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Introducción

La cuestión de la ciudadanía, su construcción, definición y aplicación ha sido un tema de debate constante en el mundo. Cada país debió enfrentar dicho problema a la hora de conformar el Estado y establecer las normas de convivencia de la sociedad. La condición de ciudadano es diferente en cada país, y muchas veces lo es dentro de una misma nación. Generalmente, aquellas personas nacidas en un determinado territorio tienen los mismos derechos y las mismas obligaciones civiles que quienes, a pesar de habitar en dicho territorio, poseen otra nacionalidad. En cuanto a las obligaciones ciudadanas, las constituciones suelen distinguir entre el nativo y el extranjero. Esta diferenciación se ha dado, en diversos grados, desde un comienzo tanto en la Constitución de la Nación Argentina como en la de los otros países de la región y del mundo.

El concepto de “ciudadano”, al igual que el de “extranjero”, se adecuó a los cambios socioculturales que se produjeron a lo largo de los siglos en los distintos continentes. Cada país moldeó al ciudadano y al extranjero de acuerdo con su realidad política, social, cultural y, por qué no, también económica. A pesar de las individualidades propias de cada sociedad, existieron corrientes ideológicas generales[1] cuyas influencia, apropiación y resignificación modificaron las definiciones establecidas sobre las figuras del ciudadano y el extranjero. Al respecto, Habermas sostiene que en Europa, luego de la Segunda Guerra Mundial, se vieron obligados a repensar el significado del patriotismo constitucional[2] para poder afirmar y consolidar las identidades nacionales y posnacionales. Este desafío se extiende a todos los continentes, ya que es universal la necesidad de reconfirmar la identidad nacional de un Estado en un mundo altamente globalizado como este en el que vivimos.[3]

Es importante señalar la existencia de dos corrientes de pensamiento con respecto al surgimiento de las naciones: una denominada “corriente primordialista” y la otra “modernista”.[4] La primera sostiene que el espíritu nacional ha existido siempre, ya que es un sentimiento natural propio de los grupos humanos, mientras que la segunda afirma que el espíritu nacional es consecuencia de una construcción producto de determinadas circunstancias históricas. Eric Hobsbawm[5] se encuentra entre los modernistas, y ciertamente este libro se encolumna detrás de este tipo de interpretaciones historiográficas, donde se sostiene –como se señaló recién– que la nación es una construcción que resulta de la propia evolución histórica, cultural, económica y psicológica que se manifiesta en una comunidad.

Los interrogantes que se presentaron reiteradamente a lo largo del siglo xix–que en muchos aspectos se asemejan a los que nos planteamos en la actualidad– fueron producto de los cambios en la estructura político-social mundial. La Revolución francesa de 1789, con la declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, rompió con un paradigma jerárquico que durante siglos había dividido a la humanidad, otorgándole una estructura diferenciada a la condición humana.[6]

El concepto de igualdad” lleva a plantear en esta instancia la discusión que existe con respecto a cómo hacer la historia del sufragio universal de la ciudadanía, que se presenta como una ruptura intelectual. Rosanvallon considera que hacer la historia del sufragio universal es analizar un problema que sobrepone la historia de un valor –la igualdad– a la historia de una institución, toma una posición de índole epistemológico-cultural para realizar dicha tarea. Para el pensador francés, hay que evaluar y analizar la importante ruptura intelectual que la idea de igualdad política introdujo en las representaciones sociales de los siglos xix y xx. La igualdad política instaura un tipo inédito de relación entre hombres, alejado de todas las representaciones liberales o cristianas que habían sostenido el valor de la igualdad en las sociedades occidentales.

La idea de igualdad política genera una revolución al interior del orden liberal que se afirma a partir del siglo xvii, muy ligada al cristianismo. Tanto Hobbes como Locke fundaban la libertad moderna en el reconocimiento de que cada hombre era igual en dignidad ante Dios, y que su salvación era un asunto único ante sus ojos. La igualdad política marca la entrada definitiva en el mundo de los individuos, y solo se concibe en la perspectiva de un individualismo radical, en contraposición a las otras formas de igualdad (social, civil, económica), que pueden acomodarse perfectamente en una organización jerárquica o diferenciada de lo social.[7]

La igualdad política es, por lo tanto, la forma más artificial de igualdad, ya que no se asocia con la justicia distributiva ni con la conmutativa, “siendo el sufragio universal una especie de sacramento de la igualdad entre los hombres”. Como lo señala Rosanvallon:

La puesta en práctica del sufragio universal […] más bien representa un desenlace, la entrada a una nueva era de lo político, que cambia todas las percepciones anteriores de lo social, que entreabre algo inaudito y casi escandaloso –en el sentido etimológico del término– en la historia de la humanidad: la posibilidad de la aparición de una sociedad de iguales en la cual los lazos sociales no serán resultado ni de la división del trabajo, ni de la asignación a cada uno de un lugar en un todo organizado ni de la existencia previa de una creencia colectiva; una sociedad, en esencia, más allá del orden mercantil, así como del universo jerarquizado; una sociedad en la que la igualdad sería la condición inicial para la integración.[8]

Dicha manera de hacer la historia del sufragio, de la ciudadanía, se opone a aquella planteada por T. H. Marshall –cuya óptica es de tipo más institucional–, al distinguir tres etapas y tres formas de realización de la ciudadanía: afirmación de los derechos civiles en el siglo xviii (construcción del Estado liberal); conquista de los derechos políticos en el siglo xix (reconocimiento del sufragio universal); organización de los derechos sociales en el siglo xx (establecimiento del Estado benefactor).[9] Rosanvallon destaca que el principal inconveniente de esta manera de analizar el tema en cuestión es que sigue una cronología netamente institucional de los hechos allí donde es necesario poner en marcha un análisis de naturaleza filosófica.

El análisis que se realizó en el presente trabajo sobre la construcción de la ciudadanía se alinea con la idea de Rosanvallon, e intenta “comprender desde el interior las certidumbres, los talentos o las cegueras que gobiernan la acción y la imaginación de los hombres”.[10] No se trata, entonces, citando nuevamente a Rosanvallon,

de hacer una simple historia de las ideas, sino más bien de comprender las condiciones en las cuales se elaboran y se transforman las categorías en las que se refleja la acción, analizando cómo se forman los problemas, cómo atraviesan lo social, dibujando un cuadro de las posibilidades, y al delimitar sistemas de oposición y tipos de reacusación.[11]

Es en la línea de esta tradición de estudios sobre la cuestión de la ciudadanía en la que se enmarca, asumiendo esta posición, el presente libro.

Ahora bien, la independencia de las colonias americanas de las distintas monarquías europeas a fines del siglo xviii y principios del xix implicó también un cambio en la concepción del ciudadano[12], con el pasaje de la soberanía monárquica a la soberanía popular[13]. Durante el período colonial, la soberanía –como señala José Carlos Chiaramonte en sus trabajos– recaía sobre la figura del monarca, mientras que, una vez lograda la independencia, se volcaba sobre los pueblos, los cuales –al estar conformados por individuos– debieron restablecer las normas de organización y convivencia. Surg entonces la idea de la representación, entendida como la capacidad que tiene el pueblo de elegir a través del voto[14] a sus representantes.

La Revolución francesa simbolizó a su vez una modificación en la noción de modernidad y progreso; la historia dejó de ser percibida como cíclica y comenzó a desarrollarse la teoría evolutiva sobre ella, donde el agente de cambio, evolución y progreso era el individuo. El progreso se convirtió en la marca de esos años. La urgencia por poblar territorios inmensos como forma de progresar y poder así conformar una nación, conjuntamente con la necesidad de introducir nuevos valores e ideas republicanas, llevó, entre otras cuestiones,[15] a que se produjera un masivo traslado de individuos del Viejo al Nuevo Continente. Este flujo se dio mayormente en una sola dirección: desde los países que conformaban el Viejo Mundo hacia lo que en aquel entonces se consideraba el Nuevo Mundo.[16] A lo largo de las últimas décadas del siglo xix, los dirigentes latinoamericanos pusieron mucho énfasis en las políticas inmigratorias, ya que consideraban a los inmigrantes europeos como una de las principales fuentes de progreso.[17]

La llegada de los nuevos habitantes a estas unidades territoriales en plena etapa de formación generó diversos interrogantes: ¿qué lugar ocupa el extranjero dentro de la sociedad local?, ¿cuáles son sus derechos y cuáles sus obligaciones?, ¿se encuentran los extranjeros en la misma situación que los nativos frente a los temas cívicos?, ¿deben nacionalizarse los extranjeros?, ¿es la nacionalización la solución para los problemas de representación? Es así que los debates no giraron solamente en torno a la figura del extranjero, sino al hecho de que estos se integraban en una unidad política en formación sin normas ni leyes definidas, sin un Estado nación consolidado, lo que dificultaba la inclusión del inmigrante en la vida política nacional.

Son muchos los autores que han trabajado sobre la problemática de la conformación de la ciudadanía. Desde la Antigüedad, Aristóteles, Montesquieu, Rousseau y Sieyès, entre otros, y posteriormente pensadores europeos como François Furet, Pierre Rosanvallon o Foucault, así como T. H. Marshall, Bernard Manin, y el norteamericano L. H. Morgan, entre tantos otros, han escrito y analizado el concepto de “ciudadano” y sus modificaciones a lo largo del tiempo. La cuestión de la soberanía, la identidad y la nacionalidad tiene una relación directa con el concepto de “ciudadanía” y la figura del extranjero, y, por ende, con la del inmigrante. Al respecto, los trabajos de José Carlos Chiaramonte, José Luis Romero, Antonio Annino, François-Xavier Guerra, José Murilo de Carvalho y Tulio Halperín Donghi, entre otros, son un aporte muy importante para el análisis y la comprensión de cómo se dio la construcción de la ciudadanía en Hispanoamérica.

Este libro se enmarca dentro de la tradición de los estudios de nacionalidad y ciudadanía en Latinoamérica y Argentina que conciben la nacionalidad como una construcción histórica contingente que surgió en un período determinado de la historia, en contraposición a la corriente que entiende la nacionalidad como preexistente.[18]

En consonancia –y siguiendo la línea de las corrientes mundiales respecto de la cuestión de la nacionalidad a las que se hizo referencia en párrafos anteriores–, uno de los referentes de esta tradición es José Carlos Chiaramonte,[19] quien denomina a esta idea de preexistencia de la nación como “el mito de los orígenes”, y argumenta en sus obras que la nacionalidad argentina o rioplatense no existía al momento de la Revolución de Mayo de 1810. Para discutir esta visión preexistencialista de la nacionalidad, sostiene que lo que existían en aquel entonces, tanto en el Río de la Plata como en otras regiones de Latinoamérica, eran ciudades que proclamaban su autonomía frente a dos blancos: primero frente a España y luego frente a las ciudades capitales del antiguo virreinato. Estas ciudades –después convertidas en provincias en el caso argentino– conformaron la nación a partir de un proceso de integración cultural, social, política y económica.

En Latinoamérica en general, pero en la Argentina en particular, las obligaciones ciudadanas tanto de los nativos como de los extranjeros se han modificado con el correr de los años, como consecuencia de los avatares políticos del país. Desde la declaración de la independencia de la Corona Española, los criterios de clasificación del ciudadano no fueron homogéneos en todo el territorio nacional; las distintas regiones se estaban conformando como unidades políticas y cada una, a través de sus constituciones, imponía sus propias reglas.[20] Tampoco en 1853, cuando se dictó la primera Constitución Nacional de todas las provincias integrantes de la Confederación Argentina,[21] el tema de la ciudadanía era algo resuelto. El rol del extranjero en cuestiones de participación política era considerado clave en el desarrollo político y social del país por la mayoría del espectro político; sin embargo, había diferencias entre ellos en cuanto a su rol básicamente con respecto a la relación ciudadanía-extranjeridad.[22] Existió a lo largo de todo el período un debate en torno a la necesidad o no de que los extranjeros se nacionalizasen como medida superadora para los problemas de representación y conformación ciudadana.[23]

Estudiosos como Antonio Aninno, Natalio Botana, José Carlos Chiaramonte, Marcello Carmagnani, Fernando Devoto, Ezequiel Gallo, Noemí Goldman, Pilar González Bernaldo de Quirós, François-Xavier Guerra, Tulio Halperín Donghi, José Murilo de Caravalho, Jorge Mayer, José Luis Romero, Darío Roldán, Hilda Sábato, Ricardo Salvatore, Marcela Ternavasio, Susana Villavicencio, Oscar Oszlak y Guillermo O’Donnell, entre otros, han escrito trabajos al respecto que resultan imprescindibles para esta investigación. Los análisis de cada uno sobre la realidad sociopolítica del siglo xix, con el foco puesto en el tema de la ciudadanía y los inmigrantes desde distintos ángulos –ya sea desde el sufragio, las asociaciones civiles, las leyes, las ideas, etc.–, son un pilar fundamental para sostener la estructura del presente trabajo.

Dos figuras centrales de la historia argentina –que a su vez fueron protagonistas de la discusión en torno a la conformación de la ciudadanía y el papel que desempeñaban dentro de ella los extranjeros– fueron Domingo Faustino Sarmiento y Juan Bautista Alberdi, quienes en reiteradas oportunidades polemizaron sobre este tema. Los argumentos que utilizaron –tanto a favor como en contra de la ampliación de los derechos políticos o ciudadanos para los extranjeros, como también sobre la importancia de nacionalizar a los foráneos residentes en el país– fueron diversos y son una herramienta clave en este libro. En este punto, es importante destacar las exhaustivas investigaciones realizadas por Natalio Botana y Tulio Halperín Donghi sobre el pensamiento y el desempeño público de ambas figuras, estudios que abrieron diversas líneas de análisis vinculadas con mi objeto de investigación.

La producción de trabajos sobre el pensamiento y la figura de Sarmiento ha sido extensa y variada; son muchos los textos y ensayos que analizan sus ideas y su obra. Están aquellos que lo colocan en un lugar de privilegio, ya que lo consideran uno de los principales constructores de la nueva Argentina –tal es el caso de Aníbal Ponce, entre otros–, pero también están quienes ven en el sanjuanino la figura de un ser absolutamente extranjerizante, autoritario y contrario a los intereses de la nación. En este trabajo, la figura y el pensamiento de Sarmiento se abordan desde una perspectiva más ligada a la historia político-electoral.

Se podría decir, entonces, que se alinea con el análisis que realizan del expresidente tanto Natalio Botana como Halperín Donghi en sus respectivos trabajos, ya que, al igual que este último, se lo interpreta en términos relacionales: un enfoque interpretativo que piensa al individuo en sus relaciones concretas con otros individuos, sin perder de vista las condiciones en que cada uno de ellos debió actuar y la red de relaciones sociales en las que estaban inmersos. Es desde la interacción de una conjunción de elementos –creencias, ideas, valores, experiencias y el ensamble de estos con la realidad política y cultural de la época y de cada sociedad– desde donde se intenta comprender cómo se configuró el campo político y se definieron los sujetos políticos.[24] Es el análisis de la interacción existente entre las ideas y la realidad lo que permite comprender –en parte– el comportamiento de estos individuos, sus éxitos, sus fracasos y su orientación hacia determinadas opciones.

A lo largo de su vida y de toda su carrera política, en el sector público, Sarmiento manifestó su opinión acerca de la importancia de nacionalizar a los extranjeros residentes en el país como una forma de fortalecer las instituciones republicanas. Su posición al respecto fue cambiando con el correr de los años, como consecuencia de la vivencia de nuevas experiencias. Constantemente recurrió al ejemplo de los Estados Unidos para demostrar los buenos resultados de dicha medida, la cual en su opinión había generado el patriotismo de la sociedad estadounidense que llevó a fortalecer las instituciones republicanas.

Tanto los escritos de Sarmiento como los de Alberdi fueron utilizados como fuentes primarias en este trabajo para dar cuenta de los cambios en el pensamiento y las posiciones de ambos a lo largo del siglo xix. Ambos dedicaron su vida al quehacer nacional, ya fuera como funcionarios públicos o como pensadores e intelectuales independientes, e intentaron darle al país un rumbo republicano y democrático guiado por ideas y valores que supieron defender a ultranza y que muchas veces los enfrentaron en polémicos debates.


Este libro explora la construcción de la relación ciudadanía-extranjeridad durante el siglo xix a partir del pensamiento de Domingo F. Sarmiento, como referente de un sector político que impulsaba un modelo de país donde ciudadanos y extranjeros tuviesen los mismos derechos y las mismas obligaciones, pero fundamentalmente se centra en la normativa y práctica electoral de dicho período. La hipótesis es que, si bien la participación del inmigrante en el desarrollo económico, político y social del país era indiscutible para los pensadores de la época, la necesidad de nacionalizar a los inmigrantes como parte de un proceso de integración de los extranjeros a la arena política, fundamental para fortalecer las instituciones republicanas y lograr la estabilidad política, no contaba con el mismo consenso, ya que eran diversos los medios que se pensaban para lograr ¿argentinizar? a los inmigrantes, ni tampoco estaba claro el lugar del sistema electoral y el sufragio para alcanzar dicha integración. Frente a este panorama, el objetivo general del trabajo radica entonces en entender si el hecho de que los inmigrantes optasen por la ciudadanía, con lo que obtendrían así el derecho al sufragio –entre otros derechos–, permitiría allanar el camino para conformar una identidad argentina. El libro se propone ahondar en la tensión entre ciudadanos y extranjeros tal como aparece en el pensamiento de Domingo Faustino Sarmiento y en la legislación electoral nacional, para dar cuenta del modo en el que se articularon una serie de conceptos como el de “inmigrante”, “nacionalización”, “sufragio”, “representación” y “república” en esos años de construcción tanto del Estado nacional como del ciudadano argentino.[25]

El arribo de los inmigrantes a las costas rioplatenses en momentos en que se comenzaba lentamente la conformación de un Estado nacional generó un gran desafío en torno a la construcción de la nacionalidad.[26] Hacia fines del siglo xix, los extranjeros pasaron de ser percibidos como referentes y agentes de progreso a ser considerados una amenaza contra las instituciones republicanas. A partir de los debates que se suscitaron respecto de la ciudadanía y la extranjeridad –sobre todo centrados en el tema del sufragio–, pasando por la observación detenida de la normativa electoral, conjuntamente con el análisis de las prácticas electorales formales e informales asociadas al voto, se intenta poner de manifiesto cómo, frente a una misma problemática –la conformación de una nación republicana–, fue posible visualizar diferentes propuestas, producto de la interacción de las ideas y la norma electoral.

El pensamiento de Sarmiento con respecto al vínculo ciudadano-extranjero es abordado desde una perspectiva interpretativo-hermenéutica, no solo para comprender el desarrollo de ambas figuras en este sentido, sino como parte de un debate que buscaba reestructurar la norma electoral con el fin de consolidar los valores republicanos a través del compromiso cívico-político de la totalidad de los habitantes del territorio nacional. La falta de compromiso existente entre los inmigrantes que vivían en el país y no optaban por nacionalizarse generaba, en su opinión, un país sin ciudadanos, condición considerada indispensable para la constitución de un Estado. El gran drama sarmientino, su gran temor, era el mundo de Facundo, un mundo dominado por la barbarie donde imperaba el caos. Para él, el Estado –como representante del pueblo soberano– debía generar ese orden tan deseado, ese sentido de pertenencia y esa conciencia cívica, tanto entre los ciudadanos como entre los inmigrantes. Tenía una concepción jacobina ya que, al igual que los jacobinos franceses, anhelaba que los cambios sociales y políticos fuesen rápidos y profundos; creía en la necesidad de romper las amarras con el pasado y en la importancia de generar, a partir del Estado, una nueva conciencia social, cultural y política.

Esta visión sarmientina del rol del Estado se amalgama con lo que plantea Oscar Oszlak en cuanto a que la formación de un Estado es un aspecto más del proceso de construcción social de una nación y las capacidades que debe tener aquella entidad que pretenda consolidarse como Estado para poder lograrlo. El Estado es consecuencia de un proceso de redefinición institucional, considerado apropiado para que la vida de una determinada sociedad se desarrolle en un marco de orden y estabilidad, pero, para alcanzar dicha categoría y consolidarse, debe tener la capacidad de lograr ser reconocido como soberano por el resto de los Estados, de institucionalizar su autoridad en todo el territorio, de crear instituciones públicas legítimas para la sociedad en su conjunto, y específicamente –en relación con la cuestión que se viene tratando en párrafos anteriores– de tener “la capacidad de internalizar una identidad colectiva, inculcando un sentimiento de pertenencia y solidaridad entre la sociedad por medio de símbolos que permitan ejercer la dominación que le brinda la obediencia”.[27] Ahora bien, ¿cómo pensaba Sarmiento superar los problemas de representación y consolidar las instituciones republicanas?

En el marco del libro, y simplemente a modo de contrapunto[28] con Sarmiento, se explora otra construcción posible de la correlación ciudadanía-extranjeridad: la de Juan Bautista Alberdi. Esta perspectiva de análisis no solo revela cómo, frente a una misma problemática, es posible visualizar diferentes alternativas, sino que a la vez da cuenta de la disputa que se generó al respecto y que se prolongó hasta principios del siglo xx, en la incansable búsqueda por dotar de sentido a la compleja tarea que significaba la construcción de la ciudadanía. La discusión planteada por dos de los más destacados referentes de la intelectualidad latinoamericana, y que repercutió no solo en la agenda política nacional, sino también en el resto del continente, dejó su sello tanto en la política inmigratoria como en la legislación electoral de gran parte del suelo americano.

El análisis de la legislación nacional a partir de los textos constitucionales de la época, respecto de la inclusión de los inmigrantes en la arena política, le otorga al pensamiento de Sarmiento y de Alberdi un marco histórico que permite comprender en qué contexto se basaban las opiniones y propuestas de ambos y cómo estas –conjuntamente con la práctica electoral– influían en materia política electoral. El recorte temporal que se toma para analizar la legislación se amplía a 1810, lo que supone un desfase con respecto al período de estudio central de este libro. Esto es intencional, ya que se considera indispensable comprender cómo se fue dando la práctica electoral, cuáles fueron sus orígenes y costumbres para poder ver cómo fue evolucionando la figura del extranjero-ciudadano no únicamente como votante, sino también como un actor partícipe del sistema electoral nacional.

Si bien existen estudios que centran el análisis del vínculo ciudadano-extranjero desde problemáticas más ligadas al ámbito social, económico o cultural, el enfoque que se realiza en este trabajo se circunscribe a la legislación electoral como una herramienta de análisis de la construcción de la relación ciudadanía-extranjeridad. El análisis de la legislación nacional respecto de la inclusión de los inmigrantes en la arena política pone de manifiesto que el proceso de construcción de la ciudadanía política en la Argentina, lejos de tener un origen de carácter restrictivo o censatario, se gestó a partir de una concepción de inclusión que llevó a ampliar la noción de ciudadanía”.[29] A pesar de ser la normativa electoral poco excluyente, en la práctica electoral no se daba una participación sin restricciones, ya que la práctica misma de cada región fue generando sus propias herramientas que llevaron al control informal del electorado,[30] lo que acotó el significado que adquiría el concepto de “ciudadanía”.

En este contexto, el libro toma dicha problemática para comprender, por medio del análisis de vocablos políticos como “representación”, “participación” y “procesos electorales”, entre otros, cómo se construye la relación ciudadano-extranjero en la Argentina, principalmente a partir del pensamiento de Sarmiento. Se toma así en este trabajo una perspectiva de análisis que se alinea con la planteada por Susana Villavicencio en su libro Sarmiento y la nación cívica, y se incorpora, como bien lo plantea ella, la dimensión significativa como parte de la acción política, donde “conceptos como representación, participación y ciudadanía no tienen un sentido unívoco sino que en sí mismos cristalizan las pugnas entre ideas, representaciones y creencias, así como la naturalización de tradiciones políticas que los reconocen”.[31] Siguiendo con la perspectiva de Villavicencio, la lectura que aquí se realiza de Sarmiento no apunta a contribuir a la historia de la formación de la ciudadanía, sino “interrogar la tensión existente al momento de naturalizar en Hispanoamérica el ideal republicano del ciudadano, basado en la concepción universalista y abstracta del sujeto político”.[32] El propósito, entonces, es articular los conceptos políticos con las normas y los procesos electorales, tomando en particular el pensamiento de Sarmiento y en menor grado el de Alberdi.

El libro no se presenta como una historia intelectual de la inclusión del inmigrante ni una historia electoral, sino más bien como una aproximación a la problemática construcción de la relación ciudadanía-extranjeridad, tomando como punto principal de observación la figura de Sarmiento, pero también teniendo en cuenta las acciones desplegadas por los grupos involucrados en la construcción de dicha relación y los efectos que generaron tales acciones sobre el rol del inmigrante en cuestiones de representatividad y participación política durante el siglo xix.

El aporte de este trabajo de investigación es ampliar las perspectivas en torno al rol del inmigrante en el siglo xix –como agente de cambio, desarrollo y progreso– hacia cuestiones de representatividad y participación electoral, tomando como ejes los debates, la normativa y la práctica electoral. En otras palabras: ubicar, en un plano político electoral, un debate que, en los nombres de Sarmiento y Alberdi, ha sido muy visitado.


El libro se organiza a partir del análisis de cuatro partes. En la introducción, como vimos, se justifica el tema y se desarrolla un estado de la cuestión de los trabajos sobre el período, sobre la evolución del concepto de “ciudadano” y de “extranjero” para precisar la especificidad del enfoque. Se busca dar cuenta de la relevancia de un análisis de la construcción de la relación ciudadanía-extranjeridad en las ideas de Sarmiento como referente de la Generación del 37, y cómo este se fue articulando en la legislación electoral como consecuencia de la puja de intereses y prioridades entre las distintas elites dirigentes. La norma y la práctica electorales fueron articulando el rol del inmigrante en cuanto ciudadano argentino. Se presenta aquí el modo en que dicha problemática fue abordada metodológicamente, así como también una estructura interna del libro y las hipótesis planteadas. La perspectiva metodológica se centra en el análisis del corpus, integrado principalmente por sus obras, en las que Sarmiento planteó explícitamente la cuestión de la nación y reflexionó sobre los problemas que enfrentaba en las ideas y en las prácticas la formación del nuevo orden político y de la ciudadanía. Esto abarca tanto publicaciones, artículos y documentos anteriores a 1885 como, específicamente, la edición del periódico El Censor entre 1885 y 1886 –a partir de este caso particular, el objetivo es intentar comprender cuáles eran las cuestiones que en su lucha final, y ya con un escenario político-electoral más consolidado, daban fundamento al pensamiento de Sarmiento, quien manifestaba esta imperiosa necesidad de que los extranjeros se nacionalizasen como una manera de salvaguardar las instituciones republicanas–. En este sentido, el trabajo se ubica entre el análisis electoral y la historia de las ideas, ya que, a través del análisis del pensamiento político de los referentes de la época, principalmente Sarmiento, y a partir del análisis de la legislación electoral en sí misma, se intenta establecer cómo se fue dando esta interacción recíproca que fue moldeando la relación entre ciudadanía y extranjeridad a lo largo del período estudiado. Se trabaja con los aportes renovados de la historia política y de la ciencia política preocupada por la construcción de ciudadanía.[33]

La primera parte, dada la amplitud conceptual de los términos utilizados a lo largo del trabajo, busca detenerse en la definición de algunos conceptos, como ser el de “ciudadanía”, “extranjero”, “sistema electoral”, “elecciones” y “representación”, entre otros, para entender la emergencia de la nueva configuración de dichas concepciones como consecuencia de la evolución política y social de la sociedad. El primer capítulo está destinado a plantear los ejes del debate y el desarrollo del concepto de “ciudadano” durante el siglo xix. Al análisis del desarrollo de la figura del extranjero en el mundo y en la Argentina, se dedica el segundo capítulo, ya que es necesario comprender las distintas corrientes de pensamiento que regían en la época para entender de dónde partían los diversos argumentos en torno a su condición. A su vez –y esto se plantea en el tercer capítulo–, es importante para el análisis hacer referencia a las constituciones y a la legislación electoral de la Argentina para poder establecer las diferencias existentes entre ellas, como consecuencia de los avances en materia política, social y cultural del país, pero principalmente en lo que se refiere a los derechos y las obligaciones de los inmigrantes con relación al quehacer político. El análisis de la legislación nacional respecto de la inclusión de los inmigrantes en la arena política es indispensable para otorgarles a las ideas de Sarmiento un marco histórico que permita comprender en qué contexto se basaban las opiniones y propuestas del sanjuanino en materia de política inmigratoria y electoral. El objetivo de esta primera parte es comprender el marco en el que se engendró el debate sobre la construcción ciudadano-extranjero en la Argentina y el contexto político-electoral en el que se fue forjando la obra sarmientina.

La segunda parte penetra de manera directa en la cuestión medular del libro: la construcción de la relación ciudadanía-extranjeridad durante el siglo xix y su estrecha interacción con la legislación electoral como herramienta clave en el análisis de dicha construcción a partir de las ideas del expresidente. El cuarto capítulo se detiene en un análisis minucioso de la trayectoria de las ideas de Sarmiento en relación con la importancia de la nacionalización de los extranjeros entre 1830 y 1885, con la consideración de sus diferentes argumentos, y con sus debates desde los distintos planos como parte tanto del sector público como del sector privado. En el capítulo quinto, se explora otra concepción posible de esta construcción ciudadano-extranjero, la de Juan Bautista Alberdi. La contraposición de las voces de Sarmiento con las de su contemporáneo permite poner de manifiesto cómo, frente a una misma problemática, era posible visualizar diferentes soluciones. Este debate, reflejo de la lucha de poder de las elites políticas, se desarrolla en el capítulo seis. El conflicto analizado a lo largo de estos capítulos no implicaba únicamente otorgarle un lugar al extranjero en la vida política del país, sino que significaba la inserción y, a partir de ella, el involucramiento de millones de personas en el desarrollo y el destino de la nación, que se lograrían a través del cumplimiento de uno de los deberes cívicos básicos como es el derecho al voto.

La tercera parte está destinada a analizar y comprender cómo Sarmiento estructuró entre 1885 y 1886 su lucha en pos de la nacionalización de los inmigrantes desde El Censor, publicación que dirigió durante ese año y a partir de cuyas páginas libró su batalla final, con el objetivo de defender y lograr consolidar las ideas republicanas. El séptimo capítulo examina, en primer lugar, el rol que tenía en el siglo XIX el periodismo como transmisor de ideas políticas, cuestión clave para comprender por qué Sarmiento libraba una batalla de estas características desde las páginas de un periódico, El Censor. Por tal motivo, en dicho capítulo se realiza un breve racconto acerca de la función que cumplía el periodismo en general, con el objeto de comprender cuál era la dinámica entre los políticos e intelectuales y la opinión pública y, dentro de ella, cuál era el rol del periodismo. Dado que la actuación pública de Sarmiento –como político, educador o periodista– fue tan extensa, resulta difícil sostener la propuesta de analizar todos sus dichos con respecto al tema de los inmigrantes. Por este motivo, el recorte del escenario estudiado en este último capítulo abarca su análisis entre 1885 y 1886 a través de sus declaraciones en las páginas del periódico El Censor –publicación que, como ya se ha señalado, dirigió entre el 5 de diciembre de 1885 y septiembre de 1886, cuando cesó de aparecer–. En dicho periódico, Sarmiento dejó establecida una vez más su posición con relación al tema y debatió con otros intelectuales sobre la necesidad e importancia que tenía para el futuro del país el hecho de que los inmigrantes asumiesen un compromiso cívico sólido con la nación que los albergaba. Esta tercera parte intenta, mediante el análisis de los artículos publicados en El Censor, poner de manifiesto cuáles eran los problemas del momento y cuáles los inconvenientes futuros que Sarmiento veía en el sistema electoral vigente como consecuencia de la abstención cívica de los inmigrantes y cuáles las soluciones que proponía. Para él, la falta de compromiso de los inmigrantes con la política local era un tema de gran preocupación, y consideraba que, de no solucionarse, traería serios inconvenientes en cuanto a la participación y la representación de los ciudadanos.

Por último, en la cuarta parte, se realiza un balance de lo expuesto con el propósito de reconstruir el modo en que tuvo lugar en la Argentina del siglo xix la integración del inmigrante y su relación con la normativa electoral. Para ello, se vuelve sobre los argumentos centrales desplegados principalmente por Sarmiento y en menor grado por Alberdi, resaltando las problemáticas políticas y electorales de las que dieron cuenta sus interpretaciones. En este punto se intenta, a la vez, ligar la producción intelectual de Sarmiento con el modelo de ciudadanía plasmado en la legislación electoral vigente en los últimos años de su vida, con el objeto de analizar hasta qué punto los vaivenes de su visión sobre dicha temática influyeron y qué grado de impacto tuvieron sus opiniones sobre la ingeniería y el diseño de la legislación electoral nacional. Es así que el libro busca iluminar un período y una problemática que permitan analizar el proceso de construcción de la relación ciudadanía-extranjeridad a lo largo de casi un siglo de la historia político-electoral nacional.

El análisis de la trayectoria del pensamiento de Sarmiento respecto de la inclusión de los extranjeros en el caso argentino es de gran importancia, ya que, durante su vida pública, se produjeron diversos cambios en su manera de pensar y de abordar el tema de la inmigración, cambios que fueron ejerciendo una fuerte influencia sobre los miembros de la elite política encargados de delinear la legislación que llevaría a alcanzar la representatividad tan anhelada. El propósito, entonces, consiste –en primer lugar– en analizar y comprender cómo se dio la ampliación de la ciudadanía y la inclusión de los sectores hasta entonces relegados y carentes de representación política en Argentina, y –en segundo término– en determinar qué grado de repercusión e influencia tuvo el pensamiento sarmientino en el entramado que dio forma a la normativa electoral, puntualmente en lo referente a la relación ciudadanía-extranjeridad.

Si bien este libro centra su mirada en el caso argentino, y principalmente en la postura de Sarmiento frente a la necesidad de nacionalización de los inmigrantes hacia fines del siglo xix, no por ello deja de abocarse a un análisis más amplio sobre la representación, la participación y los procesos electorales como conjunto de acciones que llevaron a la construcción del ciudadano político. Construcción que fue temporal y espacialmente diversa, pero que sin duda se produjo como consecuencia de la interacción de un sinfín de actores que hicieron posible –no siempre de manera pacífica– la conjunción de ideas. En este sentido, y a pesar de tratarse de un estudio de caso analizado desde una perspectiva interpretativa, se aspira a que este trabajo colabore en ampliar el panorama del rol del inmigrante en cuestiones de representatividad y participación electoral hacia fines del siglo xix, cuando la Argentina se conformaba como una nación con una población heterogénea en cuanto a sus orígenes, culturas, creencias, etc.[34] Cabe preguntarse, entonces, para el caso argentino, si la imperante necesidad de poblar el territorio con extranjeros como única manera de alcanzar el progreso tan deseado fue una política acertada o fue un equívoco que plagó de vicios el proceso electoral. Este interrogante sobrevuela todo el libro; cada lector podrá darle su propia respuesta, pues son diversos y muy variados los argumentos que se entrecruzan al respecto a lo largo de este y muchos otros trabajos que analizan la misma cuestión.


  1. Durante el período de la Ilustración, que comenzó a fines del siglo xvii y se prolongó durante el siglo xviii principalmente en Francia e Inglaterra –a pesar de que se dio también en otros países europeos–, surgió una corriente de pensamiento crítico que desconfiaba del saber establecido y el consentimiento universal, defendiendo la razón contra la convicción y el saber transformador contra la tradición. Se puede citar, en esta etapa, a Montesquieu, Voltaire, los hermanos Condillac, Diderot, Turgot, Rousseau, Locke, Hobbes y Hume, entre otros. Estas corrientes trascendieron el continente europeo y ejercieron una fuerte influencia sobre los intelectuales de toda América.
  2. La expresión “patriotismo constitucional” utilizada por Habermas nació en contraposición al carácter étnico de algún nacionalismo. Supone el predominio de unos principios, los de la democracia, sobre las ideas culturales. El verdadero patriotismo constitucional es lo que nos une a todos por encima de otras adscripciones y, como tal, no debería ser utilizado por ningún partido.
  3. Habermas, Jürgen, “Citizenship and National Identity”, en Van Steenbergen, Bart (edit.), The Condition of Citizenship, Londres, Sage, 1944.
  4. Entre los primordialistas podemos citar a Walker Connor, Adrian Hastings, Liah Greenfeld y Anthony D. Smith. Entre los modernistas se puede mencionar a Eric Hobsbawm y Carlos Barbé, entre otros –y a José Carlos Chiaramonte dentro de la historiografía argentina–. Para profundizar acerca de este debate, ver Chami, Pablo, Nación, identidad e Independencia en Mitre, Levene y Chiaramonte, Buenos Aires, Prometeo, 2009.
  5. Hobsbawm, Eric, Naciones y nacionalismos desde 1780, Barcelona, Crítica, 2004.
  6. Rosanvallon, Pierre, La consagración del ciudadano. Historia del sufragio en Francia, México, Instituto Mora, 1999.
  7. Para comprender por qué para Rosanvallon la idea de igualdad política es ajena al universo del cristianismo y al liberalismo original, ver Rosanvallon, Pierre, La consagración…, ob. cit., pp. 10-18.
  8. Rosanvallon, Pierre, La consagración…, ob. cit., pp. 12-13.
  9. Véase Marshall, Thomas H., Citizenship and Social Class (1949), reproducido en Class, Citizenship and Social Development, Nueva York, Anchor Books, 1965.
  10. Rosanvallon, Pierre, La consagración…, ob. cit., p. 17.
  11. Rosanvallon, Pierre, La consagración…, ob. cit., p. 18.
  12. Ver los trabajos de Furet, François, Pensar la Revolución Francesa, España, Petrel, 1978 y Rosanvallon, Pierre, La consagración…, ob. cit.
  13. Para profundizar sobre este tema, ver Chiaramonte, José Carlos, Ciudades, Provincias, Estados. Orígenes de la Nación Argentina, Buenos Aires, Ariel, 1997; Guerra, François-Xavier, Modernidad e Independencia. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas, Madrid, MAPFER, 1992; Annino, Antonio y Raymond Buve (comp.), El liberalismo en México, Hamburgo, Cuadrarnos de Historia Latinoamericana, 1993; y Halperín Donghi, Tulio, Historia Argentina. De la revolución de independencia a la confederación rosista, Buenos Aires, Paidós, 1997.
  14. Es importante señalar que el voto no fue siempre un derecho universal, sino que se manifestó de diversas maneras; hubo voto censatario, voto alfabeto, voto solamente masculino, etc. Para ampliar la cuestión de los distintos tipos de sufragio y la evolución de dicho derecho hasta alcanzar su universalidad, se pueden ver los siguientes trabajos: Nohlen, Dieter, Sistemas electorales y partidos poticos, México, Fondo de Cultura Económica, 2004, y Colomer, Joseph M., Cómo votamos. Los sistemas electorales del mundo: pasado, presente y futuro, Barcelona, Gedisa, 2004.
  15. Las terribles consecuencias de las guerras europeas del siglo xix condujeron a grandes sectores de la población a vivir en condiciones de hambruna y pobreza, circunstancias que en muchos casos llevaron a los afectados a decidir emigrar hacia el Nuevo Mundo en busca de un porvenir más favorable y alentador. En otros casos, muchos de ellos debieron abandonar sus respectivos países como una manera de sobrevivir ante las persecuciones político-ideológicas perpetradas por quienes estaban en el poder.
  16. Para analizar el proceso inmigratorio argentino, ver Devoto, Fernando, Historia de la inmigración argentina, Buenos Aires, Sudamericana, 2003. En la primera parte, el autor plantea las causas de expulsión durante la primera mitad del siglo xix desde los países de Europa y las de atracción de los países de América, en especial de la Argentina, durante el mismo período. Entre las causas de expulsión, figuran las económicas y las ideológicas. Devoto las analiza desde dos perspectivas: la de los optimistas y la de los pesimistas. Los primeros, mayoritariamente economistas liberales para quienes el desarrollo social (el capitalismo) era algo positivo. Los segundos, en gran número políticos europeos preocupados por la cuestión social, que pensaban en la emigración como una válvula de seguridad para evitar el estallido social que indefectiblemente traería consecuencias mayores. Los motivos de atracción de la inmigración hacia la Argentina eran mayormente económicos (mejor empleo, mejores salarios, mejor calidad de vida) y legales (los requisitos solicitados para poder vivir en el país eran casi nulos), aunque Devoto destaca que debe tomarse en cuenta también –especialmente en este caso– el factor de la difusión de información, bajo el argumento de que “la emigración a la Argentina se extiende como un reguero de tinta, a partir de ciertos núcleos, hacia el interior de los pueblos de España”.
  17. Devoto, Fernando, Historia de la inmigración argentina, Buenos Aires, Sudamericana, 2003.
  18. A mediados del siglo xx, influido por las tendencias nacionalistas del período, Ricardo Levene adhirió a la corriente preexistencialista bajo el argumento de que la nacionalidad argentina existía ya durante el período colonial. Para profundizar acerca de esta corriente historiográfica, y especialmente acerca de la postura de dicho historiador, véase Levene, Ricardo (comp.), Historia argentina contemporánea: 1862-1930. Buenos Aires, El Ateneo, 1963/1967; Levene, Ricardo (comp.), Historia de América, Buenos Aires, W. M. Jackson, 1947; Levene, Ricardo, Historia de la nación argentina. Desde los orígenes hasta la organización definitiva en 1862, Buenos Aires, El Ateneo, 1962; Levene, Ricardo, El mundo de las ideas y la revolución hispanoamericana de 1810, Santiago de Chile, Editorial Jurídica de Chile, 1956.
  19. Jorge Mayer y Pilar González Bernaldo de Quirós realizan ciertas objeciones a la tesis de Chiaramonte, argumentando que las fuentes que utiliza para su trabajo son básicamente fuentes legales y textos escritos por juristas que no reflejan el sentimiento de pertenencia de una población en general, o por lo menos del sector instruido de ella; tampoco se refleja en su tesis la existencia de una conciencia de una identidad común a toda la población, a pesar de su identificación provincial, un sentimiento de hermandad producto de la lucha contra un enemigo común. Para profundizar sobre este debate, ver Chami, Pablo, Nación, identidad…, ob. cit.
  20. Al analizar las constituciones provinciales de 1820, se puede observar que no existía un único criterio para definir la condición de ciudadano. Al respecto, se pueden consultar los textos constitucionales de todo el siglo xix en San Martino de Dromi, María Laura, Documentos Constitucionales Argentinos, Madrid, Ediciones Ciudad Argentina, 1994. Para profundizar acerca de esta cuestión, ver Ternavasio, Marcela, La Revolución del voto. Política y elecciones en Buenos Aires 1810-1852, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2002; Sábato, Hilda, La política en las calles. Buenos Aires 1862-1880, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2001 y Goldman, Noemí, “El concepto de Constitución en el Río de la Plata (1750-1850)”, en Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofía, Política y Humanidades, año 9, n.º 17, primer semestre, Buenos Aires, 2007.
  21. La Constitución de la Confederación Argentina fue promulgada por Justo José de Urquiza el 25 de mayo de 1853, y fue jurada por la totalidad de las provincias el 9 de julio del mismo año, con la excepción de la provincia de Buenos Aires. Esta no formaba parte de la Confederación y, por lo tanto, no participó de las deliberaciones de la Convención Constituyente que se reunió en la provincia de Santa Fe el 20 de noviembre de 1852. En 1860, luego de la firma del Pacto de San José de Flores, Buenos Aires se integró a la Confederación y aceptó la Constitución del 53, la cual fue promulgada en octubre de ese año, con leves reformas, por el presidente Derqui.
  22. Son muchos los historiadores que trabajan la cuestión de la extranjeridad en Latinoamérica durante el siglo XIX. Entre ellos se destacan los trabajos de Bertoni, Lila A., Patriotas, cosmopolitas y nacionales. La construcción de la nacionalidad argentina a fines del siglo XIX, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2001; Chiaramonte, José Carlos, Ciudades, Provincias, Estados…, ob. cit.; Carmagnani, Marcelo (coord..), Federalismos latinoamericanos: México, Brasil, Argentina, México, Fondo de Cultura Económica, 1993; Devoto, Fernando, Historia de la inmigración…, ob. cit.; Goldman Noemí, Nueva historia argentina: Revolución, república, confederación (1806-1852), Buenos Aires, Sudamericana, 1998; González Bernaldo, Pilar, Civilidad y política en los orígenes de la Nación Argentina. La sociabilidad en Buenos Aires, 1829-1862, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2000; Guerra, François-Xavier, Modernidad e independencia…, ob. cit.; Murilo de Caravalho, José, Desenvolvimiento de la ciudadanía en Brasil, México, Fideicomiso Historia de las Américas, Fondo de Cultura Económica, 1995; Mayer, Jorge, Orden y virtud. El discurso republicano en el régimen rosista, 2.º edición, Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes, 2002; Romero, José Luis, Breve Historia de la Argentina, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2013; Roldán Darío, “Repensar el siglo XIX. Notas sobre la tradición liberal en Francia y Argentina”, en Vermeren, P. y Muñoz, M. (comp.), Representando el siglo XIX desde América Latina y Francia. Homenaje al filosofo Arturo Andrés Roig, Buenos Aires, Colihue, 2009; Sábato, Hilda y Lettieri, Alberto (comp.), La vida política en la Argentina del siglo XIX. Armas, votos y voces, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2003; Salvatore, Ricardo y Ternavasio, Marcela, La revolución del voto…, ob. cit.; y Villavicencio, Susana, Sarmiento y la nación cívica. Ciudadanía y filosofías de la nación en Argentina, Buenos Aires, Eudeba, 2008.
  23. Este tema fue abordado en los trabajos de Halperín Donghi, Tulio, Historia Contemporánea de América Latina, Madrid, Alianza, 1990 y Botana, Natalio, El orden conservador, Buenos Aires, Sudamericana, 1977, y en el libro del mismo autor La tradición republicana. Alberdi, Sarmiento y las ideas políticas de su tiempo, 2.º edición, Buenos Aires, Sudamericana, 1997.
  24. Susana Villavicencio –en su trabajo Sarmiento y la nación cívica..., ob. cit. realiza un abordaje muy interesante respecto de la figura de Sarmiento y su idea de nación cívica, más ligado a la historia conceptual y a la filosofía política, que fue de gran ayuda para esta tesis doctoral.
  25. El trabajo Apuntes para una teoría del Estado, de Guillermo O’Donnell, donde analiza el rol del Estado con la sociedad civil y su concepción de la ciudadanía como fundamento del Estado capitalista, es un gran aporte que permite articular lo histórico conceptual con aspectos más politológicos en relación con el tema de esta tesis. Define a los ciudadanos como aquellos que tienen derecho a cumplir los actos que resultan en la construcción del poder de las instituciones estatales. La ciudadanía es el sujeto jurídico capaz de contraer libremente obligaciones. Presenta a la ciudadanía como la negación de la dominación en la sociedad, ya que todo ciudadano está implicado en la formación del poder estatal corporizado en derechos e instituciones, participación que se convierte en fundamento de un poder sesgado hacia la reproducción de la sociedad y de la dominación de clase que la articula. Presenta, entonces, al Estado como aspecto analítico de la sociedad, parcialmente cristalizado en derechos e instituciones. Plantea la escisión que se da entre este y la sociedad que lleva a la generación de mediaciones entre ambos. Y destaca entre ellas la ciudadanía, la nación y el pueblo. Pone de manifiesto que el Estado es, normalmente, organizador de consenso en cuanto constituyente de solidaridades colectivas que suelen velar las rasgaduras estructurales de la sociedad y los sesgos sistemáticos del Estado. De esto suele derivar la legitimación de las instituciones estatales, que encuentran en esas mediaciones fundamento y referente generalizadamente verosímiles. Es aquí donde lo estatal presenta su contradicción propia. El discurso de las instituciones estatales es, por lo tanto, igualizador y homogeneizante en cuanto ciudadanos y miembros de la nación, a la vez que la agregación de los impactos de sus acciones y omisiones es la negación práctica de dicho discurso. Esta contradicción es consecuencia de que el Estado no puede ni debe tener fundamentos ni referentes en la sociedad, y de que, por otra parte, su fundamento óptimo –porque enteramente abstracto– no puede, por eso, ser su referente.
  26. José Carlos Chiaramonte, en su artículo “Nación y nacionalidad en la historia argentina del siglo xix”, en Nun, José (comp.), Debates de Mayo. Nación, cultura y política, Buenos Aires, Gedisa, 2005, establece con respecto a la noción de “nacionalidad” que esta no existía en la Iberoamérica de las primeras décadas del siglo xix. Sí había una fuerte conciencia autonómica local, pero no un sentimiento de nacionalidad; esta cuestión surgió recién en la región con la difusión del principio de las nacionalidades, según el cual las naciones debían tener presencia política internacional como Estados nacionales independientes y soberanos. Para profundizar acerca de la cuestión del concepto de “nacionalidad”, véase Hobsbawm, Eric, Nations and Nationalism Since 1780. Programme, Myth, Reality, Cambridge, Cambridge University Press, 1990, y Gellner, Ernest, Naciones y nacionalismo, Madrid, Alianza, 1988.
  27. Oszlak, Oscar, “Reflexiones sobre la formación del Estado y la consolidación de la sociedad Argentina”, en Desarrollo Económico, vol. 21, n.º 84, enero-marzo de 1982, Buenos Aires.
  28. Esta tesis tiene claramente un punto de vista sarmientino y no alberdiano; por lo tanto, no pretende analizar las ideas y el pensamiento de Juan Bautista Alberdi, sino que lo introduce como la contracara de Sarmiento para resaltar las diferencias entre ambos pensadores respecto del tema central. El apartado que trata sobre Alberdi es tan solo un momento sin otro objetivo que el de presentar argumentos diferentes del punto de vista sarmientino con respecto a temas como la nacionalización de los inmigrantes, su rol como ciudadanos y la manera de construir una nación.
  29. Ternavasio, Marcela, La Revolución del voto…, ob. cit., p. 20.
  30. Para entender cómo la práctica hace a la construcción de las normas electorales, se puede leer Romanelli, Raffaele, “Le regole del gioco. Note sull`impianto del sistema elettorale in Italia (1848-1895)”, en Notabili, Elettori, Elezioni. Quaderni Storici, Nuova Serie, 69, diciembre de 1988.
  31. Villavicencio, Susana, Sarmiento y la nación…, ob. cit., p 15.
  32. Villavicencio, Susana, Sarmiento y la nación…, ob. cit., p. 17.
  33. Me refiero al aporte en esta cuestión realizado por los trabajos de los politólogos argentinos Guillermo O’Donnell (Modernización y autoritarismo, Buenos Aires, Paidós, 1972) y Oscar Oszlak (La formación del Estado Argentino. Orden, progreso y organización nacional, Buenos Aires, Ariel, 2004).
  34. En un primer momento, pensé en utilizar el término “crisol de razas”, pero enseguida me percaté del debate que existe en este sentido. Debate que muy bien presenta Fernando Devoto en su libro Historia de la inmigración en la Argentina, donde se pregunta si la Argentina fue un crisol de razas o un pluralismo cultural. Allí el concepto “crisol de razas” es definido por el autor como una sociedad bien integrada, en la cual los inmigrantes se han asimilado sin dificultad. Por otro lado, define el concepto de “pluralismo cultural” como la coexistencia, autónoma o conflictiva, de distintas culturas. El debate podría comenzar con el sociólogo de origen italiano Gino Germani, quien se inclinó por una lectura de la sociedad argentina del modelo del crisol de razas, entendiendo el “crisol” como una fusión entre distintos elementos, lo que dio lugar a una cultura nueva construida con el aporte tanto de los nativos como de los inmigrantes. Surgieron historiadores que discutieron la lectura de Germani de la inmigración a partir del análisis de un modelo de asimilación diferente del planteado por él, más esquemático, sistematizado y jerarquizado. Entre ellos el mismo Devoto, Hilda Sábato y José Luis Romero, quienes argumentan que la noción clásica de “crisol de razas” no se sostiene para el caso argentino, pues es improbable que una sociedad tan heterogénea fuese una sociedad integrada. La realidad de la integración nacional-extranjero no era igual en todo el territorio nacional, y, por lo tanto, hacer una lectura de alcance nacional –ya sea desde el modelo del crisol de razas o desde el pluralismo cultural– es imposible, pues la división regional jugó en nuestro país un rol muy importante. Para aquellos que deseen profundizar en las argumentaciones y posturas dentro de este debate, sugiero recurrir a los siguientes trabajos: Devoto, Fernando, “Del crisol al pluralismo. Treinta años de estudios sobre las migraciones europeas a la Argentina”, en Serie Documentos de Trabajo, n.º 118, Buenos Aires, Instituto Di Tella, 1992; Devoto, Fernando, Historia de la inmigración…, ob. cit.; Sábato, Hilda, La política en las calles. Entre el voto y la movilización. Buenos Aires 1862-1880, Buenos Aires, Sudamericana, 1998; Germani, Gino, Estructura Social de la Argentina, Buenos Aires, Raigal, 1955.


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