En este texto comentaré algunas ideas de la Política de Aristóteles.
Para el filósofo de Estagira, la ética y la política, junto con la economía, son capítulos distintos del mismo discurso práctico, cuya finalidad no estriba tan solo en saber, sino en saber hacer, i.e actuar inteligentemente, con un plan preconcebido.
La ética se refiere a la forma de organizar la propia vida, la economía dice relación a la organización doméstica, a la vida familiar –es, originariamente, el arte del ahorro–, mientras que la política atañe a la convivencia civil. Son esos los tres espacios o ámbitos (ethoi), los hábitats donde desenvuelve el hombre su vida. En primer lugar, habita consigo mismo, en su propia intimidad. En segundo término, habita un hogar, el espacio de la relación con sus parientes más prójimos. Por último, habita en un espacio civil, el de la convivencia con sus vecinos o paisanos. Estos tres entornos constituyen algo así como círculos concéntricos, que se amplían desde el yo al nosotros, los habitáculos en los que se desarrolla la socialidad humana, su ser-en-relación con los otros. Son distintos, pero no estancos.
Polis, en griego, es lo mismo que civitas, en latín: ciudad; y cives es el habitante de ella, el ciudadano. Pues bien, el entorno político o civil es una extensión de los dos anteriores, el personal y el familiar. La polis es el espacio suprafamiliar, el ámbito constituido por un conjunto de familias. Desde luego, las magnitudes en las que se mueve Aristóteles son distintas de las nuestras. Cualquiera de las polis que él conoció no rebasaría hoy las proporciones de una localidad provinciana. Aunque el nació en Estagira, se consideraba ateniense (en Atenas vivió casi toda su vida y fundó el Liceo). La Atenas de su tiempo no excedería mucho más allá de 20.000 habitantes.
La Política es un escrito, digamos, muy empírico. Aristóteles no es un «empirista» en el sentido moderno, pero da mucha importancia a la experiencia como vía fundamental para acceder al conocimiento. Una teoría política, un examen de cómo sería preferible organizar la convivencia civil, ha de hacerse después de haber observado cómo de hecho se organizan las polis, qué dificultades ha de afrontar cada una y cómo las resuelven. De los ocho libros que forman la obra, casi todo el Libro II está dedicado a examinar el régimen político –las constituciones– de varias ciudades (Calcedonia, Lacedemonia, Creta, Mileto, Cartago). Es lo que hoy llamaríamos un «estudio de campo» que muestra las ventajas y desventajas de las diversas formas de organizar la convivencia en la polis. Ateniense de adopción –nació en Estagira–, Aristóteles está convencido de que el mejor régimen es el de Atenas, pero intenta ver modos prácticos de mejorarlo con la experiencia de otras ciudades más o menos cercanas que conoció y pudo visitar.
El resto de la obra expone las características del régimen ideal, en abierto contraste con La República de Platón, a la que considera poco realista. Aristóteles propone un régimen mixto, que recoja lo mejor de cada modelo y sirva para evitar más eficazmente sus defectos. Para eso hace falta particularizar, concretar. El estilo discursivo de casi todo el texto está, ya digo, muy «pegado al terreno».