El software y los servicios informáticos constituyen un sector estratégico en la presente etapa del CI al producir el factor clave del actual paradigma tecno-económico (Pérez, 2010) como son los bienes informacionales (Zukerfeld, 2010). Además de generar bienes y servicios específicos, el SSI es fundamental para el funcionamiento y la innovación del resto de los sectores, sean de alta o baja tecnología (Borrastero, 2011).
A continuación se presenta una caracterización que procura dar cuenta de la heterogeneidad de sus procesos productivos y clasificar las actividades que forman parte de ese universo (Dughera, Yansen y Zukerfeld, 2012). A partir del análisis bibliográfico se elabora una cartografía de actores que conforman la cadena de valor sectorial, para conocer a los agentes que intervienen en ella, el tipo de actividades que desarrollan y los mercados a los que se vuelcan predominantemente.
Luego se analiza la trayectoria del sector en Argentina a partir de los trabajos generados en el país, como los de Borrastero (2011, 2014); López (2018); López y Ramos (2018); Moncaut, Robert y Yoguel (2017); Barleta, Pereira, Robert y Yoguel (2013); Dughera, Yansen y Zukerfeld (2012); Míguez y Lima (2016); Finquelievich, Feldman y Girolimo (2018); los documentos del CIECTI (2016) y la Secretaría de Política Económica y Planificación del Desarrollo (2016); la información publicada anualmente por el Observatorio Permanente de la Industria del SSI y el Plan Estratégico Federal SSI (2018) de la Cámara de la Industria Argentina de Software (CESSI), entre otras fuentes secundarias utilizadas.
Se espera reconstruir el estado de situación del sector, dando cuenta del crecimiento sostenido evidenciado en los últimos años en Argentina, la incidencia en el desarrollo económico y social en tanto generador de empleo altamente calificado, ser altamente exportador, constituir un sector industrializante por su potencialidad para ejercer efectos de impulsión sobre otras industrias, por su capacidad para modificar el perfil productivo y acelerar los procesos de desarrollo (Motta, Morero y Borrastero, 2017).
Al mismo tiempo, se reconocen las limitaciones que encuentra el sector en el país y las de un modelo basado en la provisión y exportación de “horas / hombre”, fuertemente dependiente de costos locales y del tipo de cambio (López, 2018).
5.1. Notas sobre la heterogeneidad de los procesos productivos del sector SSI
Como se ha mencionado, el software y los servicios informáticos constituyen uno de los sectores que produce el factor clave del actual paradigma tecno-económico (Pérez, 2010), como son, según Zukerfeld (2010), los bienes informacionales (BI). Desde comienzos del siglo XXI se considera al desarrollo del sector como una oportunidad para incrementar las exportaciones intensivas en conocimiento, el empleo calificado y lograr el catch up que le permita a los países insertarse en mejores condiciones a las dinámicas del capitalismo informacional (Rabosto y Zukerfeld, 2019; López, 2018; López y Ramos, 2018).
Como se explica en el Capítulo 3, los bienes informacionales (BI) son aquéllos que están hechos fundamentalmente de información digital (ID). El software, la música, los audiovisuales, los textos, entre otros, constituyen un tipo de BI que está hecho puramente de ID, a diferencia del resto de los BI que se limitan a transmitirla, procesarla o almacenarla. Algunos de los rasgos compartidos por los BI puros son que pueden copiarse con costos modestos o casi nulos conservando su calidad y que están regulados por derechos de propiedad intelectual (copyright o derechos de autor) que intentan impedir la realización de copias sin autorización (Dughera, Yansen y Zukerfeld, 2012).
En la actualidad, los sectores que producen BI tienen el potencial de ser altamente innovadores. Al analizar las empresas que mayor esfuerzo innovativo realizaron en términos de inversión en I+D, durante 2018 a escala global (Tabla N° 1), se observa el peso que tienen los BI1, BI2 y BI3[1]. Entre las primeras 15 empresas, 6 están vinculadas de forma directa con el desarrollo de software y servicios informáticos (BI1) y la producción de hardware y equipos y semiconductores y componentes (B2). Las farmacéuticas y biotecnológicas (BI3) ocupan 5 posiciones y las 3 restantes son automotrices, que si bien sus innovaciones no necesariamente se basan en desarrollar BI, en los últimos años están invirtiendo fuertemente en Inteligencia Artificial y desarrollo de software para avanzar en el desarrollo de vehículos autónomos[2]. El primer puesto del ranking lo ocupa Amazon que constituye una empresa que basa sus múltiples servicios en Internet.
Tabla N° 1: Ranking de empresas con mayor inversión en I+D (año 2018)
Fuente: elaboración propia en base a The 2018 Global Innovation 1000 Study. Disponible en: https://pwc.to/2sWQ4NC.
En el contexto informacional, el SSI tiene un rol cada vez más importante en el proceso de desarrollo de los países, así como en las regiones y territorios, en tanto permite mejorar la competitividad del resto de los sectores productivos, tiene un alto potencial para generar valor agregado, contribuye a diversificar la oferta exportadora y crear nuevos puestos de trabajo que se caracterizan por requerir una formación muy superior al promedio de la economía (Gajst y Frugoni, 2016; MINCyT, 2009).
Además de generar bienes y servicios específicos, su centralidad está dada por la importancia que tiene para el funcionamiento y la innovación del resto de los sectores, sean de alta o baja tecnología, como el industrial, las telecomunicaciones, la nanotecnología, la biotecnología, la minería, el agro, entre otros (Míguez y Lima, 2016; Motta, Morero y Borrastero, 2017). La Ley de Promoción de la Industria del Software lo define como:
la expresión organizada de un conjunto de órdenes o instrucciones en cualquier lenguaje de alto nivel, de nivel intermedio, de ensamblaje o de máquina, organizadas en estructuras de diversas secuencias y combinaciones, almacenadas en medio magnético, óptico, eléctrico, discos, chips, circuitos o cualquier otro que resulte apropiado o que se desarrolle en el futuro, previsto para que una computadora o cualquier máquina con capacidad de procesamiento de información ejecute una función específica, disponiendo o no de datos, directa o indirectamente (Ley N° 25.922, 2004; Art. 5).
Según Míguez y Lima puede definirse como “la escritura de líneas de código, instrucciones basadas en un lenguaje que hacen las aplicaciones puntuales, como un sistema de facturación, un sistema de gestión, mantenimiento y mejoras funcionales” (2016: 79). Los productos que genera son outputs altamente estandarizados que pueden ser empleados sin cambios de implementación (o con cambios menores) por una gran variedad de usuarios (Borrastero, 2011).
Existen distintos tipos de software: a) universal: apunta al mercado masivo y estandarizado (software empresarial enlatado); b) soluciones informáticas y empresariales: implica cierta adaptación del software a las necesidades de los usuarios; c) embebido en productos de hardware, maquinaria y otros dispositivos de consumo; d) a medida: desarrollado con el fin de adaptarse a las necesidades de cada demandante. Por otra parte se puede distinguir entre el software libre y de código abierto[3] en el que cualquier persona puede modificar su programación y cerrado o propietario, que se comercializa a través de licencias de uso (Borrastero, 2011; Gajst y Frugoni, 2016).
La producción contempla una etapa creativa, el desarrollo, en la que se realiza el diseño de alto nivel. Luego se ingresa en la etapa de diseño de bajo nivel que involucra actividades que en ciertos casos son tercerizadas a otras compañías (Míguez y Lima, 2016). Los servicios informáticos, por su parte, se caracterizan por ofrecer soluciones totalmente personalizadas y en ciertos casos rutinarias. Se incluye en este rubro al desarrollo de software a medida, la adaptación e implementación de productos desarrollados por terceros, consultoría, testeo, capacitación, seguridad informática, soporte técnico, instalación, uso y mantenimiento de software (Borrastero, 2011; Gastj y Frugoni, 2016; Míguez y Lima, 2016).
En la práctica no siempre es sencillo trazar una delimitación precisa entre los dos segmentos (producción de software y provisión de servicios informáticos) ya que muchas de las empresas del sector ofrecen una combinación de ambos: aquellas que desarrollan productos de software venden licencias de uso y al mismo tiempo ofrecen servicios de mantenimiento, actualizaciones, soporte técnico, etc. (Gasjt y Frugoni, 2016). En los dos casos se trata de actividades que son intensivas en conocimiento, por lo que se requieren bajos niveles de capital físico y altos niveles de trabajo calificado, lo que facilita la proliferación de PyMEs y microempresas en aquellos segmentos con barreras de entrada bajas. Además, constituye un tipo de trabajo complejo y una modalidad de ocupación fundamental para el funcionamiento de las organizaciones en tanto atraviesa todos los sectores productivos (Míguez y Lima, 2016).
Segura, Yansen y Zukerfeld (2012) proponen una tipología para comprender los procesos productivos de software (Gráfico N° 12). La primera gran delimitación radica en reconocer si la producción se desarrolla como una actividad laboral (dentro de la jornada de trabajo) o no laboral (fuera de la jornada de trabajo). En el caso que se realice como una actividad laboral es posible que ésta sea con fines mercantiles (ocurre en empresas de software y servicios informáticos o en empresas que producen otros bienes y servicios[4]) o no mercantiles (ocurre en ONGs, en el Estado o la Academia).
Gráfico N° 12: Procesos productivos del software
Fuente: Segura, Yansen y Zukerfeld (2012)
Dentro de la compleja realidad de la producción mercantil, y teniendo en cuenta la creciente especialización de la producción mundial en cadenas globales de valor (Gajst y Frugoni, 2016), existen al menos dos formas de vincularse con ellas en función de dónde reside la toma de decisiones respecto a qué y cómo producir (Gráfico N° 13).
Segura, Yansen y Zukerfeld (2012) caracterizan a los procesos productivos como autónomos cuando las decisiones se toman al interior de la propia unidad productiva. Generalmente esto ocurre en los diferentes tipos de empresas del sector, sean micro, pequeñas y medianas o grandes[5]. En los casos en los que la decisión sobre qué y cómo producir se toma por fuera de la unidad productiva, se está ante procesos productivos heterónomos, cuyos casos más comunes son los de las filiales de empresas multinacionales. Otro caso de proceso productivo heterónomo, aunque con mayores niveles de horizontalidad en la toma de decisiones, es la producción en red. En los casos en los cuales la unidad productiva tiene un demandante y decisor externo de su producción casi exclusivo, que implica una situación de tercerización permanente, se denomina producción escalonada.
Gráfico N° 13: Producción mercantil de software
Fuente: elaboración propia en base a Segura, Yansen y Zukerfeld (2012)
El sector muestra un esquema extendido de subcontratación a escala global gracias a la deslocalización de la industria (CEPAL, 2013), en el cual las grandes empresas multinacionales o nacionales, suelen subcontratar empresas más pequeñas para ejecutar diferentes proyectos (Gajst y Frugoni, 2016).
5.1.2. Una cartografía de actores que conforman el SSI en Argentina
Segura, Yansen y Zukerfeld (2012) proponen una tipología para caracterizar a los diferentes procesos productivos de software que constituye una primera y relevante puerta de entrada para comprender la realidad del sector. La clasificación propuesta será retomada a continuación de forma sintética[6] y será complementada con una breve caracterización sobre la situación en Argentina.
En relación a las unidades productivas que llevan a cabo un tipo de producción mercantil de software, es posible observar:
- Multinacionales: son las empresas de mayor tamaño en función de la cantidad de trabajadores que emplean. Su particularidad es que los procesos productivos que desarrollan son heterónomos ya que las decisiones sobre la producción se toman en sus casas matrices y no en la filial radicada en el país. En términos generales, muestran una división del trabajo especializada y se vuelcan hacia el desarrollo de software a medida. Además, suelen brindar servicios informáticos como: administración de base de datos, alquileres de servidores, consultorías, entre otros (Segura, Yansen y Zukerfeld, 2012). Muchas de las grandes empresas multinacionales se encuentran presentes en el país con el fin de atender al mercado interno y exportar, aprovechando las capacidades disponibles a nivel local. Ejemplo de ello son: Google, IBM, Hewlett Packard, Accenture, McAfee, Capgemini, Cisco, entre otras (Gajst y Frugoni, 2016; López y Ramos, 2018).
- Grandes empresas: a diferencia del caso anterior, sus procesos productivos son autónomos en tanto las decisiones sobre la producción se toman al interior de la firma. En términos generales se encuentran integradas a las redes globales de producción, se dedican a proveer servicios de aplicaciones de software para grandes clientes locales e internacionales y a proveer servicios informáticos mediante la tercerización (Motta, Morero y Borrastero, 2017). Algunas de ellas lograron expandirse fuertemente a nivel mundial y son reconocidas global y regionalmente: Globant, Grupo Assa, Neuralsoft, Prominente, son algunos ejemplos (López y Ramos, 2018).
- PyMES: son un universo heterogéneo de firmas que por lo general se encuentra en un estado de transición -que quizás se sostenga indefinidamente- entre un período inicial como micro o pequeña empresa y la consolidación como una gran empresa (Segura, Yansen y Zukerfeld, 2012). En Argentina existe un nutrido grupo de empresas medianas de capitales nacionales, con una considerable inserción internacional, dedicadas a la provisión de servicios de aplicaciones de software especializado en determinados nichos de mercado. Por el lado de las empresas pequeñas, en general están abocadas al desarrollo de software a medida y la prestación de servicios con bajos niveles de especialización (Motta, Morero y Borrastero, 2017). Como demostraron Moncaut, Robert y Yoguel (2013), las formas de insertarse en las CGV pueden ser variables: existen empresas que participan en los eslabones más débiles a partir del desarrollo de actividades de customización, servicios de postventa o codificación; y otras que se insertan en posiciones intermedias tercerizando servicios y realizando actividades de I+D[7].
- Microempresas: suelen surgir cuando los miembros se independizan de unidades productivas mayores, motivadas por la búsqueda de autonomía. En ciertos casos, se produce un flujo de demanda previo que incentiva a los creadores a realizar su propio emprendimiento. En general, no constituye una inversión de riesgo sino que sus empleados conservan relación con clientes anteriores que les permite montar sus emprendimientos sobre la base de esa seguridad ya definida (Segura, Yansen y Zukerfeld, 2012). Aunque en ciertos casos surgen de la mano de incubadoras que asisten a emprendedores a desarrollar una start up a partir de un nuevo producto o servicio. Además existe un universo de trabajadores freelance que en ocasiones trabajan para empresas de software del exterior que constituyen situaciones relativamente opacas, difíciles de cuantificar y localizar (Girolimo, 2018). Este tipo de empresas no suele acceder a instrumentos de promoción sectorial por falta de capacidades organizacionales, de hecho no suele haber una división de tareas marcada (Feldman, 2017).
En Argentina se observa una fuerte presencia de PyMEs y microempresas que se apoyan en las ventajas asociadas a la calidad de sus trabajadores informacionales, los bajos salarios en dólares y el tipo de cambio, entre otros factores, que les permiten desarrollar un perfil exportador de servicios que tiende a concentrarse en el desarrollo de software a medida y en las actividades más rutinarias como la codificación, el testeo o el soporte técnico (Gajst y Frugoni, 2016). Alrededor del 70% de las empresas del sector son micro o pequeñas. Sin embargo, cerca del 60% del empleo lo concentran las empresas que cuentan con más de 50 trabajadores. En resumen, mientras que en términos absolutos predominan las micro y pequeñas empresas, el grueso del empleo se concentra en las firmas de mayor tamaño.
Respecto al tipo de actividades que desarrollan las empresas argentinas, en general, no han sido históricamente innovadoras ni han destinado recursos significativos a la investigación (MINCyT, 2012). Las filiales de empresas multinacionales no instalaron sus equipos de I+D en el país y las empresas locales se caracterizaron por especializarse en actividades de menor complejidad. El FONSOFT y el FONTAR fueron los instrumentos desarrollados por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica que incentivaron a revertir esta tendencia (MINCyT, 2009).
A continuación (Gráfico N° 14), se presenta la cadena sectorial a partir de los agentes que la componen, las actividades que desarrollan y el destino de los productos.
Gráfico N° 14: Cadena del software y los servicios informáticos
Fuente: Gajst y Frugoni (2016)
Según Motta, Moreno y Borrastero (2017), diferentes investigaciones[8] coinciden en señalar que Argentina y Brasil están alcanzando competitivamente a las economías desarrolladas en la producción de software y servicios informáticos. El crecimiento del sector en la última década fue destacable, con tasas de crecimiento e innovación muy altas con respecto al resto de los sectores nacionales, lo que llevó a que la industria ocupe un lugar destacado en la estructura productiva del país. A continuación, se analiza la trayectoria del sector en Argentina desde su surgimiento hasta la actualidad.
5.2. Caracterización del SSI en Argentina: trayectoria y actualidad
El sector del software y los servicios informáticos reconoce un origen temprano en Argentina. Los primeros pasos se observan en el ámbito académico, en la década de 1950, cuando en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires se compró la primera computadora y se creó un instituto de matemática aplicada gracias al impulso del Profesor Manuel Sadosky. Para lograrlo se gestionó un crédito en el CONICET y mientras se aguardaban los fondos se promovió el estudio de computación en el ámbito universitario y se promovió que numerosos científicos viajen al exterior para capacitarse en el uso de la herramienta (CESSI, 2014).
En 1960 se crearon las primeras asociaciones civiles que contuvieron a científicos y profesionales del sector. Las primeras fueron la Sociedad Argentina de Informática e Investigación Operativa (SADIO) y la Sociedad Argentina de Cálculo (SAC). La SADIO tenía como objetivo: a) extender el conocimiento de las ciencias y técnicas del tratamiento de la información; b) estimular el contacto entre profesionales; y c) promover la enseñanza y el entrenamiento en dichas áreas y campos de conocimiento (Míguez y Lima, 2016). La SAC debía relacionar los intereses de las actividades académicas con las actividades técnicas y comerciales de las empresas que se ocupaban de sistematizar datos y el tratamiento numérico de la información (CESSI, 2014).
En 1970 Argentina era uno de los primeros países latinoamericanos en contar con una dotación de trabajadores informáticos relativamente abundante y calificada. Sin embargo, desde el golpe de Estado de 1976 hasta el retorno de la democracia en 1983, el país adoleció de la falta de una política de impulso hacia el sector que trajo como resultado la diáspora de científicos y por consiguiente la pérdida de recursos humanos formados en la materia (CESSI, 2014). Durante esos años, los desarrollos más significativos se hicieron a través de inversión extranjera directa y en empresas nacionales (Míguez y Lima, 2016; Erbes, Robert y Yoguel, 2006). En materia de formación de recursos humanos, hasta la década de 1970[9], la carrera de Ingeniería en Sistemas era llevada a cabo por IBM. Fue en esos años que comenzaron a abrirse las primeras carreras con título universitario en la UBA, UTN y CAECE (CESSI, 2014).
En la década de 1980 se puso en agenda la necesidad de impulsar al sector informático, para lo que se crearon los primeros instrumentos de política pública. En 1984 se creó la Comisión Nacional de Informática de la cual participaron once organismos públicos y tenía como misión elevar a Presidencia un informe con recomendaciones de políticas. Las propuestas enfatizaron en “aspectos de aprendizaje tecnológico y formación de recursos humanos que permitiesen incrementar la difusión de las nuevas tecnologías y el incremento de la competitividad” para lo que se otorgarían estímulos fiscales (Azpiazu, Basualdo y Nochteff, 1990: 158). Además, se destacó la necesidad de estimular al sector por el lado de la demanda, principalmente mediante la puesta en marcha de un sistema de compras públicas.
A pesar de estos esfuerzos iniciales, el significativo crecimiento que experimentaba el mercado era abastecido por productos extranjeros en un 70%, debido a lo incipiente de la industria del software local y a que el comportamiento de los grandes agentes económicos locales tenían un marcado rasgo rentístico. El grado de concentración era alto, las exportaciones ocasionales y los desarrollos consistían principalmente en soluciones a medida (Azpiazu, Basualdo y Nochteff, 1990; Borrastero, 2011).
A mediados de la década de 1980, la Secretaría de Ciencia y Tecnología de la Nación contó con la Escuela Superior Latinoamericana de Informática (ESLAI) y el Programa Argentino-Brasileño de Investigación como espacios de formación e investigación. Esos esfuerzos significaron
intentos aislados en el seno de un Estado débil y aún carente de una visión global de desarrollo sectorial y económico ante la necesidad de una mayor complejización productiva del perfil de especialización nacional. Pese a ello, estas experiencias constituyeron los primeros intentos por diseñar una política de fomento al sector, pero fueron interrumpidas a comienzos de 1990 por el gobierno de Carlos Saúl Menem, que recientemente había asumido al Poder Ejecutivo, en el marco de un modelo económico que puso fin al proyecto de industrialización sustitutiva iniciado a mediados de siglo (Motta, Morero y Borrastero, 2017: 299).
Durante la década de 1990, las políticas económicas de apertura comercial y financiera, la desregulación de los mercados y la flexibilización laboral impactaron en la producción de hardware y el desarrollo de software. Respecto a lo primero, las empresas que hacían adaptaciones de productos importados se vieron relegadas. Respecto a lo segundo, la demanda se incrementó por parte de las empresas privatizadas y el sector financiero para un número reducido de firmas, generalmente filiales de empresas transnacionales (Míguez y Lima, 2016).
A fines de la década de 1990, el sector facturaba 190 millones de dólares y empleaba 4500 personas. El empleo era traccionado principalmente por las actividades relacionadas con el desarrollo de software de gestión, en tanto los servicios informáticos experimentaron un descenso en este período (Chudnovsky, López y Melitsko, 2001; Borrastero, 2011). Otro fenómeno característico de la década de los noventa fue el de las “puntocom”, empresas que desarrollan su principal actividad en Internet[10], del que Argentina fue uno de los países que más emprendimientos vio nacer y, por consiguiente, morir, cuando la burbuja explotó (CESSI, 2014).
Desde sus orígenes y hasta el fin de la convertibilidad, el sector mostró una marcada orientación hacia el mercado interno y una especialización en productos de software para la gestión empresarial (enlatados o a medida). La demanda de las empresas argentinas se enfoca predominantemente sobre estos últimos. También existen productos menos tradicionales como ciertos tipos de software espaciales y otros productos destinados a la exportación con alto valor agregado como la incipiente rama de desarrollo de videojuegos (Míguez y Lima, 2016).
Al inicio del nuevo milenio, se observa un incremento general de los niveles de facturación con una disminución de la participación de las firmas extranjeras sobre el total. El nivel de empleo en las firmas locales cayó con respecto a la década anterior y las firmas extranjeras controlaban el 73% de las exportaciones. Luego de la crisis de 2001 y la posterior devaluación, la mayor competitividad de los salarios, el tipo de cambio favorable para la exportación, el crecimiento de la demanda global, la radicación de centros de desarrollo de empresas extranjeras, la disponibilidad de recursos humanos calificados, la mejora en las telecomunicaciones, la sanción de la Ley de Promoción de la Industria del Software en 2004, constituyeron factores de peso que incidieron en un desempeño favorable del sector (Borrastero, 2011; Motta, Morero y Borrastero, 2017).
Desde la década de 1990 el sector se caracteriza por su dualidad. Por un lado, está controlado por un número pequeño de empresas grandes, en su mayoría extranjeras, que co-existe, por otro lado, con un conjunto numeroso de PyMES nacionales que se dedican al desarrollo de software y la provisión de servicios informáticos orientados a la gestión. La novedad durante el período post-convertibilidad es el surgimiento de una gran cantidad de firmas locales con una fuerte orientación exportadora, favorecida por la devaluación de la moneda y los bajos salarios en dólares de una mano de obra calificada (Míguez y Lima, 2016).
A pesar de que en Argentina la producción de software mercantil comenzó en la década de 1970, el primer despegue se observó en la década de 1990 junto con la expansión del mercado de computadoras personales e Internet. El punto de inflexión se dio a partir de la devaluación de 2002, cuando se produjo una primera oleada de exportaciones al verse abaratado sustancialmente el costo laboral (Rabosto y Zukerfeld, 2019).
Desde ese momento, la industria del SSI comenzó a ocupar un lugar relevante en la estructura productiva argentina en términos de creación de empresas, generación de empleo y dinámica altamente exportadora, entre otros elementos. Distintos autores señalan que las políticas públicas instrumentadas a partir de 2003 y 2004 tuvieron una incidencia positiva en el desempeño del sector. A partir de ese momento, además de las sanciones de la Ley N° 25.856/03 que asimila la producción de software con una actividad industrial y la Ley N° 25.922/04 de promoción de la industria del software, distintos Ministerios desarrollaron planes estratégicos sectoriales, planes de desarrollo de clusters, polos y parques tecnológicos, programas de formación de recursos humanos, entre otras iniciativas, que si bien mostraron escasa coordinación y superposición de objetivos, favorecieron al dinamismo del sector (Gasjt y Frugoni, 2016; Dughera et al 2012, Míguez y Lima 2016; Girolimo, 2017).
5.2.1. Desempeño reciente del sector
Según los datos del Observatorio de Empleo y Dinámica Empresarial (OEDE), es posible observar cómo, a partir del año 2003, se produjo un punto de inflexión en términos de la evolución de la cantidad de empresas del sector SSI en el país. A fines de 2017 había 5.275 empresas activas (Gráfico N° 15), lo que significó un crecimiento aproximado del 250% con respecto al año 2003. En cuanto al tamaño de las mismas, el 46% eran microempresas, 30% pequeñas, 19% medianas y 5% grandes (López y Ramos, 2018).
Gráfico N° 15: Evolución de la cantidad de empresas del sector SSI (1996-2017)
Fuente: elaboración propia en base a OEDE (2017)
En relación al empleo, la rama Actividades de Informática alcanzó los 97.388 puestos de trabajo en 2017. Nuevamente se evidencia un punto de inflexión a partir del año 2003-2004 donde se observa una tendencia creciente y sostenida durante todo el período (Gráfico N° 16). En comparación con 2016, en 2017 se generó alrededor del 4% del empleo (OEDE, 2017). La participación del SSI respecto al total del empleo asalariado registrado es creciente a lo largo del período, alcanzando el pico más alto en 2007. En 2018 se ubicó en el orden del 6,5% del empleo total.
Gráfico N° 16: Cantidad de personas (miles) y participación en el empleo privado asalariado registrado total (%, eje derecho), 2° trimestre de cada año
Fuente: recuperado del Observatorio de la Economía del Conocimiento con datos de OEDE (2019)
Las actividades dominantes dentro de la rama analizada son los Servicios de consultores en informática y suministros de programas de informática con el 51% y las Actividades de informática no clasificadas con el 40% (Gráfico N° 17).
Gráfico N° 17: Evolución del empleo registrado en el sector SSI (incluye sub-ramas ) (1996-2018)
Fuente: elaboración propia en base a OEDE (2019)
Si se compara a las Actividades de Informática con el resto de las actividades de la economía, se observa que fue la que experimentó el mayor crecimiento en términos relativos desde el año 1996 hasta el 2017 con un 726% (Tabla N° 2).
Tabla N° 2: Variación del empleo privado registrado según rama de actividad (diez ramas con mayor incremento relativo)
Fuente: elaboración propia en base a OEDE (2017)
Como señalan Dughera, Yansen y Zukerfeld (2012), el resto de las actividades que muestran un crecimiento destacado, lo hicieron partiendo de un piso bajo y por lo tanto se tiende a sobre-representar su potencial expansivo. Ejemplo de ello son las cuatro categorías que le siguen: maquinaria de oficina, extracción de minerales metalíferos, investigación y desarrollo, reciclamiento de desperdicios y desechos. No es el caso de las actividades de informática, que muestran niveles de empleo comparables con las categorías de correos y telecomunicaciones e intermediación financiera y otros servicios, que partieron de un piso muy superior y evidencian un crecimiento menor, alcanzando un 162% y 125% respectivamente.
Las ventas totales del sector, en 2016-2017, se repartieron de la siguiente forma: el 45% correspondió al desarrollo de software a medida, el 20% a la venta de productos propios y servicios asociados, el 11% a la venta de productos de terceros y servicios asociados, el 8% a la provisión de recursos para desarrollo (testing, diseño, etc.), el 6% a soporte TI, 4% a soluciones como servicios, 4% a capacitación, outsourcing, etc. y 2% a la provisión de recursos para operación de TI[11] (OPSSI, 2018).
Los principales clientes pertenecen al sector financiero (33%), las telecomunicaciones (16%), el SSI (10%), el comercio (9%), la administración pública (6%), entretenimiento y medios (5%) (Gráfico N° 18). Las empresas industriales y el agro/agroindustria sólo alcanzan el 5% y 2% respectivamente. Estos sectores representan cerca de un tercio del valor bruto total de la producción en la economía argentina, por lo que su sub-representación implica que la incorporación de las tecnologías informáticas fue heterogénea dentro de la economía y que hay oportunidades sub-aprovechadas para expandir el mercado del SSI y mejorar la competitividad de ciertas ramas rezagadas a partir de la modernización tecnológica (López y Ramos, 2018).
Gráfico N° 18: Principales clientes por sector de acuerdo a su participación en ventas (promedio 2016-2017)
Fuente: OPSSI (2018)
Respecto al comercio internacional, el sector exhibe una balanza de pagos superavitaria (Gráfico N° 19). Sus exportaciones, en 2017, representaron el 12,4% de las exportaciones totales de servicios del país y el 2,5% de las exportaciones de bienes y servicios en su conjunto, lo que muestra que la actividad es una fuente de divisas significativa para la economía argentina (López y Ramos, 2018).
Gráfico N° 19: Desempeño exterior de los servicios informáticos (2000-2016) en USD
Fuente: elaboración propia en base a datos de INDEC
Dentro de las exportaciones, el desarrollo de software a medida representa el 56% de los ingresos, la venta de productos propios y servicios asociados el 25%, la provisión de recursos para desarrollo (testing, diseño, etc.) el 7%. Los principales clientes del exterior pertenecen al sector financiero (25%), al SSI (24%) y en menor medida al comercio (13%) y las telecomunicaciones (12%). La amplia mayoría constituyen empresas multinacionales (73%) y grandes empresas (17%) (OPSSI, 2018). El peso del SSI como destino exportable se vincula con la existencia de un intenso comercio intra-firma en el que se producen operaciones entre las filiales de empresas multinacionales y sus casas matrices en el exterior (López y Ramos, 2018).
En relación al origen de los ingresos generados desde el exterior (Gráfico N° 20), Estados Unidos explica el 48,6%, seguido por los países latinoamericanos que en su conjunto representan el 39,3%. Uruguay (10,2%), Chile (7,8%), México (7,3%) y Perú (4,3%) constituyen los principales destinos.
Gráfico N° 20: Principales mercados externos en función de su participación en el volumen de ingresos desde el exterior (promedio 2016-2017)
Fuente: OPSSI (2018)
Las empresas orientadas a los mercados externos encuentran una oportunidad en la devaluación de la moneda ya que les permite licuar sus costos laborales en dólares y mejorar la competitividad, mientras que en el caso de las que están orientadas mayormente al mercado interno suelen verse afectadas por la reducción de ventas, alargar las cadenas de pago y generar volatilidad y caída de los proyectos (López y Ramos, 2018). Las empresas que se dedican a la exportación de servicios asimilables con los commodities, denominados sojware, que en el caso del SSI son las líneas de código, se ven favorecidas por las devaluaciones ya que les permite reducir su principal costo laboral que son los salarios (López y Ramos, 2018)[12].
Argentina se encuentra en el puesto N° 30 de los países exportadores de software y servicios informáticos con una participación del 0,4% del total (1.295 millones de USD en promedio entre los años 2014-2016), lo que la ubica como el país latinoamericano con mejor desempeño en este rubro. La mejor performance se produjo en 2011 y 2012 cuando alcanzó cerca del 1%. Irlanda (21%), India (17%) y Alemania (8%) constituyen los países con mejor desempeño exportador durante el período 2014-2016 (López y Ramos, 2018).
En relación a la distribución geográfica de las empresas del sector SSI en Argentina, como puede observarse en la Tabla N° 3, se registra una fuerte concentración en la CABA (56,6%), seguida de los partidos que conforman el Gran Buenos Aires (GBA) (9,4%), el resto de la provincia de Buenos Aires (7,8%), Córdoba (6,3%) y Santa Fe (5,8%). En términos de empleo, la concentración es incluso más marcada, ya que la CABA concentra el 70% del empleo registrado total durante el cuarto trimestre de 2016, seguida de los partidos del GBA con 8,6%. El tercer lugar lo ocupa la provincia de Córdoba con un 5,8%, el resto de la provincia de Buenos Aires con 5,2% y Santa Fe con 4,3%.
Tabla N° 3: Localización de empresas del sector SSI (2016) y empleo registrado según provincia (4° trimestre de 2016)
Fuente: elaboración propia en base a OEDE – SIPA
La diferencia señalada indica que, en promedio, las empresas de Santa Fe y la Provincia de Buenos Aires emplearían menos trabajadores por unidad productiva que los casos de Córdoba y el resto de los partidos del GBA, probablemente debido a una mayor presencia de grandes empresas y multinacionales.
Luego del recorrido realizado a lo largo del capítulo se puede observar que el SSI -más allá de ciertos vaivenes- tuvo un desempeño destacado en la economía Argentina, fundamentalmente a partir del período post-convertibilidad. Sin embargo, es posible identificar algunos signos de alerta y desacoples en su desempeño, que en caso de revertirlos, podría exhibir un impacto más favorable en términos de desarrollo económico y social.
5.3. ¿Señales de alerta sobre la realidad del sector?
A partir de la revisión de fuentes secundarias se identifican algunos de los principales nudos críticos respecto al desempeño del sector en Argentina, que si bien no son exhaustivos, serán complementados en la tercera parte de la tesis cuando se realice el análisis de casos. Lo referido a los desafíos en materia de políticas públicas para la promoción del sector será analizado específicamente en el Capítulo 6, por lo que no será tratado a continuación, más allá de la evidente necesidad de problematizar lo hecho hasta el momento.
- Escasa vinculación con otras cadenas y sectores:
El SSI incluye actividades intensivas en conocimiento con bajos requerimientos de capital fijo[13]. Tal como fue descripto en capítulos previos, constituye un sector transversal al conjunto de la economía. Complementarse con el resto de las actividades permite incrementar la productividad de éstas, así como avanzar en procesos de especialización e incorporación de valor agregado dentro de la propia cadena del SSI (Gajst y Frugoni, 2016). Como se desprende de los datos recabados por el OPSSI (2018) respecto al encadenamiento del SSI, los servicios financieros, las telecomunicaciones y el propio SSI acaparan el 59% de las ventas realizadas por las empresas de software y servicios informáticos. A su vez, se evidencia una escasa vinculación con el agro y la industria (juntas reúnen el 7%)[14], lo que sugiere que existe una débil incorporación de tecnologías informáticas en dichos sectores (López, 2018). En el caso del sector industrial, la Encuesta Nacional de Dinámica de Empleo e Innovación (ENDEI) revela que hay numerosas empresas con escasos procesos productivos informatizados (cuero y calzado 36%, siderurgia y metalurgia 36%, madera y muebles 38% son las ramas menos informatizadas), lo que muestra un potencial para el incremento de su competitividad en la medida que logren incrementar la informatización de los procesos productivos (MINCyT, 2015; Gajst y Frugoni, 2016).
En un sentido similar, Baum (2015; 2019) considera que el desarrollo del SSI durante el período 2003-2018 es innegable, aunque destaca la necesidad de iniciar una etapa en la que éste se constituya como una palanca de crecimiento para toda la economía. Si bien se produjo un fuerte crecimiento y consolidación sectorial a partir de 2003-2004, existe un amplio margen para estimular un proceso de desarrollo económico y social mediante el incremento de las capacidades tecnológicas del resto de la economía y del sector público (Gráfico N° 21).
Gráfico N° 21: Impacto de las TIC como instrumento del desarrollo
Fuente: Baum (2015)
Adicionalmente, en la actualidad el tipo de inserción en las CGV está dada -en buena medida- a partir de actividades que son menos intensivas en conocimiento. El modelo de exportación de sojware descansa en la competitividad vía precios. Dado que, como se analizó anteriormente, la fuerza de trabajo es el principal costo que tienen las empresas de SSI, se produce una inserción en las respectivas cadenas que se encuentra sujeta al nivel de los salarios medidos en dólares[15]. Por lo tanto, para evitar la volatilidad y dependencia que trae aparejada esta situación, es necesario desarrollar aquellos eslabones que son más intensivos en conocimiento y en los cuales las ventajas competitivas no están dadas por el precio de los bienes y servicios. En el caso del SSI, esto implica exportar más productos y menos servicios basados en “horas / hombre” (Lugones, 2012; López y Ramos, 2018; Baum, 2015; Gajst y Frugoni, 2016).
- Características de la interacción con el sistema científico-tecnológico nacional:
Las posibilidades de producir bienes intensivos en conocimiento están dadas por múltiples factores, entre ellos, la capacidad de innovar. El software es una actividad innovadora en sí misma (Barletta, Pereira, Robert y Yoguel, 2013)[16], sin embargo, la débil articulación con el sistema científico-tecnológico (universidades e institutos de investigación), la necesidad de especialización en las nuevas tendencias que tienen una importancia creciente en el mundo de las tecnologías informacionales (se hace referencia, por ejemplo, al internet de las cosas, big data, cloud computing, la robótica, etc.), el débil aprovechamiento de profesionales con credenciales académicas formales, el tipo de actividades que desarrollan las empresas del sector y la baja absorción de productos intensivos en conocimiento por parte de los entramados productivos locales, son algunos de los factores críticos a considerar a los fines de incrementar las capacidades para desarrollar actividades más complejas.
La presencia de instituciones del sistema científico-tecnológico constituye uno de los factores más importantes para que empresas de SSI se radiquen en ciudades como Tandil, La Plata, Bahía Blanca, Buenos Aires, Córdoba, Rosario, entre otras, con gran tradición universitaria. Al mismo tiempo, favorecen el surgimiento de empresas locales a partir de la formación de profesionales altamente calificados, cuentan con institutos de investigación de alto nivel que tienen un recorrido incipiente respecto a las articulaciones con otros actores[17] y existen casos de nuevas empresas que surgieron como spin off del sistema científico[18].
Desarrollar los sectores que son estratégicos en un contexto signado por el avance del informacionalismo es altamente improbable sin una política que tienda a fortalecer el sistema científico-tecnológico y las instituciones de educación superior (Baum, 2019). Si bien ésta sería una condición sine qua non, al mismo tiempo, uno de los principales desafíos es avanzar en una mayor vinculación con el medio para generar agendas de trabajo complementarias con el sistema productivo, nutrir al entorno inmediato de capacidades de absorción del conocimiento generado por los grupos de investigación locales (Codner, Becerra y Díaz, 2012) reconociendo que “los problemas locales pueden ser resueltos con soluciones locales” (Codner, 2017: 56).
Otro de los puntos a señalar es la importancia de avanzar en un perfil de especialización productiva más complejo (CIECTI, 2016). El desarrollo que tuvieron en los últimos años las tecnologías 4.0[19] (big data, el cloud computing, la inteligencia artificial, el internet de las cosas, robótica, realidad aumentada, entre otras) constituye una oportunidad para el SSI, no sólo por la demanda creciente hacia el sector que este fenómeno acarrea, sino también por la posibilidad de fortalecer la articulación con otros sectores de la economía (industria manufacturera, agroindustria, etc.) por medio de la producción de bienes y servicios con un mayor contenido tecnológico. El sistema científico-tecnológico por medio de sus institutos de investigación y la formación de fuerza de trabajo de alto nivel, desempeñan un rol fundamental en este aspecto.
- Acuerdos y desacuerdos en torno a la situación de la fuerza de trabajo:
Existe un amplio consenso respecto a que la disponibilidad de fuerza de trabajo es uno de los determinantes más importantes para el desempeño del SSI y al mismo tiempo uno de los principales problemas que experimentan las empresas del sector (MINCyT, 2009; Gajst y Frugoni, 2016; López, 2018; Prince, 2019; OPSSI, 2018).
Según Prince (2019) a partir del crecimiento y dinamismo exhibido por el sector a comienzos del siglo XXI se produjo un incremento acelerado en la demanda de trabajadores que no pudo ser abastecido por diversas razones. El estancamiento que muestra la cantidad de inscriptos en carreras informáticas (López, 2018)[20] y la baja relación entre estudiantes y egresados (Gráfico N° 22), son algunos de los motivos que explican la demanda insatisfecha. Frente a esto, se desarrollaron distintas iniciativas tendientes a paliar, puntualmente, la falta de programadores mediante la educación no formal (cursos básicos de programación) que contribuyeron a contener la demanda. Según estimaciones de Prince (2019) el SSI evidenciará un faltante de alrededor de 2.600 trabajadores en 2019, que no es mayor debido a que la demanda se encuentra perimida por la crítica situación macroeconómica. Por su parte, la CESSI estima que esta cifra asciende a 5.000[21].
A pesar que de forma recurrente se señale que la escasez de trabajadores calificados es el principal obstáculo para una mayor expansión del sector, Rabosto y Zukerfeld (2019) plantean que la evidencia empírica no respalda estos datos y explican que tener un título universitario -de grado o posgrado- no permite incrementar significativamente el salario en el sector[22]. Al mismo tiempo, los autores señalan que los empleados con títulos universitarios tienden a ser absorbidos por sectores ajenos al SSI, que les ofrecen mejores salarios. Las empresas del sector SSI no parecen dispuestas a traducir su interés por más trabajadores con credenciales académicas formales en salarios lo suficientemente atractivos (Rabosto y Zukerfeld, 2019). El crecimiento sectorial y la demanda creciente de fuerza de trabajo fue cubierta por medio de empleados sin títulos universitarios (Gráfico N° 22), en general estudiantes universitarios que luego abandonan sus carreras, generando un círculo vicioso de déficit de personal altamente capacitado y exceso de demanda de profesionales en el mercado (López, 2018; Dughera, Yansen y Zukerfeld, 2012).
Gráfico N° 22: Evolución del empleo en el SSI y de estudiantes y graduados en carreras informáticas (2001-2017)
Fuente: Rabosto y Zukerfeld (2019) en base a SPU y OEDE
La situación descripta revela que la problemática es compleja y multidimensional. Por un lado, hay un faltante de trabajadores como consecuencia de la falta de interés vocacional y el abandono de la carrera de grado antes de conseguir un título (Prince, 2019). Esta situación explica, en parte, el déficit de trabajadores altamente calificados dado que no es excluyente poseer credenciales académicas para acceder a un empleo de calidad[23] (Dughera, Segura, Yansen y Zukerfeld, 2012; Gajst y Frugoni, 2016; López, 2018). Además, la situación se agrava a partir del escaso incentivo existente para la titulación como factor de mejora salarial (Rabosto y Zukerfeld, 2019).
Otro de los elementos a considerar es el salario. A pesar de haberse encontrado históricamente por encima de la media de la economía, durante los años 1995-2017 no creció con la misma intensidad que otros sectores (Gráfico N° 23). De hecho, mientras que en el inicio de ese período era el tercer sector mejor remunerado, habiendo alcanzado los $1.911, en 2017 ocupó la decimoprimera posición con una remuneración promedio de $36.938.
Gráfico N° 23: Evolución de la remuneración promedio de trabajadores registrados del sector privado (1995-2017) en pesos
Fuente: elaboración propia en base a OEDE
Si se compara al SSI con sectores que parten de pisos relativamente similares, se observa que la evolución salarial fue menor. Siguiendo a Rabosto y Zukerfeld:
frente a los supuestos neoclásicos, el sector SSI nos pone ante la extraña paradoja de mostrar que el crecimiento más dinámico del empleo de todo el sector privado, junto a los menores incrementos salariales, al tiempo que sus voceros señalan como barrera la disponibilidad de trabajadores calificados (2019: 5).
Si bien en los últimos años se promovieron instancias de formación no formal que apuntaron a disminuir la restricción de fuerza de trabajo, sobre las que se profundizará en el Capítulo 6, es preciso considerar que para desarrollar tareas de alta complejidad se requieren credenciales formales. Incluso, las empresas que llevan a cabo este tipo de tareas indagan sobre la disponibilidad de personal de alto nivel para localizar sus unidades productivas en determinadas ciudades (López, 2018).
- Brechas de género
Otro elemento a señalar es la baja presencia femenina en las actividades vinculadas al SSI. Las razones que explican esta situación son variadas y complejas. Mura, Yansen y Zukerfeld señalan que
en varias actividades caratuladas como intensivas en conocimientos el género femenino ha logrado superar algunos de los escollos impuestos por el orden patriarcal. Sin embargo, en una actividad prototípica de este sector como lo es la producción de software, no se constata ningún avance en la participación de las mujeres (2012: 237-238).
Los autores consideran que la problemática puede ser explicada a partir de cinco instancias o niveles cronológicamente estratificados en la vida de las personas:
- Internalización de pautas sobre la relación tecnología-género en la primera infancia: incluye juegos, juguetes, representaciones de adultos (familia, instituciones educativas y medios de comunicación). Bonder et al (2017), analizan las condiciones y factores que favorecen o limitan en la infancia (estudian al grupo etario que va de los seis a los diez años) las oportunidades de varones y mujeres para interesarse y desarrollar capacidades en el campo de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y la matemática. A partir de su estudio, concluyen que, en los casos estudiados, un número significativo de niñas/os identifican a la ingeniería como una actividad masculina, posiblemente, por la imagen que se transmite de esta profesión tanto en los ámbitos escolares como fuera de ellos.
- Primeros contactos con las tecnologías digitales: mientras que en el caso de los varones los videojuegos desempeñan un rol preponderante en su acercamiento a las computadoras y pueden generar hábitos y habilidades que influyen en elegir el camino de la computación, en el caso de las mujeres se observa un mayor acercamiento a través de las posibilidades de interacción social por medio de Internet y la búsqueda de información. Según Mura, Yansen y Zukerfeld (2012) los videojuegos colaboran con el desarrollo de habilidades vinculadas a la programación, instalación de programas, modificación de archivos, etc.
- Desarrollo de la individualidad, conformación de expectativas laborales y de estudio durante la pubertad y adolescencia[24]: durante esa etapa de la vida, existe una “predisposición a la soledad con el artefacto que es mayormente tolerada en el mundo masculino y, por el contrario, mayormente reprimida para el mundo femenino” (Mura, Yansen y Zukerfeld, 2012: 263).
- El mundo universitario o terciario en relación a la informática: la proporción de mujeres inscriptas en carreras relacionadas con la programación es muy inferior a la de varones[25] (Gráfico N° 24). Sin embargo, esto no siempre fue así: durante la década de 1970 llegaron a representar el 75% de las inscripciones en la carrera de Computador Científico de la UBA (Fundación Sadosky, 2013). Las causas para explicar esta situación son múltiples. Según Mura, Yansen y Zukerfeld (2012) éstas responden a factores previos que condicionan la inserción, pero también a factores endógenos al propio diseño, contenido y dinámica de las carreras mismas: la escasa presencia femenina desincentivaría la incorporación de más mujeres y el prestigio adquirido por la informática motivó el ingreso de más varones relegando a las mujeres, entre otros factores.
- La dinámica del mercado laboral y de las unidades productivas: en el caso que las mujeres hayan sorteado los obstáculos anteriormente mencionados, el rechazo de los empleadores como consecuencia de las representaciones que tienen de las mujeres responden a considerar que: no podrían realizar tareas físicas requeridas; los varones no tienen experiencia de trabajo con mujeres; y en un clima extremadamente masculino, las mujeres no se sentirían cómodas. En cierta forma, los factores mencionados permitirían explicar la baja presencia de mujeres en el sector. Una vez que ingresan, las actividades que desarrollan se vinculan principalmente a la comunicación, el diseño, el manejo de personal o tareas administrativas y en muy baja proporción a tareas de programación. (Mura, Yansen y Zukerfeld, 2012).
Gráfico N° 24: Inscripción en carreras de programación en Argentina (según género)
Fuente: elaboración propia en base a datos de Mujeres Programadoras. Disponible en: https://bit.ly/2XuwWmJ
Como se menciona al inicio del apartado, estas son algunas de las principales señales de alerta sobre el funcionamiento de un sector que, si bien se encuentra en crecimiento desde hace más de una década, cuenta con una serie de desafíos por resolver. A continuación, se analizan las políticas públicas llevadas a cabo en Argentina tanto a nivel nacional como subnacional, vinculadas al software y los servicios informáticos.
- Como se señala en la sección 3.2.3, Zukerfeld (2008) identifica tres tipos de bienes informacionales: entre los BI1, hechos de pura información digital, se encuentra, por ejemplo, el software, la música, las imágenes y textos; entre los BI2, encargados de transmitir, procesar o almacenar información digital, se encuentran, por ejemplo, los chips, las computadoras o los semiconductores; y entre los BI3, que utilizan información digital como insumo decisivo pero carecen de las características de los BI anteriores, se encuentran, por ejemplo, la información genética de una semilla surgida de la manipulación genética o la industria farmacéutica.↵
- Ver https://bit.ly/2FtSzxE. Fecha de consulta: 28/04/2019.↵
- Según la Free Software Foundation (https://bit.ly/2e00ZOl), el software libre es aquél que puede ser ejecutado, estudiado, copiado, distribuido, modificado y mejorado por sus usuarios; mientras que en el software de código abierto el código fuente y otros derechos son exclusivos de quienes poseen los derechos de autor, pero son publicados bajo licencia de código abierto y por lo tanto pertenecen al dominio público. A los fines de la presente investigación, habiendo realizado estas aclaraciones, ambos términos se utilizarán de forma indistinta, para hacer referencia al software que no es cerrado o propietario.↵
- En este caso el software es producido como un insumo para la elaboración de otras mercancías, por lo que los desarrollos no se comercializan. A los fines de la presente tesis, debido a que no son beneficiarias de las principales políticas públicas existentes ni participan de instancias de organización sectorial, no se analizan las empresas que desarrollan software “in house”.↵
- Segura, Yansen y Zukerfeld (2012) consideran como microempresas a aquellas que tienen menos de 4 trabajadores, pequeñas y medianas a las que tienen hasta 40 trabajadores, y grandes a las que tienen más de 40. Por su parte, el Observatorio del Empleo y Dinámica Empresarial (OEDE) considera microempresas a las que cuentan como máximo con 3 empleados, pequeñas a las que tienen hasta 11 empleados, medianas a las que cuentan con hasta 51 empleados y grandes a las que tienen más de 51. Dado que la mayor cantidad de los estudios sectoriales en Argentina recuperan la información suministrada por el OEDE, la presente tesis adopta dicho criterio.↵
- Para un análisis exhaustivo ver Segura, Yansen y Zukerfeld (2012).↵
- Los autores también identifican empresas que se insertan en posiciones de comando de las CGV, produciendo productos estandarizados, combinando actividades intensivas en conocimiento tácitos (diseño, gestión de proyectos, desarrollo de marcas) con otras intensivas en conocimientos codificados (testing, servicios de postventa y codificación). Sin embargo, el caso que analizan responde a una empresa con más de 400 empleados, por lo tanto entraría en la categoría de empresa grande.↵
- Los autores se refieren a específicamente a Malerba y Nelson (2011); Niosi, Athreye y Tschang (2012). ↵
- Fue entre 1971 y 1972 que se creó la Licenciatura en Análisis de Sistemas en la UBA.↵
- Entre los casos más exitosos de este tipo de empresas en Argentina se encuentran Mercado Libre y De Remate. En 2005, la primera absorbió a la segunda, y cotizó dos años más tarde por primera vez en Nasdaq y contó con inversiones de Goldman Sachs, J.P. Morgan Partners, entre otros.↵
- Los datos proporcionados por el OPSSI se basan en un relevamiento desarrollado durante los meses de febrero y marzo de 2018, mediante una encuesta aplicada a las empresas del sector SSI.↵
- Según los datos del OPSSI (2018) la estructura de costos sectorial está representada fundamentalmente por los salarios y otros gastos asociados al personal (73%). En un lejano segundo lugar se encuentran los costos de estructura (oficina, servicios, etc.) (16%).↵
- De hecho los sueldos, aguinaldos y contribuciones sociales representan el 33,9% de los gastos totales de las empresas dedicadas a las actividades de informática. Esta cifra es la más alta en comparación con el resto de los sectores de la economía (López, 2018).↵
- Una de las limitaciones sobre los datos concernientes a este punto es que los datos del OPSSI se basan en una encuesta realizada por el propio observatorio, pero no constituye un relevamiento exhaustivo de la realidad sectorial. Fue respondida por 153 empresas que emplean 13.764 personas y no es estrictamente representativa aunque su composición se aproxime al del universo del sector en cuanto a localización geográfica, tamaño, exportaciones y beneficios contemplados en el Régimen de Promoción de Software (OPSSI, 2018).↵
- Siguiendo a Lugones (2012) las ventajas competitivas vinculadas a los precios se relacionan con los commodities y bienes escasamente diferenciados.↵
- Según el OPSSI (2018) alrededor del 75% de las empresas encuestadas realizó actividades de investigación, desarrollo e innovación (I+D+i). El 79% desarrolló nuevos productos, el 41% realizó mejoras en la calidad del software, el 36% desarrolló nuevos servicios, entre otras actividades. Teniendo en cuenta la especificidad del sector, Barletta et al (2013) plantean la necesidad de desarrollar indicadores específicos para medir la innovación y evitar sesgos.↵
- Se hace referencia, por ejemplo, a la participación en Planes Estratégicos sectoriales, prestación de servicios a gobiernos locales y consultorías a empresas de base tecnológica, participación en la creación de clusters, polos y parques tecnológicos junto a empresas y gobiernos locales.↵
- Para un recorrido sobre experiencias exitosas que vinculan al sector SSI con el sistema científico argentino ver Gajst y Frugoni (2016).↵
- Uno de sus elementos novedosos es la convergencia entre diversas tecnologías que borran los límites entre lo físico, lo digital y lo biológico, logrando que la conectividad alcance a los objetos y posibilitando la transformación digital de la producción (Basco et al 2018).↵
- De hecho en 2013 se observa una caída del 32% en los ingresantes con respecto al año 2000.↵
- Chicas Programadoras, disponible en: www.chicasprogramadoras.club/. Fecha de consulta: 02/06/2019↵
- Los autores señalan que mientras que en el conjunto de los sectores laborales tener un título universitario incrementa el salario en un 50%, en el sector SSI sólo lo hace en un 18%. Al mismo tiempo, poseer un título de posgrado permite incrementar el salario un 12%, en el SSI lo hace sólo en un 1%.↵
- Dughera et al (2012) señalan que en el mundo de la producción de software los trabajadores pueden adquirir las competencias requeridas por el mercado laboral mediante la educación formal (secundario, terciario, universitario), la educación no formal (cursos, capacitaciones, certificaciones) e informal (aprendizaje en el puesto de trabajo, contacto con pares, a través de internet).↵
- Para un análisis exhaustivo sobre la relación de las y los adolescentes con la informática ver Fundación Sadosky (2013).↵
- Esta problemática no es exclusiva de Argentina. Según la organización Girls Who Code, en Estados Unidos, por ejemplo, el 66% de mujeres que tienen entre 6 y 12 años tienen interés en las ciencias de la computación, mientras que en la franja de 13 a 17 años lo tiene el 33% y sólo el 4% ingresa a la Universidad (Disponible en: https://bit.ly/1Y3AVEq).↵