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Una feria profesional

Promediando el año 1985, Isay Klasse, presidente del Grupo Latinoamericano de la Unión Internacional de Editores y miembro del Consejo de Administración de la Fundación El Libro, propuso formar una comisión de relaciones profesionales para que en el marco de la Feria del Libro de Buenos Aires se pudiera “realizar un intercambio con editores, distribuidores y agentes literarios, para difundir la producción local, [y] promover la asistencia de los profesionales del libro a la Feria” (Acta del 18 de julio de 1985). Para Isay Klasse, el éxito que suponía la presencia de profesionales del libro en otras ferias del mundo era un símbolo de que la Feria del Libro de Buenos Aires también debía ser un espacio que permitiera el desarrollo profesional de los miembros de la industria editorial. Para Rodolfo Marchese (2013), consejero de la Fundación El Libro en representación de FAIGA, “Traer a los profesionales también suponía ubicar a la Argentina en un mercado internacional”.

Tanto Marta Díaz (2012) como Francisco del Carril[1] (2012), vicepresidente de la Subcomisión de Actividades Profesionales que organizó el primer encuentro, coinciden en que fue la tenacidad de Isay Klasse lo que permitió llevar adelante esta iniciativa. Isay Klasse, propietario de la distribuidora Tres Américas, conocía, según Francisco del Carril,

a todos los libreros desde Canadá hasta Tierra del Fuego. Sabía con nombre y apellido quién vendía qué cosa en cada país. Entonces, con ese bagaje de conocimiento, que lo puso al servicio de todos sus colegas, diciendo acá están estos clientes, usémoslos, traigámoslos y vendámosles libros, empezaron las Jornadas.

A partir de ese momento comenzó la tarea para organizar las Primeras Jornadas Profesionales en el marco de la Feria del Libro de Buenos Aires. En octubre de 1985, Roberto Castiglioni se reunió con Francisco Pérez González, presidente de la Federación de Gremios de Editores de España y del LIBER,[2]

quien ofreció su asesoramiento en las tareas de promoción del libro que está realizando la Subcomisión de Relaciones Profesionales, entre libreros, distribuidores del interior y del exterior, con vistas a concretar las Primeras Jornadas Profesionales. El Sr. Pérez González recomendó que a pesar de encarar este nuevo enfoque que es el aspecto profesional, la Feria de Buenos Aires no debería perder sus características que le han permitido el éxito conocido. (Acta del 24 de octubre de 1985)

La discusión en torno al pedido de la Subcomisión de Relaciones Profesionales de una partida de 10.000 australes[3] para concretar la invitación a libreros del interior y del exterior suscitó una postura firme del Consejo de Administración en relación con esta iniciativa: “(…) la importancia de dar a la Feria una nueva dimensión profesional, de forma de asegurar la presencia del libro argentino en los países de América Latina, para volver a ocupar el lugar de importancia que ha perdido” (Acta del 24 de octubre de 1985). En esa ocasión Jorge Naveiro, presidente del Consejo de Administración de la Fundación El Libro, destacó que “sin abandonar sus características actuales, la Feria de Buenos Aires necesita cubrir este aspecto que tienen las otras ferias de libros en el mundo” (Acta del 24 de octubre de 1985). Mientras que Roberto Castiglioni consideraba que “esta nueva modalidad que se quiere dar a la Feria, debe entenderse como un servicio a los expositores, ya que ahora la Feria cubriría todas las posibilidades. Significaría también, un enriquecimiento para despertar un mayor interés” (Acta del 24 de octubre de 1985).

De esta manera, en el marco de la duodécima feria, los días 16, 17 y 18 de abril de 1986 de 9.30 a 13.30 horas –con la Feria cerrada al público– se realizaron por primera vez las Jornadas de Profesionales del Libro. Las Jornadas se desarrollaron llegando al final de la Feria, que comenzó el 4 de abril y cerró sus puertas el 21 de ese mes, es decir que no tenían una entidad propia, se combinaban con la feria de público en una extensa jornada.[4] Durante la mañana los stands debían estar abiertos y atendidos por personal jerárquico para satisfacer las necesidades de los visitante profesionales. Por la tarde, con la Feria ya abierta al público y en el marco de la actividad cultural, se realizaban mesas redondas sobre temas de interés para la industria.

Marta Díaz (2010) recuerda que “Al principio hubo mucha resistencia porque había muchos editores que no querían esa feria de profesionales, les interesaba el público como consumidor. Hasta que al fin fue creciendo y necesitó espacio propio, es decir, días especiales dedicados a los profesionales”. Francisco del Carril (2012) coincide en que la respuesta de la industria fue inicialmente de escepticismo. En una encuesta realizada al finalizar la 15a. Feria, se consultó a los expositores sobre distintos aspectos organizativos de la exposición número 13, 14 y 15, allí se puede observar cómo ese escepticismo inicial sobre las Jornadas Profesionales fue cambiando hasta alcanzar una opinión favorable de más del 65%:

Opinión sobre las Jornadas Profesionales 13a. Feria 14a. Feria 15a. Feria
Favorable 43,00% 47,00% 66,00%
Negativa 35,00% 27,00% 23,00%
Hacen sugerencias 22,00% 26,00% 11,00%

Fuente: elaboración propia sobre la base de datos del Acta del 14 de agosto de 1989.

Según esta encuesta, las principales quejas de la 13a. y 14a. Feria vinculadas a las Jornadas de Profesionales se referían principalmente a los horarios y a la obligatoriedad de abrir los stands desde la mañana. A partir de la 15a. Feria, se modificó el horario y la apertura fue desde las 12 del mediodía (la Feria abría sus puertas al público a las 17).

Con ocasión de las primeras jornadas, el programa de actividades incluía: sesiones con libreros, distribuidores y bibliotecarios; reuniones con investigadores y docentes; mesas redondas sobre temas como “Reproducción ilícita y reprografía” y “Técnicas de comercialización”; visitas guiadas por la Feria y la difusión de los planes de publicación para 1986 y 1987.

Se invitó a participar a libreros y distribuidores del exterior e interior del país, haciendo especial hincapié en América Latina, España y Estados Unidos, debido a que las Jornadas de Profesionales de la Feria del Libro de Buenos Aires fueron pensadas como una forma de fomentar el comercio de libros a otros países. Como indica Francisco del Carril (2012), “fue pensada únicamente para vender nuestros libros a los libreros de América y, secundariamente, a los de otros países”, independientemente de que se diera lugar también a la compra y venta de derechos de autor, a la exposición y explicación de planes de novedades y reediciones, a la presentación de obras de autores prestigiosos y noveles, a la distribuciones de catálogos, a planes de venta e intercambio de experiencias entre profesionales, entre otras cosas.

Las Jornadas de Profesionales permitían además favorecer la exportación de libros reduciendo costos al posibilitar la reunión en un solo lugar a compradores de distintos puntos del mundo, por lo tanto se reducían o evitaban los costos de traslado, las comisiones de los vendedores y, además, se sumaba la posibilidad de mostrar toda la oferta del catálogo.

Para la segunda edición, la Subcomisión Organizadora ya había logrado entidad de comisión. Se consiguieron pasajes y alojamiento para favorecer la visita de los miembros de la industria editorial. También se realizaron reuniones preparatorias para que los participantes pudieran aprovechar al máximo las posibilidades de interactuar con profesionales del interior y exterior del país.

El Salón Internacional del Libro Latinoamericano Anual Rotativo (SILAR)

En septiembre de 1989, en una reunión organizada en Montevideo por la Unión Internacional de Editores (UIE), a través del Grupo Interamericano de Editores (GIE), junto con el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (CERLALC), a la que asistieron como representantes de la Fundación El Libro Carlos Débole –miembro del Consejo de Administración– y Marta Díaz –en representación de Roberto Castiglioni–, surge la idea de la realización de un encuentro de profesionales de América Latina, anual y rotativo que se daría en el marco de una feria del libro.

De esta manera, se buscaba fomentar la industria editorial de la región reuniendo una vez al año en una sola feria, algo así como una gran feria, toda la actividad profesional del libro latinoamericano.

La [feria] de San Pablo competía con la de Guadalajara y con la de Buenos Aires y los profesionales que compran libros para las editoriales de otros países, decían que no podían hacer tres viajes a América Latina. Entonces se resuelve ponerse de acuerdo las tres ferias [Guadalajara, San Pablo y Buenos Aires], y las que quisieran incorporarse después, para que cada año hubiera un SILAR o sea un SILAR en Buenos Aires, otro en… y las ferias aportaban, renunciaban, teóricamente, a ese derecho de hacer una cosa profesional importante para darle mayor validez al SILAR, pero eso en la práctica no se cumplió. Nadie dejó de hacer su parte profesional, en menor grado, no digo que es rimbombante, pero en menor grado seguían tratando de conseguir que fuera la gente, los profesionales, a comprar libros. (Marta Díaz, 2012)

Francisco del Carril (2012) afirma que el surgimiento de la idea se debió a que

(…) iba a catorce ferias, catorce o quince ferias latinoamericanas en el año. Se mandaban libros y se mandaba un representante, entonces (…) en vez de ir a catorce ferias por qué no priorizábamos dentro de esas catorce ferias, una feria por año para volcar todos nuestros esfuerzos en esa feria.

El proyecto fue presentado por Isay Klasse y se resolvió en esa oportunidad conformar una comisión de estudio de la factibilidad de realización del proyecto, conformada por un representante del CERLALC, uno del Grupo Interamericano de Editores, uno de la Unión Internacional de Editores y cuatro directores de Ferias (San Pablo, Guadalajara, Bogotá y Buenos Aires).

Hacia fines de noviembre, en el marco de la Feria del Libro de Guadalajara, se realizó la reunión de la comisión SILAR a la que asistió Marta Díaz[5] como representante. De esa reunión surge la necesidad de concretar una definición sobre la posición argentina. Las principales dudas respecto a la eventual participación argentina en el proyecto fueron las implicancias legales y de derecho internacional del reglamento, además de la necesidad de definir un aporte económico.

Finalmente, en julio de 1990, se resuelve:

1) autorizar la inclusión de nuestra Feria en el proyecto SILAR (de tres ferias[6]); 2) tratar de analizar en extenso el documento base y llevar un criterio claro acerca de las responsabilidades que se asumirían en la parte organizativa del proyecto; 3) no comprometer ninguna inversión económica, por lo menos en estos momentos; 4) considerar los alcances del proyecto en base a la promoción, el apoyo y el sostenimiento del mismo. (Acta del 31 de julio de 1990)

La participación del proyecto supuso la reserva de la fecha de abril de 1993 para Buenos Aires como sede SILAR, lo que fue anunciado en la FIL Guadalajara en 1991 (primera sede SILAR).

Se conformó una comisión ejecutiva para trabajar en el SILAR 1993 con autonomía en sus decisiones, pero informando al Consejo. Esta comisión estuvo presidida por Francisco del Carril e integrada por Marta Díaz, Isay Klasse, Eustasio García y Fernando Duelo Cavero; luego se sumaría Bautista Tello.

En función del compromiso asumido, a principios de 1992 la Fundación El Libro comenzó las tratativas con el Centro Cultural San Martín –a cargo de la gestión del Centro Municipal de Exposiciones– para poder formalizar las fechas de la Feria del año 1993. El Centro Municipal de Exposiciones se encontraba en ese momento con posibilidades de privatizarse y no había certeza acerca de si se podría utilizar el predio durante el año 1993, por eso, ante la falta de respuesta de las autoridades, comenzaron a barajarse otras posibilidades como La Rural y la Corporación de Puerto Madero.

La incorporación del SILAR a la organización de la 19a. Feria supuso la diversificación de las formas de participación de los expositores, un hecho sin precedentes en la organización de los SILAR (Guadalajara 1991 y San Pablo 1992) y una complejización de la organización, ya que implicaba desarrollar variantes en los reglamentos de participación, en las solicitudes, en los planos, en los valores, en la disposición de los lotes por pabellones, entre otros.

Las formas de participación eran tres: 1) únicamente en el SILAR, 2) en el SILAR y en la Feria y 3) en la Feria solamente. La participación conjunta en el SILAR y en la Feria incrementaba el valor del metro cuadrado en un 18%, mientras que para quienes solo participaran del SILAR se previeron stands armados. El SILAR se desarrollaría entre el 14 y el 16 de abril y la Feria, del 17 de abril al 3 de mayo.

El SILAR también dio inicio a lo que sería la participación de los bibliotecarios en la Feria del Libro de Buenos Aires: el desarrollo de la Reunión Nacional de Bibliotecarios organizada por la Asociación de Bibliotecarios Graduados de la Argentina (ABGRA). La reunión de bibliotecarios, que ya iba por su edición número 27 y que convoca a bibliotecarios de todo el país, comenzó a partir de ese momento a desarrollarse en el marco del SILAR primero y de las Jornadas Profesionales después, dándole a la Feria del Libro la posibilidad de incorporar oficialmente un nuevo agente del libro: el bibliotecario.

El SILAR volvió a pasar por Buenos Aires en el año 2001, ya en el nuevo predio de La Rural.

No hemos podido encontrar datos exactos de la cantidad de salones que se realizaron ni de la fecha en que esta iniciativa se dejó de llevar a cabo. Los datos indican que a la iniciativa del SILAR se fueron incorporando otras ferias como la de Bogotá, Santiago de Chile, Montevideo y LIBER (España). Lo cierto es que en el Acta del 10 de junio de 2003, una intervención de Ana María Cabanellas, presidenta en ese entonces del comité organizador de las Jornadas de Profesionales, indica que “Considera que es importante tratar de valorizar el SILAR, como feria de las ferias para profesionales”. Asimismo, un tiempo antes, con ocasión del II Congreso Internacional de la Lengua en Valladolid en el año 2001, Ana María Cabanellas afirmaba:

Las ferias en América Latina se han multiplicado a tal punto que el Grupo Interamericano de Editores (GIE), con el apoyo del CERLALC, creó el SILAR (Salón Interamericano del Libro Anual y Rotativo) con la intención de que solo una vez al año hubiera jornadas internacionales de profesionales. Se han celebrado 10 encuentros y no se ha obtenido el resultado deseado.

Por su parte, Francisco del Carril (2012) afirma que

(…) toda la idea era un poco naíf, un poco bien pensada porque decía, bueno… ese año todas las ferias como que se achican, o hacen menos esfuerzos y ayudan al país que le tocó ser SILAR para que la feria esa sea la súper feria. Entonces, si yo tengo libreros, conozco libreros de Guatemala que quieren ir a Buenos Aires y ese año el SILAR se hace en Brasil, bueno, voy a inducir para que ese librero vaya a Brasil. Voy a tratar de aportar mi granito de arena para que la feria de Brasil sea la mejor, ese año; al año siguiente me va a tocar en Buenos Aires, se supone que todos los otros van a hacer lo mismo acá, se supone. Por supuesto que empezaron los nacionalismos y los problemas y los roces y las envidias y los celos y se acabó.

Esa intención de beneficiar a la feria sede y, al mismo tiempo, de no dejar a la actividad profesional a un lado, se refleja también en la Revista Guía de la 20a. Feria en 1994, un año después de que el SILAR pasara por Buenos Aires:

En esta ocasión, dado que el SILAR (Salón Internacional del Libro Anual y Rotativo) se realizará en Bogotá unos veinte días después de la Feria, las jornadas estarán más volcadas al interior. “Esto no quiere decir –se apura a aclarar Carlos Pazos, titular de la comisión de profesionales del libro dentro de la Fundación– que se dejará de lado, ni mucho menos, el siempre fructífero contacto con los representantes del extranjero”.

Al mismo tiempo, del Carril (2012) sostiene que con los cambios producidos en la industria editorial a partir de la extranjerización de las editoriales que comenzó en los 90, la situación cambió y eso también pudo haber afectado al desarrollo del SILAR, ya que

el avance de las editoriales españolas hizo que la mayoría de ellas no tuvieran representantes en América sino que instalaran sus propias casas, y al instalar sus propias casas fueron ingresando en los gremios de los diferentes países. Entonces, al final uno se topaba que la cámara de tal país (…) no estaba representada por la actividad editorial local sino por las casas españolas. Entonces, al final estabas negociando con todas las casas españolas de Latinoamérica. Un caso más claro pero rico comercialmente, cuando Emecé se vende en el año 2000 exportaba el 22% de su producción, hoy cero. Por qué, porque el comprador de Emecé tiene una casa en México, una casa en Colombia, que sé yo, y no le interesa lo que se publica en Argentina porque tiene su propia producción. Con lo cual el comercio de libros, digamos de… de libros sigue funcionando pero lo que no funciona es que el autor ya no es, salvo las estrellas, no es conocido en los otros países, porque el gerente editorial dice: qué me vas a traer libros de allá si ya tengo que lidiar con los de acá. Entonces, eso fue cambiando la fotografía totalmente de lo que pasaba en el comercio y eso creo que debilitó los SILARES.

Las Jornadas Profesionales después del SILAR

Luego de la experiencia del SILAR, que se realizó en días previos a la inauguración de la Feria, surgió la propuesta por parte de la comisión de profesionales de realizar las Jornadas de la 21a. Feria también en días previos a la apertura del público (dos días completos antes de la inauguración y dos medios días antes de la apertura al público). De esta manera, se respondía a una necesidad planteada por los expositores, que las Jornadas no se realizaran en simultáneo con la apertura al público. La diferencia en relación con la organización del SILAR es que en esta ocasión todo el predio se abocaría al desarrollo de las Jornadas, es decir que todos los expositores tendrían la posibilidad de participar. Al mismo tiempo, se aplicaría a todos los expositores un aumento proporcional en las tarifas de participación.

Asimismo, se incorporó para los expositores –fundamentalmente del exterior–, que normalmente no pueden o no tienen interés en participar en una feria de público durante una extensión de tiempo tan prolongada como la de la Feria del Libro de Buenos Aires, la posibilidad de tomar un espacio prearmado –módulos de aproximadamente 4 m2 y totalmente equipados– en un sector que permitiera poder desarmar estos módulos antes de la apertura al público, como el sector infantil.

A lo largo de los años, las Jornadas Profesionales han ido incorporando algunos cambios en relación con su programa cultural y profesional, se han incorporado congresos y seminarios internacionales de capacitación específicos para editores y libreros y rondas de negocios auspiciadas por organismos oficiales. Además, se incorporó la Semana de Editores organizada por la Fundación TyPA y, en ese contexto, el Salón de Derechos, a partir del año 2007. Asimismo, ha ido variando la duración de las Jornadas, entre cuatro y tres días.

A pesar de los cambios introducidos, pareciera que aquello que con ocasión de la 24a. Feria del Libro de Buenos Aires dijera Francisco del Carril continúa plenamente vigente:

Se concretan propuestas de ediciones, y la compra y venta de ejemplares. Se presentan novedades: en materia de libros editados y en materia de tecnología de edición y técnicas de marketing. Se presentan, además, los títulos que han sido éxitos de venta, y cada expositor anuncia sus planes editoriales para el año en curso. Desayunos de trabajo con debate incluido, reuniones gremiales, y por supuesto, charlas y conferencias de reconocidas personalidades en donde las reflexiones se harán desde la macro y micro economías, y desde la administración en el rubro comercialización del libro. Queremos que los participantes se lleven herramientas útiles y una imagen actualizada y amplia del mundo editorial; eso les ayudará a diseñar y llevar a cabo sus propios planes de producción y comercialización. Y, singularmente, buscamos fortalecer la vigencia del libro. (Revista-Guía, 24a. Feria)


  1. Antiguo propietario de Emecé Editores.
  2. LIBER es la Feria Internacional del Libro para profesionales que se celebra desde 1983 todos los años en España, alternando su ciudad de celebración entre Madrid y Barcelona.
  3. La idea de concretar una comisión para la organización de las Jornadas Profesionales surgió posteriormente a haber sido aprobado el presupuesto para la 12a. Feria, por lo tanto la partida presupuestaria solicitada debía surgir de la economía de algunos gastos presupuestados o bien de los fondos de la Fundación El Libro.
  4. La Feria estaba abierta al público de lunes a jueves de 17 a 24, viernes de 17 a 1, sábados de 15 a 1 y domingos de 15 a 23.
  5. Roberto Castiglioni falleció el 2 de octubre de 1989, dejando vacante la dirección de la Feria del Libro de Buenos Aires, que fue asumida por Marta Díaz en diciembre de ese año.
  6. Guadalajara, San Pablo y Buenos Aires.


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