El caso de los cirujas del basural
de José León Suárez
Waldemar Cubilla[1]
Escrachamos la memoria y trazamos la periferia con recuerdo. Resistimos con palabras que se fugan de lo común susurrando la experiencia. Hay un sentido en nuestro lenguaje del que carecen las palabras burocratizadas, hay una justicia del pobre, tan irracional, tan ilógica para la sociedad, como su montaña de basura.
Introducción
La vez primera en que nos inquietamos por indagar la forma de trabajo “ciruja” llevada a cabo en las plantas social de reciclado y recupero de basura Bella flor, fue al inicio de la licenciatura en Sociología que IDAES-UNSAM, ofrecía a presos y guardia cárceles, en la unidad penal N° 48 del S.P.B, proyecto que en la actualidad se conoce como CUSAM, unidad académica de la Universidad Nacional de San Martin en la cárcel. En ese tiempo (2009-2010). Estábamos presos pagando pena en la cárcel, y mediante un amigo de linaje “ciruja”, que venía a visitarnos a la biblioteca que estábamos armando dentro del penal, nos llegaron algunas cajas de galletitas, jugos y postres: alimentos que para nosotros -presos- resultaban “exquisiteces” cuasi prohibidas. Al entregarnos las cajas, nos dijo:
Se las mandan los cirujas, ayer descargó el avioncito.
Al escuchar la palabra “ciruja” entendimos que ese grupo nos compartió en apoyo a nuestra situación de vida, sin retribución económica mediante, parte de su producción. Algo así como cuando trabajadores formales se organizan para defender el trabajo de otros amenazados con quedarse sin salario, pero esta vez todo parecía transcurrir al margen de la sociedad. La descarga del avioncito mencionada se trataba de los restos del catering a pasajeros de una compañía aeronáutica que llegaban a la planta de recupero y reciclado Bella Flor en forma de basura, como descarte, como sin valor.
Más tarde, ya en libertad, nos sorprendió ver en calles y pasillos de villas cercanas al CEAMSE norte III una variedad de productos parecidos a los del avioncito, ofrecidos puerta a puerta por niños y adolescentes a un precio notablemente menor que el de mercado oficial. Cuestión que subrayó aún más nuestra inquietud por estudiar el proceso de trabajar la basura y el valor social que esta actividad desencadena.
¿Qué implica hablar de trabajo en la actividad ciruja cuando las herramientas teóricas, a la hora de analizar trabajo imaginan, por lo general, abordarlo desde un análisis de productividad industrial, en fábricas?
Contexto e historia
En el barrio suele decirse que la organización popular surge como alternativa a una ausencia del Estado, una expresión común que, en el marco de una política de ajuste estructural, suele interpretarse como la necesidad de organización social, vital muchas veces, que a primera mano no se sabe política o al menos le cuesta interpretarse como tal. En la escena política de la que hablamos aparece entonces el drama ambivalente de cómo la intervención recíproca entre actores sociales y estatales puede contribuir a un nuevo modo de productividad que reconozca e integre actores marginados por su historia.
En el CEAMSE estaba todo lo que queríamos tener, poseer y lo otro, ja. El sueño del pibe.
La frase de una de las trabajadoras de la planta de recupero y reciclado remite al conflicto que motiva la organización en el año 2000 para entrar al CEAMSE y hacer recursos de la basura en una situación de pobreza extrema. El descubrimiento del basural como un lugar de abundancia -carácter jánico del mercado- donde se encontró, al alcance de la mano, una urgente satisfacción a la necesidad económica y social del grupo en cuestión, marca la experiencia común, de y en la basura, como un modo de vida y de trabajo que se instituye como un no trabajo; sin embargo, crea formas de lenguaje, parámetros de referencia valor, hace rutina y casi todo, al margen de la sociedad y sin anotador. Cuando la sociedad pareciera no encontrar ya institución alguna a la cual dirigir su reclamo “copa”, como suele el pueblo, calles y veredas, esta experiencia de trabajo ciruja no paree ser la excepción atreviéndose, incluso, a trabajar el basural.
Cada vez que aumentaba la tensión social en el país, la acción y el habla de cirujas aislados y de trabajadores de este “no trabajo”, potenciaba su capacidad organizativa en el intento por acceder al basural. Las distintas estrategias de lucha que hicieron y permitieron el ingreso al CEAMSE ampliaron cada vez el territorio de saber trabajar la basura. Cuando se logró entrar al basural los cirujas comenzaron a tener instancias de negociación con la policía del lugar y a medida que la aparición pública de este grupo tenía mayor repercusión mediática, su actividad en la basura y experiencia de crisis pronunciaba un proceso de politización cada vez mayor. Aumentaba la cantidad de personas que buscaban entrar al CEAMSE, a la vez que copaban las calles de la Capital Federal y la disonancia social de su reclamo alcazaba a algún medio de comunicación. En el fragmento de entrevista que sigue, un trabajador parece dar cuenta de tal proceso:
[Una vez] adentro del basural, entonces, teníamos alguna negociación ahí con la cana para poder entrar dos o tres horas por día. Con cada corte íbamos haciendo más quilombo, más ruido, más gente se iba juntando y podíamos ingresar al relleno, al norte, y podíamos acceder a más camiones, ¿viste? Y como había hambre y ahí caían toneladas de comida todos los días, imaginate, era una fiesta para nosotros.
El problema parece hallarse en que la demanda de este sector no está integrada a la agenda de problemas públicos considerados por los gobiernos de turno, lo cual condiciona de manera directa la disponibilidad de recursos estatales y la posibilidad de acceder a ellos por parte en el marco de esta actividad productiva. Es decir, no se encuentran, los cirujas y su trabajo, incluidos en ningún plan de políticas públicas, y esto refleja en la práctica la dificultad para utilizar “herramientas” estatales por parte de este sector. La clave principal para entender la cuestión puede estar entonces en problematizar el lugar político y cultural que ocupan los cirujas en dos sentidos. Por un lado, la organización interna: ¿Qué saber y conocimiento resulta válido en la argumentación práctico-política de sus demandas? Por otro lado, un sentido de organización frente al Estado y la sociedad en general: ¿cómo se introducen en la esfera pública los saberes de este trabajo y con qué herramienta formulan su reclamo?
“¿Dónde estamos?” Nos y se pregunta un entrevistado y sugiere una reflexión acerca de quién narra, quién contabiliza y quién cuenta en esta historia, en otras palabras ¿Cuánto vale esta experiencia? Por ello, el insistente reclamo de los “cirujas” habla de reconocimiento de trabajo y vida, de y en la basura; más allá de la forma adecuada para afrontar el drama político que inquieta en simultáneo a estos trabajadores y a quien toma decisiones gubernamentales en la materia.
Experiencia que no se sabe experiencia: lenguaje práctico y lenguaje institucional
Las relaciones laborales, los derechos de trabajo y su politización para esta experiencia productiva encuentran bandera y lema en la lucha por reconocerse y ser reconocidos. Como hemos dicho más arriba, el reclamo “ciruja” aparenta no estar en el registro de una política estatal de asistencia o contención, sino en el de reconocimiento de un tipo de trabajo que en la práctica parece valer menos que la propia basura reciclada y, a su vez, resulta insignificante para gran parte de la sociedad. Trabajo y vida de y en la basura que sólo puede servir de base para un proyecto futuro manejable si encuentra en el Estado un actor central que medie estrategias para no hacer morir la actividad, para entenderla productiva. En la actualidad, aún con esa mediación estatal, resulta difícil normalizar y nombrar el hacer ciruja como una actividad específica de trabajo en el tratamiento de basura. Trabajadores cirujas como parte de los trabajadores del no trabajo, en una época de transformación económica como la actual, iniciaron un reclamo inmediato por el derecho al trabajo que poco a poco fue ampliado a una necesidad comunal por pensar, incluso, estrategias para disminuir el costo social de la crisis.
Proponemos, entonces, repensar el lugar que ocupa el trabajo “ciruja” en la sociedad argentina actual. Cuestión sistémica y cultural que pone en la escena del basural de José León Suárez, al menos 2000 personas, en su mayoría mujeres y niños, día a día, a revolver con o sin “gancho”, cortar a cuchillo o a los tirones, rescatar al azar o proyectado; limpiar, acumular, consumir o vender basura. En este marco, la actividad ciruja y la necesidad de hablarla surge como una reinterpretación de justicia social en base a una experiencia local de hambre, falta de trabajo y de imprevisibilidad radical de una política económica nacional.
Marginalidad, explotación y subordinación son algunas de las nociones que irrumpen en la relación entre Estado y demanda social. En la actualidad, el abordaje del trabajo en la basura no sólo discurre sobre una idea de dignidad de la relación laboral y de vida, sino que asocia también la pretensión de recursos para trabajar de modo óptimo en términos de eficacia. Dignidad de vida y dignidad de trabajo son una y la misma cosa. Los “cirujas” no exigen, tan sólo, el reconocimiento de la efectiva destreza y actividad que hacen de y en la basura con ansias de alcanzar una debida retribución económica, sino que amplían el reclamo al ámbito social de la vida para pensar y sentirse mejor pero también para influir sobre las condiciones de trabajo: la preocupación por parte de los cirujas respecto a la manera en que su trabajo puede aportar a una revalorización energética, técnica y ecológica en el manejo y tratamiento de la basura no es un invento. Refiere, tal vez, a una innovación tanto como política de Estado y como proceso de aprendizaje y de servicio comunitario. Entonces, la cultura tecnológica solvente que revela la acción social del trabajo ciruja no puede ser entendida sin tener en cuenta el específico, denso y dramático contexto en el cual se encuentra inmersa. Por ello, no se puede limitar el sentido de nuestra interpretación de la actividad, tan sólo a una tipología de acciones racionales arraigada en la lógica de un sistema de mercado basado en la acumulación de capital y en la concentración y manejo del poder político.
Vida social ignorada y depreciada
Los cirujas, cuando hablan de reconocimiento, demandan reconocimiento cultural, redistribución económica y representación política. En este registro intentamos proporcionar un concepto político, es decir, público-práctico y no moralista, de la dignidad humana y del valor de su reconocimiento.
Los cirujas están hartos de que se les hable de dignidad, además de que no se reconozca en los hechos, el valor de su experiencia de vida. En el fragmento que sigue podemos dar anotar algunas pistas de ello:
El ciruja es ciruja 24 por 24. Es decir, si hacemos el esfuerzo y compramos ropa de trabajo, vos te das cuenta de que el compañero se la puso y no se la sacó cuatro días. No es que vino y se la cambió en el baño. Y cuando se la cambió, se la cambió por cualquier otra cosa, porque ya no da para más, menos por otro uniforme limpio. ¿Si vos vas a una fábrica te sucede esto? No. El tipo va, se saca su pilcha de trabajador, se viste, digamos, de civil y salió para su casa en el bondi. Acá el compañero entra y sale de ciruja. No se saca nada, anda de ciruja por la vida. Eso no es menor, es como un detalle que hace al cuento porque el ciruja es ciruja. Es una forma de vivir, también, de pensar, de sobrevivir, advierte un trabajador.
De acuerdo con este último fragmento, aprender a trabajar la basura parece no consistir sólo en un saber técnico, sino también un saber de la experiencia, de vida y de trabajo, que se adquiere con el tiempo.
En este sentido, de aprender a hacer desde la experiencia, dirigir una organización social territorial dedicada a la basura, por ejemplo, tiene que poder hacer uso de, al menos, dos formas de habla. Con una, construir un discurso hacia dentro capaz de unificar experiencias para construir sentido común de las implicancias de trabajar la basura en términos de derechos laborales, de tal forma que los trabajadores consideren parecido el asunto en un planteo de agenta pública que les incluya de cara a la sociedad. Con otro comunicar hacia afuera, es decir, aprehender el manejo de formas y códigos institucionales que permitan dialogar con autoridades competentes. Tienen por lo tanto que, dominar distintas combinaciones lingüísticas, unas organizadas en institutos legales; otras reacomodadas en la acción social.
El requisito irrenunciable de dirigencia en una organización social barrial parece consistir en la eficacia discursiva, en hacer comunicables sentido común y proceder técnico y ser locuaz en ambos territorios. El proceso productivo en el cual están inmersos los trabajadores cirujas no se puede atravesar de forma sencilla mientras se espera una efectiva convención entre las instituciones democráticas competentes respecto a la forma en que se debiera afrontar este drama. El trabajo humano directo que este grupo realiza cada día de cierta forma partisana puede ser leído como una crítica a la noción de reconocimiento al trabajo vigente. Desafía, entonces, nuestra lectura y las fronteras de la explotación estipuladas en torno a un ideal universalista de salario. El trabajo humano directo, en este caso, gana experiencia no sólo de productividad sino también de organización social en la que descansa la actividad productiva. Un derecho a reconocerse y ser reconocido que discurre entre trabajo ciruja, licencia política y compromiso civil frente a la planificación, gestión e inversión en el tratamiento de la basura. En el proceso que analizamos pareciera, entonces, organizarse un tipo de saber en el trabajo que trasciende las fronteras de la explotación y que encuentra en la interpretación de su demanda la posibilidad de ser reconocido en un tiempo político de reflexión para la industria local, y de reconocerse en la acción por reivindicar aquello que estos trabajadores consideran como un “derecho a la basura”.
Lejos de tomar como garantizadas y dadas las estructuras nacionales e internacionales de gobierno, la forma de trabajo ciruja de hoy sugiere una interpretación de la injusticia sufrida, como un hecho político y social empeñado en alcanzar reconocimiento: económico, representativo y de incidencia en el diseño, aplicación, seguimiento y evaluación de las políticas públicas en la disposición y tratamiento de la basura.
- Director en Biblioteca Popular la Carcova.↵