Trabajo, migración y nacionalismo en tensión
Silvina Noemí López Rivera
Introducción
El proceso de ocupación de los territorios australes puede caracterizarse desde diversos ángulos, todos ellos conducentes a dar cuenta de la complejidad de factores que tempranamente se imponen en una región tardíamente ocupada por parte de los Estados argentino y chileno. En este sentido, en las siguientes páginas se abordarán elementos relativos a su proceso de ocupación, características de la población migrante y del trabajo, y los perfiles del sector de propietarios organizados dentro de las Sociedades Rurales o las Ligas Patrióticas, por un lado, y de las Sociedades y Federaciones Obreras, por otro. La intención es caracterizar estos aspectos entre 1880 y 1922 en la región austral, a fines de ofrecer una mirada sobre el proceso y los distintos momentos de organización y conflictividad.
También va a plantearse un paralelismo con la historiografía nacional respecto de las formas de asociación de la población en función de sus intereses, donde las Sociedades de Socorros Mutuos basadas en la nacionalidad configuran el modelo organizativo inicial; luego, con el avance en extensión y profundidad del sistema productivo, el modelo organizativo que prima responde a los intereses de clase, tanto en el caso de los propietarios como de los trabajadores. En este sentido, es importante resaltar que el elemento presente en todos los aspectos del análisis es la heterogeneidad, ya sea respecto de la población, las tendencias hacia el interior de los sectores o de las estrategias desplegadas, algo que no debe perderse de vista.
Por otro lado, tanto el proceso de ocupación por parte de los Estados como el desarrollo durante las primeras décadas del siglo xx se vieron caracterizados por vínculos y redes transnacionales de capitales y propiedades. Harambour (2019) señala con suma claridad el modo en que la soberanía, capitales y Estados avanzan respaldándose mutuamente. A su vez, entre los propietarios y autoridades se identifican tendencias respecto de cómo enfrentar la organización obrera y de qué manera generar una imagen de peligrosidad sobre estos; por un lado, a través de mecanismos conducentes a crear la imagen de un otro peligroso, ante los vínculos del movimiento obrero que comienza a organizarse y que está vinculado por algo más que una contraparte común. Este carácter regional es central para comprender el proceso, por lo que abordar los espacios en función de sus fronteras nacionales resultaría poco provechoso, como señalan distintos autores (Guenaga, 1998; Bandieri, 2006; Bascopé, 2008; Bohoslavsky, 2018).
Durante los años que comprende el análisis, la región austral pasa de ser un desierto a ojos de los Estados a ser un espacio incorporado en las economías internacionales y nacionales mediante un primer reparto de tierras con carácter latifundista, alejados del control estatal y regulados mediante legislaciones centradas en el control y la propiedad. En este contexto, rápidamente se imponen relaciones asalariadas y claramente se define un pequeño grupo de capitalistas cuyas grandes propiedades y sociedades les permiten imponer condiciones en línea con sus intereses particulares gracias a su poder adquisitivo y su llegada a las autoridades nacionales. Pero ¿quiénes llegan a estos espacios? ¿Qué características adquiere el mercado laboral? ¿Cómo se organizan propietarios y obreros a ambos lados de la frontera? Y, por último, ¿qué elementos permiten el violento accionar durante el pico de conflictividad? En las siguientes páginas se abordarán estos interrogantes desde una perspectiva regional comparada.
La ocupación definitiva de la región austral. La ganadería y la inmigración
La incorporación de los territorios más australes de la Patagonia respondió, en el caso argentino, a una segunda etapa de la Campaña del Desierto, donde el avance ya no tiene el énfasis en las características militares de la primera etapa[2], sino que se avanza, como señalan algunos autores (Bandieri 2005, Blanco 2012), principalmente, mediante la ganadería ovina. En el caso chileno se comienza con la ocupación militar del estrecho de Magallanes en 1843, inicialmente para analizar la posibilidad de establecer el control de la ruta comercial (Harambour, 2019, p. 78). Este avance de la ocupación en pos del desarrollo de la frontera productiva se enmarca en el modelo agroexportador que se despliega, por lo que el aumento de las capacidades productivas, así como las vías de comunicación y comercio son de gran interés.
En esta línea, es la ganadería la que se consolida en esta etapa como principal generadora de riquezas, y es en función de su desarrollo que la región se configura, con las características que acompañan a este sistema productivo. Elsa Barbería (1995) resumía estas características del siguiente modo: “Ganadería extensiva, uso intensivo del recurso tierra, escasa mano de obra y mínima tecnología son las notas distintivas del sistema productivo implementado en Santa Cruz y en la región” (p. 249).
Se suman a esto aquellas actividades asociadas, como el comercio, bancos, transporte y comunicaciones, y más avanzado el proceso, frigoríficos. Adquiere entonces una gran importancia, en tanto principal puerto y centro de operaciones para las principales sociedades, la ciudad de Punta Arenas, fundada en 1848. Su preponderancia será sostenida hasta comienzos de la década de 1910, momento en que la instauración de la aduana en Magallanes (1912), la ley de cabotaje argentina (1913) y la apertura del canal de Panamá (1914) inician una etapa de declinamiento de este centro urbano en tanto epicentro del desarrollo. También son importantes los puertos de Río Gallegos, Puerto Deseado y Santa Cruz.
En esta línea, quienes llegan y forman parte del proceso de poblamiento a partir del accionar de los Estados se vuelven centrales para nuestro análisis. Blanco (2012) caracteriza el proceso de poblamiento patagónico en esta línea, vinculándolo con el avance de la frontera productiva. Estas características son centrales para comprender el proceso en un espacio donde no existen estructuras coloniales ni ninguna otra institución occidental hasta la llegada de los Estados argentino y chileno, a excepción del capital. De este modo, las características de su población y del trabajo están fuertemente condicionadas por este proceso:
El poblamiento patagónico estuvo fuertemente condicionado en sus inicios por el desarrollo de una explotación ganadera extensiva que fue derivando, en estrecha relación con el proceso de distribución y apropiación de las tierras, en la conformación de unos pocos establecimientos de grandes extensiones y baja densidad de población, que convivirían con otras explotaciones de pequeña y mediana dimensión (p. 154).
Esto le confiere al trabajo características peculiares, ya que se caracteriza por ser marcadamente estacional, con una cantidad mínima de trabajadores permanentes ocupando puestos de mayor responsabilidad y por lo tanto más especializados, y una gran mayoría de peones estacionales para tareas sin especialización, cuyas condiciones de contratación y pago se muestran variables (pago con moneda extranjera, con moneda nacional, con vales o fichas de la estancia, llegados bajo contrato o “enganchados”, contratados en el sitio, etc.).
En este sentido, en relación con la influencia política de la oligarquía/clase alta y su relación con el mercado laboral en la Argentina y Chile, Sandra McGee Deutsch (2005) señala que
La influencia política de la oligarquía argentina decayó a comienzos del siglo xx en mayor grado que la de la clase alta chilena. La agricultura del valle central de Chile requería de muchos trabajadores permanentes, y el dominio de los terratenientes sobre ellos contribuía a asegurar su poder político. Los terratenientes argentinos carecían de una base rural comparable, ya que solo empleaban pequeñas cantidades de peones para trabajar en sus estancias y sus arrendatarios eran temporales y habían nacido en el extranjero (p. 111).
El modelo productivo no solo determinó el modo en que el espacio era ocupado, sino que también determinó en buena medida qué migración era la esperada. Sobre esto, Güenaga (2011) plantea que los primeros en instalarse son principalmente ingleses que cuentan con algún capital inicial para invertir, y acceden a las mejores tierras, mientras que más adelante son españoles y chilenos los que se asientan en la región. Estos ya no cuentan con las ventajas de la etapa inicial, por lo que se desempeñan como peones y en algunos casos llegan a arrendar pequeñas propiedades. El rol de la inmigración en este proceso es de suma importancia y con significativas particularidades respecto de los principales centros nacionales.
El caso de Magallanes se diferencia de Santa Cruz respecto de la población que llega a ocupar el espacio. Si bien en ambos lugares la población con capital que llega a instalarse proviene de Europa a través de Malvinas, siendo esa la tendencia migratoria de ambos países para la región, la migración interna en el caso de Chile adquiere gran importancia, propiciándose el movimiento de población desde Chiloé para poblar el territorio, que impactará fuertemente en Santa Cruz.
Harambour (2019) marca un momento de cambio en la demografía de la ocupación magallánica, hasta notarse los efectos de la firma del Tratado de Límites de 1881:
Hasta 1885 la población creció más lentamente, experimentando un aumento explosivo luego de la firma del Tratado de 1881 y con el inicio de la explotación de lavaderos de oro y ganadera: entre 1885 y 1895 la población paso de 2100 a 5200 habitantes, y se triplicó en los diez años siguientes hasta alcanzar las 18.000 personas en 1907 (Navarro 1907-1908, tomo I, 2). Para entonces, los capitales y ovejas de la ‘invasión malvinera’ consolidando la ocupación mercantil y la cartografía del interior.
Haciendo caso omiso de las recomendaciones racistas delineadas por los ministerios y por varios gobernadores de la Colonia de Magallanes, la máxima autoridad local otorgó garantías para atraer colonos desde Chiloé en 1868 (p. 83).
La anterior cita no solo da cuenta del momento del boom demográfico, sino también de la orientación de esa población hacia la ganadería, su procedencia y vínculos con Malvinas y el temprano comienzo de la migración chilota a la región. Esta fuerza de trabajo que arribaba en temporada de trabajo va en aumento de la mano de las necesidades de la explotación ganadera, por lo que progresivamente se vuelve la principal.
La mano de obra chilota era preferida por los estancieros por ser barata, y porque esos trabajadores no tenían experiencia de organización, algo que señala Mancilla Pérez (2002), asociado al contexto del que provenían, donde la economía era de subsistencia, y la moral religiosa/familiar era la norma. El autor señala que
A fines del siglo xix aumentó el flujo migratorio de chilotes a la Patagonia. Entre 1894 y 1896 habían sido trasladados desde Chiloé hasta Punta Arenas 1500 chilotes destinados a trabajos no calificados en aserraderos y estancias […]. En tiempos de crisis económicas los chilotes emigrantes se internaban en las estancias para convertirse en esquiladores, peones, puesteros, ovejeros. También fueron jornaleros en las nacientes ciudades patagónicas, y obreros en los frigoríficos […]. En la sociedad patagónica el chilote fue el último en la escala socio-económica por ser un trabajador sin calificación (p. 23).
Este carácter que asume la migración chilota tiene un impacto sobre el Territorio de Santa Cruz, debido a la fuerte estacionalidad del trabajo en toda la región. Dicho elemento es central para comprender la composición de la mano de obra ocupada en tareas de campo, que se encontraba en permanente movilidad. Harambour (2015) señala que los peones inmigrantes, al igual que los pueblos originarios, adoptan en el continente una modalidad nómade, en línea con las condiciones del trabajo rural estacional preponderante. Si bien en Magallanes los núcleos urbanos tienen mayor peso y las distancias son menores que en Santa Cruz, los trabajadores habitan en una región que comprende ambos espacios simultáneamente. El autor se pregunta entonces: ¿cómo abordar un sector en permanente movimiento, para el cual las autoridades y mecanismos de control carecen de medios para regular?, para luego señalar:
Los nómades no crean archivos, y existen en los archivos de la empresa y del Estado solo en la medida en que cruzan, trascendiendo, las alambradas que marcan los contornos de la soberanía del capital y de la soberanía del Estado (p. 5).
Es decir que solo son visibles cuando entran en conflicto con la propiedad. Esta circulación permanente de personas es vista por el sector propietario como un elemento positivo o negativo en función de los vaivenes en la demanda de mano de obra, y se transforma en preocupación cuando la conflictividad aumenta. Las libretas de trabajo con foto como forma de identificación y control que aparecen luego de las huelgas de Santa Cruz dan cuenta de esto.
Pero los chilotes se insertaban de manera peculiar en el mundo laboral austral, ya que las grandes sociedades ganaderas contaban con enganchadores en el principal puerto a través del cual emigraba esta población: Castro. Estos, según Mancilla Pérez (2002), eran el “vínculo entre las sociedades ganaderas y gran parte de la fuerza de trabajo” (p. 57), y controlaban de este modo a quienes llegaban a la región haciéndoles firmar contratos que estipulaban, entre otras cuestiones, que no se adherirían a ninguna organización obrera. Este sistema de enganche, que implicaba un contrato legal entre las partes, también fue utilizado por el gobierno para el desarrollo de obras públicas (p. 58). De este modo, se amplía el rango de acción de los empleadores, quienes a través de estas medidas buscaban obstaculizar la organización obrera.
El impacto de la población chilota en Magallanes es central, y como se desprende de la caracterización que hace Martinic (1981, p. 48), la mayor proporción de población urbana respecto de la rural y el fuerte elemento chilota son una tendencia que se mantiene durante todo el periodo. Este fuerte peso de los núcleos urbanos en el Territorio de Magallanes, vinculado a las distancias más cortas y a la mayor diversificación de actividades económicas, puede permitirnos comprender no solo el porqué de la capacidad organizativa del movimiento obrero, sino también explicar en parte por qué este no desaparece después de su gran represión, abordada en el último apartado de este capítulo.
Por otro lado, se propone abordar la migración argentina a través del análisis de censos. Se parte de elementos estructurales respecto del sistema productivo centrado en la ganadería en extensión para la exportación y sus implicancias para las condiciones laborales que se establecen en la región, a la vez se toman datos provenientes de los censos nacionales de 1895 y 1914, y los censos de territorios nacionales de 1912 y 1920 para caracterizar a la población trabajadora.
Como ya fue señalado, en un primer momento es mediante Malvinas y a través de los puertos de Punta Arenas y Río Gallegos que llegan y se instalan los primeros inmigrantes británicos, que traen consigo a la oveja malvinera, adaptada al clima. Esta inmigración europea era la pretendida por los Estados nacionales: con capacidad de inversión, conocimiento de la producción, experiencia en Malvinas y nexos con el extranjero. Ya hacia 1906, en el programa del periódico La Unión de Río Gallegos (referencia del sector propietario) publicado el 1 de noviembre, se describía al Territorio de Santa Cruz en los siguientes términos, destacándose en quiénes y en qué actividades reconocen progreso:
La zona que comprende el territorio de Santa Cruz, siendo una de las más apartadas del resto de la República, es hoy una región de floreciente e innegable prosperidad, gracias al esfuerzo de sus habitantes, hijos del país y extranjeros, de diversas nacionalidades, que se encuentran radicados en este pedazo de suelo argentino. Gracias a la eficaz acción de sus pobladores quienes han dedicado todas sus energías al comercio y a la ganadería, venciendo incalculables dificultades, haciendo fructífera la acción individual puesta en práctica[3].
Para el caso de la región austral, y particularmente respecto del Territorio de Santa Cruz, la heterogeneidad de su población en cuanto a su nacionalidad es un elemento característico, al igual que su carácter principalmente rural, como se desprende de los datos de los censos consultados (Censo Nacional de 1895 y de 1914, y Censo de Población de los Territorios Nacionales de 1912 y 1920). En este sentido, a partir de estos, podemos hacer algunas consideraciones respecto del Territorio de Santa Cruz. En primer lugar, se registran datos a partir del segundo Censo Nacional de 1895, ya que para el periodo anterior el Estado nacional no contaba con presencia en el espacio.
Respecto de esto último, el tomo II del Censo Nacional de 1895 correspondiente a población, en la sección referida a las consideraciones sobre los resultados, señala respecto de la incorporación de los Territorios Nacionales que “la conquista de esos territorios, que representan casi la mitad de la superficie de la República, constituye el hecho político más culminante producido en el país después de su emancipación” (p. 21).
Para 1895, la población de Santa Cruz superaba apenas los mil habitantes (1058), que se distribuían de manera desigual entre los departamentos. Los de Santa Cruz y Río Gallegos eran los más poblados, con 485 y 445 habitantes respectivamente, a los que seguían San Julián –con 84 habitantes– y Puerto Deseado, con 44. Por otro lado, la primacía de la población rural, el promedio de edad en torno a los 25 años y el predominio claramente masculino dan cuenta de que aquellos que llegaban lo hacían para el desarrollo de actividades vinculadas a la ganadería. Del total, la mitad de la población (502) era extranjera, de estos el 70% provenía de Europa y el 30% restante provenía de países limítrofes, principalmente Chile y Uruguay.
El censo de territorios nacionales realizado en 1912 arroja datos interesantes. La proporción de extranjeros por cada mil habitantes en Santa Cruz es de 685, un número bastante elevado –es el más alto para los territorios nacionales–, seguida por Tierra del Fuego, con 525 por cada mil habitantes. Del mismo modo, en el análisis de los datos presentados en el censo, se señala que la población latina es mayoritaria, aunque se sostenga que es la inmigración germánica, eslava y anglosajona, aunque minoritaria, la que se cree que contribuirá al mejoramiento del conjunto[4]. La población rural es el 57%, en este caso una de las más bajas, y se registran números inferiores solo en La Pampa y en Tierra del Fuego. En este sentido, es posible que al momento de realizarse los censos la población se concentrase en los centros urbanos, mientras que, en los momentos de mayor actividad económica, estos retornasen a los campos, ya que en su mayoría el trabajo era de carácter rural y estacional.
En 1914, se llevó adelante el Tercer Censo Nacional, en el que el Territorio Nacional de Santa Cruz registró una población de 9948 personas. En este, la presencia de argentinos es de 3247 habitantes, seguidos por 2682 españoles, 1265 chilenos y 789 ingleses (p. 392). En cuanto a las localidades más pobladas, el cambio de la capital a Río Gallegos se refleja en que esta se convierte en la más populosa, con 1557 habitantes, y Puerto Santa Cruz desciende al tercer puesto, con 547 habitantes. El índice de masculinidad mantiene los niveles del censo anterior. En cuanto a la distribución de la población, se eleva levemente la población urbana respecto de la población rural, pero no a los niveles que se señalan en el censo a escala nacional, que pasa de un 57% a un 42%. En el caso de Santa Cruz, se pasa de un 58% a un 52%.
Un cambio importante sobreviene en el origen de la población. Para 1914, la población extranjera suponía el 67%. También son notables las continuidades en su composición: si bien mantienen su primacía los europeos, pierden importancia las personas de nacionalidad inglesa (ahora suponen un 12%), y los españoles se transforman en la colectividad más importante, con el 40% del total. De los extranjeros americanos, los chilenos abarcan el 20%, mientras que los uruguayos descienden a un 3% del total[5].
Por último, respecto del censo de Territorios Nacionales de 1920, la población asciende a 17.925 habitantes, de la cual el 56% corresponde al ámbito rural y el 44% restante, al ámbito urbano. El desarrollo de este indicador a lo largo de los distintos censos demuestra que el porcentaje de población rural desciende progresivamente en los 25 años comprendidos en un 12%.
A modo de conclusión, se evidencian ciertas tendencias generales para el periodo comprendido entre el censo nacional de 1895 y el censo general de territorios nacionales de 1920. Por un lado, se registra un fuerte porcentaje de población inmigrante, con una leve merma o estancamiento entre 1914 y 1920, cuya procedencia es principalmente española y chilena para casi todo el periodo. Por otro lado, se registra una notable mayoría de hombres, y de población rural, lo que podría explicarse en función de la actividad ganadera, pero a lo largo del periodo se registra un avance lento y constante de la población urbana. A modo de resumen, se presenta el siguiente cuadro, que retoma las principales variables por considerar para el presente análisis.
Población total y porcentajes de extranjeros y población rural en Santa Cruz (1895-1920)
Año | Total habitantes | Porcentaje | Porcentaje |
1895 | 1058 | 47,4% | 58% |
1912 | 8192 | 69,5% | 58% |
1914 | 9948 | 67% | 51,1% |
1920 | 17925 | 52,8% | 56% |
Fuente: elaboración propia con base en datos extraídos de los censos consultados.
Por lo tanto, podemos señalar que la migración fue un elemento característico de la región en su conjunto, con vinculaciones diferentes respecto de los correspondientes Estados nacionales que, si bien pueden haber tenido motivaciones y mecanismos similares para ocupar el espacio, el modo en que estos procesos se desarrollan, en este caso específicamente el de la migración, registran singularidades. Navas (2014) señala respecto de esta diferencia que
Esta tendencia identificada para los territorios argentinos de Santa Cruz y Tierra del Fuego, sin embargo, mostró diferencias sustanciales para el caso de Magallanes, puesto que la composición por nacionalidades de su población muestra una elevada tasa de presencia nativa por sobre la extranjera (p. 7).
Estas singularidades dentro de los procesos deben ser caracterizadas –sin por esto pasar por alto que la región debe contemplarse como una unidad analítica– identificándose de qué manera impacta esa singularidad en el resto de la región. De este modo, la fuerte migración interna que se genera en el caso de Magallanes, principalmente desde Chiloé de manera sostenida, impacta en Santa Cruz ya que estos trabajadores se emplean en todos los establecimientos de la región, sin distinción. Estos trabajadores, que se conforman como la principal mano de obra no calificada, y que son caracterizados de manera cada vez más negativa a lo largo del proceso (por los trabajadores son vistos como rompehuelgas, y los propietarios los ven como un peligro al caer la demanda de mano de obra), pasan a ser el enemigo bandolero, el peligro potencial de la disrupción del orden, un riesgo para la Nación en ambos Estados.
Otro elemento de importancia en este proceso y que hace a la particularidad de este es lo señalado por Guenaga (2011) respecto de que la población aquí instalada lo hace en una región prácticamente deshabitada, a excepción de los pueblos originarios: “Cuando el inmigrante es el primer colonizador, no tiene que competir económicamente con sectores más antiguos, ya que no encuentra una cultura dominante establecida anteriormente” (p. 97). En este sentido, señala que, a diferencia de otros espacios donde ya existía población, aquí el inmigrante no es un elemento “agregado”, sino un “protagonista” del proceso de ocupación, lo que también implica tener que “crear las estructuras socioeconómicas más elementales… Esto ocurre mientras que en otras partes del país la generación del 80 pone en marcha su proyecto de modernización, y el llamado ‘aluvión inmigratorio’ comienza a cambiar la fisonomía tradicional del litoral y a incidir sobre otras provincias del interior” (p. 99). La importante masa migratoria y la preponderancia de la población rural no significan que hayan podido acceder a la propiedad o un arrendamiento, sino que mayoritariamente se vinculaban con los establecimientos en calidad de obreros rurales.
A nivel regional, con la caída de la demanda de mano de obra, producto de malos años y crisis económicas durante la década de 1910, la cesantía aumenta, lo que genera un correlato en la conflictividad social[6]. No todos los obreros que llegaban volvían al terminar la temporada, constituyéndose en población itinerante que en la siguiente temporada se sumaba a los recién llegados en la búsqueda de trabajo. De este modo, al alcanzarse el pico de conflictividad entre 1918 y 1921 (que incluyen la toma de Puerto Natales, el incendio de la Federación Obrera de Magallanes [FOM] y las huelgas rurales de Santa Cruz), la cantidad de peones rurales en cesantía recorriendo los campos comienza a ser caracterizada como bandoleros, sediciosos, ácratas y peligrosos que atentan ya no solo contra la propiedad, sino contra la propia Nación. Se vuelve importante entonces el discurso nacionalista de las Ligas Patrióticas, que proponen chilenizar/argentinizar sus territorios correspondientes. La tensión entre estos elementos alcanza su punto más álgido.
Un excelente análisis de las corrientes y momentos de las derechas en Chile y la Argentina es el de la ya mencionada obra de McGee Deutsch (2005), donde señala las trayectorias nacionales y establece comparaciones entre este sector y el resto de la sociedad. El discurso nacionalista argentinizador/chilenizador y la identificación del enemigo en el trabajador inmigrante o la izquierda son solo algunos de los elementos que señala. A modo de comparación para la etapa que abarca la década del 10 y comienzos de la del 20, plantea que
El nacionalismo en la próspera Argentina era en gran medida de carácter cultural, mientras que en el vecino Chile, más pobre, era fundamentalmente económico. La solida economía exportadora apuntalo el liberalismo y el partido liberal gobernante, el PAN, que no tenía ningún rival conservador católico genuino. En la Argentina, los sentimientos derechistas radicalizados se asociaron con la Iglesia y con sus simpatizantes marginados del poder más estrechamente que en Chile, donde los católicos tenían su propia base partidaria (p. 62).
Las formas de asociación: el mutualismo, las federaciones obreras y las Ligas Patrióticas
En la región existen una amplia cantidad de organizaciones civiles de distinto tipo, que dan cuenta del dinamismo de la vida social, pero también de la capacidad de organización de la población civil que se interesa por cuestiones tan significativas como la educación o la construcción de un hospital. Coexisten sociedades de beneficencia, asociaciones deportivas y sociedades mutuales, entre otras, todas ellas orientadas hacia fines concretos y cuya presencia permanente y diversidad de tareas se registran en la prensa de la época[7]. Sus miembros muchas veces son personas pudientes con posibilidad de participar, que luego forman parte de Consejos Municipales, Sociedades Rurales e incluso Ligas Patrióticas. En este sentido me interesa distinguir tres tipos de asociaciones: 1) aquellas asociaciones civiles cuya finalidad primaria no representa intereses de clase (asociaciones mutuales, de socorros mutuos, clubes deportivos, etc.); 2) aquellas asociaciones vinculadas a los intereses obreros (gremios, federaciones y sociedades obreras) y 3) aquellas asociaciones vinculadas a los intereses del sector propietario (sociedades rurales y ligas patrióticas). Estos tres tipos coexisten, de manera simultánea, durante todo el periodo, y ante la ausencia de espacios institucionalizados pertenecientes al Estado se constituyen en espacios de sociabilidad local y regional de gran importancia.
Asociaciones civiles y mutuales sin finalidades asociadas a una clase
Si bien el primer tipo de organizaciones se centran en alguna falta de servicio o carencia real, muchas veces sus directorios son espacios que permiten adquirir notoriedad en la sociedad local. Por lo tanto, comprender cómo funcionan y se organizan, teniendo en cuenta los intereses representados por algunos de sus miembros, es vital para dar cuenta de las formas que estos sectores asumen en una sociedad donde las instituciones políticas tradicionales se encuentran ausentes. Estas organizaciones que permiten la participación de la sociedad civil forman parte del entramado social en el que se vinculan capital y trabajo, e incluyen en su seno a obreros, población en general y propietarios. Resta profundizar a través del análisis de actas y otras fuentes disponibles respecto de estas asociaciones el modo en que los distintos sectores interactuaban en el interior de las organizaciones.
En el caso del mutualismo como forma de asociación primaria, cuya base es la nacionalidad y no los intereses de clase, este es señalado por diversos autores (Falcón, 1984; Suriano, 2001) para este periodo como precursor de la organización obrera, aunque es correcto señalar que coexisten. Sobre este destacan que nuclea entre sus miembros tanto a patrones como a obreros, por lo que sus objetivos no son del tipo reivindicativo sino más bien de ayuda en caso de enfermedad, o de desarrollo de actividades culturales, sociales y deportivas. Otra organización sobre la que restaría profundizar, enfatizando en su rol de mediación en los conflictos, es la Cruz Roja.
Si bien para el caso argentino en los principales centros nacionales el auge del mutualismo se desarrolla a fines del siglo xix, en la región austral esto se desarrolla más tardíamente debido a las características de la ocupación estatal, por lo que en su mayoría aparecen ya iniciado el siglo xx.
En el caso de la región de Magallanes, al iniciar la ocupación hacia 1848, y con la importancia que la ciudad de Punta Arenas adquirió como núcleo del desarrollo económico y comercial para la región –y como principal puerto de ingreso para los inmigrantes y bienes–, es lógico que encontremos organizaciones mutualistas en años anteriores que en Santa Cruz, entre las que Pino (2008) señala para finales del siglo xix las siguientes, destacándose el elemento étnico en todas:
- 1893: Sociedad de Beneficencia Portuguesa.
- 1893: Sociedad Cosmopolita de socorros mutuos.
- 1895: Sociedad Española de socorros mutuos.
- 1895: Fratellanza italiana di mutuo socorso.
- 1896: Sociedad Austriaca de socorros mutuos.
- 1897: Societé Francaise secours mutuel.
- 1897: Deutsches Krauke und sterbe kasse.
- 1898: Sociedad Chilena de socorros mutuos.
- 1899: British Benedit Society.
- 1899: Hrvatsko Dobrotvorno.
Para el caso de Santa Cruz, Franciscovic y Ampuero (2016) señalan que
El primer antecedente de organización mutual […] es la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos en Río Gallegos, constituida en el año 1904. Por su parte, aparecen con fuerza las asociaciones de socorros mutuos españolas en diversas localidades en el territorio nacional de Santa Cruz: en Río Gallegos (1906), en Puerto Santa Cruz (1909), Puerto Deseado (1915) y en Puerto San Julián (1925) […] se registran, además de las mencionadas anteriormente, durante las primeras décadas del siglo xx varias asociaciones de tipo mutualista. En Río Gallegos: Sociedad Cosmopolita de Socorros Mutuos, Sociedad Chilena de Socorros Mutuos, Asociación Mutualista Unión Fraternidad, Sociedad Yugoslava de Socorros Mutuos. En Puerto San Julián, la sociedad chilena, la eslava y la helénica, todas de socorros mutuos (pp.167-168).
Las autoras enmarcan las asociaciones mutuales en una escala regional, haciendo referencia a los antecedentes en Magallanes señalados más arriba. Es interesante destacar que el periodo en el que señalan la fuerte presencia de las asociaciones españolas en el Territorio de Santa Cruz coincide con el fuerte ascenso del porcentaje de inmigrantes de esa procedencia. Estas asociaciones tenían como principal objetivo la asistencia ante la enfermedad, pero en algunos casos, como el español, van sumando actividades deportivas y culturales con el tiempo. Entre las asociaciones de las distintas localidades, señalan que existían acuerdos de reciprocidad, lo que no solo da cuenta de la extensión del mutualismo en Santa Cruz, sino también de los lazos de solidaridad, algo que reaparece más adelante con la aparición de las Federaciones, ya no por una cuestión étnica, sino en el marco de la organización obrera, con una marcada influencia anarcosindicalista.
Las organizaciones bajo la forma de sociedades de socorros mutuos, gremios y federaciones son múltiples durante todo el periodo, coexistiendo durante gran parte de este. Al iniciarse la ocupación de la región de Magallanes algunas décadas antes que en Santa Cruz, y al constituirse Punta Arenas un importante centro urbano (el más importante de la región), se comprende que el mutualismo y las organizaciones obreras tengan una aparición anterior, pero la tendencia regional es la misma: la de la coexistencia de organizaciones mutualistas, civiles o que nuclean intereses de clase.
Asociaciones vinculadas a intereses de la clase obrera
La organización obrera en la región austral antecede por años en ambos territorios al punto más álgido de conflictividad, registrado entre 1918 con la toma de Puerto Natales, el incendio de la FOM en 1919 y las huelgas rurales de Santa Cruz de 1921-1922. El avance del modelo productivo, que implicaba la inserción de la región en la economía capitalista internacional, trae aparejadas condiciones de explotación para los obreros que se suman a las difíciles condiciones impuestas por el entorno.
En el caso de Magallanes, Vega Delgado (2002) señala que el primer registro de una organización obrera es la creación de la “Unión Obrera” en 1896 en la ciudad de Punta Arenas, cuyo órgano de prensa era el periódico El Obrero, surgido en diciembre de 1897. El autor también señala que el movimiento obrero se caracterizaba por su civismo a la hora de realizar sus reclamos empleando medidas no violentas (p. 15). Hacia 1898 señala que en el interior de la organización hay una división ideológica, logrando los socialistas cambiar la orientación de El Obrero y convirtiéndolo en órgano del partido (p. 20). Esto da cuenta de lo temprano en el proceso que surgen ideologías claras, pero también múltiples, que se encuentran en tensión en el interior de las organizaciones.
Desde 1902, con la aparición de la Sociedad de Obreros Albañiles, se inaugura una nueva etapa en la organización obrera, que se sostiene en el tiempo, en el que aparecen y dejan de existir muchas de ellas, como la Unión Internacional de Obreros de Punta Arenas, gremios de panaderos, pintores, carpinteros, marítimos, estibadores, carneadores, etc. (Vega Delgado, 2002, pp. 23-24). Algunos de estos pasarían a ser la base de la futura Federación Obrera de Magallanes fundada en 1911. A la par del avance de la organización de los trabajadores, aumentaba la conflictividad producto de la explotación que implicaban largas jornadas, pésimas condiciones y bajos salarios para múltiples sectores de la economía.
A partir de la década de 1910 hasta comienzos de la década de 1920, la región registra cambios bruscos producto de nuevas políticas estatales más proteccionistas, condiciones de mercado internacionales y eventos que impactan en la región, como la Primera Guerra Mundial o la apertura del canal de Panamá, que hacen de este el periodo en el que las condiciones de los obreros se recrudecen. A escala nacional, a la par del recrudecimiento de las condiciones laborales, la carestía de vida, la caída de los precios de las exportaciones y la gran diferencia entre las zonas urbanas y rurales, se despliega en todo el país un gran número de movilizaciones obreras. En este sentido, McGee Deutsch (2005, p. 113) señala que a diferencia del caso chileno, en donde los trabajadores del salitre se encontraban nucleados geográficamente, los trabajadores rurales argentinos se encontraban dispersos y en permanente tránsito, lo que “les impedía mancomunarse y, a su vez, crear sindicatos”, lo que no quiere decir que no existieran experiencias de organización obrera en el ámbito rural, como sucede en la región abordada.
Para el caso de Santa Cruz, Guenaga (1999) señala la vinculación de la organización obrera santacruceña con la magallánica, señalando relaciones no solo en este aspecto sino también respecto de la región socioeconómica que ambos territorios conforman, y del proceso migratorio mediante el cual se ocupa con población europea el espacio. El surgimiento de la organización obrera en Santa Cruz tiene lazos más fuertes con Magallanes que con Buenos Aires; incluso, al conformarse la Sociedad Obrera de Río Gallegos en 1913, un delegado de la FOM participa activamente y se estipula la hermandad de estas, en tanto delegados magallánicos habían recorrido estancias del territorio buscando la afiliación de los trabajadores. Luque y Martínez (2005) reconstruyen una cronología de la conflictividad y ubican el inicio de la conflictividad en 1909, cuando “se produjeron dos huelgas en las cuadrillas de trabajadores afectados a la construcción de la línea ferroviaria Deseado-Las Heras, por cuestiones salariales” (p. 4), conflicto que se reitera al año siguiente. Señalan una serie de sucesos durante los años previos al momento álgido de conflictividad, entre las que se destacan el pedido por salarios de la Jefatura de Policía en 1911 y hechos en distintas localidades del territorio como San Julián y Puerto Santa Cruz, señalando un cambio a partir de 1916 ya que es “cuando la agitación obrera se hace permanente en casi todo el territorio argentino” (p. 5).
Por lo tanto, se observa a escala regional que la organización obrera y la conflictividad entre capital y trabajo están presentes desde los últimos años de la década de 1890, con un mayor peso en Magallanes producto de su preponderancia y la importancia del sector urbano, estableciéndose a lo largo del tiempo una eficaz red de delegados que recorrían los establecimientos del territorio. En este sentido, no solo se destaca la vinculación transfronteriza de las organizaciones obreras, sino también su solidaridad y el reclamo permanente por salarios, condiciones laborales y los precios. Bohoslavsky (2010, pp. 8-9) señala a partir de la Primer Guerra Mundial un cambio en la tendencia dentro de la FOM, que adquiere una postura más radicalizada, y con la creación de las Federaciones en ambos lados de la cordillera, un avance en su organización.
Asociaciones vinculadas a intereses de la clase propietaria
Ante los efectos que la crisis económica, los cambios a nivel regional y el avance de la organización obrera, el sector propietario comienza a nuclearse en organizaciones que representan sus intereses de clase. Allí donde fue posible, como en el caso de municipios y cargos en el gobierno, participaron políticamente. Pero la condición transicional de los Territorios no permitía la plena participación política de los habitantes, por lo que se desarrollan otros espacios en donde la organización permitía plantear sus intereses ante la sociedad y las autoridades.
Bohoslavsky (2010) señala que las organizaciones obreras no eran las únicas adversarias para los propietarios:
También se enfrentaban a las críticas y planteos provenientes de sectores políticos reformistas, como los que se expresaban en El Magallanes en Chile. Este periódico y algunas otras publicaciones de menor circulación y duración, eran prácticamente los únicos aliados de la organización obrera en Magallanes. En Santa Cruz los propietarios de estancias, frigoríficos y navieros se enfrentaban simultáneamente con figuras ligadas al gobernante partido radical, como el juez Ismael Viñas, enviado al sur en 1918 (p. 11).
Cobra relevancia la necesidad de ubicar en las trayectorias nacionales el desarrollo de estas organizaciones y sus vínculos con las derechas y sus discursos nacionalizadores y antiizquierdistas. Si bien, al igual que en el caso de los obreros, no podemos caracterizar a la totalidad de los miembros dentro de la misma matriz de pensamiento, sí podemos señalar que los miembros de las sociedades rurales y los dirigentes de las ligas patrióticas eran en muchos casos los mismos. En el caso chileno, los discursos giraban en torno al peligro que el avance de la izquierda implicaba para la Nación, y en la necesidad de que los trabajadores sean “libres” de su influencia.
McGee Deutsch (2005) señala para el caso chileno que, a escala nacional,
La Unión Agraria, una sociedad de terratenientes fundada en los años de la posguerra para oponerse a los esfuerzos organizativos de los trabajadores rurales, imaginó un grupo a nivel nacional que patrocinara la “libertad de trabajo” en todas las áreas de la economía. Esta expresión engañosa significaba apartar a los trabajadores de los sindicatos. La Unión planteó esta idea ante las asociaciones patronales y las grandes empresas, y el resultado fue la creación de la Asociación del Trabajo (ADT) en octubre de 1921 (p. 102).
Podemos pensar en la misma clave el sistema de contratación por enganche señalado más arriba, en donde los trabajadores de Chiloé llegaban a incorporarse al mundo laboral con contratos que estipulaban que no participarían de la organización gremial, o en el caso argentino, con la movilización de mano de obra desde otros espacios para reemplazar a los trabajadores organizados.
Gallucci (2017), quien analiza el Congreso General de Territorios Nacionales en Argentina de 1927 organizado por la Liga Patriótica, señala que
… la Liga se convirtió rápidamente en una de las asociaciones de mayor protagonismo en la sociedad civil de aquellos años, en lo que sin duda pesó la preeminencia social de muchos de sus principales miembros, entre los que se contaban destacadas figuras de la vida intelectual y política, como también de las fuerzas armadas, de la Iglesia y de las más importantes entidades empresariales (p. 307).
Este elemento elitista de la Liga no impidió que desde otros sectores menos pudientes se aceptara su postura, en tanto que se comprendía que el aumento de la conflictividad social ponía en riesgo a la Nación, por lo que la Liga contaba con representantes en todo el Territorio. En el caso de Magallanes, el elemento nacionalista también estaba presente, organizándose una Liga Patriótica y guardias blancas al igual que en Santa Cruz[8].
Para el caso de Santa Cruz, Bona (2008) sostiene que
… es en ese contexto que en Río Gallegos se produce una importante expansión asociativa con la fundación de un conjunto de asociaciones, entre las que podemos citar a la Sociedad Rural, el Comité Radical Hipólito Irigoyen (primer partido político con representación nacional que surge en el territorio), la brigada local de la Liga Patriótica Argentina, el Río Gallegos Tenis Club, entre otras, que se suman a las existentes, fundamentalmente étnicas (p. 3).
Para el caso de Magallanes, Harambour (2000) propone una vinculación entre los sucesos conocidos como la guerra de don Ladislao, donde a raíz de un supuesto enfrentamiento bélico con el Perú, se movilizan tropas y se intensifican las tendencias nacionalistas, sumándose a esto la represión del movimiento anarquista. En otro artículo, Harambour (2021, p. 11) caracteriza la organización de la Liga Patriótica en ambos países, marcando sus diferencias y similitudes respecto de la tendencia nacional, y regional:
En el caso chileno, las Ligas tuvieron funcionamiento regional, particularmente en Tarapacá y en Magallanes, mientras que en Argentina tuvo una estructura centralizada, con fuerte influencia en Buenos Aires frente al movimiento obrero, los inmigrantes y el gobierno radical de Yrigoyen. En ambos, representaron los intereses de la oligarquía contra los intentos de reforma y de revolución, y permitieron articular las demandas de las élites locales con un movimiento social de alcance nacional en que participaron sectores medios. En los casos de Magallanes y Santa Cruz, las Ligas Patrióticas integraron en su seno a estancieros y funcionarios, especialmente uniformados o exuniformados.
Para el contexto de Patagonia austral, es el movimiento obrero y el miedo ante su organización aquello identificado como el “otro”, peligroso para la Nación, y que es necesario chilenizar, tal como señala Bohoslavsky (2010, p. 16):
Conviene apuntar que el imaginario conspirativo que señalaba a Lima como la araña que tejía la conspiración antichilena no parecía resultar muy útil para ‘explicar’ la realidad magallánica. Los trabajadores europeos, argentinos o chilotes parecían un ‘chivo expiatorio’ bastante más verosímil que los inhallables espías peruanos.
La conflictividad laboral en clave del nacionalismo
En este apartado se propone analizar el punto álgido de la conflictividad en clave de los discursos nacionalistas basados en el antiizquierdismo propio de las Ligas Patrióticas, y la construcción de un otro peligroso para la Nación. Esto sin perder de vista que el movimiento obrero, sus tendencias y los reclamos manifestados por los trabajadores de la región austral responden a las condiciones de explotación existentes, siendo la estacionalidad del trabajo, la elasticidad de su demanda y el impacto de los vaivenes económicos sobre los salarios y el costo de vida los principales para tener en cuenta en este caso. Por lo tanto, los obreros son vulnerados primero por los propietarios y las condiciones del modo de producción que propician, y por otro lado, por el Estado, que ve en sus organizaciones un enemigo que combatir, ya que sus intervenciones protegían a la propiedad y el capital.
Respecto del punto más alto de conflictividad, debe entenderse al periodo 1918-1922 como un punto de inflexión para el movimiento regional, en tanto los tres eventos, de modo diferente, marcan un cambio en las estrategias empleadas por los obreros y la patronal[9]. En 1918 se desarrolla en Punta Arenas una huelga general que incluye a los frigoríficos por mejoras salariales y reducción de la jornada laboral, en la cual intervienen el gobernador y las fuerzas de seguridad, escalando a la detención de dirigentes de la FOM y a enfrentamientos violentos. Si bien esta situación es resuelta, la tensión entre trabajadores y propietarios no desaparece, y es el inicio de la escalada conflictiva del periodo. Se pone el énfasis en los sucesos de Puerto Natales, el incendio de la FOM y las huelgas rurales de Santa Cruz, sin desconocer este antecedente en función de analizar las estrategias de los sectores en situaciones extraordinarias, entendiendo que durante la huelga de 1918 se emplean recursos ya conocidos.
Analizarlos de forma conjunta, tomando en consideración qué origina el enfrentamiento, las respuestas y las consecuencias a largo plazo de estos, permitirá dar cuenta de las distintas formas de expresión de las tensiones entre capital y trabajo, a lo que hay que sumar el nacionalismo como elemento empleado para unificar los esfuerzos en contra de la organización obrera confiere otra mirada, una que vincula los intereses privados y los del Estado. Por otro lado, de parte de los propietarios, se observa que la definición de ese otro, ese trabajador organizado o no, resulta muy ambigua y cambiante durante todo el periodo, en tanto pasan de ser caracterizados positivamente en épocas de bonanza a ser vistos como bandoleros, violentos, en búsqueda de dañar la Nación. Se propone una lectura de los distintos sucesos, y no su descripción, en tanto los trabajos que se señalan oportunamente abordan estos eventos en profundidad, algo que excede la presente propuesta. González y Bonnassiolle (2016) analizan este periodo y respecto del alza de la conflictividad señalan que
En la región entre los años 1918 y 1921 –contexto de la crisis económica de postguerra– la conflictividad obrero-patronal aumentó de forma considerable y se produjeron fuertes enfrentamientos entre trabajadores y estancieros en el sur de Argentina y de Chile. En ambos países se produjo una reacción represiva desmedida por parte del gobierno nacional y de los grandes propietarios supuestamente dirigida contra la creación de soviets en la Patagonia. El periódico El Socialista comenzó una campaña de denuncia a la carestía de la vida y de todos los artículos de primera necesidad. De la misma manera realizaba un llamado a que los trabajadores frente a la represión unificaran los medios de lucha” (p. 158).
El primer suceso por considerar es la toma de Puerto Natales de 1919. Dicho brete surge en función de un conflicto laboral en el frigorífico Bories, donde la dinámica laboral se acerca más a las condiciones de una fábrica que a la del trabajo rural, siendo de los trabajos que requerían mayor especialización. Se solicitaba la rebaja de la jornada laboral a ocho horas, y al realizarse una reunión entre los administradores y trabajadores, con un delegado de la FOM presente y también un miembro de las fuerzas de seguridad, la discusión escala hasta la muerte de un obrero por un disparo del administrador, escalando el enfrentamiento entre la policía y los trabajadores y alcanzando la localidad de Puerto Bories, donde con apoyo de los ciudadanos ante lo sucedido se expulsa a las autoridades de la localidad y la población toma el control (Vega Delgado, 2002). González y Bonnassiolle (2016) sostienen que este suceso “desató el fantasma de la revolución y el miedo de los sectores dominantes en la región” (p. 158).
El caso del frigorífico Bories, que culmina con la toma de la localidad de Puerto Natales, es un conflicto que inicialmente involucra al capital y al trabajo, en un sector que se caracterizaba por ser de los trabajadores con mayor calificación, y en un entorno más bien industrial que rural, y culmina con un estallido social que involucró a la población de Puerto Natales. Estas particularidades y la solidaridad demostrada por la población civil de la localidad permiten analizar este conflicto como uno en el que se evidencia el nivel de descontento generalizado respecto de las prácticas de los administradores del establecimiento y las condiciones de vida, entre las que la carestía de vida era lo más acuciante. Las faenas del frigorífico implicaban una estructura laboral más bien industrial, diferenciándose de las tareas del campo en tanto los trabajadores no se encontraban dispersos, y requerían de mayor capacitación y profesionalización.
El segundo suceso por considerar es el incendio del local de la Federación Obrera de Magallanes[10]. Este evento permite vislumbrar de manera clara cómo los discursos nacionalistas son empleados en contra de los trabajadores organizados, caracterizando su organización y sus posturas como antipatrióticas, ya sea respecto de reclamos por mejoras laborales y salariales o por su postura ante lo que se conoce como “la guerra de don Ladislao”[11], respecto de lo cual Bohoslavsky (2010, p. 16) sostiene que, para la FOM, la guerra de don Ladislao fue parte de una manipulación por parte del Estado, y se niega a participar de los actos públicos en apoyo a esta movilización de tropas, señalando en cambio las faltas del Estado, los militares y la Iglesia. Esta actitud fue fuertemente criticada por la prensa local conservadora, tildando de manera despectiva a los trabajadores como inmigrantes que intercedían en la capacidad del gobierno de convocar a su ejército.
La escalada de violencia a partir de esto desemboca en el incendio de la FOM el 27 de julio de 1920, tomando parte activa la Liga Patriótica de Punta Arenas creada oportunamente el 24 de julio de 1920, de la que participan terratenientes, empresarios, profesionales, funcionarios y oficiales de las fuerzas (McGee Deutsch, 2005, p. 98). Es decir, las autoridades y la Liga Patriótica actúan en conjunto para asaltar e incendiar el local de la FOM, evitar el socorro de personas y bienes, perseguir dirigentes obreros, silenciar los hechos y evitar su posterior investigación (Vega Delgado, 2002).
Por último, los sucesos de Santa Cruz de 1921 y 1922, que transcurren en dos etapas. Durante la primera etapa, la huelga inicia y se traslada al campo, involucrando a gran parte del territorio y haciendo que los propietarios y autoridades soliciten la intervención del ejército. El gobierno de Yrigoyen envía al X regimiento de caballería al mando del teniente Varela, cuya intervención culmina con la firma de un acuerdo entre estancieros y trabajadores, en beneficio de estos últimos.
Al retirarse el ejército, parte de los propietarios se muestra descontento con el accionar, cuya intención era la de lograr la represión de la Federación, y consideraban la firma del acuerdo una derrota, y el rol del Estado débil. Pasan entonces a desconocer el pliego, y ante el incumplimiento de este los obreros nuevamente inician una huelga, que se vuelca al campo y a la toma de establecimientos. Los cuadros obreros circulaban por el territorio, mientras los discursos sobre bandolerismo, miedo rojo y un potencial cruce de este conflicto hacia Magallanes circulaban en la región y en las capitales nacionales. El ejército es enviado nuevamente, pero en esta ocasión emplean otra estrategia: la represión violenta. Bohoslavsky (2010, p. 18) señala sobre este segundo momento que “Las tropas fueron bien recibidas por los huelguistas, pues las consideraban garantía de que se respetarían sus derechos ciudadanos”. Y agrega:
Al llegar a Santa Cruz, Varela realizó un diagnóstico completamente distinto del que expuso durante la primera campaña. Lo que antes le parecía una huelga justificable, en su segunda expedición se le antojó una “rebelión”. Inició una guerra sin cuartel contra los trabajadores y su organización gremial (p. 20).
En consonancia, la Liga Patriótica de Río Gallegos, creada el 10 de julio de 1921 como clara respuesta ante el conflicto, rápidamente se organiza para tomar acciones. Es importante destacar que tanto la Liga Patriótica en Río Gallegos como la Liga Patriótica de Magallanes, surgen de manera apresurada a nivel local como respuesta ante la organización obrera, pero responden a tendencias nacionales cuya influencia no es para nada ajena al sector propietario, el cual emplea discursos y estructuras ensayadas por las Ligas en otras latitudes. McGee Deutsch (2005) caracteriza el comportamiento de la Liga Patriótica en Santa Cruz del siguiente modo:
La LPA patrulló Santa Cruz y se unió al Ejército en su batida por el interior. Proporcionando vehículos, combustible, alojamiento y provisiones, la LPA contribuyó a la matanza de aproximadamente 1500 huelguistas a manos de los militares hasta enero de 1922. Una vez que los hombres de Varela destruyeron los sindicatos de la Patagonia, la LPA organizó a los asalariados de la región en brigadas de trabajo libre. El episodio fue una de las victorias más resonantes de la LPA sobre los trabajadores (pp. 131-132).
Al igual que en el caso del incendio de la FOM, que puede vincularse con los sucesos nacionales a través del impacto de la guerra de don Ladislao, en el caso del Territorio de Santa Cruz puede vinculárselo con los sucesos de la Semana Trágica y el importante avance de la organización obrera en todo el territorio. De este modo, tanto el avance la organización obrera, las condiciones económicas desfavorables y sus efectos en la vida cotidiana como el elemento nacionalista en el sector propietario confluyen en distintas regiones de los Estados chileno y argentino, desarrollándose estrategias similares, abordaje comparativo que sería extremadamente provechoso.
En cuanto a la tendencia mayoritaria en el interior de las principales organizaciones, la Federación Obrera de Magallanes, que aparece en 1911 adherida a la FOCH, y la Federación Obrera de Río Gallegos, adherida a la FORA, que lo hace en 1913, pueden enmarcarse en la tendencia anarcosindicalista, la cual debe considerarse en función de un contexto en el que la vía política no era posible dada la organización en cuanto Territorios Nacionales. Suriano (2001) propone que “el anarquismo, cuya característica relevante era la acción y no la reflexión, se convirtió en un integrante sustancial de la cultura del conflicto y ocupó precisamente aquellas zonas en donde se hallaban ausente el Estado u otro tipo de instituciones” (p. 18), elemento característico de los Territorios, donde los principales reclamos del movimiento obrero se focalizaban en reclamos vinculados a condiciones laborales y salariales.
En el prólogo a la reedición de la obra de Iaacov Oved[12], Hernán Camarero caracteriza a la cultura política anarquista como cosmopolita, lo que afectó su capacidad de realizar un correcto diagnóstico de la realidad nacional, limitando su inserción local, a la vez que señala su fuerte eje cultural y grado de organización, y su fuerte influencia en el ámbito rural, ampliando la definición y concepción de la corriente anarquista dentro del proceso de formación de la clase obrera argentina.
Los cambios en las condiciones de producción que comienzan a registrarse a mediados de la década de 1910, que disminuyen los márgenes de ganancia de los sectores propietarios, sumado al desencadenamiento de sucesos a escala mundial como la Primera Guerra Mundial, la caída del precio de la lana o la apertura del canal de Panamá, provocaron que las condiciones laborales se recrudecieran, que la posibilidad de conseguir trabajo durante la temporada se limitase y que el costo de vida se elevase de manera significativa, todos factores que acentúan las desigualdades y permiten contextualizar el inicio de una etapa, que como señala Guenaga (2006), está signada por el aumento de la conflictividad. En este sentido, es interesante el planteo de Suriano (2017) respecto de cómo
… las disparidades y dificultades en el acceso a estos bienes, que subyacen a la formación de las clases, provocaron enormes situaciones de desigualdad y han sido y son motivo de innumerables protestas colectivas y conflictos sociales y políticos, más allá de los cambios en las modalidades de los mismos […] existe una relación de causalidad entre los diversos niveles de desigualdad y las huelgas […], por lo que el conflicto social es un elemento orgánico a la estructura de los mecanismos generadores de desigualdad (p. 32).
Uno de los principales elementos por considerar es la falta de representantes electos de manera directa, en tanto sus autoridades son impuestas por los poderes ejecutivos de cada país. En tanto unidades administrativas de transición, los territorios de colonización en el caso chileno y los territorios nacionales en el caso argentino se caracterizaban por contar con gobernadores nombrados por los poderes nacionales, y por el énfasis puesto en el orden y control de los territorios y propiedades (por lo que las autoridades judiciales y policiales tienen un rol vital desde muy temprano en el proceso). En este sentido, las legislaciones respecto de la organización administrativa no contemplaban elementos políticos locales en función de la escasa población. Por lo tanto, en las sociedades australes se configuraba un tipo de ciudadanía en donde son limitados los espacios de negociación disponibles entre la sociedad civil y el Estado.
Estas zonas donde la vida política transcurre en otros espacios, como la prensa, empiezan a verse afectados por los vaivenes de los mercados en los que participan, lo que acarrea un aumento progresivo de la conflictividad social, evidenciados en las huelgas que son registradas en los periódicos durante la década de 1910. La organización obrera alcanza su punto álgido, y los enfrentamientos con los sectores propietarios organizados llegan a su máxima expresión de virulencia en la toma de Puerto Natales (1918), el incendio de la Federación Obrera de Magallanes (1920) y las huelgas de Santa Cruz (1920-21). Estos dos últimos eventos se desarrollan con la vital participación de las Ligas Patrióticas y las guardias blancas, las cuales portaban un discurso patriótico de defensa de la Nación ante el enemigo ácrata.
Pero el proceso y las condiciones impuestas por los Estados en respuesta a la cuestión social difieren en ambos países, así como la situación del movimiento obrero, como se desprende del análisis de Bohoslavsky (2010), quien plantea respecto de las tendencias nacionales que
El año 1920 indica dos caminos distintos para el movimiento obrero en Argentina y en Chile. En el Plata se inicia el retroceso del anarquismo entre los trabajadores y su reemplazo por ideologías reformistas y, en menor medida, por el comunismo. En Chile, 1920 indica la apertura de un proceso de radicalización del movimiento obrero, abandonando las vías reformistas y de colaboración con el Estado. Es el momento de auge de la combatividad anarquista, posteriormente reemplazada por otra igualmente virulenta, liderada por el socialismo y el comunismo. Pero tanto en un caso como en otro, los gremios se enfrentaban a (y negociaban con) un Estado acrecido y más decidido a intervenir en los diferendos laborales que el que se podía apreciar a inicios del siglo (p. 4).
Considero necesario remarcar la importancia de abordar estas problemáticas no solo en la región austral sino en todas las regiones del país, a fines de producir conocimiento que permita dilucidar si aquellos procesos descriptos para los principales centros urbanos en este periodo coinciden o se diferencian de aquellos en espacios más alejados de su zona de influencia inmediata. En este sentido, desde hace un tiempo se viene avanzando en esta línea con producciones orientadas a problematizar esa –en apariencia– homogénea historia nacional, desarrollo historiográfico que viene en aumento principalmente desde la vuelta a la democracia. Esto no quiere decir que no podamos encontrar antecedentes más atrás en el tiempo, pero es a partir de este momento que esos esfuerzos se condensan institucionalmente en proyectos y líneas de investigación consolidadas.
Conclusión
Mientras que en los principales centros del país la organización del movimiento obrero se desarrolla fuertemente hacia fines del siglo xix y adquiere un importante desarrollo y preponderancia en las primeras décadas del siglo xx, en el caso del Territorio Nacional de Santa Cruz elementos como su tardía ocupación y su devenir político administrativo en manos del Poder Ejecutivo confieren al proceso de organización del movimiento obrero características peculiares, y un desarrollo algo más tardío. Por su parte, Magallanes registra un temprano y continuo desarrollo de la organización obrera, con claras intenciones políticas para la década de 1920, siendo una de sus características el fuerte peso del elemento urbano y la extensión de redes de delegados que recorrían los establecimientos, y una gran infraestructura que incluía local e imprenta propios y la publicación de su principal órgano de difusión, El Trabajo. Respecto de la tendencia nacional, Magallanes participa de la avanzada política que se experimenta.
A escala regional, por un lado, la influencia de mayor peso proviene de la región chilena de Magallanes, y no de Buenos Aires o Santiago, dada la cercanía y las similares condiciones. Por otro lado, la ausencia de espacios de mediación institucionales y la imposibilidad de participación política confieren las condiciones propicias para el desarrollo de ideas anarquistas, mejor adaptadas a contextos de este tipo. Resta profundizar lo aquí expuesto para establecer los vínculos entre organizaciones y grados de importancia de los distintos sectores, pensando el proceso en función de los desarrollos a escalas nacionales, con el fin de aportar nueva información respecto de la historia de la clase obrera en perspectiva regional y sus conexiones con otros espacios y escalas.
Las tensiones vistas a través del proceso de ocupación del espacio, el conflicto entre el capital y trabajo y la idea de Nación permiten dar cuenta del modo en que se construye el contexto en el que los distintos sectores se posicionan, y los discursos empleados para justificar un accionar represivo por parte de autoridades y las ligas patrióticas.
González y Bonnassiolle (2016) señalan respecto de Magallanes lo siguiente:
Finalmente, en la región de Magallanes el miedo rojo y la creciente conflictividad social permitió un clima de tensión constante entre clases dominantes y trabajadores, el cual se vio reflejado en la constante represión hacia las organizaciones obreras y los actos de violencia a gran escala como la Comuna de Natales y el asalto e incendio de la Federación Obrera de Magallanes (p. 165).
Para el caso de Santa Cruz, podría plantearse que el Estado no inicia su ocupación de la misma manera que en otros espacios, dejando eso en manos de los ganaderos y sus animales, pero cierra este periodo con una fuerte represión en 1921 y 1922, golpeando mortalmente al movimiento obrero. En el caso de Magallanes, el movimiento obrero es capaz de reformularse e ingresar a la política nacional, desarrollando una propuesta regionalista[13].
Como se desprende del análisis, conviven entonces imaginarios contrapuestos respecto de quiénes generan el desarrollo, quiénes están en posición de realizar reclamos y qué tipo de reclamos son válidos, a la vez de cuál es el rol del Estado y la Nación en este proceso, consolidándose en última instancia aquel vinculado a un discurso nacionalista. Autores contemporáneos y cercanos temporalmente como Klappenbach, Braun, Lenzi y otros representan la visión más conservadora y nacionalista de estos discursos, en contraposición a las lecturas de otros autores como Borrero, Iriarte y Bayer. Cuando el trabajo entra en crisis, la migración y las ideas de izquierda se vuelven un problema para el mantenimiento de las condiciones de explotación, y la tensión que esto implica abre el camino para que las ideas nacionalistas de la mano de las ligas patrióticas echen raíces, aun cuando muchos de sus miembros también eran extranjeros.
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Fuentes
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Ministerio del Interior, Dirección de Territorios Nacionales, Censo de Territorios Nacionales, 1912, Bs. As., Kraft, 1914.
Segundo censo de la República Argentina. Mayo 10 de 1895. Tomo II.
Tercer censo de la República Argentina. 1.° de junio 1914. Tomo II. Población.
- Este trabajo forma parte del desarrollo de una tesis doctoral en el marco de una beca CONICET-CIT Santa Cruz. Doctorado en Ciencias Sociales y Humanidades. UNPA.↵
- Con excepción de la Campaña de Vintter en 1883, cuando es apresada la tribu de Orkeke (Hilarión Lenzi, J. (1970), Historia de Santa Cruz, p. 469).↵
- “Nuestro programa”. La Unión (1 de noviembre de 1906). ↵
- Ministerio del Interior, Dirección de Territorios Nacionales, Censo de Territorios Nacionales, 1912, Bs. As., Kraft, 1914, p. 26.↵
- Datos extraídos del sitio Genoma: Cuadra, Dante, (2000), “Estructura dinámica de la composición poblacional de Santa Cruz entre 1895 y 1991”, en García Alicia y Mazzoni E., Gran Libro de Santa Cruz (pp. 826-867). España: Milenio. https://bit.ly/3LU0bJW↵
- Luque, E. I. y Martínez, S. (2005). “Los conflictos sociales producidos en las primeras décadas del siglo XX en Santa Cruz. La constitución de un territorio social”. En X Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia. Escuela de Historia de la Facultad de Humanidades y Artes, Universidad Nacional del Rosario. Departamento de Historia de la Facultad de Ciencias de la Educación, Universidad Nacional del Litoral.↵
- Isabel, A. M. (2013). “El ejercicio de la política en Punta Arenas y Río Gallegos en las primeras décadas del siglo XX”. En XIV Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia. Departamento de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras. Universidad Nacional de Cuyo; Martinic Beros, M. (1981). “Sociedad y cultura en Magallanes (1890-1920)”. En Anales del Instituto de la Patagonia.↵
- Véase Harambour Ross, A. (2000). La “guerra de don Ladislao”: una mirada desde el movimiento obrero en el territorio de Magallanes; Vega Delgado (1996). La masacre en la Federación Obrera de Magallanes: el movimiento obrero patagónico-fueguino hasta 1920 [s.n.].↵
- Véase Bohoslavsky, E. y Harambour R, A. (2007). “El miedo rojo más austral del mundo. Discursos y actuaciones de la clase dominante local y los Estados frente a los trabajadores en la Patagonia argentino-chilena (1917-1922)”. Historia de los Trabajadores en la Patagonia (pp. 203-220).↵
- Analizado en profundidad por Vega Delgado, C. (2002). “La masacre en la Federación Obrera de Magallanes. El movimiento obrero patagónico-fueguino hasta 1920”.↵
- De este modo se caracteriza al intento desde parte del gobierno chileno de implantar la inminencia de un enfrentamiento bélico con el Perú y la movilización de tropas. Tal conflicto nunca existió, y no fue más que un intento de exacerbar al elemento nacionalista. ↵
- Oved, I. (2013). El anarquismo y el movimiento obrero en Argentina.↵
- Ver capítulo de Vilaboa “La política y la cuestión regional en un visón comparada en la Patagonia austral”.↵