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Sangre, verdad y biología[1]

Sentidos sobre el parentesco y la familia en la Asociación Raíz Natal por el Derecho a la Identidad Biológica

Soledad Gesteira

Desde comienzos del año 2000, en Argentina comenzaron a surgir organizaciones de personas que fueron inscriptas en el Registro Civil como si fueran hijos/as biológicos/as de quienes los/as criaron y querían conocer sus “orígenes biológicos”.[2] En el año 2002, se formó la primera organización de este tipo –Quienes Somos–, y, un año después, en 2003, se conformó la Asociación Raíz Natal por el Derecho a la Identidad Biológica, con la que realizamos nuestro trabajo de campo etnográfico.

Si bien comúnmente se suele utilizar el término “adoptado/a” para indicar que una persona no es hija biológica de sus padres de crianza, es fundamental aclarar –tal como lo hacen los integrantes de estas organizaciones– que la adopción resulta de un trámite legal y que la falsa inscripción constituye un delito. Sin embargo, estas personas suelen referirse a sí mismas utilizando una variedad de términos tales como “adoptados/as, inscriptos/as como hijos/as propios/as por sus padres de crianza, sustituidos/as y/o apropiados/as”.[3] Cabe señalar que en la actualidad mayormente utilizan el término “buscador/a”.

Ahora bien, este capítulo tiene como objetivo analizar la construcción y configuración de sentidos sobre el parentesco y la familia que sostienen y ponen en juego los/as activistas de la organización Raíz Natal con quienes realicé una investigación etnográfica entre 2010 y 2017. Ello permitirá indagar el lugar y los valores asignados a lo biológico y lo social en esta construcción, así como los distintos usos que los/as activistas realizan de aquellas configuraciones de sentidos para construir sus demandas en términos de acceso a derechos. En función de esta indagación, también realizaré un recorrido por uno de los campos más fértiles que ha tenido la antropología y al que se ha dedicado desde sus inicios, el del parentesco y la familia.

“¿Vos sabés quién sos?”. De Abuelas de Plaza de Mayo a Raíz Natal por el Derecho a la Identidad Biológica

Emprender un análisis sobre organizaciones que nuclean personas que buscan sus “orígenes biológicos” en la Argentina implica referirse al trabajo llevado a cabo en nuestro país por la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo. La búsqueda que estas mujeres emprendieron en pos de encontrar y restituir a sus nietos/as desaparecidos/as y apropiados/as durante la última dictadura militar (1976-1983) ha marcado un antes y un después en nuestra sociedad, generando cambios en las sensibilidades sociales acerca de la identidad y los orígenes (Regueiro, 2010). De este modo, el trabajo llevado a cabo por Abuelas desde hace más de cuarenta años configura un escenario que habilita el surgimiento de estas nuevas asociaciones que sienten vedado su derecho a la identidad.

Como sabemos, el derecho a la identidad tal como lo conocemos hoy en día es, en gran medida, el resultado de la participación de Abuelas en la redacción de los artículos 7, 8 y 11 de la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño[4] sancionada en 1989. Debido a su singular incidencia en su redacción, ellos son reconocidos internacionalmente como “los artículos argentinos”.

Con la intención de contextualizar el surgimiento de este tipo de asociaciones, resulta útil reponer algunas acciones de Abuelas que han incidido profundamente en las historias de vida de muchas personas que han dudado y dudan actualmente sobre su origen.

En la tarea cotidiana de búsqueda de sus nietos/as apropiados/as, las Abuelas han desplegado una vasta cantidad de estrategias en pos de que ellos/as sean interpelados: campañas de difusión en radio, cine, televisión, teatro, entre muchas otras.[5] Todas estas acciones que desplegó y despliega Abuelas son dirigidas a instar a aquellos hombres y mujeres que “dudan” a comenzar una búsqueda. “Cualquier duda sobre tu origen es motivo suficiente para consultarnos. No importa si se basa en información concreta o en sensaciones: podremos ayudarte cuando tu duda se manifiesta” –se lee en el sitio web de Abuelas[6]. En la construcción de esta interpelación a potenciales nietos/as, existe una constante apelación a la importancia que tiene conocer la “verdadera identidad”, y el objetivo de estas campañas –que se intensifican como parte del trabajo de Abuelas desde el año 1997– es convocar a los/as jóvenes que tengan dudas y “hacerlos partícipes de su propia búsqueda”.

Estas campañas de difusión derivaron en que acudieran a Abuelas miles de personas con dudas, jóvenes y adultos/as, que en la inmensa mayoría resultaban no ser hijos/as de desaparecidos/as. En este sentido, las campañas de difusión no se restringieron exclusivamente a sus nietos/as, sino que interpelaban a la sociedad toda. “La pregunta ‘¿Vos sabés quién sos?’ fue un llamamiento a la reflexión social e individual. Desde entonces, son los propios jóvenes los que se acercan a la institución preguntando, dudando sobre su identidad: buscándose”, sostienen desde Abuelas.

En efecto, el resultado de la “reflexión social e individual” sobre los orígenes generó que muchísimos/as jóvenes se acercaran a Abuelas “buscándose”, pero la mayoría de ellos/as, hasta el momento,[7] no resultaron ser hijos/as de desaparecidos/as. Abuelas lanzó una pregunta en búsqueda de sus nietos/as que inevitablemente irrumpió en las biografías de muchas otras personas. Y fue así como algunas de ellas decidieron organizarse en pos de conformar organizaciones a fin de viabilizar sus búsquedas. En este contexto, surgió la Asociación[8] Raíz Natal por el Derecho a la Identidad Biológica.[9]

Acerca de la vinculación de Abuelas de Plaza de Mayo en este proceso de surgimiento de esta asociación, resultan sugestivas las palabras de la presidenta de Raíz Natal:

En realidad esto empieza con Abuelas, en cierta manera porque la gente se empieza a cuestionar con respecto a la identidad biológica, lo que hace es mover un poco en la sociedad todo esto (entrevista a la presidenta de Raíz Natal, CABA, 30 de abril de 2011).

Yo siempre digo que para mí Raíz Natal es un grupo, o un colectivo donde nos juntamos personas con las mismas necesidades, con las mismas carencias en una búsqueda, que no tienen otro espacio y que, bueno, al no haberlo, lo inventamos. Porque fue así, lo inventamos al lugar, para que de pronto una sociedad que nunca se había preocupado por estos temas […] se preocupó a través de Abuelas hace menos tiempo, pero jamás se cuestionaron que un buen matrimonio criara a un chiquito, pobrecito, que no tenía… porque no era tan así… Digamos, la gente sabía que no estaba haciendo bien. Entonces, como no había un espacio, había que armar un lugar y creo que fue eso lo que hicimos nosotros (entrevista a la presidenta de Raíz Natal, CABA, 13 de abril de 2012).

La “invención” de la asociación, entonces, supuso apelar al derecho a la identidad en cuanto derecho vedado, pero al mismo tiempo resignificó y amplió los sentidos vigentes asociados a él. Este proceso de resignificación de la demanda instalada por Abuelas de Plaza de Mayo implicó e implica deconstruir ciertas nociones e ideas que han logrado arraigarse fuertemente en la sociedad, a fines de poder distinguir la desaparición de personas y la apropiación criminal de niños/as durante la última dictadura de otras formas posibles de separación de madres e hijos/as y de inscripción falsa de niños/as en nuestro país.[10] De alguna manera, la demanda de las personas nucleadas en torno a esta agrupación apunta a volver legítimas estas otras búsquedas de origen, tal como lo hicieron las abuelas con las búsquedas de sus nietos apropiados.

La asociación cuenta con alrededor de veinticinco integrantes estables que tienen entre treinta y setenta años. Entre sus actividades principales, se encuentran las siguientes: la atención y orientación en las búsquedas de “origen biológico” de personas que se acercan a consultarlos; la promoción y defensa del “derecho a la identidad biológica” mediante diversas acciones, como son el envío de proyectos de ley en pos de resguardar archivos o de reformas a la Ley de Adopción;[11] la realización de un “taller de identidad” mensual a cargo de una psicóloga; y diversas actividades de difusión sobre “la problemática” de la búsqueda del “origen biológico”, entre las que se puede mencionar la realización, una vez por año, de la Muestra de Cine e Identidad Biológica.

Durante los años 2010, 2011 y 2012, mi trabajo de campo consistió en la participación en estas actividades, como también en los encuentros semanales que la asociación realiza. Estos se desarrollan los jueves por la tarde en la Casa de la Memoria y la Vida de Castelar (donde funcionó el centro clandestino conocido como Mansión Seré o Atila) y los sábados por la tarde en el excentro clandestino de detención y tortura El Olimpo. Esas son las ocasiones en que los integrantes de la asociación se reúnen, reciben consultas (algunas personas se acercan para iniciar la búsqueda) y también conversan sobre temas relativos a sus vidas personales. En el desarrollo de estas acciones, pude apreciar la conformación de particulares sentidos acerca de la familia, los lazos de filiación, la identidad y el parentesco.

Parentesco, familia y antropología

La antropología, como resulta ampliamente conocido, se ha preocupado con especial interés sobre temas referidos al parentesco y la familia. Ciertamente, desde sus inicios como disciplina, los/as antropólogos/as han dedicado su atención al análisis de las formas que asumía el parentesco en distintas sociedades (Lévi-Strauss, 1974, 1983; Radcliffe-Brown, 1974; Morgan, 1993).

En cuanto sistema de clasificaciones de los individuos y de sus posiciones estructurales, el parentesco adquiere características singulares dependiendo de cada sociedad, pues cada una de ellas elabora su propio sistema de clasificación a fines de categorizar a parientes cercanos/as y lejanos/as. En este sentido, el análisis de otras formas culturales de organizar los lazos de parentesco ha permitido revelar que la forma que asume el parentesco en nuestra cultura no es universal. Como indica Françoise Zonabend, este, “aunque tenga en cuenta los condicionamientos biológicos de la concepción y de la procreación, se presenta en todas partes como un hecho esencialmente social, objeto de manipulaciones y elecciones de orden simbólico” (Zonabend, 1986: 24).

Si bien los estudios antropológicos clásicos sobre el parentesco han demostrado que, antes que un hecho natural, se trata de un artefacto cultural, hacia mediados de la década de 1960, estos estudios fueron cuestionados (Villalta y Tiscornia, 2014). Las críticas señalaban que permanecían situados en la dicotomía naturaleza/cultura, que tenían una concepción genealógica del parentesco,[12] y que, en su metodología de documentar la variabilidad cultural de los sistemas de parentesco de otras sociedades, utilizaban nociones occidentales –de parentesco y familia– como parámetro o modelo para la comparación, sin ninguna revisión crítica de estas, ni de cómo ellas podían incidir en sus interpretaciones (Schneider, 1984). Este conjunto de críticas fue posible en un momento en donde los/as antropólogos/as comenzaron a mirar su propia sociedad y, por ende, a sus propios modelos y paradigmas sobre el parentesco y así a analizar los estudios clásicos desde nuevas y sugestivas miradas. En aquellos años, la explicitación –y, por qué no, la denuncia– acerca del etnocentrismo de los modelos de análisis antropológicos clásicos sobre el parentesco y la familia (Schneider, 1984) irrumpió modificando para siempre la mirada sobre las relaciones familiares (Fonseca, 2007).

Asimismo, fueron las antropólogas feministas quienes hicieron un señalamiento sustancial en este giro crítico de los estudios clásicos del parentesco, al cuestionar la dicotomía analítica que prevalecía en dichos estudios entre lo “doméstico” y “político/jural”, dicotomía que “presupone una esfera ‘doméstica’ dedicada a la sexualidad y al cuidado de los niños, asociada primariamente con la mujer, y una esfera ‘pública’ de reglas legales y autoridad legitimada, asociadas primariamente con los hombres” (Yanagisako y Collier, 1994: 2). Después de haber atravesado profundos debates a nivel disciplinar, en donde la perspectiva feminista ofreció un incisivo aporte,[13] en la actualidad existe unanimidad acerca de que la concepción genealógica del parentesco es un modelo occidental que carece de capacidad explicativa cuando se aplica a otras sociedades, y de que los hechos del parentesco, además de ser culturalmente construidos, deben ser analizados contextual e históricamente.

De este modo, nuestro tipo de configuración familiar –sostenida en el modelo de procreación sexuada–[14] “representa sólo uno de los arreglos posibles en el universo de las culturas. No es ni superior, ni más acabado, ni tampoco, quizá, verdaderamente diferente de estos arreglos conocidos en contextos muy diferentes” (Segalen, 1992: 37). En efecto, el haber nacido de una mujer y de un hombre no resulta suficiente para ser hijo o hija de ambos, y, a la inversa, traer hijos/as al mundo tampoco confiere el estatus de madre y padre. El parto y el nacimiento, señala Anne Cadoret, “que representan hechos físicos, deben transformarse en filiación, hecho social” (Cadoret, 2003: 25).

Ahora bien, si centramos la mirada en la categoría familia, podríamos decir que aquí sucede algo muy similar, puesto que esta ha sido analizada durante mucho tiempo con ojos occidentales. Con la impronta de la dicotomía entre naturaleza/cultura, la familia ha sido analizada desde interpretaciones, básicamente, de tipo biológico-natural. Tal como señala Eunice Durham, esta tendencia hacia la naturalización de la familia “es reforzada por el hecho de tratarse de una institución que se refiere privilegiadamente a la reglamentación social de actividades de base nítidamente biológicas: sexo y reproducción” (Durham, 1998: 65). Si bien en todas las sociedades existe esta tendencia a “naturalizar la familia”, en nuestra sociedad esto se torna evidente, y ello no solo implica su penetración en el sentido común, sino en la reflexión científica. Así, la autora propone “disolver esa apariencia de naturalidad [de la familia] con el objeto de percibirla como una creación humana mutante” (Durham, 1998: 65). De forma complementaria, Claudia Fonseca (2007) señala que la familia es, en efecto, significativa en cuanto tiene un valor y una importancia crucial para muchas personas. Por ello existe un acuerdo acerca de que el uso de esta categoría nativa como categoría de análisis encierra cierto peligro, ya que

arriesga crear una confusión que coloque a la ciencia al servicio de las verdades conservadoras del sentido común. Así, en vez de ser concebida como unidad natural, “célula básica” de cualquier sociedad, e institución clave para la salud mental de todo individuo, “la familia” pasa a ser analizada como una noción política e históricamente situada (Fonseca, 2007: 16).

Teniendo presente estas propuestas y recaudos teórico-metodológicos, conviene a nuestro análisis repasar cómo el modelo de parentesco occidental,[15] o euroamericano, en términos de Schneider, permea la forma en que nuestra sociedad se conciben las relaciones entre parientes próximos/as y lejanos/as y, por ende, cómo es concebida la familia.

En nuestra concepción cultural del parentesco, la sangre adquiere un singular papel para comprender la familia. Los lazos de sangre son fundamentales en nuestra forma de entender el parentesco, la importancia y el valor que a ellos les adjudicamos radican en que son símbolos que representan el emparentamiento, la pertenencia a un determinado grupo y la continuidad de él, entre otras cosas. De este modo, la sangre como sustancia compartida se vuelve una metáfora funcional en la medida en que otorga sentido al emparentamiento entre las personas, es aquello que se “tiene en común” (Ouelette, 1998). En idéntico sentido, Bestard Camps sostiene: “En nuestra comprensión moderna entendemos el parentesco como una noción cultural de la relación que deriva de la idea de compartir y transmitir una sustancia corporal común” (Bestard Camps, 2004: 28).

En nuestras concepciones e ideas acerca del parentesco y la familia, esta última es percibida como natural, al igual que las emociones y las obligaciones sociales que de ella se derivan, por ejemplo, la crianza de los/as niños/as.

Como venimos sosteniendo, que en nuestra sociedad sean la sangre y el semen –es decir, la procreación– los elementos que estructuran la forma de concebir el parentesco, no resulta un hecho universalizable, puesto que la antropología ha demostrado que en otras sociedades el emparentamiento se deriva tanto de los actos de la procreación como de los relativos al cuidado, la convivencia, el comer o el amamantar, entre otros (Carsten, citado en Bestard Camps, 2004).

En la literatura antropológica es posible encontrar una variedad de ejemplos de formas de organización parentales divergentes a la nuestra, la familia trobriandesa resulta un clásico ejemplo de esta diversidad. En aquella sociedad se niega totalmente la participación del genitor en el proceso reproductivo, ya que se cree que los/as niños/as son concebidos/as mediante espíritus que vagan por las aguas mientras las mujeres se bañan, las relaciones sexuales no están asociadas a la procreación, hay una disociación de principios organizativos que en nuestra sociedad aparecen unidos: el sexo y la procreación (Durham, 1998). Otro ejemplo lo encontramos en los Samo, de Burkina Faso; este grupo distingue entre padre social y el progenitor para los primeros hijos de una mujer, de modo que en esta sociedad la filiación no se fundamenta en la “verdad” biológica, sino en la institución del matrimonio (Cadoret, 2003).

Ahora bien, si en nuestra sociedad la impronta del modelo de parentesco occidental hace que los hechos biológicos del parentesco adquieran un lugar central, esto se torna posible en la medida en que la sangre se vuelve significativa, es decir, adquiere valor cultural. En este sentido, resulta apropiada la indicación de Marilyn Strathern (1992), que sostiene que no podemos obviar que la propia definición de un hecho natural es fruto de una elaboración cultural.

Si bien en nuestra sociedad el parentesco puede entenderse como un híbrido entre los dominios social y biológico, este último o, mejor dicho, las relaciones biológicas resultan supuestos que anteceden a otros tipos de relaciones (sociales): “Para el sentido común moderno occidental la sociedad está después de la naturaleza y las relaciones de parentesco son consideradas en términos primordialistas, anteriores a los vínculos contractuales de la sociedad” (Bestard Camps, 2004: 21).

Resulta especialmente relevante para mi investigación considerar de qué forma este modelo de parentesco occidental o euroamericano permea las ideas y experiencias del parentesco de las personas que buscan conocer su “origen biológico”.

Historias de búsqueda

En la Asociación Raíz Natal, las personas que buscan conocer su “origen biológico” pueden ser adoptadas o haber sido inscriptas como hijos/as propios/as. La mayoría de las búsquedas son de personas que han sido inscriptas falsamente, hecho que demuestra la amplia tolerancia, a lo largo del tiempo, de este tipo de inscripciones en nuestro país (Villalta, 2006).

Las búsquedas de las personas nucleadas en torno a la asociación varían ampliamente dependiendo de múltiples factores: la situación actual de la persona que busca, la relación con la familia de crianza, la relación con su esposa/o, hijos/as si los hay, entre otros. En suma, todas estas relaciones y la forma que ellas asuman matizarán los modos y los sentidos que adopte la búsqueda.

En este análisis me basaré en las notas de campo tomadas durante los años 2010, 2011 y 2012 en las reuniones y actividades de la asociación, y en las diversas entrevistas formales e informales realizadas a sus integrantes. Asimismo, focalizaré en dos historias –reconstruidas a partir del material producido en mi trabajo de campo– que analizaré a la manera de casos por considerar que tienen elementos significativos que permiten iluminar diferentes aspectos de las búsquedas que emprenden estas personas. Ellas son las historias de Emilia y Aldana.[16]

Emilia

Nació un 19 de julio del año 1958 en la Ciudad de Buenos Aires. Hoy sabe que su nacimiento fue en el Hospital Durand, pero durante muchos años creyó que había sido en su casa, tal como lo indicaba su partida de nacimiento a las nueve y media de la mañana. Sin embargo, algunas situaciones le hacían dudar sobre ese “parto en domicilio”. Su mamá nunca sabía exactamente la hora de su nacimiento, siempre le decía una hora diferente, a veces a la mañana, otras a la tarde, otras a la noche.

Su madre había perdido varios embarazos. En su última gestación, ella tenía 48 años, estaba de siete meses y, al presentar complicaciones, debieron operarla y extirparle los órganos reproductivos. Luego de 45 días, su madre volvió a la casa, sola sin la bebé, “porque la nena estaba internada”, sería lo que Emilia luego sabría que comentaban los vecinos. Nora, una prima segunda de Emilia, ocho años mayor que ella y que vivió hasta los 12 años en su casa, recuerda el día de su llegada: estaba el médico, que luego sería el pediatra de Emilia, y le dijo: “Está por llegar la cigüeña”. Emilia hoy reflexiona y dice que ella ocupó el lugar de esa bebé que había muerto, “[…] ellos hacen una transferencia en ese momento y queda totalmente bloqueado, yo soy esa hija y punto. Nunca se habló de nada”. Emilia no tuvo hermanos, pero recuerda que su madre la llevaba al cementerio de la Chacarita a ver, entre muchos parientes fallecidos, a sus “hermanitas”; su madre había perdido alrededor de tres embarazos.

A partir de una serie de relatos de familiares, supo que llegó a manos de sus padres de crianza a través de un contacto de unos tíos maternos con una partera del Hospital Durand, que se llamaba Marta Lucanino. Emilia fue entregada por esta mujer a sus tíos maternos cuando tenía dos días de nacida en el Parque Centenario, en la mañana del 21 de julio. Sobre sus dudas, ella relata en la sección “Testimonios” de la página web de Raíz Natal:

Nunca me contaron la verdad, pero siempre la intuí. Sabía que algo no estaba bien, algo no encajaba, aunque no sabía qué […]. Nunca nadie dijo nada, nunca hubo nada que me hiciera sospechar la verdad, pero algo dentro de mí lo sabía.

Como su mamá era una mujer mayor, a veces sus compañeros le decían: “Viniste con tu abuela”. Sin embargo, cuando Emilia manifestaba alguna sospecha sobre la edad de su mamá cuando ella “nació”, sus tías le recordaban que “la abuela tuvo a los 49 años al tío Cachito”, que era el hermano menor de su mamá. Este relato disuadía, en parte, las sospechas de Emilia.

La forma en que ella se refiere a sus padres es siempre desde un gran afecto: “Ellos siempre me dieron todo”, me dirá en una entrevista. El Día de la Madre del 2011, en una actividad del Taller de Identidad de Raíz Natal, la psicóloga lanzó la consigna “¿En quién piensan para el Día de la Madre?”, a lo que Emilia respondió: “Yo pienso en mi mamá [Fina], pienso en ella porque ella fue mi mamá, más allá de todo, de las historias, de lo biológico, de lo adoptivo, no importa, la mamá que te cría, con la que vos estás”.

A su padre lo describe como un “hombre de palabra empeñada”, autosuficiente y de carácter fuerte; sin embargo, con orgullo me contó que ella era la única que lo doblegaba “porque le decía las cosas en la cara”. Eso hizo respecto de sus dudas sobre su origen. Consecuentemente, en algunas oportunidades, Emilia le expresó sus sospechas. Una de esas ocasiones se relacionó con una situación familiar: cuando ella tenía 13 años, un familiar “adoptó” a una nena, Mariana –en realidad, la inscribió como propia–, nacida en 1971 en el Hospital Zubizarreta. Emilia recuerda: “Le dije a mi papá ‘A Mariana la adoptaron, me imagino que se lo dirán’”. A lo que él le respondió: “No sé, eso es cosa de cada familia”. Y ella insistía: “Si a mí me hubieran adoptado, yo quisiera que me lo dijeran… Si yo fuera adoptada me gustaría que vos me lo dijeras”. Ante esta declaración, Paco contestó “¡Ay, las cosas que decís!”, y ahí se terminó la conversación.

La madre de Emilia falleció en 1991, siete años después murió su padre, y un año más tarde, su marido, con quien tuvo dos hijos. Fue durante septiembre de 1999, en medio del dolor que provocaron las pérdidas de sus seres amados, cuando Emilia confirmó que no era hija biológica de Paco y Fina. Para referirse a la forma que asumió su inscripción, ella prefiere no denominarla como “falsa”; al respecto, sostiene: “En realidad fui inscripta como hija propia de mis padres de crianza”.

En los relatos familiares, circulaba una versión de que Paco –su papá– decía que se iba a matar si alguien se atrevía a decir “la verdad”. Luego de la muerte de sus padres, fue Cynthia, la hija de su prima segunda Nora, la que decidió “hablar” y confirmó las sospechas de Emilia. En la actualidad la madrina de Emilia es la única persona que podría saber algo más de la historia de su nacimiento, pero ella hace quince años tuvo un virus hospitalario que le produjo amnesia y, cuando despertó luego del coma, no reconocía a nadie; en efecto, pudo rearmar su vida desde ese momento hacia adelante, pero el pasado había quedado vedado para ella y en consecuencia también para Emilia.

Quienes buscan su origen y son inscriptos como hijos/as propios/as “dependen del saber de los otros, de lo que saben esos padres, esa familia, esos primos”, dice siempre Emilia. A partir de conversar con los familiares que quedaban vivos y que se disponían a contar algo, ella logró armar una historia donde, según estos dichos, su madre biológica era muy joven, entre 16 y 18 años, oriunda de la ciudad de Mar del Plata, y fue enviada a Buenos Aires a fines de ocultar su embarazo.

Aldana

Nació en San Isidro, Provincia de Buenos Aires, “aproximadamente”, como me refiere ella, el 15 de noviembre de 1978; por eso mismo también dice que no sabe cuándo festejar su cumpleaños. En su caso, las evidentes diferencias físicas fueron un dato que hizo que siempre sospechara que no era hija biológica de sus padres de crianza. No tuvo hermanos/as, y su padre falleció cuando tenía 15 años. Un año más tarde, a sus 16, decidió hablar con su madre de crianza, ya que evadía de forma permanente la pregunta sobre su origen.

Un día fui y le dije, algo así como: “Bueno, ya me dijeron que soy adoptada”. Y ella cometió el error de decirme: “¿Quién te lo dijo?”. Ahí fue la primera vez que pude hablar, encarar ese tema con ella.

En ese momento su madre de crianza le confirmó que era “adoptada”, y Aldana con el tiempo comprendió que en realidad había sido inscripta como hija propia. A los 20 años, decidió ir a Abuelas y se realizó los estudios inmunogenéticos, que dieron negativo. Cuando en Abuelas vieron su partida de nacimiento, le comentaron que la médica que firmaba, ya fallecida, figuraba en otras partidas de nacimiento falsas, pero ninguna de ellas era de casos de hijos/as de desaparecidos/as.

Su madre de crianza era portuguesa, y su padre, hijo de portugueses. Vivían en la zona de Barracas y se dedicaban a actividades comerciales. Graciosamente, Aldana narra las “portuguesadas” de sus padres de crianza, dejando en claro la importancia que tenía para ellos el arraigo cultural con “lo portugués”. Ella recuerda que, de niña, domingo por medio iban al Club Portugués. Sus primos se casaron con luso-descendientes, y lo mismo sucedía con hijos/as de los/as amigos/as de sus padres. Cuando le pregunté qué le pasaba con eso a ella, me dijo: “Yo sé todo, canciones, símbolos de Portugal […]. No me genera rechazo, es parte de mi historia, no es un recuerdo triste haber ido al Club todos los domingos”.

Sobre la relación con sus padres, ella me contó que no fue “la mejor”, sobre todo con su madre, con quien discutía con frecuencia, pero no atribuye este hecho a su estatus “adoptivo”; por el contrario, hace hincapié en el difícil carácter de su madre de crianza. Aldana me dijo que sus padres eran algo rígidos, durante su infancia ella sabía que sobre determinados temas no había que hablar, como, por ejemplo, su nacimiento. “Entonces yo lo sabía, no me preguntes cómo, o lo intuía, o no sé”.

A pesar de que nunca fue explicitado que Aldana no era hija biológica, ella puede identificar algunas situaciones en donde la forma de dirigirse de su madre de crianza la hacía sospechar. “Sos una villera, volvé a la villa”, eran frases que alguna vez su madre de crianza utilizó u otras referidas a su aspecto físico.

[…] “Pareces una india, pareces una gitana” […]. Yo había cosas que no tenía permitido hacer, por ejemplo, hacerme trenzas, yo no me podía hacer trenzas porque me veía demasiado étnica, por llamarlo de alguna forma, o no podía usar bolsas de plástico porque las empleadas domésticas usan las bolsas de plástico, “Entonces vos no las podés usar”, me decía” (entrevista a Aldana, CABA, 26 de abril de 2012).

En este sentido, Aldana me cuenta: “Yo iba llenando una caja con indicios, indicios, y era como más que obvio”. Frente a este maltrato, su padre hacía oídos sordos. A Aldana la enoja el ocultamiento de su estatus “adoptivo”, es decir, el haber sido inscripta falsamente, pero también el hecho de haber sido maltratada. El sesgo racista contenido en las frases que alguna vez le profirió su madre y su forma frívola de relacionarse con ella y con el mundo la llevan a preguntarse: “No sé qué estaba buscando mi madre al ser madre, no sé si estaba buscando ser madre, o solamente quería ser poseedora de un objeto”.

Aldana intentó hablar en varias ocasiones del tema de su origen con ella, a veces en buenos términos, otras, no tanto, pero nunca obtuvo información relevante, solo supo que la fueron a buscar a San Isidro, a la clínica de la doctora Sánchez. Su madre negaba que hubieran pagado por ella. “Yo sé por otros familiares que sí pagaron por mí, bastante, no sé cuánto, pero hubo un dinero de por medio”.[17] Cuando le pregunté si su madre de crianza sabía sobre su progenitora, Aldana me respondió que no, que le preguntó varias veces y que ella nunca le dijo nada. Inclusive Aldana sostiene: “Ella nunca quiso saber, sabía que estaba haciendo algo que no era legal, entonces cuanto menos sepa, mejor”.

En su búsqueda Aldana habló con su tía Laura, prima de su madre de crianza, quien le confirmó que el 15 de noviembre ya tenía “como diez días”, por lo cual ella calcula que habría nacido alrededor del 1 de noviembre. Sobre este tema que resulta especialmente sensible para Aldana, su madre modifica su relato, tal como sucedía en el caso de Emilia.

En este caso también me va cambiando la historia, a veces me dice que hacía días que había nacido, otras veces me dice que hace una semana, y nada, y hay familiares que me dicen: no, tenías como diez días, entonces es difícil (entrevista a Aldana, CABA, 26 de abril de 2012).

Después del ADN negativo en el Banco Nacional de Datos Genéticos, “no sabía más que hacer”. “Ya me habían dicho que eso [la partida de nacimiento] era re trucho, que no era adoptada, que había sido inscripta como hija propia, que no tenía la posibilidad de acceder a ningún registro”. Un 16 de noviembre del 2001, Aldana vio en un programa emitido por Canal 26 a Emilia, entre otras personas, relatando sus historias de búsqueda de origen.

Hablaban sobre todo lo que yo estaba viviendo, que quería saber de mis orígenes, pero que tampoco me animaba a hacer mucho, que no sabía qué hacer, era una mezcla de… ¿Qué sé yo? Tampoco sabía a quién recurrir, o cómo hacer, para dónde voy (entrevista a Aldana, CABA, 26 de abril de 2012).

Aldana me contó que ese 16 de noviembre iba a festejar su cumpleaños y le resultó muy impactante haber visto esa nota en la televisión de personas a las que les pasaba exactamente lo mismo que a ella. Asimismo, en esa nota de Canal 26, anunciaban que el 18 de noviembre iban a realizar unas jornadas sobre identidad biológica en la Defensoría del Pueblo de la Nación, y decidió asistir. Así fue que Aldana se acercó a la agrupación.

Hasta el momento Aldana pudo reconstruir que nació en San Isidro antes –no sabe exactamente cuánto– de la fecha que indica su partida de nacimiento. Esta información fue obtenida a partir del relato de familiares, y por su parte Emilia ha logrado conseguir otro tipo de información, producto de “rumores”, como le dicen ellos/as, respecto de su madre biológica. De este modo, para Aldana, la manera de saber algo más sobre su origen sería que alguien se presentase espontáneamente en la asociación.[18]

Buscar el “origen biológico”. Conocer la verdad, la historia y las raíces

Las personas que emprenden una búsqueda quieren conocer “la verdad”, su “historia”, sus “raíces”. Estos tres términos nativos, que son al mismo tiempo motivaciones de la búsqueda, suelen articularse con un cuarto, “el origen biológico”, que parece funcionar como un aglutinador de los anteriores. A partir de mis observaciones, conversaciones y entrevistas, he podido vislumbrar cómo los términos “verdad”, “historia” y “raíces” emergen enlazados, y muchas veces subordinados, a la idea de “origen biológico”. Como suelen decir muchos/as de ellos/as: “Conocemos nuestra historia, nos acercamos un poco más a la verdad si podemos conocer nuestro origen biológico”. Podemos afirmar que hay una interdependencia entre estos tres términos, y que conjuntamente refieren al “origen biológico”. Asimismo, atendiendo a los sentidos que los/as integrantes de Raíz Natal dan a sus búsquedas, el origen biológico puede comprenderse como aquello que se busca y desea conocer, que incluye toda la información que se pueda recabar relativa al momento del nacimiento y a las circunstancias, sujetos y decisiones que lo rodearon, tanto antes como después del momento mismo del parto.

En las historias de Aldana y Emilia, se evidencia la dificultad que supone conocer los “orígenes biológicos” en los casos de personas inscriptas falsamente. A diferencia de personas adoptadas, donde hay un expediente judicial que registra la información relativa a dicho proceso,[19] en la inscripción falsa no existen estos rastros burocráticos. En los casos de inscripciones falsas, los integrantes de la asociación despliegan un particular saber posible de vislumbrar mediante una serie de estrategias creativas de búsqueda,[20] que se han ido tramando y ajustando a partir de la experiencia. Encontrar el “origen biológico” implica buscar, y en esa búsqueda es necesario saber cuáles son los mejores caminos que recorrer durante el proceso.

Aunque los casos reconstruidos con anterioridad representan solo una porción de la variabilidad y heterogeneidad de historias de personas que buscan su “origen biológico”, resultan útiles para analizar qué sentidos adquieren la familia y el parentesco y qué lugar es otorgado a lo biológico en este tipo de búsquedas.

Las vivencias de Emilia y Aldana encuentran puntos en común y divergencias, Emilia tuvo una excelente relación con quienes la criaron, no así Aldana. Asimismo, Emilia emprendió la búsqueda de sus orígenes una vez que sus padres habían fallecido; en cambio, Aldana enfrentó a su madre en pos de saber algo más sobre su historia.

El hecho de que los padres de crianza estén vivos genera en quienes inician una búsqueda sentimientos encontrados, temor por que “les pase algo” o enfrentamientos que a veces causan serios conflictos en esa relación. En ocasiones, una mala relación con los padres de crianza se vuelve indicador de la relación no biológica, y resulta una manera más “cómoda” de buscar los orígenes de nacimiento. Si bien no podemos generalizar, en ocasiones la búsqueda de los “orígenes biológicos” es vivida como una amenaza para los padres de crianza. Esta amenaza de sustitución, es decir, de una potencial pérdida del vínculo con el/la hijo/a, que manifiestan algunos padres de crianza se ve mitigada en los discursos de la asociación con expresiones del tipo “Nosotros lo que queremos es sumar, el corazón es un órgano muy grande”.

En verdad, la dificultad para que sus padres de crianza o adoptivos les cuenten la verdadera historia, los obstáculos que se les han presentado a estas personas para iniciar la búsqueda de su familia de origen, y el temor de los padres de crianza y la vivencia de la búsqueda que emprendan “sus hijos/as” como una amenaza pueden comprenderse si se tienen en cuenta los significados con los que se ha dotado, durante mucho tiempo, a la adopción de niños en nuestra sociedad. La idea de que la adopción, para ser efectiva, “debía imitar a la naturaleza” fue –como señala Carla Villalta (2010)– el tópico central de la reforma normativa que en la Argentina introdujo en el ordenamiento legal a la adopción plena. En efecto, a fines de 1960 y principios de 1970, se planteaba que este tipo de adopción representaría una solución para aquellos adoptantes que querían que el/la hijo/a adoptivo/a fuera como un/a hijo/a biológico/a. Este anhelo en muchas ocasiones llevó

a quienes querían adoptar un niño/a a recurrir, antes que a la adopción legal, a una práctica extendida y hasta naturalizada: la inscripción falsa de niños/a. Una práctica consuetudinaria que, si bien formalmente constituía un delito, era socialmente tolerada y vista en consecuencia como otra forma de adopción (Villalta 2010: 3).

De este modo, la pretensión de la reforma era ajustar lo mejor posible la ficción jurídica –de la adopción– a la naturaleza, que implicaba borrar los lazos del niño/a con la familia de origen a fin de emplazarse con la nueva familia sin interferencias. Es así como la adopción plena crea una familia “como si” fuese biológica (Villalta, 2010; Modell, 1994, citado en Yngvesson, 2007). Esta forma de concebir el parentesco lleva consigo la exclusividad del vínculo biológico, en donde no pueden coexistir padres biológicos y adoptivos; inclusive, aún hoy resulta disonante la posibilidad de tener dos madres y dos padres (biológicos y sociales).[21]

Ahora bien, las historias de Aldana y Emilia ponen de manifiesto que, aunque no fueron adoptadas, sino inscriptas falsamente, en sus familias de crianza pesaba igualmente esta pretensión o imperativo de imitar a la naturaleza dado que ocultaban celosamente el estatus no biológico de la relación. Asimismo, no podemos obviar que, aunque tolerada socialmente, la práctica de la inscripción falsa constituye un delito; es teniendo esto presente como deben interpretarse el secreto y el ocultamiento del estatus adoptivo.

Tanto en los casos de Aldana y Emilia, así como en el resto de las personas de la asociación, la permanente afirmación de que ellos/as no son hijos/as biológicos/as de las personas que los/as criaron y la diversidad de acciones desplegadas por la asociación se tornan prácticas que desarman el “como si” con el que convivieron gran parte de sus vidas.

“Lo biológico” entre la búsqueda y la demanda

Si bien quienes buscan sus orígenes, como Aldana y Emilia, generalmente reconocen como su familia a quienes los/as criaron, más allá de la relación que hayan gestado con ellos/as, quieren saber quiénes fueron sus padres biológicos. Y la forma en que construyen su demanda, interpelando al Estado y a la sociedad para que tome conciencia de su problemática, recupera uno de los elementos que estructuran nuestro modelo de parentesco: la biología.

Aldana y Emilia, ambas integrantes de la asociación, coinciden en la necesidad de “conocer su historia”; si bien remarcan que ellas “saben quiénes son”, quieren saber “de dónde vienen”. Descubrir esa “historia o prehistoria”, como ellas dicen, se traduce en los objetivos de la asociación en la expresión “conocer la identidad biológica”. Tal como manifiestan en su página web: “El derecho a la identidad biológica es el derecho a la verdad, a esa verdad que nos es debida, que mitigará nuestro dolor, y nos dará paz e igualdad”.

Verdad y biología se entrelazan conformando uno de los argumentos más fuertes de esta asociación, y esa fuerza se deriva de la forma en que en nuestras sociedades es concebido y experimentado el parentesco. Este emparentamiento entre verdad y biología retoma percepciones fuertemente arraigadas en nuestro modelo de parentesco y de familia. De tal manera, el par biología-verdad como elemento central del discurso de la asociación se vuelve una potente síntesis ya que establece una inmediata relación con la matriz de conexión por excelencia entre los sujetos, la biología (Fonseca, 2007).[22]

Ahora bien, desde la asociación sostienen que quieren conocer su “identidad biológica”, y esta necesidad de conocer, tal como ellos manifiestan, apunta a llenar el “vacío y mitigar el dolor” que supone ese desconocimiento. Si bien las personas nucleadas en torno a la asociación destacan la importancia de los lazos sociales y afectivos, su demanda se organiza en torno a la búsqueda de la identidad “biológica”. Un folleto que exhiben en las actividades que realizan deja en claro qué entienden por identidad biológica:

¿Qué es la identidad biológica?

La Identidad se despliega en el tiempo, se forja en el pasado, desde la concepción misma donde se hallan sus raíces, traspasa el presente y se proyecta hacia el porvenir. Por otro lado, la identidad es el conjunto de características y atributos adquiridos y heredados, actuales y del pasado, que permiten individualizar a las personas y que es mutable hacia el futuro. Carecemos de esto, y el vacío que genera, no se llena con nada. Sufrimos por los “Pactos de silencio” y la “Amnesia Selectiva”. Sin nuestro origen biológico, no sabemos de dónde venimos, ni el porqué, o cual es nuestra herencia genética, lo cual es un grave riesgo para nuestra salud y la de nuestros hijos. *El destacado es original (nota de campo. Folleto exhibido en el festival La Minga, Mansión Seré, Castelar, 25 de septiembre de 2012).

Tal como se desprende de la definición construida por la asociación, la apelación y el uso del término “biológica” no puede reducirse tan solo a una simple mirada o concepción biologicista de la identidad, o exclusivamente a la necesidad de encontrar un registro genético de sus antepasados, puesto que, como hemos visto en los casos antes reseñados, también se quiere conocer todo lo posible acerca del origen de nacimiento (circunstancias, sujetos, relaciones). Sugiero, entonces, que la utilización del constructo “identidad biológica” debe también interpretarse en cuanto estrategia política para describir, definir y construir una demanda singular. Para la construcción de esta, la biología juega un papel central, pero no se agota en ella.

La asociación de “lo biológico” como “lo verdadero” y, por ende, como lo necesario de conocer es ciertamente efectiva en la medida en que remite al paradigma biológico de la sangre en el que el modelo de parentesco occidental se encuentra inmerso desde el cristianismo (Schneider, 1984, citado en Regueiro, 2010: 29). En este sentido, el reclamo por conocer el origen de sangre recupera la clásica, y vigente, referencia de que “la sangre es más espesa que el agua” de Schneider (1984). Es así como reclamar por la “verdad biológica” da cuenta del uso estratégico y político que la asociación hace de ideas y concepciones presentes en nuestra sociedad sobre el parentesco. Apelar a “lo biológico” es apelar al modelo de parentesco occidental (que la sociedad entienda la problemática que a ellos/as los aflige) para, en definitiva, legitimar la necesidad de conocer a madres y padres biológicos. Los lazos de sangre en el modelo de parentesco occidental, como dijimos, adquieren un valor e importancia sustancial en la medida en que ellos son símbolos de emparentamiento y pertenencia, a esta singular valorización de la sangre presente en nuestra sociedad es a la que recurre la apelación a lo biológico a fines de dotar de sentido y legitimidad a las búsquedas. En suma, la demanda que construye la asociación hace uso del paradigma biológico de la sangre desde el momento mismo en que retoma uno de sus presupuestos más sólidos (la biología) para legitimar la importancia de sus búsquedas y así visibilizar su demanda.

Pertenecer a una organización, ser parte de una familia

Tal como lo han señalado diversos autores, el parentesco, en cuanto elemento ordenador, es una forma de organizar relaciones sociales básicas en todas las culturas actuales e históricas. Existen categorías de clasificación que permiten excluir e incluir quién es pariente. Se es pariente por consanguinidad y por afinidad.[23] Las categorías que en nuestra sociedad utilizamos para designar a nuestros parientes son esposa/o, madre, padre, hermanos/as, tíos/as, primos/as, abuelos/as, primos/as segundos/as, tíos/as abuelos/as, etcétera. A partir de estas, designamos la distancia y cercanía que mantenemos con las personas situadas en nuestra estructura de parentesco, es decir, distinguimos entre parientes cercanos y lejanos.

Durante mi trabajo de campo en la asociación, pude observar cómo estos/as activistas se relacionaban entre ellos/as. Y con el paso del tiempo junto a ellos/as, me fue posible advertir la frecuencia con la que se comunicaban, la intensidad de esas comunicaciones, cómo estaban presentes en festejos (cumpleaños, bautismos, entre otros), así como en situaciones difíciles (separaciones, fallecimientos). Una vez que los/as integrantes de la asociación me “aceptaron” ya no como una antropóloga que observa, sino simplemente como “la antropóloga”, me fue posible presenciar dinámicas de relaciones sociales que usualmente suelen asociarse al ámbito de lo familiar.

En suma, la forma que asumió mi participación como investigadora en las dinámicas cotidianas de este grupo tampoco estuvo exenta de estas formas de construir los lazos al interior de la asociación. La posibilidad de acceder a la intimidad de esos vínculos implicó la construcción de una relación de confianza que estuvo signada por la importancia que estas personas le otorgan a la afectividad.

Cuando te metés en esto, uno viene a nivel profesional, ponés distancia, pero vos ponés mucho más de vos, como que te encariñás, como que ponés otra cosa, y eso también es muy bien recibido en Raíz Natal. Porque, primero, todos nos manejamos así, con afecto, viste, entre nosotros, bueno, nos peleamos también, pero tenemos este afecto que es el que nos une; entonces, que venga alguien… y no, si hubieras venido tipo profesional hubiera sido como medio… Yo creo que no hubieras sido tan bien recibida. Porque vos aparte venís y tenés tu lugar y es como que sos parte de esta familia… ya no es, viste, “Ah, viene para…”, no. Es más, te extrañamos cuando no venís (entrevista a integrante de la asociación, CABA, 21 de mayo de 2012).

Las personas de la asociación hacen uso de categorías del parentesco para hablar del otro/a (compañero/a) como un igual o próximo “como un/a hermano/a”. Varios de los integrantes de la asociación son hijos/as únicos/as, y muchos/as de ellos/as me cuentan que les hubiera gustado tener hermanos/as o piensan que, en efecto, quizás tengan hermanos/as o medio hermanos/as biológicos/as. Lo cierto es que entre ellos “son como hermanos/as” y se cuidan recíprocamente como se hace en una “familia”:

Acá nos cuidamos unos a los otros. Es como una familia (nota de campo, reunión semanal de la asociación, CABA, 23 de julio de 2011).

Terminé aceptando como una idea de familia… En una familia uno habla de lo que le pasa… Raíz Natal es eso, tiene esta cosa de unir a la gente como si fuera familia, creo que es lo que buscamos, yo creo que es lo que busca la gente que se queda en Raíz Natal (entrevista con integrante de la asociación, CABA, 21 de mayo de 2012).

En 2005 yo me alejé y después volví [a la asociación]. Me fui a vivir sola, lejos, y esa distancia me hizo dar cuenta de que estaba sola, y cuando volví a Raíz Natal me di cuenta de que ellos son como mi familia. Son familia porque sin rencores, sin reproches me recibieron siempre. Una vez un fin de año, de ese año, X [integrante de la asociación] me dijo “Ustedes son mi familia”. Y es cierto (entrevista informal con integrante de la asociación, CABA, 1 de octubre de 2011).

Tal como he sugerido, las prácticas y los discursos de las personas nucleadas en torno a la asociación revelan que “lo biológico” no es “garantía de nada”; Emilia, que forjó un lazo afectivo intenso con quienes la criaron, afirma: “Yo no vengo a buscar una mamá y un papá, vengo a buscar una historia”. De este modo, lo biológico aparece desestimado como elemento constitutivo o exclusivo de los lazos de parentesco. Y en este sentido, resulta sugerente esta forma en que los activistas de la asociación se refieren a sus compañeros utilizando categorías del parentesco.[24]

Durante las entrevistas que mantuve con Emilia y Aldana, ambas hicieron referencia a esta forma de concebir los vínculos que las unen con el resto de las personas de la asociación.

Soledad: ¿Cómo definirías vos la relación que te une con el resto de los integrantes de Raíz Natal?

Emilia: La relación primero fue, bueno, de conocerse, y después fuimos armando lazos como de familia, es lo que somos realmente, el grupo que más estamos, que estamos siempre juntos, es como si fuéramos, viste, hermanos, qué sé yo, es como una familia. Por eso festejamos cumpleaños, vamos al bautismo, acompañamos si se le muere alguien, bueno, porque estamos juntos como… Armamos un lazo. Ese lazo de familia que uno… bueno, por los hermanos que no tuvo y como que somos hermanos de la vida, en cierta manera, de la búsqueda […].

Soledad: ¿Y por qué pensás que es tan fuerte ese lazo?

Emilia: Y un poco también, es como te digo yo, formamos esta familia, como son las familias de ahora, un poco más disfuncionales [se ríe], la familia sustituta. Claro, encontramos eso, entonces, bueno, uno por ahí busca eso, todos buscábamos hermanos, familia, y bueno, nos fuimos encontrando en esta búsqueda, y uno encontró en el otro esa contención y poder hablar y contar, y entonces no solo te contás lo que te pasó con esta historia, sino que uno cuenta las otras cosas que a uno le pasan en la vida, y bueno, siempre hay problemas en esta vida […].

Soledad: Esto de encontrarse con un igual, que sea una persona que transitó la pregunta, la duda, la búsqueda… ¿cómo es?

Emilia: Es mucho más fácil que el otro te pueda entender, y que no tengas que andar explicando cada cosa y cada sentimiento. […]. Sí, yo digo que es eso. Eso que decimos nosotros que es como un vacío que uno tiene, algunos dicen ese agujerito, ese hueco que no podés llenar, que no tenés con qué llenar y lo vas llenando con lo que podés y aún no se termina de cerrar. Esa es la diferencia, no le tenés que explicar al otro lo que se siente, el otro lo sabe porque siente lo mismo

(entrevista a Emilia, CABA, 13 de mayo de 2012).

                            

Soledad: ¿Qué es Raíz Natal para vos?

Aldana: Es mi lugar de pertenencia, sí, fácil te lo resumo.

Soledad: ¿Y si tuvieras que definir la relación que te une con el resto de las personas de Raíz Natal?

Aldana: Y son como casi… Son como mi familia, son mi familia en realidad. O sea, a más de uno yo los siento como parte de mi familia, a X, Y, a Emi, a los hijos de Emi, ellos son como parte de mi familia también, de hecho, a veces no sé… es como… son como mis hermanos, es más, por ahí tenemos peleas de este tipo, de ese estilo, no sé, yo no tengo hermanos, pero son peleas de ese estilo, tipo agarrarme del pelo, “Basta, basta, pelotudo, cortala” [se ríe]. Pero bueno, nada, son, sí, son como una familia, es así, mi familia.

Soledad: ¿Como una familia por elección?

Aldana: Sí, como una familia extendida. Porque no necesariamente a veces las personas que son familiares tuyos cumplen esos roles por los cuales por ahí están enmarcados en la sociedad, como hermano, como una madre, como un padre, quizás esas personas que tienen ese título, por llamarlo de alguna forma, cumplen ese rol, entonces uno también… nada, elige quien puede cumplir ese rol, o esa persona directamente se apropia de ese rol y lo cumple (entrevista a Aldana, CABA, 26 de abril de 2012).

Tal como ambas refieren, al igual que me lo han manifestado varios/as activistas de la asociación, ellos/as son como “una familia”. Las búsquedas de origen de estas personas las han llevado a construir, “inventar”, como dicen, esta asociación que entienden como una familia. En esa búsqueda ciertamente han encontrado nuevas formas de relacionarse con “otros/as”, singulares otros/as, pues son pares, no hay necesidad de explicar qué se siente, pues ese otro/a “siente lo mismo”. La recurrencia de la expresión “Nosotros lo sentimos” habilita una conexión entre quienes buscan su origen y, en cierta medida, los vuelve iguales (Gesteira, 2013). En este sentido, resulta sugerente la noción de “dimensión experiencial” que trabaja María Victoria Pita en su etnografía con familiares de víctimas de la violencia policial. En la constitución del mundo de los familiares, en cuanto campo de relaciones y vínculos más o menos estrechos, opera “lo que podría llamarse dimensión experiencial […] esto es el sentirse inicialmente un igual” (Pita, 2005: 214). Entre familiares, sostiene Pita, “se comparte una solidaridad especial, ya que ninguna otra persona que no sea familiar, sostienen, consigue cabalmente entender lo que se siente, porque solo nosotros sabemos lo que se siente, nadie [ningún otro] puede saber” (Pita, 2010: 195). En el caso de la asociación, “sentirse un igual” vehiculiza un tipo de parentesco por identificación con esos/as “otros/a” que han pasado lo mismo.

Fabricando parentescos: viejas terminologías para nuevas conexiones

La importancia conferida a los vínculos de afectividad entre los/as activistas de la asociación, que son nombrados/as utilizando categorías del parentesco, nos ubican nuevamente en el carácter construido de aquello que entendemos es el parentesco. Al mismo tiempo que se busca conocer la “identidad biológica”, que es estratégicamente asociada a la verdad y remite a la matriz biológica de la conexión como elemento estructurador del parentesco, estas personas construyen, “inventan” una familia al interior de la asociación, una familia que no es dada por la procreación (lo biológico), ni por la adopción o por la inscripción falsa, sino que es ciertamente una familia por “opción”. En la construcción de esta familia por identificación, se comparte un hilo conductor: la búsqueda, que hace las veces de símbolo de lo que se tiene en común. Estas ideas que esbozamos aquí, claro está, no son novedosas, ya que algunos autores han desarrollado la noción “familias que elegimos” (Weston, 1992, citado en Fonseca, 2007), referida a prácticas familiares vinculadas a relaciones gays y lesbianas.

Cierto es que, en la conformación de distintos grupos humanos, sucede algo parecido, lo singular aquí es que estas personas, a partir de sus búsquedas, se han replanteado qué es una familia, qué lugar tiene lo biológico y lo social, y a partir de este proceso que implica la búsqueda han conformado un grupo y deciden denominarlo como “su familia”, que, lejos de ser exclusiva, se suma a sus “otras familias”: la de crianza, la biológica (para aquellos que la han encontrado), y la que han formado con sus parejas e hijos/as. Tal como indica Bárbara Yngvensson (2007) para el caso de la incorporación de niños/as africanos/as, asiáticos/as y latinoamericanos/as en familias suecas, estos/as niños/as, hoy adultos/as, desafían la noción moderna occidental del parentesco en la medida en que una persona puede adscribir a varias identidades, “sentirse sueco y etíope al mismo tiempo”, y pertenecer a más de una familia.

Las historias de Aldana y Emilia revelan el carácter construido del parentesco, y sus vivencias dan cuenta de sus singulares formas de fabricarlos (Carsten, 2000); si bien las personas nucleadas en torno a la asociación reconocen el poder de la sangre y, en efecto, hacen un uso político de ese poder, al mismo tiempo “reelaboran los significados convencionales de esa noción” (Yngvensson, 2007: 117).

Los/as activistas de la asociación entienden la identidad desde una perspectiva dialéctica en la medida en que ella “se despliega en el tiempo, se forja en el pasado, desde la concepción misma donde se hallan sus raíces, traspasa el presente y se proyecta hacia el porvenir”, como señalan. De igual manera, es posible sugerir una dialéctica del parentesco, en donde integran pasado, (vivenciado con la familia de crianza), presente (proceso de búsqueda y conformación de la familia-asociación) y futuro (proyección de encontrar los orígenes de nacimiento).

Los casos de Aldana y Emilia, así como todas las historias que he podido conocer hasta el momento de personas adoptadas o inscriptas falsamente que inician una búsqueda en pos de conocer sus orígenes, constituyen evidencias no solo del carácter socialmente construido del parentesco, sino de este en cuanto construcción reversible y dinámica, las formas de construcción de lazos entre estas personas expresan la variabilidad de tramas que puede asumir el parentesco. Entonces, este, desde nuestro campo de investigación, se constituye, antes que como un elemento inmutable dotado de sentido por lo biológico, como un campo social conflictivo (Martínez, 2010) pasible de transformaciones y resignificaciones.

Los sentidos sobre la familia presentes en las personas que buscan su origen, que he podido dilucidar a partir del trabajo de campo, resultan una invitación para suspender su concepción en cuanto “unidad natural” y dar lugar a un análisis que contemple su carácter eminentemente dinámico.

Los casos de Aldana y Emilia son sugerentes para comprender cómo surge la duda y la pregunta por el “origen biológico”, y también dan cuenta de algunas, entre muchas, maneras de gestionar el proceso de búsqueda en pos de conocer quiénes fueron sus progenitores.

En este trabajo procuré realizar un acercamiento a los modos en que los dominios social y biológico se combinan para dar lugar a singulares formas de parentesco. Es por ello por lo que, al final de este recorrido, se vuelven sugerentes los aportes de Janet Carsten (2000), quien cuestiona la oposición analítica entre las dimensiones biológica y social, relativiza la identificación del parentesco asociado a símbolos como la sangre, y sugiere intercambiar el concepto de “parentesco” por el de “conectividad” (Regueiro, 2010). Así lo explica Carsten:

Utilizo el término conectividad (relatedness) de una forma específica con el fin de suspender un conjunto de supuestos sobre lo que implican los términos biológico y social. Prefiero utilizar el término conectividad […] para alejarme de la oposición analítica entre lo biológico y lo social en la cual han descansado muchos estudios antropológicos del parentesco (Carsten, 2000: 4; traducción propia).

Desde esta perspectiva, es posible sugerir que la multiplicidad de lazos construidos en las historias de vida de las personas que buscan sus orígenes pueden ser entendidos en cuanto construcciones culturales de conexión (Carsten, 2000).

En suma, para analizar y explicar la dinámica de relaciones que establecen los/as activistas de la asociación, he utilizado los conceptos de “parentesco” y “conectividad”, atendiendo al interjuego de las dimensiones biológica y social en las construcciones de sentido que estas personas realizan. Si bien podemos pensar la construcción de estos lazos en cuanto formas de conectividad, el vocabulario que utilizan para dar cuenta de esa conexión remite a las categorías del parentesco, tales como hermano/a, “casi de la familia”, denotando la ausencia de un vocabulario que pueda dar cuenta de la especificidad de esas conexiones.

Así, el uso que las personas de la asociación hacen de categorías del parentesco para referirse a estas conexiones entre los miembros revela, por un lado, cómo el parentesco puede manipularse tanto para conectar personas como para desconectarlas, y, por otro, la forma en que los/as activistas eligen esas categorías y no otras (por ejemplo: compañero/a o camarada) para referirse a quien comparte su búsqueda. La conexión entonces es tramada y expresada mediante el lenguaje del parentesco. Ciertamente, estas personas se conectan por la búsqueda, pero los lazos que lograron construir la trascienden, porque son lazos de familia.

Estas experiencias o prácticas de conectividad o emparentamiento[25] (Carsten, 2000; Howell, 2004) construidas entre los/as activistas de la asociación, que encuentran su base en un mismo sentimiento, nos permiten observar que “lo biológico” ciertamente también es un constructo, una ficción. A pesar de repetir que buscan su identidad biológica, saben positivamente que el parentesco no es solo biológico y, en efecto, al mismo tiempo sostienen “Nosotros queremos sumar” y se dicen hermanos/as entre sí. Ello es así porque, sin dudas, somos los/as artífices de las configuraciones que adquieren nuestras formas de emparentarnos con “otros/as”. En este sentido, lo biológico y social, y las relaciones posibles entre ambas dimensiones, “se convierten en objeto de elección para los actores, auténticos bricoleurs del arte de emparentar” (Rivas Rivas, 2009: 17).

Como he indicado a largo del capítulo, nuestra manera de pensar la filiación, a partir de un principio de exclusividad, dificulta imaginar otras formas posibles de organización del parentesco y la familia. En este sentido, considero que las historias de vida de las personas que buscan sus “orígenes biológicos” se vuelven relevantes pues son una invitación a desarmar los sentidos naturalizados sobre el parentesco y la familia en nuestra sociedad.

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Yanagisako, S. y Collier, J. (1994). “Género y Parentesco Reconsiderados: Hacia un Análisis Unificado”, en Borofsky, R. (ed.), Assessing Cultural Anthropology [trad. Neufeld, Radovich y Woods], Hawaii Pacific University.

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Zenobi, D. (2014). Familia, política y emociones. Las víctimas de Cromañon entre el movimiento y el Estado, Buenos Aires, Antropofogia.

Zonabend, F. (1986). “De la familia. Una visión etnológica del parentesco y la familia”, en Burguière, A., Klapisch-Zuber, C., Segalen, M. y Zonabend, F. (dirs.), Historia de la familia, Madrid, Alianza.


  1. Una versión preliminar de este texto fue publicada en la revista Kairos, Universidad Nacional de San Luis, n.° 33, mayo de 2014.
  2. En otros países, el surgimiento de organizaciones de este tipo se relaciona con diversas situaciones, a saber: la adopción internacional, la apertura de archivos en adopciones cerradas, el robo de niños/as por cuestiones políticas y étnicas, y recientemente se han organizado personas que buscan sus orígenes y han nacido a partir de la donación de material genético (Théry, 2009). En nuestro país, gracias a la labor de Abuelas de Plaza de Mayo en la búsqueda de sus nietos/as apropiados/as, se suele asociar la “búsqueda de la identidad” con los crímenes de la última dictadura militar; sin embargo, las búsquedas de las personas nucleadas en estas nuevas asociaciones no tienen relación con la apropiación criminal de niños/as acaecida durante la dictadura militar, puesto que sus búsquedas de origen abarcan un amplio rango temporal que precede y excede el período de la dictadura militar (1976-1983).
  3. En otros trabajos (Gesteira, 2013, 2016), analicé cómo estas autonominaciones son utilizadas de forma diferencial por las distintas asociaciones de personas que buscan sus orígenes. La indagación sobre estos usos diferenciales me permitió señalar que la apelación, o no, a estos términos define y configura la forma que asume la demanda construida en torno a la problemática de la identidad, y ayuda a comprender cómo se traman las relaciones de proximidad y distancia entre este conjunto de nuevas asociaciones con Abuelas de Plaza de Mayo. En este mismo sentido, he sostenido que las nociones “adoptado/a”, “inscripto/a como hijo/a de los padres de crianza”, “sustituido/a”, “apropiado/a” no son rígidas, ni se encuentran claramente delimitadas; más bien, resultan plausibles de ser resignificadas dependiendo del contexto y de la forma que asumen las relaciones entre los actores sociales involucrados en la “problemática” de la búsqueda del origen biológico (Gesteira, 2013, 2016).
  4. Art. 7: 1. El niño será inscripto inmediatamente después de su nacimiento y tendrá derecho desde que nace a un nombre, a adquirir una nacionalidad y, en la medida de lo posible, a conocer a sus padres y a ser cuidado por ellos. 2. Los Estados Partes velarán por la aplicación de estos derechos de conformidad con su legislación nacional y las obligaciones que hayan contraído en virtud de los instrumentos internacionales pertinentes en esta esfera, sobre todo cuando el niño resultara de otro modo apátrida. Art. 8: 1. Los Estados Partes se comprometen a respetar, el derecho del niño a preservar su identidad, incluidos la nacionalidad, el nombre y las relaciones familiares de conformidad con la ley sin injerencias ilícitas. 2. Cuando un niño sea privado ilegalmente de algunos de los elementos de su identidad o de todos ellos, los Estados Partes deberán prestar la asistencia y protección apropiadas con miras a restablecer rápidamente su identidad. Art. 11: 1. Los Estados Partes adoptarán medidas para luchar contra los traslados ilícitos de niños al extranjero y la retención ilícita de niños en el extranjero. 2. Para este fin, los Estados Partes promoverán la concertación de acuerdos bilaterales o multilaterales o la adhesión a acuerdos existentes.
  5. En efecto, cabe señalar que la estrategia central de Abuelas ha sido la jurídico-política y que la difusión ha sido parte integral de aquella (Regueiro, 2010).
  6. Abuelas.org.ar.
  7. Vale aclarar que los perfiles genéticos de estas personas no fueron coincidentes con los del Banco Nacional de Datos Genéticos, pero, como es sabido, este banco se encuentra en permanente construcción, puesto que muchas familias desconocían que sus hijas o nueras se encontraban embarazadas al momento de desaparecer.
  8. A lo largo del capítulo, utilizaremos los términos “asociación”, “agrupación”, “ong y “organización” de forma alternativa. Si bien sabemos que cada uno tiene un significado particular, a los fines de este análisis es posible utilizarlos como sinónimos.
  9. Desde 2003 en adelante se han conformado nuevos grupos, organizaciones o redes virtuales referidas a la temática de búsqueda del “origen biológico”; algunas de ellas son las siguientes: Búsquedas Verdades Infinitas, Fundación Nueva Identidad, Hermanados por la Búsqueda, Colectivo Mendoza por la Verdad, Hermanas y Madres del Alma, Te Estoy Buscando Patagonia, Nuestra Primera Página, Hermanos de Búsqueda Lujan Despierta, Patagonia por la Identidad, Encontrarnos. Y también se conformaron gran cantidad de blogs y cuentas de Facebook con fines individuales, es decir, creados por personas que buscan su origen como medio de difundir su búsqueda; algunos de ellos son los que siguen: Completando mi Historia, Origen Biológico, Necesito Encontrar mi Verdadera Identidad, Camino al Reencuentro, Aquí Estoy, Familia Biológica, entre otros.
  10. A partir de la forma en que se desplegaron las estrategias de búsqueda de Abuelas, estos grupos tramaron, “inventaron” nuevas formas diferenciales en función de, por ejemplo, la incorporación de algunas adjetivaciones a la identidad, tales como “de origen” y “biológica” (Gesteira, 2013, 2016).
  11. La asociación ha enviado proyectos de ley a la Comisión de Derechos Humanos de la Honorable Cámara de Diputados, y también al Senado de la Nación, por el resguardo de los Archivos.
  12. Esta considera la procreación sexuada como eje del sistema de parentesco. De este modo, la familia (conyugal y heterosexual) era concebida como inscripta en la naturaleza, y, de igual manera, el parentesco, que genera círculos concéntricos desde el núcleo familiar, era interpretado como universal.
  13. Por fuera de la antropología, desde disciplinas como la biología y la medicina se destacan los aportes de Donna Haraway, Linda Stone y Kaja Finkler.
  14. Como señalan Sylvia Yanagisako y Jane Collier retomando a Schneider, “para los antropólogos, el parentesco siempre se ancló en la biología porque (por nuestra propia definición) tiene que ver con relaciones basadas en la reproducción sexual. Cuando emprendemos estudios de parentesco en otras sociedades, nos sentimos obligados a partir de algún punto en común. Y este punto ha sido siempre la reproducción sexual” (Yanagisako y Collier, 1994: 4).
  15. Si bien a lo largo del texto hago referencia al modelo de parentesco occidental, ello no implica desconocer las grandes diferencias y los sentidos particulares que los lazos de parentesco revisten en las distintas sociedades que, pese a sus particularidades, integran Occidente. En tal sentido, cabe señalar que apelar a la categoría “Occidente”, en cuanto concepto globalizador, puede opacar análisis etnográficos respectivos a la familia, la identidad y el origen en los diferentes contextos locales, y particularmente en el argentino, en donde estas categorías han sido cargadas de sentido y resignificadas por activistas de derechos humanos de larga data como Madres de Plaza de Mayo, Abuelas de Plaza de Mayo e Hijos.
  16. Todos los nombres han sido modificados.
  17. Resulta interesante el análisis sobre la significación que asume el dinero en estas búsquedas de origen. El hecho de comprar un niño/a para “formar” una familia se vuelve intolerable en la medida en que el dinero es concebido como un elemento “impuro” (Villalta, 2011: 108) en el terreno de lo familiar, entendido este último como “un universo social aparte […] sagrado, secreto, de puertas cerradas sobre su intimidad, separado del exterior […] donde están suspendidas las leyes ordinarias del mundo económico, la familia es el lugar de la confianza, del don –por oposición al mercado–” (Bourdieu, 1998: 58).
  18. La mayoría de las personas que buscan su “origen biológico” cuelgan su historia en la sección “Testimonios” de la página web de la asociación. En ocasiones, a partir de la lectura de estas historias, se han producido encuentros.
  19. En general, en los expedientes de adopción, se encuentra información sobre la familia –usualmente sobre la madre– del niño/a que fue dado/a en adopción, ya sea porque se la ha citado para que preste su consentimiento o bien porque consta en los informes institucionales (de hogares, hospitales, organismos administrativos) y socioambientales que frecuentemente se realizan antes de encaminar a un/a niño/a a la adopción. No obstante, la cantidad de información consignada varía ampliamente, y cabe señalar que en muchos casos tampoco hay “nada” en esos expedientes, por ejemplo, en los casos de “niños nn” o cuando “no se puede ubicar a la madre biológica”.
  20. Estas estrategias suponen conseguir datos mediante una visita al barrio de crianza consultando a vecinos, a porteros, a comerciantes de larga data, o pedir la fe de bautismo y ver quiénes fueron los padrinos, y preguntarles a ellos/as qué saben del nacimiento y también a amigos/as íntimos/as de los padres de crianza. Esta serie de indicaciones o sugerencias son el resultado de estrategias creativas de búsqueda que son socializadas por los integrantes de la asociación a fines de que la persona que inicia su búsqueda pueda contar con la mayor cantidad de datos (Gesteira, 2013).
  21. Al respecto de la doble pa/maternidad, cabe señalar que las nuevas formas familiares construidas por las familias lgtb tienen una importante visibilidad y traducción jurídica en la actualidad. Incluso en Argentina ya existen casos en donde se ha formalizado jurídicamente la triple filiación del niño/a, tal es el caso de la familia conformada por Marta Dillon, Albertina Carri y Alejandro Ros, quienes pudieron rectificar la partida de nacimiento de su hijo Furio incorporando la triple filiación. Para más información al respecto, véase bit.ly/3suUngK.
  22. Asimismo, la importancia del par biología-verdad en la asociación revela –por oposición– la centralidad que asume la cuestión de los secretos, el ocultamiento y fundamentalmente de “la mentira”. Resulta significativa la valoración negativa que estas personas manifiestan por haber crecido en “la mentira” (Gesteira, 2013, 2016).
  23. Retomando los aportes de Robin Fox, Zonabend señala: “Cabe decir que ‘un consanguíneo es alguien a quien la sociedad define como tal y [que] el vínculo ‘sanguíneo’, en sentido genético, no entra para nada en la definición, aunque en general tiende a coincidir en la mayoría de las sociedades del mundo’ (Fox, 1987: 34). La adopción […] aporta otra prueba fehaciente. Aunque no existen lazos de sangre entre el hijo y los padres adoptivos, éste se convierte a efectos legales en hijo suyo y se le trata, jurídica y socialmente, como si aquéllos lo hubieran engendrado” (Zonabend, 1986: 24).
  24. Una serie de trabajos abordan el uso de categorías de parentesco en el activismo de los derechos humanos, puntualmente analizando el desarrollo y alcance de la categoría familiar (Filc, 1997; Pita, 2010; Zenobi, 2014).
  25. A partir de su investigación sobre adopciones transnacionales, Signe Howell (2004) incorpora el concepto de kinning para referirse a la práctica y acción de emparentar, es decir, de “crear parentesco”. De este modo, el emparentamiento se ofrece como una conceptualización flexible, abierta y dinámica del parentesco.


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