Margarita Graziano (Argentina, 1949 – Argentina, 2000), se gradúa de la carrera de Sociología en la Universidad de Buenos Aires (UBA), su primer acercamiento al estudio de los medios de comunicación fue a través de la cátedra de Comunicación en la carrera de Letras de la UBA, a cargo de Héctor Schmucler en la que participa junto con Heriberto Muraro. En 1974 publica el artículo “Los dueños de la televisión argentina” en la edición número 3 de la revista Comunicación y Cultura. Durante la última dictadura militar de Argentina (1976-1983) se exilia en Venezuela donde realiza la maestría en Políticas y Planificación de la Comunicación y el doctorado en Sociología en la Universidad Central. Forma parte como profesora e investigadora del Instituto de Investigaciones de la Comunicación (ININCO) bajo la dirección de Antonio Pasquali, allí participa del Estudio de Factibilidad para el establecimiento de un sistema de radiodifusión en Ciudad Guayana (1977), y trabaja junto con Pasquali en el plan nacional de comunicaciones Radio y Televisión en Venezuela (RaTelVe), experiencia que la acerca a los debates sobre las Políticas Nacionales de Comunicación y el Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación, cuestión que se ve plasmada en los artículos “Para una definición alternativa de la comunicación” (1980), “Política o Ley: debate sobre el debate” (1988) y “Guía teórica 1°parte” (1997).
Regresa al país al retorno de la democracia en 1983 y se incorpora al “Grupo Esmeralda”, que estaba conformado por un equipo de intelectuales y académicos que acercaban ideas al reciente gobierno de Raúl Alfonsín; Graziano está a cargo del Grupo de medios y participa del Consejo de Consolidación de la Democracia (CoCoDe) siendo una de las redactoras del proyecto de ley de radiodifusión que ingresa al Congreso de la Nación en 1987 (Baranchuk, 2010). También al retorno de la democracia comienzan las primeras conversaciones para el diseño de lo que sería la carrera de Ciencias de la Comunicación de la UBA, los/as convocados/as para armar el plan de estudios son “Alicia Entel, Ana María Nethol y Oscar Steimberg, además del propio Schmucler. Graziano se incorporaría unos meses más tarde, invitada por Alicia Entel para trabajar en el diseño de la Carrera. También lo haría Heriberto Muraro” (Mastrini, 2020).
En la reciente carrera de Ciencias de la Comunicación Graziano se hace cargo de la orientación de Políticas y Planificación y posteriormente de las cátedras de Políticas y Planificación de la Comunicación y Metodología del Planeamiento. En 1997, tras un año de acefalía en la carrera, es elegida directora. Existen numerosos recuerdos, dedicatorias y homenajes a Graziano por sus contribuciones en el campo de los estudios de las políticas nacionales de comunicación y la economía política de la comunicación, perspectiva desde la que aportó una mirada crítica al estado de situación de los medios. También es recordada por ser la directora de la carrera de Comunicación que se opuso, en los años 90, el ingreso de la Maestría de Clarín en la Facultad de Ciencias Sociales: “Margarita había sido hablada para que se incorporase a un pequeño grupo gestor de la iniciativa, cuando todavía todo se mantenía en secreto. Por el contrario, como directora hizo públicas las conversaciones y convocó al claustro docente que, como se recordará, rechazó la maniobra” (Mestman, 2001, p. 11). Quienes integraron su equipo de cátedra la recuerdan como “la que aportaba una mirada crítica del sistema de medios, pero a la vez manifestaba un amplio respeto por las más diversas opiniones; la que defendía enérgicamente la Universidad Pública; la que en los últimos años supo llevar adelante la transformación de la carrera de Ciencias de la Comunicación” (Albornoz y Mastrini, 2000, s/p). Por todo esto y también por haber sido la única directora mujer que tuvo la carrera de Ciencias de la Comunicación de la UBA hasta 2020 es que Graziano es recordada como una de las pioneras del campo comunicacional en Argentina.
Diagnóstico y denuncia
Graziano publica en 1974 un artículo sobre los dueños de la televisión argentina, lo escribe en pleno proceso de estatización del medio. Cabe recordar que, tras 13 años de televisión privada en el país, en 1973, a partir del decreto 1761/73, se dispone la caducidad de las licencias para operar los canales 9, 11 y 13 de Capital Federal, el 8 de Mar del Plata y el 7 de Mendoza. Graziano observa que hasta ese momento el tema de la radiodifusión ocupaba un nulo espacio en los medios de comunicación y a partir de estas medidas cobra notoriedad en la prensa “desde la denuncia y la crítica hasta la enunciación de políticas viables para el área” (1974, p. 175). Interesada en abordar el análisis de la televisión, parte de reconocer “la inexistencia en nuestro país de un estudio más o menos completo sobre el medio, que brinde la apoyatura informativa que requiere todo intento de transformación del mismo” (1974, p. 177).
El trabajo ofrece una cantidad de datos y cuadros sistematizados que aportan no sólo información valiosa sobre el estado de situación del medio, sino que oficia de diagnóstico sobre la concentración y poder mediático en Argentina y en América Latina. Se exponen datos sobre la cantidad de canales y repetidoras y sobre su estructura de propiedad: ya sea ésta privada, municipal, universitaria, dependiente del Gobierno provincial o de la administración general, da cuenta de la distribución geográfica de los canales por cada provincia. También ofrece cuadros sobre la cantidad de emisoras de televisión instaladas entre 1951 y 1969, la posesión de aparatos televisivos en Capital Federal y Gran Buenos Aires entre los años 1960 y 1972. Da cuenta del alto grado de concentración económica en la propiedad de los medios, la interdependencia con capitales extranjeros, y señala la penetración de grupos estadounidenses (CBS, NBC, ABC, Time Life) en los medios en América Latina.
Dominación y penetración son dos términos que se desprenden de su artículo. Así resalta el rol de las agencias de noticias internacionales como el vehículo para dicho propósito: “la vinculación que se establece con el capital extranjero a través de las agencias noticiosas internacionales constituye quizás una de las formas más sutiles y peligrosas de dependencia. En 1967 dichas agencias cubrían con su información el 84% de las colocaciones de noticias extranjeras en los diarios de América Latina” (1974, p. 186). En Argentina el grado de dependencia lo describe a través del sistema: canal de cabecera –productora– canal del interior del país, también caracteriza a los grupos vinculados con los canales 9, 11 y 13 de la Capital Federal y por último da cuenta del crecimiento, a lo largo de los años, de la audiencia y el porcentaje anual en tiempo de pantalla dedicado a cada género televisivo desde 1960 a 1972.
Al igual que los trabajos pioneros de Fátima Fernández Christlieb y Elizabeth Fox, Graziano ubica a los dueños de la televisión en una estructura económica dependiente y analiza la penetración estadounidense en el medio televisivo. Advierte que “todo proyecto oficial que contemple en su enunciación un cambio en la estructura actual de los tres canales privados de cabecera hará sentir su influencia en el resto del sistema, a nivel nacional” (1974, p. 189).
Y también, al igual que las autoras recién mencionadas, que desde la perspectiva de la economía política se acercan al análisis de la estructura de los medios, Graziano reconoce la influencia[1] de Antonio Pasquali como quien inicia a partir de 1964 una “sociopolítica de las comunicaciones”. Hace referencia al libro Comunicación y Cultura de Masas (1964), “obra que como él mismo señaló trató de DESMONTAR LA ESTRUCTURA DEL EMISOR, a mi juicio, en la plena convicción de que la “comunicación” como hasta entonces solíamos llamarla era mucho más un problema de poder económico” (1997, p. 2). Estas afirmaciones corresponden a la guía teórica del primer teórico de la materia “Políticas y Planificación de la Comunicación” que dictaba en la UBA. Allí realiza una suerte de balance e historia de esta área de estudio y también reconoce los trabajos de “Peter Shenkel, publicados por CIESPAL, en las que se trata de abordar desde una óptica crítica las características del sistema de medios en cinco países latinoamericanos, o también los de Elizabeth Fox y Luís Ramiro Beltrán. En esta óptica podrían inscribirse las investigaciones realizadas por Gonzaga Motta o Nelly Camargo en ese Brasil signado por el alto desarrollo de los estudios de comunicación” (1997, p. 2).
Desencanto y alternativa
Desde la publicación de ese temprano artículo –en el que da cuenta de la estructura de poder de los medios, su sistema de propiedad y control– hasta “Para una definición alternativa de la comunicación” (1980), se suscitaron una serie de cambios políticos y sociales que llevaron a Graziano a reflexionar en torno a los medios desde una óptica diferente: la comunicación alternativa[2]. Durante la dictadura militar en Argentina Graziano se exilia en Venezuela, allí completa su formación de maestría y doctorado y se incorpora como docente e investigadora al Instituto de Investigaciones de la Comunicación (ININCO) bajo la dirección de Pasquali durante el período 1974-1978[3]. Pasquali recuerda la llegada de Graziano al ININCO de la siguiente manera:
Venía de la Sociología, pero atraída desde muy joven por el creciente peso de la comunicación en la vida de la humanidad, como instrumento de control social y arma de la Guerra Fría. Sentía una importante propensión por lo que en aquellos años iba bajo la genérica etiqueta de “comunicación alternativa”, pero siempre pensé que Margarita englobaba allí todo proceso emancipador, desconfiscador del comunicar, renovador y emancipador que lograse devolver a la gente su decomisada capacidad de emitir [4] (Mastrini, 2020).
La participación de Graziano en diferentes proyectos y debates en torno a las Políticas Nacionales de Comunicación le permite no sólo seguir problematizando la concentración mediática en la región sino pensar reformas en la legislación que faciliten un mayor acceso y participación por parte de la ciudadanía en los medios de comunicación. Es, precisamente, a partir de toda esa experiencia que escribe el artículo “Para una definición alternativa de la comunicación” (1980), lo hace a modo de balance y propuesta a partir del desencanto por las iniciativas de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) en materia de Políticas Nacionales de Comunicación[5] durante los años 70. Graziano ubica su propuesta como la fase siguiente al fracaso de estas iniciativas, periodiza dos etapas en los ejes de indagación en la materia:
Su primera fase, por una toma de conciencia de la estructura del aparato massmediático, en términos de propiedad, control y contenidos, y en su segunda fase, por una también conciencia de las limitaciones de una posible incidencia del sector investigación en los niveles de toma de decisiones en el plano nacional. En otras palabras, el interés por el estudio de los problemas relacionados con las que por ahora genéricamente denominan “alternativas comunicacionales”, podría ser calificado en la práctica como el estadio inmediato posterior a la etapa de auge de las investigaciones destinadas a servir de base a formulaciones en el marco de “políticas nacionales de comunicación” (1980: s/p).
Propone pensar en la necesidad de una comunicación alternativa como posibilidad de un proyecto distinto en relación con las propuestas de la UNESCO, tras realizar algunas delimitaciones conceptuales en torno a expresiones como “comunicación horizontal”, “comunicación participatoria”, “uso alternativo de los medios” y “comunicación alternativa”, retoma los términos “acceso y participación” procedentes de la Conferencia de Nairobi de 1976, recogidos luego por la UNESCO. Reconoce el aporte de la Organización: “sería impropio no reconocer en estas definiciones de UNESCO la importancia de haber marcado un hito en la lucha que en algunos países se comienza a sostener por esa misma época en términos de la necesidad de formulación de políticas nacionales de comunicación” (1980: s/p). A continuación, da cuenta de las limitaciones: “[sería impropio] aceptar sin más tales definiciones pues, de hacerlo, incurriríamos en el error de descontextualizar fenómenos históricamente signados y políticamente significativos que no pueden ser abandonados en el plano de la propuesta teórico-conceptual” (1980: s/p). Precisamente la autora ve como límite el reclamo de “mayor acceso y participación” de la ciudadanía en el sistema de medios, por ello su propuesta es la de redefinir los mecanismos de acceso y participación en relación con un proyecto distinto: la comunicación alternativa.
Graziano entiende a la comunicación alternativa desde una estrategia totalizadora que “no puede ser asumida ni como experiencia parcial ni como objeto de formulación por parte de investigadores aislados, sino como uno de los más importantes aspectos a desarrollar en el seno de una organización política” (1980: s/p). Las experiencias del grupo Cine Liberación, del Cine Base, de las radios guerrilleras en El Salvador quizá sean los ejemplos en lo que está pensando. Define la comunicación alternativa como “aquellas relaciones dialógicas de transmisión de imágenes y signos que estén insertas en una praxis transformadora de la estructura social en tanto totalidad” (1980: s/p). De esta definición sólo dos observaciones: por un lado, piensa la comunicación íntimamente ligado a la política y la militancia dentro un proyecto revolucionario, y por el otro, al hacer hincapié en lo “dialógico” se aleja de la idea de los medios en el sentido de lo unidireccional de la información.
Este artículo ha tenido una gran circulación en las investigaciones, que a partir de las 80, comenzaron a indagar sobre la comunicación alternativa, ya sea desde el análisis de experiencias a reflexiones sobre los conceptos y modelos para abordar el análisis de la alternatividad[6]. “Para una definición alternativa de la comunicación” (1980) viene a “cerrar” una primera etapa de los trabajos pioneros en el campo de la comunicación, en él se pueden ver no sólo los debates y expectativas incumplidas de la época, sino también hacia dónde se creía debían perfilarse las investigaciones y propuestas en esta área. A continuación, y, para terminar, nos acercamos a sus escritos publicados a partir de los 80.
Intervención y balance
En una suerte de arqueo por sus publicaciones observamos que Graziano comienza sus artículos haciendo mención al contexto político y social para así ubicar su análisis en relación con los cambios que se suscitan en el cruce de lo político y lo comunicacional. Así en su artículo de 1974, enmarcaba su diagnóstico sobre la situación de la televisión en Argentina a partir del decreto que habilita la caducidad de las licencias de los canales privados, el posible cambio en la propiedad de los medios le permitía sistematizar el estado de dependencia y dominación que hasta entonces habían tenido los medios en la región, no sólo en Argentina. En su artículo de 1980, el fracaso de las Políticas Nacionales de Comunicación era el marco de reflexión sobre la comunicación alternativa.
En 1988 publica “Política o Ley: Debate sobre el Debate” (1988), el contexto en el que está reflexionando se caracteriza por el retorno de la democracia al país, Graziano regresa de su exilio en Venezuela y se acerca al “Grupo Esmeralda”, un conjunto de intelectuales cercanos al presidente Alfonsín. En materia de medios, una de las mayores expectativas era obtener una nueva ley de radiodifusión que sustituyera a la ley del gobierno militar, de hecho, la plataforma electoral de la Unión Cívica Radical prometía la derogación inmediata del decreto-ley 22.285 de 1980, pero una vez ganadas las elecciones transcurren cuatro años hasta que se elevó al Congreso su propio proyecto. Es en este contexto que Graziano escribe: “Desde el envío por parte del poder Ejecutivo Nacional de su proyecto de ley de Radiodifusión, que tantos avatares sufriera tanto en el Consejo de Consolidación de la Democracia como en el difícil tránsito por las instancias del gobierno, parece haberse abierto en parte un debate más amplio sobre la problemática de la comunicación en el país” (1988, s/p). Vale recordar que desde el retorno de la democracia los medios privados, en especial la prensa gráfica, ejercían una fuerte presión para lograr cambios legislativos en materia de medios, cuestión que durante el menemismo se lleva a cabo con la privatización de los canales y la conformación de los multimedios, entre otros cambios.
Graziano propone “volver la mirada sobre la problemática de las Políticas de Comunicación” (1988: s/p) en tanto pensar los medios de comunicación por fuera del lucro que caracteriza al sistema de medios. Si tuviésemos que trazar una síntesis de sus intervenciones podríamos resumirla de la siguiente manera: del diagnóstico y la denuncia (1974) pasando por el desencanto y la propuesta (1980) para llegar al retorno de las Políticas Nacionales de Comunicación (1988):
La necesidad de luchar –aún desde el ámbito de la discusión por una ley, cuya transitoriedad es previsible como la de todo elemento normativo–por una POLÍTICA NACIONAL DE COMUNICACIÓN parte de la consideración de que la dimensión cultural y comunicacional es un área prioritaria de trabajo en la cual el Estado debe concentrar esfuerzos, decisiones y recursos para cumplir con uno de los requisitos básicos de la consolidación democrática: el brindar al ciudadano no solo el acceso a la información necesaria para la formación de opiniones sino también el garantizar los mecanismos efectivos para la libre expresión de su pensamiento (1988, s/p).
Graziano asume el rol del Estado como “una responsabilidad, en tanto éste deberá actuar como garante y estimulador de la libertad de expresión y, al mismo tiempo, como activo vigilante para impedir cualquier manifestación que cercene su ejercicio o propicie su uso elitesco y privilegiado asentado en el poder económico, político o social” (1988: s/p). A esta propuesta, si bien interesante, también le cabrían las mismas observaciones que la propia Graziano realiza en su artículo de 1980 “suponerle otro carácter que el de desiderata a la perspectiva de la UNESCO sería suponer al mismo tiempo o un sistema de medios dispuesto a abrirse después de más de treinta años de asumir la “comunicación” como “negocio” privado o un Estado en el que los conflictos internos entre sectores de clase logren la aparición de una brecha que permita el favorecimiento de propuestas de este tipo” (1980: s/p).
En la guía teórica (1997) de su materia “Políticas y Planificación de la Comunicación” a modo de balance por el devenir de las Políticas Nacionales de Comunicación realiza una descripción de sus diferentes etapas y ofrece una matriz de análisis para el estudio del sistema de medios, este racconto seguido de una propuesta de análisis es lo que se abordaba en su materia: “en su cátedra se respiraba un aire de entusiasmo por la creación de modelos de comunicación como en pocos rincones universitarios. Los estudiantes de comunicación se trasladaban en el tiempo para escuchar los relatos de Graziano sobre el fenómeno de las radios mineras bolivianas que servían para la comunicación popular y para resistir las numerosas dictaduras militares” (Pavón: 2012: s/p). En sus clases, dejaba huella desde la economía política de la comunicación, no sin cambios y mutaciones a lo largo de los años, así pues, no tardarán en llegar los años 90 y allí en pleno proceso de privatización del menemismo volverá a encontrar a Graziano luchando contra las lógicas privatistas de los medios en la propia universidad.
Los dueños de la televisión argentina (1974)
Reproducimos un fragmento del artículo.
Para analizar en qué medida el área en estudio ha estado sujeta a la influencia del capital extranjero partimos de una caracterización general del sistema de propiedad de los medios de comunicación, tal como dicho sistema se presenta en América Latina.
En este sentido podemos comenzar por verificar la existencia de un alto grado de concentración económica, entendiendo por tal al fenómeno por el cual la propiedad de los medios se halla por lo común en manos de unas pocas empresas, en general de carácter familiar, y vinculadas con el resto de las grandes empresas industriales, comerciales y agrícolas y con los círculos políticos del país en que operan.
Si tener en cuenta comportamientos locales de carácter particular, se puede sostener que, en gran parte de los países de América Latina, es válida la diferenciación entre “gran empresa” y oligarquía, por un lado, y radio y televisión y burguesía, por otro.
En segundo lugar, se puede observar que en prácticamente todos los países del área existe una estrecha interdependencia entre los diversos medios y el capital extranjero, vínculo que asume, según el caso, distintas formas de manifestación. Sin agotar las muy variadas expresiones de dichas dependencias, podemos señalar como las más corrientes: a) las que se establecen por inversiones directas en el medio en cuestión; b) las que se originan en el control, por parte de capitales extranjeros, del mercado internacional de programas, equipos o materias primas; c) las vinculaciones a través del campo de la publicidad (anunciantes, agencias publicitarias) y d) las que provienen del suministro de información por parte de las grandes agencias noticiosas.
Así como creímos necesario señalar el hecho de que la “clasificación” expuesta en el párrafo anterior constituye sólo un esbozo de las principales formas que puede asumir la dependencia, consideramos importante dejar aclarado que dichas formas operan, en la mayor parte de los casos, de manera combinada. Así pues, la inversión directa en un medio suele ir acompañada de la exigencia, por parte del inversor, de comprar equipos producidos por empresas relacionadas con él. En otros casos es el retraso de la industria local el que obliga al empresario a adquirir tales equipos a grandes consorcios extranjeros, operación que inevitablemente llevará aparejada la consabida solicitud de crédito en bancos no nacionales.
En cuanto a la relación de dependencia que se establece a través de la publicidad bastará con recordar que la mayor parte de las grandes agencias que operan en América Latina no son más que subsidiarias de las que, en muchos casos con idéntico nombre, manejan el mercado norteamericano. Lo mismo ocurre con el grueso de los anunciantes locales, los que efectivizan sus operaciones publicitarias a través de las mismas agencias que utilizan en EE.UU. Tomando como base tales datos resultará fácil comprender cómo la negativa a invertir en determinado medio puede provocar sin mayores complicaciones el cierre del mismo.
La vinculación que se establece con el capital extranjero a través de las agencias noticiosas internacionales constituye quizás una de las formas más sutiles y peligrosas de dependencia. En 1967 dichas agencias cubrían con su información el 84% de las colocaciones de noticias extranjeras en los diarios de América Latina. El 49.5% era manejado por la United Press International, agencia que, de esta manera se convertía en el instrumento máximo de contralor de la información que ingresara a cada uno de nuestros países, así como en el principal veedor del material proveniente de ellos.
PENETRACIÓN NORTEAMERICANA EN EL MEDIO TELEVISIVO
Para ningún estudioso de la materia constituye una novedad la existencia de lazos económicos entre cada uno de los tres canales privados que operan en la Capital Federal y los grandes consorcios o cadenas norteamericanas de televisión, lazos que signaron desde su origen y por largo tiempo el desarrollo del medio en nuestro país.
Con el objeto de vislumbrar las verdaderas implicancias de dicha relación trataremos de señalar algunos datos que contribuyan a la descripción de las cadenas ABC, CBS y NBA (pp. 185-186).
Tanto los estudios particulares sobre el área como los escasos informes oficiales en la materia, limitan el análisis de la red de TV en nuestro país a un plano puramente formal. Puestos ante la necesidad de establecer las vinculaciones entre las distintas emisoras, ambos tipos de trabajo se han restringido por lo común, a la confección de un listado, más o menos exhaustivo, de las diferentes teledifusoras, acompañadas de sus respectivas estaciones repetidoras. Tal enumeración, si bien constituye un elemento básico para cualquier elaboración posterior, no agota en sí misma la multiplicidad y variedad de vinculaciones existentes dentro del área.
Así pues, todo intento de trazado de una red que pretenda trascender el mero marco de un relevamiento, deberá abarcar distintos niveles de análisis; la medición del alcance real de una teledifusora a través de la fijación de su área de cobertura (zonas a las que llegan sus emisiones, ya sea en forma directa o a través de estaciones repetidoras), constituye un primer y fundamental acercamiento. Sin embargo, dicho nivel eludiría el plano de las relaciones entre las distintas emisoras y los llamados “canales de cabecera”, relaciones que se tornan insoslayables con la mera lectura de la programación de estos últimos y su comparación con la de los del interior del país.
A pesar de las dificultades con las que se topará nuestro intento por llegar a concretar el trazado de una red de televisión, consideramos que tal tarea reviste un carácter ineludible. Es más, la actual situación, impide toda postergación al respecto. Desde dicho ángulo es que afirmamos que todo proyecto oficial que contemple en su enunciación un cambio en la estructura actual de los tres canales privados de cabecera hará sentir su influencia en el resto del sistema, a nivel nacional (p. 189)
Referencias bibliográficas
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Baranchuk, M. (2010). Una historia sobre la promulgación de la ley 26.522 de Servicios de Comunicación Audiovisual (o el largo camino hacia la democratización de las comunicaciones). En LEY 26522 DE SERVICIOS DE COMUNICACIÓN AUDIOVISUAL. Historia, antecedentes europeos y principales artículos. Buenos Aires: Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual.
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Graziano, M. (1986). Política o Ley: Debates sobre el Debate. Revista Espacios.
Graziano, M. (1997). Guía teórica 1°parte. Carrera de Ciencia de la Comunicación. Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, Facultad de Ciencias Sociales.
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Mestman, M. (2001). In memoriam: Margarita Graziano. RevistaZigurat, 8-11.
Pasquali, A. (1964). Comunicación y Cultura de Masas. Caracas: Monteávila.
Pavón. H. (2012). Los intelectuales y la política en la Argentina. El combate por las ideas 1983- 2012. Buenos Aires: Debate.
Simpson Grinberg, M. (1986). Comunicación alternativa y cambio social. México: Premia Editora.
- Destaca, además, los trabajos de Armand Mattelart y Ariel Dorfman en el Centro de Estudios de la Realidad Nacional (CEREN) en Chile y los de Héctor Schmucler en Argentina.↵
- Ella misma aclara que el interés por este tema no deja de lado “la preocupación por el marco de las políticas nacionales en el área” (1980: s/p).↵
- Le siguió Oswaldo Capriles hasta 1986.↵
- Conversación personal de Guillermo Mastrini con Pasquali, julio de 2017. Agradecemos especialmente a Guillermo Mastrini por el texto inédito sobre Margarita Graziano que nos facilitó, actualmente ya publicado bajo el título “Margarita Graziano: entre la academia y la acción política” (2020). ↵
- En el mismo sentido y a modo de balance señala Fuentes Navarro (1992) “la tensión entre la generación de conocimiento sobre la comunicación en América Latina y la transformación social de los sistemas respectivos en términos de impulso a la democracia, se sintetizó en el movimiento hacia la definición de políticas nacionales de comunicación, que atravesó el continente en los años setenta y ochenta. Aunque la opinión más generalizada es que esos movimientos condujeron a un fracaso tras otro (Fox, 1989b; 1989c; Capriles; 1990), dejaron un cúmulo de aprendizajes todavía no completamente asimilados” (1992, p. 188).↵
- En los diferentes programas académicos el artículo de Graziano se dicta en polémica a las ideas vertidas por Máximo Simpson Grimberg (1986), se suelen resumir estas dos propuestas como “modelo de vanguardia” y “modelo de base”. ↵