[d] De los dos amantes, este se dedicaba a la música, mientras que el otro, a quien este vituperaba, a la gimnasia. Me pareció que era necesario dejar al segundo, que había sido interrogado, puesto que él no se jactaba de ser experimentado[1] en discursos, sino en acciones, e interrogar minuciosamente a quien se jactaba de ser más sabio, para sacar provecho de él, si de alguna forma pudiera. Entonces, dije:
—Hice la pregunta a los dos. Pero si tú crees que podrías responder mejor que él, te pregunto lo mismo que precisamente le he preguntado, si te parece que filosofar es algo noble o no.
[133a] Cuando escucharon que nosotros decíamos estas cosas, los muchachitos callaron y, finalizando la discusión, se convirtieron en nuestros oyentes. No sé qué sintieron los amantes, pero yo quedé fuera de mí, pues siempre quedo fuera de mí por los que son jóvenes y también bellos.[2] Me pareció que el otro,[3] no menos que yo, luchaba con el mismo sentimiento. Aun así, me respondió con mucho afán por destacarse:
—Sócrates, tan pronto como creyera que [b] filosofar es algo vergonzoso, ni siquiera consideraría que yo mismo soy un hombre, ni tampoco ningún otro que se encuentre en la misma situación —afirmó señalando al amante rival y hablando en voz muy alta para que su favorito lo oyera claramente.
—¿Acaso te parece que filosofar es algo noble? —dije yo.
—Sin duda —dijo.
—¿Por qué? —agregué—. ¿Acaso te parece que es posible que alguien sepa si una cosa es noble o vergonzosa sin saber primero lo que es?[4]
—No —dijo.
[c] Por mi parte, pregunté:
—¿Acaso sabes qué es filosofar?
—En cierto modo, sí —dijo.
—¿Qué es? —repuse yo.
—¿Qué otra cosa sino aquello de Solón? Pues Solón en alguna parte afirmó: “Envejezco aprendiendo siempre muchas cosas”.[5] Entonces me parece que es necesario que quien vaya a filosofar, sea más joven o más viejo, siempre aprenda alguna cosa, para aprender la mayor cantidad de cosas posibles en la vida.
Al principio, me pareció que decía algo con sentido; luego, tras pensarlo un poco más, le pregunté si consideraba a la filosofía un conjunto de conocimientos.[6]
[d] —Por supuesto —afirmó él.
—¿Consideras que la filosofía no solo es algo noble, sino también bueno? —pregunté yo.
—En verdad, también algo bueno —dijo.
—¿Observas esta característica particular en la filosofía o te parece que también se halla en otras disciplinas? Por ejemplo, ¿consideras que el amor a la gimnasia no solo es algo noble, sino también bueno? ¿O no?
Este, con picardía,[7] dio dos respuestas:
—Frente a él, se debe decir que ninguna de las dos cosas; pero frente a ti, Sócrates, [e] acuerdo que es algo noble y también bueno, pues verdaderamente lo creo.[8]
Entonces, yo pregunté:
—¿Acaso consideras que en los gimnasios el amor a la gimnasia consiste en un conjunto de ejercicios físicos?[9]
—En cierto modo, sí —dijo aquél—, como también considero que en el filosofar la filosofía es un conjunto de conocimientos.
—¿Consideras que quienes aman la gimnasia desean algo distinto que aquello que hará que tengan el cuerpo en forma? —pregunté yo.
—Desean eso —dijo.
—¿Acaso muchos ejercicios físicos hacen que el cuerpo esté en forma? —pregunté yo.
[134a] —¿Cómo alguien podría tener el cuerpo en forma con pocos ejercicios? —repuso.
- Se utiliza aquí el adjetivo émpeiros, vinculado con el sustantivo empeiría (“experiencia”).↵
- Este sentimiento de Sócrates ante los jóvenes nobles y bellos es referido en otros diálogos platónicos como Cármides 154b-d y Banquete 216d. Al respecto, véanse las observaciones de Dover, K. J., op. cit., pp. 153-165.↵
- Es decir, el músico.↵
- Sobre la prioridad epistémica de la definición, cfr. supra, Estudio preliminar, apartado 7, “Resumen y análisis de los problemas centrales”.↵
- Fragmento 22 (Diehl). Solón fue un destacado político ateniense, considerado uno de los siete sabios de Grecia. Vivió aproximadamente entre el 638 y el 558 a. C. La sentencia que se le atribuye aquí (IEG II 18, West) aparece reformulada en Laques 188b, 189a y República 536d. La vejez es concebida por Solón como un tiempo oportuno para el aprendizaje de muchos saberes. Esto dará a Sócrates la oportunidad para discutir sobre la cantidad y calidad de los conocimientos que debe aprender quien filosofa. Con respecto a la sintaxis de la frase, vale destacar que el adverbio aieí (“siempre”) se presenta como un término apò koinoû, i.e. común a dos cláusulas, ya que modifica tanto al verbo gerásko (“envejezco”), como al participio didaskómenos (“aprendiendo”). El mismo fenómeno se reitera en el fragmento 1 de Heráclito: “A pesar de que este discurso existe siempre (aeí) los hombres son incapaces de entenderlo” (Sexto Empírico, Contra los matemáticos VII 132; DK 22 B 1). Sobre la posición ambigua del adverbio aeí en esta sentencia, llama la atención Aristóteles, Retórica 1407b (DK 22 A 4).↵
- Aquí se emplea el sustantivo polymathía que hemos traducido por “conjunto de conocimientos”. Este concepto aparece en uno de los fragmentos de Heráclito para referir al cúmulo de variadas opiniones, proferidas por reconocidos sabios como Hesíodo, Pitágoras, Jenófanes y Hecateo, que no aportan inteligencia sobre el único principio que gobierna todas las cosas. Cfr. Diógenes Laercio, IX. 1 (DK 22 B 40).↵
- Aquí aparece el adverbio eironikôs, vinculado con el sustantivo eironeía que suele traducirse por “ironía”. El significado de este término en nuestra lengua no se adapta ni al sentido del pasaje ni al valor que el sustantivo poseía en griego, dado que la eironeía estaba originalmente asociada con el engaño y el ocultamiento. La ironía formaba parte de las estrategias de indagación socráticas. De acuerdo con la tesis de Vlastos, Gregory, “Socratic Irony”, Socrates, Ironist and Moral Philosopher, Cambridge, Cambridge University Press, 1991, p. 31, Sócrates no se vale de ironías simples en las que se dice expresamente lo contrario de lo que realmente se pretende decir, sino de ironías complejas en las que lo que se dice expresamente es, de acuerdo con la forma en la que se lo interprete, en cierto sentido verdadero, pero en cierto sentido no. Constituye una ironía compleja la afirmación de Sócrates de que solo sabe que nada sabe. Esto es de cierta forma verdad, ya que Sócrates no goza del conocimiento propio de los dioses que es el único que puede considerarse verdadera sabiduría, pero, de cierta forma, no es verdad, ya que Sócrates no solo conoce las limitaciones de la sabiduría humana, sino que, a través de sus conversaciones y de la refutación de diversos interlocutores, prueba la fuerza de sus convicciones. Sobre este tema, véanse Platón, Apología de Sócrates 21b-23c y las observaciones de Wolfsdorf, David, “The Irony of Socrates”, The Journal of Aesthetics and Art Criticism, vol. 65, n. 2, 2007, pp. 175-187.↵
- Teniendo en cuenta el perfil de sus interlocutores, el músico ofrece dos respuestas diferentes a la misma pregunta, aunque aclara que es la dirigida a Sócrates aquella en la que verdaderamente cree. Uno de los requisitos que regula las conversaciones socráticas es el del “asentimiento sincero” que prescribe que cada interlocutor diga lo que cree sobre el tema investigado. Dado que estas creencias están a la base del modo de vida que llevan los interlocutores, su cuestionamiento y eventual refutación impacta directamente sobre su existencia. Dicho requisito aparece formulado en Platón, Crátilo 49c11-d1, Protágoras 331c4-d1, Gorgias 500b5-7 y República 349a4-6. Sobre este tema, véanse Vlastos, Gregory, “The Socratic Elenchus” y “Afterthoughts on the Socratic Elenchus”, en Prior, William J. (ed.), Socrates. Critical Assessments, London, Routledge, 1996, pp. 32-33 (1º ed. 1982); Beversluis, John, Cross-Examining Socrates. A Defense of the Interlocutors in Plato’s Early Dialogues, Cambridge, Cambridge University Press, 2000, pp. 37-58 y Brickhouse, Thomas C. y Smith, Nicholas D., “The Socratic Élenkhos?”, en Scott, Gary A. (ed.), Does Socrates Have a Method? Rethinking the Elenchus in Plato’s Dialogues and Beyond, Pennsylvania, The Pennsylvania State University Press, 2002, pp. 152-154.↵
- Aquí se establece un paralelismo entre la polymathía (“conjunto de conocimientos”) con la que se identifica a la filosofía y la polyponía (“conjunto de ejercicios físicos”) que caracteriza a la gimnasia. Para reforzar esta analogía, el autor del texto no utiliza el sustantivo gymnasía (“gimnasia”), sino el neologismo philogymnastía (“amor por la gimnasia”). Cfr. supra, Estudio preliminar, apartado 5, “Rasgos estilísticos”.↵