¿Cómo se articula la trayectoria de vida / académica de quien investiga con su trabajo? ¿Qué lugar ocupa la amistad con lxs pares y otros tipos de afectos en el entramado de una tesis?
La investigación en Ciencias Sociales demanda un modo de trabajo común, cooperativo y artesanal. La amistad, los apoyos comunitarios, pero también las debilidades, la falta de certezas y los movimientos inesperados ayudan a tomar / modelar decisiones en el camino del/a investigador/a. Tramar la tesis. Trayectorias afectivas en investigación social es un libro sobre la posibilidad de transitar con lxs pares un oficio de diálogos, deseos, cuidados y resistencias.
Bajo este lema, no pretendemos ofrecer recetas metodológicas, sino sugerir algunas pistas empíricas para la producción de saberes con potencia crítica / política en el campo científico-académico. Este libro otorga ciertas licencias, espacios y fugas para problematizar el dogma academicista, el neoliberalismo como ética de vida y el habitus heteronormativo / colonial que aún dominan la construcción de conocimiento. Hacer lugar a otras maneras de hacer en el ámbito científico académico, formas que involucran cuerpos y comunidad. Que ciertas huellas vivenciales, inmanentes y micropolíticas sugieran herramientas que posibiliten procesos más amplios de reflexividad artesanal en la investigación social.
Las pistas o huellas a las que referimos se sostienen en trayectorias de vida / académicas que hacen de los encuentros entre las personas un insumo central del trabajo de investigación y buscan evidenciar la globalidad del proceso de elaboración de una tesis, un proceso que incluye el solapamiento de las trayectorias biográficas / colectivas / afectivas con los temas individuales de pesquisa. En este sentido, pensamos que es un texto útil para tesistas de grado o postgrado, becarixs, investigadorxs noveles, docentes a cargo de talleres de metodología y ¿por qué no? investigadorxs ya consolidadxs que –a veces– se pierden en el posible camino de la investigación deseante.
Nos hemos basado en la propia experiencia y singularidad, recurriendo a nuestras memorias e impresiones, las de un grupo de amigxs y compañerxs ex doctorandxs de la Sala 2 del INCIHUSA, CCT CONICET Mendoza que se conocieron fortuitamente entre los años 2009 y 2014, momento de expansión del sistema científico argentino. La Sala 2 funciona como metáfora de un encuentro más amplio. El vínculo que se trama continúa en sus pasillos, en sus jardines, en la cocina, en el jardín maternal, en las calles, en bares, en nuestras casas, entre nosotrxs y con otrxs personas, y recupera los momentos biográficos previos al calor de ese encuentro.
Todxs lxs autores pertenecemos a la gran área de “Humanidades y Ciencias Sociales”, provenientes de carreras como Sociología, Ciencia Política, Geografía y Administración, lo que facilitó el abordaje transdisciplinar de nuestros objetos y temas de estudio como tesistas doctorales. De esto mismo, y de lo dicho anteriormente, da cuenta cada uno de los capítulos, en donde podrán encontrarse referencias precisas de situaciones que nos tocó vivir juntxs, momentos significativos para el desarrollo de nuestro trabajo y tesis doctoral.
En el capítulo 1, “De la gestión a la sociología de la gestión. Cinéticas y dinámicas del encuentro investigativo”, Fernando Francisco Mas comienza relatando, desde notas biográficas relacionadas con el mundo de la empresa y la administración, cómo se hizo una pregunta central que, años más tarde, resolvería en su tesis doctoral desde la sociología del management. Luego, señala una serie de relaciones dinámicas y compositivas del cuerpo / pensamiento en el trabajo de investigación social, que él mismo experimentó como becario, para advertirnos de ciertos peligros que pueden hacerse presentes. Finalmente, el autor establece conexiones entre esto y algunos de sus encuentros con lxs autorxs de este libro para dar cuenta de la importancia de trabajar en compañía de otrxs.
En el capítulo 2, “Un lindo laburo”, Natalia Rizzo señala que en un principio el universo de la investigación le resultaba inasible, pero poco a poco éste comenzó a transformarse en actividades concretas, en vínculos de trabajo y amistad, especialmente con otrxs autorxs de este libro. En este marco, se cuestiona la premisa dominante que supone a la investigación inmersa en un mundo de “diálogo” en el sentido platónico, y se propone poner en valor la potencia del dialogo que muestra carencias y debilidades. Al mismo tiempo, la autora señala cómo el ejercicio de la investigación parece borrar los límites entre el trabajo y la vida, invadiendo momentos tan íntimos como el de maternar. Allí Natalia exige y exhibe la necesidad de definir límites para preservarnos como mujeres íntegras, dentro o fuera del sistema.
En el capítulo 3, “El texto equivocado: acerca de las compañías en un trayecto de investigación”, teniendo al encierro pandémico como paisaje, Beatriz Soria busca mediante una urdimbre de preguntas abiertas, navegar sobre posibles articulaciones entre producción de saberes y afectos. El énfasis está puesto en problematizar las relaciones horizontales y colectivas, sus potencias, cercanías y disputas en un trayecto de investigación. El texto gira en torno al proceso de escritura como práctica académica y afectiva, que reflexiona sobre las compañías cuando desbordan el horizonte del espacio de trabajo y las normatividades del campo académico. Es una invitación, un permiso para explorar direcciones inexploradas pero comunes.
En el capítulo 4, “Entre la teoría, el campo y la amistad. Algunos sentipensares sobre los encuentros en la Sala 2”, Victoria Martínez Espínola va tras las huellas de lo que fue su proceso de investigación doctoral en una clave específica, la de cómo algunos momentos vividos en la Sala 2 ayudaron a navegar durante distintas etapas de la investigación, que versó sobre experiencias migratorias de mujeres bolivianas que residen en Mendoza, desde una perspectiva feminista y una metodología cualitativa. Si bien su formación de grado es en sociología, la temática abordada la acercó a problemáticas disciplinares de la antropología y en particular de la etnografía. También pretende dar cuenta de la importancia del sostén humano, emocional y colectivo que se tejió entre lxs becarixs de la oficina durante esos años.
En el capítulo 5, “Disposiciones en ebullición, habitus de condensación”, Anabella Abarzúa plantea que en “la academia” hay diversos espacios de socialización, como los lugares de circulación del propio ego o de la evaluación permanente, aunque también aquellos para el gozo creativo, la construcción de conocimiento y la libertad intelectual. Lugares más íntimos y lugares públicos. Espacios solitarios y espacios colectivos de trabajo. En este contexto, Anabella propone un ejercicio reflexivo desde la clave de los afectos que pasan de la euforia inicial, la alegría y el pesar del trance final de tesis. Para evitar la autocomplacencia, la autora toma como fuente un sugestivo material empírico: los mails y chats intercambiados con diversas personas, incluyendo a autorxs de este libro, desde su iniciación a la investigación hasta la entrega de su tesis doctoral.
En el capítulo 6, “Un arte del tráfico”, Emiliano Jacky Rosell nos habla desde una sociología como arte del tráfico. El autor propone comprender nuestras producciones intelectuales y afectivas desde una ontología relacional y anarquizante de lo social. ¿Cómo explicar nuestro oficio en ciencias sociales sin los modelos jerárquicos y patriarcales del deporte competitivo, la carrera o el proyecto? ¿Cómo investigar, cómo hacer una tesis, haciendo pie en lo relacional trans-inmanente que nos constituye? Emiliano arroja luz desde su propia experiencia –ficcionada, lúdica y poética– como becario doctoral de la Sala 2. Nos invita a pensar otras salidas, creaciones y reinvenciones para imaginar una sociología permeable a las problemáticas de los cuidados y del común.
En el capítulo 7, “Transterritorialidades y trabajo(s) de campo(s). Vaivenes identitarios entre Bruselas y Mendoza”, Robin Larsimont –el belga– se aventura en los senderos móviles e híbridos de la construcción identitaria a través de la trayectoria de su investigación y su inserción en el sistema científico argentino. Para guiar esta reflexión acerca de este melting pot identitario, considerará la praxis del llamado trabajo de campo como momento transversal del proceso de investigación que, en el marco de una epistemología ampliada, borrará las fronteras con el trabajo de oficina. Algunas conversaciones con compañerxs que integran este volumen señalan la posibilidad de resignificar el campo en la oficina.
En el capítulo 8, “Una forma de abrir(se) caminos”, Eric Moench describe un trayecto de vida que finalmente derivará en la defensa de su tesis doctoral, en el que se entraman una serie de cuestiones personales, familiares, institucionales y su traslado de Buenos Aires a Mendoza, incluyendo su arribo a la Sala 2. Se narran en primera persona los deseos por “huir” del mercado laboral y entrar a la vida académica para convertirse en becario de CONICET; las instancias que posibilitan escribir una tesis, así como el tiempo más adrenalínico de cierre y entrega de ésta. En un trayecto que no siempre está bajo control y en el que son determinantes las experiencias que se tejen en las relaciones y los encuentros con lxs otrxs.
Así como los caminos de la investigación son múltiples, el resultado del camino vivenciado nos ha dejado diferentes marcas que cada unx hemos querido aquí comunicar. Tal vez, la única conclusión general sea, a partir de esas marcas singulares y colectivas, poder reconocer la cercanía entre el sentir y el pensar, y la potencia de dialogar / investigar no solo en el marco de discípulo y maestro, sino en pie de amistad, de igualdad y de lucha con aquellxs otrxs pares tesistas y becarixs. Esta propuesta está abierta para quien pueda verse interpeladx en pos de apostar por una trayectoria investigativa en lo social que también se transita con otrxs, tal como intentamos hacerlo para nosotrxs mismxs.
Tramar la tesis: los afectos son la llave para destrabar ese camino de dudas.
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