Admito que el título de este escrito puede provocar en algún lector impaciente expectativas que no llegue a ver satisfechas mediada la lectura de él, incluso que le lleven a abandonarla prematuramente. Por eso me voy a permitir decir en pocas líneas lo que el texto dirá con más holgura, al menos lo que estaba en la mente del autor antes de comenzar a escribirlo. Son las que siguen:
La política tiene más que ver con la convivencia humana significativa que con la cuestión del poder, la hegemonía y la forma de repartirla, bien que eso, sin duda, también forma parte del discurso, pero no es lo principal. El hombre no puede vivir solo, está llamado a convivir, pero la convivencia humana no es mera yuxtaposición de personas, sino proyectos comunes y, ante todo, conversación compartida sobre eso. Mas no puede haber diálogo significativo si no hay verdad y posibilidad humana de alcanzar algo de ella. Esa verdad no la creamos con nuestro discurso, sino que nos sale al encuentro.
Otra manera de decirlo, aún más sinóptica:
Non veritas sed auctoritas facit legem. Eso es una medio-verdad, que, como otras, puede acabar siendo una gran mentira.