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10 Nuevos desafíos en el ámbito de la seguridad regional de Japón

Guillermo Olvera González

Introducción

Los retos a la seguridad regional de Japón son producto de las distintas transformaciones tecnológicas, geoeconómicas y geopolíticas en el orden regional y global del siglo XXI. El resurgimiento de China como potencia económica y militar y su desafío a la hegemonía estadounidense significa uno de los puntos más álgidos en la agenda japonesa, ya que involucra un replanteamiento en su paradigma pacifista y en consecuencia un reordenamiento en perfil estratégico del andamiaje institucional y jurídico del país; por lo tanto, una modificación de su doctrina defensiva. Este aspecto significa transformar la forma en que se entiende la cooperación con Estados Unidos, en su sentido estricto (estratégico-defensivo) y en su sentido amplio (la relación bilateral y el intercambio económico), de forma que a través de la relación sinérgica entre ambos actores se logre una mayor estabilidad en el equilibrio de poder regional.

En este escenario de transformación, hay que señalar que los aspectos geoeconómicos y geoestratégicos están relacionados con la superioridad tecnológica, el control o dominio de los espacios marítimos y aéreos y la convergencia de los diferendos territoriales existentes en la región, que para el caso japonés existen prácticamente con la totalidad de sus países vecinos: Rusia, China, Taiwán y las Coreas.

La incipiente rivalidad entre China y Estados Unidos por el papel preponderante en el Este de Asia y el Pacífico coloca a Japón en una posición especialmente compleja debido a la alianza defensiva que sostiene con el país norteamericano, lo que se refleja en el despliegue permanente de un número considerable de fuerzas militares en el archipiélago, que es el punto base de sus operaciones aeronavales en Asia-Pacífico.

En este sentido, Japón funciona como un Estado tapón que cierra el acceso de Rusia al Pacífico Norte y de China al Pacífico septentrional, lo que permite a Estados Unidos establecer un cinturón de seguridad que va dese el Golfo Pérsico al Océano Índico y al Pacífico.

Asimismo, la posición de Japón como la tercera mayor economía del mundo, según los datos del Banco Mundial, es un aspecto importante al considerar su papel como el principal aliado de Estados Unidos en la región, ya que su relación comercial posiciona al país insular como el cuarto socio comercial del país norteamericano[1].

Ahora bien, el camino que ha comenzado Japón al desarrollar capacidades de defensa propias que buscan fortalecer las aptitudes de sus Fuerzas de Autodefensa, principalmente en el rubro tecnológico a partir del desarrollo de materiales de guerra como drones, aviones no tripulados, aviones de combate de última generación, submarinos, portaaviones y misiles tierra-aire, ha impulsado su complejo militar-industrial ante la expectativa de un cambio en el orden jurídico y en la doctrina defensiva. La competencia y el desarrollo tecnológico en estos campos ha sido sobresaliente, especialmente ante la amenaza de las armas electrónicas y cibernéticas, que son cada vez más avanzadas.

En el presente capítulo se tratan algunos de los principales desafíos a la seguridad regional de Japón que han adquirido mayor relevancia. Para ello se consideran los cambios en cuanto a la política de seguridad nacional, el impulso del sector militar y los intentos de modificación o reinterpretación del ámbito jurídico. Los períodos más significativos considerados van desde el arribo del primer ministro Koizumi Junichirō (2001-2006) hasta el final del mandato de Abe Shinzō en 2020. Asimismo, se retoman los aspectos del equilibrio de poder regional y global, además de las estrategias para ello empleadas por Japón en el contexto del orden regional en el Este de Asia y del cambio de la polaridad internacional de Occidente hacia el Pacífico.

Los desafíos del escenario regional de Japón

Los desafíos que Japón debe hacer frente a su seguridad en el escenario internacional del siglo XXI se han diversificado de una manera significativa en los últimos años. El rápido desarrollo de economías asiáticas como la de China, la de Corea del Sur, la de Singapur o la de India han puesto el foco de atención en la transición de la polaridad internacional y conllevan un incremento en las rivalidades entre algunos de los actores de la región.

El resurgimiento de problemáticas territoriales no resueltas entre los países del Este de Asia son fuente de tensiones que amenazan la estabilidad del orden regional, y Japón no es la excepción. Diferendos territoriales como el de las islas Kuriles, Dokdo/Takeshima y las Senkaku/Diaoyu son asuntos que aún generan algunas fricciones entre Japón y los países vecinos[2].

A lo anterior hay que incorporar la actitud cada vez más desafiante de China por el predominio económico y político regional, lo que se materializa en un liderazgo más directo y ambicioso de Pekín[3]. La participación más robustecida de China en el escenario internacional y el desarrollo de grandes proyectos de índole geopolítico y geoeconómico, como el caso de la llamada “nueva ruta de la seda” y “el collar de perlas” (One Belt, One Road), han ampliado su alcance geoestratégico más allá de su tradicional área de influencia; de tal manera que dicho crecimiento económico se ve aparejado de un incremento sustancial de sus capacidades de poder militar[4].

La idea del fortalecimiento de las capacidades de poder, entre ellas la del poder militar, como un mecanismo de seguridad y disuasión en el ámbito de las relaciones internacionales, es un aspecto que para autores como John J. Mearsheimer (2001) son parte esencial de los reajustes en el equilibrio de poder entre los Estados; principalmente bajo el argumento de que los Estados que desarrollan mayores capacidades de poder o bien que se vuelven actores preponderantes en su ámbito regional son menos susceptibles de afrontar las consecuencias del conflicto o las amenazas de otros.

Es así que el refortalecimiento de las capacidades del poderío militar de China se plantea desde la lógica de sus necesidades estratégicas de seguridad y defensa, así como desde sus intereses regionales y globales[5]; en este sentido, cabe destacar el carácter talasopolítico[6] del reforzamiento de sus fuerzas armadas. De este modo, si China aspira a garantizar su seguridad y en especial la de las rutas marítimas de comercio internacional, que son la vía de entrada y salida de las mercancías y las materias primas y energéticos que requiere[7], resulta muy probable que continúe el camino de la expansión de sus capacidades de poder, tal y como ha venido sucediendo en las primeras décadas de este siglo[8].

Sin embargo, el avance del reposicionamiento geoestratégico y el incremento del poder militar y naval de China no han sido bien vistos por el poderío hegemónico estadounidense, que ha respondido con una política sistemática de contención al país asiático[9], así como con una serie de restricciones económicas y tecnológicas importantes. De igual manera, Estados Unidos ha estrechado su alianza estratégica con países como Japón, Corea del Sur, Australia, Nueva Zelanda e India, como parte de una estrategia denominada “un Indo-Pacífico libre y abierto[10], la cual se enfoca en fomentar la libre navegación y la preponderancia del país norteamericano y sus aliados en el corredor del Indo-Pacífico, además de funcionar como un cerco a las aspiraciones de China de poseer una mayor presencia o libertad de maniobra en la zona.

En esta misma línea, la situación de Japón reviste una especial particularidad debido a su condición insular, la cual lo obliga a considerar el planteamiento geoestratégico de los espacios marítimos con una mayor importancia. Lo anterior pone en evidencia la dependencia que tiene de las importaciones de alimentos, energéticos y otras materias primas esenciales para su sobrevivencia; el país insular importa más del 60% de sus alimentos[11] y cerca del 78% del petróleo que consume también viene del exterior[12], lo que en su mayoría llega a través de las rutas marítimas de comercio internacional por el corredor Indo-Pacífico y a lo largo del Océano Pacífico.

Ahora bien, otro aspecto relevante a considerar como una fuente de conflicto en la región es la disputa entre China y Taiwán, la cual se origina por las pretensiones del país comunista de controlar de manera definitiva a la isla, a la que considera como una provincia rebelde, mientras que esta última defiende su autonomía e independencia de manera tajante respaldada por Estados Unidos. Lo significativo de este problema es que en caso de un conflicto en el que se vea involucrado Estados Unidos puede llegar a arrastrar a Japón a intervenir, por derivación de lo estipulado en el Tratado de Cooperación y Seguridad Mutua entre Estados Unidos y Japón.

El respaldo irrestricto que Estados Unidos ha dado al gobierno taiwanés frente a las constantes amenazas de China de reincorporar a la isla por la vía de la fuerza han dado pie a que el principio de legítima defensa colectiva[13] establecido por Japón como parte del proceso de reinterpretación jurídica de la Constitución, y en específico del artículo 9[14], lleve a que en caso de un ataque armado que obligue a las fuerzas estadounidenses a intervenir se comprometa a que las Fuerzas de Autodefensa de Japón se incorporen de igual manera en la disputa.

Otra de las amenazas significativas para Japón en su entorno regional es el arsenal balístico y nuclear con el que cuenta Corea del Norte. Este pequeño país al norte de la península coreana significa todo un reto geoestratégico para la seguridad japonesa, ya que desde la década de 1950 el armisticio en la Guerra de Corea puso fin a los combates de hecho, pero no al conflicto de manera formal, por lo que existe el riesgo latente de que en cualquier momento se puedan reanudar las hostilidades, lo que involucra directamente a Corea del Sur y las fuerzas estadunidenses.

En este sentido, las amenazas de Corea del Norte se materializan a través de las constantes pruebas balísticas que realiza sobre el espacio aéreo japonés y zonas aledañas al archipiélago, y que son un recordatorio de la existencia de dicho riesgo; y a pesar de que las pruebas de armas nucleares de la nación asiática han sido limitadas, ya se han probado más de 6 detonaciones desde el año 2007[15]. Hay que señalar que en todo caso parece inevitable que ante un conflicto entre los actores involucrados se arrastre a Japón a la disputa.

En este sentido, los retos que afronta Japón en su escenario regional están fuertemente definidos por las cuestiones de seguridad relacionadas al papel de Estados Unidos y a la alianza que mantiene con este país, así como a los efectos del resurgimiento económico y militar de China y al natural reajuste de poder ante la rivalidad de estos dos actores por el papel prudente en el Este de Asia y el Pacífico.

También se debe tomar en cuenta la posición de Japón respecto al alineamiento de sus intereses con los de Estados Unidos y la persecución de acciones autónomas que le favorezcan frente a una relación mucho más dinámica y aparejada al acoplamiento económico con China[16]; es decir que en la descripción del escenario regional de Japón se debe contemplar la posición del archipiélago como un aliado irrestricto de Estados Unidos, pero también su capacidad de adaptación y respuesta frente al resurgimiento del país asiático como una potencia regional bastante considerable.

De esta forma, a la luz de los desafíos que enfrenta Japón en su panorama regional, resulta necesario considerar cómo les hace frente a partir de sus capacidades de poder y su andamiaje institucional.

La alianza nipo-estadounidense en Asia-Pacífico

El diseño de la seguridad nacional de Japón emanado de las restricciones de ordenamiento jurídico constitucional pacifista instaurado en 1948, así como la prevalencia de la Doctrina Yoshida[17], fijaron la postura japonesa imperante a lo largo de la Guerra Fría[18]; sin embargo, este modelo ha mostrado ser cada vez más ineficaz e insostenible frente a los desafíos del siglo XXI y en especial ante la creciente rivalidad económica y militar entre China y Estados Unidos.

En este contexto, el planteamiento central que sostiene la alianza estratégica entre Japón y Estados Unidos se encuentra en el tratado firmado entre ambos países, en el cual se establece el compromiso estadounidense de garantizar la seguridad internacional del país insular sobre la base de una cooperación casi irrestricta respecto de los intereses de la potencia norteamericana en la región, incluido el establecimiento de bases militares en diferentes puntos de su territorio. Esto fue aceptado ampliamente por Japón a partir de los beneficios económicos que rindió el tener una garantía de seguridad estable y la existencia de pocas amenazas regionales para el país insular.

Sin embargo, el término de la Guerra Fría y el fin del mundo bipolar trajo como consecuencia la atomización del poder internacional en el ámbito regional del Este de Asia, lo que dio paso a un sistema multipolar en el que diversos actores, como Rusia, China, Taiwán, Corea del Sur y Corea del Norte, han experimentado un aumento sustancial en su papel como partícipes de la política regional, siempre en constante relación con la presencia de la potencia estadounidense y sus intereses en la zona.

Ahora bien, el desafío que supone para el orden regional el rápido crecimiento económico de China y el incremento de sus capacidades militares implica un desajuste significativo en el equilibrio de poder, lo que en consecuencia desata una serie de procesos de contrabalanceo por medio de las estrategias geopolíticas de hegemón norteamericano. Así, en este ajuste estratégico Japón tiene un papel central en el cinturón de contención a lo largo del corredor Indo-Pacífico y del Océano Pacífico, ya que la extensión del archipiélago japonés se interpone directamente en la salida de China a las rutas de navegación y a las aguas profundas del Pacífico Norte y de la región meridional.

Es decir que Japón es sin lugar a duda un punto geoestratégico privilegiado para las fuerzas estadounidenses por su localización, desde donde pueden desplegarse por vía aérea o marítima a toda la costa oriental de Asia y gran parte de Oceanía. Además de la importancia que el archipiélago japonés significa para el despliegue y estación de sus fuerzas navales, lo que se observa con el establecimiento de la séptima flota con sede en Yokosuka.

Las presiones estadounidenses que buscan involucrar a Japón en una postura más activa en cuanto al mantenimiento de su propia defensa y el incremento de su participación en las tareas de seguridad regional son cada vez mayores, toda vez que los costos de estas actividades son una carga que pesa en mayor medida sobre los estadounidenses, por lo que pretenden equilibrarla y al mismo tiempo conformar una asistencia mucho más fuerte en la relación de seguridad entre ambos países.

En ese contexto, la iniciativa de “un Indo-Pacífico libre y abierto” se ha impuesto como un mecanismo de contención frente al planteamiento chino de la “Nueva Ruta de la Seda y Collar de Perlas”. Esta última es una extensa ruta marítima compuesta de una cadena de puertos concesionados o abiertos al país asiático que pueden ser reconvertidos o utilizados, en caso de ser necesario, en puestos navales militares a lo largo de las costas de África, el Océano Índico y el corredor Indo-Pacífico.

El cinturón de seguridad se conforma a partir del pliegue de varios países de África, Asia y Oceanía a la estrategia estadounidense, que la diplomacia japonesa ha impulsado de manera consistente. Esto se refleja en la promoción que el Ministerio de Asuntos Exteriores de Japón ha hecho de la iniciativa de “un Indo-Pacífico libre y abierto”, que convirtió en uno de sus pilares en materia de seguridad en la región, incluida la Asociación de Naciones del Sudeste de Asia (ASEAN por sus siglas en inglés)[19].

Conforme Estados Unidos va ajustando su estratagema en el equilibrio de poder en el Este de Asia y el corredor Indo-Pacífico, la cooperación japonesa y estadounidense se puede tornar mucho más activa al tener como núcleo el mantenimiento de la seguridad regional y el fortalecimiento de la seguridad de Japón frente a un entorno más adverso, especialmente en el ámbito militar; la finalidad es sin lugar a duda la construcción de un contrapeso al creciente poder de China, lo que incluso puede involucrar a otros países que se encuentran en la órbita de influencia norteamericana, como puede ser Corea del Sur o Taiwán. Esto permite la conformación de un bloque o un sistema regional de alianzas más allá de los casos particulares de Japón o Corea, en los que Estados Unidos ya tiene un despliegue de fuerzas considerable.

El aumento de las capacidades de poder militar de Japón

Uno de los aspectos más significativos a la hora de analizar las capacidades del poder militar de Japón es el de las restricciones al sostenimiento de fuerzas de aire, mar y tierra que se establecen en la Constitución, y que en la práctica han sido sorteadas por medio de la reinterpretación del concepto de autodefensa, lo que se traduce en la existencia de un cuerpo “policiaco” cuyas características son absolutamente equiparables a las de un ejército moderno.

De esta manera, las denominadas Fuerzas de Autodefensa de Japón tienen las capacidades de un ejército nacional que cuenta con las tres ramas: terrestre, aérea y naval, además de un equipamiento moderno y entrenamiento considerable. Según datos del Banco Mundial, Japón pasó de un gasto militar de 0.93% en 2019 a 0.99% del Producto Interno Bruto (PIB) en 2020; lo que se traduce en una inversión de cerca de $49.1 mil millones de dólares[20].

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Fuente: Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI). “SIPRI Military Expenditure Database 2020”, en SIPRI, 2020.

El desarrollo militar de Japón en la última década se ha vuelto significativo en la medida en que ha incorporado dispositivos de última generación, incluidos dos portaaviones (JS Izumo y JS Kaga) de despegue vertical[21], la botadura de nuevos submarinos de clase Soryu y el desarrollo de su propio caza de 6ª generación, el Mitsubishi F-X[22]. La relevancia del desarrollo propio de estas tecnologías militares se encuentra en que por varias décadas Japón había dependido de la adquisición de estos materiales directamente de su aliado estadounidense, como en el caso de 105 aviones furtivos F-35, por un monto estimado de 23.110 millones de dólares[23].

De igual modo, el Ministerio de Defensa ha señalado que los objetivos de seguridad de Japón se concentran en hacer frente a los retos en el terreno económico, político y militar, especialmente ante la creciente amenaza de una carrera armamentista en la región y la construcción de un marco de cooperación en materia de seguridad en conjunto con sus aliados[24]. Se advierte entonces que el interés de Japón por desarrollar y mantener una fuerte y efectiva capacidad de autodefensa no es menor, y que en consecuencia el aumento en el gasto militar responde a la necesidad de continuar expandiendo sus capacidades de poder.

La guerra electrónica y la ciberseguridad

Ahora bien, en el contexto del desarrollo de nuevas capacidades militares de Japón, sobresale el campo de la guerra electrónica y la ciberseguridad, las cuales han adquirido un papel especial en los últimos años por estar estrechamente relacionadas con los avances en las tecnologías de la información y la comunicación.

En el Libro Blanco de 2021 editado por el Ministerio de Defensa de Japón, se destacan los rubros de la guerra electrónica y la ciberseguridad debido al peligro que representan los avances de uso militar de estas tecnologías. Para Japón los escenarios de ciberguerra y el ciberterrorismo son cada vez más reales, y los ciberataques perpetrados por hackers en contra de instituciones gubernamentales y empresas son cada vez más constantes, y una seria amenaza por las implicaciones que supone la capacidad de neutralizar las redes de comunicación, el sistema financiero o la infraestructura electrónica del país; además del robo de información y el uso de programas malignos en las redes de uso civil y militar. Asimismo, el desarrollo de nuevas armas en el campo de la guerra electrónica, como los pulsos electromagnéticos o los dispositivos de perturbación electrónica, enfocados en reducir el uso del enemigo de dispositivos o sistemas electrónicos han alcanzado un perfeccionamiento significativo.

Además, la incorporación de aviones no tripulados y enjambres de drones han empezado a proliferar en el uso militar, de grupos terroristas y de la delincuencia organizada, por lo que este tema ha pasado a ser prioritario para la defensa japonesa. China está liderando actualmente el desarrollo tecnológico de drones, en el que la empresa DJI tiene cerca del 70% del mercado mundial[25].

Por tal motivo, Japón busca desarrollar aviones no tripulados propios equipados con inteligencia artificial para apoyar sus operaciones defensivas en el espacio aéreo, específicamente, para detectar aviones de combate y misiles enemigos con anticipación, lanzar misiles, realizar ataques electrónicos y actuar como señuelo para los misiles enemigos[26]. Además, la tecnología de drones también ayudaría a cubrir el déficit de recursos humanos, ya que Japón se enfrenta a una tasa de natalidad rápidamente en descenso, lo que ocasiona que su población en edad productiva haya disminuido de forma constante desde 1995. En consecuencia las Fuerzas de Autodefensa se enfrentan a una tasa de ocupación del personal alistado de rango más bajo de solo el 77%, lo que irá empeorando gradualmente de no haber cambios en el futuro[27].

En el ámbito de la ciberdefensa, Japón desarrolla unidades especiales de las Fuerzas de Autodefensa enfocadas en combatir ciberataques y prevenir operaciones hostiles, además de un centro de comando de defensa especializado. Las capacidades en ciberdefensa de Japón fueron evaluadas como “Nivel Tres”, lo que representa la escala más baja de tres grados, por el International Institute for Strategic Studies del Reino Unido en un informe de 2021[28].

De manera adicional, Estados Unidos ha anunciado que ampliará su paraguas de ciberdefensa en conjunto con Japón, con el fin de apoyar en la disuasión de ciberataques contra bases militares e infraestructuras estratégicas, en el marco del Grupo de Trabajo en Política de Ciberdefensa estadounidense-japonés (CDPWG, por sus siglas en inglés) establecido en 2013[29]. De tal forma que la cooperación en materia de ciberseguridad es un asunto clave para el futuro de la alianza nipo-estadounidense a partir de una serie de directrices que buscan integrar también sistemas de defensa de misiles balísticos y dispositivos armamentísticos de neutralización electrónica[30].

Conclusiones

La forma en que Japón afronta los retos a su seguridad regional a partir de la transformación del paradigma tradicional pacifista implica modificar la manera en que ha funcionado su alianza estratégica con Estados Unidos, es decir que requiere, de una forma u otra, aceptar que el panorama regional se ha vuelto más adverso y hostil a partir de la rivalidad sinoestadounidense y el fortalecimiento de otros actores en el Este de Asia.

La postura de Japón ha estado supeditada irremediablemente a los intereses estadounidenses a cambio de la garantía a su seguridad internacional; sin embargo, el cambio en las directrices de defensa y seguridad abren la posibilidad de desarrollar nuevas formas de cooperación con su aliado norteamericano, así como la oportunidad de implementar mecanismos de contrabalance ante las amenazas que significan el resurgimiento económico y militar de China.

De igual modo, el impulso de estrategias enfocadas al desarrollo propio de tecnología militar, con el fin de ampliar sus capacidades de defensa aeroespaciales y navales, además de su fortalecimiento en campos novedosos como el de la guerra cibernética y electrónica, permite a Japón establecer una posición defensiva más sostenible a mediano plazo y en conjunto con su alianza con Estados Unidos posibilita mantener el equilibrio de poder regional.

Además de subsanar las exigencias que su aliado le ha hecho en cuanto al involucramiento más activo en las tareas de seguridad regional, en especial en el corredor Indo-Pacífico y su participación en otros escenarios del contexto global para el mantenimiento de la paz.

El surgimiento del nuevo paradigma en la seguridad regional japonesa se construye a partir de la transformación de su escenario regional y de las características de su alianza militar con Estados Unidos, así como con la aparición de nuevas amenazas conforme se agudice el estado de tensión en la rivalidad por la hegemonía regional. De este modo, la necesidad de desarrollar sus capacidades de poder militar, así como la integración de nuevas tecnologías con el objetivo de disminuir la enorme dependencia que tiene de su aliado estadounidense, es un objetivo que a lo largo de los últimos años se ha reforzado, a pesar de las limitaciones jurídicas y del rechazo de algunos sectores sociales que pugnan por mantener el carácter pacífico de Japón.

Sin embargo, frente al fortalecimiento del poderío militar de China, el rápido crecimiento económico y tecnológico de Corea del Sur y el desarrollo del programa nuclear norcoreano, Japón debe encarar nuevas formas de mantener su posición privilegiada entre el conjunto de los países de la región y sobre todo saber conjugar los beneficios de su alianza con Estados Unidos hacia el futuro.

Por último, ante el fin del período de Abe Shinzō, que duró en el cargo desde 2012 hasta 2020, y con la llegada de nuevos líderes del Partido Liberal Democrático, habrá que considerar si las políticas nacionalistas y militaristas de Japón se desarrollan en el marco de sus objetivos de seguridad regional y en el contexto de los intereses estadounidenses en Asia del Este y el Pacífico en el siglo XXI.

Preguntas guía

1. ¿Cuáles son algunos de los nuevos desafíos que afronta la seguridad nacional de Japón en el siglo XXI?

2. ¿Por qué Japón está buscando alternativas para el desarrollo de sus capacidades de poder?

3. ¿Cómo es qué el resurgimiento de China y el auge de nuevas potencias regionales conlleva un reajuste en el enfoque de seguridad nacional de Japón?

4. ¿Qué papel desempeña la alianza nipoestadounidense en el escenario geopolítico y geoestratégico en el contexto del resurgimiento económico y militar de China?

5. ¿Qué importancia tienen en este panorama las nuevas tecnologías en la ciberguerra y guerra electrónica para el futuro de la seguridad de Japón?

Fuentes

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  4. Henry Kissinger. Orden mundial: reflexiones sobre el carácter de las naciones y el curso de la historia, Penguin Random House, Barcelona, 2016.
  5. Roberto Hernández. “China y su política de seguridad nacional: ¿hacia una nueva carrera armamentista?”, en Alberto Lozano y Abelardo Rodríguez. Seguridad y asuntos internacionales, de México, Siglo Veintiuno, México, 2020.
  6. La talasopolítica es el enfoque de la geopolítica que se aplica al ámbito marítimo.
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  13. Este principio opera bajo la lógica de permitir operaciones de combate en Japón o áreas cercanas de Japón y que involucren a sus aliados. El debate se centra en determinar qué significan esas “áreas cercanas”.
  14. El artículo 9 de la Constitución versa sobre la prohibición del uso de la fuerza y la guerra, así como el sostenimiento de fuerzas armadas o potencial bélico por parte del Estado japonés.
  15. BBC Mundo. “Qué ha logrado Corea del Norte con sus 6 pruebas nucleares y cómo escaló la tensión con otros países”, en BBC, 4 de septiembre de 2017. Consultado en www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-41141465.
  16. Ryo Sahashi. “Japan’s strategy amid US–China confrontation”, en China International Strategy Review, vol. 2, 2020, pp. 232-245.
  17. La Doctrina Yoshida es un planteamiento estratégico adoptado por el primer ministro Shigeru Yoshida a partir de 1951, enfocado en priorizar la dimensión económica del desarrollo de Japón a partir de la cooperación irrestricta en materia de seguridad con Estados Unidos.
  18. Ulises Granados. “Japón y su respuesta a los retos a la seguridad regional en Asia del Este”, en Alberto Lozano y Abelardo Rodríguez. Seguridad y asuntos internacionales, México: AMEI; Siglo veintiuno, México, 2020, pp. 1023-1034.
  19. John Lee. The “Free and Open Indo-Pacific” and Implications for ASEAN, Cambridge University Press; ISEAS-Yusof Ishak Institute, Reino Unido, 2018.
  20. Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI). “SIPRI Military Expenditure Database 2020”, en SIPRI, 2020. Consultado en https://www.sipri.org/databases/milex.
  21. Kosuke Takahashi. “Japan Approves Record Defense Budget for Fiscal Year 2022”, en The Diplomat, 27 de diciembre de 2021. Consultado en https://bit.ly/3KPPFEM.
  22. Ignacio García-Galán. “Nuevos colmillos para Japón. Portaviones Clase Izumo, carros Tipo-10 y submarinos silenciosos. ¿Las caras visibles de la nueva ‘carrera armamentística’ nipona?”, en Instituto Español de Estudios Estratégicos, España 2019. Consultado en www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_opinion/2019/DIEEEO07_2019IGNGAR-Japon.pdf.
  23. Deutsche Welle. “Japón comprará 105 aviones de combate F-35 estadounidenses”, en Deutsche Welle, 10 de julio de 2020. Consultado en https://bit.ly/3y75yPS.
  24. Ministry of Defense of Japan. “Ministry of Defense”, en Ministry of Defense of Japan, 13 de julio de 2021. Consultado en https://bit.ly/3MRczg8.
  25. Tsuyoshi Minami. “Japan needs a better military drone strategy”, en East Asia Forum, 20 de agosto de 2021. Consultado en www.eastasiaforum.org/2021/08/20/japan-needs-a-better-military-drone-strategy/.
  26. Nippon.com. “Japan to Develop Unmanned Aircraft to Aid F-2 Successor”, en Nippon Communications Foundation, 11 de agosto de 2021. Consultado en https://www.nippon.com/en/news/yjj2021081100865/.
  27. Tsuyoshi Minami, op. cit.
  28. James Lewis. “Cybersecurity in Japan”, en Institute for Strategic Studies, 2022. Consultado en www.csis.org/node/57373.
  29. Tim Kelly. “Estados Unidos extiende a Japón su paraguas de ciberdefensa”, en Reuters, 31 de mayo de 2015. Consultado en https://www.reuters.com/.
  30. Estos se refieren a dispositivos que utilizan radiación, rerradiación, alteración, absorción o reflexión de energía electromagnética con intención de desorientar o neutralizar al enemigo.


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