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Introducción

Pablo Francisco Di Leo, Ana Josefina Arias
y Horacio Luis Paulín

¿Cómo las y los jóvenes se (re)construyen como individuos y como sujetos de derecho en las instituciones que habitan? ¿Cómo ellas/os y las personas que trabajan en estos espacios viven y piensan las formas de justicia o de injusticia? ¿Cómo todas/os hacen, sostienen y defienden sus instituciones y sus derechos en escenarios sociales y políticos con crecientes complejidades (que la pandemia producida por el COVID-19 profundizó)? ¿Cómo se vinculan sus formas de ser y sus demandas singulares con la vida en común en instituciones públicas?

A partir de estas preguntas fuimos a observar, participar y dialogar con las personas que estudian y trabajan en diversas organizaciones sociales, escuelas e institutos de formación docente en distintos escenarios urbanos de Argentina (Córdoba y Buenos Aires) y Uruguay (Montevideo). En los capítulos que componen este libro –surgidos del generoso y prolongado trabajo de análisis, lecturas, encuentros presenciales y virtuales, sugerencias y escrituras de un heterogéneo colectivo de docentes e investigadoras/es– proponemos algunas respuestas a dichos interrogantes, esperando que sirvan como herramientas teórico-prácticas a las personas que hacen y rehacen cotidianamente a las instituciones públicas en nuestras sociedades democráticas.

Instituciones, entre singularidades y vida en común

La literatura sobre instituciones parte de varias nociones para describir su situación actual: declive (Dubet, 2006); desinstitucionalización (Kessler y Merklen, 2013); desfondamiento (Fernández, 1999). Todos estos trabajos parecen coincidir en que las instituciones no son lo que eran. Esta idea de lo que fueron parece modelar la mirada o parece ser el lugar desde el cual se analizan las experiencias singulares. En estudios anteriores reflexionamos acerca de si este ideal normativo (la institución común, la institución sin más) alguna vez existió o no, pero lo cierto es que representa en la literatura un punto de partida para el análisis. Las instituciones anteriores a la década de los setenta aparecen como las “normales” y fueron también las cuestionadas por los procesos históricos. Asimismo, las consecuencias de las políticas neoliberales, vinculadas con las privatizaciones, los desfinanciamientos y los ataques hacia lo público y lo estatal en general, son un escenario por demás conocido y reconocido en sus efectos sobre las prácticas institucionales (Svampa, 2005; Danani, Arias, Chiara y Gluz, 2018; Grassi y Hintze, 2018; Nazareno, Segura y Vázquez, 2019).

Este declive en las capacidades de incidir en los procesos de socialización se vincula con la crisis de los lugares sagrados, con la pérdida de un lugar de autoridad asociado al rol ocupado por las/os trabajadoras/es[1] de estas instituciones (Dubet, 2006). Podríamos seguir, pero lo cierto es que las instituciones –y en este libro aparece demostrado– existen. O, mejor dicho, las prácticas institucionales siguen construyendo subjetividad, continúan disputando el orden social, y las personas formamos parte de estas experiencias opacas en las cuales construimos sociedad y nos construimos a nosotras/os mismas/os.

Quizá sea criterioso suspender por un momento el diagnóstico de la pérdida o la denuncia de los ataques que sufren o sufrimos para poder efectivamente analizar cómo se encuentran hoy construyendo institución los actores y las actrices. Porque analíticamente partir de la pérdida es un obstáculo epistemológico, tendemos a analizar desperfectos de algo que no tenemos claro si existió y a lo que tampoco sabemos si nos gustaría volver, pero lo más grave es que nos supone un problema político. No solo por errar el diagnóstico, sino que no reconocemos ni siquiera nuestra construcción, no nos formamos profesionalmente valorando nuestras construcciones. Analíticamente estamos más cómodos y cómodas en la denuncia que en la propuesta o descripción de formas institucionales públicas válidas para nuestra etapa. Esta no es la posición de este libro. La búsqueda de los proyectos de investigación cuyos resultados presentamos aquí fue centrarnos en las posibilidades de la descripción, de ser lo más fieles posible a lo que nuestros trabajos de campo nos brindaban –evitando miradas, preconceptos y juicios a priori–, entre otras cosas, porque creemos en la relevancia política que en esta etapa tiene reconocer las formaciones institucionales construidas a partir de sus complejas relaciones con los sujetos y los derechos.

Como comenzamos a reflexionar en nuestro libro anterior (Di Leo y Arias, 2019), y continuamos profundizando aquí, en las diversas organizaciones sociales e instituciones públicas en las que desarrollamos nuestras investigaciones nos encontramos con prácticas e identidades personales e institucionales que se configuran cotidianamente en una permanente tensión entre lo singular y lo común. Por un lado, nos reciben referentes, militantes, trabajadoras/es sociales, psicólogas/os y docentes que sostienen que sus intervenciones, proyectos y prácticas son novedosas, diferentes a las de las demás instituciones, que buscan ser más efectivas para abordar, en territorios vulnerabilizados, problemáticas juveniles crecientemente complejas. Por otro lado, las/os jóvenes que participan en estos espacios narran sus experiencias e itinerarios institucionales alrededor de una permanente búsqueda de ser reconocidas/os, cuidadas/os y respetadas/os con sus identidades, problemas, desafíos y proyectos personales. Al mismo tiempo, en estos escenarios comunes todas estas personas adultas y jóvenes se encuentran y (re)configuran sus individualidades, sus marcos referenciales –lo que para ellas/os vale la pena hacer y vivir– en relación con otras/os; demandan, construyen y defienden colectivamente –mediante diversos soportes materiales, simbólicos y afectivos– refugios que los ayudan a amortiguar las múltiples carencias y vulnerabilidades acumuladas en sus vidas y territorios; crean así nuevas posibilidades para el acceso y ejercicio de derechos.

Continuando con nuestro diálogo –tanto textual como personal– con Danilo Martuccelli, iniciado hace más de una década, consideramos que sus recientes trabajos –que articulan desde una mirada panorámica las diversas investigaciones que viene desarrollando en Francia y América Latina– nos dan varias pistas y herramientas sociológicas para comprender mejor estas tensiones. En un libro publicado hace pocos años (Martuccelli, 2017a) propone autonomizar analíticamente la experiencia de la condición social moderna. Para ello, actualizando la sensibilidad e imaginación sociológicas de Georg Simmel (2014) y Wright Mills (1994), estudia las vivencias y reflexiones de los individuos para ponerlas en diálogo con las principales transformaciones estructurales de las modernidades (en plural), que configuran lo social en cada país o región en un determinado período histórico:

(…) la experiencia de la condición social moderna es inseparable del advenimiento de lo social, en verdad, y para ser más exactos, de un proceso creciente e irreversible de societalización de las vidas personales: los individuos se sienten –y son– cada vez más movilizados de manera coercitiva en la sociedad y al mismo tiempo sienten que son, cada uno de ellos, irreductiblemente distintos. O sea, el individuo se vive, en su singularidad, la más íntima y personal, como irreductible a la vida social, y al mismo tiempo el individuo se vive como indisociable de la vida colectiva (Martuccelli, 2017b, p. 94).

Tal como surge de sus estudios en distintas sociedades (Martuccelli, 2010; Araujo y Martuccelli, 2012) y también encontramos en nuestras investigaciones sobre biografías y procesos de individuación de jóvenes de sectores populares (Di Leo y Camarotti, 2013; 2015; Di Leo y Arias, 2019; Paulín et al., 2018; 2020), las personas construyen sus experiencias sociales a lo largo de sus vidas a partir de múltiples relaciones con los otros y con las instituciones, demandando ser reconocidas, cuidadas, respetadas en sus singularidades. Martuccelli (2017a) utiliza este concepto tomando distancia de sus sentidos más habituales –lo extraordinario, lo poco frecuente, lo original o lo inexplicable– ya que invisibilizan sus vínculos con lo colectivo y lo social. En cambio, dialogando con las filosofías de Gilbert Simondon (2015), Giorgio Agamben (1996) y Jean-Luc Nancy (2006), propone abordar la singularidad desde la existencia, que es impensable independientemente de la coexistencia con otros: “El ser es singular y plural, a la vez, indistintamente y distintamente. Es singularmente plural y pluralmente singular” (Nancy, 2006, p. 44).

Desde esta perspectiva, el estudio sociológico de las singularidades es indisociable del análisis de las condiciones, los obstáculos, las tensiones, las pruebas y los soportes en relación con los cuales los individuos llevan adelante sus vidas y conforman cotidianamente sus identidades, en múltiples escenarios colectivos, más o menos institucionalizados. El objetivo principal de este programa de investigación sociológica es comprender, en cada sociedad histórica, cómo se configuran y qué características distintivas asumen los vínculos –siempre problemáticos e inevitables– entre las singularidades y la vida en común. En síntesis, busca aportar posibles respuestas –tanto analíticas como políticas– a un interrogante central de la actual condición social moderna: “¿cómo asegurar colectivamente para todos, la posibilidad de la existencia singular de cada uno?” (Martuccelli, 2017b, p. 103).

Este interrogante cobra inusitada vigencia en el contexto actual de la emergencia de la pandemia por el COVID-19. En varios capítulos de este libro se hace referencia a las diferentes mediaciones institucionales que se reinventaron por parte de profesionales, operadoras/es comunitarios y docentes para encontrarse con los y las jóvenes en el marco de las llamadas “medidas de aislamiento y distanciamiento social” (ASPO y DISPO, respectivamente) durante 2020. En las distintas experiencias institucionales encontramos la tensión por preservar la singularidad juvenil y el acceso a los derechos en el marco profundamente inestable y fragmentado de las políticas públicas destinadas a personas jóvenes.

En ese sentido, muchas de las acciones emergentes que desplegaron las/os referentes de las/os jóvenes en los territorios, sobre todo en el escenario pandémico, tuvieron que ver con reconstruir los espacios de encuentro, mirada y escucha mediante una especie de “burbujas de sociabilidad” que iban por fuera de “resolver” aquello que la conectividad digital no “conectaba” en sus oficios y vínculos intergeneracionales. Más bien se trata de restablecer un tiempo-espacio de interacción social más allá de la ilusión conectivista de la vida social. Como dice Martuccelli (2021), la materia prima de la vida social es la interacción ordinaria, “la sociabilidad no es un lujo”, algo que la gestión tecno-experta de la pandemia desconoce cuando pondera un imaginario de la conexión digital por encima de las interacciones sociales:

La pandemia ha revelado los límites del “nuevo” imaginario tecno-experto de la sociabilidad-conectiva: en el fondo, todo bien analizado, las conexiones necesitan parasitar a las interacciones. Se puede vivir a través de una sociabilidad interactiva sin conexiones a distancia (una parte sustancial de la historia humana lo testimonia), pero no se puede vivir a través de meras conexiones sin interacciones presenciales (p. 12).

En ese sentido, invitamos a leer un libro que documenta y analiza gestos, acciones, tropiezos, reflexividades, pequeños grandes éxitos y nuevas contradicciones en las prácticas institucionales que dan cuenta de la dimensión intersubjetiva de la accesibilidad tanto en el en escenario prepandémico como en el pandémico. Analizar la accesibilidad en estos términos implica no solo indagar en las significaciones, expectativas y grado de satisfacción acerca del beneficio o prestación de servicios y cumplimiento de ciertos derechos. En realidad, desde una perspectiva relacional, el desafío es describir y analizar soportes vinculares, mediaciones, puntos de (des)encuentros y articulación entre personas jóvenes y adultas, reinventando alguna vida en común a través de las instituciones y el lazo colectivo. Es decir, como dijimos más arriba, implica ir más allá de los “desperfectos”, lo que “no funciona” –aunque sea parte de aquello que también hay que analizar y discutir–, especialmente en un contexto local y mundial signado por profundas crisis en el lugar político e institucional de las políticas sociales (Danani, Arias, Chiara y Gluz, 2018; Grassi y Hintze, 2018; Nazareno, Segura y Vázquez, 2019).

Las investigaciones

Dando continuidad y ampliando las investigaciones sociales que desarrollamos desde 2010 (Di Leo y Camarotti, 2013; 2015), y en el marco de tres nuevos proyectos financiados[2], con nuestro equipo nos propusimos un nuevo estudio cuyo objetivo general es analizar las experiencias y vínculos de estudiantes, referentes y trabajadores en instituciones que propician el acceso y ejercicio de derechos en diversos contextos urbanos de Buenos Aires, Córdoba y Montevideo. En el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA)[3], desarrollamos una primera etapa del trabajo de campo durante 2017 y 2018 en organizaciones sociales y escuelas secundarias que trabajan con jóvenes en distintos barrios populares, cuyos principales resultados publicamos en un libro anterior (Di Leo y Arias, 2019).

En una segunda etapa, desarrollada durante 2019 y 2020 (ver detalles en el capítulo 5), decidimos ampliar nuestra perspectiva analítica incluyendo a instituciones de educación superior no universitaria de gestión estatal. La elección de estas se debió a dos motivos principales. Por un lado, queríamos incorporar al análisis las experiencias y reflexiones de estudiantes y trabajadoras/es en instituciones que, desde el Estado, eduquen para el trabajo sobre los otros. En segundo lugar, desde 2016, funcionarias/os del gobierno de la alianza Cambiemos –a nivel nacional, en la CABA y la Provincia de Buenos Aires– generaron diversos ataques políticos y mediáticos hacia las/os docentes, sus organizaciones sindicales y los profesorados estatales, profundizando el desfinanciamiento y la invisibilización de sus comunidades, tradiciones, identidades, trabajos y proyectos[4]. Por ello, consideramos importante aportar desde nuestro trabajo a la visibilización y la defensa de estos institutos.

En esta etapa buscamos responder, entre otras, a las siguientes preguntas-problemas: ¿cuáles son las principales situaciones conflictivas identificadas por estudiantes y trabajadores en dichas instituciones? ¿Qué soportes y pruebas se presentan en las experiencias institucionales de estas personas? ¿Alrededor de qué hitos y núcleos simbólicos se construyen y articulan sus identidades y alteridades personales e institucionales? ¿Qué significaciones, prácticas y reflexiones se construyen en dichas instituciones en torno a los otros (tanto las/os estudiantes como los sujetos con los que estas/os trabajarán), el territorio, lo pedagógico, las (in)justicias, las desigualdades, los derechos y lo público? Paralelamente, durante 2019 también llevamos a cabo un trabajo de campo en el nivel secundario de una de las instituciones superiores de formación docente del proyecto antes referido. Allí indagamos en los itinerarios y experiencias institucionales de jóvenes de barrios populares en sus búsquedas y demandas de reconocimiento y cuidado.

En articulación con el estudio anterior, desarrollamos el proyecto “Instituciones, experiencias juveniles y reconocimiento en jóvenes de barrios populares”[5], en el que nos propusimos analizar las experiencias sociales que propiciaron el acceso a derechos y reconocimiento de jóvenes en el marco de relaciones con instituciones estatales y organizaciones sociales en barrios populares de la ciudad de Córdoba. Este estudio surge en el contexto del gobierno de la alianza Cambiemos (2015-2019), que contribuyó a un desdibujamiento del rol del Estado en cuanto a la procuración de políticas que favorezcan la integración social y el acceso a derechos para los grupos juveniles vulnerabilizados, aspectos que se conjugaron de manera potenciada en esta jurisdicción. Por ello, nos sentimos comprometidas/os a indagar en algunos barrios en los que ya teníamos inserción sobre tres dimensiones del vínculo entre jóvenes e instituciones: a) las relaciones de cuidado de las/os jóvenes con aquellas/os referentes que operan como otros significativos; b) las configuraciones institucionales en las que se insertan y se sienten protegidas/os; y c) los sentidos y prácticas sociales que se despliegan entre personas jóvenes y adultas para la procuración del reconocimiento como sujetos de derecho singulares.

El trabajo de campo presencial se inició entre 2018 y 2019 y continuó, de manera virtual –debido a la irrupción de la pandemia por el COVID-19 y de las medidas de cuidado sanitario y aislamiento preventivo decretadas por el gobierno nacional–, durante todo 2020. En ese nuevo contexto, nos interrogamos acerca de cuáles fueron los cambios sucedidos en las experiencias sociales cotidianas de jóvenes y cómo se modificaron los vínculos con instituciones y organizaciones con las cuales se relacionaban. Además, apenas retomados el contacto con las/os referentes de las instituciones, nos alertaron acerca de un conjunto de estrategias y alternativas que se iban dando en las prácticas institucionales para sostener los vínculos con las personas jóvenes, lo cual nos interpela sobre dos cuestiones. La primera se centra en el interés de conocer cómo se sostuvieron o no ciertas prácticas de cuidado y reconocimiento que se habían consolidado en el trabajo sobre los otros, por parte de las/os referentes adultas/os en algunos programas estatales y organizaciones sociales. La segunda, en torno de la emergencia del malestar emocional y el sufrimiento psicológico que se conjugaron en las/os operadoras/es, educadoras/es y referentes de jóvenes en estas circunstancias. Un gran desafío fue continuar el trabajo de campo en la pandemia a través de llamadas telefónicas, mensajes, redes sociales y entrevistas utilizando diferentes plataformas virtuales. Es importante destacar que las nuevas entrevistas fueron realizadas con las/os mismas/os informantes clave antes y durante la pandemia, por los vínculos de confianza ya establecidos y, también, para poder realizar un análisis comparativo que permitiera conocer las diferentes experiencias institucionales con jóvenes.

Durante estos años fortalecimos los intercambios, las formaciones, las lecturas compartidas, los diálogos –presenciales y virtuales– y los vínculos entre los equipos de Buenos Aires, Córdoba y Montevideo. En este marco, el grupo de investigación “Estudios sobre Juventudes”[6] de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República (Uruguay) se propuso realizar un estudio comparativo en torno a las principales dimensiones y preguntas-problemas abordadas en las investigaciones de Argentina. El proyecto, desarrollado en dicha ciudad uruguaya durante 2018 y 2019, se titula “Instituciones, derechos e individuación: un análisis de sus vinculaciones en las experiencias sociales de jóvenes de Montevideo”, y contó con el financiamiento de la Comisión Sectorial para la Investigación Científica (CSIC) de la Universidad de la República. Parte de los resultados de dicho estudio se publicaron en nuestro libro anterior (Vaccotti, Cuevasanta, Valverde y Borrallo, 2019) y sus nuevos hallazgos se plasman en el capítulo 1 de este volumen.

El libro

Cabe destacar que la producción de los diferentes capítulos tuvo como base un proceso de lecturas cruzadas entre los miembros de los distintos equipos que permitió encontrarnos en reuniones plenarias mensuales virtuales durante la primera parte de 2021. Es decir que, a pesar de las dificultades personales, familiares e institucionales generadas por la persistente pandemia del COVID-19, fuimos leyendo y comentando los capítulos de las/os demás investigadoras/es, aportando sugerencias de redacción, líneas de análisis, bibliografía y, sobre todo, calidez y estímulos para continuar con la tarea de la escritura en un marco de cuidado y apoyo mutuo que nos sostuviera en nuestra experiencia de trabajo colectivo, atravesada por la digitalización de la vida cotidiana.

Los cuatro capítulos que componen la primera parte de nuestro libro analizan los complejos vínculos entre los procesos de subjetivación e individuación de jóvenes de sectores populares con diversas organizaciones, programas e instituciones que propician el acceso y ejercicio de derechos en distintos escenarios urbanos. En el capítulo 1, Rodrigo Vaccotti estudia el proyecto Centro Juvenil, que se desarrolla en un barrio marginalizado de Montevideo desde 1992, en el marco de un programa gubernamental de intervención socioeducativa con adolescencias vulnerabilizadas. A partir de un abordaje etnográfico, el autor analiza las tensiones entre, por una parte, las prácticas institucionales y los discursos de referentes de dicho proyecto en torno a las personas jóvenes como sujetos de derechos y, por otra parte, las masculinidades y las violencias que atraviesan los procesos de subjetivación juveniles. A lo largo del texto despliega analíticamente una serie de novedosas categorías emergentes de los datos, dialogando con otros estudios sociales sobre juventudes de la región y herramientas de la teoría social y crítica contemporáneas. En su sección final, articula los principales hallazgos del trabajo y propone valiosas reflexiones –sin buscar generar respuestas o juicios definitivos– en torno a un interrogante fundamental para las intervenciones, las políticas públicas y las investigaciones sociales con jóvenes en la actualidad: ¿en qué medida este tipo de espacios habilitan la agencia, o, en su defecto, reproducen lógicas institucionales más del orden de lo normativo?

En el capítulo 2, Florencia Caparelli, Rafael Carreras, Mayra Gómez y Horacio Paulín analizan aspectos facilitadores y obstaculizadores del acceso al derecho a la salud, específicamente para jóvenes en situación de consumo problemático de sustancias en la ciudad de Córdoba. Adoptan una estrategia comparativa para analizar cuatro programas de abordaje del consumo de drogas, situados en contextos barriales que asisten a jóvenes de sectores populares entre 2019 y 2020. Desde una relectura del concepto de accesibilidad que recupera la dimensión intersubjetiva, en tanto proceso relacional en el que las personas jóvenes no son vistas solo como pacientes o usuarias pasivas de las políticas y programas de salud, se analizan los modos de operar con la problemática del consumo y las concepciones de los sujetos que acuden a estos programas. El análisis de las voces de diferentes operadoras/es comunitarias/os, militantes de organizaciones sociales, referentes religiosos, talleristas y profesionales de la psicología y el trabajo social sobre su trabajo sobre los otros permite reconstruir una heterogeneidad de posicionamientos que van desde el control al cuidado, en un contexto de readecuaciones y reinvenciones de las prácticas singulares y colectivas para promover el acceso al derecho a la salud, antes de la pandemia por el COVID-19 y durante el primer año de las medidas de ASPO y DISPO.

En el capítulo 3 se analizan las prácticas educativas en tres escuelas de la ciudad de Córdoba para comprender los vínculos entre instituciones educativas y jóvenes pertenecientes a barrios populares en contexto prepandémico y durante las disposiciones gubernamentales de ASPO, en la coyuntura de pandemia por el COVID-19. Guido García Bastán, Florencia D’Aloisio, Valentina Arce Castello, María Eugenia Pinto y Lucía Arias reconstruyen los escenarios de trabajo docente para asegurar de alguna manera el mandato gubernamental de la “continuidad pedagógica”. Analizan cómo se profundizaron las desigualdades ya existentes, no solo para las/os estudiantes, sino también en las condiciones laborales de las/os docentes y sus instituciones. En este capítulo sobresale el estudio de las afecciones y malestares emocionales que educadores y referentes institucionales expresan en su tarea de promover el acceso al derecho a la educación, el cuidado y la hospitalidad hacia las/os jóvenes en un contexto de crisis sanitaria profundamente disruptivo de sus prácticas institucionales y de las condiciones de vida. Estas experiencias y sentimientos implican una interpelación de las identidades laborales y reinvenciones colectivas de las prácticas educativas.

Pablo di Napoli y Silvia Tapia abordan en el capítulo 4 dos momentos bisagra en la experiencia escolar de las y los jóvenes que concurren a escuelas secundarias de barrios populares de la CABA: elegir y egresar de la escuela. Estos dos momentos generalmente han sido abordados desde una perspectiva externa en la investigación socioeducativa, analizando los modos de inserción de los estudiantes en el proceso de masificación de la escuela secundaria y las derivas que se configuran al egresar en torno a la expectativa social acerca de cuán preparados están para la vida las personas jóvenes escolarizadas. También han sido estudiados como típicos input y output del proceso educativo desde indagaciones cuantitativas que describen y comparan en diversos contextos y periodos históricos los flujos de inserción, permanencia, abandono y/o fracaso en las trayectorias educativas. Lo destacable del análisis de Pablo y Silvia es que se detienen en una mirada del punto de vista de las/os estudiantes sobre los momentos del ingreso y egreso. Desde sus experiencias emerge un abanico de vinculaciones afectivas, modos de organizarse, opciones territoriales e institucionales disponibles, mandatos familiares y de género, conflictos y disfrutes que expresan las tensiones entre los despliegues de las singularidades juveniles y las configuraciones familiares y escolares. El análisis muestra que, si no se da por supuesto y se interroga cómo, quiénes eligen y qué sucede en el egreso de la escuela –más allá de la titulación–, es posible comprender en profundidad cómo se habita y se transitan “las temporalidades escolares institucionalizadas”.

En la segunda parte del libro nos centramos en el análisis de las prácticas, experiencias y reflexividades de trabajadoras/es y estudiantes en diversas instituciones de educación superior no universitaria de gestión estatal del AMBA. En el capítulo 5 –que decidimos incorporar al finalizar la escritura de los demás–, Nicolás Richter y Noelia Sierra nos ayudan a reconstruir y narrar a lectoras/es no necesariamente especializadas/os en ciencias sociales los pasos que seguimos en nuestra investigación en dichas instituciones. Para ello, organizan su relato entre capas metodológicas interconectadas entre sí: en la primera se centran en la preparación, los resguardos éticos y el desarrollo del trabajo de campo; en la segunda caracterizan brevemente –respetando su confidencialidad y anonimato– a las instituciones y a las personas que participaron del estudio; en la tercera describen los instrumentos y procedimientos que utilizamos en las distintas etapas de sistematización y análisis de las entrevistas realizadas.

En el capítulo 6, Noelia Sierra y Norma Ibarra reflexionan sobre el encuentro de docentes y estudiantes en los profesorados interrogándose sobre la accesibilidad en ellos y su relación con la posibilidad de sostener y terminar las trayectorias de formación. Nuevamente la idea de un “buen lugar” aparece como un entramado especial que puede sostener prácticas de vinculación y ser soportes frente al problema extendido de la discontinuidad de los estudios. En el análisis de las dimensiones que se desarrollan en este capítulo se advierte que las/os agentes institucionales construyen, proyectan y habitan los lugares sobre la base de afectaciones personales y de un trato igualitario, pero respetando la asimetría de las funciones entre docentes y estudiantes, y también sobre la premisa de cuidar lo público como espacio común y de retroalimentación para el despliegue, a su vez, de búsquedas vocacionales y de aspiraciones sociales. Esto opera construyendo lugares hospitalarios aun en un contexto de marcada hostilidad.

En el capítulo 7, Nicolás Richter aborda las experiencias docentes y sus relaciones con las desigualdades. Toma relatos de docentes de los institutos incluidos en nuestro trabajo de campo, desplegando un análisis en el que encuentra que estas experiencias están atravesadas por un “magnetismo institucional de puertas adentro”, articulado con dimensiones de la experiencia que categoriza como movimientos de contra-desigualdad. El magnetismo se vincula con la posibilidad de pertenencia y goce en un escenario institucional y en un contexto en donde es posible protagonizar estrategias o acciones frente a las desigualdades que se presentan violentando derechos. Estas tensiones entre formadores de formadores los llevan a reflexionar sobre cuestiones como los niveles educativos, la adaptabilidad ante los problemas y los límites de las instituciones. Frente al diagnóstico “sombrío” de Dubet (2015), en el que las desigualdades se eligen –o se elige no reducirlas–, estas experiencias de docentes muestran que también existe la opción de oponer a diversos factores estructurales de desigualdad movimientos de contra-desigualdad. Simultáneamente, se dan la subjetivación en el trabajo y una autocrítica a las prácticas profesionales y sus efectos residuales sobre las trayectorias estudiantiles en educación superior.

El capítulo 8, de María Soledad Vázquez, también se centra en el análisis de las entrevistas a docentes de profesorados para desplegar las tensiones presentes en las demandas y en las estrategias en torno a lo pedagógico. A partir del estudio interpretativo e inductivo de los datos, la autora identifica una serie de matrices en las que se condensan dichas tensiones: la lecto-escritura académica, la educación formal/no formal, el encuadre temporal, la evaluación, las particularidades socio-biográficas y las herramientas socio-institucionales de acompañamiento pedagógico. En las reflexiones finales del trabajo, sintetiza y articula las principales tensiones identificadas y –sin buscar cerrarlas o evaluarlas desde posicionamientos teóricos y/o normativos– propone novedosas preguntas que aportan a la reflexividad –tanto para la gestión como para nuevas investigaciones– en torno a las vinculaciones entre prácticas pedagógico-éticas y condiciones de acceso-ejercicio de derechos en este tipo de instituciones educativas.

En el capítulo 9, Mariana González y Mariela Giacoponello vuelven a trabajar sobre la idea de reflexividad territorial –presentada en un capítulo de nuestro libro anterior (González y Giacoponello, 2019)–, en el que dan cuenta de tres dimensiones (contextual, institucional y subjetiva) en las que el territorio se expresa a través de las dinámicas y lógicas de las instituciones analizadas. Luego visibilizan las relaciones dialécticas entre dichas dimensiones, lo que contribuye a retroalimentar la impronta territorial de cada institución. Finalmente, recuperan los aportes previos y explicitan la territorialidad como un atributo central en las instituciones analizadas. El artículo es vasto en categorías analíticas que pueden tener valor metodológico para ser incorporadas en el análisis de otras experiencias y abren una perspectiva interesante sobre una dimensión no siempre presente en los estudios sobre instituciones educativas de los niveles secundario y superior.

En diálogo con los citados análisis de Martuccelli (2017a) y los capítulos anteriores de esta parte, en el capítulo 10 Pablo Di Leo y Ana Arias continúan y amplían su análisis de nuestro libro anterior (Arias y Di Leo, 2019), abordando las características y tensiones entre lo singular y lo común en estas instituciones educativas. Luego de reseñar algunas herramientas conceptuales que utilizan para el despliegue del problema, presentan los resultados de su análisis de los relatos, prácticas y reflexiones de las/os estudiantes y trabajadoras/es entrevistadas/os, en torno a tres categorías centrales articuladas entre sí en sus experiencias institucionales: las identidades y alteridades; las (in)justicias y sus sujetos; lo público, entre singularidades y autonomías. Finalmente, a modo de cierre y apertura de futuros interrogantes, sintetizan los principales hallazgos del capítulo alrededor de las principales gramáticas mediante las cuales las personas que habitan estas instituciones (re)construyen, sostienen y defienden cotidianamente sus identidades y prácticas personales y colectivas, en una permanente conexión y tensión entre singularidades y vida en común. En otras palabras, ensayan formas de “intervención pública con una sensibilidad que posibilita singularizar lo común”.


Por último, pero no por eso menos importante, queremos agradecer a todas las personas e instituciones sin las cuales hubiera sido imposible concretar este libro: a cada una/o de las/os integrantes de nuestros equipos de investigación –en Buenos Aires, Córdoba y Montevideo– por el tiempo, el compromiso, el trabajo creativo, los encuentros y las generosas lecturas y sugerencias –sostenidos aún en tiempos tan sombríos–; a las universidades y los organismos de ciencia y técnica públicos que albergan y financian nuestros proyectos y esta publicación; a Teseo, por editar y posibilitar el acceso abierto de este trabajo; y, especialmente, a cada una/o de las/os estudiantes, referentes, militantes y trabajadoras/es que nos abrieron generosamente las puertas a sus instituciones, organizaciones y a sus vidas, para compartir sus experiencias, reflexiones, inquietudes y proyectos, y que trabajan cotidianamente en estos espacios públicos para sostener, defender y ampliar las posibilidades de acceso y ejercicio de derechos. Muchas gracias a todas y todos. Esperamos que este libro colectivo les suministre herramientas que sean útiles para sus prácticas, reflexiones, luchas y proyectos.

 

Buenos Aires y Córdoba, agosto de 2021.

Bibliografía

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  1. Aquí y en todos los capítulos de este libro utilizamos diversas modalidades de lenguaje no sexista e inclusivo, conscientes de que los lenguajes con los que nos comunicamos, nos relacionamos y escribimos reflejan distintas formas de desigualdad, segregación y/o exclusión entre los géneros (RAADH, 2018).
  2. Proyectos de investigación: a) UBACyT 2018 Mod I 20020170100325BA. Director: Pablo Francisco Di Leo; codirectora: Ana Josefina Arias; financiado por la Universidad de Buenos Aires (UBA); b) PICT 2016-4433. Investigadores responsables: Pablo Francisco Di Leo, Ana Josefina Arias, Horacio Luis Paulín; financiado por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCyT). c) UBACyT 2018 Mod II 20020170200332BA. Director: Sebastián Ezequiel Sustas; financiado por la UBA. Integrantes: Valentina Arce Castello, Lucía Angélica Arias, Florencia Caparelli, Rafael Carreras, Florencia D’Aloisio, Pablo Nahuel di Napoli, Gustavo Galli, Guido García Bastán, Mariela Giacoponello, Mayra Ludmila Gómez, Mariana Alejandra González, Norma Beatriz Ibarra, María Eugenia Pinto, Nicolás Carlos Richter, Noelia Alejandra Sierra, Sebastián Ezequiel Sustas, Silvia Tapia, Rodrigo Vaccotti Martins, Soledad Vázquez y Alejandro Villa. Sede de los proyectos: Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, UBA.
  3. El AMBA está compuesto por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) y un sector suburbano conformado por 24 municipios (GBA, Argentina). El área en su conjunto presenta importantes desigualdades sociales y económicas expresadas en una creciente segregación y fragmentación urbana (Cravino, 2016).
  4. Para un análisis y síntesis de los principales fundamentos ideológicos, posiciones discursivas y políticas de formación docente del gobierno neoliberal de la alianza Cambiemos –2016 a 2019–, ver Feldfeber (2019).
  5. Proyecto de Investigación categoría CONSOLIDAR 2018-2021, subsidiado por la Secretaría de Ciencia y Técnica de la Universidad Nacional de Córdoba (SECyT, UNC) y radicado en la Facultad de Psicología, Instituto de Investigaciones Psicológicas (IIPSI) CONICET. Integrantes: Valentina Arce Castello, Lucía Arias, Florencia Caparelli, Rafael Carreras, Florencia D’Aloisio, Guido García Bastán, María Eugenia Pinto y Mayra Gómez. Director: Horacio Luis Paulín.
  6. Director: Rodrigo Vaccotti Martins. Integrantes: Victoria Valverde, Diego Cuevasanta, Cecilia Machado, Maira Borrallo, Federico Silva y Hernán Lahore.


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