Ese día El Pato se levantó, se duchó y salió apurado porque llegaba tarde al trabajo. No iba a ser la primera vez, pero esta vez no quería escuchar ninguna pregunta del superior. No sabía por qué Daniela no le hacía caso de una buena vez. Apurado en la salida pateó su gorra preferida. Pensó cómo siempre andaba con la cabeza tapada, casi como ocultando lo que pensaba. Es que si alguna vez decía lo que pensaba, sabía que quilombo se iba a armar. Mandarse solo era de kamikaze. Mejor aguantar y pedir el traslado, baja por salud, como fuera, pero rajar de Bariloche. Ya iba subiendo por el costado del hospital para tomar el bondi. Le venían imágenes de sus hijos, de otros momentos más felices. Ese pasado se mezclaba con la llegada a la 42. El frío cortó su pensamiento, le heló las manos, paró el bondi y puso la mente en blanco.
La cobertura que dio la prensa al caso Muñoz es impresionante. Entre las diferentes versiones también hubo periodistas sensibles que intentaron conocer a Lucas, ya no desde informantes como “la provincia” y las versiones en off del gobernador, sino desde el recuerdo de sus amigos, su novia y su familia.[1] Este capítulo es sobre “El Pato”, amigo, hijo, padre, hermano, novio, vecino. La historia del Pato nos permite conocer también las trayectorias de los jóvenes en la provincia de Río Negro. La relación entre la Línea Sur, zona del interior predominantemente rural, y las ciudades de Río Negro. Las posibilidades y límites de la vida en los pueblos, los parajes y el campo del interior de la provincia. El Pato nos abre la puerta a muchas otras preguntas y estalla los estereotipos en más de un sentido.
Amigo, hijo, nuestro
La familia de Lucas Muñoz y sus amigos irrumpieron en la escena del invierno barilochense con su pedido de aparición. A todos los que fuimos testigos de ver a esa familia muy débilmente acompañada, que viajaba de la Línea para reclamar por su hijo desaparecido, se nos heló la sangre. La fotografía se tomaba en un plano local y 40 años después pero reproducía la imagen de las Madres de Plaza de Mayo caminando solas bajo la mirada soslayada de la city porteña. “Queremos que nos digan dónde están nuestros hijos”. Las locas de la plaza que daban vueltas, “circulaban”, frente a la sociedad porteña que las miraba con desprecio. Muchos conmovidos nos sumamos pero había algunos que eran de fierro, estaban ahí siempre y sin ninguna duda. Ni siquiera cuando empezaron a ensuciar la imagen de Lucas. “¿Sabes qué pasa? Conoces a la familia” y eso despejaba cualquier duda sobre el Pato. También Tomás Raile, amigo del Pato de Sierra Colorada y que convivía con este y dos amigos más en una antigua pensión en el centro de Bariloche, le contestó taxativamente a Carolina Cohen cuando le preguntó por qué se movilizaba “Porque es mi amigo”.[2]
El Pato era de un pueblo de la Línea Sur, el propio centro de la provincia, Ministro Ramos Mexía. Su madre, Alicia Ocares, es oriunda de Pilcaniyeu. Su padre, Benjamín “Pocho” Muñoz, ferroviario de toda la vida, de Ramos ya jubilado. Alicia y Pocho tuvieron 5 hijos (Javier, Noelia, Paola, Lucas y Romina). Gente de trabajo, del trabajo posible en Ramos, “gente humilde”, dijo Noelia.
Lucas había terminado sus estudios secundarios en Ramos Mexía, cuando migró a Bariloche para estudiar educación física en el Centro Regional de la Universidad Nacional del Comahue. Allí se conoció con algunos de los amigos que se reencontró en el 2015 cuando regresó a la ciudad ya vistiendo el uniforme de policía. Estudiar una carrera universitaria es un desafío a todo nivel, emocional, familiar, económico, personal, etc. El Pato no pudo seguir sus estudios. Era el 2005, años difíciles. En ese momento su familia necesitó del aporte del Pato. Entonces, dejó de estudiar y probó otras alternativas, fue barman, fiambrero, carpintero, lavador de coches. En breve, volvió a Ramos y siguió changueando.
Las opciones se fueron cerrando porque el Pato creció en este camino. Capaz esos madurazos que llegan de golpe cuando uno se vuelve padre. Tuvo su primer hijo, que vive en Ramos, y luego se quedó en Viedma, estudiando para policía y trabajando, donde tuvo dos niños más. El Pato se anotó inmediatamente cuando apareció la posibilidad de ser un profesional de la policía estudiando en la universidad. Fue graduado en la primera promoción de la tecnicatura en Seguridad Ciudadana de la UNRN. Por fin lograba cumplir su sueño universitario y, además, como abanderado.
Su novia, Daniela Rodio, estuvo muy activa y presente durante su desaparición. La fortaleza de tener que enfrentar un proceso tal es algo para lo que no sabemos si estamos preparados. Excepto cuando nos toca. Daniela marchó, dio notas por radio, por tele y a la prensa escrita. Defendió a su compañero y también se arriesgó. La Policía apretaba bastante por esos días y había pocas dudas de que algo tenía que ver. En esos primeros días, no se sabía en quien confiar y todo era mucho más confuso.
En los pueblos, como Ramos e incluso en pueblos vecinos como Sierra Colorada, Los Menucos o Valcheta, la gente se conoce, se conoce como familia, se preocupa por la situación de los demás, crecen juntos, con bastante pocos misterios. El Pato fue un hijo más de los pueblos de la Línea. Un hijo de los pueblos arrebatado. Por esto, las familias de la Línea Sur siguieron como propio el caso del policía desaparecido. Así también esperaron y acompañaron el traslado de 443 kilómetros de su féretro, desde Bariloche a Ramos Mexía, donde fue enterrado. A medida que avanzaba el cortejo por la Ruta 23, la caravana se veía obligada a frenar, saludar y dar el tiempo de despedirse del Pato en cada pueblo. Los pueblos de la Línea Sur salieron a abrazar a un hijo que regresaba muerto producto de una injusticia. La pompa fúnebre del Pato es una de las imágenes más impactantes que recuerdo. El tiempo del recorrido fue el que los pueblos permitieron.
“Somos de la Línea, sabemos la calidad de gente que hay, sabemos que toda la Línea está consternada con lo que pasó. Si bien no nos conocíamos, la gente de la Línea se diferencia del resto. Sí, a Lucas lo vamos a dejar en el lugar donde lo vio nacer. Sí. Donde una comunidad entera lo conoce, para que descanse en paz y pueda tener tranquilidad donde esté.”[3]
Pibes y/o policías
Llego a la sala de prensa del municipio de Bariloche en medio del viento y la llovizna. La sala de prensa está en el edificio del reloj del Centro Cívico y este día es el espacio acordado para la conferencia de la Garganta Poderosa que está de visita por estos días en Bariloche por conmemorarse 7 años de los asesinatos de junio del 2010. En lugar de eso, me encuentro con toda la prensa regional y bajo las luces, en la oscura caverna de entrada, el gobernador de la provincia, Alberto Weretilneck. Me impacta la escena casi tanto como la solvencia del gobernador para responder preguntas de toda índole: las escuelas que se vienen abajo, los enfermeros y médicos del hospital y sus tristes salarios, el nuevo plan de progreso y desarrollo para la Patagonia o “Plan Castello”. Me quedo escuchando por atrás de los brazos del periodismo. Como yo, otros que venían a la conferencia se encuentran con esta sorpresa. Una mujer se envalentona y desde el fondo le pregunta con toda claridad al gobernador qué medidas piensa tener el ejecutivo provincial para ayudar a esclarecer el caso de Diego, Nino y Sergio. Sin respiro, la mujer le recuerda que en su campaña se reunió con las familias a quienes prometió justicia, y agrega ante un gobernador que quiere interrumpir con su respuesta, “qué opinión le merece que la policía esté apretando a nuestros pibes en los barrios y matándolos”. El gobernador logra cortar impaciente la intervención y aclara “hablemos con la verdad, no hay ningún pibe muerto en mi gestión” y sin solución de continuidad vuelve la mirada a los periodistas “¿Alguna otra pregunta?”. Finalmente, se retira con su cortejo hacia la celebración de los nuevos agentes policiales que se gradúan en la ciudad.
Un periodista amigo me dice por abajo, “Qué caradura, con el cadáver de Muñoz todavía sin justicia”. Excepto él, nadie atina a decir nada sobre Lucas. Me voy pensando en quiénes son esos que muchos llamamos “pibes”. Porque Lucas para el gobernador, no lo es. Pero no es el único que supone esto. Me acuerdo de una intervención de un estudiante en una jornada que organizó el centro de estudiantes del CRUB con familiares y amigos de Lucas. Este estudiante dijo haber sufrido una experiencia de tortura por parte de la policía, que tenía varios amigos que habían sufrido abusos similares. Golpeados en calabozos, meados y humillados. Lamentablemente, una historia que escuchamos bastante. Estos registros eran parte de sus marcas personales. Por esto decía, con toda sinceridad, que no sabía cómo posicionarse con el pedido de justicia por Lucas porque, en definitiva, era un cana.
¿Qué es ser un “pibe”? ¿Lucas es o no un “pibe”? Lo primero que responde Laura Kropff,[4] referente del tema desde la antropología social, es que la edad, el “ser joven” está culturalmente definido. O sea que cada grupo humano define por trayectorias, mandatos, sentidos comunes que se instalan, qué significa ser joven. A su vez, estas definiciones son los términos sobre los que se negocian las prácticas sociales de los jóvenes. Qué es lo esperable que hagan y qué no. Cuáles son las acciones que definen si uno es joven o ya/todavía no. Cuándo uno deja de ser joven es algo que poco tiene que ver con los años que tenga. Más bien tiene que ver con los hábitos, los lugares que se transita, con las responsabilidades. Estos se negocian con lo que la sociedad sanciona o habilita para los jóvenes y esto también varía según las diferentes formas de pertenencia, la clase social, el barrio, el género, las múltiples formas de identificación. Parte de esa construcción social es que los “pibes” en los barrios barilochenses del alto son hostigados por la policía. Este hostigamiento se da especialmente sobre los jóvenes, varones, pobres.
En el menor de los casos, la policía los aprieta, los indaga en la calle, en la esquina. Si bajan al centro, los paran para preguntarles de dónde sacaron la pilcha que tienen puesta. Si los miran a la cara les ordenan un “pibe baja la vista”. Así una cadena de micro-violencias cotidianas. En la máxima expresión tenemos pibes muertos por la policía en casos que no tuvieron justicia. Ya mencionamos los asesinatos de junio del 2010, pero hay otros en las ciudades y pueblos rionegrinos como “Titi” Almonacid, muerto por la policía en el año 2000 en Bariloche o Atahualpa Martínez Vinaya presuntamente muerto por la policía en el año 2008 en Viedma o “Coco” Garrido suicidado en la comisaría de El Bolsón en 2011 y, ¿van? tantos otros. Todos jóvenes, varones en general, todos de barrios, todos.
Por esto, las organizaciones sociales que trabajan con niños y jóvenes o en los barrios dicen, los pibes no son peligrosos, los pibes están en peligro. Sí. Dada la frecuencia de estos casos que en un principio se llamaron de “gatillo fácil”, dadas las características comunes que todos estos muertos tienen: ser jóvenes, varones, pobres y víctimas de la policía, también se cambió la forma de llamarlo y se lo comenzó a nombrar como violencia institucional. Para dejar en claro la sistematicidad, para enmarcarlo en un proceso de violencia que tiene la muerte como última instancia pero que atraviesa otras prácticas de violencia previa.
Entonces esta construcción social vuelve antagónica a la policía. Así se define a los “pibes” y más aun cuando la policía se vuelve una presencia permanente. Para peor, nuestra provincia, con miembros del Poder Judicial y la Legislatura acusados por abuso de menores, resuelve en un fallo escandaloso que la policía tiene derecho a detener menores de edad para su “salvaguarda”.
Cuesta creerlo, pero es así. Una propuesta en sintonía con el gobierno nacional que abre una vez más la discusión en torno a la baja de edad de imputabilidad.
El fiscal Germán Martín, de Neuquén, afirma que el delito no es un problema de la adolescencia. En Neuquén, solo un 4% del total de los delitos son cometidos por adolescentes y solo un 1% de los adolescentes tiene conflictos de tipo penal. Neuquén tiene una legislación especializada en niñez y adolescencia (Ley provincial 2.302) y miembros del Poder Judicial que se formaron en estos debates. Contraste brutal Río Negro que atrasa enormemente en materia de justicia y juventud.
¿Qué caminos construye esta lectura de la policía contra los pibes? Un camino difícil de desandar, que marca la vida de los jóvenes, que construye estereotipos para pibes y policías. Sobre todo, cuando no se nos escapa que las y los policías, también son jóvenes y salidos de barrios y pueblos pobres.
Y acá es cuando el Pato estalla el estereotipo. Cuando sus amigos nos cuentan que le gustaba jugar al fútbol, guitarrear y jugar a la play. El Pato venía de Ramos Mexía, un pueblo en que las salidas laborales no son muchas y tradicionalmente hacerse policía es una salida laboral posible. Un amigo del Pato me dijo, “No es lo mismo, hay canas viciados y canas laburantes. Y te das cuenta por cómo son con la gente, su propia gente”. El Pato era un cana laburante. Un tipo que pasó por otros trabajos, que intentó otras carreras, y que una vez que encontró la suya buscó hacerlo lo mejor posible. Siempre dentro de esta institución que es la Policía de Río Negro, claro.
Rompe tan profundamente los estereotipos, porque son esos mismos pibes, sus amigas y amigos, los que salen junto a la familia a la calle a reclamar justicia en Bariloche. Los que abrazan su féretro de regreso en Ramos Mexía.
Ser de Ramos Mexía
─Bueno, está bien, Don Valeriano. Helena se dio por vencida. Es como si tuviéramos dos tipos de lenguaje. No me entiende.
─Es que acá somos diferentes. Somos de campo. Usted es de ciudad.
─De muchas ciudades.
─Peor.
─Acá nosotros somos gente con muy pocas cosas. Más tirando a pobres. Las casas son de adobe, son un anticipo de la tierra de la tumba. Acá se vive poco, ¿sabe? La gente nace con problemas. Pero siempre fue así, por eso estamos acostumbrados. Cuando alguien viene al pueblo y muestra mucho, seguro que alguno entra a penar.
Hasta hace algún tiempo solo soñábamos con desiertos. Ni matas había. Solo algunos pastos entre las piedras. Entonces empezamos a pensar lo lindo que sería el campo con unas buenas matas de sampa y molle. Sampa para hacer el pan. El molle para calentar. En fin, cada cual soñaba lo que necesitaba. Allí empezaron a venir, despacito, todas las plantas.[5]
La Línea Sur, esa región provincial tan lejana en la cabeza de muchos citadinos de la propia provincia y tan cerca en cuanto a lo que a kilómetros se refiere. La Línea Sur condensa la idea de lo marginal dentro de la provincia de Río Negro. Una zona sobre todo rural, con baja densidad de población, que en su gran mayoría son pequeños productores ganaderos. Criadores de ovejas y chivas que en promedio tienen unos 500 animales cada uno. Es decir una economía de subsistencia con cierta producción para el mercado de exportación, la artesanía local y la manutención familiar. Las comunicaciones son pocas o nulas, tanto los caminos y rutas internas, como las telefónicas. La Línea Sur debe su nombre al trazado de la vía del ferrocarril que llevó un cuarto de siglo en completarse. Muchos de estos pueblos que conforman la Línea fueron estaciones de tren necesarias en los largos kilómetros férreos.
Río Negro y la Línea Sur
Elaboración propia.
Los geógrafos sociales indican que la población de la Línea si bien ha ido creciendo de forma sostenida a lo largo de la centuria –aproximadamente- que tienen sus pueblos, su economía sigue siendo endeble y las posibilidades de trabajo son pocas e inestables.[6] La relación entre la Línea y las ciudades de la provincia se teje desde las personas que llegan buscando trabajo, educación o estar cerca de los centros de salud más importantes. Desde el imaginario de las ciudades, la Línea es una sola cosa. Un interior postergado, siempre en “vías de desaparecer” aunque allí están firmes sus pueblos. Sin embargo esta región del interior de esta provincia patagónica ha sido en su conjunto creativa para subsistir a pesar de la pobreza, a pesar de la inestabilidad de la tenencia de la tierra, a pesar de las pocas salidas que ofrece a sus jóvenes. Y esto no deja de sorprender a quienes se arrojan a conocer la Línea Sur.
A grandes rasgos, se pueden distinguir 3 tramos de la Línea. El primero saliendo de la capital hacia Aguada Cecilio, es una zona vinculada a la explotación económica –turismo y puerto- del golfo y a la ciudad capital. Los pobladores de este tramo no se reconocen como parte de la Línea, más bien rechazan esa asociación repleta de supuestos y adjetivos que la acompañan.
El segundo tramo es el que va de Valcheta a Los Menucos, pueblos pequeños del centro propio de la provincia, ligados a la misteriosa y poderosa Meseta de Somuncura. Estos pueblos están equidistantes del valle, de la cordillera y el Atlántico. Esta zona es de pequeños productores rurales que en muchos casos no superan la cantidad de población que hay en los pueblos. Otro dato llamativo es la juventud de la gente de los pueblos, en donde poco menos de la mitad de la población está por debajo de los 40 años. Entre estos pueblos esta Ramos Mexía.
El tercer tramo es el que va de Los Menucos, a la recientemente creada Dina Huapi y Bariloche. Esta zona también conformada por pequeños productores ganaderos, muchos de ellos organizados en cooperativas para mejorar la colocación de sus productos en el mercado y también una vía de gestión de diferentes líneas de apoyo y fomento a la explotación ganadera. Además hay en este tramo importantes estancias que han variado su peso económico en la región según los vaivenes del mercado mundial, pero que siguen siendo generadoras de trabajo estacional para muchos hombres, sobre todo.
Ministro Ramos Mexía es un pueblo formado desde el paso del ferrocarril en la primera década del siglo XX. Su nombre sale del ministro de obras públicas que impulsó la creación del tren patagónico que une la cordillera y el Atlántico. Existía en la zona un asentamiento indígena que hoy se conoce como “el bajo” en donde la necesidad de subsistencia y la imaginación produjeron una canalización y la instalación de chacras. Antes de la llegada del ferrocarril era un alto en el camino de troperos y carretas. Más allá de esta iniciativa, Ramos siempre tuvo una población de pueblo y no del campo. A diferencia quizás de otros pueblos de la Línea, como Maquinchao o Comallo donde hay un flujo de idas y vueltas de las familias hacia y desde la zona rural al pueblo. Ramos, entonces, tiene una población ligada a las dependencias del estado, salud, educación, vialidad, el tren, el correo. Su población actual es de unas 900 personas.
La escuela, cuentan, se construyó cuando Eva Duarte y el presidente Juan Domingo Perón pasaron con el tren blanco hacia Bariloche. Algunos docentes decididos sacaron a sus alumnos a la vía a esperar que pasara el tren, anticipando que un grupo de niños en el medio del desolado paisaje de la estepa iba a obligar a la parada de los mandatarios. La oportunidad perfecta para hacer el pedido, y así lo hicieron. Allí bajaron entonces del tren Evita y Perón. Este piquete del pueblo le dio su primera victoria y así se pasó de una escuelita de adobe a la escuela que hoy está en pie.
Ramos Mexía, a su vez, es la vía de acceso de los parajes Yaminué y Treneta. Zona mapuche/tehuelche donde se hacían ceremonias, aun entrado el siglo XX, que todavía se recuerdan.[7] Lugar de escape también de los sobrevivientes de la Conquista del desierto. Al pie de la Meseta de Somuncura, una puerta al gran misterio rocoso, cargada de historias de piedras animadas, portales, prófugos y desertores que encontraban su refugio en una zona impenetrable y tramposa. Hoy la meseta, además de ser un área protegida de la provincia, se comenzó a utilizar como parte de los circuitos turísticos. Una nueva salida laboral. Un turismo que va destinado a aquellos que gustan de la geología, paleontología y arqueología.
Las salidas laborales o por estudio de los jóvenes no siempre son definitivas. Muchos salen por temporada o por algunos años y regresan al pueblo. Algo del pueblo gusta aunque los años de crisis económica echen a muchos a rodar por la Línea hacia Bariloche, General Roca, Neuquén, Mar del Plata, Bahía Blanca o Viedma. Ser de Ramos implica también ser de una comunidad, con sus historias que los ligan, con sus prácticas y recreaciones que los identifican. A su vez, esa pertenencia a un pueblo acerca a su gente a las vivencias de otros pueblos de la Línea. En parte estos lazos, amistades, parientes, hacen esos 3 tramos mencionados de la Línea. Hay una dimensión afectiva de pertenencia a la Línea que no podemos perder de vista. Las salidas de los jóvenes son una necesidad y también una búsqueda que no implica desligarse del pueblo.
Muchos “pibes”, y ahora también “pibas” de la Línea se meten a policía. No es ninguna novedad en los pueblos, es una oportunidad laboral, es una forma de salir, es un camino para andar. El Pato salió a patear ese camino, y no fue ese su lamento cuando el frío le heló la sangre ese 14 de julio cuando desapareció.
- Nos referimos a notas y entrevistas realizadas por, entre otros, Carolina Cohen, Belén Etcheverry, Daniel Ferrer, Luis Leiva y Santiago Rey. ↵
- https://bit.ly/2dT66ie.↵
- Testimonio de Javier Muñoz, hermano de Lucas, durante el traslado y despedida. Ver: https://bit.ly/2ScslTM. ↵
- Algunos trabajos de esta autora pueden consultarse en: Kropff, Laura. 2016. “Entre genealogías familiares y genealogías políticas: jóvenes en un proceso de comunalización mapuche en Argentina” En Mana. Estudios de Antropología Social, 22(2): 341-368. https://bit.ly/2A89uSB o Kropff, Laura. 2011 “Los jóvenes mapuche en Argentina: entre el circuito punk y las recuperaciones de tierras” En Alteridades, 21 (42): 77-89. Universidad Autónoma de México. o Kropff, Laura. 2011 “Apuntes conceptuales para una antropología de la edad” En Avá, revista de antropología, nº 16: 171-187. https://bit.ly/2CriZOB.↵
- Guillermo Luis Rodríguez (2006) Así vienen los barcos, así los cardos rusos. FER, Viedma. ↵
- Véase por ejemplo el trabajo de Norma Steimbreger y Analía Kreiter. (2009) “La paradoja de los pueblos rurales de la Línea Sur rionegrina: entre la desaparición y el crecimiento.” Disponible en: www.aacademica.org/000-058/18. También se destacan tendencias similares en un trabajo más antiguo de la socióloga Ana María Menni (1999) “A lo largo de la Ruta 23”, Las Libretas, General Roca.↵
- Don Julio López (“abuelo de Treneta” de 94 años) cuenta los camaruco que se hacían en la zona, de los que él participó siendo chico, en los años 20 aproximadamente. Véase en: “Historia de los pueblos de la Línea Sur”, ciclo de documentales, 2014, dirección de cultura de Río Negro. Realizador Salvador Luis Cambarieri. ↵