Sentidos y prácticas vecinales en torno a la problemática de las cloacas en un barrio de Córdoba
Eliana Abraham y Sebastián Gago
París arroja anualmente veinticinco millones al agua.
Y no hablamos de metáfora. ¿Cómo y de qué manera?: día y noche.
¿Con qué objeto?: sin ningún objeto.
¿Con qué idea?: sin pensarlo.
¿Para qué?: para nada.
¿Por medio de que órgano?: por medio de su intestino.
¿Cuál es su intestino?: la alcantarilla”.
(“Los Miserables”, Víctor Hugo)
Introducción
En este trabajo pretendemos analizar una problemática derivada de la progresiva urbanización en la ciudad de Córdoba: las deficiencias en el servicio de cloacas. La misma es acompañada por una antítesis: en primer lugar, la producción sistemática de imágenes y narrativas desde arriba (Córdoba patrimonial, Córdoba del desarrollo, Córdoba colonial). Estos relatos son construidos a través de operativos ideológicos que direccionan las sensibilidades hacia lógicas de consumo y disfrute estético. En segundo lugar, la ciudad desde abajo, tal como es vivenciada por los sujetos y grupos que la habitan.
Las ciudades contemporáneas conforman un lugar estratégico para comprender los procesos de estructuración social. Numerosos estudiosos, lejos de concebir a los espacios urbanos como unidades geográficas, los piensan en clave de espacialidades, constructos sociales de fuerzas (Lefebvre, 1974) o como “formas espaciales” (Castells, 1974) que refieren el lugar del poder y la dominación en el planeamiento de la ciudad. En el interior de los escenarios urbanos se materializan los trayectos imaginados por las tecnocracias gobernantes, se planean las formas de experimentar y vivenciar de los caminantes –a pie o motorizados–, y las aperturas posibles/imposibles para la acción colectiva como también el lugar de lo asintomático, juego de presencias/ausencias que se traman en el interior de los fenómenos de urbanización.
Las sociedades industriales en Occidente presentan, desde el último tercio del siglo XX, un tipo de desarrollo que Ulrich Beck (1999) denomina modernización reflexiva, donde el hombre empieza a darse cuenta de los riesgos y peligros de sus actitudes, dando cuenta de la imprevisibilidad de sus acciones. Según Beck, la modernidad reflexiva es algo “nuevo”, una destrucción creativa “donde un tipo de modernización destruye otro y le modifica” (Beck, 1997: 12).
Los procesos de “destrucción creativa” (Sánchez de Juan, 2000) son acompañados por momentos de reflexividad, reformulación y reconocimiento de los riesgos imprevisibles que asumen los procesos de estructuración social. Los “efectos colaterales”, una marca definitoria de la sociedad de riesgo, se incrementan en la medida en que “crece el déficit estructural de racionalidad” (Beck, 1999), resultante de la pérdida de una visión global de los problemas urbanos.
D’Amico (2007) indica, sin embargo, que la distribución e impacto de los riesgos adquiere un reverso clasista que se intensifica en los países latinoamericanos, caracterizados por un desarrollo capitalista neocolonial. Cuando el Gobierno municipal autoriza un emprendimiento inmobiliario en determinado territorio urbano, el beneficio es solo para una clase o fracción de clase social y se infringe daño a las mayorías –y las generaciones venideras–: el daño es incalculable y de compensación imposible. En ese escenario, todo queda subsumido al imperio de los efectos colaterales (Beck, 1999: 41-42) que emerge a partir del “operar inconexo de los diversos subsistemas de la sociedad moderna”: el planeamiento urbanístico, la colecta y tratamiento de efluentes cloacales, el sistema de tránsito vehicular, el servicio de recolección de residuos domiciliarios, las redes de servicios de electricidad, agua y gas, el transporte urbano de pasajeros, los dispositivos de seguridad ciudadana, son algunos de estos subsistemas. Las soluciones que se dan generan más y nuevos problemas, una mayor incertidumbre que revitaliza la movilización y los reclamos de la ciudadanía.
El desarrollismo inmobiliario, una de las patas del urbanismo estratégico (Boito y Espoz, 2014), impone nuevas tendencias socio-urbanas del habitar. Los desplazamientos forzados o por opción, según la pertenencia de clase social, de una parte de la población hacia la periferia, conllevan efectos sanitarios y ambientales. La incalculabilidad del riesgo, pues, se extiende por todos los dominios sociales, inclusive la gestión de la higiene urbana. En el espacio urbano de Córdoba de 2016, uno de los riesgos palmarios y cotidianos es el desborde del sistema de alcantarillado urbano. Siguiendo a Beck (1999), el “déficit de racionalidad” aumenta la incertidumbre y la conflictividad: en una ciudad con millones de litros diarios de aguas residuales que no son eficientemente canalizadas, depuradas y desalojadas, peligra la salubridad de la población. Siguiendo a D’Amico (2007), la gravedad del daño es inversamente proporcional a la posición de clase: quienes residen en barriadas periféricas sin red cloacal y con napas altas, se hunden literalmente. En el contexto latinoamericano, donde se acentúa esta relación compleja y variada entre el binomio riesgo-clase, las limitaciones en el alcance de las prácticas y maniobras de los actores para afrontar los riesgos implica analizar que:
Aquellas poblaciones más desfavorecidas económicamente se someten a los riesgos y se exponen de manera más directa a los peligros del sistema (contaminación ambiental, enfermedades derivadas de plantas nucleares o transformadores de energía eléctrica, por ejemplo). Esta misma lógica se reproduce en los países como el nuestro y además los riesgos construidos socialmente y los peligros se localizan y se distribuyen de acuerdo a la estructura de clases. (D’Amico, 2007: 9)
La premisa de nuestro análisis es rastrear el lugar que posee la conflictividad dentro de los espacios urbanos como momento donde se develan las condiciones socio-estructurales que gobiernan los trayectos e intercambios de la cotidianeidad urbana. Inscribimos la problemática de la insalubridad/salubridad en los escenarios urbanos como plataforma de conflicto, lugar de las sensibilidades y la configuración clasista que se otorga al alcance de las demandas de los actores inscriptos en la problemática.
Siguiendo a Jorge Salessi (1995), esta antítesis data en Argentina de fines del siglo XIX, cuando se produjo el saneamiento de las ciudades como forma de control social. En esos años, el higienismo había adquirido prestigio mundial. La mirada organicista proto-médica de Domingo Faustino Sarmiento proporcionó muchas de las metáforas y formas de representación de los higienistas y criminólogos para explicar el proceso de modernización económica, social y científica en Argentina. El modelo de análisis “salubre/insalubre” imaginó un nuevo enemigo invisible al cuerpo de la nación o el “cuerpo-país” al que se refirió el autor de Facundo: Civilización y barbarie (Salessi, ob. cit.). En un contexto de paso del romanticismo al positivismo y el auge de la cultura científica, construir una ciudad “salubre” era de primordial importancia para el Estado.
Scribano (2004: 55) define al conflicto como “el resultado de la diversidad de valoraciones que tienen dos o más agentes sobre un bien que evalúan como importante”. Nuestro propósito es precisamente identificar las valoraciones y el alcance de las acciones que entran en juego entre los vecinos/as de barrio Alberdi[1] en la configuración del conflicto por la problemática de las cloacas en la ciudad. Como hipótesis primigenia, argumentamos que el alcance de las acciones de los actores se ve determinado por una posición clasista no solo desde un punto de vista geo-referencial de las demandas sino en el alcance de los sujetos de disponer sus propios cuerpos en el espacio. Sin embargo, no podemos preguntarnos por las sociabilidades y las formas de conflicto que se instituyen en torno a la problemática sin considerar las particularidades que asume el sistema que las contempla. Entendemos que existe una asociación entre los problemas de desbordes de la red cloacal, por un lado, y la intensificación de los procesos de construcción en la ciudad y la especulación inmobiliaria en los territorios que son expresión de las políticas de urbanismo estratégico (Boito y Espoz, 2014).
Definimos nuestra estrategia expositiva-argumentativa. En primer lugar, proponemos un recorrido descriptivo de la problemática de las aguas residuales en la ciudad y cómo se configuran en sus trayectos/derivas/desbordes determinados puntos de conflictividad en el marco de crecientes procesos de “haussmanización”[2] en la ciudad de Córdoba. Para ello, tomamos como material y soporte empírico de nuestro trabajo noticias locales publicadas en distintos medios de prensa (impresos y digitales) que remitan a la problemática de las cloacas en la ciudad en los últimos años. Para profundizar en los sentidos que revisten las prácticas de los actores, realizamos entrevistas a un grupo de vecinos del espacio barrial que analizamos durante el mes de julio de 2016. En lo que constituye la emergencia de otras narrativas, reconocemos en un grupo de vecinos de barrio Alberdi y de alrededores el uso de recursos expresivos en sus prácticas de protesta en torno al eje insalubridad/salubridad de los espacios barriales, a los que pensamos como campos de relaciones y disputas sociales. La manera en que se construyen y proyectan imágenes de la ciudad se opone a las postales vivenciadas por los habitantes de barrios tradicionales que conviven con los desechos y la contaminación producida por su exposición a cielo abierto. Se trata de una dicotomía que, habiendo surgido como un dispositivo de regulación en la construcción del Estado-nación argentino en el siglo XIX, se convirtió en una demanda social contemporánea: de forma de control a un tipo de derecho.
Para analizar los momentos donde los procesos de urbanismo estratégico son tensionados y las narrativas dominantes en tanto “imágenes espectaculares” sucumben a las prácticas y vivencias, partimos de la siguiente premisa: la ciudad es un espacio donde se disponen/moldean las sensibilidades que la circulan/perciben. Breve historia del problema cloacal en la Córdoba “soho, turística y colonial”
Los operativos ideológicos que configuran el lugar de los cuerpos en el espacio, los recorridos y las formas de experiencia material de lo urbano también influyen en las definiciones sobre los deseos y maneras de pensar la ciudad. En el período abierto con el cambio de siglo, las acciones estatales y privadas materializadas en procesos de urbanismo estratégico han recartografiado y ocluido las conflictividades en beneficio de la construcción de una visión de ciudad “patrimonial” y del “desarrollo”, “bella”, “pulcra”. Al respecto, citamos a Rodolfo Kusch en su planteo de la antítesis hedor/pulcritud:
La categoría básica de nuestros buenos ciudadanos consiste en pensar que lo que no es ciudad, ni prócer, ni pulcritud no es más que un simple hedor susceptible de ser exterminado. Si el hedor de América es el niño lobo, el borracho de chicha, el indio rezador o el mendigo hediento, será cosa de internarlos, limpiar la calle e instalar baños públicos. La primera solución para los problemas de América apunta siempre a remediar la suciedad e implantar pulcritud. (Kusch, 1962: 3)
Esta narrativa urbana se encarna en las sensibilidades y en las políticas públicas que marcan el adentro/afuera que decide el lugar de lo visible/invisible en los espacios urbanos. Cobran centralidad las mediaciones tecnológicas que permiten reforzar las imágenes construidas de ciudad. Percibimos la construcción imaginaria de una Córdoba “desarrollista” en:
Las imágenes que se presentan en los sitios web y páginas institucionales de grupos inmobiliarios nos muestran una Córdoba desde arriba (…) aunque se hace explícito el deseo de armonizar con la traza urbana, solo se muestran algunas construcciones edilicias consideradas como íconos de la ciudad y que refuerzan los atributos identitarios de Córdoba: la catedral, el edificio inteligente, el Patio Olmos (…) le siguen imágenes de countries, barrios cerrados, villas residenciales y housing que se inscriben en una estrategia de venta que se regula por una idea romántica de ‘retorno a lo natural’. (Espoz, Michelazzo y Sorribas, 2010: 92)
Asimismo, la función de exhibición de una Córdoba “colonial”, como afirman las autoras, también se encuentra regulada por directrices que se alejan de las experiencias materiales de sus habitantes. La iconografía urbana que se proyecta –las calles “bohemias” de la zona del Paseo de las Artes de barrio Güemes, el universitario Parque de Las Tejas o las “aguas danzantes” del Buen Pastor– visibiliza el embellecimiento estratégico de la ciudad y de determinados espacios reconocidos como patrimonio. En estos lugares, los elementos históricos-culturales quedan subsumidos por una lógica del consumo turístico y el goce estético. No todas las clases sociales participan –ni pueden participar– de esa experiencia recreativa y de disfrute situadas en el centro y pericentro de la ciudad. Sin embargo, en este juego de visibilidades-invisibilidades también se identifican otras narrativas construidas “desde abajo”, desde/en la conflictividad y las prácticas que construyen los habitantes en el interior de los espacios urbanos.
En los últimos años, las citadas imágenes publicitarias de la ciudad de Córdoba son tensionadas por una problemática que afecta los intereses de quienes la planifican y alteran las sensibilidades de quienes la circulan y habitan. Las cloacas desbordadas constituyen un lugar referencial para identificar lo sintomático y conflictivo de las políticas de urbanismo, de aquello que se oculta bajo la construcción, circulación y consumo espectacular de imágenes y fantasías proyectadas.
Siguiendo a Harvey (2005), la urbanización se ha convertido en el principal motor de la reproducción del capitalismo en términos espaciales. Esta lógica que rige los mecanismos de reproducción económica se sostiene en una relación inversamente proporcional: la acumulación de las clases dominantes implica la desposesión de los recursos materiales, naturales y culturales de los sectores subalternos. La citada fórmula se transpola a los escenarios urbanos donde encuentra un lugar para reproducirse y resolver sus propias contradicciones, independientemente de que el malestar generado por los olores nauseabundos originados por la “acumulación del desarrollo”, se democratiza en términos clasistas en ciertas zonas urbanas. Los costes sociales y naturales de la construcción material y simbólica de una “Córdoba del desarrollo” se traducen en la vulneración del derecho a la vivienda y al acceso al agua potable de importantes sectores sociales, sin considerar los cambios en la estructura de sensibilidad de los grupos e individuos.
Los problemas en el sistema de colecta, transporte, procesamiento, depuración y desalojo de aguas residuales en Córdoba se remontan al año 1987 cuando se construyó la Estación Depuradora de Aguas Residuales (EDAR) ubicada en la zona de Chacra de la Merced, en el extremo oeste de la ciudad (La Voz del Interior, 27/06/2016)[3]. A partir de la combinación de distintos elementos químicos, físicos y biológicos, la ingeniería permitió el tratamiento de los líquidos cloacales (Reynolds, 2002) de una superficie considerable, pero no total, de la capital provincial. En este proceso se eliminan las materias en suspensión, las sustancias coloidales y las disueltas presentes en los líquidos cloacales para que sean retornadas al medio ambiente (ríos, arroyos, lagos) en estado puro sin afectar las condiciones ambientales de los entornos humanos y naturales (ibíd.). Sin embargo, desde el año 1998 las capacidades de procesamiento de EDAR fueron sobrepasadas debido al progresivo crecimiento poblacional de la ciudad y los desarrollos inmobiliarios a gran escala incompatibles con las infraestructuras de los territorios. Solo en la ciudad de Córdoba, “a partir de 2002 la superficie autorizada para la construcción de edificaciones nuevas presentó una tendencia creciente, alcanzando dos picos importantes en 2006 (1.004.832 m2) y 2011 (1.076.755 m2). En total, entre 2002 y 2011 se observa un crecimiento del 98% de la superficie construida” (Salguero Myers en Boito y Espoz, 2014: 117).
Asimismo, entre los años 2006 y 2011, se produjeron ampliaciones de la planta EDAR para superar las insuficiencias en el tratamiento de los líquidos residuales (Voz del Interior, 3/10/2012)[4]. Sin embargo, la duplicación de su capacidad no logró disminuir los altos niveles de contaminación del principal curso de agua citadino. El malestar de la población se plasmó en denuncias y reclamos para la realización de estudios[5] y peritajes a las instalaciones. Los análisis realizados por organismos e instituciones dan cuenta de que los niveles de presencia de bacterias coliformes fecales en las aguas del río Suquía están muy por encima de valores tolerables. Esa misma carga contaminante es la que se expande cotidianamente por las calles de la ciudad cuando se desborda una alcantarilla, o la que inunda los barrios periféricos cuando suben las napas o se hunden los pozos ciegos de las viviendas[6].
En esta Córdoba de cloacas reventadas por doquier, las zonas más contaminadas son aquellas colindantes al Suquía, que recibe de la planta los efluentes con deficiencias en su tratamiento, y asimismo, las aguas residuales que bajan por los desagües pluviales de los barrios aledaños al río –inclusive del centro– tras la rotura de una alcantarilla, y las del arroyo La Cañada, que evidencian por su color oscuro y su hedor el nivel de deterioro ambiental[7].
Estos recorridos que desembocan en el principal curso de agua citadino portan en sus trayectos desbordes materiales y sociales que evidencian y comunican la presencia de síntomas dentro de los procesos de estructuración social de la ciudad de Córdoba.
“Lo bello no huele”: las sensibilidades en juego en la Córdoba del Desarrollo
Cuando indicamos que la “ciudad es un espacio donde se disponen/moldean las sensibilidades que la circulan/perciben”, damos cuenta de lo siguiente: 1) las sensibilidades son construcciones que configuran experiencias de clase; 2) se convierten en locus estratégico de los operativos ideológicos en el espacio urbano; 3) las sensibilidades son condicionadas por políticas de urbanismo que se materializan en las relaciones sociales, y en las modalidades de interacción con uno/otros en la ciudad. Sin embargo:
No se trata tan solo de modelos urbanísticos –en tanto expresiones ideológicas de las actuales reconfiguraciones del capital– que afectan las posibilidades materiales de encuentro o desencuentro entre clases de sus habitantes, sino también de cambios en las lógicas de interacción que priorizan un tipo de experiencia sostenida en el consumo (para quienes tengan acceso) por un lado y en el detenimiento/ fijación por el otro”. (Boito y Seveso, 2014: 245)
Hemos adelantado que estas reconfiguraciones espaciales del capital son acompañadas por un paquete de imágenes y narrativas (Córdoba patrimonial, Córdoba del desarrollo, Córdoba turística, el eslogan de la gestión del intendente Ramón Javier Mestre “Córdoba te quiero”) que privilegian el lugar del consumo y lo “vistoso”/“espectacular” para el ojo urbano.
La primacía de lo visible en el campo de lo estético no puede, sin embargo, constituirse más que con un trasfondo de cocina. Lo que huele perturba la vista. Pero lo olido que se suprime del campo de lo visible y se consagra al registro de lo oculto, lejos de desaparecer, de borrarse pasa a inscribirse positivamente en una economía de lo visible. La represión supone un retorno de lo reprimido. (Laporte, 1998: 45)
Lo reprimido en las bellas planificaciones, paradójicamente, es aquello que revierte los órdenes de la moralidad urbana. La proposición de que “lo bello no huele” proferida por Kant (Laporte, 1998: 45) se convierte en un dictum para la tecnocracia urbana que intenta disciplinar las sensibilidades proponiendo un solo un tipo de experiencia que refiere al goce estético y al consumo. La belleza asociada a lo inodoro se aplica no solo a las cosas sino también a los cuerpos: el cuerpo de un pobre huele distinto que el de un rico, o más precisamente, huele. Sin embargo, cuando pensamos la problemática que nos encuentra, en las estructuras de experiencias contemporáneas de/en la ciudad de Córdoba, damos cuenta de un tipo de narrativas centradas en experiencias nauseabundas y desagradables. Estas son la contraparte del embellecimiento estratégico de la ciudad: la “mierda” como la otra cara de la moneda propiamente dicha (1998: 46), el reverso del dinero.
Reiteremos nuestra hipótesis central: las maneras de percibir y vivenciar la ciudad, dan lugar a prácticas y estrategias diferenciadas según la experiencia socio-espacial de clase frente a la problemática de la insalubridad/salubridad en los escenarios urbanos. Bajo esa clave indagamos los sentidos inscriptos en las prácticas de los vecinos “como un producto social, como un conjunto de relaciones sociales y no como un dato primario o una entidad metafísica determinada” (Melucci, 2002: 162). A partir de ese análisis, se infieren distintas modalidades de apropiaciones y percepciones que realizan los pobladores sobre su propio territorio barrial (Aimar y Peano, 2015).
Alberdi: una “imagen de ciudad” con “caca por todos lados”
En un sector de Alberdi, colindante con el barrio Quintas de Santa Ana, el centro de compras Nuevocentro Shopping y el Sheraton Córdoba Hotel, “todo es caro”: alquileres, impuestos, servicios, expensas, estacionamiento, etc. Desde comienzos de 2016, un grupo de vecinos, en su mayoría con varias décadas de residencia en la zona, se ha organizado y movilizado, en torno al Centro Vecinal del barrio, para reclamar a las autoridades municipales por una solución a los permanentes desbordes cloacales. Consideran los habitantes que “como Alberdi es tan grande”, han conformado su propia “vecindad como El Chavo”, en torno a las calles Paso de los Andes, Caseros, Paraguay y Duarte Quirós. Esta “vecindad” se manifiesta en el contenido de sus reclamos, que da cuenta de la visión de sociedad que defienden. Analizaremos los sentidos construidos en torno a la problemática de la inseguridad y el creciente desarrollo inmobiliario del sector.
El grupo de vecinos mantiene la postura de que el espacio barrial se ha transformado, proliferando los edificios residenciales de más de diez o más plantas. Los principales argumentos de sus reclamos se centran en el daño que el problema cloacal ocasiona en la propiedad inmueble (la vivienda) y la pérdida de ventas en las ganancias de los comercios de la zona: “La gente entra menos a comprar o a consumir” afirma Moisés, médico que reside y trabaja en el barrio. Los actores reafirman el contraste entre la situación de las cloacas y el imaginario de una “Córdoba bella y turística” que no es sino una representación actualizada de la “tríada higiene-orden-belleza” que Freud definió como la base de la “civilización” (Laporte, 1998: 59).
Esta cuadra que es muy transitada, por ser la bajada del shopping, aparte, más allá de eso, como imagen de la ciudad, sale la gente en el auto, del Sheraton, dan la vuelta así y tienen todo lleno de caca, por todos lados, no tienen por dónde cruzar, un desastre. (Sara, farmacéutica, 60 años)
Los habitantes del barrio se refieren con cuidado a la problemática de las cloacas en general. En ningún momento pronuncian palabras como “mierda”, “bosta” o “soretes”, y son cuidadosos al decir “materia fecal” o “caca”. El olor se convierte en lo innombrable (Laporte, 1998: 69) y la belleza desaparece en presencia del olor que no puede ser eliminado del espacio público.
Además del valor comercial e inmobiliario, “la cuestión de la salud” es otro argumento de los vecinos que refuerza la legitimidad del reclamo vecinal frente al Estado. En este punto, se identifican como “un grupo de desesperación”, reunido por la defensa de un derecho no satisfecho por gobernantes que son vistos como una amenaza (Beck, 1999: 41):
De alguna manera nos tenemos que defender de quienes nos tienen que proteger. Porque nosotros votamos las autoridades, pagamos los impuestos, para que nos defiendan. Y no nos defienden, al contrario, nos van a terminar enfermando a toda la población. (Raquel, 66 años, jubilada)
Para ganar organización y unificar energías sociales, los vecinos se mantienen comunicados a través de un grupo de WhatsApp. El dispositivo de mensajería funciona como una suerte de “ágora” en la era digital donde los vecinos construyen discursos, redes de solidaridad y orientaciones para sus acciones. Estas “dimensiones anteriormente invisibles” (Melucci, 2002) otorgan posibilidades para lo visible y las condiciones de aparición/emergencia de las prácticas de los sujetos. Entonces, las acciones comienzan “no necesariamente por organizaciones, sino por grupos, redes, cadenas informales de personas que tienen relaciones entre ellas, que no son individuos aislados pero que forman ya redes” (2002: 197). El “Grupo de Emergencias Vecinales” permite el nucleamiento de las demandas particulares de los sujetos para la construcción de un discurso totalizante además de la producción de lineamientos para lo público, lo visible que nace de estas tramas subyacentes de lo cotidiano. Observemos las redes que conforman las dimensiones invisibles para lo público:
- Utilizan un canal de reclamos a través de la aplicación WhatsApp, asociada a un número telefónico de una dependencia de la Municipalidad de Córdoba: se envía un mensaje con la dirección domiciliaria y la foto del “derrame cloacal”, pidiendo un camión municipal de limpieza y desagote.
- Si la Municipalidad no da respuesta concreta a un “problema grave” que haya sido notificado a las autoridades telefónicamente, se activa el “Grupo de Emergencias Vecinales”. El mismo está conformado por vecinos de la zona, que se ponen de acuerdo para reunirse en un punto en determinado horario, y “cortar la calle”. Según testimonios de los vecinos, el grupo actúa en coordinación con la Policía de la Comisaría Tercera que suele aportar un patrullero y efectivos para colaborar con la organización del corte de calle.
- Otro componente de esta gramática son los medios de comunicación masiva como recurso. Los vecinos consideran a “la prensa” como su “aliado”: “Nuestra arma es cortar las calles y llamar a la prensa”, principalmente las señales de televisión por aire Teleocho y El Doce.
- El capital social individual suele potenciar el accionar vecinal. Si algún miembro del grupo tiene contacto directo o indirecto –a través de familiares o amigos– con periodistas, aprovechan esa red de relaciones sociales para darle exposición mediática a la “emergencia” y lograr respuestas rápidas de la Municipalidad –que consiste en el envío de un camión de desagotes de la Dirección de Redes Sanitarias de la Municipalidad–.
- Un quinto componente del repertorio de acciones es el canal de contacto abierto con el Director de Redes Sanitarias de la Municipalidad, el Ingeniero Bardagi (sobre quien existen percepciones y valoraciones disímiles entre los entrevistados). Según los testimonios recogidos, los vecinos del sector, con una frecuencia aproximadamente mensual, visitan la oficina de Bardagi, y renuevan sus reclamos por problemas con la red de cloaca a la vez que inquieren por novedades y respuestas.
En el plano discursivo, observamos dos posicionamientos en torno a cómo los vecinos representan y significan sus acciones. Un primer posicionamiento se remite al cuidado de los desbordes/excesos de las acciones que puedan alterar el “orden público” o la convivencia inter-clases entre los habitantes de la zona.
Pero nosotros somos medio tiernos, que por ahí nos corremos un poco y dejamos pasar los autos. Como que hacemos lío pero de a ratos, porque a mí personalmente no me gusta hacer cortes. […] A ninguno nos gusta llegar a ese extremo, pero tener que convivir siete días con la cloaca adentro de tu casa… (Sara, farmacéutica, 60 años)
El gesto de considerar al corte de calles un “un extremo” indeseable, funciona como una llamada al orden del tipo “esto no es para nosotros” (Bourdieu, 1988), una llamada a la afirmación de una condición de clase. Otra postura, más activista, considera que los cortes de calle deben efectuarse en los horarios pico para “hacer sentir” el reclamo.
Pero si hay que cortar, desgraciadamente hay que molestar a la gente, porque no vas a cortar a las doce de la noche. Hay que cortar a las nueve de la mañana, cuando va todo el mundo a laburar, entonces que se arme un despelote grande. (Moisés, 65 años, médico)
La radicalidad de esta postura se atenúa por un consenso en torno a la observancia de la legalidad.
Moisés: -Lo que tendríamos que hacer la semana que viene, no sé cómo está penalizado cortar la calle, porque creo que hay penas.
Raquel: -Creo que hay que dejar pasar, no cortar….
Moisés: -Y bueno, cortemos la mitad, dejemos pasar cada cinco minutos, y vamos a empezar como hicimos en la Duarte Quirós los otros días.
Raquel: -¿Y adónde se puede averiguar eso de qué problemas nos trae si cortamos la calle?
Moisés: -Yo creo que la Municipalidad ha sacado una ley que penaliza al que corta, por la cuestión del tránsito.
Si entendemos la “soportabilidad social” (Scribano, 2007) como un tipo de práctica que se orienta a la evitación sistemática del conflicto social a partir de la aceptación y el acostumbramiento al malestar, encontramos un indicio de este mecanismo en el nombre (im)puesto por la Municipalidad –y naturalizado por los vecinos– a las medidas tomadas frente a la problemática cloacal: el “Plan de alivio de cloacas”. El mismo se basa en dos ejes: 1) El envío a esa zona del barrio de un camión municipal que limpiara la colectora permanentemente (adverbio de frecuencia de significado muy relativo, según los propios vecinos); 2) La instalación (futura) de ductos cloacales paralelos a la colectora principal, que funcionarían como “bypass” o paliativo a los derrames del sector.
La disparidad de posturas sobre el corte de calle como modalidad de protesta vecinal guarda correspondencia con las diferencias de percepción de los funcionarios públicos y de sus anuncios: “No, estos son unos sinvergüenzas, yo de colectora y todo eso no creo nada”, afirma tajante Moisés al manifestar pesimismo frente a la promesa del intendente de la ciudad y del director de Redes Sanitarias del municipio, Bardagi, de realizar el mentado “Plan de alivio de cloacas”. Otra es la mirada de Raquel, que mezcla ingenuidad y realismo. Confiesa que “el Ingeniero” Bardagi le ha inspirado confianza “porque siempre atiende a los vecinos amablemente” y porque ha firmado, ante representantes del Centro Vecinal, un documento comprometiéndose a resolver el problema cloacal (que parece no ser sino una fachada de legalidad montada por el funcionario como parte de un dispositivo de regulación de la bronca). Sin embargo, Raquel teme, al igual que sus vecinos, que Bardagi no podrá cumplir con lo prometido: “La Municipalidad no tiene plata”, explica. Asimismo, la jubilada considera al funcionario público un posible aliado frente al intendente capitalino:
Se lo dijimos a Bardagi: “Ingeniero, nuestra arma es cortar las calles y llamar a la prensa”. Y él dice: “Sí, pero es una contra que nos hacen a nosotros. A mí personalmente me hacen mal”. Y le digo: “No es que le haga mal, al contrario, porque en cuanto nosotros más insistamos sobre usted, usted va a tener más armas para presionar a las autoridades superiores, y llegar a hacer algo en este problema que nos va a enfermar a toda la población”. (Raquel, 66 años, jubilada)
Si bien no resolvería el problema de fondo, el “Plan de alivio” fue aceptado por los vecinos. Igualmente fue aceptada una medida de las autoridades que viola la normativa municipal: ante la falta de obras públicas que concreten una solución, la Dirección de Redes Sanitarias propuso la creación de “conexiones ilegales”. Así lo explica Moisés:
Esto es un bypass que en vez de entrar la cloaca y salir por dentro de casa [Nota de los autores: que equivaldría a que se reviente una cloaca dentro de un domicilio], directamente da la vuelta y vuelve a salir a la calle. Sale a la calle y se mete a la boca de tormenta. Y eso va a parar al río. (…) Las autorizan, debe ser para que no les hagan más juicios, pero… ¿Cómo podés autorizar que la cloaca tuya salga por un costadito? Es preferible, antes que se te inunde todo adentro, que salga a la calle y que se joda el vecino. (Moisés, 65 años, médico)
El denominado bypass que permite que las aguas residuales domésticas ingresen a los desagües pluviales que desembocan en el río en lugar de recorrer la red cloacal hacia plantas depuradoras, explica en buena medida la alta contaminación del Suquía. Su aceptación por los vecinos es resignación: se naturaliza la idea de que la Municipalidad no puede dar una solución de fondo a través de una obra pública adecuada. Los vecinos argumentan: “es un trabajo caro, no se ve y no atrae votos. Esa es la contestación que siempre nos han dado en la Municipalidad.”
Una “cloaca a cielo abierto” en plena Avenida Colón de la ciudad de Córdoba. Importante canal de circulación que conecta barrio Alberdi con el centro de la ciudad. Fuente: Facebook. 26/04/2016
El Estado, que aparenta reconocer al grupo de vecinos como un “otro” y a sus valoraciones como legítimas, viola su propia ley habilitando “alivios” cloacales y dando vía libre a grandes emprendimientos inmobiliarios en la zona (por ejemplo, el Complejo Residencial El Algarrobo, en calle Sol de Mayo), medidas que agravan el problema e implican la acumulación económica de los empresarios y el despojo del derecho a la ciudad al resto de la población. En este nuevo modelo social, la autoridad pública socava su autoridad y su propia calidad de agente del orden y gestor de los desperdicios urbanos.
Lo privado, cosa repugnante, donde cada uno hace sus pequeños negocios, frotándose las manos socarronamente, será, literalmente, el lugar de la acumulación primitiva; pequeño montoncito de mierda que hay que cuidar y mantener, incluso querer tiernamente, en oposición al Gran Estado-Colector, que se engulle el impuesto, el Estado-Cloaca máxima, que ordena toda esa mierda, la canaliza, la purifica, delega una corporación especial para recolectarla, sustrae a las mierdas los lugares donde se tratan los negocios y prevé muy severas multas para tasar a los propietarios que, transgrediendo la ley impuesta de discutir los negocios en el secreto del gabinete, dejaran entrever que ‘todo esto no huele muy bien’, lanzando, como se dice, su mierda por la ventana, a la vía pública. (Laporte, 1998: 55-56)
Estrategias vecinales de visibilidad para la escenificación de la “mierda”: el “Festival de la Caca”
El “Festival de la Caca”, organizado por vecinos de barrio Alberdi el 25 de abril de 2016, convocó a distintos espacios barriales de la ciudad que conviven con la problemática de los desbordes cloacales. Los actores se reunieron en la explanada del Palacio Municipal 6 de Julio exigiendo a las autoridades el cumplimiento de sus funciones. El Estado, en su carácter de “Cloaca Máxima” que “se instituye como ley de lo limpio por encima de sus vertederos” (Laporte, 1998: 59), fue interpelado por los habitantes de la ciudad. Este momento de irrupción de lo colectivo en la visibilización de la problemática promovió la escenificación de otras demandas: alumbrado público, pavimento en las calles, redes de gas natural y limpieza, y protestas contra los “tarifazos” en los servicios públicos. Una instancia de invención creativa, en la que distintos grupos de vecinos realizaron una representación de sus condiciones de existencia material, se constituyó en un potente canal de comunicación del conflicto. Transcribimos el mensaje promocional de la convocatoria de los vecinos a través de un grupo de la red social Facebook:
Córdoba se ha convertido en una cloaca a cielo abierto. Basta con dar un recorrido de unas cuadras en cualquier barrio para ver, sentir y oler los ríos de cloacas, los basurales y los desbordes de agua que nos rodean. La municipalidad brilla por su ausencia y los vecinos ya no damos más!! Por eso este lunes 25 de Abril convocamos a realizar “EL FESTIVAL DE LA CACA” en la puerta de la MUNICIPALIDAD para que el Intendente vea lo que es vivir todos los días frente a una CLOACA A CIELO ABIERTO! Iremos LOS VECINOS que decimos BASTA a este Modelo Mestre que nos hunde en la basura y reclamaremos soluciones concretas frente a esta y otras problemáticas del barrio. La salud de nuestras familias está en juego!!! Quién sabe la cantidad de enfermedades a la que estamos todos los días expuestos!!! Que el intendente haga algo urgente!!! (Mensaje del grupo de Facebook autodenominado “Vecinos barriales autoconvocados de la ciudad de Córdoba” publicado en la página de la misma red social que promocionó el “Festival de la Caca” del lunes 25 de abril de 2016).
La analogía que plantea a la ciudad como una “cloaca a cielo abierto” es recurrente en los mensajes que promocionaron el “Festival de la Caca”. Las plataformas sociales digitales se tornaron en un potente difusor de las acciones colectivas llevadas adelante por distintos grupos de vecinos de Alberdi y barrios aledaños.
El uso reiterativo de signos de exclamación y de expresiones en mayúsculas, denotan una relevancia fundamental del decir/actuar/sentir de los sujetos frente al conflicto urbano. Estas sensibilidades diarias conjugadas en la expresión “ya no damos más” son transpoladas a las autoridades como sujetos ajenos a las vivencias de los habitantes. La necesidad de generar visibilidad de la problemática en la consideración pública, va ligada a la demanda a las autoridades para que “se sientan como si”/ “parte de” la cotidianeidad de los vecinos, impregnada de afecciones y malestares por los desbordes cloacales.
Con el objetivo de que “el intendente vea lo que es vivir todos los días frente a una cloaca a cielo abierto”, se materializaron repertorios y estrategias de visibilidad “con base a ciertas formas y figuras con las que buscan simbolizar y representar algo más que sus demandas” (Scribano, 2009: 133). De esta manera, las formas creativas de revelar la problemática se traduce en el uso de recursos expresivos en las acciones colectivas. En la disputa de sentidos sobre la ciudad, lo visible adquiere un lugar central, es decir, la construcción de otras postales e imágenes de Córdoba donde la emergencia de la “mierda” sea vista/significada como parte integrante del espacio urbano cordobés. Recursos expresivos como “objetos textuales”, son materialidades que organizan y distribuyen el sentido de las acciones de los sujetos.
“Inodoro Gigante” en la explanada del Palacio Municipal de la ciudad de Córdoba, durante el “Festival de la Caca”. Fuente: La Radio de Totoral, 25/04/2016
Las composiciones creativas que acompañan el repertorio de acciones encuentran formas materiales para significar el problema, que da lugar a la emergencia una narrativa de/sobre la ciudad alternativa a la dominante. Un inodoro gigante simboliza el derrame de efluentes cloacales domiciliarios mientras que una galería colgante de fotografías que exhiben irónicamente las principales “fuentes” de la ciudad (tapas de alcantarillas reventadas de donde los desechos fluyen en grandes chorros), adornan la zona de ingreso al Palacio 6 de Julio. El devenir de la segunda urbe del país en un espacio en el que se convive cotidianamente con el volcamiento de líquidos sin tratar en calles y cursos de agua y con la exposición de los sujetos a la contaminación, nos invita a preguntarnos si no son los mismos sujetos los que se convierten en cuerpos desechados/cuerpos-desperdicio. De manera que “la interpelación de lo estético que se pone en estado público lo que se vive día a día; las sensibilidades que se materializan en esa forma expresiva hacen pensar en que huele, que mira, que toca, que se respira, que se filtra” (Scribano y Cabral, 2009: 142), qué significa que las personas vivan rodeadas de excrementos. Surgen los siguientes interrogantes: ¿cuáles son las energías sociales disponibles para la acción en condiciones de insalubridad diarias?, ¿qué márgenes de maniobra existen para los “cuerpos desechados de la ciudad” cuando imágenes centellantes son programadas y hechas carne y piedra en el espacio urbano?
Pensamos la problemática desde el lugar del conflicto: los actores implicados (habitantes del barrio y autoridades estatales) realizan construcciones diferenciales de valoraciones. Para los vecinos, la situación representa un “problema histórico” que compromete la calidad de vida y la forma de habitabilidad de los espacios. Para las autoridades municipales, en tanto “Cloaca Máxima”, “el derecho a no oler” se restringe a las clases más desfavorecidas. Si Laporte (1998) señala que entre dinero y “mierda” existe una equivalencia irreductible, podemos pensar a los escapes cloacales de la capital cordobesa como uno de los más visibles efectos concomitantes del desarrollo de la ciudad guiada por una lógica de embellecimiento estratégico en tanto proceso de acumulación acentuado en los últimos quince años (Salguero Myers, en Boito y Espoz, 2014).
Consideraciones finales
En estas páginas hemos intentado establecer vínculos entre la “problemática cloacal” y los progresivos procesos de urbanización en la ciudad de Córdoba. Nos hemos preguntado por la manera en que estos procesos son acompañados por la producción sistemática de imágenes y narrativas (Córdoba patrimonial, Córdoba del desarrollo, Córdoba colonial) desde arriba y través de operativos ideológicos que direccionan las sensibilidades hacia lógicas de consumo y disfrute estético. Sin embargo, a través de las experiencias registradas en un punto de la ciudad, barrio Alberdi, pudimos recoger imágenes que desdicen la proyección de las narrativas “desde arriba”. Estas imágenes y experiencias nos introdujeron a un mundo subterráneo donde se escurren y filtran los “líquidos” artilugios invisibilizados del desarrollo inmobiliario.
El conflicto social en torno a la problemática nos permitió identificar las distintas valoraciones de sentido de los habitantes del espacio barrial analizado. Asimismo, rastreamos las prácticas desarrolladas por los vecinos/as, sus búsquedas de soluciones y respuestas de las autoridades municipales y provinciales a través canales directos de interpelación (grupos de WhatsApp) además de ámbitos de copresencia (reuniones con el Secretario de Redes Sanitarias de la Municipalidad de Córdoba) para manifestar sus inquietudes y demandas. Sin embargo, cuando el termómetro social estalla, los vecinos se manifiestan en las calles donde encuentran momentos para la invención creativa en la construcción de estrategias de visibilidad de las demandas.
Cuando rastreamos la configuración de los conflictos, pudimos identificar las posiciones diversas de los actores que construyen sentidos en torno a un bien colectivo o “forma de estar con uno/juntos” en el espacio barrial, que definimos como condiciones saludables de existencia material para la construcción de relaciones sociales, económicas y laborales. La instrumentalización de las prácticas habilita que estas narrativas puedan colarse y tensionar la aparente funcionalidad de los procesos de urbanización y embellecimiento de la ciudad que responden a valoraciones de sentido impregnadas de intereses económicos. En torno al problema de las cloacas en la ciudad de Córdoba –ya sea en su falta o en su mal funcionamiento–, existe una relación intrínseca entre procesos de acumulación (y desposesión) y las consecuencias ambientales y sanitarias. En las prácticas inscriptas en el espacio público, la configuración de la problemática siempre supone una “apropiación diferenciada” del sentido en torno al objeto del conflicto. La “tenencia” de las capacidades de producción de imágenes de ciudad con sus formas de experimentarla es propia y funcional a los deseos de las autoridades municipales e inversores inmobiliarios que no reconocen “otras” valoraciones de sentido de la ciudad vista/vivida “desde abajo” y entre líquidos fecales. Siguiendo a D’Amico (1999), los riesgos generados por este desarrollo social se reparten inequitativamente entre las clases: los más afectados/desposeídos son los sectores sociales subalternos donde “la destrucción es soportada en los lugares periféricos donde el capitalismo extrae riqueza, disminuye los costos de producción y extrae energías corporales de millones de personas que lucha en el día a día para vivir y sobrevivir siendo el cuerpo el principal espacio de soportabilidad de lo social.” (1999: 7). Sin embargo, entendemos el fenómeno no “como algo que pueda ser estructurado solo y en tanto final de un proceso y con apariencia material”, sino como una “mediación” social que es producto de acciones que están siendo y haciéndose a través de recursos expresivos como “un producto en proceso y un proceso en producción.” (Scribano, 2007: 6)
Numerosas investigaciones que hemos revisado dan cuenta de la manera en que la ciudad es el lugar donde se desarrollan las disputas de valoraciones de sentido sobre distintos bienes colectivos (salud, educación, medio ambiente, alimentación etc.) y en donde se materializan las fuerzas y energías sociales en torno a la definición de lo social. Señala Boito que “lo que está en juego como botín de guerra sobre el tablero de la historia de cada día/ de todos los días / es la sensibilidad social” (2015: 302). Tal vez, poniendo atención en nuestras sensibilidades que recubren nuestras prácticas, podamos comprender las pugnas invisibles que integran las mediaciones y totalidades de las conflictividades que impregnan las tramas de lo cotidiano.
- Ubicado al oeste de Córdoba capital, Alberdi es considerado un barrio-pueblo por la ubicación estratégica en relación al área central de la ciudad. Según el censo del año 2010, el barrio posee una densidad poblacional de unos 30000 habitantes aproximadamente. Alberdi, conocido originalmente bajo el nombre de Pueblo de la Toma, fue habitado en épocas primigenias por pequeños pueblos independientes. Con la llegada de los nuevos pobladores españoles migrantes tras la fundación en 1573, comienzan etapas de desalojos forzados de la tierra y su posterior ocupación. A fines de siglo XIX avanza la urbanización y el crecimiento demográfico en la zona. Estos hechos son propiciados por la utilización del tranvía y la extensión del alumbrado público además de la llegada de inmigrantes europeos al barrio. La creación y concentración de diferentes instituciones en un mismo espacio dan lugar a la conformación y fisonomía particular de barrio Alberdi (Bravo Tedín, 1998).↵
- Georges Haussmann fue el pionero de la urbanización estratégica y de un modelo socio-espacial segregado por clases (Gajá Díaz, 2006: 12). Dirigente político francés de los tiempos de Napoleón III (1952-1870), promovió la renovación de París, proceso que implicó la reforma de las áreas centrales de dicha ciudad y la expulsión de las clases populares residentes en esas zonas –los pobres, incapaces de competir por un espacio revalorizado económicamente como consecuencia de la intervención del Estado, tuvieron que mudarse a la periferia parisina–. El proyecto de “saneamiento” socio-urbano de Haussmann, que implicaba la distinción entre zonas de ocio y de trabajo, fue acompañado de un discurso que exageraba la decadencia, sordidez e insalubridad de las partes más viejas de la ciudad, legitimando la separación clasista (Sánchez de Juan, 2000).↵
- Nota publicada en la edición de La Voz del Interior del 27 de junio de 2016. Disponible en: https://goo.gl/g5kA6t.↵
- Informe periodístico publicado en La Voz del Interior, el día 3 de octubre de 2012. Disponible en: https://goo.gl/z63ajN.↵
- En 2010, el Centro de Derechos Humanos y Ambiente (CEDHA) realizó una denuncia para solicitar a la Municipalidad de Córdoba el saneamiento del Río Suquía, contaminado por años de volcamientos de líquidos cloacales tratados de manera deficiente en la planta de Bajo Grande. Por su parte, el Centro de Tecnología de Química Industrial de la UNC reafirmó los resultados del CEDHA al detectar altos valores de bacterias coliformes y fecales que sobrepasaban la capacidad de los cursos de agua del Suquía además de la ausencia de cloro que permite la supervivencia de microorganismos patógenos permisivos para la vida acuática. Asimismo, también se detectaron fallas mecánicas en las instalaciones de la planta detectando su funcionamiento en el 40% de su capacidad (La Voz del Interior, 13/06/2016, disponible en: https://goo.gl/N3NwT6).↵
- Asimismo, el biólogo cordobés Joaquín Navarro en “Riesgos en la salud y el ambiente derivados del desborde de líquidos cloacales en las calles de la ciudad de Córdoba” (2006) especifica cómo las “aguas negras” son transmisoras de bacterias y virus peligrosos para la salud como “adenovirus”, “rotavirus”, “enterovirus”, “virus Norwalk” causantes de enfermedades intestinales, la poliomielitis y la hepatitis A entre otros. El científico sostiene que “la presencia y circulación de líquidos cloacales crudos (sin tratamiento) a cielo abierto, pueden traer consecuencias de diferente tipo y gravedad, tanto para las personas que residen en las inmediaciones como para transeúntes frecuentes u ocasionales” (La Voz del Interior, 17/03/2011, disponible en: https://goo.gl/WxbGRs).↵
- Informe presentado por el Centro de Derechos Humanos y Ambiente y del Centro de Tecnología de Química Industrial de la UNC (2012).↵