Subjetividades políticas en pantalla para pensar el audiovisual comunitario en Córdoba
Ana Karen Grünig[1]
INVICINES, el cine de los invisibles[2], es un festival de cine social que desde 2015 se lleva a cabo en la ciudad de Córdoba. Con el propósito de visibilizar temáticas, estéticas y poéticas que quedan excluidas en las pantallas de mayor hegemonía, el festival se instituye como medio de exhibición de obras audiovisuales realizadas en el marco de diversas prácticas socio-comunitarias. Asimismo, durante el encuentro se desarrollan otras actividades paralelas como capacitaciones para la producción audiovisual, talleres de cine exprés, espacios de cine-debate, entre otras. Por otra parte, y promoviendo una alianza estratégica con otros actores ligados al audiovisual comunitario, desde INVICINES se realizaron convocatorias a encuentros y foros para la creación de la Red de Cine Social y Comunitario de Córdoba[3], experiencia que se concretó con el objetivo reivindicar este tipo de prácticas audiovisuales para la transformación social, a través del intercambio de ideas y experiencias de cada uno de sus participantes.
La propuesta de INVICINES, en tanto ventana de exhibición de producciones audiovisuales socio-comunitarias, al mismo tiempo que articuladora de otras actividades relacionadas en las que convergen diversos actores sociales e institucionales, resulta oportuna para trazar algunas reflexiones acerca del cine y audiovisual comunitario desarrollado en el territorio cordobés.
Específicamente, importa analizar el sentido político del cine y audiovisual comunitario como procesos en devenir que interpelan a distintos actores y momentos. Por un lado, interesa abordar el audiovisual como práctica emancipatoria mediante la cual diferentes colectivos e instituciones se expresan desde sus territorios con el objetivo de transformar las posiciones que ocupan en la esfera social. Por otra parte, se intenta comprender el lugar de los realizadores audiovisuales en tanto intermediarios de la cultura que facilitan herramientas para la producción audiovisual comunitaria. Y finalmente, se considera la formación en redes de colectivos de realizadores audiovisuales e instituciones relacionadas al sector, como respuesta a una necesidad asociativa en búsqueda de cierta legitimidad del cine social y comunitario en el ámbito del arte y la comunicación audiovisual, pero también como fortalecimiento de lazos sociales que disputan un nuevo ordenamiento del discurso[4] en el espacio social.
Bajo la lupa de los estudios sobre cultura y visualidad, abordar las imágenes desde su aspecto político implica considerar las tensiones, los movimientos, las rupturas, que surgen de la formación y expresión de subjetividades que se encuentran en diversas formas de marginalidad, de invisibilidad. Y en esa clave, advertir las significaciones que emergen sobre los modos en que operan y se articulan determinadas modalidades de subjetivación y socialización (Brea, 2005), atravesadas por pensamientos y afectos, valores e ideologías, experiencias y cosmovisiones.
Siguiendo esta dirección, se asume el sentido político de la práctica audiovisual desde una perspectiva ampliada; es decir, no solo en términos de las intervenciones realizadas por sujetos organizados en colectivos y mediados por instituciones que buscan transformar un estado de situación dispuesto hegemónicamente, sino además como la interpelación hacia uno mismo a partir de la experiencia con otros. Así, se plantea un tratamiento analítico-reflexivo de un estudio de caso a partir de la relación entre subjetividades particulares y subjetividades colectivas para (re)pensar el audiovisual social y comunitario.
Metodológicamente, se aplicaron técnicas de la antropología visual. Por un lado, se realizó observación participante en distintos encuentros, foros y mapeos en los cuales el colectivo INVICINES y la Red de Cine Social y Comunitario de Córdoba asumieron significativas intervenciones. Esta operación se complementó con la realización de entrevistas etnográficas efectuadas a los creadores del festival y a otros integrantes que conforman el colectivo y que se desempeñan como intermediarios de la cultura a través de su participación en prácticas audiovisuales comunitarias en el territorio. Estas actividades estuvieron mediadas por una exhaustiva revisión de fuentes documentales ligadas especialmente a la gestación del INVICINES y la realización de sus distintas ediciones; asimismo, fueron de gran utilidad los mapas y otros estudios de caso producidos en el marco de la investigación El cine que empodera: mapeo, antropología y análisis del cine del Conurbano porteño y cordobés (2004-2014)[5], proyecto que invita a repensar el cine y audiovisual comunitario en nuestros territorios actuales.
Reflexionar sobre las movilidades que hacen al cine social y comunitario desde su dimensión política, habilita otra vía de comprensión hacia la expresión de identidades sociales y audiovisuales del territorio cordobés, contribuyendo así a su revalorización como lenguaje estético y político, y en efecto como dimensión socio-simbólica.
La imagen política
INVICINES es un festival de cine social que se constituye como pantalla alternativa de obras audiovisuales que, por sus características, no consiguen visibilidad en los canales de exhibición establecidos.
Se trata de producciones provenientes de diversos ámbitos socio-comunitarios como instituciones educativas no formales, escuelas secundarias y terciarias, asociaciones civiles, centros de salud, cárceles, ONG, entre otras. La premisa del festival es que lo social atraviese las producciones audiovisuales en cualquiera de sus niveles o dimensiones. Por ejemplo, lo social puede estar presente en las dinámicas de realización, mediante procesos de creación colectiva y comunitaria; igualmente, puede encontrarse en la temática del audiovisual; o también, puede intervenir en los propios realizadores, cuando se hallen atravesados en alguna problemática social.
Así, se han recibido obras audiovisuales realizadas en el marco de los CAJ (Centro de Actividades Juveniles) de escuelas secundarias de toda la provincia de Córdoba, de instituciones ligadas al contexto de encierro (cárcel de mujeres y hospital neuro-psiquiátrico), y también de realizadores independientes, entre otros.
En las tres ediciones del festival se exhibieron más de 200 cortometrajes (alrededor de 70 por año) de los 350 recibidos en cada convocatoria por aspirantes de Argentina, Latinoamérica y otros países del mundo. Las proyecciones fueron realizadas en espacios culturales, como el Auditorio Luis Gagliano del Sindicato Regional Luz y Fuerza, el Auditorio Leonor Marzano del Centro Cultural Alta Córdoba, el Cine Club Municipal de la Ciudad de Córdoba y la sala del subsuelo de Radio Nacional, además de otros espacios públicos como la plaza del barrio Villa Libertador.
Asimismo, las programaciones se organizaron a partir de secciones temáticas que fueron renovándose año a año en función a los filmes enviados a convocatoria. Por ejemplo, en la sección “Primeras luces” se proyectaron cortos en los que los niños realizaron sus primeras experiencias en contar con imágenes y sonidos sus múltiples mundos. Otras secciones fueron “El último rayo de Sol”, donde adolescentes y realizadores independientes narran leyendas argentinas e historias de terror; también, “Ojos de Cielo”, en la cual la temática alude al medio ambiente y la naturaleza humana; y “Más que el mundo”, donde se abordan las problemáticas de incomunicación, embarazo, adicciones y bullying; entre otras secciones[6].
En la mayoría de los casos, tanto las temáticas abordadas como las limitadas posibilidades técnicas y realizativas, implicaron su exclusión de los circuitos de exhibición establecidos tanto en el ámbito comercial como profesional.
Afiche promocional de la tercera edición del Festival INVICINES en el año 2017
Esta breve descripción del festival anuncia posibles lecturas políticas del audiovisual social y comunitario. Sin embargo, lo interesante de INVICINES es que detrás de la propuesta como ventana alternativa de exhibición, se cuelan otros procesos que vuelven más complejo al objeto. Se activan diferentes movimientos que generan transformaciones y rupturas en lo establecido a partir de la relación entre subjetividades individuales o particulares y subjetividades colectivas.
Al referirse a los distintos usos de la imagen que pueden reconocerse actualmente en el espacio social, Polanco Uribe y Aguilera Toro (2011) acercan una concepción de imagen-política que ayuda a pensar el audiovisual social y comunitario. Al respecto, establecen que la imagen es política cuando manifiesta “el resultado del reconocimiento por parte de ciertas comunidades de la posición que ocupan en las relaciones que se establecen en nuestra sociedad y del propósito de transformarlas” (p.25).
Y en esa dirección, es pertinente la puesta en relación de la performatividad de la imagen con el sentido político de las prácticas audiovisuales socio-comunitarias; pues, en primer lugar porque el carácter simbólico de las imágenes no solo produce efectos desde la acción que constituye en su enunciación sino que además implantan situaciones, condiciones y un contexto que antes de su puesta en acto eran inexistentes (Aguilar, 2007). Además, el sentido político de la práctica audiovisual se profundiza cuando las imágenes se piensan como actos complejos que involucran disputas de poder mediadas por subjetividades individuales y subjetividades colectivas. En ese sentido, tal como señala Brea (2005)
[…] La enorme importancia de estos actos de ver –y de la visualidad así considerada, como práctica connotada política y culturalmente- depende justamente de la fuerza performativa que conllevan, de su magnificado poder de producción de realidad, en base al gran potencial de generación de efectos de subjetivación y socialización que los procesos de identificación/diferenciación con los imaginarios circulante conllevan (p.9).
Entonces, articulando estas ideas con el caso de estudio se disparan varias cuestiones. ¿Qué tipo de comunidades se constituyen e interpelan alrededor de INVICINES? ¿Qué posiciones ocupan en el espacio social y que características pueden advertirse en las expresiones de tal reconocimiento? ¿Qué aspectos de la subjetividad se movilizan en los procesos de subjetivación individual y colectiva mediadas por las prácticas audiovisuales? En fin, ¿cómo son las transformaciones de subjetividades y sociabilidad que movilizan los procesos de producción audiovisual socio-comunitaria desarrollados en relación a la experiencia de INVICINES?
Con el objetivo de aproximar posibles respuestas a estos interrogantes, las reflexiones siguientes se organizan en función a tres dimensiones que atraviesan el audiovisual comunitario como proceso. Estas se reconocen distintivas en el caso estudiado por los modos en que se constituyen subjetividades colectivas a partir de procedimientos diversos de subjetivación individual. Se piensa, entonces, en las comunidades territoriales que toman el audiovisual como medio de empoderamiento, en los realizadores audiovisuales en su rol de gestores intermediarios de la cultura y en los colectivos de realizadores que, asociados en redes, buscan incidir en la creación y desarrollo de políticas culturales específicas.
Comunidades hacen-cine
Como se hizo referencia previamente, la experiencia de INVICINES permite abordar el audiovisual social y comunitario desde diferentes aristas y dimensiones. Una primera entrada posible es abordar el objeto desde las comunidades territoriales en las que se desarrollan prácticas audiovisuales socio-comunitarias (algunas de las cuales se hallan facilitadas o mediadas por integrantes del colectivo INVICINES) y que luego, las realizaciones resultantes de tales procesos son exhibidas en la pantalla del festival quedando a disposición para circular en otros canales complementarios principalmente alojados en las redes sociales. En ellas, los procesos de creación audiovisual comunitaria son articulados con otras instituciones sociales.
Una primera vinculación se observa en el ámbito educativo, a través de los talleres audiovisuales de los Centros de Actividades Juveniles (CAJ) en los que jóvenes y adolescentes expresan sus posicionamientos respecto a temáticas que los atraviesan. Así por ejemplo, se realizan cortometrajes sobre bullying como problemática cotidiana en el espacio áulico, el código de faltas en la provincia de Córdoba, la inclusión social, la incomunicación en un mundo hiper-conectado, y también mitos y leyendas urbanas bajo la modalidad genérica del terror. Cuestiones todas que remiten a un modo de concebir y habitar el mundo (Bonvilliani, 2014; González Rey, 2008) que, en la expresión de la identidad colectivas, son subjetivados mediante la práctica audiovisual.
Igualmente, el festival recibe obras producidas en talleres de cine y audiovisual en contextos de encierro, como por ejemplo experiencias de arte-terapia en el Hospital Neuropsiquiátrico Provincial de Córdoba, y proyectos audiovisuales desarrollados en el Pabellón de Mujeres de la Cárcel de Bouwer y el Centro Educativo de Mujeres Adolescentes. De igual modo, se incluyen experiencias de cine comunitario vinculado al área de salud pública, como los procesos de producción audiovisual comunitaria en el Centro de Salud (dispensario municipal) Nº57 IPV de barrio Argüello de la Ciudad de Córdoba.
Si bien los procedimientos y experiencias fueron particulares en cada caso, en todos ellos se canalizó la necesidad de contar en imágenes y poner en pantalla distintos tipos de invisibilidades en los que se reconocen los participantes[7]. Pero además, la introducción del audiovisual en otras esferas sociales permite generar movilidades y desplazamientos en los alcances de las instituciones intervinientes, porque se producen ciertas transformaciones de las subjetividades que no fueron contempladas en su totalidad ni exclusivamente desde el ámbito de la salud, de la educación o de la cárcel, etc.
Así, por ejemplo, en el caso de los procesos de producción audiovisual comunitaria en el dispensario municipal IPV de Argüello, se parte de una práctica de salud pública concebida y ejecutada desde lo comunitario (distanciándose de la lógica de funcionamiento que suelen incorporar los centros de salud privados que priorizan el aspecto clínico-individual sobre lo socio-comunitario). Así, se llevaron adelante numerosos proyectos audiovisuales que abordan la salud, como por ejemplo, la educación sexual y la prevención del embarazo adolescente. La dinámica encontrada dispuso una primera instancia de transmisión de saberes técnicos del audiovisual entre los profesionales que trabajan en el dispensario (enfermeros, psicólogos, asistentes sociales, entre otros); y luego, estos profesionales se convirtieron en agentes organizadores y articuladores de distintos grupos de producción en el barrio. El objetivo del proyecto era generar concientización sobre aspectos de la salud pública desde un trabajo colectivo que consiga articular los diversos actores e instituciones del barrio. Sin embargo, en la construcción de audiovisuales también se despertaron otras instancias reflexivas que pudieron subjetivarse colectivamente a través de la imagen. De modo tal que haciendo cine comunitario se habilitaron procesos de generación de conciencia social vinculado a la salud pública, al mismo tiempo que se favoreció el reconocimiento entre pares fortaleciendo lazos sociales y redefiniendo la identidad como barrio.
Con todo ello, interesa precisar que los procesos de subjetivación que permiten la emergencia de nuevos modos de habitar lo real y, en efecto, disputar el reconocimiento en el orden de lo discursivo (Foucault, 1992), es posible en la formación de subjetividades colectivas y su articulación con instituciones, porque tal como señala Rancière (2000), los procesos de subjetivación “son la formación de un uno que no es un yo, sino la relación de un yo con otro” (p.148). En ese sentido, la imagen es política y la subjetivación política es entonces un modo de emancipación.
A estas experiencias, es importante añadir otro momento de producción social y comunitaria efectuada durante el transcurso del festival, tal como son los talleres de cine-express. La consigna de esta actividad es la realización en una jornada de un audiovisual que aborde una temática social a partir de la creación colectiva.
Así, el primer día del festival se reúnen actores del territorio y facilitadores audiovisuales en distintos barrios de la ciudad de Córdoba y alrededores (en 2016 participaron la localidad de Unquillo y Cuesta Blanca, barrio Villa El Libertador y Argüello) para la elaboración de los guiones y el rodaje. Luego, los organizadores de INVICINES se ocupan de la edición para su proyección en el cierre del festival.
La actividad adquiere dimensión política en tanto incorpora otro tipo de articulación, que en este caso se da entre-barrios; pero además porque se anima a un nuevo modo de concebir la programación, que va más allá de las proyecciones y de lo realizativo para dotarla de mayor dinamismo y autenticidad.
Todas estas experiencias invitan a pensar las imágenes emanadas de la experiencia social y deviniendo en expresión social, especialmente cuando la pantalla otorga visibilidad a la propia realidad contada, interpelando a los actores intervinientes a re-pensar sus subjetividades expresivas. De modo tal que la práctica audiovisual revaloriza también su sentido político; pues, en la emergencia de estéticas, temáticas, poéticas, etc., que son puestas en actos mediante procesos de subjetivación política se van produciendo ciertas operaciones de ruptura de los modelos de producir audio-visualidades como así también de los regímenes espectatoriales (Rancière, 2013) de la mirada instaurados hegemónicamente.
Por cierto, la performatividad de la imagen en el plano del espectador puede pensarse no solo en su relación con otros, sino también en sí mismo.
En este sentido, se torna relevante la presencia de pantallas que movilicen a los sujetos desde el encuentro con sus propias creaciones o con obras que lo interpelen directamente. Así, desde INVICINES sus creadores hacen hincapié en la importancia de la propuesta por cuanto los sujetos creadores se asumen en el acontecimiento de la proyección -es decir, en el encuentro consigo mismo en la pantalla- primero como artistas, y luego a partir de la asignación social que han recibido (joven, delincuente, loco, homosexual, etc.). De modo tal que en el encuentro del sujeto con la imagen convergen profundos procesos de reflexión y reconocimiento en términos identitarios. Y en la modalidad de recepción colectiva que habilita la proyección en salas de cine con el debate posterior a la proyección, contribuye a que esos procesos de subjetivación particular puedan socializarse y disparar posibles puntos de encuentro para la configuración de subjetividades colectivas.
Haciendo cine con la comunidad: el lugar del realizador audiovisual
Frecuentemente, cuando se alude al cine y audiovisual comunitario se hace referencia a experiencias de producción audiovisual de distintas comunidades que buscan expresar sus identidades desde sus propios territorios; es decir, suele hacerse referencia a un cine mediante el cual la comunidad se cuenta a sí misma para sí y para otros.
Así, Gumucio Dagrón (2014) precisa que la propia comunidad interviene en el proceso de producción, de modo que
[…] esa participación se da desde el momento de la elección del tema y en la toma de decisiones sobre la forma de abordarlo, así como en el establecimiento del equipo humano de producción, en la atribución de tareas y en la definición de los modos de difusión. En este marco, los cineastas y comunicadores tienen solamente la tarea de facilitar ese proceso, sin imponer los contenidos ni los métodos, sino simplemente impulsar (p.29).
Pues así como en las líneas previas puntualizamos el análisis haciendo caso a dicha afirmación sobre el audiovisual social y comunitario, en esta instancia interesa aventurar la reflexión desde la perspectiva de los colectivos de cineastas, realizadores audiovisuales y comunicadores que participan de estos procesos.
Situar el análisis desde esta perspectiva invita a pensar si necesariamente la creación colectiva es comunitaria y si hacer cine con la comunidad es siempre un proceso de creación colectiva. Pues, los diálogos que han podido concretarse con los integrantes de INVICINES que participan como facilitadores en procesos de cine y audiovisual comunitario han manifestado ciertas complejidades que vale la pena recuperar. En la mayoría de sus experiencias, los realizadores son asumidos como agentes externos a la comunidad que proveen sus saberes técnicos y colaboran en la organización del proceso creativo. Sin embargo, la significativa intervención que adquieren en los procesos de creación colectiva en la comunidad reclama su reconocimiento como un participante más. Por tanto, si bien cuando se desenvuelven como facilitadores en los talleres de cine y audiovisual comunitario se definen como externos a la comunidad, y en ese sentido al proceso de creación colectiva y comunitaria, se preocupan por cuestiones que los interpela como miembros activos de dichos procesos. Principalmente se cuestionan por los roles en la creación colectiva y por la calidad de las obras resultante. En ese sentido, insisten en que es importante la división en roles en determinados momentos de la creación para atender a las preferencias de cada participante (algunos se sienten más cómodos con la cámara, otros actuando, otros editando, etc.) y al mismo tiempo organizando la producción con mayor eficiencia para alcanzar mejores niveles de calidad y así obtener una mejor recepción. Pero también hacen referencia a una necesidad de reconocimiento como profesionales del audiovisual comunitario, lo cual se revela significativamente en su consideración a la hora del financiamiento, porque muchas veces otros profesionales de las prácticas comunitarias (agentes de la salud y educación) son asumidos como trabajadores permanentes del Estado mientras que ellos suelen recibir un tratamiento laboral bajo modalidades terciarizadas en contratos temporales y que no son suficientes para acreditar su identidad como trabajadores del audiovisual. En ese marco, se advierte cierto malestar cuando reconocen su condición precarizada en el sentido que Standing (2011) le otorga a dicha categoría.
Algo similar ocurre en la búsqueda de recursos para la realización del festival. Los canales de apoyo, tanto públicos como privados, que suelen contribuir al desarrollo de los festivales de cine independiente, no lo hacen con el INVICINES, lo cual se debe en principio al carácter emergente que disminuye su reconocimiento como pantalla legitimada. Como respuesta a ello, se activaron nuevos modos de financiamiento colectivo articulado en plataformas digitales. De manera tal que se abre otra arista para pensar la autoría de las obras producidas en su fase de exhibición.
Integrantes del colectivo INVICINES durante la segunda edición del festival en 2016
Pero más allá de su rol como mediadores en experiencias de cine y audiovisual comunitario, también son quienes se dispusieron en la creación de una pantalla alternativa que visibilice estas producciones. En una de las entrevistas realizadas a los creadores de INVICINES, Rodrigo del Canto[8] afirmaba lo siguiente:
[…] por más que puntualmente INVICINES sea proyectar cosas de otros y no cosas propias, no dejo de verlo como algo mío porque está trazado por mi recorrido y por una elección de la obra que yo quiero hacer vivir como realizador, y también pongo mucho de eso en la organización del festival y marca un poco mi impronta de acuerdo a mi característica como realizador y como artista. Desde ese lado yo lo veo como algo personal.
Todas estas cuestiones no son menores para repensar el cine y audiovisual comunitario en el propio territorio. Más allá de su rol de talleristas y como programadores del festival, los miembros del colectivo INVICINES consideran cada participación en el universo del audiovisual socio-comunitario como parte de su propia obra. Es decir, los realizadores audiovisuales forman parte de la creación colectiva en la comunidad igualando jerarquía en roles, tanto en lo profesional como en lo social, especialmente si se considera el audiovisual comunitario como proceso que atraviesa diferentes etapas (desde la gestación de una idea hasta la exhibición al público) e interpela a diversos actores.
Entonces lo que se tensiona es la figura de la autoría. ¿De quién es la obra? El recorrido que hacen los INVICINES a través de sus múltiples experiencias advierten que quizás la obra es de todos, en sentidos distintos, por cierto. Porque cada subjetividad individual (y acá se incluyen desde los agentes invisibilizados de los territorios hasta gestores intermediarios de distintos ámbitos sociales, y los propios integrantes de INVICINES) puede ligar esa experiencia a otras previas e imaginar continuidades en el futuro, construyendo obras mayores que van hacia distintas direcciones.
Pero además, en la propia creación del festival se cuela un posicionamiento político, desde el momento en que deciden gestar una pantalla a los “invisibles sociales” promoviendo y fortaleciendo la práctica audiovisual comunitaria como medio de empoderamiento. Al respecto, Carolina Rojo (2016) reflexiona:
¿Quiénes consideramos que son los invisibles? Bueno, un poco esto que escribimos en la editorial del primer año[9]: los rotulados como los locos, los presos, los peligrosos, los negros… todos ellos son los que consideramos que son invisibles, y que está bueno que tengan esa oportunidad de ser considerados artistas, o que puedan hacer sus denuncias sociales a través de este medio que es el cine (p.159).
Así, el audiovisual comunitario permite ser ese punto de encuentro de trayectorias expresivas, comunicacionales, artísticas y políticas de diversas subjetividades individuales. En ese sentido, la obra es de autoría individual y colectiva al mismo tiempo. Y en ella convergen distintos modos de habitar el mundo que contribuyen a los procesos de subjetivación individual a partir de su sociabilidad con otros.
Construyendo redes
El carácter emergente del INVICINES como festival de cine social y comunitario, despertó cierta urgencia en el colectivo de realizadores que planifica cada año su realización de redefinir concepciones y prácticas sobre el cine comunitario en la ciudad de Córdoba. Como parte de un proceso de debates internos, en julio de 2016 tomaron la iniciativa de convocar a un foro para generar un espacio de encuentro, intercambio de experiencias y discusión entre los realizadores audiovisuales que exponen un sentido de pertenencia, de diversos modos, en este tipo de prácticas.
En el reconocimiento de las variadas formas de invisibilidades que atraviesan los procesos de cine y audiovisual comunitario, tanto de los movimientos de las periferias que se apropian del audiovisual como herramienta de expresión y empoderamiento, como del propio cine comunitario como lenguaje, se advierte que lo marginal no tiene que ver exclusivamente con una percepción económica de los sujetos ni de la geografía en la que habitan, sino más bien con la dimensión simbólica desde la cual son asumidos en la esfera social. Desde esta perspectiva, el cine comunitario emerge como respuesta cultural que denuncia la mediatización de los sujetos marginales como “objetos de discurso” (Bentes, 2009). Y en ese sentido, se comparte desde el colectivo INVICINES y los participantes del foro, la necesidad de plantear una discusión política desde el arte y el audiovisual que encare una lucha por la transformación más igualitaria de lo social desde una dimensión simbólica y no solo material.
Como reacción inmediata, emerge una reflexión acerca de las propias experiencias, y en efecto, sobre los modos de hacer y pensar el cine y audiovisual comunitario en Córdoba. Un primer obstáculo para la propia definición identitaria como colectivo fue dar cuenta de la gran diversidad de experiencias que se organizan en torno al audiovisual comunitario, en las que se incluyen los talleres de capacitación, propuestas arte-terapia, arte-educación, y otras de índole político-organizativas relacionadas mayormente a la creación de nuevas pantallas.
Asimismo, se abrieron otras aristas de discusión como, por ejemplo, las amplias posibilidades de acceso a tecnologías de la comunicación y la multiplicación de los canales de difusión en las redes sociales que inauguran nuevo desafíos en cuanto a la calidad técnica y la formación de nuevos públicos de audiovisual socio-comunitario. Estas cuestiones se ligan directamente a la preocupación por experimentar un nuevo lenguaje que atienda a las especificidades de los procesos de creación audiovisual de este tipo.
Todas estas particularidades dan cuenta de un cine y audiovisual comunitario como una construcción, que en su devenir, se vuelve subjetivante del lenguaje audiovisual así como de los propios actores que lo ponen en acto.
Y por ello es imprescindible considerar las complejidades que hacen a la formación de los colectivos que son interpelados por la práctica audiovisual. En ellos se tejen lazos sociales siempre complejos, imprevisibles, rizomáticos. Las alianzas entre subjetividades invisibilizadas implican la reunión de sujetos que habitan el mundo de diversas maneras, aunque sí son motivadas por un objetivo común que radica en la transformación del orden social. Ello constituye otra arista para pensar la subjetivación política, porque es “el planteamiento de la igualdad –o el manejo del daño- por parte de gente que está junta en la medida en que está entremedio” (Rancière, 2000, p.149).
Estas conformaciones espontáneas adquieren una potencial riqueza a la hora de erigir propuestas culturales como mecanismos subjetivantes de sus propios modos de habitar el mundo, y en la relación social que habilita la conformación de redes, tanto territoriales como digitales, los movimientos a escala local pueden adquirir formas mayores.
En esa dirección, en un estudio sobre políticas culturales en Brasil, Ivana Bentes (2009) propone: “Estamos vendo surgir também novas alianças entre as favelas e grupos antes isolados, a idéia de constituição de redes, inclusive eletrônicas, pode ser a próxima etapa nesse salto dos movimentos culturais locais e globais” (p.55).
A propósito de la cita, los debates e intercambios en el foro resultaron en la creación estratégica de la Red de Cine Social y Comunitario de Córdoba como primer paso para dar una discusión política desde el arte, disputando legitimidad en el orden discursivo y en el espacio social. Pero también, con la intensión de intervenir en las políticas públicas que afectan al campo del audiovisual en el propio territorio[10]. Pues, “[…] la relación entre el arte y la política es la relación entre la creación y la transformación de la sociedad” (Rancière, 2005, p.6).
Con todo ello, el colectivo de cineastas comunitarios aliados en redes revela otra arista en la que el audiovisual comunitario puede pensarse desde su sentido político. Disputando la legitimidad del sector, y en un proceso que se erige de abajo hacia arriba, se fortalecen las alianzas colectivas para avanzar en la lucha por una transformación social que visibilice y legitime a los “invisibles”. Estas acciones se traducen en movimientos de subjetivación política del cine comunitario como práctica artística, profesional y socio-cultural.
Reflexiones finales
Las lecturas y reflexiones desarrolladas en torno a la experiencia de INVICINES y su abordaje desde las transformaciones de subjetividades y sus formas de sociabilidad que movilizan los procesos de producción audiovisual socio-comunitaria en Córdoba permiten dar cuenta de las complejidades y especificidades de un objeto que no acaba de precisar sus fronteras y alcances.
Por un lado, por la multiplicidad y diversidad de actores que intervienen en cada proceso y que, en general, no son tenidos en cuenta cuando se elaboran descripciones y definiciones sobre cine comunitario. Y así también, por la introducción de nuevas tecnologías y dispositivos de la comunicación que, si bien intervienen en gran medida en las condiciones de producción y difusión, no son cualidad suficiente para desarrollar un lenguaje audiovisual propio de los procesos comunitarios.
Uno de los puntos de mayor interés del caso estudiado es que la motivación por establecer precisiones respecto al cine y audiovisual comunitario, no proviene únicamente de la academia; sino más bien, surge como una demanda propia de los realizadores audiovisuales a los fines de organizarse estratégicamente para disputar legitimidad en el orden simbólico-social.
La imagen, entonces, es tensión, es ruptura de lo establecido hegemónicamente, y en ese sentido, es performativa. Pero sobre todo, el hacer-cine comunitario aplica en su sentido más literal el verbo infinitivo, porque da cuenta de procesos en devenir que se van reconfigurando y resignificando en la medida en que las subjetividades particulares y sus modos de sociabilidad también lo hacen, atendiendo a las condiciones establecidas en cada territorio. En definitiva, se presencian transformaciones múltiples que ponen en valor los variados sentidos políticos de la imagen en los procesos de cine y audiovisual comunitario.
Referencias bibliográficas
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- Licenciada en Diseño y Producción Audiovisual (UNVM), doctoranda en Ciencias Sociales (UNRC) y becaria doctoral de CONICET. Desde el año 2011 integra equipos de investigación abocados al estudio de la serialidad televisiva de ficción. También colabora en la investigación sobre cine y audiovisual socio-comunitario de la Ciudad de Córdoba, en el marco del proyecto que reúne el presente volúmen. / karengrunig@gmail.com↵
- Sitios Web del Festival disponibles en: http://invicines.blogspot.com.ar/ y https://www.facebook.com/invicines/↵
- Sitio Web de la Red disponible en: goo.gl/2N4aM9↵
- Se emplea el término “orden del discurso” en clave foucaultiana, retomando el supuesto sobre una producción discursiva que regula prácticas sociales mediante operaciones de exclusión, prohibición, control y dominio, entre otras cuestiones, del sujeto que habla (Foucault, 1992). ↵
- Directora: Dra. Andrea C. Molfetta (UBA-CONICET). Proyecto con aval y subsidio de CONICET (PIP 0733). Período: 2015-2017.↵
- Durante la edición 2015 del festival, las secciones fueron: Biografía del tiempo, Más que el mundo, El último rayo de Sol, Desde un lugar en el mundo, Primeras luces, Ojos de Cielo, y Resistencia Rural. En 2016 las secciones fueron: El último rayo del Sol, Berretín Visual Ventana Iberoamericana, Disrupciones juveniles, Ojos de Cielo, Aeropuerto, Ciclamen en verano, Primeras luces. Finalmente, la edición del año 2017 se organizó en función a las siguientes secciones temáticas: Desde un lugar en el mundo, El suspiro de los peces, Planeta Corazón, Barro y semilla, Me matan si no trabajo, Juventudes disruptivas, y Primeras Luces. ↵
- Los casos señalados muestran que el lugar enunciativo marginal que ocupan estos relatos no se reduce a la cuestión geográfica (Román, 2010), sino más bien a la construcción simbólica que socialmente se efectúa sobre determinadas subjetividades colectivas, como los locos, los negros, los jóvenes, etc.↵
- La entrevista fue realizada en noviembre de 2016 y publicada en Revista TOMA UNO (Nº 5): Páginas 155-164, 2016. ISSN 2250-452x (impreso) / ISSN 2250-4524 (electrónico) del Dpto. de Cine y TV de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Se encuentra disponible en: https://revistas.unc.edu.ar/index.php/toma1/index↵
- Se refiere a la editorial del primer año del festival, en el año 2015, en la cual dan a conocer sus principios y objetivos. ↵
- Durante el foro se hizo explícita alusión a la intervención en la Ley Audiovisual de Córdoba -en tratamiento legislativo presentado a través del Ministerio de Industria, Comercio y Minería de la Provincia de Córdoba-, para que también el cine comunitario pueda acceder a los beneficios de la política pública. Lo cual se encuentra en sintonía con la perspectiva de Ivana Bentes (2009) respecto a la sustitución de un Estado paternalista de asistencialismo por uno que sea sensible a las propuestas emergentes de las periferias y desarrolle políticas culturales de apoyo y fomento a tales propuestas.↵