El carnaval como entorno
María Eugenia Boito y María Belén Espoz
Introducción
Desde hace un tiempo, venimos trabajando intensamente en el registro –a la vez que material, analítico– de las transformaciones materiales y simbólicas de la capital cordobesa, cuyo epicentro de ordenamiento –en el doble sentido de dar orden y ordenar[1]– responde a políticas globales de reestructuración de la vida urbana en el marco del capitalismo neocolonial.
Lo que en un primer momento identificábamos como un claro desarrollo estratégico de la ciudad de Córdoba en la materialidad reestructurada del orden de sus piedras, fue develando los rasgos de una clara política de los cuerpos: el desarrollismo urbano como política de Estado-Mercado señalaba las nuevas modalidades de ocupación del espacio según clases sociales de la ciudad así como también la configuración de particulares espacios de disfrute cada vez más propuestos como entornos de encierro. Urbanismo segregacionista y embellecimiento estratégico se articularon en la configuración de una forma de la urbe cordobesa, que comenzó con la implementación de un plan de vivienda social lanzado por el Gobierno provincial para las clases “más pobres” (Plan “Mi casa, mi vida” y la creación de “ciudades-barrios”) hasta la realización de megaproyectos inmobiliarios para las clases más altas en muchos de los territorios desocupados por las villas miseria (Milénica, Ciudad Gama, Ciudad Manantiales, entre otros) y la construcción espectacular de espacios destinados –al menos discursivamente– a toda la ciudadanía, como el Paseo del Buen Pastor, el Parque de Las Tejas, entre otros.
En este marco, encontramos dos nudos estructuradores que nos ayudan a pensar la experiencia urbana en la actualidad: la noción de entornos y la de circulación. El primero nos permite sostener la hipótesis de enclaves clasistas como configuraciones de paquetes de experiencia del vivir (dónde habitar, dónde comer, dónde disfrutar, dónde comprar, etc.) que van adquiriendo cerrados límites materiales en los que las posibilidades de encuentro o contacto entre las clases sociales es casi imposible y donde las TICs (con su diferenciales pantallas) cumplen una función clave de interacción. Ello porque, y teniendo en cuenta la noción de circulación, las diferenciales y desiguales velocidades de movimientos/desplazamientos en la urbe (que van desde una concepción clásica de los medios de transporte hasta los nuevos escenarios digitales de información pero también de interacción) implican dominios corporales y energéticos que cada vez se pegan más al cuerpo, como posibilidad de los andares. Formas de ser-estar entre otros /más que con otros/ que se tiñen día a día de una cromática clasista: la misma sigue extrayendo algún plusvalor de ese ser-estar, incluso en el espacio-tiempo de lo festivo. El consumo como mandato diario es el punto de articulación de posibles inter-acciones en escenarios urbanos como los descriptos.
Es por ello que nuestra reflexión se vuelve hacia la lógica del turismo, entendida como instanciación de la proximidad-extrañamiento regulada y concretada por y para el consumo (de experiencias): dicha lógica devela incluso en formas propuestas de actos festivos modalidades novedosas de crueldad de clase, que sigue materializando en los cuerpos de las clases subalternas un operador ideológico por excelencia de los caminos del progreso social (como el materializado en el slogan gubernamental “Córdoba no para”[2]). La afectividad de los espacios se va cargando día a día de esas cromáticas clasistas: en términos de los situacionistas, la creación de ambientes fantasiosamente unitarios pero traídos como paquetes turísticos de una experiencia desde afuera –como es el caso del “cuartetódromo” que analizaremos– conforma una modalidad dominante de la relación Gobierno/Mercado en tanto formas de intervenir en escenarios socio-culturales específicos.
Para dar cuenta de dichas modalidades de regulación y control de la sensibilidad, en este trabajo nos referiremos a una forma específica de ambiente unitario: el carnaval. En este sentido, en un primer momento describiremos el encuadre de la experiencia en el marco de la reconfiguración de la ciudad de Córdoba de la última década. Luego, desarrollaremos teóricamente la noción de entorno y circulación como dos patrones que nos permiten volver inteligible la dimensión cultural como espacio clave de regulación del conflicto. Aquí el turismo aparece como lógica y como forma de comunicación que ordena a la cultura, es decir, domestica una práctica a veces ambivalente y conflictiva como lo es el carnaval. Es por ello que a seguir tomamos una expresión particular para analizar las implicancias de tal movimiento: el “carnaval cuartetero” organizado por el Gobierno de José Manuel de la Sota en el año 2013. Una experiencia que terminó siendo una especie de piloto (ya que no se realizó nuevamente) pero que evidenció un momento de reestructuración en las dinámicas de regulación del disfrute cordobés. Cerramos pensando hasta qué punto esa forma canibaliza expresiones populares como el carnaval y detiene/controla el movimiento de los cuerpos de los miembros de las clases más pobres en el espacio de la ciudad. En términos de Nietzsche, una forma particular de castigo a los pobres que aparece con aires de fiesta, en un ejercicio ideológico de regulación de lo sensible.
Un mapa de la cuestión: “Córdoba no para”
“Nada que decir, solo qué mostrar” W. Benjamin.
1
Mapa de la ciudad de Córdoba
Referencias: Rojo: ubicación de las ciudades-barrio. Azul: ubicación de urbanizaciones privadas (barrios cerrados tipo countries).
Fuente: propia.
2
“Revitalización de la Vera del Río Suquía”
Fuente: https://goo.gl/kjbtXc
3
Mapa de la ciudad de Córdoba.
A: ubicación del Estadio de Fútbol Mario Kempes.
Fuente: Google Maps.
En estos últimos 10 años, la Provincia de Córdoba mantuvo una línea política[3] de transformaciones constantes en los flujos de circulación (de mercancías, de personas) de la ciudad capital en confluencia con el municipio y el capital privado. Las mismas convergen en lo que venimos definiendo como creciente urbanismo estratégico que reconoce, al menos, cinco momentos que señalan la estratificación y ocupación clasista del espacio:
1) Cambios en materia de políticas de hábitat/vivienda de los Estados provincial y nacional, como lógica de fijación de los cuerpos y posibilidades de desplazamiento
El programa “Mi casa, mi vida”, implicó el traslado de numerosas familias que habitaban en villas miserias ubicadas (no solo) en la vera del río Suquía que atraviesa la ciudad y otras zonas céntricas, hacia complejos habitacionales que desde el Plan se denominaron Ciudades-Barrios en el transcurso del periodo que va del 2004 al 2009. Paralelamente, se reconfiguró la oferta de hábitat para las clases medias y medias altas: en relación con las primeras –y en una clara articulación Estado/Mercado– el gobierno provincial lanzó desde el 2005 el plan “De Inquilino a Propietario” y el “Hogar Clase Media”. Con respecto a las clases medias-altas de la ciudad cordobesa, la oferta en materia de vivienda ha variado significativamente según el barómetro de la seguridad como expresión de la calidad de vida: countries –tradicionales y en altura, barrios cerrados, villas residenciales, housing, e incluso ciudades cerradas se ofrecen como las formas de habitabilidad para estas clases, que requieren de diversas amenities para su desarrollo cotidiano. Aquí es significativo señalar que muchos de los ahora reconocidos como “megaproyectos urbanísticos”, encuentran su base material en los terrenos expropiados a las clases populares trasladadas por el citado Programa “Mi casa, mi vida”. La recuperación y revalorización de la vera del río Suquía es incluso hoy eslogan y propaganda de los gobiernos municipal y provincial de Córdoba. El programa PRO.CRE.AR (Programa de Crédito Argentino para la Vivienda Única Familiar) lanzado tras el Bicentenario de la Patria por el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner (junio de 2012), incluía diversas modalidades de financiación que van desde la refacción hasta la compra de terreno y construcción. Según se expresa en la plataforma de lanzamiento “La financiación la hará el Fondo de Garantía de Sustentabilidad de ANSES, y la operatoria el Banco Hipotecario. El Estado nacional aportará 1.700 hectáreas de terrenos fiscales en todo el país, para la construcción de viviendas”. Solo haremos un señalamiento al respecto que significó al menos en la ciudad cordobesa una nueva dinámica en torno a la compra de tierra, modificando el mercado del loteo al cabo de dos años: como afirmó Edgardo Calás a comienzos del 2013, los lotes serán en el 2014 “la vedette de las inversiones inmobiliarias”. La fijación residencial marca una tendencia cada vez más socio-segregada por clase de las posibilidades de desplazamientos que se funda en la posibilidad de “acceso a la tierra y la vivienda”.
2) Cambios en el centro y barrios tradicionales aledaños según la dinámica de turismo y consumo y la puesta en valor patrimonial (circulación para el disfrute)
Son dos las imágenes que condensan estas trasformaciones: la Córdoba patrimonial-turística; y la desarrollista. El embellecimiento estratégico coincide con los festejos del Bicentenario de la Patria (año 2010) en el que el consumo y el turismo se establecen como dos mercados potenciales de las tendencias de edificación orientadas al disfrute. En el 2008 se comienza a trabajar sobre el Plan Director: recuperación y revalorización de edificios históricos, iluminación de fachadas y videomaping que rememoran su historia, organización de corredores turísticos y gentrificación de viviendas de barrios tradicionales ahora recuperados (Alberdi, San Vicente, Güemes). Aquí el discurso sobre la sustentabilidad del espacio es fundamental para comprender el argumento (ideológico) de la intervención: el análisis del Suplemento Pensar Córdoba del diario La Voz del Interior permitió indagar en la construcción ideológica de la noción de sustentabilidad como suturadora de las separaciones clasistas que fragmentan el espacio urbano cordobés, de las desigualdades sociales en el acceso al espacio público y de las lógicas expropiatorias que operan en torno a la disposición de tierra pública al interior de las dinámicas urbanas. En el campo ideológico, el significante sustentabilidad clausura la conflictualidad que depara el mandato de embellecer y modernizar la ciudad a través de la espectacularización exacerbada de las ideas de futuro, de las nociones vinculadas a la calidad de vida y de las imágenes de fragmentos extranjeros de urbanizaciones posibles, deseables y, aparentemente, factibles, en particular en estos barrios-objeto de procesos de revalorización urbana (Almada, Pereira y Quevedo: 2016).
También se intervinieron espacios específicos cuyo valor social fue resignificado en relación con el consumo: el caso del Paseo del Buen Pastor (ex cárcel de mujeres), el Paseo de las Artes (antigua explanada de las carretas del Pueblo Nuevo), el Parque de Las Tejas (ex casa de gobierno), y Paseo Güemes (ex Cárcel de Encausados), y actualmente la discusión por el destino del ex Establecimiento Penitenciario nº 2 (la llamada Cárcel de San Martín), por ejemplo. En el mismo período, el catálogo de bienes muebles e inmuebles considerados patrimonios en la ciudad, pasó a ser de 2280 –ordenanza 12.201 del Concejo Deliberante– (en 2011 era de 1883), dando cuenta del lugar fundamental que va a ocupar la patrimonialización como política de Estado. Todas estas transformaciones señalan modificaciones en las escalas y modalidades de circulación para el disfrute reposicionando los espacios de la ciudad en torno a nuevas formas de valoración que van, desde lo culinario, pasan por histórico-cultural, hasta la revalorización edilicia.
3) Aceleración en las megaobras viales (nudos de circulación vial) en puntos estratégicos del ejido urbano y ampliación de carriles (problema de la velocidad)
Resultante de diversas articulaciones entre Estado Nacional, Provincial, Municipal y empresas privadas (particularmente en la ciudad cordobesa, los Grupos Eling, Edisur y Roggio). Las obras incluyen la construcción de nudos viales (como El Tropezón), tendido de caminos y asfalto en el marco de la expansión de la ocupación de terrenos hacia noroeste y suroeste de la ciudad (predominantemente zonas de barrios cerrados, como por ejemplo la ruta Intercountries; el puente Los Carolinos, etc.). Así también se comenzaron a implementar diversas obras de ampliación de calles y avenidas (Valparaíso, Rafael Núñez, Sabatini; Bulevar Los Granaderos) como parte de un proceso de descongestionar el tráfico en la ciudad. En este contexto aún hoy se discute la implementación de un carril exclusivo de transporte público en toda la capital. Estas intervenciones señalan al menos que la velocidad se convierte en un vector fundamental de la estructuración de desplazamientos en la vida urbana actual: en ciudades-medias como las nuestras, el proceso de acelerar las vías de circulación se realiza de manera progresiva y se ofrece como un factor interesante para reflexionar hasta qué punto las transformaciones urbanas se disponen en tensión con la ciudad que era y la que está siendo. Esto permite observar en los cambios, el lugar que la circulación ocupa como mandato de movimiento en las sociedades actuales, y donde la velocidad, reiteramos, es un vector fundamental para garantizar los espacios muertos (vinculados al traslado simplemente) de la ciudad que comienzan a conectar cada vez más ciertas zonas que son de detenimiento con aquellas otras que solo son de circulación.
4) Agudización del modelo extractivista como política de regulación energética
Sobre todo en las últimas dos décadas, este modelo de depredación de bienes comunes (que no se desarticula de las dinámicas productivas Norte-Sur Global, cuestión en la que no podríamos extendernos aquí) es resultante del proceso de reprimarización de la economía. Con la agudización de un modelo productivo orientado a la exportación agraria, particularmente en la Provincia de Córdoba sostenido en el monocultivo de la soja (y sus derivados) generalmente concentrados en capitales transnacionales, y cuyos procedimientos incluyen paquetes tecnológicos que afectan fuertemente los suelos y el ecosistema, las dinámicas campo-ciudad se encuentran fuertemente entrelazadas no solo en torno a lo que significa el boom inmobiliario de la ciudad, sino también a las consecuencias derivadas de tal explotación (como las inundaciones ocurridas en el verano del 2014/2015). Este patrón también implica reconocer una reconfiguración de las dinámicas de circulación de alimentos en la capital, ya que el modelo macroeconómico político basado en la soja ha implicado el condicionamiento de las posibilidades de accesibilidad y consumo de alimentos propios de la cultura alimentaria argentina, afectando especialmente a los sectores populares (Huergo, 2013). En tensión con ello, son cada vez más significativos los circuitos del comer diferenciales/desiguales vinculados a las capacidades de acceso: en el último decenio ha emergido un tipo de comer gourmet (que implicó el crecimiento en diferentes puntos de la ciudad –articulados con la lógica de revalorización de algunos barrios aledaños al centro– de circuitos de oferta de comida del mundo) que ha implicado numerosas transformaciones no solo en las prácticas y desplazamientos de los cuerpos sino también en la gramática y semántica de las diferentes dimensiones sociales, culturales y económicas que hacen a la alimentación en general. En la misma línea emerge una narrativa de ciudad como una proyección del espacio rural en el urbano donde ciertos discursos vinculados a un modelo agro-industrial “sustentable” comienzan a configurarse en una dominancia discursiva que estructura la argumentación de múltiples intervenciones en la ciudad. A partir del análisis semiótico a las notas del Suplemento Pensar Córdoba del diario La Voz del Interior se identificó esta construcción discursiva en torno a conceptos de sustentabilidad y ecología como estrategias suturadoras de conflictividad social de la ciudad cordobesa.
En función de lo señalado, es clara la relación con las limitaciones y potencialidades del desplazamiento de algunos cuerpos en la ciudad, no solo en su individualidad sino también en tanto poblaciones que han visto cómo este modelo ha afectado sus entornos vitales, así como también sus posibilidades de incorporar nutrientes: un comer que se transforma y disminuye en función de la mercantilización de los programas alimentarios vía incorporación de empresas de catering.
5) Diversificación de los dispositivos de seguridad como formas de regulación de la circulación
Sobre todo a partir del 2000 y en línea con las tratativas del gobierno de la Provincia de Córdoba con el Manhattan Institute como asesor en materia de seguridad, se sancionaron las Leyes de Seguridad Pública (9.235) y Seguridad Privada (9.236), así como también se modificó el Código de Faltas de nuestra ciudad. Tales marcos formales inauguraron, por lo menos, nuevas formas de policiamiento zonificado en la ciudad, también en términos de clases: se creó el Comando de Acción Preventiva (C.A.P.), la Policía Turística y la Policía Caminera. Podemos ver un crecimiento tanto del aparato público de seguridad como del privado, aunque los datos en relación a esta última son más difíciles de encontrar. Un indicador es que en los últimos cinco años en la Argentina hay mil empresas de seguridad privada, con alrededor de 220 mil efectivos (el 80% concentrado en Buenos Aires) en comparación con los 130 mil policías que se registraban para todo el país en el 2009. Este patrón regula fuertemente las condiciones de posibilidad de detenimiento, estableciendo mediante la configuración zonificada de la ciudad quiénes pueden circular, por qué espacios y según qué velocidad.
Estas referencias, de manera aproximativa, señalan mínimamente que el orden de las piedras en la ciudad cordobesa está siendo fuertemente intervenido y modificado según un implícito clasista, que se deja develar cuando se lo analiza por separado y se los pone en relación. De este modo, la estetización y espectacularización –como políticas de Estado– de algunos de los diseños pensados para el disfrute de todos recuerdan incluso aquellas monumentales exposiciones haussmanianas al respecto de las transformaciones parisinas. Según el slogan del Gobierno provincial “Córdoba no para” –de “crecer”, “desarrollarse”–, y desde el año 2000 a esta parte, las continuas intervenciones urbanísticas se orientan crecientemente a garantizar el orden de circulación (de cuerpos, de ideas, de mercancías en todos los casos) a gran velocidad, así como también puntos de detenimiento estratégico orientados al disfrute.
Las dinámicas de circulación en el centro de la ciudad se configuran en una particular modalidad de detenimiento espectacular: el núcleo de la reflexión para pensar no solo las formas de disfrute sino también las formas de participación en la ciudad que las distintas clases tienen (incluso, algunas de ellas encuentran su espacio de disfrute fuera de él, como veremos en el apartado 3). Para tal propósito, exponemos a continuación dos conceptos claves para pensar las dinámicas de interacción en dichos contextos socio-segregados, y lo que reconocemos como una tendencia continua hacia procesos de colonización constante de la vida cotidiana. La cultura –y el reconocimiento al menos discursivo de su carácter heterogéneo– se constituye en marco de interpretación posible para analizar los procedimientos ideológicos que regulan la sensibilidad social actual: es allí donde debemos indagar los plusvalores de los procesos socio-segregacionistas que suturan la conflictividad que los atraviesa, y que ofertan diversos paquetes de experiencia –¿gratuita?–[4] según gustos y posiciones en la estructura social.
Circulación y entorno en la(s) cultura(s): el turismo como forma de regulación de la sensibilidad social
A medida que avanzamos en nuestras investigaciones van emergiendo dos categorías centrales para pensar las reconfiguraciones témporo-espaciales en lo que reconocemos, siguiendo la perspectiva de Debord (1995 [1967]) como sociedades espectaculares: la “circulación” –como proliferación estratégica continua de mercancías– y los “entornos” –como encuadres materiales de formas de vida experienciables según clase social–.
La creciente mediatización y mercantilización de la experiencia conducen a un ordenamiento jerárquico de las formas de percibir y percibirnos, de sentir y sentirnos, que al menos requiere de un momento de detención reflexiva para establecer algunos encuadres interpretativos sobre ciertas formas contemporáneas de la acción; más aún en contextos donde la velocidad (Virilio, 2003) es un vector de las mismas. Circulación y entorno aparecen así como dos patrones en la conformación urbana de Córdoba que, articulados en las políticas de Estado actuales como venimos caracterizando, encuentra en la lógica del turismo una pauta de consumo y detenimiento. Esto se instituye en la estrategia (De Certeau, 1999) de regulación de la sensibilidad social tendiente a coagular toda conflictividad.
Como afirmara Debord (1995 [1967]), la sociedad del espectáculo es una forma particular que adquieren las sociedades cuando el capital llega a un punto tal de subordinación de la vida social que se vuelve imagen[5]. La experiencia cambia a partir de esta visión del mundo (ideológica) que se ha materializado incidiendo y potenciando procesos de separación (“el alfa y el omega del espectáculo es la separación”)[6]. No se trata simplemente de que habitamos “las sociedades de los medios”: el desarrollo y diversificación de los mismos es solo la más abrumadora manifestación superficial de un tipo de experiencia que se ha transformado y en la que estas tecnologías (de mediación y mediatización) se inscriben.
El botín de guerra –siguiendo los postulados situacionistas– se inscribe en la vida cotidiana cuyo escenario paradigmático es la ciudad en su complejidad, donde la cultura –como arte constante de la creatividad (en tanto construcción permanente de acontecimientos sobre lo sensible)– ocupa un lugar clave en tanto dispositivo de regulación de la sensibilidad social. La batalla contra la mercantilización y cosificación continua de la vida sensible de una ciudad, es la propuesta situacionista que busca reconectar espacio y emoción como dialéctica de la acción. Rodeados de la atmósfera haussmaniana y lecorbusiana parisina, estos pensadores buscaban modalidades que fracturaran la hegemonía del espacio a partir de la experimentación: la teoría de la deriva (detournament) y la construcción de situaciones, en este sentido, se presentan como posibilitadores de dichas experiencias disruptivas. ¿Cuáles son los efectos de medio geográfico en el actuar –consciente o no– sobre el comportamiento afectivo de los individuos? (Psicogeografía). La tríada medio/percepción-sensación/acción regulaba el contenido del espacio-tiempo de la experiencia que involucraba tanto a agentes individuales como colectivos y que pretendía, al menos, despertar de la ensoñación colectiva a un conjunto de pobladores colonizados por la mercancía (imagen) y a unas subjetividades (endo)colonizadas por la estructura libidinal del capital[7].
Saltemos unas décadas, y pensemos en la construcción de entornos, que generalmente ofrecen “protección” frente a una supuesta hostilidad del exterior que lo constituye: casas cada vez más encerradas en complejos pensados como ciudad; diversificadas formas de seguridad ciudadana vía TICs, zonas de la ciudad orientadas al disfrute cultural, gastronómico, entre otros. Estas formas del ser y estar en la ciudad cada vez más se ofertan por clase en diferentes formatos de vivencia/experiencia (para habitar, para comer, para festejar, para trabajar) tal como expresamos en el primer apartado, y donde el Estado ha cumplido un papel activo por participación y/u omisión en conjunción con el Mercado. Hemos analizado las implicancias de este tipo de construcción en otros trabajos[8], pero para los fines del presente, afirmamos que el entorno clasista (Boito, 2012) expresa la realización perversa de la propuesta situacionista de creación de situaciones: estas implicaban la creación/construcción de acontecimientos en primera persona, desde afuera y desde el más acá del espectáculo (las sensaciones, el cuerpo). Los entornos actuales remiten a la construcción de situaciones personalizadas donde el sujeto habita un mundo de ensueño construido por otros, pero sostenido en la fantasía de ser parte del espectáculo[9]. La yuxtaposición de estos entornos, y el establecimiento de su relación vía estrategia de circulación (de objetos, de ideas, de cuerpos) a distintas velocidades, van configurando un particular relieve psicogeográfico[10] de la ciudad de Córdoba en la actualidad que lleva la marca del consumo como estructurador y patrón de las interacciones.
En el apartado anterior describíamos la manera en que el urbanismo estratégico como ciencia de Estado hace de la segregación clasista del espacio una política cotidiana que al menos reconoce dos tendencias: a) la separación social de los hábitats posibles; b) la creación de espectáculos de consumo mediante el embellecimiento estratégico del espacio-tiempo del centro de la ciudad. En este sentido, el relieve que se viene configurando como posible experiencia que reúne a todos/as –como fantasía transclasista– se ubica en el centro en tanto escenario privilegiado, convergente, y establece al menos dos instancias que regulan la circulación de los cuerpos de manera productiva: el consumo y el turismo (y sus implícitos, la fuerza de trabajo que sostiene el mundo de los servicios). Ambos actos configuran un meta-relieve que encuentra en la esfera de la cultura un lugar estratégico de generación continua de plusvalor (mercantil e ideológico).
Esta hipótesis interpretativa de la(s) cultura(s) implica reconocerla(s) siempre como escenario de/en disputa sobre todo en lo que refiere a las lógicas de organizar (colonizar) la vida cotidiana. Se trata siempre de un espacio móvil, pero tendiente a saturar(se) en fragmentos de tiempo en torno a las condiciones objetivas del mundo que se experiencian/vivencian como dadas; es decir, como condiciones subjetivas que prefiguran el universo de actos y gestos posibles/deseables en una sociedad determinada. Entonces desde la perspectiva materialista aquí desarrollada, hablar de la(s) cultura(s), es reflexionar sobre las formas organizativas (imperativas) y estructuras estéticas (sentir, percibir, desear) como marcos de la acción.
La cultura siempre –y hoy con más ahínco que nunca[11]– funciona como el ideologema por excelencia de discursos políticos, mediáticos, pero también dóxicos: en tanto plataforma enunciativa aparece como aquello que permite/facilita hoy el acceso a una ciudadanía siempre postergada. La cultura opera como ese espacio-tiempo pendiente de los Estados Latinoamericanos al reconocimiento e inclusión de sus propias heterogeneidades: si al principio del siglo XX ese lugar lo ocupaba estratégicamente la educación –y su configuración sistémica–, hoy es la cultura la esfera que articula las tensiones y conflictos. El plus-valor de la misma se encuentra primordialmente en el reconocimiento cotidiano de que hay alguien que pueda hacerla-y-organizarla más allá de los grupos/colectivos o de las individualidades.
Estas fábricas sin humo que ya la Escuela de Frankfurt señalaba como agentes fundamentales en la metamorfosis del capital a escala global, se van conformando cada vez más en ofertas de paquetes de experiencias garantizados por una continua aplicación y exigibilidad de derechos positivos al que todo ciudadano puedo reclamar su acceso. La cultura en escenarios como los descriptos, también se vuelve mercancía: para poder lograr niveles de competitividad, esta debe adscribirse a las dinámicas espectaculares de las sociedades contemporáneas. Para las formas culturales actuales, toda experiencia –más si es de clase– es susceptible de convertirse –bajo el disfraz de espectáculo o de turismo– en mercancía, bajo el mandato de supuesto reconocimiento de un derecho postergado.
“Plusvalía ideológica” (Silva, 1984), mercancía y espectáculo: fe perceptual y expropiación de otras posibilidades a nivel de energías psíquicas y físicas que encuentra en la cultura un espacio de equivalencias universales -y universalizables- susceptibles de producir un valor que al menos requiere de ser indagado. Dice Ludovico Silva en el apartado “La Cuestión de la Cultura” del Anti-manual para uso de marxistas, marxólogos y marxianos ([1975], 2009):
(…) 2. Cada capitalista desea que los obreros compren su mercancía: tanto los productos de la «parte noble» de la cultura como el resto de los objetos culturales que componen a una sociedad basada en el valor de cambio, es decir, una sociedad donde todos los objetos son susceptibles de transformarse en mercancías. (…)
En definitiva, dentro del capitalismo, todos los objetos culturales —entre los cuales se encuentran las fuerzas de trabajo físico y espiritual— entran dentro de la órbita del capital. Se identifican cultura y capital.
3. Según Monsieur Le Capital, habría que «cultivar» (pero ideológicamente, claro está) al dueño de la fuerza de trabajo a fin de que, dotado ya de «cultura» (ideológica, claro está, porque puede haber cultura antiideológica, que es lo que algunos llaman «contracultura» y que debería llamarse propiamente «contraideología» o «contracultura ideológica») y perfeccionadas sus «aptitudes morales e intelectuales », se convierta en «un consumidor más avispado» o avisado, lo cual, traducido al siglo XX, significa un consumidor voraz y, por tanto, un hombre lleno de un sinfín de «necesidades» creadas en su psiquismo —zona preconsciente, sobre todo— gracias precisamente al «cultivo» capitalista, realizado hoy fundamentalmente por los medios de comunicación de masas, que son por ello en su totalidad medios ideológicos, difuminadores de cultura ideológica. Crear cultura en el dueño de la fuerza de trabajo (y conste que, por supuesto, el capitalista, sobre todo el empresario moderno con su salario, es también dueño de fuerza de trabajo) viene a ser lo mismo que sumergirlo en la alienación del consumo, es decir, la alienación de las necesidades. Como dice Marx: para que el obrero consuma de modo «racional» deberá —según el capital— dejar que su fuerza de trabajo (espiritual y física: plusvalía ideológica y plusvalía material) sea consumida de manera irracional por el capital. Porque, en definitiva, el capital es propietario de la fuerza de trabajo. (Silva, 2009: 163-164)
Entonces, debemos preguntarnos: ¿qué pasa cuando la cultura se vuelve un objeto más dentro de la cadena productiva y reproductiva del capital? ¿Cómo interpretar este paso de la cultura como un devenir vital a un derecho? ¿Y qué de ese derecho si hoy quienes se constituyen en garante y productor son el Estado (municipal, provincial, nacional) y el Mercado? ¿Qué implica para la configuración del lazo social esta diversificación cultural de contenidos de consumo –según clase– que adquieren la forma turística de presentación? De allí que consideremos la importancia de pensar la configuración de entornos protegidos (incluso, aquellos que se proponen como inter-clases) por y en la cultura como un lugar clave para la comprensión de las relaciones sociales contemporáneas. Describir y analizar hasta qué punto estos entornos son la garantía de la circulación continua de mercancías, en sus formas más tradicionales y novedosas y una manera sistemática de evitación del conflicto.
Si la cultura se ha vuelto mercancía, si su forma encuentra en las dinámicas del espectáculo una posible/deseable modalidad de hacer lazo en nuestras sociedades, las preguntas enunciadas se vuelven radicalmente pertinentes para comprender la regulación de la circulación y del disfrute de las clases subalternas en nuestra ciudad. Para dar cuenta de ello, tomaremos a continuación el caso de la creación por el Gobierno de la Provincia de Córdoba del producto cultural “Cuartetódromo: carnaval del cuarteto”: una especie de importación del carnaval bahiano (Brasil) pincelado con los colores de los estereotipos de la cultura popular local. El objetivo del mismo declarado por el entonces gobernador de la provincia, José M. De la Sota, fue: “atraer turistas de todo el país, para abrir la temporada de verano en la ciudad cordobesa”[12].
El carnaval propuesto como espacio unitario: o cómo regular el disfrute desde políticas de Estado
¿Justamente el carnaval? Esto que a simple vista parece ser una especie de reconocimiento a las culturas populares de nuestra provincia, leído a contrapelo de lo expuesto hasta aquí, revela algunas cuestiones que al menos no podemos dejar de señalar. La primera remite a esa particular forma de festividad que implicó e implica al carnaval como forma y contenido de la expresividad de las culturas de las clases subalternas, a lo largo de la historia. Brevemente señalamos algunas de estas cuestiones para los fines que nos convocan.
Es Mijaíl Bajtín uno de los primeros autores que señalan al carnaval y la cultura popular como loci a partir del cual interpretar las dinámicas de conflictividad social (y su dimensión expresiva) en el marco de las nacientes sociedades capitalistas. En La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento. El contexto de Francois Rabelais (1989), lo que el autor fundamentalmente señala es el “error” de haber interpretado históricamente al carnaval desde un punto vista filológico, como una especie de monumento que designa el conjunto de costumbres de unos grupos cuyas prácticas se alejan del ideal iluminista de una cultura oficial, y darle autonomía simplemente en la discusión “erudita/académica” en tanto reconocimiento de tradiciones vinculadas a géneros orales, centrales en la cultura popular en el proceso precedente a la conformación y estructuración capitalista de las sociedades. “Error” que implica el desconocimiento de ese conjunto, no solo de prácticas sino de experiencias/vivencias que a la vez van indicando, relacional y materialmente, los espacios siempre tensos y conflictivos entre esas dos instancias de producción y reproducción: la de los grupos/culturas oficiales (dominantes) y la de las clases subalternas. La idea de “tiempo-festivo” es el aglutinador de un conjunto de prácticas diversas que expresan un estado de libertad y realización de lo popular que, como demuestra el autor, van degenerándose con el capitalismo.
El carnaval, en este sentido, siempre fue una expresión cultural material de un espacio-tiempo donde la inversión social formaba parte, no de una simple parodia/comedia del orden establecido, sino que lo constituía como momento festivo, incluyendo hasta la destrucción del mismo[13]. Bajtín nos recuerda que las culturas populares fueron siempre un botín de guerra, que están ubicadas continuamente en el tablero de ajedrez de la historia y que, si no consideramos la cultura como un fenómeno vivo y ampliado (generativo), poco podremos decir acerca de la complejidad de la vida social en un tiempo determinado, configurando visiones sesgadas sobre los procesos de dominación social y cultural. Del carnaval como fiesta popular en la Edad Media y el Renacimiento a nuestros días, la variación ha sido constante y significativa: lo que no ha cambiado es justamente el carácter político-estético en torno al mismo.
En nuestro país, durante los últimos 100 años[14], el carnaval ha sido objeto de múltiples intervenciones: de su prohibición como fiesta pública, a su establecimiento en el calendario de los feriados (provinciales, nacionales) pasando por una serie interminable de normas de regulación y control de su realización[15], el ojo del Estado no lo ha abandonado nunca, tanto por considerar su carácter transgresor, como su lugar estratégico en la conformación de la experiencia de festividad en términos colectivos.
Pero es en esa propuesta de “carnaval cuartetero” –Córdoba, enero 2013–, que el carnaval se propone como política de Estado: es “la fiesta” que el gobierno de la Provincia de Córdoba diseña. Fiesta que se anuncia en los medios de comunicación cordobesa en junio del 2012[16], y se planifica en tanto primer “carnaval cuartetero” del país. En diciembre del mismo año ya se hace pública la página web oficial que caracteriza esta “fiesta de todos”:
El Carnaval Cuartetero es una fiesta popular que busca poner en valor un ritmo que es componente de la identidad cultural de los cordobeses: el Cuarteto, un género musical surgido en la década del ‘40 que deriva del pasodoble y la tarantela, herencia de la inmigración española e italiana.
El Carnaval Cuartetero toma como modelo el Carnaval de San Salvador de Bahía, Brasil, con sus Tríos Eléctricos adaptados a los grupos de cuarteto, a la idiosincrasia cordobesa y a nuestras costumbres, y se desarrollará los días 16, 17 y 18 el mes de enero de 2013 en tres noches sucesivas.
Córdoba aspira a convertir al Carnaval Cuartetero en la gran fiesta que permita el encuentro de las familias cordobesas, en un clima de alegría e integración, constituyendo un hecho inédito por sus características.
El Carnaval Cuartero, es un hecho cultural, no solo porque difunde un ritmo musical, profundamente arraigado en su acervo, sino porque inaugura un evento de inmejorable proyección turística para el futuro.
Este evento es organizado por el Gobierno de la Provincia de Córdoba, con la colaboración del Gobierno de San Salvador de Bahía (Brasil), la Municipalidad de la Ciudad de Córdoba y numerosas instituciones públicas y privadas de nuestro medio”[17] (Negritas del original) Consultada el 04/01/2013.
El gobierno programa, auspicia y realiza “esta fiesta de la familia” que durará tres días. El lugar dispuesto para ello es el estadio mundialista “Mario Alberto Kempes”[18] que se encuentra ubicado en las afueras de la urbe, razón por la cual el Gobierno también dispone –en diferentes puntos estratégicos de la ciudad– de transporte público para el traslado del público asistente. Participan del show 13 bandas, las más representativas del universo del cuarteto[19] y según fuentes oficiales, “los bailarines” rondaron las 240 mil personas[20]. En una imagen publicada en el Diario La Voz del Interior[21] puede visualizarse el diseño de la travesía por la que circularon tríos eléctricos y bailarines en el carnaval, aquello que desde el Gobierno –imitando la expresión brasileña del sambódromo– denominó cuartetódromo.
Esta especie de espacio unitario que se configura para la vivencia/experiencia del carnaval, se dispone también como entorno cerrado y protegido: esta es la propuesta de cómo vivir el carnaval por parte del gobierno provincial. Un recorrido preciso, cronometrado del movimiento de los cuerpos danzantes de los sectores populares que se ubican al costado de los tríos siguiendo sus bandas de cuarteto favoritas; tribunas de espectadores que siguen con la mirada ese pasar de los carros festivos junto a esos cuerpos que los acompañan –uno de esos palcos está destinado a miembros de los ministerios públicos–. Un circuito que se establece a partir de una decisión gubernamental y cuya dinámica de acción es pautado totalmente por él: es el Gobierno provincial quien fija cómo llegar, garantiza la accesibilidad vía transporte gratuito, organiza el sponsoreo –con empresas privadas y públicas[22]– de la experiencia festiva, regula la dinámica del circular dentro del cuartetódromo con la presencia policial; y por último refuerza la experiencia de espectador de las clases subalternas[23] con el diseño de las gradas como el afuera dentro del carnaval. El gesto de cierre del carnaval es claro: la gente le agradece el carnaval al entonces gobernador José Manuel de la Sota.
Panem et circenses… O la fagocitación del carnaval como expresión conflictiva
Pan y circo: la fórmula política y estética más repetida a lo largo de la historia de la humanidad. El hambre y el amor –como recuerda Freud– constituyen esas fuerzas que tensan y pujan por la conservación del individuo y la cultura y que operan, al menos desde el siglo I de la era cristiana como dispositivos de regulación de la sensibilidad tendientes a producir una coagulación/evitación sistemática de la conflictividad. Los emperadores lo sabían; los gobernantes actuales también lo saben. Es precisamente a finales del siglo I que el poeta Décimo Juvenal expresa:
Hace ya mucho tiempo de cuando no vendíamos nuestro voto a ningún hombre; (pero) hemos abandonado nuestros deberes; la gente que alguna vez llevó a cabo comando militar, alta oficina civil, legiones —todo—, ahora se limita a sí misma y ansiosamente espera por solo dos cosas: pan y circo (Décimo Juvenal).
Salvando las claras diferencias no solo históricas sino políticas y estéticas que nos separan de las ciudades y gobiernos romanos, la frase nos ayuda a comprender la continua presencia de dos procesos que en la actualidad han cobrado centralidad en las artes de gobierno desde la compleja experiencia contemporánea: las técnicas de segregación clasista y las tendencias de espectacularización de la cultura. “Pan y Circo” junto a “Carne y Piedra” (Sennett, 1997) parecieran ser esos binomios cuya explicación histórica asoma heurísticamente para devolvernos una clave de interpretación materialista de la historia, la cultura, la política. Binomios que han sido re-tematizados en la década del 60 y 70 del siglo que nos precede; hoy ya fagocitados por el común sentido que todo lo asocia al curso natural de la existencia.
Por un lado, el espacio-tiempo de la ciudad cordobesa aparece fragmentado por políticas de hábitat por clase que van obturando las trayectorias, generando claras distancias y formas de desencuentro en el espacio social. En la misma dirección, los Estados y el Mercado intervienen embelleciendo estratégicamente el ahora recuperado centro de la ciudad y lo disponen como espectáculo para ese nuevo ciudadano siempre bienvenido a las urbes contemporáneas: el turista-consumidor. Esta alienación incluso del propio poblador y su reconversión en turista de su ciudad, aparece como la condición de posibilidad de generar, también como política de Estado, esos entornos protegidos, espacios pretendidamente unitarios como ofertas de paquetes de experiencias al alcance de cualquiera: el Carnaval Cuartetero es un ejemplo de ello.
El carnaval como resultante de estas transformaciones al menos requiere una vez más formas incisivas de interrogación ya que no se trata simplemente de un objeto cultural en disputa, sino, por sobre todo, de la fagocitación de unas de las más significativas expresiones conflictivas a lo largo de la historia: el carnaval. Expresión que desmiente la religión del capital y su mandato de consumo (el carnaval implicó siempre alguna forma destrucción, incluso de la mercancía) pero que ahora parece ir colocando a las clases subalternas como seudo-bufones de una nueva seudo-corte de nobles que festejan “juntos” aunque separados.
Pero Pan y Circo también es una estructura narrativa canonizada que al menos merece atención ya que indica el lugar clave de un tipo de experiencia –siempre colectiva– que encontraba a gobernantes y gobernados en un mismo espacio/tiempo: en la época de la República romana, también el Pueblo le agradecía al Cesar por los juegos. Pero ¿qué cambió entonces, más acá de un reconocimiento pleno de que todos –y cada uno– podemos exigir unos derechos que nos lleven a la inclusión en ese ideologema (¿obsoleto?) del ciudadano? ¿Qué significa ello en un mundo donde debemos equiparnos a una mercancía para poder existir? El mundo mercantilizado configura una experiencia donde el goce (incluso el propuesto por este nuevo orden del capitalismo cultural) se ha diversificado en el todo y la nada: el único universal concreto es la mercancía, nos recuerda Žižek. La creación de seudo-espacios unitarios como el analizado, confirman la potencia (en tanto fuerza organizadora y reguladora de la posible/deseable constitución de lazos) de la cultura en tanto espacio agonístico entre un eros y un tanathos[24], cada vez más ideológicamente performados.
Decíamos, siguiendo a los situacionistas, que hay una conexión –cada vez más sublimada– entre espacio y emociones que amerita otro tipo de intervenciones: teniendo en cuenta las políticas segregacionistas descriptas y esta novedosa modalidad de venta de experiencias que es el Carnaval Cuartetero como política de Estado en materia de cultura, al menos debería llevar a preguntarnos: ¿qué hay en términos políticos y estéticos en que hoy se vendan paquetes de experiencia? ¿Qué se expropia y fagocita de los flujos de experiencia de los miembros de las clases subalternas y que se devuelve como forma particular de disfrute? Lo que podemos afirmar es que al vincular espacios y emociones como modalidad particular de la expresividad de una sensibilidad social tramada ideológicamente por las pautas del consumo y del turismo, aparecen, toman forma, modalidades más sutiles de crueldad -si se las compara con las producidas en el sangriento circo romano-. No se trata de formas de la crueldad menos significativas en vistas a la comprensión de las acciones colectivas /deseables-posibles/ en la actualidad: de la sangre real del circo romano a la transpiración de los bailarines en el cuartetódromo, en el centro de escena las clases subalternas como objeto de control y reproducción sistémica. No solo que estas clases siguen produciendo plusvalor –económico, ideológico–, sino que forman parte de un programa piloto[25] que implica reconocer novedosas modalidades políticas y estéticas tendientes a generar ataxia social por regulación del disfrute en entornos de encierro. Un gesto que, en el momento particular de reconfiguración urbana, alerta del complejo proceso de regulación de la sensibilidad en vistas a acondicionar cuerpos y emociones a espacios.
Nietzsche encontró en la risa cruel un mecanismo eficaz de la sublimación cultural (moral) que buscaba la resolución/anulación de los conflictos. El Carnaval Cuartetero como oferta gubernamental de cómo vivir cierta festividad, como acto que regula las formas siempre heterogéneas del disfrute de las clases subalternas, parece confirmar la hipótesis planteada del último texto de L. Wacquant (2010): hay que “castigar a los pobres”. Para que no aparezca como tal, en una vuelta y en una nueva figura de la Gran Circe de la Crueldad nietzscheana, de lo que se trata para que el trabajo de regulación sobre la sensibilidad siga siendo productivo, es que el castigo tenga aires de fiesta: incluso hacer-sentir-que-gozan al constituirlos en imagen que entra en la dinámica productiva del régimen espectacular.
La desigualdad estructural clasista sellada, los flujos de experiencia heterogénea coagulados por medio de la construcción de entornos que contienen mientras detienen (por ejemplo en la disposición del carnaval como imagen y de los miembros de las clases subalternas vueltos espectadores): pasivizados en el consumo de la experiencia carnavalesca, encerrados en un círculo de encierro que se suma a los ya establecidos por otras políticas estatales que los encuentran como destinatarios (el hábitat propuesto en las ciudades-barrio, el creciente policiamiento del que son objetos y los obliga a circular por algunas zonas de la ciudad, y les impide circular por otras). Los pobres le levantan el pulgar al Gobernador (otra torsión de la torsión que cambia la dirección de la inversión de las jerarquías sociales que señalaba Bajtín en el espacio/tiempo del carnaval): activo Haussmann cordobés creador de barrios-ciudades como manifestación de una fuerza expulsógena de las clases subalternas hacia los márgenes y que con este nuevo paquete de experiencia fija el dónde-cuándo-cómo y con quiénes se dispone este espectáculo y sus formas de disfrute. El argumento turístico termina por ser el ideologema que invisibiliza el gesto que suprime la conflictividad inscripta en cualquier tiempo-espacio festivo.
Un circuito que si bien fue una prueba piloto y que en tanto propuesta lanzada al futuro –recordemos que el cuarteto como fenómeno entró en los procesos de patrimonialización vigentes–, expone la cruel potencialidad de explotar turísticamente un formato de la experiencia de las clases más pobres substraída de toda su dimensión de conflictividad social y de la que, seguramente, tampoco podrán participar más que como espectadores de su ¿propia? cultura.
- Los dispositivos de seguridad actual configuran esa doble expresión foucaultiana acerca de los dispositivos de control y disciplinamiento como las dos caras de un mismo proceso si lo que pensamos es en el carácter siempre productivo de cualquier ejercicio de poder. Para una descripción más amplia de esta tesis y su despliegue en el espacio urbano de las ciudades coloniales actuales. Ver: Boito, M. E. y Espoz, M. B. (2012ª).↵
- Ver: https://goo.gl/DmxQnN↵
- Una sencilla razón podría ser considerar que, desde 1998, el gobierno de la provincia está en manos del mismo partido político (Partido Justicialista) iniciado un primer y según mandato por José Manuel de la Sota (1999-2004; 2004-2008) seguido por Juan Schiaretti (2008-2012), continuado por José Manuel (2012-2016) actualmente en manos de J. Schiaretti. El gobierno municipal, en cambio, varió en este periodo de partidos políticos.↵
- Una reflexión interesante es interrogar hasta qué punto el ideologema de gratuidad no constituye también otra trampa discursivista a los costos de la inversión cultural que tanto Estados municipales, provinciales como nacionales, vienen realizando en el marco de diversos festejos. ↵
- “El espectáculo es el capital en un grado tal de acumulación que se transforma en imagen”. (Tesis 34).↵
- “El urbanismo es la realización moderna de la tarea ininterrumpida que salvaguarda el poder de clase: el mantenimiento de la atomización de los trabajadores que las condiciones urbanas de producción habían reagrupado peligrosamente. (…) Con los medios de comunicación de masas que eliminan las grandes distancias el aislamiento de la población ha demostrado ser un modo de control mucho más eficaz”, constata Lewis Mumford en La ciudad a través de la historia. Pero el movimiento general del aislamiento que es en realidad el urbanismo debe también contener una reintegración controlada de los trabajadores según las necesidades planificables de la producción y el consumo. La integración en el sistema debe recuperar a los individuos en tanto que individuos aislados en conjunto: tanto las fábricas como las casas de cultura, los pueblos de veraneo como “las grandes urbanizaciones” están especialmente organizados para los fines de esta pseudo-colectividad que acompaña también al individuo aislado en la célula familiar: el empleo generalizado de receptores del mensaje espectacular hace que su aislamiento se encuentre poblado de imágenes dominantes, imágenes que solamente por este aislamiento adquieren su pleno poder”. (Tesis 172)↵
- La apuesta era construir una experiencia desde la creación de ‘ambientes unitarios’ que devolvieran al sujeto el sentir-se parte de su propia historia (micro y macro social), y hacerla. El carácter lúdico de tales tácticas consistía en la construcción de “entornos” que posibilitaran unificar la experiencia de espacio-tiempo del presente: el detenimiento quizás implicaba uno de los actos subversivos más significativos en un marco experiencial –la ciudad “moderna”– cuya velocidad constante ubicaba al sujeto en tanto objeto constitutivo del paisaje, absolutamente naturalizado y mimetizado con él, y por ende imposible de ser vivenciado como un espacio-tiempo a ser transformado. Fue precisamente el arte de construir situaciones, la clave estético-política de dicha vanguardia.↵
- Ver Boito, M. y Espoz, M. (2012; 2013); Boito, M.; Espoz, M. y Michelazzo, C. (2013).↵
- En los escenarios urbanos descriptos como vimos, la circulación va configurando emplazamientos en tanto bucles de encierro estructurados por clase: de la ciudad-barrio al barrio cerrado (countries, condominios en altura, housing, etc.); del transporte público a la movilidad privada (hoy incluso aérea); de las formas festivas públicas de los sectores populares (cuartetódromo) a las festividades privadas, etc.; todos estamos cada vez más dispuestos a habitar entornos siempre protegidos –algunos por imposición, otros por opción– en tanto enclaves de encierro que nos permiten una pseudo-movilidad. Punto de partida para cualquier experiencia de interacción inter e intraclase, los entornos parecen ser la figura-eje que posibilita las formas-movimientos en escenarios urbanos socio-segregados. En esta dirección, tanto el sector público como privado, se traman en tanto usinas de la proliferación productiva de entornos, generando los paquetes de oferta según capacidades de acceso y consumo de los habitantes de una ciudad embellecida estratégicamente (Boito, M. y Espoz, M. 2013; 2014).↵
- Dicho relieve implica el reconocimiento de unos recorridos constantes y puntos fijos –factores que siendo dominados mediante su conocimiento o el simple cálculo de posibilidades– que se establece en la modalidad de control de lo que se pretendía como un aleatorio vagar urbano en la propuesta situacionista.↵
- Según datos publicados por la Dirección Provincial de Estadísticas y Censos de la Provincia de Córdoba, la inversión en Cultura por parte del gobierno provincial era en el 2006 de 33.805.375 (millones de pesos); en el 2008 de 62.024.273 (pesos) y el presupuesto para el 2013 alcanzó los 235 millones de pesos.↵
- “Estamos trabajando con el presidente de la Agencia Córdoba Turismo, además del de Cultura y de Deportes en esta iniciativa en la que involucramos también a las diferentes cámaras de hoteleros, gastronómicos, de bares y boliches y con los principales grupos de cuarteto. Será un homenaje a nuestra música, tanto el tradicional como el de estilo amerengado”, señaló el mandatario provincial. De la Sota busca implementar un carnaval con similitudes a los de Salvador de Bahía”. “La idea es hacer un baile en movimiento, aproximadamente dos kilómetros, donde cada uno de los ídolos pueda ir en un gran escenario colocado arriba de un camión semirremolque con 20 mil kilos de parlantes y detrás de ellos, sus hinchas bailando. Al costado se montarán tribunas, carpas VIP donde podrán acceder a través de la compra particular y de paquetes turísticos”, aseguró. “La idea es que abramos la temporada con el gran Carnaval de Cuartetos. Sería maravilloso que los turistas que se vienen en enero se encuentren con que el 4 de ese mes se desarrolla una fiesta fantástica. Queremos hacer un carnaval bien cordobés donde mostremos la música que nos identifica y que se baile no solo en Córdoba sino en toda la Argentina. Queremos nacionalizar el cuarteto, que nuestros grandes artistas se transformen en ídolos de todo el país”, agregó de la Sota (Fuente: Cadena 3; https://goo.gl/ouJKf4). ↵
- Deberíamos indicar aquí al menos algunas distancias en torno a poder hacer factible la hipótesis de interpretación bajtiniana sobre el modo de acceso a esos “estados del sentir” ajenos a su época (la Rusia pre y posrevolucionaria) a partir de la mediación de las imágenes Rabelaiseanas. Es bajo este supuesto histórico hermenéutico, que seguimos pensando hoy que la propuesta de Bajtín se ofrece como un “grado cero” del espectáculo, en tanto y en cuanto, hace inteligible las formas y contenidos actuales de esa festividad y sus transformaciones. De este lado de la historia, la aceleración de los procesos de mercantilización y mediatización de la vida; así como los procesos de individuación y de crecimiento socio-demográfico, como las tendencias de urbanización de la experiencia de mundo capitalista, por señalar solo algunos, reconfiguran la complejidad de un tipo de indagación como esta, sobre la que en este trabajo no podremos dar debida cuenta, pero que al menos debemos señalar. ↵
- No podemos extendernos aquí en esta caracterización, pero al menos habría que señalar la heterogeneidad de prácticas vinculadas al carnaval no solo en relación a tiempos sino también a espacios (distintas regiones del país) cuyo sincretismo –religioso, pagano– implico múltiples formas de expresión.↵
- Hasta entrada la década del setenta, los carnavales aún representaban algo del carácter destructivo que contienen en su conformación: la violencia se expresaba como robos, saqueos o simplemente bromas con cierto carácter de venganza (un ejemplo claro que describen varios autores, tiene que ver con la regulación de aquello que podía contener una bombucha de carnaval que, por lo relevado históricamente, incluían desde heces –humana, animal– hasta proyectiles de diverso material) que poco a poco fueron individualizando una práctica que era colectiva. Se operó progresivamente un proceso de criminalización y penalización de las prácticas transgresoras –del orden– del carnaval.↵
- Ver: https://goo.gl/Kuw2AL.↵
- Fuente: https://goo.gl/6kFwRT↵
- Se trata de un Estadio Mundialista que se construyó durante la última dictadura militar (1976-1983). En la misma zona que hoy se realizan los grandes emprendimientos inmobiliarios, y tal como se analizará en el capítulo de Seveso Zanin y Morales, se realizó el nudo vial de mayor envergadura hasta la actualidad en la ciudad cordobesa.↵
- Ulises Bueno, La Barra con el Negro Videla, La Fiesta, La Banda de Carlitos, Jean Carlos, Trulalá, La Mona Jiménez, Damián Córdoba, La Banda 21, Chébere con Pelusa y Fernando Bladys.↵
- Ver: https://goo.gl/zmZyMp.↵
- Ver: https://goo.gl/f6D6nc↵
- Ver: https://goo.gl/t61Lwy (consultada el 04/01/2013). ↵
- Gesto populista –en el sentido de Grignon y Passeron– que acompaña diversos actos públicos que el gobernador viene realizando en relación a estas clases: desde el nombre de una ciudad-barrio como “Ciudad de los Cuartetos”, la colocación de una estatua del cantante cuartetero fallecido Rodrigo Bueno en uno de los paseos turísticos más significativos del centro de la ciudad (El Paseo del Buen Pastor), hasta la declaración del género musical como Patrimonio de la Ciudad. ↵
- En el Malestar de la cultura (1992 [1929]), Freud se pregunta ¿a qué recursos apela la cultura para coartar la agresión que le es antagónica, para hacerla inofensiva y quizá para eliminarla? Es la función cultural (y su evolución) una tendencia continua a apaciguar/eliminar el instinto de destrucción. ↵
- Esta experiencia no se replicó luego ya que el mismo estuvo envuelto en una serie de denuncias de lavado de dinero del gobierno provincial que generó, entre otras cuestiones, un escándalo en la opinión pública. En el año 2015 se anuncia su reedición, con auspicio estatal pero con capitales privados, pero no se concreta. Ver: https://goo.gl/cqgCmU; https://goo.gl/cnXA4u; https://goo.gl/ESw9hF; https://goo.gl/U98LXN.↵