Coro

Estrofa 1.ª

¡Dichosos los que jamás han probado el infortunio! Porque, cuando los dioses dejan caer su airada diestra sobre una familia, las desgracias se suceden en ella sin cesar y avanzan a toda su posteridad: cual la ola que recorre el oscuro abismo del mar de Tracia, impelida por furioso vendaval, levanta del fondo negra turbulenta arena y viene a estrellarse allá en la playa con hórrido gemido.

Antístrofa 1.ª

Así en la familia de los Labdácidas, a las desgracias de los que ya sucumbieron, veo acumularse nuevos infortunios, que de generación en generación se perpetúan, sin dejarla en libertad, un momento, la saña implacable del destino. Un rayo de esperanza parecía vislumbrarse al fin para los últimos vástagos de la familia de Edipo, y he aquí que lo extinguieron esa tierra fatal tributada a los manes, y la imprudencia del discurso y la furia vengadora del corazón.

Estrofa 2.ª

El orgullo del hombre jamás podrá triunfar, ¡oh, Zeus!, de tu fuerza. Tú desafías al Sueño irresistible y al Tiempo que en su curso todo lo extermina; y, eternamente exento de vejez, riges, como soberano, el esplendor brillante del Olimpo. Pero, ¡ay!, el hombre no puede gozar pura felicidad: el pasado, el presente y el porvenir se hallan sujetos a esta inmutable ley.

Antístrofa 2.ª

A muchos les colma con frecuencia sus deseos la inconstante esperanza; pero también muchas veces desvanece en otros sus imprudentes ilusiones, pues se viene a introducir en el corazón secretamente, cuando está el pie próximo a pisar el ardiente fuego. Máxima célebre de un sabio es que el mal se presenta bajo la apariencia del bien a todo aquel cuyos pensamientos quiere un dios que se encaminen hacia la perdición, y que no goce un momento de la vida exento de pesar. Pero he aquí que se acerca Hemón, el menor de tus hijos. Contristado está: sin duda por la suerte de la desgraciada Antígona y por su frustrado himeneo.



Deja un comentario