En la historia del pensamiento occidental la problemática del mal ha desvelado a filósofos, teólogos y poetas. Pensadores antiguos, medievales, modernos y contemporáneos han arribado una y otra vez a la temática intentando rodearla, explicarla, justificarla y en algunos casos incluso neutralizarla.
La Biblia, como texto sagrado de la tradición judeocristiana, y sus diversas interpretaciones junto con la tradición del pensamiento filosófico occidental gestada en la Grecia antigua han marcado dos líneas que si bien en algunos casos avanzaron en modo paralelo e independiente en ciertos aspectos se han entrecruzado. Demarcar el terreno que permita separar la filosofía de la teología, en el caso específico del problema del mal, no ha sido tarea fácil. Volver a abordar la temática desde el punto de vista filosófico y recorrer las distintas interpretaciones y respuestas que se han arriesgado con el correr de los siglos ante el enigma del mal implica necesariamente considerar una vez más de qué modo estas dos líneas se articulan.
El mal como concepto moral es escurridizo, no es posible abarcarlo y comprender en forma unívoca y definitiva cuál es su naturaleza, de dónde surge, si puede ser combatido, neutralizado o más bien es necesario aceptarlo como una faceta intrínseca a la naturaleza humana. ¿Cuál es la ética y por consiguiente la moral más adecuada para lidiar con la presencia del mal en el mundo? ¿Qué tipo de subjetividad está implicada en dicha ética y moral? Ante las innumerables masacres, guerras, enfrentamientos y atropellos a los derechos humanos a nivel global se torna necesario volver a abordar los interrogantes y los dilemas que el mal ocasiona independientemente del modo en el que sea concebido.
Desde la antigüedad diversos pensadores han intentado responder estas preguntas y tomar posiciones diversas en torno a la problemática del mal y, por ende, sobre la constitución del sujeto moral. Así como sucede con el concepto de “mal”, las categorías “sujeto” y “moral” son también pasibles de ser interpretadas y definidas de múltiples modos. En este trabajo se analizará cómo la aproximación a la problemática del mal es subsidiaria de un modo de concebir la constitución del sujeto moral.
Abordar, comprender o justificar la existencia del mal sin caer en un peligroso relativismo ético o en un absolutismo metafísico es un desafío que pocos sistemas de pensamiento han podido superar con éxito. Todos los sistemas filosóficos de la historia del pensamiento occidental han tenido que lidiar con esta problemática arriesgando causas, explicaciones y fundamentos teístas, metafísicos, antropológicos o científicos. Ya sea concebido como entidad metafísica, como mera ausencia o deficiencia de bien, como característica intrínseca a la naturaleza humana o como un simple nombre relativo a una época y a una sociedad dada, el mal ha sido un concepto recurrente en filosofía y una problemática que una y otra vez se hace presente y necesaria.
Es innegable que los acontecimientos perpetrados por y contra el ser humano como especie que se desarrollaron durante el siglo XX y que se siguen dando en el XXI tornan evidente que la mera razón ha sido insuficiente para contener, controlar y explicar la presencia del mal en el modo de ser y estar en el mundo de los pueblos. La acción moral del ser humano ha excedido todo tipo de comprensión racional y la historia de la humanidad ha estado plagada desde sus inicios de masacres, genocidios, ecocidios, guerras y acciones que han sido catalogadas como malvadas. En los tiempos que corren es relevante y urgente volver a revisar como la problemática ha sido abordada en la historia de la filosofía para pensarla nuevamente desde una óptica actual.
A partir de las dos grandes guerras mundiales y de las distintas masacres y genocidios que se han ido sucediendo en los últimos cien años de historia, cualquier intento de conciliar el horror en el mundo con un plan benevolente divino se torna estéril. Las formas radicales del mal (retomando el término acuñado por Kant) escapan a cualquier teodicea. El mal como concepto puede ser aplicado a hechos concretos, a acciones humanas, pero se reduce a dichas acciones o hechos. El mal es un exceso, inabarcable, incomprensible y a la vez concreto e innegable.
Ya sin Teodicea y sin la razón como fundamento y guía moral de las acciones humanas, parecemos estar a la deriva en el plano ético. La conducta del ser humano ya no está regulada por mandatos divinos o religiosos ni tampoco por imperativos categóricos. El mal sin embargo sigue acechando y desvelando. Está presente en múltiples escenarios y contextos de la vida contemporánea globalizada. Se lo puede nombrar, es posible palparlo en cada crimen, en cada guerra, en cada usurpación de un pueblo por sobre otro.
Volver a pensar la constitución de un sujeto moral a partir de la derrota de la teodicea y de la razón moderna como fundamento último de acción es una necesidad urgente. Este trabajo se propone aportar un grano de arena más a la reflexión filosófica tomando como punto de inflexión el pensamiento nietzscheano a partir del cual es posible leer desde un contexto actual distintos aspectos de la filosofía de Levinas.
El presente trabajo pretende establecer un diálogo fértil y fecundo entre un autor creyente y de tradición judía como Levinas con un pensador ateo como Nietzsche. Más allá del papel que la divinidad pueda ocupar en ambas propuestas filosóficas, el lugar que el hombre ocupa como sujeto ético es un nexo que permite comprender y resignificar ciertas categorias de Levinas a la luz de algunos puntos nodales del pensamiento de Nietzsche.
La presencia de pensadores como Nietzsche ha sido una clara bisagra y ha marcado un antes y un después a la hora de encarar problemas morales desde el punto de vista filosófico. Nietzsche ha señalado explícitamente el abuso de las categorías morales perpetrado por la humanidad a lo largo de su historia. En nombre de la moral el hombre se propuso teñir con el epíteto de malo o malvado todo aquello que odia y desea extirpar. La genealogía de la moral es más que ilustrativa al llevar a cabo un rastreo de los usos sociales que han tenido los términos “malo” y “malvado”. Dicha genealogía pone en evidencia que toda pretensión de sustentar una moral universal sobre un fundamento o un origen único e inmutable es insostenible. Lo universal en sí oculta una totalización violenta de las particularidades. El pensamiento de Nietzsche es una semilla de la crítica a la totalidad totalizante que luego Levinas desarrolló en Totalidad e infinito.
El planteo del pensador alemán sirvió como disparador para nuevas ideas surgidas a la luz de sus concepciones acerca del bien, el mal y el hombre. En esta tesis se sostendrá que un pensamiento ateo como el de Nietzsche puede ser leído a la luz de la ética de Levinas quien, a pesar de ser creyente, hace foco en la responsabilidad indelegable del hombre ante su prójimo. No desplaza dicha responsabilidad ética hacia una divinidad externa o hacia un absoluto que todo lo abarca sino que su pensamiento de la diferencia está sustentado en el sujeto ético.
Levinas ha sabido resignificar y reformular no solamente las categorías de sujeto, ética y moral sino también las de prójimo, infinito y trascendencia. El pensamiento de Levinas es una propuesta metafísica luego de que el edificio de la metafísica, la moral y la subjetividad modernas fuera derribado a golpe de martillo, en primera instancia, por pensadores como Nietzsche. Levinas, aunque no de manera explícita, retoma algunas de las implacables críticas nietzscheanas a la modernidad y toma fuerza para desarrollar su embate contra la ontología moderna, la dialéctica hegeliana e incluso contra ciertas premisas de la fenomenología.
Desde el fin de la teodicea explicitado por Kant y posteriormente a partir de la “muerte de Dios” remarcada por Nietzsche diversos autores han encarado el desafío de poder legitimar una ética sin recurrir a una divinidad o a una fuerza trascendente como garantía. Ese “otro modo” en algunos casos se ha sostenido en la responsabilidad del hombre, en concebir la ética como un rasgo intrínseco e inseparable de la existencia humana. Dicha responsabilidad está dada por un modo relacionarse con el otro, es decir de convivir en sociedad. Sin embargo, esa preeminencia ética de la responsabilidad debe estar sustentada sobre pilares que puedan ser universalizables, sin ser principios o fundamentos totalitarios o totalizantes. En este punto considero ineludible la obra de Levinas para pensar la problemática del mal en un contexto contemporáneo. Sus fértiles reflexiones en torno a la relación del Mismo y el Otro con la presencia ineludible del Tercero, la idea de lo Infinito como irreductible a cualquier totalidad totalizante, la concepción del sujeto ético a partir de la substitución y la vulnerabilidad, la noción de proximidad como pasividad y apertura son categorías que van tejiendo un “otro modo” de concebir el sujeto moral.
A pesar de ser un autor profundamente creyente y de explicitar continuamente en su obra los puntos de intersección entre la filosofía y la teología, Levinas dialoga y reformula la tradición filosófica para volver a poner foco en el hombre y su existencia en el mundo. La responsabilidad indelegable es una característica ineludible del sujeto ético y previa a cualquier determinación ontológica. Por ende cada individuo es único en cuanto al lugar que ocupa en relación con el mundo y los otros seres humanos. Su rol primordial está signado por la ética antes de cualquier compromiso o determinación de su voluntad. Ser es “ser para el otro” y este concepto configura ya un “otro modo que ser”.
Levinas reformula incluso el modo de entender la trascendencia y por ende la metafísica. Es profundamente crítico con la tradición moderna y sobre todo con el modo tradicional de entender la ética y de concebir al sujeto. Siendo gran conocedor, intérprete y difusor de las ideas de Husserl y Heidegger, Levinas se distancia de la escuela fenomenológica y de la ontología que resulta de dichas ideas. Así como las ideas de Nietzsche implicaron un quiebre profundo en relación con su tradición, Levinas en pleno siglo veinte marcó una transformación en el modo de pensar y concebir la ética.
El presente trabajo se propone analizar la problemática del mal desde la ética desarrollada por Levinas para ofrecer estrategias que permitan pensar un sujeto ético posible en un contexto contemporáneo despojando la ética de toda ontología moderna o “filosofia de la presencia”. Uno de los objetivos es explicitar a partir de los nexos establecidos una ética sin teodicea que si bien es formulada por Levinas se puede ver enriquecida con ciertos conceptos nietzscheanos. Por eso elegí trabajar sobre la filosofía de Nietzsche para efectuar un contrapunto con Levinas que permita contraponer y a la vez retroalimentar las ideas de ambos pensadores en torno a la ética. De este modo me propongo esbozar una ética posible ya sin teodicea y por supuesto sin la “razón moderna” como guía irrefutable de la acción humana.
La mencionada relevancia y urgencia de la temática en el contexto filosófico contemporáneo se conjuga con la amplia y extensa tradición de pensadores que la han abordado. Antes de volver a pensar en el mal retomando las ideas de Levinas y de Nietzsche considero que es preciso dedicar al estado del arte de la cuestión una sección aparte y preliminar a las ulteriores tres secciones centrales del trabajo.
Por otra parte, a pesar de dedicar una sección independiente a la relevancia de la temática y al estado de la cuestión, ha sido necesario hacer un recorte en el amplio espectro de pensadores relevantes en la historia filosófica de la problemática del mal y el sujeto moral. En consecuencia, he decidido hacer la selección siguiendo los pasos de dos autores contemporáneos que expresamente han trabajado sobre la historia del pensamiento en torno al mal. Tanto R. Bernstein en El mal radical como R. Safransky en su ensayo El mal o el drama de la libertad proponen distintas retrospectivas filosóficas. En base a sus recorridos filosóficos decidí seleccionar algunas de los hitos a los que ambos se han referido de un modo u otro. Por eso el estado del arte incluye someras menciones a las ideas centrales sobre el mal en autores como Platón, Aristóteles, Agustín, Leibniz, Kant, Hegel, Schelling y Nietzsche. A su vez, con la intención de incluir una visión actual y un modo contemporáneo de abordar la problemática del mal, incluí finalmente una breve referencia al reciente opúsculo escrito por Paul Ricoeur titulado El mal (2006). Para el caso de Nietzsche es preciso aclarar que al ser uno de los autores centrales de este trabajo en la sección preliminar dedicada al estado del arte sólo mencionaré algunos aspectos nodales de su pensamiento que luego son desarrollados con mayor detalle en el cuerpo principal y en las conclusiones.
Desde un contexto contemporáneo Levinas intenta establecer una ética sin teodicea, sin prescindir de Dios pero sin perder el foco puesto en el hombre. Desde este punto de vista considero que las ideas de Levinas pueden ser trabajadas y leídas a la luz de la filosofía de Nietzsche. Las profundas diferencias entre ambos, sobre todo en cuanto al modo de concebir ideas tan conflictivas como las de “dios”, “metafísica” o “sujeto” no impiden sin embargo la posiblidad de efectuar un diálogo filosófico fértil. El punto de partida es compartido y tiene que ver con la profunda crítica a la metafísica y a la subjetividad moderna que ambos efectúan.
En la primera sección de la tesis describo las diversas críticas, rupturas y resignificaciones que tanto Nietzsche como Levinas efectúan en relación con la metafísica y el sujeto moderno. Por otro lado indico las características que es posible asignar al sujeto extra moral en Nietzsche y al sujeto ético en Levinas por fuera de cualquier ontología.
La ética signada por las características del don, el regalo, la gratuidad y el amor al lejano son algunos de los modos de Nietzsche para definir la moral del superhombre. Esta moral más allá del bien y del mal es una “extra moralidad” que se aleja de la “moral del rebaño”. Su genealogía no devela más que un abismo “an-árquico”. Levinas, por su parte insiste en el carácter “an-árquico” de la ética la cual también está despojada de toda teleología. En su crítica a la totalidad, Levinas concibe un infinito sin comienzo ni fin. El sujeto ético de Levinas, signado por la idea de lo infinito, no actúa en base a un precepto fundamental que lo determina, ni por un compromiso adquirido voluntariamente, tampoco se remite a un fin determinado que motoriza su obrar. El sujeto ético se constituye a partir de un no-origen, un no-lugar, un desplazamiento de su propia subjetividad. Dicho movimiento es posible a partir de entender la ética desde un ámbito alejado de toda ontología y de toda intencionalidad. En la donación despojada de toda retribución el sujeto ético de Levinas puede leerse en clave nietzscheana. La primera sección de la tesis está destinada en una primera instancia a introducir el modo en el cual ambos autores han entendido la problemática del mal moral y la han integrado en sus sistemas filosóficos. En una segunda instancia, en esta misma sección, propongo leer categorías levinasianas de “sujeto” y “metafísica” como herederas en muchos aspectos del pensamiento de Nietzsche. A su vez establezco el modo en el cual ciertas figuras recurrentes en ambos pensadores como las del “amigo”, el “prójimo”, el “otro” permiten clarificar su propuesta ética centrada en la responsabilidad indelegable.
La primera sección describe entonces los pilares sobre los cuales, luego de derribar la metafísica y los fundamentos del sujeto moral moderno, se sustenta la ética de la responsabilidad en Levinas y se da lugar a la bondad concebida de otro modo. El objetivo de Levinas es trascender cualquier tipo de determinación histórica o voluntarista del “bien” y es a partir de su ética y su modo de entender la metafisica que busca distanciarse de aquel “bien” y “mal” criticado por Nietzsche. En el apartado titulado “De las mil metas y de la única meta” Zaratustra explicita que las palabras bueno y malvado están dotadas de un gran poder clasificador y legitimador de los valores de un pueblo. Mientras un vecino siga sin comprender al otro y considerándolo malvado no va a ser posible conseguir esa única meta a la que se refiere el Zaratustra cuando –parafraseándolo- dice que mil metas (pueblos) hubo, pero falta la única meta. Y por ende falta la humanidad. Nietzsche indaga en este apartado a la etimología de la palabra hombre y lo define como: el que realiza valoraciones. De este modo marca la necesidad de un cambio radical en la base de los creadores de valores. Dicho cambio está signado por la ética de Zaratustra, que lejos de ser un mero aniquilador retoma figuras como el “amigo” o virtudes como la “donación” para explicitarlas. Figuras y virtudes que, a mi entender, permitieron concebir un posible nuevo sujeto moral como intentaremos demostrar en el presente trabajo. Nietzsche tampoco considera que la moral pueda ser fuente de conocimiento y se opone a la concepción platónica que asocia el bien con el saber. En el Zaratustra afirma: “Símbolos son todos los nombres del bien y del mal. Tonto es quien de ellos quiere sacar saber” (AHZ:124). Levinas también considera que lo que falta es esa única meta, la humanidad. Esa meta en el pensamiento de Levinas no tiene origen ni final, es más bien una condición previa a cualquier determinación ontológica. El humanismo que Levinas concibe es un modo de trascender la problemática del mal centrándose en el hombre como único responsable. Al no desplazar ni reemplazar la responsabilidad del sujeto ético en pos de una divinidad separada del mundo, el mal para Levinas es provocado por el hombre y sólo puede ser evitado por él. Describir el modo que Levinas tiene de concebir la subjetividad moral es uno de los objetivos de la segunda sección.
El sujeto ético en Levinas está signado por la idea de “substitución”. La segunda sección de este trabajo profundiza en la substitución como “otro modo que ser”. El uno-para-el-otro explícito en la substitución es el pilar fundamental de la propuesta ética levinasiana. En esta parte de la tesis el foco también está en comentar brevemente algunas críticas de Derrida a ciertas ideas desarrolladas sobre todo en Totalidad e infinito. Dichas críticas están centradas en torno a las ideas de Levinas acerca del lenguaje, la violencia y la ontología. La respuesta de Levinas surge a partir del desarrollo de su diferenciación entre lo dicho y el decir que marca su distanciamiento de la ontología y de la fenomenología. A su vez, en esta sección esbozo someramente el rol que Levinas otorga al pensamiento filosófico y la legitimidad que la filosofía posee para establecer un sistema ético y jurídico sustentable.
Luego de describir las características del sujeto moral que es posible concebir en la propuesta de Levinas, siguiendo su línea de argumentación explicito la relación genuina que Levinas concibe entre el Yo y el Otro a partir de la presencia del Tercero. Esta sección termina con un esbozo sobre las implicancias políticas que el pensamiento de Levinas posee en cuanto a poder establecer un estado regulado por una idea de justicia sustentada en la bondad. El traspaso desde la ética anterior a la ontología que se establece en la relación irreductible y asimétrica entre el Yo y el Otro hacia la esfera jurídica se da a partir de la presencia de la figura el Tercero. Entre el Yo y el Tú aparece Él dando lugar a un particular modo de concebir el “Nosotros”. La última parte de la segunda sección está orientada a describir el modo en el cual se relaciona la bondad del sujeto ético con la justicia. Continuando el contrapunto entre Nietzsche y Levinas, la problemática del mal en este caso se aborda a partir de la noción de justicia que surge de una mirada crítica sobre las ideas de “igualdad” y “universalidad”. Se explicita el modo en el que la epifanía del Otro en la figura del Rostro permite el advenimiento de la justicia sustentada en la diferencia. Al estar basada en lo irrecusable de la responsabilidad, la justicia posible en la relación entre el Yo y el Otro está signada por la bondad.
Habiéndose introducido la distinción entre el decir y lo dicho, la justicia es siempre considerada como una absorción del decir en lo dicho que nunca se agota y que está siempre en transformación y cambio. Categorías como “bueno”, “justo” y “derechos humanos” en Levinas son trabajadas a partir de la mirada crítica que Nietzsche ha desarrollado sobre este tipo de conceptos. La justicia crítica, sustentada en la bondad y en la diferencia, la justicia que respeta y preserva la relación con el Otro, es la que nace de una extra moralidad. La justicia impartida por los espíritus libres está regida por lo que Levinas llama “la idea de lo infinito”. El desarrollo de la idea de lo Infinito y del advenimiento de dicha idea en el Rostro del Otro hombre (trabajada profundamente por Levinas en Totalidad e infinito) a la luz del análisis presente en De otro modo que ser o mas allá de la esencia es articulada en la tercera parte del trabajo con el concepto nietzscheano del “eterno retorno”.
En esta última sección de la tesis, el diálogo con Nietzsche se acentúa con el objetivo de establecer una moral posible prescindiendo de todo “lógos” en sentido moderno. El presente trabajo se propone sobre todo en esta última parte profundizar en la filosofía afirmativa de Nietzsche y Levinas. La idea del “eterno retorno” es asociada con la recurrencia y el movimiento entre el decir y lo dicho que se da en el pensamiento de Levinas. De esta manera explicito cómo en ambos pensadores se da una fractura en relación con el pensamiento de tradición parmenídea y su modo de concebir el ser como unidad indestructible, hermética, inmóvil e inmutable para dar lugar a una apertura hacia el devenir que en términos nietzscheanos estaría dada por el “amor fati” y desde la óptica de Levinas se podría marcar a partir del carácter excedente que lo infinito tiene en relación a cualquier totalidad y la eterna remisión de lo dicho a un decir que nunca se agota pero que siempre se vuelve a absorber en lo dicho.
Para Nietzsche el origen de la moral es a su vez el origen del mal. La propia moral inventa y desarrolla tanto lo bueno como lo malvado. Desde este punto de vista su propuesta para trascender la problemática del mal se da a partir de una extra-moralidad cuyo “más allá” no implica un mundo alejado del devenir sino que está signado por el hombre y su inmanencia en el mundo de la vida. Esta extra moralidad sirve como una llave para que pensadores como Levinas puedan pensar un “otro modo que ser”, un sujeto ético signado por la responsabilidad anterior a toda ontología. En La genealogía de la Moral Nietzche afirma que la moral es el peligro de los peligros que hace girar la rueda del bien y del mal, es ambigua como un pharmakón: puede ser medicina o veneno a la vez. La moral es concebida como un malentendido. Esclarecerlo para Nietzsche significa precisamente poner el foco en el origen “humano demasiado humano” de lo bueno y lo malvado. Nietzsche en su fase afirmativa sostiene que la redención es posible. Es preciso: “¡Una mirada a un hombre que justifique al hombre, una mirada a un caso afortunado que complemente y redima al hombre, por razón del cual me sea lícito conservar la fe en el hombre!” (GM: 50). Esta fe en el hombre es una fe sin teodicea. Esta trabajo pretende desarrollar y profundizar la propuesta de Levinas considerándola un modo de detener el círculo vicioso de la rueda del bien y del mal.
La paradoja que Levinas explicita en torno al mal (cuanto más se lo interroga más se nos escapa) podría conducir a una aporía. Nietzsche afirma que la rueda del bien y del mal es movilizada a partir de la propia moral. En ese caso no habría modo de establecer una moral genuina que no implique una tamización de la diferencia, o sea, una totalidad con pretensiones totalizantes. Sin embargo, Levinas se cuida de no ubicar la esfera ética en el plano ontológico. Tampoco considera que la bondad sea algo asignable a un sujeto, sino que el mismo sujeto se constituye como ético a partir de la bondad. Retomando este matiz y esta inflexión que el pensamiento levinasiano marca en relación con la tradición que lo antecede, este trabajo sostiene que es posible neutralizar el círculo vicioso del mal a partir de la consolidación de una ética sin teodicea, expresada por el pensamiento de Levinas en torno al Otro. El eterno retorno de lo mismo, que bajo la lectura de P. Klossowski es un círculo vicioso, se convierte a partir de la ética de Levinas y de su distinción entre el decir y lo dicho en un círculo virtuoso porque permite que el obrar moral del ser humano opere por fuera de toda totalidad. Es una moral an-árquica y a la vez despojada de toda intención teleológica.
Este trabajo finaliza entonces explicitando de qué modo el “círculo vicioso del mal” que está condenado a repetir lo mismo que intenta combatir se puede transformar en un “círculo virtuoso” que permita trascender la moralidad desde el punto de vista tradicional para dar lugar a una extra moralidad que en términos nietzscheanos es posible consolidar en un nuevo sujeto ético. Este sujeto ya no se constituye como moral a partir de un fundamento único e inamovible. El fundamento, el origen, se rearma y resignifica en el mismo movimiento. El eterno retorno cobra el carácter que Deleuze resaltó al leer a Nietzsche, es un eterno retorno de lo diferente. El “amor fati” en Nietzsche es una exaltación del devenir por sobre cualquier intento de estabilizar la existencia en pos de una esencia inmutable.
A partir de la lectura del “eterno retorno” que establece Klossowski es posible también vislumbrar un punto en común entre Nietzsche y Levinas en torno a la no conservación de sí, la dislocación del Yo, la disolución de toda esencia inmutable como premisa para la constitución de un sujeto extra moral. Este sujeto está signado por un “más allá” que es inmanente y cuya trascendencia en el caso de Levinas está dada por la inmanencia de lo Infinito concebido como algo previo a toda ontología. A su vez dicha idea de la trascendencia es inmanente al mostrarse en la epifanía del rostro.