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Desarmando los discursos legitimadores de las ONG y agencias internacionales: la instalación del cuidado y la protección de los niños sin cuidados parentales como una “problemática social”[1]

Mara Tissera Luna

Introducción

El tópico de los niños que por diferentes razones no cuentan con el cuidado de adultos ha sido considerado como una temática relevante en el ámbito internacional y nacional de la defensa y el bienestar de la niñez desde hace por lo menos un siglo. Asimismo, la responsabilidad de definir las medidas para su tratamiento ha sido atribuida a diversos actores en diferentes momentos históricos, tales como las entidades caritativas y religiosas, los organismos administrativos y judiciales de los Estados nacionales y, principalmente en las últimas décadas, las ong y organismos internacionales. En particular, dentro de la complejidad de grupos que tienen incidencia en la gestión de la niñez, mi trabajo de investigación se centró en la multiplicidad de agencias trasnacionales de la onu (lideradas por Unicef, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia) y organizaciones no gubernamentales internacionales abocadas al tratamiento de aquellos niños que, por diferentes razones, se considera que “no son cuidados por sus familias”. En particular, mi investigación recoge los hallazgos realizados en mi trabajo de campo en dos ámbitos: la Red Latinoamericana de Acogimiento Familiar[2] y Child Rights Connect (el Grupo de ong para la Convención de los Derechos del Niño) y las ong que lo conforman.[3] En la forma de redes y coaliciones internacionales, estas entidades desarrollan distintas acciones de incidencia sobre los gobiernos y organismos internacionales, así como campañas de concientización y programas destinados al mejoramiento del cuidado y la protección de los niños en diversos países del mundo. Así, han formado un campo específico en el que tienen lugar modos de interacción y relaciones de poder particulares (Tissera Luna, 2013). Lo que es más importante, en su labor estas entidades han contribuido a la instalación a nivel global de determinados valores y representaciones sobre los niños a los que dirigen sus acciones, tanto dentro del campo como en la sociedad más amplia.

En este trabajo intentaré aportar a la comprensión de cómo estos diversos actores globales han contribuido en la delimitación de la temática del cuidado y la protección de los niños sin cuidados parentales como un área de intervención y un campo de saber específico en el que convergen diferentes disciplinas. En particular, me detendré en indagar las formas concretas en que las redes internacionales de ong y agencias de la onu despliegan dos tipos de discursos: por un lado, aquellos que se nutren de conocimientos provenientes de ámbitos académicos con pretensiones de verdad y universalidad; por otro lado, aquellos que recurren a la movilización de emociones y sentimientos de solidaridad en la audiencia a la que se dirigen.

Con este objetivo, pondré el foco en el análisis de los principios y valores centrales de los discursos desarrollados en las campañas de sensibilización. En este caso, se trata de la campaña “Todo niño necesita una familia” (desarrollada en países de Europa Central y del Este y Asia Central desde el año 2000 por coaliciones formadas por Unicef, el gobierno y ong) y la “Iniciativa Regional para la erradicación de la internación de niños y niñas menores de tres años” (puesta en marcha en América Latina y el Caribe en 2012). Ambas se centraron en colocar en la agenda pública el tema de la institucionalización de los niños, principalmente aquellos menores de tres años, y en generar un compromiso de los gobiernos, las empresas y la sociedad más amplia para lograr su prevención. La decisión de centrarme en los discursos conformados en torno a esta temática surge de la importancia que ha adquirido en las últimas décadas el cuidado de los niños durante sus primeros años de vida dentro de las agendas de los organismos y las organizaciones internacionales (Fonseca, 2011), y de la eficacia que tienen en la movilización del apoyo tanto de las entidades y personas del campo, como de la sociedad más amplia. Asimismo, el análisis de estas campañas resulta enriquecedor ya que nos permite observar cómo opera la circulación de conocimientos, programas y políticas a través de las redes internacionales en las que interactúan los actores del campo.

Diferentes estrategias en la construcción de la categoría de “cuidado y protección” de los niños

La flexibilidad y amplitud de la categoría de los niños necesitados de cuidado y protección especial como fuente de legitimidad

Durante las últimas décadas, la categoría de cuidado y protección fue tomando un papel hegemónico para denominar aquellas acciones a favor de la defensa del bienestar de los niños. Es así que la mayor parte de las ong y agencias de la onu que trabajan en el ámbito de los derechos de los chicos cuentan con un área o sección específica en la que se desarrollan programas y proyectos bajo este rótulo.

En primer lugar, al rastrear las definiciones otorgadas a las categorías de cuidado y protección durante mi trabajo de campo, me llamó la atención la diversidad de significados y sentidos asignados a ellas, así como la amplitud de problemáticas que parecen abarcar. Tanto en los materiales que son producidos para la difusión (investigaciones, informes de tareas anuales y documentos para la abogacía), como en los documentos que buscan aportar material para las actividades de otras ong y “expertos” y en las presentaciones de eventos, los temas incluidos bajo el tópico del “cuidado y protección” se extienden sobre una gran diversidad de problemáticas que afectan a los niños y adolescentes alrededor del globo. Entre ellas, además de la falta de cuidados parentales, se encuentran la violencia física y el abuso verbal, el abuso sexual, la explotación laboral, la prostitución infantil y la utilización de niños en la pornografía, la migración infantil, el tráfico y los secuestros de niños, su participación en conflictos armados, los niños y adolescentes en conflicto con la ley penal, los chicos y jóvenes con discapacidades, la infancia en situación de calle, los chicos infectados con la enfermedad del vih/sida o afectados por ella, etc., así como otras problemáticas que tienen un mayor impacto en las niñas que en los varones, tales como el matrimonio a temprana edad, el embarazo adolescente y la violencia de género.[4] Todas estas situaciones en las que ellos se ven involucrados, incluyendo a los así denominados por Unicef “niños, niñas y adolescentes privados de su medio familiar e institucionalizados”,[5] han sido homogéneamente definidas desde el discurso de los derechos humanos como “graves violaciones de derechos”.

En este caso podemos ver la flexibilidad de la categoría de los niños necesitados de cuidado y protección especial, que ha sido históricamente definida y redefinida por los actores del ámbito de la defensa de la infancia, y ha ido extendiendo sus límites y alcances, hasta llegar a abarcar cada vez más temáticas conceptualizadas como “problemáticas”. Así, al mismo tiempo que aquella categoría fue obteniendo legitimidad como un área de intervención de organismos y ong, pasó a convertirse en la base sobre la que se erigieron otras categorías.

Podemos recurrir a las conceptualizaciones de Joel Best y pensar que, en este caso, antes que esforzarse para lograr el reconocimiento de una nueva problemática, se trata de ampliar el ámbito de la ya existente, proceso que toma la forma de “(el nuevo problema) x en realidad es un tipo de (problema establecido) Y” (Best, 1990: 65). Podría pensarse que lo mismo ocurre respecto a la categoría de niños sin cuidado parental o en riesgo de perderlo, la cual, al haberse extendido a tal punto de referirse a todos aquellos niños que viven en condiciones en las que podrían dejar de tener el cuidado de su familia, se convirtió en sinónimo de prácticamente cualquier problemática susceptible de afectar a los niños, comenzando por la vida en un contexto de pobreza material.[6] Las reflexiones de Ian Hacking en torno al carácter “maleable” y “expansivo” del concepto del abuso infantil resultan enriquecedoras para el análisis de este aspecto, ya que nos permiten analizar los procesos por los que ciertos conceptos pueden llegar a denotar “una gama extraordinaria de tipos de actos, realizados fundamentalmente por diferentes tipos de personas”, llegando a denominar “más y más tipos de actos, e incluso, quizá [convertir] en malos algunos actos que anteriormente pasaban inadvertidos” (Hacking, como se cita en Grinberg, 2010: 78).

En este sentido, en un principio la temática de las formas de intervención sobre la niñez clasificada como “huérfana”, “abandonada”, “deficiente” o “desadaptada” (Declaración de Ginebra, 1924) fue puesta en la agenda internacional por los gobiernos y las entidades no gubernamentales de los países “centrales”, preocupados por desarrollar medidas para lidiar con la problemática del gran número de niños cuyos padres habían fallecido en la Primera Guerra Mundial (AAPPS, 2011). En este contexto, los Estados, junto con entidades privadas, tales como la Iglesia y fundaciones caritativas, instituyeron legislaciones y mecanismos burocráticos que tendían a la separación de estos niños de sus familias y su ingreso en instituciones (y eventual adopción) como medida prioritaria y masiva para su cuidado. No obstante, desde entonces, la intervención de los diferentes dispositivos del ámbito privado y público se ha ido extendiendo sobre las vidas de aquellos niños que pertenecían a las clases populares y se consideraba estaban expuestos a situaciones de “peligro moral y/o material”, desde el punto de vista del modelo de “la normalidad” basada en el prototipo de familia de las clases burguesas. Este se impuso como parámetro para medir la variedad de vivencias de los niños pertenecientes a diferentes clases sociales y sus familias. Sus prácticas, valores y creencias acabaron por ser clasificadas “bajo una misma representación que los abarca y los incluye dentro de la inmoralidad, el riesgo y la peligrosidad” (Talak y Ríos, 1998: 6), y que sirve como base para planificar, legitimar y justificar las intervenciones de diferentes dispositivos.

El uso de imágenes estereotipadas del “tercer mundo” y la simplificación excesiva de las problemáticas que afectan a los niños

En segundo lugar, un aspecto que resaltar del discurso presente en los materiales producidos por algunos actores hegemónicos del campo es la manera en la que los países “pobres”, a favor de los que realizan sus acciones de abogacía y cooperación técnica, son representados.[7] Estas características destacan principalmente cuando se trata de materiales de difusión de aquellas ong y agencias que tienen una fuerte orientación a la comunicación, relacionada con una estrategia institucionalizada de recaudación de fondos. En el caso de la defensa de la niñez, vemos que la intervención de los actores del campo en los países pobres es legitimada por medio de un discurso en el que esta aparece como directamente motivada por las circunstancias en las que viven los grupos que son objeto de sus acciones. Se trata de representaciones e imágenes estereotipadas del “tercer mundo”, en las que, como plantea Picas Contreras, “la primera (y a veces única) imagen que se difunde es la de la pobreza (de bienes materiales) que lo asola […]. Los seres humanos que lo habitan devienen emblema de sufrimiento” (Picas Contreras, 2005: 7). Además, esas imágenes y narrativas sobre los niños “pobres” opacan e ignoran los factores sociales, históricos, culturales, económicos y políticos que enmarcan las vidas de los niños.

La utilización de este tipo de descripciones es habitual en las campañas auspiciadas por Unicef, tal como es posible observar en las secciones de “Media Center” (“Centro de Prensa”) y Photography” (“Fotografía”) de su página web.[8] En estas, es posible acceder a una gran cantidad de imágenes e historias individuales de niños vulnerables (desde Palestina hasta Kenia, pasando por Las Filipinas y Libia, Jamaica, Haití y Venezuela), representadas como si se encontraran aisladas del contexto sociocultural en el que fueron engendradas y tienen lugar. Tales imágenes son inmediatamente seguidas por cifras estadísticas de las problemáticas que afectan a la niñez en sus países y a nivel mundial, y por la descripción de las iniciativas puntuales que el organismo desarrolla para paliar sus efectos.

Por último, la utilización de datos estadísticos sobre la frecuencia y la incidencia de las “problemáticas” relativas al cuidado y la protección es también un recurso frecuente en estos materiales. Estos resultan útiles en la construcción de ciertas temáticas como “problemáticas” en cuanto tienen la capacidad de reforzar las argumentaciones de los actores particularmente debido al carácter de “objetivos” e “irrefutables” que se les concede a estos “datos duros” (Best, 1990: 45). Al mismo tiempo, estos datos son factibles de ser manipulados para generar un mayor efecto sobre su audiencia. En este sentido pueden identificarse distintas estrategias, tales como la unificación de diversas problemáticas en la misma categoría, lo cual deriva en que esta llegue a referirse a millones o miles de millones de niños a nivel mundial. Tal como es sostenido en un informe de abogacía que intenta demostrar la relación entre la falta de cuidado y la incidencia de otras formas de vulnerabilidad y violación de derechos, “cada año, casi 1,5 billones de niños experimentan violencia; 150 millones de niñas y 73 millones de niños son violados o víctimas de violencia sexual; más de 215 millones de niños trabajadores desempeñan labores peligrosas […]” (West y Delap, 2012). En otros casos, las definiciones imprecisas, tales como “un huérfano es un niño que tiene a uno o dos de sus padres muertos”, puede derivar en la exposición de estadísticas tales como la siguiente: “A finales de 2003, se calculó que había 143 millones de huérfanos […] en 93 países en desarrollo” (ONUSIDA, Unicef y USAID, 2004).

Desarmando los discursos legitimadores de las ong y agencias internacionales en torno a los niños institucionalizados

El análisis de dos campañas: el “Llamado a la Acción” latinoamericano y caribeño, y la campaña europea “Todo niño necesita una familia”

En primer lugar, el Llamado a la Acción es una campaña llevada a cabo por una coalición compuesta por una heterogeneidad de actores, entre ellos dos redes de ong (relaf y el Movimiento Mundial por la Infancia de Latinoamérica y el Caribe), una agencia de la onu (Unicef), un organismo regional (la Comisión Interamericana de Derechos Humanos), y una importante autoridad de un organismo internacional (la Representante Especial del Secretario General de la onu sobre la Violencia contra los Niños, Marta Santos Pais). El Llamado a la Acción fue presentado durante el Seminario de relaf en 2013,[9] y lanzado en un evento en la xxiii Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno,[10] con un propósito muy preciso: movilizar a la sociedad, los profesionales del ámbito de la defensa de la niñez y los gobiernos en miras a obtener el apoyo de los presidentes de la región. Esta coalición y sus actividades de promoción forman parte de un proyecto más amplio, la Iniciativa Regional para la erradicación de la internación de niños y niñas menores de tres años (en adelante: la Iniciativa), llevada a cabo por Unicef y relaf para colocar en la agenda pública de los gobiernos latinoamericanos el tema de la institucionalización de los niños menores de tres años y su prevención.

El análisis de estas campañas nos permite indagar en la circulación de conocimientos y discursos en las redes globales en las que interactúan los actores del campo. En este sentido, la Iniciativa retoma los conocimientos surgidos de los procesos de desinstitucionalización que han tenido lugar desde principios de la década de 2000 en diversos países de Europa Central y del Este y de Asia Central. En estos procesos, los gobiernos, junto con ong y agencias de la onu (y con el financiamiento del Programa daphne de la Comisión Europea), desarrollaron acciones para evaluar la situación de los niños internados en instituciones y reemplazar esta medida por el cuidado en familias (por medio del desarrollo de servicios para las familias de origen y programas de “familias sustitutas”). Uno de los recursos utilizados para este fin fue el desarrollo de campañas de concientización en los diferentes países, bajo el lema “Todo niño necesita una familia”.

A continuación, me centraré en el análisis de algunos elementos en común en los discursos construidos y utilizados en diferentes regiones del mundo: el recurso a argumentaciones de las disciplinas psi y la neurociencia, y tópicos que apelan a despertar en su público emociones y sentimientos de responsabilidad con la causa.

El papel del discurso científico: los niños sin cuidados parentales como “deprivados” y la normalización de la familia como el contexto natural de crecimiento

Institucionalización, “deprivación” y “conducta antisocial”

La neurociencia y las disciplinas psi han tenido un papel clave en la construcción y legitimación de los discursos acerca del cuidado infantil. En el ámbito aquí analizado, estos discursos muchas veces se muestran respaldados por evidencias provenientes de ámbitos académicos que tienden a naturalizar a la familia como el medio normal de crecimiento de los niños y a resaltar las consecuencias negativas de su ausencia. De hecho, dentro del campo se denomina como “niños privados de cuidado parental” (traducción de la expresión en inglés children deprived of parental care) o “en riesgo de perderlo” a aquellos niños y adolescentes que se encuentran actual o potencialmente “privados” de crecer en el seno de una familia por diferentes razones. Es así que la categoría “deprivación” aparece como central cuando se analizan los discursos de denuncia hacia el cuidado institucional y a favor del cuidado de los niños en un medio familiar. Esta categoría fue acuñada por el psiquiatra infantil británico John Bowlby en Los cuidados maternos y la salud mental (1951),[11] quien también formulara la “teoría del apego” para dar cuenta de los efectos sobre los chicos del tipo de relación que tienen con sus cuidadores.

Asimismo, varias investigaciones científicas sobre las consecuencias de la falta de “cuidados adecuados” comenzaron a proliferar a partir de la década de 1950, tales como las elaboraciones teóricas del psiquiatra y psicoanalista británico Donald Winnicott, autor, entre otros, de Deprivación y delincuencia (1954), Psicosis y cuidados maternales (1957) y El proceso de maduración y las facilitaciones del medio (1965), y los estudios de Anna Freud, autora de Normalidad y patología en la niñez (1965). Dichos autores plantearon la existencia de una relación entre la “tendencia antisocial individual” y la “deprivación emocional”, entendida como la pérdida de “un medio suficientemente bueno, una familia sana, constante, coherente y que brinde calor y seguridad”, causada, entre otros, por las situaciones de guerra contemporáneas a los autores. Según Winnicott, la deprivación alude a “una buena experiencia temprana que se ha perdido [debido a] una falla ambiental”, y los casos típicos se dan aproximadamente entre el año y los dos años de edad (Caldwell y Taylor Robinson, 2016: 309). Este tipo de evidencia científica es utilizada desde entonces por los actores del campo con el objetivo de describir las “consecuencias negativas” de crecer en una residencia institucional sin el cuidado de una familia desde el punto de vista del desarrollo físico y emocional de los niños, su relacionamiento e integración social, y los efectos que esto aparejaría en las sociedades en las que ellos viven.

En el caso particular del Programa daphne de la Comisión Europea, el neuropsiquiatra Kevin Browne retomó los aportes teóricos de los investigadores antes mencionados e intentó demostrar, mediante sus investigaciones longitudinales, las consecuencias de la institucionalización en los niños pequeños.[12] Estas se encuentran divididas entre aquellas a corto plazo, tales como una mayor exposición “a la violencia física, psicológica y sexual, menos oportunidades para jugar, para interactuar socialmente y para formar un vínculo de apego con un cuidador”, y aquellos daños (tal como son denominados por el autor) a largo plazo. Entre estos se encuentran los efectos sobre “el desarrollo físico y las habilidades motoras” (subdesarrollo físico, problemas de visión y oído, alta incidencia de enfermedades, etc.), los “daños psicológicos” (dificultades para formar vínculos afectivos, retrasos del desarrollo intelectual y del lenguaje, etc.) y, finalmente, las consecuencias sobre el desarrollo cognitivo, debido a que “la institucionalización de los niños menores de tres años puede tener efectos negativos sobre el funcionamiento neuronal en este período crucial de desarrollo del cerebro”, y derivaría, por ejemplo, en una “disminución de la circunferencia craneal” (Browne et al., 2006). Entre las características del cuidado en instituciones que, según diferentes autores, contribuirían al retraso en el desarrollo, se encuentran

una baja proporción de cuidadores por niño, niveles bajos de experiencia y autonomía del personal de los hogares, rutinas estrictas, una provisión escasa de libros y juguetes, la falta de posesiones personales e individualidad de los niños (por ejemplo, las celebraciones de los cumpleaños), y la falta de una experiencia “cotidiana” y de viajes fuera de la institución (Browne, 2000).

Por último, el investigador concluye que “las dificultades de comportamiento social y el apego pueden persistir” y desembocar “en una probabilidad más grande de comportamiento antisocial, delincuencia y problemas de salud mental” (Browne y Pritchard, 2006).

Estas “evidencias” de la neurología y las ciencias psi fueron retomadas en la Iniciativa y el Llamado a la Acción latinoamericanos como estrategia para la legitimación de la causa. Es así que, durante su presentación en el Seminario de relaf, su directora recurrió a los estudios científicos mencionados para explicar las consecuencias de la institucionalización en los niños pequeños en las instituciones latinoamericanas y caribeñas, explicando que, “durante los 3 años de vida, el cerebro desarrolla un 90% de su tamaño adulto y desarrolla las estructuras que serán responsables del funcionamiento emocional, conductual, social y fisiológico para el resto de la vida”[13].

“Familias sí, orfanatos no”: la naturalización del cuidado en una familia

Como mencioné al principio de este apartado, una consecuencia importante de la instalación del discurso aquí analizado ha sido la normalización de la familia como el medio natural para el crecimiento de los niños. Esta noción quedó plasmada en el instrumento internacional de derecho especializado utilizado por los actores del campo para legitimar sus acciones, las directrices de la onu sobre las modalidades alternativas de cuidado:

Al ser la familia el núcleo fundamental de la sociedad y el medio natural para el crecimiento, el bienestar y la protección de los niños, […] el Estado debería velar por que las familias tengan acceso a formas de apoyo en su función cuidadora […]. Los niños y jóvenes deberían vivir en un entorno en el que se sientan apoyados, protegidos y cuidados y que promueva todo su potencial […]. Cuando la propia familia no puede, ni siquiera con un apoyo apropiado, proveer el debido cuidado al niño, o cuando lo abandona o renuncia a su guarda, el Estado es responsable de […] procurarle un acogimiento alternativo adecuado, con las entidades públicas locales competentes o las organizaciones debidamente habilitadas de la sociedad civil.[14]

En este fragmento se alude a una de las categorías principales del campo, “modalidades de cuidado alternativo”, utilizada para denominar a las medidas de protección aplicadas por gobiernos u entidades no gubernamentales con miras al cuidado de los niños, tales como la internación en instituciones, familias sustitutas y aldeas infantiles.[15] Según esta definición, el carácter “alternativo” de las modalidades de cuidado se desprende del hecho de que, en estos casos, la responsabilidad por el cuidado de los niños no recae en sus “padres o tutores legales”, los cuales son señalados en la cdn como los “principales responsables” de su cuidado (Ruby, 2011), y puede interpretarse que correspondería al modelo de “normalidad” o “regla”. Al contrario, son cuidados en sus familias extensas, parentelas o comunidades (situación denominada “cuidado alternativo informal”), o en dispositivos de entidades públicas o privadas (sean estas instituciones, programas de acogimiento o aldeas infantiles, situación llamada “cuidado alternativo formal”).

Esta definición del cuidado y la protección de los niños ha sido erigida como la hegemónica en el campo más amplio de la protección de la infancia, y se corresponde con una definición idealizada de la niñez que puede ser rastreada hasta los primeros “movimientos de reforma de la niñez” surgidos en la segunda mitad del siglo xix. Estos buscaron apoyo y legitimidad recurriendo a una concepción idealizada de esta, en la cual los chicos eran considerados inherentemente dependientes, indefensos y necesitados de la protección de los adultos. Así, la niñez era construida como inocente y natural, como una etapa de la vida especial, despreocupada y definida por la negativa en relación con la adultez, y que debía ser protegida de las dificultades del “mundo adulto” (Barna, 2012; Hart, 2006; Varela, 1986). Podemos hablar de una “concepción universal de la infancia” (Vianna, 2002: 65) en el sentido en el que implica la naturalización de una definición de la niñez y la crianza de los niños que se basa en el estilo de vida históricamente perteneciente a las clases burguesas europeas y norteamericana. Esta pasa a funcionar como parámetro para clasificar y explicar la variedad de “infancias” existentes en las diversas clases sociales, así como en las distintas regiones y culturas del globo, las cuales son borradas o conceptualizadas como “anormales” o “desviadas” (Colángelo, 2003; Varela, 1986).

La universalización de los discursos sobre el cuidado infantil: “Una mejor forma de proteger a todos los niños”[16]

Siguiendo con el análisis, vale la pena reflexionar sobre las maneras en las que los saberes originados en las neurociencias, con sus pretensiones de verdad y universalidad, contribuyen a la globalización y naturalización de los discursos sobre la niñez aquí descriptos. Como vimos, diferentes entidades del ámbito de la niñez recurren a los postulados de las neurociencias con el objetivo de buscar una “evidencia” conformada por “datos duros” que apoyen y legitimen sus causas. Por medio de esta práctica, estos actores contribuyen a reforzar la concepción de que sus conclusiones (tales como el carácter negativo del cuidado de niños pequeños en instituciones), así como los estudios, análisis e imágenes que las sostienen, tienen el carácter de “verdaderos” e “irrefutables”. Así, estos saberes son legitimados como “verdades científicas” absolutas y universales, y por lo tanto válidas para las diferentes realidades existentes en las distintas regiones y culturas del globo. Esto, a su vez, refuerza la hegemonía en el ámbito de las temáticas de niñez de la concepción “universal” de la infancia, anteriormente descripta.

Para analizar estos procesos, resultan enriquecedoras las reflexiones que realiza Claudia Fonseca (2011) en su estudio sobre el desarrollo y la utilización de los argumentos sobre la importancia del cuidado de los niños durante sus primeros años de vida, desarrollados por diferentes “expertos” de la disciplina de la neurociencia que trabajan en la temática del “desarrollo temprano infantil”. Estos argumentos, legitimados en cuanto provenientes de instituciones académicas de países centrales, son luego utilizados en los ámbitos políticos nacionales y de los organismos internacionales para justificar el desarrollo a nivel mundial de políticas de “educación infantil”. Estas se caracterizan por el énfasis en el cuidado de los niños durante sus primeros años como una solución para las problemáticas sociales de la pobreza y la desigualdad, la violencia, etc. Podemos ver que en el caso tanto de los programas y políticas de “educación infantil”, como de desinstitucionalización de niños, en ocasiones el trasfondo político, ideológico y social que los sustenta pasa a un segundo plano detrás de su fundamentación en conocimientos que, por ser del orden de lo biológico y físico, son considerados “incuestionables”.

Asimismo, en este proceso de legitimación de los argumentos basados en los hallazgos de las ciencias biomédicas, se produce lo que podríamos llamar una “biologización” (Fonseca, 2004: 16) de la crianza y las relaciones entre los niños y sus cuidadores, es decir, un desplazamiento del tema de la crianza y los cuidados de la infancia desde el terreno de lo cultural y social hasta el de lo médico y biológico. En este contexto, ya no son los “hechos de la vida real (relaciones, afectos)” los que determinan la calidad del cuidado y la crianza de los niños, sino los factores del orden de lo biológico o físico, devenidos una “verdad técnica/biológica” (Fonseca, 2004: 19). En este caso, se trata de argumentos sobre el normal o deficiente desarrollo neurológico de los niños pequeños que crecen en instituciones, respaldados por estudios, imágenes y gráficos que comparan las características de un cerebro “normal” con las de otro “severamente dañado/abusado”.

El rol de los argumentos científicos en la ampliación y especialización dentro del ámbito de los derechos del niño

Antes de finalizar esta sección, resulta interesante detenerme brevemente en el papel clave que ha tenido la profundización del conocimiento científico en temáticas de niñez en el proceso que llevó a la diversificación de categorías que son conceptualizadas como “problemáticas sociales” en el ámbito de los derechos del niño. Este proceso se ha producido de manera acelerada en los últimos años, debido, en parte, al desarrollo y la ampliación de los conocimientos en materia de psiquiatría y psicología infantil (Cosse, 2010; Llobet, 2010), así como de la neurociencia aplicada al desarrollo infantil (Fonseca, 2011). Esto, junto con la legitimación del conocimiento desarrollado por especialistas en infancia, ha derivado en una mayor conciencia y preocupación por los “peligros” a los que están expuestos los niños. Así, temas y prácticas que hasta hace unas décadas no eran identificadas como riesgosas pasaron a ser objeto de preocupación y materia de intervención de los actores del campo de los derechos del niño. Al mismo tiempo, puede decirse que esta diversificación y especialización en materia de conocimientos sobre la niñez ha contribuido a la multiplicación y la compartimentación del tratamiento de las problemáticas sociales sobre las que los defensores de los derechos de los chicos se atribuyen incidencia. Como consecuencia, el campo más amplio de las ong y agencias dedicadas a la defensa de los derechos infantiles se encuentra muy especializado y fragmentado, tanto al interior de cada entidad, como en relación con la focalización de cada una de ellas en el tratamiento de una temática específica. Esta característica es en general reconocida por los actores del campo, y su cuestionamiento se expresa en términos de la necesidad de desarrollar un “abordaje integral”, ya que se reconoce que gran parte de las problemáticas que afectan a la niñez derivan del contexto de pobreza estructural e inequidad de muchos países. Así, tal como lo expresa un técnico latinoamericano de la ong Aldeas Infantiles: “En vez de esta compartimentación de temas, sería mejor pensar en una política integral, ya que todas las problemáticas que afectan a la niñez (trabajo, explotación, falta de cuidados parentales) tienen su origen en la misma estructura” (entrevista, Buenos Aires, 10 de octubre de 2012).

La dimensión emotiva y moral de las argumentaciones: “Eso me pone muy triste”

El carácter político de las emociones: su capacidad “productiva” en la constitución de las “problemáticas sociales”

Existe un aspecto fundamental de todos los discursos erigidos respecto a los niños sin cuidados parentales: su dimensión emocional. Esta se refiere a la movilización de ciertos sentimientos y emociones que son despertados tanto en los actores del campo como en el público más amplio en torno a este grupo de niños, y que se ven reflejados en materiales de difusión, campañas de sensibilización, documentos para la abogacía, y eventos. Las emociones que se busca producir por medio de los discursos, los argumentos y las imágenes utilizadas por los actores de este campo pueden ser abordadas “en su dimensión productiva, y específicamente en su capacidad en tanto fuerza transformadora y constructora” (Gesteira, 2013: 153-154). Esto nos permite visualizar las maneras en las que estas emociones “se tornan eficaces en su dimensión política” (Gesteira, 2013) y logran generar en diferentes actores una actitud de empatía y responsabilidad en relación con la temática, lo cual resulta indispensable para su constitución como una “problemática social” considerada digna de atención especial. De hecho, el término “sensibilización”, frecuentemente utilizado para denominar al tipo de acciones y campañas analizadas en este apartado, se refiere a la acción de generar actitudes y sentimientos de compasión en el público al que se dirigen, lo cual permite la movilización de ciertos valores morales, como el ser solidario.

Si bien el ejercicio de extrañamiento en relación con las emociones y los sentimientos que la temática de los niños que viven en instituciones (y de los que sufren graves violaciones de derechos en general) provoca en nosotros puede resultar dificultosa, para analizarlas se hace necesario comprenderlas –tal como lo explica Soledad Gesteira recurriendo a los aportes de Lutz y Abu-Lughod– como “‘invenciones históricas” y “estrategias retóricas” que los sujetos utilizan para expresarse, hacer reivindicaciones y promover o provocar ciertos tipos de comportamiento (Gesteira, 2013: 144).

Con esto en mente, analizaré la “dimensión productiva” de los sentimientos y emociones como un aspecto central que confiere eficacia a los discursos y narrativas en torno a los niños, las cuales logran el compromiso de diversos actores al apelar a la emotividad y conjugarse con una noción de solidaridad vista como una obligación. En las fotos de la Campaña “Habla por mí” del “Llamado para la desinternación”, vemos las leyendas “En una institución, estoy 6 veces más expuesta a la violencia sexual que en las alternativas de protección basadas en el cuidado familiar”. Otra imagen incluye el mensaje: “La violencia en las instituciones es 6 veces más frecuente que en los lugares de acogida”.[17]

En uno de los videos promocionales de la campaña, vemos a un bebé “hablando” en nombre de los bebés que se encuentran viviendo en instituciones, bajo el lema: “Él aún no puede hablar, pero si pudiera… ¿qué diría un niño a un grupo de presidentes de países de América Latina y el Caribe?”. En un momento, el bebé “explica”: “¿Sabían que por cada año internado un niño pierde cuatro meses de desarrollo? Eso me pone muy triste”.[18]

La eficacia de las campañas: diferentes estrategias para sensibilizar y movilizar el apoyo de sus destinatarios

Tal como mencionamos anteriormente, el Proyecto dahpne dio origen a diversos procesos de desinternación, principalmente en los países de Europa del Este (donde el recurso a las instituciones de cuidado está muy extendido), llevados a cabo por los gobiernos con el apoyo de ong nacionales y Unicef. Estas modificaciones en las políticas y los programas de cuidado alternativo incluyeron campañas de sensibilización para lograr el apoyo de la opinión pública, los Estados y el sector privado al cuidado familiar (tanto simbólica como económicamente), entre las que se encuentra “Todo niño necesita una familia”. A través de esta, se intentó convocar la solidaridad de los diferentes actores por medio de la divulgación de propagandas.[19]

Concretamente, los objetivos de la campaña apuntan a diferentes sectores, bajo el lema “Mentes abiertas, corazones abiertos y billeteras abiertas”: en principio, concientizar al sector privado y la sociedad más amplia de los efectos de la institucionalización, particularmente del hecho de que hacer donaciones a un orfanato es un hecho negativo para los niños, en contra del sentido común (objetivo simbolizado en el lema “mentes abiertas”); en segundo lugar, influenciar a la opinión pública para crear apoyo a la medida del cuidado en familias sustitutas y convocar a que las familias se postulen como familias de acogimiento (“corazones abiertos”); y, por último, movilizar fondos de individuos y empresas para financiar el cambio de las políticas públicas y el desarrollo de nuevos programas para la niñez (“billeteras abiertas”).

Podemos ver cómo, a través del lema utilizado en esta campaña, se intenta crear una intersección entre la esfera económica y la vida íntima, relativa a la familia y el cuidado de los niños, en la que los ámbitos del dinero y del cuidado o el compromiso afectivo sean compatibles. El éxito que tuvo esta campaña para obtener, a partir de esta conjugación de elementos de diferentes clases, apoyo económico y político, así como para reclutar familias de acogimiento en las sociedades en las que se desarrolló, se opone a las ideas de sentido común según las cuales “la actividad económica, en especial el uso del dinero, representa una forma de degradación de las relaciones íntimas, mientras que la intimidad interpersonal torna ineficiente la actividad económica”, y las transacciones económicas e intimidad son conceptualizadas como “esferas separadas y mundos hostiles” (Zelizer, 2009: 25). En tal sentido, en este tipo de campañas, se puede observar que, antes que esferas separadas, el dinero y los afectos se imbrican de múltiples maneras, en las que la vida íntima (atravesada por los afectos y diferentes versiones del cuidado) es una esfera estrechamente interconectada con la económica (Zelizer, como se cita en Dufy y Weber, 2009: 11), y los seres humanos constantemente “tejen lazos diversos, cruzan permanentemente límites entre espacios diferenciados y tienden puentes entre esferas en apariencia irreconciliables” (Zelizer, 2009: 17).

Por su parte, la campaña del Llamado a la Acción latinoamericano y caribeño, la cual busca instalar las prácticas de institucionalización de niños menores de tres años como una “problemática social” en las agendas de los gobiernos y la sociedad más amplia, fue lanzada en las redes sociales desde octubre de 2013 bajo el lema “Habla por mí”. En esta, se realiza un llamado a la solidaridad del público, convocándolo a ayudar a estos niños a partir de la idea de que, al no ser capaces todavía de expresarse por medio del habla, necesitan de alguien que “les preste su voz” y “hable por ellos” para que cambie la situación en la que se encuentran. En este sentido, el mensaje de la campaña recurre al tópico moral de la “representación”, es decir, a la responsabilidad de diferentes actores para la concreción de los derechos de los niños, la cual resulta de la “distinción tácita en el discurso de los derechos entre los portadores de derechos (sin poder-incapaces) y el agente moral (facultado para ejercer los derechos en nombre de ellos)”, que lleva a que los niños dependan de la representación de “un agente externo” para la defensa de sus intereses (Pupavac, 2006). Asimismo, la representación de la “indefensión” de los chicos en cuanto “figuras vulnerables” se combina con el “lenguaje de la obligación” (Saillant, Drouin y Gordon, 2010: 51), con el objetivo de convocar a los organismos internacionales y regionales, ong, gobiernos y empresas a responsabilizarse por esta “problemática” y colocarla como prioritaria en sus acciones, y apelar al compromiso de la sociedad más amplia con la causa.

Por último, en esta campaña podemos ver el carácter “maleable” y “expansivo” de las categorías anteriormente descriptas, ya que la categoría de los niños sin cuidados parentales e institucionalizados se muestra asociada con las de violencia y abuso sexual. Estos son tópicos socialmente condenados (Best, 1990; Hacking, 2001) e intrínsecamente morales (Hacking, 1991), ya que las situaciones y los comportamientos asociados a ellos despiertan una fuerte condena moral por parte de quien las conoce. En este sentido, con base en lo analizado sobre el papel de las disciplinas psi y la neurociencia, podría decirse que este mensaje de la campaña busca instalar la institucionalización como “un intolerable” (Bourdelais y Fassin, como se cita en Grinberg, 2010: 76), es decir, como una situación moralmente “inaceptable” que despierta sentimientos de rechazo, entre otras cosas, por “inscribirse sobre el cuerpo” y amenazar la integridad corporal de los niños (Grinberg, 2010).

La solidaridad con los niños como una obligación moral: la movilización de los valores del compromiso y la solidaridad

Como pudimos ver, las construcciones discursivas que conforman ambas campañas contienen una gran carga emocional y apelan fuertemente a la solidaridad y el compromiso de los destinatarios, por medio de la referencia a sentimientos morales asociados con los bebés y niños pequeños y su cuidado. Así, son discursos teñidos de lo que Pessanha Neves (2010: 77) denomina una “narrativa de la victimización”, que identifica a estos niños como dignos de ayuda inmediata. Asimismo, tomando los aportes de Didier Fassin (2011), podemos pensar que estas campañas son un reflejo de la “economía moral humanitarista” que caracteriza las acciones tanto de los Estados como de las ong, las agencias internacionales y los individuos en nuestra época. La “economía moral” es para Fassin “la producción, diseminación, circulación y uso de emociones y valores, normas y obligaciones en el espacio social”. Aquella se destaca por movilizar no solo la solidaridad individual, sino también “las representaciones colectivas en la forma de sentimientos morales” que combinan diferentes emociones (principalmente la compasión) y la razón ante situaciones de injusticia y “precariedad” con el objetivo de hacer visibles las vidas de aquellos que se encuentran “amenazados y olvidados” (Fassin, 2011).

Asimismo, para analizar la manera en la que estas acciones de sensibilización resultan eficaces en la movilización de los valores morales del compromiso y la solidaridad del público, resultaron útiles los aportes de Fernando Balbi sobre las tres dimensiones de los valores morales: el “cognitivo”, el “moral” y el “emotivo” (Balbi, 2007: 103). Balbi plantea que, si tenemos en cuenta estos tres aspectos, referirse a un comportamiento relacionado con valores morales es

hablar de acciones que revelan sistemáticamente la preferencia de determinados cursos de acción en razón de su deseabilidad y obligatoriedad, siendo que esa preferencia es formulada conceptualmente y que la opción en su favor es estimulada a través de una carga emotiva adherida a su formulación conceptual (Balbi, 2007: 76, como se cita en Perelman, 2011: 81).

Conclusiones

En este trabajo describí y analicé las maneras en las que las redes internacionales de ong y agencias de la onu abocadas a la temática del cuidado y la protección de los niños sin cuidados parentales ponen en juego las principales categorías y los más influyentes discursos que circulan en este ámbito. Esto con el propósito de ahondar en la comprensión del proceso por el cual esta temática es instalada en la agenda pública internacional como un objeto de conocimiento y un área de intervención de diferentes tipos de actores (“expertos” de disciplinas científicas, representantes de entidades gubernamentales y no gubernamentales de diferentes niveles de decisión, etc.). Para ello, me centré en dos tipos de estrategias discursivas que se hacen visibles al analizar las campañas de concientización sobre los niños sin cuidados parentales: la universalización de los conocimientos producidos por las disciplinas psi y la neurociencia; y la sensibilización de la audiencia a la que se dirigen, por medio de la movilización de emocionalidad y valores morales en torno a la niñez.

Mi análisis partió de la idea de que los discursos y las categorías hegemónicos del campo son el resultado de “sucesos históricos, fuerzas sociales e ideologías” (Hacking, 2001: 19, como se cita en Becerra, 2011: 7) y que son “construidos” y “moldeados” por diversos actores dentro de una matriz de elementos de muy diferentes tipos (Hacking, 2001: 208-211). Por lo tanto, las reflexiones realizadas en este trabajo tuvieron como objetivo la desnaturalización y el análisis crítico de las categorías y los discursos que circulan en el ámbito del cuidado y la protección de los niños, por medio del conocimiento de las “condiciones sociales de producción” de los enunciados (Bourdieu y Eagleton, 2000) que los componen y les otorgan su eficacia, y del análisis de las formas en las que son utilizados. A través de este trabajo, busqué aportar conocimiento a los estudios sobre los procesos de construcción de ciertas categorías sociales que, a partir del trabajo de diversas instituciones y “expertos”, devienen una “problemática social”, es decir, una temática que genera interés y preocupación pública, y un área específica de conocimiento e intervención.

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  1. Este artículo se enmarca en una investigación más amplia que resultó en la tesis de licenciatura “Disputas en torno a la instalación del cuidado y protección de los niños y los cuidados parentales como una ‘problemática social’”. Esta versa sobre el proceso por medio del cual los tópicos que conforman la temática del cuidado y la protección de la niñez que se considera “huérfana” fueron constituidos e instalados como una problemática social digna de intervención y un área específica de conocimiento abordada por ONG y organismos internacionales (Tissera Luna, 2014).
  2. Fundada en 2003, el principal objetivo de relaf es promover acciones de los gobiernos y las ong que tiendan a procesos de desinstitucionalización, es decir, al cierre de los hogares convivenciales y su reemplazo por otras medidas de protección. Entre ellas, se encuentran el desarrollo de servicios que eviten la separación de los niños de sus familias, y de programas de familias de acogimiento. En la actualidad, relaf posee miembros en la mayoría de los países de América Latina y algunos países caribeños, y es reconocida a nivel internacional por los actores del campo como un referente en materia de niños sin cuidados parentales en América Latina.
  3. Child Rights Connect (el Grupo de ong, con sede en sede en Ginebra y Nueva York) fue fundado en 1983 para colaborar en la redacción de la Convención de los Derechos del Niño (cdn). Desde entonces, su objetivo es supervisar su cumplimiento por parte de los Estados, y asegurar que tenga una posición prioritaria en las actividades de las Naciones Unidas. Esta labor del Grupo es realizada por más de cincuenta organizaciones nacionales, regionales e internacionales de orígenes y filiaciones heterogéneos, divididas en “grupos de trabajo” según los diferentes derechos de los niños.
  4. Unicef (2010); Documento de presentación del Congreso A better way to protect all children, The theory and practice of child protection systems (Nueva Delhi, India, 13-16 de noviembre de 2012); Every Child (2010), Protect for the Future. Placing children’s protection and care at the heart of achieving the MDGs.
  5. Sitio web de Unicef-Argentina, disponible en uni.cf/3tpHWD0.
  6. Por ejemplo, según el “Informe Latinoamericano. Situación de la niñez sin cuidado parental o en riesgo de perderlo en América Latina de relaf”, la categorización de “sin cuidado parental o en riesgo de perderlo” incluye a aquellos niños que viven en contextos de carencias materiales y falta de acceso a servicios, a aquellos que crecen en contextos de violencia intrafamiliar y abusos, a aquellos afectados por problemas bélicos y catástrofes naturales, a los hijos de familias migrantes, a los niños infectados o afectados por hiv y otras enfermedades graves, a los discapacitados, a los que pertenecen a un grupo étnico minoritario o estigmatizado, a aquellos que pertenecen a familias monoparentales, a aquellos niños que se encuentran en situación de calle solos o con sus familias, a aquellos que son empleados o explotados laboralmente, a las embarazadas adolescentes, a los que se encuentran en conflicto con la ley o tienen adicciones, y a los niños jefes de hogar (categoría que refiere aquellos grupos de chicos que, habiendo perdido a sus padres o cuidadores, viven en la misma casa y la sostienen sin la supervisión de un adulto).
  7. El término “abogacía” (“cabildeo” o “incidencia”) refiere a aquellas acciones que ong y agencias de organismos trasnacionales llevan a cabo (tanto independientemente como en la forma de coaliciones o redes) para incidir en la planificación de políticas públicas y programas por parte de los Estados en diferentes niveles. La “cooperación” o “asistencia técnica” refiere al trabajo directo de asistencia, capacitación y planificación llevado a cabo por agencias de organismos internacionales u organizaciones no gubernamentales. Esta labor tiene el objetivo de hacer aportes a organizaciones, organismos y gobiernos en la planificación, el desarrollo y la supervisión de programas o políticas públicas, así como la modificación de las legislaciones por parte de los Estados.
  8. Unicef “Photography”, disponible en uni.cf/3K7xc31.
  9. Este evento, en el que participé como expositora y traductora en mi rol de asistente técnica de relaf, se realizó en Guanajuato, México, y fue organizado por relaf y la Procuraduría de Derechos Humanos de Guanajuato.
  10. Durante la Cumbre, que tuvo lugar en octubre de 2013, los representantes de las entidades que conforman el Llamado a la Acción organizaron un evento paralelo para tratar de obtener el apoyo a la causa por parte de los presidentes. Paralelamente, y en las semanas subsiguientes, se desarrolló una campaña publicitaria de concientización en las redes sociales sobre los efectos dañinos de la internación de niños de menos de tres años en hogares convivenciales, en la cual participé en mi rol de asistente en relaf. La campaña sobre el Llamado a la Acción está disponible en su página web oficial: bit.ly/3C9j4DB.
  11. Este trabajo fundador de los estudios de la psiquiatría infantil abocados al cuidado en los primeros años de vida fue publicado por la Organización Mundial de la Salud en 1951, “como una contribución para el trabajo del programa de la onu para los niños sin hogar”, lo que muestra la colaboración entre agencias internacionales y el ámbito académico desde esa época.
  12. Kevin Browne es profesor de Psicología Forense y Salud Infantil e investigador de la Universidad de Nottingham (Reino Unido). Junto a un equipo de investigadores, y gracias a fondos del Programa daphne de la Unión Europea, realizó investigaciones cuantitativas y cualitativas que se centraban en las consecuencias en los niños pequeños del crecimiento en una institución en países europeos. Desde la publicación de sus trabajos a principios de 2000, las ong y agencias han recurrido a sus hallazgos y conclusiones como fundamentación y fuente de legitimación de los proyectos y programas a favor de la desinstitucionalización de niños.
  13. Notas tomadas durante el evento y documento de presentación de la Iniciativa Regional para la erradicación de la internación de niños y niñas menores de tres años, disponible en bit.ly/3Lw8kDu.
  14. Directrices de Naciones Unidas sobre las Modalidades Alternativas de Cuidado de Niños. Nueva York, 2009. Las directrices son el documento internacional de derecho que especifica estándares de acción para las entidades públicas y privadas a fin de la determinación de medidas de protección dirigidas a los niños sin el cuidado de sus familias. Este documento internacional fue redactado por un conjunto de “expertos” en la temática, con los aportes de los países en debate en el Consejo de Derechos Humanos, y adoptado por la Asamblea General de Naciones Unidas en 2009. Desde entonces, sirve como una guía y fuente de legitimación de las tareas de los diversos actores internacionales dedicados a la temática de la protección de los niños que no tienen el cuidado de sus familias.
  15. El objetivo de los programas de familias sustitutas (también denominadas familias de acogimiento), inicialmente diseñados en Europa y América del Norte, es transferir el cuidado de los niños, que por distintas razones han sido separados de su medio familiar, a una familia preexistente de manera temporal, sin que el estatus jurídico del niño o la familia sean modificados. Esto significa que, al contrario del caso de la adopción, no es establecido un vínculo legal entre el niño y sus cuidadores, ni se ve afectada la relación de filiación del niño con su familia biológica (Luna, 2001). Por su parte, el término “aldeas infantiles” se utiliza para denominar a aquellos dispositivos en los que una mujer o una pareja se hacen cargo del cuidado de hasta una docena de niños en un entorno que procura asemejar al de una familia, desarrollados principalmente por sos Aldeas Infantiles desde 1947 (primero en Austria y más tarde en cientos de países), y por organizaciones y gobiernos locales bajo diversas denominaciones (tales como casas lares en Brasil y pequeños hogares en Argentina).
  16. Este título fue extraído del nombre de la Conferencia Internacional de “expertos” en la temática, llamada “Una mejor forma de proteger a todos los niños: teoría y práctica sobre los sistemas de protección infantil”, organizada por Unicef con el apoyo de sus socios internacionales en Nueva Delhi, India, en noviembre de 2012.
  17. La información y las imágenes del “Llamado” están disponibles en su página web oficial http://hablapormi.org/.
  18. Canal Youtube de la Oficina Regional de unicef para América Latina y el Caribe, disponible en bit.ly/3HLoarP. Fecha de último acceso: 5/10/2013.
  19. Esta campaña fue realizada por Unicef y sus socios nacionales (ong, gobiernos y empresas) en varios países de Europa del Este y Central. Véase página de Unicef Croacia (uni.cf/3p4H5GT) y página de la Oficina Regional de Unicef para Europa Central y del Este y Asia Central (uni.cf/348d4yy). Las dos primeras fotos son de Unicef Croacia, y la última, de Unicef Ucrania.


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