Estrofa 1.ª
¡Cuánto hay que admirar en el mundo! Pero nada tan maravilloso como el hombre. Él, impulsado por los vientos tempestuosos, atraviesa el espumante océano y surca las olas que braman a su alrededor; él fatiga a la Tierra, a esta venerable diosa inmortal y fecunda, desgarrando cada año su seno con el arado que arrastra, ayudado del ganado caballar.
Antístrofa 1.ª
El hombre industrioso caza los pájaros de rápido vuelo y las fieras de las selvas, y los peces de los mares con redes sutiles en que los envuelve y aprisiona. Su astucia triunfa de los monstruos salvajes de las montañas y sujeta al yugo al corcel de larga crin y al toro indómito y montaraz.
Estrofa 2.ª
Él cultiva la palabra y las ciencias sublimes: él conoce las leyes y costumbres de las ciudades; él sabe preservar su vivienda de los hielos del invierno, y de las exhalaciones de la tormenta. Fecundo en recursos e ingenioso, lleva su previsión hasta lo porvenir. También ha encontrado medio para escapar de las enfermedades más crueles… Tan solo le será imposible librarse de la muerte.
Antístrofa 2.ª
Habiendo llegado en la industria y en las artes más allá de toda esperanza, marcha, sin embargo, unas veces hacia el bien y otras hacia el mal; por esto el poderoso de la ciudad que torcidamente interpreta las leyes humanas y divinas es digno de ser expulsado de ella tan pronto como su audacia concibe proyectos criminales. Que el que ejecute tales cosas no participe ni de mi hogar ni de mi pensamiento[1]. (Se ve aparecer nuevamente al centinela trayendo prisionera a Antígona). ¿Pero qué es lo que veo? No me cabe duda. ¿Cómo he de decir que no es esta la joven Antígona, si la estoy mirando con mis propios ojos? ¡Hija infortunada del desdichado Edipo! ¿Qué es esto? A ti no te traerán aquí como infractora de la orden del rey; en ti no cabe semejante locura…
- Horacio III, Oda 2.ª: Vetabo qui Cereris sacrum / vulgarit arcanae, sub isdem / sit trabibus.↵