Jorge Raúl Suárez Campero
Introducción
El 9 de marzo de 2022, se realizaron las vigésimas elecciones presidenciales de la República de Corea, que fueron las más disputadas en su historia, pues la diferencia entre el candidato ganador, Yoon Seok-yeol (conservador), y el perdedor, Lee Jae-myung (progresista), fue de aproximadamente 0.07% de los votos totales. Gran parte de los comentarios de especialistas políticos resaltó la marcada división política entre dos polos: el conservador y el progresista.
Anteriormente, la academia concentraba las explicaciones de las diferencias electorales de la política surcoreana en virtud del regionalismo, faccionalismo o personalización de la política. Se pasaban de largo las diferencias ideológicas. Como muestra de su desestimación, se puede citar, por ejemplo, el trabajo de Louis Hayes, donde afirma que a pesar de que existan dos partidos políticos principales, ninguno tiene como núcleo la identidad de clase, valores sociales o la ideología. De acuerdo con este autor, la hostilidad entre los dos polos se debe a rencillas históricas entre los gobiernos autoritarios y opositores prodemocracia, las cuales delinean las relaciones entre partidos, sobre todo por la herencia confuciana que evita las negociaciones y acuerdos entre los actores[1].
Sin embargo, los fenómenos contemporáneos han demostrado que esas explicaciones han quedado rebasadas. Si bien el regionalismo y faccionalismo tuvieron peso en las elecciones presidenciales de 2022, las diferencias político-ideológicas determinaron la intención de voto de una gran parte del electorado. Por ejemplo, son claras las preferencias generacionales —gran parte de los mayores de sesenta años votaron por los conservadores, en contraste con un nutrido porcentaje de mayores de cuarenta que optaron por los progresistas— y fueron aún más marcadas las diferencias por género en los menores de treinta —la mayoría de las mujeres votó por el candidato progresista y los hombres por el conservador—.
Estas escisiones obedecen a perfiles ideológicos distintos de los candidatos que no solo se evidencian en los discursos políticos, sino que también se materializan en contrastantes propuestas políticas, económicas, de política exterior y hacia Corea del Norte. Estos proyectos políticos diferenciados han generado una repetida alternancia política[2] sobre todo a partir de la democratización (de 1988 en adelante).
No obstante la relativa contemporaneidad del fenómeno, este capítulo propone estudiar las corrientes políticas desde una perspectiva histórica. Al respecto de este enfoque, Alfredo Romero sostiene que para estudiar los fenómenos propios del mundo globalizado se requiere comprender los procesos que han consolidado esas sociedades[3].
En consecuencia, para poder vislumbrar de mejor manera las posiciones del conservadurismo y progresismo contemporáneos, así como cuestionar los argumentos que esgrimen que las posiciones ideológicas en Corea del Sur no existen o no son relevantes en la política, se considera necesario analizar la trayectoria de las ideologías a través de la sociedad coreana premoderna, la ocupación japonesa, la etapa autoritaria y el periodo de democratización.
Referente a la metodología, este capítulo es de enfoque cualitativo de tipo documental. Se utilizaron fuentes secundarias, sobre todo libros y artículos académicos de corte histórico, así como de análisis político surcoreano. El alcance de la investigación es descriptivo, en tanto se especifican históricamente las características del conservadurismo y progresismo en el sistema político surcoreano.
Así, este capítulo cuenta con seis apartados. En el primero se discutirán perspectivas conceptuales sobre el conservadurismo y el progresismo en Corea del Sur. Después, se revisarán las bases históricas y culturales de la Corea premoderna que influencian las posiciones políticas. El tercero se concentrará en el encuentro del sistema tradicional con las presiones externas. Posteriormente, se estudiará el proceso de división de Corea y el periodo autoritario. El quinto discutirá la división ideológica de la democratización de 1988 a 2022. El sexto es un breve apartado que analiza algunos aspectos de las elecciones presidenciales de 2022.
Precisiones conceptuales
El conservadurismo y el progresismo son ideologías que abanderan proyectos políticos o económicos contrapuestos. Esto se debe a que parten de presupuestos filosóficos distintos, provenientes del pensamiento y experiencia históricos europeos. A esto, Seong-jun Park afirma que los conservadores y progresistas surcoreanos no son sucesores directos de sus pares “occidentales”, pero pueden encontrarse elementos comunes.
Por un lado, ambas visiones conservadoras desconfían de la naturaleza humana, a la que consideran irracional e impulsiva. Esas limitaciones impiden comprender y controlar el mundo. Para evitar caer en el caos, se debe preservar el orden social existente, por medio de las instituciones respaldadas por la autoridad o el poder. Estas características llevan a los conservadores a promover las élites, consideradas responsables de preservar la herencia y tradiciones, como contrapeso de las masas pasionales y desestabilizadoras. Por otro lado, las tradiciones progresistas confían en la ilimitada racionalidad humana que permite comprender y transformar la estructura social con el objetivo de conformar un mundo guiado por ideales de democracia, igualdad, libertad y justicia social. Para ellos, esos ideales son fines en sí mismos a los que el orden y autoridad se subordinan. Así, para los progresistas la participación popular en un plano de igualdad es esencial[4].
Estos principios van de la mano con los conceptos sino-coreanos que representan estas posiciones ideológicas. Los conceptos “conservadurismo” (보수주의) y “progresismo” (진보주의) en coreano comparten una palabra común (주의), la cual significa doctrina o ideología. Donde se diferencian es en los primeros dos fonemas. 보수 (pronunciado bosu) provienen de caracteres chinos (保守) que significan proteger-mantener. En contraste, 진보 (pronunciado llinbu) corresponde a los caracteres 進步, que significan avanzar-caminar.
Así, es clara la referencia del conservadurismo a mantener el orden y las estructuras sociales existentes, en contraste con el progresismo que aspira a transformarlas; sin embargo, no debe de tomarse esta apreciación tan simple y directamente. Si así se hiciese, sería difícil comprender que gobiernos conservadores de corte autoritario-militar transformaran completamente la realidad económica y social de Corea del Sur de 1961 a 1988.
Para comprender esto de mejor manera, se considera oportuno revisar las ideas de Kang Jung-in. Primeramente, él sugiere entender el conservadurismo y el progresismo como ideologías posicionales, es decir que las ideas que un grupo político tenga son percibidas conservadoras o progresistas con respecto a las ideas del otro grupo, esto es, con base en la interacción que tiene una con la otra[5]. Además, este autor señala que es indispensable considerar el desarrollo histórico de las sociedades así como el tiempo histórico mundial para determinar si una ideología es conservadora o progresista[6].
Considerando esto, podemos afirmar que las identidades conservadoras y progresistas no son fijas, es decir, van cambiando con respecto al significado que los sujetos les otorguen, influenciados por el contexto local y mundial en que se encuentren. Por ello, ser conservador o progresista en la Corea premoderna no ha significado lo mismo que en el periodo autoritario o en la etapa democrática. De ahí que este trabajo proponga que las ideologías políticas, por sí solas, en Corea del Sur no determinaron identidades de los grupos políticos ni delinearon acciones, sino que los actores por medio de sus relaciones intersubjetivas —compenetradas de las condiciones sociales de su tiempo— dotaron de sentido a las ideologías y ejecutaron acciones políticas bajo esa lógica.
Para advertir de mejor manera este proceso social, se revisarán diversos momentos históricos de la península coreana hasta la contemporaneidad, resaltando los cambios, pero también indagando las continuidades.
Las bases históricas y culturales
Es común pensar en conservadurismo cuando se habla del reino de Choson[7], pero desde la perspectiva de este capítulo, ese juicio debe evaluarse con ciertas reservas. Para discutir este punto, se requiere puntualizar algunos aspectos de su sociedad.
La élite que impulsó al clan Yi para la formación de este reino practicaba una doctrina neoconfuciana, la cual se distinguía por su rechazo, casi al punto de intolerancia, de otro tipo de conocimientos que no provinieran de la tradición sino-confuciana[8]. Desde el principio de Choson se impulsó una transformación del aparato político y burocrático, así como una rígida estratificación social. La jerarquía fue el principio que ordenó el vínculo entre gobernante y gobernados, la cual se basaba en el cumplimiento de una red recíproca de deberes y obligaciones[9]. El núcleo de esa red se basaba en un modelo ideal de relaciones familiares —donde los padres otorgaban protección a los hijos a cambio de obediencia—, mismo que se generalizaba en el ámbito estatal (rey-súbditos) e internacional (emperador chino-rey coreano).
El orden que estableció la élite Yi puede entenderse como sistema agrario- burocrático[10]. Lo burocrático obedece a una estructura típica del sistema confuciano: había un gobierno centralizado que administraba el país por medio de una burocracia civil seleccionada por exámenes. Lo que distinguió al sistema de Choson de otras sociedades confucianas era que la burocracia provenía exclusivamente de un estrato terrateniente denominado yangban; es decir, en términos concretos, solo los hijos de familias aristocráticas tenían posibilidad de concursar y obtener puestos en la administración central, hecho que perpetuaba a esta reducida clase en posiciones de poder político y económico.
Por lo anteriormente expuesto, podría afirmarse que Choson era una sociedad renuente al cambio, jerárquica, estratificada y elitista, características que podrían incluirla dentro de la tradición conservadora. A pesar de esto, se sugiere considerar este fenómeno, como Kang Jung-in propone, en el tiempo histórico local y mundial (regional) de Choson.
En contraste con Europa —donde el progresismo se inspiró en ideales liberales que pretendieron revolucionar el viejo régimen y el conservadurismo resistió o frenó ese cambio—, en Asia, al menos hasta el siglo XIX, no existió ningún proyecto que tensionara el orden confuciano. Asimismo, la interpretación asiática de la historia no estaba influenciada por el positivismo, que establece una progresión lineal de estadios de desarrollo social. En contraste, la historia en el orden confuciano se percibía a través del ciclo dinástico, en donde los cambios tenían una lógica moral; cuando la virtud de los gobernantes y su administración decaía, perdían el mandato celestial, hasta que otro líder más virtuoso fundara una nueva dinastía[11]. En pocas palabras, se entendía como una historia cíclica no lineal, donde los preceptos morales confucianos preservaban la armonía del sistema frente a las corrupciones de este, no frente a una ideología contrapuesta.
En Choson, hasta el siglo XVII, a raíz de las invasiones japonesa y manchú, surgió una visión que contrastó con la ideología del grupo político dominante. Se trató del movimiento intelectual confuciano llamado Sirhak (conocimiento práctico). Influenciados por la vulnerabilidad de su país —especialmente después de las agresiones externas mencionadas y ante un gobierno torpe e indiferente de los problemas del reino— estos estudiosos impulsaron reformas que buscaran un mayor bienestar de su nación y su gente[12].
En contraste con la ortodoxia neoconfuciana de la mayoría de la élite, los Sirhak consideraban que todas las ideas y prácticas debían valorarse con base en su utilidad práctica, por tanto, otras fuentes de conocimiento, no solo las tradicionales (chinas), debían considerarse para resolver los diversos problemas de su sociedad —administración, justicia, estructura del Estado, agrarios, comerciales—, etcétera[13].
Si bien gran parte de estas ideas generaron debates en el seno de la élite confuciana, produjeron pocos cambios sustanciales en la estructura agrario-burocrática de Choson, cuyo gobierno prefirió una política de reclusión frente al contacto e influencias extranjeras, salvo de China y Japón. Ello se debió en gran medida a la posición de la mayoría de la élite, que se oponía a cualquier tipo de reforma que atentara contra sus privilegios de clase y su control político. También obedeció a que el movimiento Sirhak se impulsó como una reforma al sistema dentro de los límites de la tradición confuciana, no como una transformación radical.
A pesar de los problemas, el sistema agrario-burocrático fue relativamente estable y permitió un gobierno unificado de la península por más de 500 años, el cual respondió, hasta cierto punto, a los problemas internos. El orden flaqueó ante algunas invasiones, pero mostró su vulnerabilidad e incapacidad de respuesta ante los desafíos externos del siglo XIX[14].
Como se revisó, desde una perspectiva que considera los tiempos históricos locales y mundiales, es difícil afirmar que existió un conservadurismo —mucho menos progresismo— en la península coreana desde la dinastía Choson. Siendo así, sería válido cuestionar por qué se revisa este periodo histórico en el presente capítulo que pretende analizar las trayectorias conservadoras y progresistas en Corea del Sur. La razón es sencilla, prácticas políticas como el faccionalismo, regionalismo, personalismo y naturaleza elitista de la política surgieron en este periodo.
Durante Choson, la concentración de las posiciones terratenientes y burócratas en un solo estrato —el yangban— no significó la ausencia de pugnas. Por el contrario, ambos grupos competían por más beneficios económicos derivados del control político. Para evitar estos conflictos, los terratenientes buscaron que sus hijos consiguieran espacios en el gobierno central para que representaran sus intereses. Empero, las familias y las regiones no eran representadas equitativamente[15]. Del mismo modo, en varias ocasiones los monarcas se enfrentaron a los burócratas para ejercer una mayor influencia en el gobierno central. Así, la corte real fue muchas veces el escenario de pugnas por el control político, que se evidenció en la formación de diferentes facciones encabezadas por líderes que complotaban entre ellos. La lealtad y pertenencia a una facción obedecían sobre todo a búsqueda de espacios de poder[16].
Por otro lado, debido a la férrea estratificación social de la sociedad de Choson, las masas, en su mayoría campesinos, permanecieron al margen de la vida política, sobrellevando la explotación de una clase parasitaria que exigía obediencia y otorgaba muy poco a cambio.
A partir de este breve recuento, es evidente que esas prácticas fueron el conocimiento a mano bajo el cual los coreanos absorbieron y socializaron las ideas europeas y americanas que llegaron a la península principalmente en el siglo XIX. Por tanto, no es de extrañarse que, a pesar de los procesos de colonización y modernización, varias de esas prácticas políticas continúan vigentes en nuestros días. Se proseguirá con el periodo de acoso extranjero y colonización japonesa.
Las presiones externas y el encuentro con el imperialismo
Gari Ledyard sostiene que las entidades políticas que han existido en la península se han enfrentado a ciertas tensiones internas causadas por intervenciones e invasiones extranjeras, muchas de las cuales han conducido a divisiones políticas y territoriales[17]. El caso de Choson no fue la excepción.
Los intentos de reforma o cambio radical, así como la inflexibilidad y defensa del orden confuciano reaparecieron en el último tercio del siglo XIX. En ese momento, la coyuntura fue distinta a la del siglo XVII, pues tanto Choson como entidad política, además de todo el sistema político, social y cultural de la región se encontraron amenazados. Las naciones europeas y estadounidense impusieron por la fuerza un nuevo modelo civilizatorio y diplomático que sacudió la misma visión del mundo de la sociedad de Choson.
Por primera vez el confucianismo y la élite que lo abanderaba interactuaron con distintos proyectos, visiones y grupos políticos. Todas las partes se plantearon el dilema de cómo resistir el embate imperialista. Las alternativas que se esgrimieron fueron varias, pero se ubicaron fundamentalmente entre dos polos: mantener las estructuras del orden agrario-burocrático o la transformación total del sistema a la usanza de un Estado moderno europeo-estadounidense. Las fuerzas que defendían la tradición como vía de supervivencia fueron más influyentes, sobre todo frente al joven rey Kojong, penúltimo de la dinastía Yi. Esto causó una transformación tenue que no pudo frenar las ambiciones de Japón, que se adaptó notablemente a las nuevas reglas del juego y en 1905 consolidó totalmente su hegemonía regional por encima de China y Rusia.
A pesar del desafortunado suceso para la península, este proceso tuvo consecuencias importantes para el sistema político coreano y sus ideologías. Si bien las reformas que se impulsaron fueron tenues, permitieron que la discusión de los asuntos de Estado traspasara los salones de la burocracia-aristocracia. Intelectuales de múltiples procedencias y con influencia de diferentes ideologías (liberalismo, democracia, comunismo, anarquismo, nacionalismo) —que llegaron a la península en este contexto— analizaron diversas perspectivas en clubes privados, debates públicos y publicaciones periódicas. Con esto se creó una pequeña esfera pública que continuaría nutriendo y abriendo el debate político aun después de la anexión japonesa. Asimismo, como consecuencia del caos y descontento generalizado de este periodo, las masas campesinas se integraron por primera vez como agente del sistema político[18], primero con el movimiento Tonghak y después con la conformación de los ejércitos justos, ambos contrarios a la agresión extranjera.
El encuentro del sistema agrario-burocrático y el orden confuciano con las naciones “occidentales” marcó el inicio del conservadurismo y progresismo en Corea. Hay que resaltar que estas posiciones políticas primigenias no son el antecedente directo de las contemporáneas. Debe tenerse en cuenta el propio desarrollo histórico de la sociedad coreana para determinar qué tipo de conservadurismo y progresismo surgió en esta época y cómo se transformó, sobre todo, influenciado por el tiempo histórico mundial.
En ámbitos ideológicos, el conservadurismo de esta época se basó en una defensa a ultranza de la tradición y del sistema establecido que tanto les beneficiaba. Confiaron en que las estructuras que habían durado más de 500 años y soportado invasiones extranjeras lo harían una vez más. Por el contrario, los progresistas, en su mayoría asombrados con los avances europeos, americanos y japoneses, creían que la modernización y transformación radical del sistema tradicional era clave para la supervivencia política.
Se destaca que ambos polos políticos provenían fundamentalmente del mismo estrato, es decir, eran yangban; solo que en su mayoría los progresistas eran aristócratas venidos a menos, en tanto que los conservadores se mantenían en el núcleo de la corte. Su origen obstaculizó su acercamiento con las masas campesinas que por primera vez se manifestaban a favor de la reforma del sistema que los explotaba sistemáticamente y que era incapaz de repeler las agresiones extranjeras. La imposibilidad de hacer un frente común, sobre todo por el faccionalismo, regionalismo y elitismo de la política, hizo inevitable la colonización japonesa (1910-1945).
Kang Man-gil afirma que la causa fundamental de la división coreana fue el periodo colonial japonés, pero no por eso resta capacidad de agencia y responsabilidad histórica a los mismos coreanos[19]. Como se puede observar en la información expuesta anteriormente, Corea ya tenía una sociedad profundamente dividida (en estratos políticos, capacidades económicas, ideologías) que dificultaba cualquier tipo de resistencia frente a las amenazas externas. El contexto político y económico de la ocupación japonesa escindió definitivamente los frentes, agudizó las tensiones sociales e hizo irreconciliables los distintos proyectos de nación que los diversos patriotas coreanos encabezaron.
Los anteriores conservadores que defendieron la tradición, en su mayoría, fueron beneficiados por el régimen colonial, pues se les respetaron sus tierras y privilegios. Durante el régimen colonial fueron conservadores moderados, ya que varios no se encontraron del todo satisfechos con el control japonés, pero estaban en contra de cambios políticos que atentaran contra su posición y prerrogativas. En el otro extremo[20] se encontraron los grupos anarquistas, socialistas y guerrilleros, en su mayoría conformados por intelectuales, estudiantes, obreros y campesinos que promovieron cambios radicales para derribar el orden imperial japonés, pero también para obtener justicia social para la mayoría de los coreanos que habían sido explotados por los regímenes tradicional y colonial.
Los resultados de esta escisión son más evidentes en la fractura ideológica que propició la creación de dos Estados en 1948, pero también tuvo trascendencia en la conformación de la geometría política surcoreana. A juicio de este capítulo, la consecuencia más evidente se da en la formación de distintos perfiles políticos y sociales de líderes coreanos —que serán más tarde partícipes de la política surcoreana—, mismos que se dieron a consecuencia de sus diferentes experiencias de lucha, resistencia y asociación.
El germen conservador surcoreano encontró su base en la antigua aristocracia. Dentro de esta clase social, se distinguieron dos grupos, que no coincidieron en el periodo colonial, pero convergieron después de la liberación. El primero fue el conformado por nacionalistas asociados en movimientos de élite que operaron fundamentalmente en la lógica diplomática. El segundo lo integraron gradualistas y funcionarios del gobierno colonial que no rechazaron la opción de un cambio, siempre y cuando fuera paulatino, sin desestabilizaciones violentas que alteraran el orden jerárquico de la sociedad.
Por otro lado, los protoprogresistas surcoreanos también se integraron en su mayoría de la antigua clase terrateniente, pero tuvieron un perfil distinto, pues fueron empresarios, docentes, intelectuales y periodistas[21]. A pesar de esto, en momentos se asociaron y participaron, tanto con los nacionalistas como con los gradualistas y los colaboracionistas. En el periodo posterior a la liberación, este grupo pugnó por establecer, sin éxito, un sistema parlamentario y alertó de los excesos autoritarios y personalistas de Syngman Rhee, primer presidente de la República de Corea (1948-1960)[22].
Como se pudo observar, las presiones externas generaron cambios en el sistema político de Choson. Desde el siglo XVII, la élite política comenzó a dividirse en torno a la preservación o reforma de su sistema. A pesar de esto, las discusiones se mantuvieron en un círculo muy cerrado de funcionarios e intelectuales confucianos. No es hasta el siglo XIX que se creó una esfera pública, reducida al principio, pero que creció por las tenues reformas introducidas y por la urgencia de resistir el acoso imperialista. En este contexto, fue evidente la tensión entre la tradición y la transformación. Tras la pérdida de la soberanía, las diferencias políticas se esgrimieron en torno a las vías para lograr la independencia y los caminos a recorrer una vez que se concretara. Este proceso fue fundamental para la formación de perfiles políticos y sociales diferenciados de quienes fueron los protagonistas de las fuerzas conservadoras y progresistas en la República de Corea.
La división y el periodo autoritario
Como señala Kang Jung-in, para el momento de la liberación a mediados de 1945, considerando la realidad social en la península, tanto la democracia liberal como el socialismo representaban ideologías progresistas. El hecho de que una se transformara en estandarte conservador y otra en su opuesto irreconciliable tuvo que ver más con el tiempo histórico global que con el local[23].
Estados Unidos (EUA) se convenció de que la Unión Soviética (URSS) fraguaba la expansión del socialismo en todas partes del mundo. En Corea no sería la excepción. A raíz de una serie de conferencias internacionales, ambas pactan ocupar y dividir Corea, sin mucho conocimiento de las tensiones sociales, políticas e ideológicas locales que acontecían. Considerando los temores, muchas veces infundados, de la expansión global del socialismo, la ocupación de EUA se propuso contener cualquier movilización popular (comunista o no) y apuntaló al grupo de Syngman Rhee, así como confió en los burócratas, policías y militares del extinto régimen colonial para gobernar y mantener el orden de la parte sur de la península.
Tras los intentos infructuosos de acercamiento estadounidense-soviético, se impulsó la creación de un gobierno en la zona sur de ocupación. Bajo la administración estadounidense de ese territorio, no fue extraño que una mayoría de grupos anticomunistas resultaran electos en 1948 como constituyentes, crearan la República de Corea, le dieran una estructura republicana presidencial y eligieran a Syngman Rhee como primer ejecutivo.
Esto causó que meses después la administración de la parte norte creara su propio Estado: la República Popular Democrática de Corea. Para la élite surcoreana la existencia de esta entidad política significó contar con un enemigo como vecino, que reclamaba su territorio como propio y afirmaba representar legítimamente la totalidad de la nación coreana. A partir de entonces Corea del Norte fue visualizada como una amenaza frente a la cual la supervivencia del Estado era una prioridad omnipresente en el interior y exterior de sus fronteras reales.
Debido a esta coyuntura, se sustenta que la democracia liberal se introdujo para contener al comunismo, no necesariamente para transformar radicalmente a la sociedad coreana después de la colonización japonesa. El tiempo histórico local determinó la aplicación de este modelo. Como se estableció en los apartados anteriores, tanto en Choson como en el régimen colonial japonés se careció de cualquier tipo de experiencia democrática; por el contrario, las jerarquías, faccionalismo, regionalismo, elitismo y personalización de la política fueron el conocimiento a mano que emplearon los surcoreanos para socializar el ejercicio de la democracia liberal.
En términos prácticos, esta coyuntura permitió el establecimiento de gobiernos autoritarios que desde 1948 y hasta 1988[24] justificaron violaciones de derechos políticos y humanos en defensa de la democracia y la libertad. Este fenómeno produjo un efecto particular en la geometría política surcoreana. Primeramente, se excluyó —por exilio, persecución o eliminación— a los grupos políticos que plantearan principios y acciones populares, colectivas y distributivas, que eran fundamentalmente comunistas. En consecuencia, los progresistas —dentro del espectro ideológico permitido y tolerado por el régimen autoritario— se establecieron como el otro polo posicional con el que los conservadores interactuaron.
Los segundos representaron la élite en el gobierno, para la cual no había una paradoja entre la defensa de la democracia liberal frente a la amenaza norcoreana y la justificación de su gobierno autoritario, pues entendían la democracia liberal como un valor a defender hacia el futuro[25]. Por ello, creían necesario
mantener la estabilidad política necesaria para un desarrollo económico sostenible y para una fuerte seguridad nacional, […], no para mantener el autoritarismo, sino en aras de construir una democracia sobre bases sólidas[26].
En discurso[27], la preservación del statu quo no era su objetivo, sino que por medio de la estabilidad del orden autoritario planeaban lograr las bases necesarias para el ejercicio futuro de la democracia liberal. En consecuencia, en el núcleo de sus valores se encontraban el anticomunismo, la seguridad nacional y el desarrollo económico.
Los progresistas se ubicaron en la oposición del gobierno autoritario. Encabezaron un movimiento en defensa de la democracia liberal, pues reclamaban que los conservadores, al preservar los medios autoritarios, violaban sus propios fines —la democracia liberal—, por tanto proponían movimientos en defensa de la Constitución, elecciones libres y directas, con el fin de implantar la democracia[28]. En un principio esta defensa de la democracia se realizó desde el ámbito restrictivo de la Asamblea Nacional, pero paulatinamente actores como estudiantes y obreros ampliaron la discusión y radicalizaron sus propuestas.
Por ejemplo, en la década de los ochenta surgió el movimiento Minjung, que, entre varios planteamientos, demandaba mejorar las relaciones con Corea del Norte. Así, proponían, se evitaría la tendencia de los gobiernos autoritarios de usar al Norte como amenaza para manipular el miedo y la percepción pública. Por tanto, al mejorar las relaciones intercoreanas no habría forma de justificar los golpes de Estado, las medidas represivas en contra de las libertades civiles o la existencia de las medidas autoritarias en pro de la seguridad nacional[29].
Las posiciones progresistas fueron ganando fuerza desde finales de los setenta, en gran parte porque el crecimiento económico fomentado por los militares desarrollistas permitió el surgimiento de una clase media educada y crítica, factor central para el tránsito del autoritarismo a la democracia[30]. Primordialmente, la resistencia de las fuerzas progresistas a los gobiernos de Park Chung-hee (1961-1979) y Chun Doo-hwan (1980-1988) permitió que en verano de 1987 comenzara un proceso de democratización, que traería consecuencias a la geometría política surcoreana.
Las posiciones conservadoras y progresistas de este periodo pueden vincularse con las contemporáneas. Esto naturalmente se debe a la proximidad temporal, pero sobre todo a que durante este periodo de construcción nacional se definieron valores e identidades políticos y económicos bajo los cuales muchos políticos y electores se formaron. Por un lado, los conservadores que tuvieron como estandarte el desarrollo económico, la defensa nacional, su proximidad con EUA y la supuesta defensa del ideal democrático. Por otro, los progresistas que encontraron en la defensa e instauración práctica de la democracia su valor principal, pero que también ampliaron sus perspectivas hacia mejores condiciones laborales y económicas, así como una exigencia de acercamiento con Corea del Norte. Esta ampliación de agenda progresista no hubiera sido posible sin la incorporación y organización de sectores obreros y estudiantiles anteriormente muy relegados de las discusiones políticas centrales.
El periodo contemporáneo
En el verano de 1987, en virtud de movilizaciones sociales masivas, parte de las demandas de las fuerzas progresistas (las menos radicales) fueron aceptadas por el régimen militar, entre estas se destacan elecciones libres y directas, respeto a las libertades civiles, derechos políticos y fin a la persecución política[31]. Estas prerrogativas fueron las bases de la Constitución reformada ese mismo año, texto que sigue vigente y que fue la guía para la transformación del sistema político encabezada por los gobiernos que prosiguieron —Roh Tae-woo (1988-1993), Kim Young-sam (1993-1998) y Kim Dae-jung (1998-2003)—.
La transformación pretendía desarticular los vicios del Estado desarrollista surcoreano. A grandes rasgos, se retiró a los militares como actor del ámbito político e incluso fueron enjuiciados y temporalmente encarcelados por corrupción y violaciones a los derechos humanos; se restaron capacidades a las agencias de inteligencia, y se les colocaron contrapesos para la rendición de cuentas[32]. También, en la coyuntura de la crisis asiática de 1997, se liberalizó la economía y adelgazó el Estado, procesos que habían comenzado desde la década de los ochenta[33]. Además, se replanteó la relación con Corea del Norte, especialmente con la Sunshine Policy, que pretendía establecer la reconciliación intercoreana por medio de la cooperación e intercambio económico[34].
Los actores políticos tradicionales en Corea del Sur (gobierno, líderes y partidos políticos) no tuvieron un papel exclusivo en los cambios democráticos. La presencia creciente de la sociedad civil tuvo una impronta significativa en la ampliación de libertades, vigilancia y rendición de cuentas de las agencias estatales así como en demandas para la participación en la elaboración de políticas públicas[35]. Estas transformaciones representaron cambios para los conservadores y progresistas en Corea del Sur.
Hasta los ochenta, las fuerzas conservadoras habían dominado el gobierno y la agenda política del Estado surcoreano; para estas era primordial el orden y estabilidad que favoreciera el crecimiento económico, con poca o nula observancia de los derechos y libertades. Con la democratización, múltiples voces críticas del orden establecido, antes perseguidas, emergieron y tuvieron un momentum de legitimidad, que aprovecharon para profundizar la democratización. Esto modificó ciertas identidades y valores de las fuerzas políticas.
A partir de la década de los noventa, fue imposible para los conservadores defender expresamente las formas autoritarias, por tanto se preocuparon por una transformación del orden político y económico de manera gradual. Para ellos era fundamental que los cambios no desaceleraran el crecimiento del mercado, pero sobre todo que no se sacrificaran los logros económicos de la modernización desarrollista[36]. En pocas palabras, representaron un freno al ímpetu e impulso de las reformas que consideraban desestabilizadoras.
Para gran parte de los progresistas esa coyuntura también significó un cambio en su identidad. A principios del siglo XX, ya habían avanzado grandes pasos en la democratización formal del sistema político y electoral, que fue el leitmotiv durante gran parte de su movimiento en la etapa autoritaria. Les restaba concretar las demandas que a finales de los ochenta los militares negaron en la transición, las cuales estaban fuertemente ligadas a los problemas derivados de la rápida industrialización y concentración de la riqueza en pocas manos. En consecuencia, impulsaron la idea del bienestar y justicia social por encima del crecimiento, para lo cual planteaban como necesario que el Estado rectificara los vicios del desarrollismo y de la economía globalizada[37]. Asimismo, tuvieron una posición nacionalista manifestada principalmente en una crítica a la relación con EUA, su presencia militar y rol en el conflicto intercoreano.
La promoción de esos objetivos comenzó durante la administración de Kim Dae-jung (1998-2003) —que fue el primer opositor en gobernar después de que los militares dominaron la política surcoreana por más de treinta años—, pero sobre todo Roh Moo-hyun (2003-2008) abanderó esa agenda, la cual no era producto de su liderazgo sobre alguna facción o región, sino propia de jóvenes políticos, académicos y activistas agrupados en la llamada generación 386[38]. A pesar de que estos tuvieron la intención de introducir cambios enérgicos en la política y sociedad surcoreanas, la falta de políticas coherentes, la pobre base de poder legislativo del presidente, un desempeño económico moderado y una serie de escándalos facilitaron el regreso de los conservadores al protagonismo de la política surcoreana.
Anteriormente, los conservadores habían promovido su preferencia por alterar ligeramente el statu quo o por sus cambios graduales, principios que fueron insuficientes para convencer a la mayoría del electorado en las elecciones presidenciales por 10 años. Paradójicamente, los conservadores comenzaron a señalar los abusos de poder que los gobiernos progresistas cometieron sobre la libertad de expresión, tráfico de influencias y corrupción. Incluso es conocido el caso del intento de juicio político que realizaron sobre Roh Moo-hyun por la violación de una ley electoral. Por tanto, se puede afirmar que durante su periodo opositor, se adaptaron al nuevo sistema político, se apegaron a las formas democráticas de protesta o contrapeso. En lo económico se adhirieron a los principios de la economía neoclásica, la liberalización de fronteras, libre comercio y globalización[39].
Las renovadas fuerzas conservadoras se unieron con algunos intelectuales llamados “la Nueva Derecha”. Estos impulsaron una reinterpretación de la historia surcoreana, la cual busca explicar la democratización como resultado de las aportaciones de los regímenes militares, y resaltan la creación de las bases de mercado que se consideran la clave para culminar dicho proceso[40].
Lee Myung-bak (2008-2013) ganó las elecciones presidenciales en 2007 por el margen más amplio en la historia democrática de Corea del Sur. Su perfil —que pertenecía a los negocios— y sus propuestas —que se presentaban como pragmáticas, no ideológicas— también pretendían romper con el pasado autoritario de los conservadores. No obstante, en la práctica, se podría decir que tuvo tintes del pasado, por la formación de su gabinete (con funcionarios que participaron en los gobiernos militares), abusos a los derechos políticos y una política hacia Corea del Norte poco amistosa. Su sucesora, Park Geun-hye (2013-2017) tampoco se distanció de esta línea, por el contrario, incurrió en serios abusos de autoridad, tráfico de influencias y corrupción que derivaron en un juicio político y proceso jurídico. Ambos expresidentes fueron procesados por las arbitrariedades cometidas en sus administraciones, fundamentalmente ligadas con la corrupción.
Durante este periodo, los tiempos locales y mundiales fueron fundamentales para la adaptación y cambio de las identidades conservadoras y progresistas. Primeramente, el impulso interno generado por el movimiento democratizador y las consecuencias sociales del desarrollo económico transformaron el sistema político, hecho que ha permitido un ejercicio más franco de democracia liberal en Corea del Sur. Asimismo, el tiempo histórico global ha coordinado de cierto modo las agendas conservadoras y progresistas, ya que cada vez tienen más puntos en común con sus pares europeos, estadounidenses e incluso latinoamericanos. La sociedad civil ha sido fundamental en este periodo y ha ampliado la agenda a temas que aún no tienen centralidad en las discusiones de la política institucionalizada, como derechos LGBTIQ, feminismo y perspectiva de género o derechos de los animales.
Corolario del regreso conservador
Como se mencionó en la introducción de este capítulo, en marzo de 2022 acontecieron las elecciones presidenciales más competidas de la historia surcoreana, cuyos resultados marcan el regreso de los conservadores y establecen por primera vez una alternancia de un ciclo, pues anteriormente tanto los gobiernos conservadores o progresistas acumulaban dos quinquenios antes de pasar la estafeta gubernamental.
Los resultados de las elecciones parlamentarias de 2020 hacían pensar que era muy posible la permanencia de los progresistas. El Partido Demócrata de Corea ganó la mayoría en la Asamblea Nacional, aprovechando el momentum de la administración de Moon Jae-in derivado del buen manejo de la pandemia de COVID-19, en contraste con Europa y el continente americano. A pesar del poco número de muertes e infecciones, la aceptación del presidente decayó. Esta tendencia a la baja era clara antes de la pandemia y se debía, mayoritariamente, al malestar por el mesurado desempeño económico de su administración.
Es de resaltar que Moon perdió el respaldo de los menores de 30 años, quienes anteriormente habían sido actores activos en la destitución y enjuiciamiento de la presidenta Park Geun-hye. Es probable que esto se debiera a la pobre creación de empleos dignos, así como a los altos costos de las rentas y las propiedades, demandas que el presidente había prometido resolver.
La figura de Yoon Suk-yeol, candidato conservador ganador de las elecciones presidenciales de 2022, se apuntaló tras un escándalo de corrupción y tráfico de influencias de Cho Kuk, un colaborador cercano del presidente Moon. Yoon, que nunca había participado en política electoral, era fiscal y había ayudado a encarcelar a los expresidentes conservadores Lee Myung-bak y Park Geun-hye. Como fiscal general, inició investigaciones contra Cho kuk, hecho que le permitió ser una figura de renovación conservadora.
Bajo el lema “cambio de gobierno”, Yoon, un outsider de la política, encabezó una agenda típica conservadora. Propuso un acercamiento mayor con EUA, manifestado en el incremento de ejercicios militares conjuntos y estrechamiento de lazos de defensa con los estadounidenses. Abiertamente expresó que mantendrá una postura firme sobre la desnuclearización de Corea del Norte. En ámbitos económicos propone una desregulación de las empresas que promueva el crecimiento económico. Como propuesta polémica, Yoon prometió eliminar el Ministerio de Igualdad de Género y Familia, creado por la administración de Moon, con lo cual se declara abiertamente antifeminista.
Estas propuestas nos muestran temas tradicionales en la agenda del conservadurismo surcoreano, salvo la agenda antifeminista del presidente electo. Por primera vez en las elecciones surcoreanas un tema de género influyó marcadamente en los resultados. No es de extrañarse que las mujeres menores de 30 años votaran en una amplia mayoría por el candidato progresista, Lee Jae-myung, lo que resultaría natural a partir de las declaraciones del presidente electo. Lo que es sorprendente, al menos desde la perspectiva político-electoral surcoreana, es el apoyo mayoritario de los hombres menores de 30 al candidato conservador. Esto puede hablar de una posible inconformidad de este grupo ante los cambios que los movimientos feministas impulsan desde hace ya algunos años en Corea del Sur.
En sus discursos de agradecimiento tras ganar las elecciones, Yoon llamó a la unidad nacional y prometió gobernar en consenso para toda la población surcoreana. Al ser un outsider de la política surcoreana, no será clara la política del presidente electo hasta que forme su gabinete, donde mostrará autonomía o alineación frente a quienes impulsaron su candidatura.
Conclusiones
En algunos textos es frecuente la afirmación de que las ideologías no tienen un peso en la política surcoreana. Esto, sobre todo, porque no hay partidos políticos institucionalizados con programas ideológicos, ya que estos responden, en muchas ocasiones, a liderazgos personales o intereses regionales. Esta apreciación debe cuestionarse. Desde la perspectiva de este capítulo, la inestabilidad de los partidos políticos de la República de Corea no necesariamente comprende por definición que la ideología no exista o sea irrelevante.
Asimismo, en ocasiones se suele señalar que es difícil observar en la política surcoreana un espectro ideológico amplio donde se diferencie con claridad la derecha de la izquierda, sobre todo porque los líderes y movimientos con visiones más revolucionarias migraron al Norte con la división territorial de la península y porque durante el periodo de las dictaduras no hubo libertad de expresión.
Estas interpretaciones requieren cambiar el punto de referencia para sus comparaciones y ampliar su perspectiva temporal de análisis. Primeramente, es necesario utilizar una perspectiva histórica que evalúe el tiempo histórico local y el tiempo histórico mundial, así como un enfoque posicional, entendiendo que una ideología va a ser tan conservadora como la interacción y tensión con su contraparte progresista lo permita y viceversa.
Es natural que se piense que en Corea del Sur la ideología es irrelevante si se comparan los partidos políticos e ideologías surcoreanas con aquellos europeos o estadounidenses, así como también, si el punto de partida para los análisis es el establecimiento de las zonas de ocupación de 1945 a la fecha. En virtud de esto, se considera necesario tomar en cuenta las estructuras de la dinastía Choson y del régimen colonial japonés para comprender de manera más cabal las prácticas políticas y las ideologías surcoreanas.
Una perspectiva diferente permite entender que las tensiones entre la preservación y el cambio en Corea son todo menos recientes. Empero, no se deben tomar a la ligera esas dinámicas históricas ni vincularlas automáticamente a las realidades contemporáneas. En el estudio de Choson se puede comprender el carácter personalista, faccional, jerárquico y elitista de la cultura política coreana; al estudiar el régimen colonial, esas características pueden observarse pero, sobre todo, se entiende la división ideológica que hizo de la democracia liberal y el republicanismo valores conservadores en contra de posiciones colectivas, populares o revolucionarias que promovían las masas campesinas y guerrilleras.
Así, la cultura política coreana determinó la manera en que se adoptaron las instituciones democrático-republicanas de 1948 en adelante. Por eso es natural que personalidades políticas, pertenecientes a una élite y líderes de una facción, fundaran numerosos partidos, donde pareciera que la ideología era algo inexistente. Sin embargo, desde la perspectiva de este trabajo, se considera que las élites y líderes fueron depositarios y representantes de las ideologías, no los partidos.
Del mismo modo, durante la etapa autoritaria, el debate ideológico existente en Corea del Sur giró en torno a la democracia liberal. Los conservadores la interpretaron como meta a defender de la amenaza comunista, mientras que los progresistas como valor a recuperar de los abusos autoritarios.
En consecuencia, de la modernización desarrollista y la transición democrática se abrieron más espacios de discusión de la política, tradicionalmente elitista. Movimientos sociales y sociedad civil se integraron para nutrir los debates ideológicos de los conservadores y progresistas. Ello modificó las identidades de estos grupos; los primeros se han convertido en defensores de la estabilidad social y económica frente a quien perciben como amenaza para los frutos del desarrollismo; los segundos, como impulsores de un mayor cambio que corrija los vicios de la rápida industrialización y concentración de la riqueza en pocas manos privilegiadas.
Finalmente, se insiste en que para poder estudiar de mejor manera la geometría política surcoreana, así como las características de sus ideologías, se tenga a la misma historia y cultura coreana como referente, no necesariamente a las instituciones o ideologías europeo-estadounidenses, ya que las evaluaciones obtenidas de esta óptica podrían ser sesgadas e insuficientes para aproximarse a la realidad de la península.
Preguntas guía
1. ¿Qué factores se tienen que evaluar para determinar si una ideología es conservadora o progresista?
2. ¿Cuál fue la herencia más importante de la era Choson al sistema político surcoreano y a sus ideologías?
3. ¿Cuál fue la impronta del régimen colonial japonés en las ideologías coreanas?
4. ¿Qué aportaciones han tenido los actores políticos no convencionales (campesinos, obreros, estudiantes, ONG) en las ideologías y los cambios políticos surcoreanos?
5. ¿Qué semejanzas y diferencias se pueden encontrar entre los conservadores y progresistas de la era autoritaria en contraste con los de la posdemocratización?
Fuentes
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- Louis Hayes. Political Systems of East Asia. China, Korea and Japan, East Gate Book, Estados Unidos, 2012, p. 137.↵
- Empleando las categorías de conservadores y progresistas, la alternancia política ha sido una constante desde 1998. De 1998 a 2008 gobernaron dos administraciones progresistas. De 2008 a 2017 dos presidentes conservadores encabezaron el gobierno. En 2017 los progresistas regresaron solo por un periodo más, pues en 2022 los conservadores ganaron las elecciones presidenciales para alternar de nuevo un quinquenio.↵
- Alfredo Romero. “Una perspectiva no eurocéntrica para el estudio de las Relaciones Internacionales: el este de Asia”, en Revista de Relaciones Internacionales de la UNAM, núm. 99, México, 2007, p. 150.↵
- Park Seong-jun. The Conservative Liberal Legitimacy Game. Political Polarization and Division over Historical Perception in Korea, Amazon Kindle, Estados Unidos, 2013, pp. 1-19.↵
- Jung-in Kang. “Some Reflections on Recent Democratization in South Korea”, en Korea Journal, vol. 40, núm. 2, Corea del Sur, 2000, p. 213. ↵
- Ibid., p. 211.↵
- Choson (1392-1897) fue el tercer reino que gobernó las distintas entidades políticas de la península bajo un territorio unificado. El primero fue Silla Unificada (668-935) y el posterior Koryo (918-1392), cuyo nombre fue el que se adaptó a las lenguas europeas. En 1897 Choson cambió su nombre al Gran Imperio Han, de donde proviene el nombre en lengua coreana de Corea del Sur, la Gran República Han (대한민국, Dae Han Min Guk).↵
- Eckert Carter et al. Korea Old and New. A History, Ilchokak, Corea del Sur, 1990, p. 102.↵
- Bruce Cumings. The Two Koreas, Foreign Policy Association, Estados Unidos, 1990, p. 8.↵
- Ibid., p. 13.↵
- Lothar Knauth. China, ¿enigma o ignorancia?, Oasis, México, 1982, pp. 16-17.↵
- Andrew Nahm. Korea: Tradition & Transformation. A History of Korean People, Hollym, Corea del Sur, 1996, p. 128.↵
- Alfredo Romero. “De Choson a Chosen”, en León Manríquez. Historia mínima de Corea, El Colegio de México, México, 2009, p. 85.↵
- Bruce Cumings. Korea’s Place in the Sun, Norton, Estados Unidos, 1997, pp. 13-14.↵
- La mayor parte de la administración central la concentraron los yangban del sur y sureste, de las regiones de Chungcheong y Kyongsang. Por el contrario, las regiones de Jeolla y la Isla de Jeju se convirtieron en tierras de exilio político de los aristócratas venidos a menos (A. Nahm, op. cit., p. 100). No es extraño que desde entonces existieran rencillas regionales entre el sureste (Kyongsang) y suroeste (Jeolla) de la península, las cuales influyeron en el desarrollo inequitativo de esas regiones durante las dictaduras militares (encabezadas por presidentes nativos de la región de Kyeongsang). Hoy en día, Jeolla es un bastión del progresivismo y Kyeongsang lo es del conservadurismo. ↵
- Alfredo Romero, De Choson a Chosen, op. cit., p. 79.↵
- Gari Ledyard. “The Historical Necessity of Korean Unification. Past History, Present Imperatives, Future Prospects”, en The Korean Journal of International Studies, vol. 51, núm. 2, Corea del Sur, 1975, pp. 43-47.↵
- Alfredo Romero, De Choson a Chosen, op. cit., p. 93.↵
- Man-gil Kang. A History of Contemporary Korea, Global Oriental, Reino Unido, 2005, p. 175.↵
- En medio de esos grandes polos hubo innumerables alternativas políticas e ideológicas, las cuales fueron intersectadas por el nacionalismo como respuesta al dominio japonés. En este periodo histórico, sería complicado nombrar alguna facción de líderes nacionalistas o patriotas como progresista, pues todas buscaban la disolución del régimen colonial japonés, solo se diferenciaban en su estrategia.↵
- Jang-jip Choi. Democracy After Democratization: the Korean Experience, Shorenstein APARC Books, Estados Unidos, 2012, p. 30.↵
- Ki-shik Hahn. “Political Leadership in Korean Politics”, en Soong Hoom Kil y Chung-in Moon. Understanding Korean Politics: An Introduction, State University of New York Press, Estados Unidos, 2001, pp. 111-114.↵
- Jung-in Kang, op. cit., p. 211.↵
- Salvo el periodo de 1960 a 1961, en que hubo un gobierno relativamente democrático. ↵
- Jung-in Kang, op. cit., pp. 211-212.↵
- Jung-in Kang. Contemporary Korean Political Thought and Park Chung-hee, Rowman & Littlefield, Estados Unidos, 2017, p. 42. ↵
- Hay que tomar con ciertas reservas ese discurso de democracia como fin teleológico. En la práctica, hay evidencias que sostendrían que no era su objetivo final. Por ejemplo, Park Chung-hee (1961-1970) modificó la Constitución en 1972, donde sentó las bases de su perpetuación en el Ejecutivo, así como encumbró políticamente a dos instituciones de vigilancia y represión: la Agencia Coreana Central de Investigación (KCIA, por sus siglas en inglés) y el Comando de Seguridad de Defensa (DSC, por sus siglas en inglés), mismas que persiguieron y eliminaron la disidencia en nombre de la seguridad nacional.↵
- Jung In-Kang. Contemporary Korean Political Thought and Park Chung-hee, op. cit., pp. 43-44. ↵
- Chien-peng Chung. “Democratization in South Korea and Inter-Korean Relations”, en Pacific Affairs, vol. 76, núm. 1, Canadá, 2003, p. 10.↵
- José Luis León Manríquez. “Autoritarismo y democracia en Corea del Sur: teoría y realidad”, en Cornejo. En los intersticios de la democracia y el autoritarismo. Algunos casos de Asia, África y América Latina, CLACSO, Buenos Aires, 2006, pp. 52-55.↵
- Tae-woo Roh. “Single National Community; Special Declaration in the Interest of National Self-Respect, Unification and Prosperity, July 7, 1988”, en Cotton. Korea Under Roh Tae-woo: Democratization, Northern Policy and Inter-Korean Relations, Allen & Unwin, Australia, 1993, pp. 317-321.↵
- Victor Cha. “Security and Democracy in South Korean Development”, en Kim. Korea’s Democratization, Cambridge University Press, Estados Unidos, 2003, pp. 207-208.↵
- Juan Felipe López Aymes, José Luis León Manríquez. “Corea del Sur”, en León Manríquez. Historia Mínima de Corea, El Colegio de México, Mexico, 2009, pp. 178-179.↵
- Chung-in Moon. The Sunshine Policy: In defense of Engagement as a Path to Peace in Korea, Yonsei University Press, Corea del Sur, 2012, pp. 21-22.↵
- Uk Heo y Terrence Roehrig. South Korea Since 1980, Cambridge University Press, Estados Unidos, 2010, p. 59.↵
- Sook-jong Lee. “Democratization and Polarization in Korean Society”, en Asian Perspective, vol. 29, núm. 3, Estados Unidos, 2005, pp. 103-104.↵
- Jung In-Kang. Contemporary Korean Political Thought and Park Chung-hee, op. cit., p. 26.↵
- Se denomina así por ser adultos de poco más de 30 años en ese momento, con su juventud vivida en los 80 y nacidos en los 60. Gran parte de esta generación formó parte del movimiento Minjung de los ochenta. En las décadas posteriores transitaron del activismo social a la política electoral, hasta formar parte de la élite política durante la administración de Roh Moo-hyun.↵
- Jung In-Kang. Contemporary Korean Political Thought and Park Chung-hee, op. cit., pp. 46-48.↵
- Jamie Doucette, Se-woong Koo. “Pursuing Post-democratisation: The Resilience of Politics by Public Security in Contemporary South Korea”, en Journal of Contemporary Asia, vol. 46, núm. 2, China, 2016, p. 213.↵