Costa Rica: Anacristina Rossi
Anacristina Rossi[1] escribió varias novelas y cuentos. Vamos a destacar tres: Limón Blues (2002), Limón Reggae (2007) y Tocar a Diana (2019).
En la novela Limón Blues[2], centralmente ubicada en Limón, ciudad del litoral caribeño de Costa Rica, la trama es marcada por blancos, extranjeros, que reprimen los campesinos; por los negros traídos de Jamaica para trabajar en las plantaciones y que empiezan a hacer asociaciones y sindicatos; un intenso periodismo en inglés, y la presencia de las religiones africanas. Hay racismo de los costarricenses en contra de los negros:
Usted sabe que las personas de color no vienen a San José. Me pide que violente nuestras propias normas.
–Don Julio, nosotros hemos estudiado sus leyes y no hay nada escrito. Solo existe un prejuicio. Y un prejuicio siempre se puede romper (Anacristina Rossi, Limón Blues, p. 242).
Limón Blues es una novela histórica que recrea las distintas formas de violencia: la explotación de los trabajadores, el racismo, la violencia policial, la segregación espacial de una sociedad costarricense que se niega al multiculturalismo. Hay diversos espacios en la novela: de Limón (Costa Rica), a Jamaica y Cuba, hasta el Harlem, en New York. Los años se suceden muy rápido, como si el tiempo fuera interminable.
La dominación de la región fue concedida por el gobierno de Costa Rica a la United Fruit. Ya Manuel Ángel Asturias lo había expresado en la trilogía de la República de la Banana, compuesta por Viento fuerte (1950), El Papa verde (1954) y Los ojos de los enterrados (1960).
Los personajes principales son Orlandus Robinson, su madre Nanah y su padre Prince, inmigrantes de Jamaica que han venido a trabajar en construcción del ferrocarril y en las plantaciones bananeras, en Colón (Cahuiha). Además, están M. Leiva, inspector de la Hacienda; Minor C. Keith, de la United Fruit; don Adolfo Escobar, gobernador, y Charles Ferguson; Cecil Vernor Lindo Morales, y Samuel Charles.
Pero también están los amores de mujeres blancas por los hombres negros, amores que se hacen y pasan en clima tropical. La panawoman Leonor Fernández Jiménez de Esquivel, mujer de un hacendado, que se enamora de Orlandus, protagonistas de inúmeras escenas de amor sensual y sexual, como dos razas que se descubren sus cuerpos:
La escuchó acercarse. Por encima del olor a algas y a matojos mojados le llegó su perfume, apercibido levemente el primer día entre calores ajenos y más claro esa mañana cuando la sostuvo por el resbalón, una fragancia intoxicante pero liviana, no los aromas espesos y orientales que vendían los culís. Con el perfume venía la tibieza, una mano sin guante rozó su brazo. Los dedos infinitamente suaves le recordaron los pétalos de la flor del mahoe y un calor amarillo le subió por los muslos y lo puso a temblar (Anacristina Rossi, Limón Blues, p. 44).
Mismo si hay un acuerdo con su marido, algo como una primera emancipación femenina, el amor se interrumpe, y solo mucho más tarde se da el reencuentro. El erotismo siempre está presente a lo largo de la narrativa.
Son distintos los pueblos que viven en Limón: negros, costarricenses, chinos. La región se compone por un multilingüismo: patois, creole, francés, alemán, italiano, inglés y español. En la novela predominan el español y el inglés jamaicano. Hay repetidas frases y expresiones en inglés: powerman, servant boy, dearie, banana fever, buoy, etc. La religión afro aparece en varios momentos de la novela.
Sin embargo, la cultura occidental se hace presente, con las referencias a Don Quijote, Shakespeare (Macbeth, Hamlet, Rey Lear, Otelo), Tomás Moro, Erasmo de Rotterdam, Chopin y al I Ching.
La autora reproduce en la novela materias de la imprenta de época, en español –El Correo del Atlántico, La Nación– y en inglés –Limón Weekly News, The Limón Times, The Times–.
Están expresas distintas violencias en Limón Blues. Desde luego, la violencia estructural de la explotación de los trabajadores de las bananeras, la expropiación de las parcelas de los campesinos, siempre acompañadas por la represión brutal a cargo de la policía y del ejército. Así es que los trabajadores organizan protestas, huelgas y el sindicato –la Unión– siempre seguidas por la represión e incluso la prisión de Orlandus. Surgen los conflictos agrarios, vienen los matones y usurpan los campesinos que vivían en los baldíos. Además, el acoso sexual y la violación. Sin embargo, también están presentes las manifestaciones de un hibridismo cultural, como señala Mackenbach: “Las representaciones étnicas, de género y espaciales en las novelas centroamericanas que se ocupan de la temática bananera”[3].
La novela adquiere una mirada mundial por la presencia del personaje de Marcus Garvey y la organización de la UNIA. Marcus Mosiah Garvey (17 de agosto de 1887-10 de junio de 1940) fue un editor, periodista y empresario jamaicano y fue el fundador de la Asociación Universal para la Mejora del Hombre Negro (UNIA, por las siglas en inglés)[4]. Incluso fue una presencia en la prensa y en los movimientos negros en el Brasil[5].
En 1907 Garvey fue elegido vicepresidente del sindicato de impresores de Kingston. Fue despedido de este trabajo en 1908 a causa de su participación en la huelga de la Unión de Impresores, que reclamaba mejoras laborales.
A partir de ahí viajó, primero por Costa Rica y después por Panamá, donde editó un periódico antes de regresar a Jamaica en 1912. Viajó a Londres de 1912 a 1914 y de vuelta a Jamaica, en agosto de 1914, fundó la Asociación Universal para la Mejora del Hombre Negro, llamada UNIA por sus siglas en inglés y se convirtió en su presidente. La asociación tenía como objetivo “unir a toda la gente de origen africano del mundo en un solo cuerpo para establecer un país y un gobierno absolutamente propios”. La bandera de la UNIA tenía los colores rojos, negro y verde.
En 1916, Garvey se trasladó a los Estados Unidos, y fundó un periódico llamado Negro World, en Harlem (Nueva York). En 1917 formó en Estados Unidos la primera sección de la UNIA fuera de Jamaica y empezó sus giras de conferencias en las que abogaba por el retorno de los exesclavos negros a África. Su edificio, llamado Liberty Hall, era enorme, con un auditorio para 6000 personas. Garvey incluso creó una compañía de barcos de vapor para el transporte a África, la Black Star Line.
En la IV Convención Internacional de los Negros del Mundo, la UNIA definió el programa para la colonización de África por los negros dispersos por la diáspora, un programa que, de hecho, ya se había redactado desde la primera Convención. Al principio, el gobierno de Liberia favoreció el plan de colonización afroamericana, y la UNIA incluso invirtió en la creación de Black Cross Navigation and Trading Company, otro proyecto más para establecer una línea de navegación por vapor entre los Estados Unidos y el continente africano, cuya intención era garantizar el transporte de negros a Monrovia. Sin embargo, en el transcurso de 1924, el gobierno de Liberia retrocedió y prohibió el aterrizaje de cualquier persona negra vinculada a la UNIA en el país. Garvey vio así su búsqueda de una tierra prometida y su deseo de crear una nación independiente en África obstaculizados (Domingues, p. 136).
El fracaso de la vuelta a África fue impactante (pp. 282, 284-285, 299, 301). Orlandus reencuentra Marcus Garvey en New York, donde escucha las noticias de la Revolución rusa, descubre que el verdadero arte siempre era político, lee a Freud, escucha blues y conoce a los Ebony Sages.
En 1918 la UNIA decía tener dos millones de miembros, y en agosto de 1920, durante una convención de la UNIA, 25.000 personas llenaron el Madison Square Garden de Nueva York para oír los discursos de Garvey. La UNIA afirmaba entonces tener cuatro millones de miembros, lo que la convertiría en el mayor movimiento en favor del hombre negro de su tiempo. Había sucursales en muchos países de las Américas, del Caribe (Cuba, Jamaica, Costa Rica) y en Europa y África.
En 1923, Garvey fue condenado por vender acciones de la Black Star Line con un folleto en el que se decía que dicha empresa era propietaria de un barco que, según la acusación, no le pertenecía. Garvey fue encarcelado en Atlanta y cumplió dos años de condena de los cinco a los que fue sentenciado, pero Garvey no creía en la violencia y exhortaba a sus seguidores a respetar las leyes y a no provocar altercados. El presidente Calvin Coolidge lo indultó y fue deportado a Jamaica, donde en 1929 fundó el primer partido moderno de dicho país, el PPP (People’s Political Party: ‘Partido Político del Pueblo’). No obstante, sin opciones de desarrollar su programa político en el entorno de Jamaica, por entonces una colonia británica mucho menos desarrollado que Estados Unidos, Garvey se marchó de Jamaica en 1935 y murió en Londres en 1940, con 53 años.
Con respecto al género, la UNIA se basó en el compromiso femenino activo. Robin Kelley sostiene que las mujeres participaron en todas las instancias del movimiento, hablando, instruyendo, organizando reuniones específicas y escribiendo o editando textos, comportamiento que desafió las relaciones de género tradicionales de la sociedad.
Bajo la proclama “África, para los africanos, un dios, un propósito, un destino”, estableció Marcus Garvey las bases para el desarrollo de un fuerte nacionalismo negro que, en su apogeo, fue un movimiento masivo y popular de los años veinte, un panafricanismo.
Los otros personajes de la novela son Robert Love y Talita (de Cuba). La esposa de Orlandus era Irene Barret:
Se miraban como seres perfectos, magníficos, se miraban despectivos, ausentes de lo que no fuera sentirse y observar en los ojos del otro la crecida de la excitación, afuera seguía lloviendo con la misma constancia. Mucho duraba ese tiempo en que no podían respirar y no hablaban y se miraban fijamente en los ojos y él se movía dentro de ella despacio y ella le respondía con lasciva lentitud hasta que por fin se derrumbaban los puentes y lo sostenido ya no se podía sostener y se lanzaban furiosos dejando vacío y destrucción a su paso (Anacristina Rossi, Limón Blues, p. 124-125).
Esta tiene una pasión por un médico norteamericano, Ariel Zimmermann, que termina, si bien hay un breve reencuentro. Orlandus muere en 1933. Irene va hermosa al baile, y recuerda:
Y ya no sé si es buena idea haber venido a este baile, un erizo de mar me subió a la garganta, este brazo firme que me rodea la cintura es el brazo de Orlandus o el brazo de Ariel o es el brazo de este hombre que, y no estará más, nunca más, a mi lado, y seré muy valiente excepto cuando escuche una risa parecida, un nombre parecido o la lluvia suavecita se escurra de las hojas y me recuerde su abrazo, si, su abrazo, el de quién… (Anacristina Rossi, Limón Blues, pp. 124-125).
La secuencia del tema viene con la novela Limón Reggae, de 2007. La narrativa de Anacristina Rossi tiene como contexto la revolución en Centroamérica durante la década de los 70 del siglo xix, centrada en El Salvador, y destaca las brutalidades de las dictaduras militares en Nicaragua y El Salvador.
Además, rescata los ideales de la cultura de origen africana, los afros de Limón y los rastafari de Puerto Viejo (Costa Rica). El personaje principal es Laura, estudiante costarricense que vivió muchos años en Limón:
Se mete en la ducha inmediatamente y cuando sale aprovecha para verse en el espejo. Sabe que está muy bonita. Mira la piel morena que heredó de su padre. Los ojos árabes que le dieron tanta lata ahora son su escudo. Grandes, color café, líquidos, adquirieron el poder de hervir y fulminar (Anacristina Rossi, Limón Reggae, p. 33).
Laura participa del multiculturalismo de la región, habla en inglés, lee los periódicos que llegan de Nueva York y California, conoce los musulmanes, y apoya los movimientos negros, reconociendo sus percances:
Al principio los negros eran cariñosos y confiaban en que los costarricenses los verían como iguales. Pero un día se dieron cuenta que los paña los consideraban indeseables, inferiores. En los veinte y los treinta los paña hicieron lo posible por destrozarlos. El gobierno prohibió darles empleo, vagaban por las calles muriéndose de hambre, casi la mitad de ellos se tuvo que ir. Cuando Figueres les dio la nacionalidad a los que quedaban, ya era una comunidad muy herida, desconfiada, cerrada, secreta (Anacristina Rossi, Limón Reggae, p. 38).
Laura entra en el Partido Comunista, se va a Moscú para un cursillo de arte, sale del partido, empieza a luchar por la reforma agraria, se frustra con la decisión presidencial de no hacerla y participa de la huelga de los portuarios en Limón. Ella se va a la guerrilla con los sandinistas, con el nombre de guerra de Aisha. Pero después se desilusiona. Tuvo amores pasionales y corpóreos, aun fúgidos.
La novela se inunda de referencias literarias: La Ilíada, Rousseau, Pascal y el reggae de Bob Marley.
Termina con los rastafari, pues ellos recrearon la utopía en el interior, y en lugar de aspirar a una utopía colectiva y grande, decidieron tener una más pequeña y es sobre todo interior. Están las pasiones y amores, así como el desencanto. Los Acuerdos de Paz suscitan dudas y esperanzas. Limón queda un mundo de colores:
En Limón todo tiene efecto sobre los colores. Los modifica el viento, la lluvia, el calor, la frescura, la sombra, los otros idiomas, los pájaros, los ruidos de los animales, el zumbido de los insectos, el susurro del agua. […]. El Limón todo tiene su doble provocado por la transpiración vegetal (Anacristina Rossi, Limón Reggae, p. 260).
Sin embargo, al final del libro, es la violencia de las maras que asombra, una nueva tragedia:
Aisha la llamaba la desesperación absoluta. Los demás lo llamaban las maras, las pandillas. Era “eso”, era algo que brotaba del pasado para sumirla en el horror. […]. Y en su expresión ella vio “eso”, vio “algo”, vio la degradación de la vida que la obsesionaba desde la infancia. “Eso” también estaba en las risas de los otros, una risa despiadada, soez (Anacristina Rossi, Limón Reggae, p. 273).
Laura asistía a las mutaciones de la violencia, aprendidas tanto en Los Ángeles como en Centroamérica, a la “vida loca” de la muerte:
Oíme, lo peor es que la violencia dejó de ser revolucionaria, pero sigue allí. Ya nos es política, ahora la llaman violencia social, y su poder destructivo es horrible porque ustedes no lograran nada, me oís, ¡nada, absolutamente nada para esos muchachos que están desesperados! (Anacristina Rossi, Limón Reggae, p. 278).
La novela Tocar a Diana, de 2019, se adentra en la violencia sexual, pero señala el erotismo femenino como una forma de contrarrestar la dominación masculina. Parte de un dialogo psicoanalítico:
–Cuénteme.
–Tomaría muchas sesiones.
–Para eso vino acá, Diana. Para saber qué está en juego.
–Vine acá para cambiar. Para que no me echen del trabajo.
–Vino acá para cambiar, sí. Una cura en el diván implica saber qué se juega. Hábleme de esa primera vez. Tomará las sesiones que sean necesarias.
–Es una historia larguísima. Diana, su psicoanalista y el diván” (Anacristina Rossi, Tocar a Diana, p. 13).
A lo largo de las páginas, el olvidado o reprimido va a volver, cada vez con más detalles y nombres. Hija de una familia de la alta burguesía, con cuyos principios no se identifica y rechaza, escoge una rebeldía. Hasta que descubre el amor y el sexo. Entonces comienza su búsqueda, primero del placer sexual y, después, de la razón de su pulsión erótica. El primero fue Sérgio Aguillar:
Y mientras Sergio rechinaba los dientes y pedía que lo perdonara, que nunca había probado nada igual, yo supe que todos mi años de infancia y de pesadumbre, toda mi vida difícil y rebelde, todos mi recorridos y mis galopes y todos los olores y sabores que había disfrutado desde que nascí, todo el llanto, todas las texturas y las alegrías, los poemas en francés y las novelas y los libros filosóficos o feministas, las desgracias, la incomprensión de mi madre y los enredos de papá y todo el barro, la montaña, las aves de río, el perfume de las siembras y los matojos, venían a desembocar íntegros a ese instante (Anacristina Rossi, Tocar a Diana, p. 44).
Después a varios otros, agrimensores, bretones, al mismo tiempo; se enamora de Katell, la bretona, por siete años; Shoan; al final, Felipe, con quien vivirá cinco años:
Pareciera que alguien le creó un mandato de entregarse mientras un privilegiado mira. Un mandato irresistible que destruyó su amor por Katell. Y por Shoan. Y que ahora le pone su trabajo en peligro.
–Sí, por eso estoy en el diván. Me da treguas y las treguas se han ido acortando (Anacristina Rossi, Tocar a Diana, p. 144).
Los espacios van de San José a Limón y a la cueste del Pacífico, fincas –Santamaría, El Inocente, Bijagual– y hoteles. Hacía esculturas en madera; le gusta cabalgar en sus yeguas. Se muda por varios años a Bélgica y a París.
Los personajes son varios: Diana, la narradora; la psicoanalista; Sérgio Aguillar, el primero; su mujer, Magda; Abu, abuela paterna; Beatriz; Kate, la nana, y su hijo Álvaro; el padre, Carlos, terrateniente, fallido y depresivo; la madre, Coralia; el abuelo, Sergio Luis, el Checho; los varios hombres; Mainor, el cuidador de caballos; Pauli, el primo, médico; Kattell, la bretona; Shoan, su hijo; los hermanos, Vanessa, Renato y Daniel; Felipe, de Diana, su pareja.
Vienen seguidamente las referencias literarias: Orlando Furioso, de Ludovico Ariosto (1516); Marx, Rimbaud, Oscar Wilde, Proust, Freud, Jung, Fromm, Sartre, Camus, Simone de Beauvoir, Marcuse, Roland Barthes, Milton Santos, David Harvey. Evoca la música: Beethoven.
Diana vuelve sobre sí en el paso de las conversaciones psicoanalíticas, el inconsciente cada vez más sobresaliente, como señala el personaje:
Dije “su inconsciente”. Las repeticiones son gritos. Ese enamoramiento después de un acto sexual fuerte es un grito. Y lo que el grito significa es que hay una orden detrás. Usted ha venido a verme para que yo le ayude a descifrar una orden de la cual usted es esclava. Es orden viene de la escena perdida. Que es la escena primera (Anacristina Rossi, Tocar a Diana, p. 166).
Vida de esquivas, dérobades. Al final, el núcleo familiar se ve involucrado, en recordaciones oscuras de toques incomprensibles a infantes, tiempos recios de sufrimientos por perdurar. Un estilo narrativo ágil, con distintas voces, arropado por un lenguaje poético, de gran belleza, pero duro y realista. Como si la literatura también fuera un descifrador de enigmas.
Los hallazgos de la obra de Anacristina Rossi están en la valorización del multiculturalismo, la presencia de los afectos, del odio, y más acentuadamente el amor y la sensualidad. La reconversión de las violencias, del racismo a la represión brutal, y a la violencia sexual, incluso contra niños y niñas. Son tiempos diacrónicos y sincrónicos, donde se perfilan el destino, las muertes anunciadas y el epistemicidio.
Esas novelas figuran un espacio social y simbólico, del Caribe, de las Américas y de un África soñada, donde están presentes el inconsciente, las pasiones amorosas y carnales, así como la imaginación de un mundo panafricano y centroamericano y caribeño, a la vez presente y soñado.
- Anacristina Rossi es una escritora y periodista costarricense. Se graduó como traductora e intérprete de la Universidad de París. En los Países Bajos, hizo su maestría en Mujeres y Desarrollo en el Instituto de Estudios Sociales de La Haya. De vuelta en su país, enseña en la Universidad de Costa Rica, además de trabajar con grupos que defienden los derechos de las mujeres y preservan el medio ambiente. La sexualidad siempre estuvo presente en sus narrativas. Publicó María de la noche (1985), La loca de Gandoca (1991), Situaciones conjúgales (1993), Limón Blues (2002), Limón Reggae (2007), La romance indómita (2016) y Tocar a Diana (2019).↵
- Anacristina Rossi. Limón Blues. San José, Alfaguara, 2002.↵
- Mackenbach, Werner (2006). “Banana novel revisited: mamita yunai o los límites de la construcción de la nación desde abajo”. Revista Káñina, XXX(2), 129-138, Universidad de Costa Rica San José, Costa Rica; Mackenbach, Werner (2008). “Algunas reflexiones acerca de las representaciones del Caribe en la narrativa centroamericana contemporânea”. Cuadernos de la Revista Cayey, Puerto Rico, 2, mayo 2008, 12-18; Mackenbach, Werner (2003). “Representaciones del Caribe en la narrativa centroamericana contemporánea”. Istmo. Revista virtual de estudios literarios y culturales centroamericanos, 5.↵
- Nació en Saint Ann’s Bay, un pueblo al norte de Jamaica, en 1887. Garvey era hijo de un albañil calificado dueño de una importante biblioteca, y empezó a trabajar a los 14 años. Estudió en un colegio metodista. Después de un tiempo como aprendiz en la imprenta de su tío, con 14 años se mudó a Kingston y trabajó en la imprenta de P. A. Benjamín, en la que llegó a ser maestro impresor y capataz. Este trabajo le fue de gran ayuda posteriormente a la hora de crear su propio periódico. Se casó dos veces. La primera vez, con Amy Ashwood (de 1919 a 1922) y la segunda, con Amy Jacques, con quien tuvo dos hijos (de 1922 hasta su muerte en 1940); Masó, Bessie Griffith (2015). “Marcus Garvey: diáspora y nacionalismo negro”. Cuadernos del Caribe, 19 (enero-junio, 53-59, San Andrés Isla, Colombia. ↵
- Domingues, Petrônio (2017). O “Moisés dos pretos”: Marcus Garvey no Brasil. Novos Estudos CEBRAP, São Paulo, v. 36:03, pp. 129-150, noviembre 2017.↵