Abordajes y experiencias promisorias
Rocío Belén Martín
La fotografía fue realizada por el fotógrafo Walter Ferrari, experto en captar los detalles más minúsculos y fascinantes de la naturaleza. Ha sido galardonado en numerosas competiciones como la Small Word 2021 y Olympus Image of the Year Award 2021. Para conocer más acerca de la espectacularidad de sus obras: FC: https://es-la.facebook.com/wferrariphoto/ IG: https://www.instagram.com/wferrari_mph/?hl=es.
¿La cooperación es un fenómeno multidisciplinar? ¿Interdisciplinario? Veamos un poco, desde las Ciencias Biológicas los procesos de cooperación entre animales se desarrollan en las relaciones intraespecíficas de sociedades. La avispa es un insecto del orden Hymenoptera (abejas, hormigas), algunas de ellas son eusociales lo que significa que tienen un nivel alto de organización en una sociedad animal; estando entre sus características más importantes el cuidado de las crías (propias o de otros individuos), la coexistencia en un mismo nido de varias generaciones juntas y una división del trabajo entre una casta reproductora y una no reproductora, llamándolas obreras.[1] [2]
Entonces, ¿Podemos pensar en los procesos de cooperación desde otras disciplinas? Tanto las Ciencias Económicas, la Ciencia Política y también las Ciencias de la Educación, entre otras han contribuido y construido nuevos aportes y lecturas al fenómeno –cooperativo-.
Las cooperativas son organizaciones de participación educativa y cultural que aportan al entramado y desarrollo de los territorios, al respecto Álvarez (2017) postula que una Resolución de la ONU exhorta a los gobiernos, junto a los gremios y organismos especializados a fomentar el establecimiento y el desarrollo de las cooperativas, creando un entorno propicio y favorable, mediante la elaboración de programas para promover y fortalecer la educación de los miembros.
Uno de los principios del cooperativismo es la educación, formación e información cooperativa, un instrumento fundamental para promover el desarrollo (INAES, 2021). Los principios y valores en los que se basa el cooperativismo generan prominentes procesos de participación y cooperación de los sujetos protagonistas del cambio. En tanto, el control democrático en el que se sustentan las cooperativas y la equidad que implica; el compromiso con la comunidad y la responsabilidad social que conlleva, propician relaciones de simetría social e identificación de las personas con su trabajo (García Pedraza et al., 2018).
La relación entre desarrollo y educación cooperativa se eleva desde los comienzos del cooperativismo, por lo cual no puede despegarse de los movimientos obreros organizados, de su surgimiento y de las aspiraciones emancipadoras (Mata Diestro, 2020), es decir, la educación siempre fue fundante e inicial en el cooperativismo.
Históricamente, fueron los Pioneros de Rochdale[3], en 1848 que a partir de la creación del Fondo de Educación generaron un espacio que contribuía a la capacitación de sus asociados, dando origen al principio de Educación. En esos momentos, se partía de la idea que para mejorar las condiciones de vida no solo bastaba con mejorar la situación económica de cada persona y del colectivo, sino que era necesario acceder y generar procesos educativos. Desde entonces, ya se pensaba a la educación como uno de los factores más importantes para el desarrollo de la ideología cooperativista (Tifni, 2010).
La Educación Cooperativa es un constructo que fue tomando relevancia en la diversidad de contextos, y es considerada un proceso integral y continuo, de enseñanza y aprendizaje, que contempla la formación de socios y empleados cooperativos, de sus familias y de la sociedad en general. El proceso educativo se cimienta en los principios y valores del cooperativismo, fortificando la identidad cooperativa, la cultura de cooperación y la sostenibilidad y el fomento del ambiente (Ferreira y Neves do Sousa, 2019).
Al respecto, Tifni (2010) considera que la Educación Cooperativa es considerada como herramienta para la liberación de la clase trabajadora y para la consolidación de un nuevo sector en la economía, que aporta al bienestar de sus miembros. De esta manera, el propósito de la Educación Cooperativa es mejorar sustancialmente las cooperativas, mediante acciones auténticas y comprometidas de los implicados en las organizaciones, contribuyendo al desarrollo de una sociedad más prospera, armónica, solidaria y justa (FUCAC, 2015).
Desde una propuesta integral con énfasis social, inclusivo y cultural, Coque Martínez (2001), concibe a las cooperativas como entidades de participación. Al respecto, señala que en las cooperativas es indispensable la participación en sus múltiples aristas tanto interna, externa como situada, etc.-.
En concordancia, Marín de León, Labrador y Mirabal (2013), sostienen que la Educación Cooperativa debe considerar promisorias formas o vías de educar a las nuevas generaciones. Menciona que en la práctica han prevalecido formas en las que se transmiten los saberes de asociado a asociado, a partir de los conocimientos que tienen los fundadores de cada organización. Los procesos educativos y de aprendizaje pueden ser formales e informales; los primeros –formales- se realizan a través de cursos, capacitaciones y maestrías, generalmente realizados por actores externos a las cooperativas. Mientras que los informales se realizan a través de talleres, cursos y debates mayormente desarrollados por los propios asociados.
La Educación Cooperativa es un proceso de formación continua para la creación de habilidades y competencias, que permite asegurar una cultura organizacional, basada en la solidaridad, la autonomía y la responsabilidad social, promoviendo los valores y principios del cooperativismo, donde se fomenta el sentido de pertenencia y la formación integral de los asociados, directivos, trabajadores, la familia, la comunidad, demás miembros de la localidad y todas las personas vinculadas con el sector (Gámez Iglesias et al., 2017; Marín et al., 2013). Al respecto, Alcántara et al., (2018), expone que cada persona es plenamente consciente de su función en la cooperativa y consecuentemente en la sociedad, desplegando solidaridad y altruismo comprometiéndose por los lazos de reconocimiento con su comunidad.
Enfoques y perspectivas para el abordaje de la Educación Cooperativa
En educación en cooperativismo han primado algunos enfoques y/o teorías de aprendizajes por sobre otros. Cuatro abordajes son oportunos para estudiar los aspectos educativos de estos contextos organizacionales: la teoría del aprendizaje cooperativo, el enfoque del aprendizaje colaborativo, la Pedagogía Crítica (Figarella Garcia, 2019; Pérez Méndez, 2017), y la teoría situada del aprendizaje (Martín et al., 2020; Martín et al., 2021).
La teoría del aprendizaje cooperativo surge desde un enfoque constructivista social (Coll, 2003 en Ferreiro Gravié, 2007); conociéndose como aquel aprendizaje que ocurre entre iguales, colegas o en equipo. El aprendizaje cooperativo se refiere a la actividad, a la forma de hacer participar a las personas en su proceso de aprendizaje, es decir, el énfasis está en la necesidad de participación, comunicación y los procesos psicológicos implicados en cada actividad cooperativa. Es preciso aclarar, que esta teoría tiene su contexto de creación en entornos estrictamente escolares, y los estudios derivados se relacionan con cooperativas escolares.
También como sinónimo se le llama aprendizaje colaborativo, pero es necesario remarcar que existen diferencias entre colaboración y cooperación (Ferreiro Gravié, 2007). Al respecto, el aprendizaje en ambientes colaborativos, busca propiciar contextos en los que se desarrollen habilidades individuales y grupales a partir de la discusión entre participantes, al momento de explorar nuevos conceptos, situaciones o problemáticas (Lucero, 2003).
En tanto existen desarrollos que atienden a la Educación Cooperativa mayormente desde los postulados de la Teoría Crítica. Especialmente, en América Latina y en relación con la realidad económica, surgieron y evolucionaron pedagogías de la liberación, especialmente desde los planteos de Paulo Freire y sus derivados. Éstas tendencias tuvieron una gran variedad de propuestas educativas que se desarrollaron en aquellos lugares del mundo donde la situación de subordinación impulsó el compromiso por la liberación.
Tales características comunes hacen referencia al reconocimiento de la politicidad de la educación, a la denuncia de los factores de alienación provenientes del contexto económico y político y a la propuesta de transformación de la realidad, que se relaciona fuertemente con los principios fundantes del cooperativismo (Carreño, 2009). Desde los orígenes del cooperativismo moderno ha existido un claro vínculo entre cooperativismo y educación popular (Mata Diestro, 2018). Dentro de este panorama y acorde a los planteos de los postulados de la Teoría Crítica, la educación cooperativa es pensada como una herramienta para mejorar la calidad de vida de los obreros, buscando que la persona se descubra y se conquiste como sujeto histórico y transformador de su propio destino (Tifni, 2010).
En cuanto a la teoría social del aprendizaje, desde una interdisciplinariedad de aportes permite comprender la dinámica de las cooperativas como contextos de aprendizaje y comunidades de prácticas (Alcantara et al., 2018; Martín et al., 2018). Esta teoría concibe al aprendizaje como un proceso de participación social, que no sólo refiere a eventos locales de compromiso con ciertas actividades y con determinadas personas, sino a un proceso de mayor alcance consistente en participar de manera activa en prácticas en comunidades sociales y en la construcción de identidades (Wenger, 2001, 2018).
El término comunidad de práctica es entendido como una asociación de aprendizaje entre personas que encuentran útil aprender un dominio en particular y colectivamente, esgrimiendo la experiencia práctica de cada persona como recurso de aprendizaje, y uniendo fuerzas para dar sentido y abordar los desafíos que se enfrentan individual o colectivamente. La formación de una comunidad crea un espacio social en el que los participantes pueden descubrir y fomentar aprendizajes relacionados con un dominio común. La característica clave de las comunidades, es la combinación del aprendizaje individual y colectivo en el desarrollo de una práctica compartida. El valor del aprendizaje de la comunidad se deriva de la capacidad de desarrollar una intención colectiva de avanzar en el aprendizaje en un dominio. Asimismo, el compromiso compartido con un dominio y con el grupo de personas es un recurso de aprendizaje. Con el tiempo, se co-construyen historias conjuntas de aprendizaje, lo que se convierte en un recurso entre los participantes en forma de práctica compartida: un repertorio compartido de casos, técnicas, herramientas, historias, conceptos y perspectivas (Martín et al., 2021; Wenger et al., 2011).
En este sentido Wenger et al., (2011) proponen que a medida que las experiencias humanas crecen, las comunidades desarrollan historias acerca de sus comienzos, de lo sucedido desde entonces, y de aquello que a futuro están tratando de lograr los participantes. Las comunidades involucran narrativas personales y colectivas; las historias de participación individual se convierten en parte de las historias de las comunidades, a su vez, que una identidad colectiva se convierte en parte de las identidades de los miembros. Las personas pertenecen a múltiples comunidades y esta multimembresía crea una identidad única para cualquier persona; esa pertenencia a múltiples comunidades da lugar a experiencias personales de aprendizaje que son únicas en el contexto de una comunidad determinada.
Algunas contribuciones locales en relación a las comunidades de prácticas en cooperativas se vislumbran en trabajos publicados de cooperativas de la provincia de Córdoba, Argentina, como el caso de la Cooperativa El Craikense (Martínet et al., 2021a) y la Cooperativa Reciclando Utopías (Martín et al., 2020; Martín et al., 2021b), especialmente en el interior de las cooperativas se pudieron reconocer diversidad de trayectorias de aprendizaje en las prácticas de cooperación, la co-construcción de identidades y habilidades socioemocionales con énfasis en lo interpersonal.
En sus principios, los Estatutos de Rochdale le otorgaban relevancia al compromiso social que se generaba en la cooperativa, la promoción de la educación entre los miembros y las aspiraciones de cooperativizar la organización económica y social del mundo (Martínez Charterina, 2016 en Mata Diestro, 2020). A su vez, desde las cooperativas se le confiere un interés particular por la identidad, considerada como un principio, que tal como expresan diversos autores es un rasgo central e inherente de las comunidades de práctica.
Wenger (2018), considera a la identidad como una forma de hablar sobre cómo el aprendizaje cambia a quiénes somos y crea historias personales del devenir, en el contexto de nuestras comunidades. Al respecto, Tennant (2018) postula que las personas tienen identidades múltiples conectadas a sus actuaciones en la sociedad, y que las narrativas de las historias de vida no son tanto sobre las vidas individuales, sino sobre cómo las experiencias subjetivas y las historias de vida únicas están vinculadas a circunstancias históricas, sociales, culturales y políticas más amplias.
Desde la perspectiva que formula Wenger (2010) la identidad incluiría tres características importantes; la trayectoria, el nexo de membresía y la identidad a multiescala.
- Identidad como una trayectoria: refleja el camino de las personas dentro de algunas comunidades, como así también las transiciones. Es decir, se consideraría la acumulación de recuerdos, competencias, experiencia, historias, y las relaciones con las personas y lugares, generando aspiraciones e imágenes proyectadas de sí mismos que guían la formación de la trayectoria en el futuro (Martín, 2017).
- Identidad como un nexo de multimembresía: en este sentido la identidad refleja la multiplicidad de lugares de identificación que lo constituyen. Se caracterizaría por una membresía secuencial, a medida que las personas actúan en el contexto y llevan una identidad a través de ellos. Esta membresía sería simultánea, ya que un sujeto puede pertenecer a múltiples comunidades en un momento dado.
- Identidad a multi-escala considera que las identidades se constituyen en múltiples niveles, es decir, que la identificación es en cierto sentido un proceso libre de escala a través del cual la identidad abarca múltiples niveles; la resonancia puede ser más fuerte en algunos niveles que en los demás, incluso algunas personas pueden no identificarse con algunos niveles.
Estos diferentes niveles de participación, compromiso, imaginación y alineación confluyen y participan en la constitución de la identidad.
Finn y Zimmer (2012) definen el compromiso con los aprendizajes como aquella inversión psicológica y el esfuerzo de una persona dirigido a aprender, comprender o dominar los conocimientos, habilidades y artesanías que un trabajo pretende promover.
En cuanto a los contextos de oficio y trabajo, Manavella et al. (2021) advierten que los espacios de formación, las prácticas diversas, de creciente complejidad, y el trabajo colaborativo posibilitan que los aprendices adquieran legitimidad en el ejercicio del oficio y construyan capacidades laborales específicas.
Los procesos de identidad y compromiso son constructos psicológicos que son abordados desde el último Handbook of Educational Psychology[4], que si bien en su última edición amplía la mirada más allá de los contextos escolares, aún hay poco acerca de los aprendizajes en contextos no formales e informales, especialmente sobre el trabajo.
Reflexiones y desafíos
En cuanto a las teorías de aprendizaje se está poniendo acento en aspectos culturales y sociales de los aprendizajes, priorizando lo biográfico y situado (Alheit, 2018; Tennant, 2018).
Desde estos planteos se deriva la teoría del Aprendizaje Transicional de Wildemeersch y Stroobants (2018), que refiere a las conexiones significativas entre uno mismo y la sociedad en relación con el trabajo. Los estudios en esta área se han centrado en los procesos de aprendizaje biográfico en los que las mujeres dan sentido al trabajo a través de la construcción de sus trayectorias e historias de vida. Dichas investigaciones, analizan la relación entre la promesa de emancipación a través del trabajo remunerado, las experiencias laborales reales de las mujeres y las estructuras de oportunidades actuales en el mercado laboral; considerando especialmente la forma en que las mujeres aprenden a manejar los cambios significativos del trabajo en sus vidas y en la sociedad en general. Generando de esta manera aportes que apuntan al potencial emancipatorio del trabajo remunerado para las mujeres, así como del aprendizaje permanente y la participación en la vida adulta y en la educación continua (Wildemeersch y Stroobants, 2018).
Lo que abre a perspectivas que consideran la forma y le dan importancia a aquellas mujeres que conectan sus biografías y sus historias con procesos sociales a través del trabajo. En tal sentido, se empieza desde la perspectiva de género a trazar una línea promisoria de abordaje e investigación en cooperativismo; en sintonía se encuentran los trabajos de Arias (2020) sobre las maneras en que se articulan las expresiones de economía solidaria, las prácticas agroecológicas y el cuidado de la naturaleza en las experiencias de vida de las mujeres de un asentamiento en Brasil; y las investigaciones de Arce y Pérez Gañán (2019) que en un contexto argentino visibilizan y analizan los discursos sobre los espacios de las mujeres en el cooperativismo agrario en relación a la división sexual del trabajo y las relaciones de poder.
Referencias bibliográficas
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- Agradezco a la Mgter. Gimena Fussero por acercarme esta metáfora de las avispas y la cooperación. ↵
- Extraído de Wikipedia. ↵
- Al respecto, podemos encontrar varios capítulos de este libro que nos introducen a esta experiencia cooperativa. ↵
- Corno, L. y Anderman, E. (2016). Handbook of Educational Psychology, tercera edición, Nueva York: Routledge.↵