México, México, 2021. Consultado en https://www.banxico.org.mx/tipcamb/main.do?page=tip&idioma=sp).
  25. El ingreso disponible es aquel que queda después de restar el costo de todos los impuestos aplicables.
  26. MSTB. “Censo nacional de población sobre las condiciones básicas de vida”, en Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar, Japón, 2020. Consultado en https://www.mhlw.go.jp/toukei/saikin/hw/k-tyosa/k-tyosa19/index.html.
  27. Hashimoto Kenji. Underclass – La aparición de una nueva subclase, Chikuma Shinsho, Tokio, 2018.
  28. Miyamoto Michiko. Los jóvenes que transitan a la subclase (Under Class) – Cómo reconstruir las garantías sociales, Akashi Shoten, Japón, 2021.
  29. MSTB, op. cit.


Deja un comentario