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2 La Patagonia sur como territorio de acumulación

Apuntes para una ecología política regional

Alejandro Schweitzer

Introducción

La Patagonia sur es un espacio geográficamente periférico, estratégico por la dotación de su naturaleza en suelo y subsuelo y transfronterizo por la historia y actualidad de sus configuraciones territoriales. Se ubica en el extremo austral del continente americano, rodeada al oeste y al este por los océanos Pacífico y Atlántico y con límites diversos al norte dependiendo desde qué disciplina se lo analice.

Se considera a la Patagonia sur como conformada por las regiones de Aysén y Magallanes y Antártica en el lado chileno, los departamentos de Escalante, Sarmiento y Senguerr en el sur de la provincia del Chubut y las provincias de Santa Cruz y Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur en el sector argentino. Esta región transfronteriza cuenta con una superficie continental emergida de 554.424 km2, repartidos en un 60% perteneciente a la Argentina y los restantes, a Chile (INDEC, 2011; INE, 2017). En 2017, con una población estimada de poco más de un millón de habitantes desigualmente distribuidos y una densidad de 1,54 habitantes/km² era una de los espacios menos poblados del planeta, con densidades que varían entre 0,87 habitantes/km² en la región de Aysén y 5,85 habitantes/km² en la porción continental de la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur (INDEC, 2011; INE, 2017).

Las ecorregiones del bosque valdiviano y de los bosques magallánicos se despliegan a ambos lados de la cordillera de los Andes y junto con los hielos continentales se ubican sobre las franjas más altas de la cordillera de los Andes y alimentan lagos y ríos de las vertientes atlántica y pacífica. Estos tramos de la cordillera se encuentran cortados por valles de origen glaciar en sentido este-oeste, permitiendo su paso a menor altura que en sus tramos centrales y norte. Las mesetas y planicies de la ecorregión de la estepa patagónica van descendiendo hacia el este, atravesada por los valles de los ríos de la vertiente atlántica, con sus subregiones de la estepa patagónica occidental y central, la estepa costera-marítima del golfo San Jorge y los pastizales subandinos (Burkart, R, Bárbaro N. et al., 1999; Dinerstein, E; Olson, D; Anup J. et al., 2017. Ver Mapa 1).

Desde la llegada del poblamiento humano a la región las comunidades aprendieron a tener en cuenta estas condiciones naturales para definir sus formas de vida, pero desde que la expansión de las fronteras de mercantilización de la naturaleza alcanzó sus costas en 1520, el capitalismo comenzó su tarea de alteración de los ecosistemas con rasgos cada vez más acentuados.

El objetivo en este trabajo consiste en aportar a la comprensión de los procesos de producción del espacio y de la naturaleza en la Patagonia sur desde enfoques de la geografía crítica, en el marco de confluencias que se van construyendo junto a otras disciplinas en el campo de la ecología política.

Se propone como hipótesis que la región se inserta en el espacio global desde los inicios del poblamiento español y criollo y que, a diferencia de otras regiones de los países que la conforman donde existieron formas precapitalistas subordinadas, su formación socio-espacial se constituye desde sus inicios como plenamente capitalista. En este sentido las actividades más dinámicas en los diversos periodos de su historia responden a lógicas articuladas de extracción y circulación de flujos de energía, alimentos y materias primas basados en la explotación de la naturaleza no humana.

Estudiar la producción y configuración del espacio y la naturaleza de la Patagonia sur desde esta perspectiva exige trabajar con fuentes de diverso origen. Para este trabajo se recurrió a fuentes secundarias, aportes de diversos autores regionales o externos a la Patagonia sur, que aportan valiosas informaciones relativas por ejemplo a las actividades económicas que estuvieron y están presentes en este espacio. No sucede lo mismo en relación justamente con los datos para analizar las configuraciones del espacio y la naturaleza. Si bien el relevamiento de los fijos puede realizarse mediante la observación en campo y análisis de la cartografía histórica, como la que cuentan por ejemplo la biblioteca del Instituto de la Patagonia dependiente de la Universidad de Magallanes, en Punta Arenas, en gran parte digitalizada, y los institutos nacionales de geografía de ambos países, así como la actualmente disponible en diversas fuentes, solo pueden analizarse las presencias actuales y las fijaciones heredadas, provenientes de organizaciones espaciales producidas en el despliegue de circuitos de acumulación precedentes.

En relación con los flujos, principalmente la exportación de productos de la naturaleza, las condiciones para su análisis son más difíciles. De nuevo son las fuentes primarias y secundarias de donde se extraen las mayores informaciones, primarias como los aportes de Sarobe (1999) y Barbería (1996) o secundarias como Chiozza (1976a y b), Rodríguez (2003, 2004), Bandieri (2005), Marchante (2014), Ruffini (2017), Coronato (2017), Harambour (2019) y otros autores, referidas a las primeras etapas de la producción del espacio, relacionadas con los circuitos de acumulación de materias primas textiles (pieles, lana), alimentos (carne ovina) y energía (grasas, aceites).

Para las fases posteriores, relacionadas con la producción del espacio de la energía (carbón, hidrocarburos) y las materias primas (minería metalífera), así como la disposición espacial de la ganadería, cabe mencionarse entre otros nuevamente a Chiozza (1976a y 1976b), la compilación de Salvia y Panaia (1997), Rofman (1999), y Artesi et al. (2000), además de trabajos publicados por el autor (Schweitzer, 2005, 2012, 2013). Respecto a fuentes cartográficas oficiales son accesibles versiones del catastro rural desde 1903 hasta 2007, algunas de ellas reproducidas por Barbería (1996), así como el catastro minero del sector argentino y los lotes de hidrocarburos de organismos oficiales provinciales y nacionales argentinos y chilenos.

El capítulo se estructura en tres secciones. La primera, titulada “La Patagonia sur como territorio de acumulación”, da cuenta de los aportes de Luxemburg, Harvey y Moore, que ayudan a definir las lógicas de expansión de las fronteras de mercantilización de la naturaleza que se fueron desplegando a lo largo de la historia y que permite concluir que el espacio de la Patagonia sur se produjo como territorio de acumulación inserto en el espacio global desde el siglo xvii.

La segunda parte lleva por título “La espacialización de los circuitos de acumulación”; en esta sección se exponen en primer lugar aportes en cuanto a las nociones de cadenas mercantiles de Hopkins y Wallerstein, que sirven para comprender la articulación espacial de los sucesivos eslabones de las cadenas, y las discusiones de autores latinoamericanos como Santos, Rofman y De Jong, entre otros, en torno a los circuitos de acumulación. Estos enfoques son por lo general utilizados para estudiar la apropiación diferencial de excedentes pero son también útiles para analizar las condiciones materiales para la realización del capital y, como en este capítulo, la espacialización de los circuitos de acumulación que se sucedieron en la Patagonia sur. En sus tres secciones, se caracterizan en primer lugar la espacialización de los circuitos que participaron en la expansión de la primera frontera, luego la correspondiente a la frontera ovina o textil y en tercer lugar la generada desde el inicio de la extracción de hidrocarburos. Las conclusiones son sin duda parciales, y se espera que de la discusión de estos aportes se desprendan nuevas líneas de investigación y estudios de caso para afinar el conocimiento de la ecología política regional.

Mapa 1. Ecorregiones en la Patagonia Sur. Fuente: Dinerstein, E.; Olson, D.; Anup J. et al. (2017). https://ecoregions.appspot.com/.

La Patagonia sur como territorio de acumulación

En los procesos globales de producción del espacio, el capital se traslada a las periferias del sistema y las moldea según las necesidades del centro. En el marco de los debates sobre las teorías del imperialismo, Rosa Luxemburg en 1913, en “La acumulación de capital”, planteaba que el capitalismo tiende a superar sus propios límites y que la acumulación primitiva solo se realiza en las periferias del sistema. Ella denominó a esos espacios como “territorios de acumulación”, donde los capitalistas extienden sus redes comerciales con el objeto de ampliar mercados para colocar su producción industrial y para apropiarse del producto del trabajo humano y de la naturaleza. La autora se centra en el análisis de los procesos más intensivos de esta explotación de las periferias y plantea que una vez integrados estos espacios, la asimilación de mercados y de costos de producción lleva al capital a buscar nuevas áreas (Luxemburg, 1968). Esta noción es histórica y es específica del estudio de formaciones socio-espaciales capitalistas.

Antes de avanzar en la exposición de los procesos de expansión de las fronteras de mercantilización y la producción del espacio como territorio de acumulación se hace necesario introducir dos debates; el primero, sobre el carácter de la naturaleza adoptado y sobre todo la cuestión de la escala de análisis.

La naturaleza histórica: flujos, fijos y escala

La producción del espacio es producto de la dialéctica de los fijos y los flujos (Santos, 2002, 2008, 2013) y una estrategia para su estudio exige el análisis de los procesos de fijación de capital en el espacio y los ajustes espaciales producidos para la configuración de los territorios en la geopolítica del capitalismo (Harvey, 2004, 2007).

La realización del capital depende, entre otras, de estas dos condiciones previas. En primer lugar, la producción de fijos, es decir, infraestructuras materiales para acceso al espacio de explotación, extracción o producción, las propias instalaciones destinadas a esa actividad y, en segundo lugar, los flujos, que ponen en relación cada uno de los eslabones de los circuitos productivos, desde la apropiación, adquisición o extracción de materia prima hasta exportación de excedentes y materias, la circulación y consumo. El espacio es producido por flujos, es decir, la materia que circula y los excedentes, así como de conocimientos e informaciones, y por fijos, condiciones materiales para la realización del capital.

Desde esta perspectiva la naturaleza es a su vez fijo y flujo. Es fijo en tanto condiciones naturales, de distribución desigual de suelos, subsuelos y agua, particulares de cada espacio geográfico, pero también es flujo en la medida que es apropiada, extraída y sobre todo transportada. Estos fijos y flujos son históricos, determinados por formaciones socio-espaciales que son manifestaciones concretas de procesos globales generados con la expansión del capitalismo, y su análisis lleva a identificar etapas diferentes a la basada en hechos políticos de las periodizaciones “nacionales”, propuestas por historiadores y economistas chilenos y argentinos. Los procesos de producción del espacio que se analizan son producidos en la expansión y ampliación permanente de las fronteras de mercantilización de la naturaleza, propios del sistema capitalista (Moore, 2020).

A la par de estas oleadas de ajuste espacial motorizadas por el capital, desde una perspectiva histórica, Jason Moore plantea que la inyección en los grandes centros mundiales de energía, materia prima, alimentos y trabajo baratos, obtenidos en estos territorios de acumulación, también pueden relanzar la acumulación. El autor, en sus análisis sobre la mercantilización de la naturaleza, agrupa las distintas cadenas mercantiles en lo que denomina los “cuatro grandes baratos de la naturaleza”: energía, primero de base forestal, luego fósil y actualmente las “renovables”; materia prima de uso industrial y como reserva de valor; alimentos, que desde hace unas décadas compiten también con la energía en el caso de los agrocombustibles y, por último, trabajo/energía, explicada como trabajo humano, asalariado y no asalariado (Moore, 2020). Moore retoma también el enfoque de Neil Smith sobre el desarrollo desigual, que permite comprender mejor los procesos guiados por la permanente expansión de las fronteras de apropiación y mercantilización en búsqueda de los cuatro baratos.

Estos aportes deben ser complementados con al menos otras tres consideraciones. En primer lugar, las fronteras de mercantilización de la naturaleza también se despliegan sobre espacios que fueron atravesados por fronteras previas, con sus propias configuraciones. Las marcas previas de los territorios constituyen lo que Milton Santos y María Laura Silveira (2001) denominan rugosidades espaciales. En esto vale considerar las construcciones previas a la llegada de los europeos, que en la Patagonia sur no estuvieron muy presentes por carecer de poblaciones sedentarias, pero sí actuaron como caminos a su apropiación y posterior valorización capitalista, como el caso de las rastrilladas tehuelches y, por sobre todo, las rugosidades propias del sistema capitalista en el momento del despliegue de una actividad en espacios donde había otra preexistente.

En segundo lugar, una buena estrategia para estudiar las fronteras de mercantilización es partir del estudio de circuitos de acumulación generalmente globales, las alianzas y los encadenamientos entre proveedores, consumidores intermedios y finales de cada eslabón de estos circuitos. De este modo será posible develar estrategias empresariales, como por ejemplo las que desarrollan la extracción de hidrocarburos no convencionales y al mismo tiempo acciones en el marco de la economía verde. El greenwashing (“maquillaje verde”) se aplica cuando la actividad debe ser “lavada” y se complementa muy bien con estrategias empresariales que buscan obtener licencia social para avanzar en estas fronteras de mercantilización y que normalmente terminan cooptando gobiernos locales con falsas promesas.

En tercer lugar, y aunque no es objeto de este trabajo, debe mantenerse la guardia respecto a los enfoques dualistas de gran parte, si no de la totalidad de la bibliografía científica existente sobre la Patagonia, que analizan la naturaleza y la sociedad como componentes separados y son pocas las excepciones donde se analizan como interactuantes. Con excepción de la sabiduría de los pueblos indígenas y tal vez algunos aportes de investigadores, la visión dualista de la naturaleza, como externo por explotar e incluso por conservar y más aún su consideración como naturaleza abstracta, clasificable y apropiable elaborada por la ilustración en el siglo xviii sigue siendo dominante. Lo que hay son naturalezas históricas, coproducidas entre humanos y no humanos.

La naturaleza histórica: ecología-mundo y periodización en el análisis de la Patagonia sur

Las periodizaciones que más se adecúan al enfoque de la ecología política adoptado son las producidas por investigadores de la escuela de la economía-mundo, concretamente Braudel, Wallerstein y otros desde los años 70 del siglo xx. Giovanni Arrighi sistematiza la historia global a partir de los ciclos sistémicos de acumulación del capital, analizando las altas finanzas y la dialéctica entre capitalismo y territorialismo, y plantea que las crisis de hegemonía se expresan en momentos de alza de dinámicas de financiación, mientras que en periodos más estables con hegemonía plena predominan dinámicas de expansión material (Arrighi, 1999; Arrighi y Silver, 2001).

Estos ciclos sistémicos, cada vez de menor duración, serían en primer lugar el “genovés”, financistas e intermediadores del establecimiento portugués en el Índico y sobre todo la conquista de América por las monarquías española y portuguesa, entre 1450 y 1640; el “holandés”, entre esos años y fines del siglo xviii; el “británico”, desde 1780 y hasta las guerras mundiales, y el “estadounidense”, entre 1945 y 1980. Según este enfoque cada ciclo comienza en una crisis financiera, que denominan de crisis-señal del régimen de acumulación dominante (Arrighi, 1999, p. 259), a partir de la cual se produce un punto de inflexión, de crisis de hegemonía y cambio de liderazgo, que al menos hasta el momento siempre se resolvieron de modos violentos[1].

El enfoque es retomado por Jason W. Moore en las dos décadas siguientes, que plantea que el capitalismo, en su expansión a la economía mundo global, altera ecosistemas y perfiles metabólicos. Esto le permite proponer la noción de ecología-mundo y desarrollar un programa de investigación bajo ese título, actualmente en marcha, en torno a las transiciones del feudalismo al capitalismo, el estudio de la expansión de las fronteras de mercantilización de la naturaleza, y plantear las características de la crisis actual y la transición (Moore, 2003).

La historia y la geografía de la producción capitalista de este espacio están marcadas por cinco grandes períodos: el primero se extiende desde la llegada de los primeros pobladores humanos a la región, hace al menos doce mil años, es atravesada por las exploraciones europeas y los fracasados intentos de poblamiento español a fines del siglo xvi y se extiende hasta la mitad del siglo xviii. A mediados de ese siglo se inicia un segundo momento con la llegada de la primera frontera de mercantilización de la naturaleza, por lo tanto, del capitalismo, a la Patagonia, de la mano de la caza de cetáceos y el aprovechamiento de piel, aceite y grasas en cadenas mercantiles diversificadas en torno a la energía, materia prima y alimentos (Moore, 2020). Este segundo período coincide con el momento de crisis de hegemonía de los países bajos y sus disputas con Gran Bretaña, y se extenderá a lo largo de prácticamente la totalidad del ciclo sistémico dominado por esta potencia.

El tercer periodo comienza en los años 40 del siglo xix, en plena expansión británica, y se caracteriza por el inicialmente lento avance de la frontera del ovino en las Islas Malvinas, encuadrado en la cadena mercantil de la industria textil y su aceleración tres décadas después con la llegada de los primeros ovinos al espacio continental en torno al estrecho de Magallanes. Hacia el final del siglo, con la introducción de los frigoríficos se intensifica aún más la explotación del ovino, con las cadenas mercantiles de la alimentación. Un circuito incipiente de extracción de carbón complementado por el aprovechamiento forestal, en torno a Punta Arenas y Puerto Natales, constituye tal vez un ejemplo local de sustitución de importaciones, proveyendo de energía para las actividades y la población urbana y rural en toda la región.

A partir de 1907, con el descubrimiento de petróleo en Comodoro Rivadavia, se inicia un cuarto periodo relacionado con la extracción de energía para circuitos intermedios de diversos sectores industriales. El inicio del periodo coincide con la crisis de hegemonía británica que estalla poco después en la guerra mundial y la aplicación desde los años 30 del siglo xx de políticas económicas orientadas a la sustitución de importaciones. A los frigoríficos con creciente presencia de capital estadounidense se les suman capitales de ese país, británicos y nacionales en la extracción de gas y petróleo. En 1922 se crea la empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales, que entre 1944 y la creación de Yacimientos Carboníferos Fiscales asume la explotación de carbón de Río Turbio en los años 40 del siglo xx, fruto de la guerra mundial y la disminución de importaciones.

Desde este enfoque, ni la aplicación de políticas de sustitución de importaciones ni la provincialización de los territorios nacionales, si bien son hechos económicos y políticos importantes, generaron modificaciones en las tendencias dominantes centradas en la explotación de la naturaleza. Más bien, la apertura de la frontera de los hidrocarburos, luego de una primera fase de enclave y la del carbón, aportaron condiciones para el despegue de las nuevas orientaciones industrialistas y de sustitución de importaciones que se aplicaron en espacios centrales de la Argentina y más tarde de Chile. Tampoco alteraron a las tendencias dominantes las hipótesis de conflicto que dominaban la geopolítica del Cono Sur desde finales de la Segunda Guerra Mundial. Más bien, lo que sucedió con la apertura de la frontera de la energía y el estancamiento del ovino es una expresión más de una producción del espacio de manera desigual, donde se activan una vez más las corrientes migratorias hacia la Patagonia desde el norte de los dos países y hacia el lado argentino desde el sector chileno, todavía centrado en el ovino, hacia el argentino, que despega con la energía y combinada, en la medida que la energía provee las condiciones mencionadas arriba.

En los años 60 del siglo xx la frontera de la energía avanza hacia el sur con la apertura de la explotación de la cuenca hidrocarburífera binacional Magallanes-Austral. El final del periodo está marcado por las políticas de promoción industrial desarrolladas en los dos países en la Patagonia sur, con la definición del Territorio Nacional de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico sur como Área Aduanera Especial en 1972 y de la Zona Franca de Magallanes, en Punta Arenas, en 1977, ya en momentos en que se inicia el declive de la hegemonía global estadounidense, que se manifiesta en la imposición de regímenes neoliberales y la financiación de la economía global.

A inicios de los años 90, en plena vigencia del Consenso de Washington, la privatización de YPF e YCF en la Argentina y las reformas normativas en ambos países abren el territorio a grandes capitales transnacionales. Esta quinta fase combina desestructuración de empresas nacionales, implantación de la minería metalífera en el Macizo del Deseado y la cordillera, desarrollo de la pesca en alta mar y del turismo internacional, todos circuitos vigentes hasta la actualidad, que significaron nuevos avances en las fronteras de mercantilización de la naturaleza, reconfiguraciones de los territorios y adopción de políticas públicas nacionales y regionales procíclicas, con el objetivo de asegurar las condiciones para la realización de estas actividades, apuntando a disputar parte de la renta de estas actividades depredadoras de agua, suelo y subsuelo. La primera década del siglo xxi es la década del consenso de los commodities (Svampa, 2012), que en la Patagonia sur solo se manifestó con una aceleración de las mismas actividades extractivas. Lo mismo sucederá después durante la crisis global producida por el estallido de la burbuja inmobiliaria, aún no resuelta, pero el ascenso de China y del llamado Consenso de Beijing introducirá una nueva lógica territorial y nuevas infraestructuras de exportación atendiendo a demandas de energía y materia prima de esta potencia.

El último acto en este recorrido que apunta a una historia ecológica regional lo constituyen los procesos de reconversión de espacios rurales fundamentalmente cordilleranos, con el surgimiento del turismo de estancias y fundamentalmente el doble proceso de grandes inversiones públicas como los megaproyectos de la megausina de Río Turbio o las represas en el río Santa Cruz y de adquisición de tierras y su incorporación en circuitos de acumulación financiera dentro de la economía verde y de la transición ecológica. Dada la articulación de diversas actividades sobre los mismos espacios, esta última fase debe ser calificada como de diversificación de circuitos y consolidación del régimen extractivista.

En los más de dos siglos que lleva la incorporación de la Patagonia sur a las periferias del capitalismo, la evolución de cada periodo y las configuraciones de sus territorios dieron lugar a sucesivos ajustes espaciales, nuevas territorializaciones, nuevas desterritorializaciones, nuevas reterritorializaciones, a una sucesión de configuraciones de territorios de acumulación, pero nunca al desarrollo de alternativas al extractivismo. Muy a pesar de llamados como el de Luis Vitale en 1976 a construir una historia ambiental de América Latina y su insistencia en la no separación de sociedad-naturaleza, son muy escasas las publicaciones que aborden la historia ecológica de la Patagonia y menos aún en perspectiva postdualista.

La espacialización de los circuitos de acumulación

El enfoque de circuitos de acumulación de capital proporciona aportes para analizar las dinámicas que motorizan la expansión de las fronteras de mercantilización y las configuraciones territoriales resultantes. Este enfoque, que busca analizar la apropiación diferencial de excedentes, se revela también útil para estudiar la territorialización de los circuitos, como plantean Levin (1981), De Jong (1981 y 2009) y Rofman (1984 y 1999) o, desde el punto de vista histórico, Hopkins y Wallerstein, que utilizan las cadenas mercantiles globales para analizar los circuitos productivos en la historia global hasta 1800 (Hopkins y Wallerstein, 2021)[2]. Con su propuesta metodológica para el análisis de las cadenas productivas en la economía mundo hasta el siglo xviii, estos autores proponen analizar las cadenas productivas en un sentido desde arriba hacia abajo:

El concepto de “cadena productiva” (de productos básicos) se refiere a una red de procesos de trabajo y producción cuyo resultado final es un producto terminado. Al construir esta cadena, comenzamos con la operación de producción final y avanzamos secuencialmente hacia atrás […] hasta llegar principalmente a los insumos de materia prima (Hopkins y Wallerstein, 2021, p. 13).

Por otra parte, el concepto de subsistema de acumulación apunta a observar una serie de encadenamientos, tales como la obtención de la materia prima, los procesos manufactureros, la comercialización, el financiamiento y el consumo de un producto elaborado. Este subsistema debe ser considerado como un conjunto de encadenamientos de agentes integrados como una empresa única (Levin, 1981). Rofman sostiene que, en la dimensión espacial, corresponde analizarlos como circuitos productivos regionales, recortes analíticos de procesos productivos globales, nucleados alrededor de una actividad central (Rofman, 1999, p. 39). La actividad clave es aquella donde están asentados los agentes capitalistas más dinámicos con capacidad de imponer una serie de mecanismos que les permitan captar valor en el proceso de acumulación, en la generación y apropiación de excedentes.

En la conceptualización de los subsistemas de acumulación, Rofman señalaba en 1984 que “existe una contradicción entre un sistema productivo y la organización espacial, mientras que el primero genera procesos en permanente dinámica y cambio, el segundo suele ser una configuración delimitada subjetivamente y cristalizada en el tiempo” (Rofman, 1984, p. 42).

La mayor parte de los estudios sobre circuitos productivos o que parten de sus aportes para el estudio de las dinámicas espaciales en la Patagonia sur lo hacen en relación con la apropiación diferencial de excedentes monetarios y financieros, entre agentes que realizan los sucesivos eslabones de los circuitos y sus subsistemas de acumulación, principalmente desde la economía política (Salvia, y Panaia, 1997; Rofman, 1999; Artesi et al., 2000; Vacca y Schinelli, 2015). Otros, desde la historia regional, aportan más elementos respecto al funcionamiento de los procesos productivos, las relaciones comerciales, políticas públicas, articulaciones entre agentes, dispositivos y acciones puestos en marcha por los capitales dominantes, orientadas a la acumulación de capital o al estudio particular del circuito ovino o la colonización del espacio patagónico sur (Barbería, 1994, 1996; Rodríguez, 2004; Coronato, 2017; Harambour, 2019) o avanzando también en otros circuitos que le siguieron (Bandieri, 2005). Desde los estudios geográficos destacan los trabajos de Jong (1981 y 2009), centrados en el norte de la Patagonia. En lo que hace al análisis de las configuraciones territoriales resultantes del despliegue de acciones tendientes al acceso a condiciones de producción y reproducción, que combina aportes de la geografía crítica y la ecología política, los trabajos son muy escasos; algunos se encuentran en diverso grado de avance por parte del equipo de investigación coordinado por el autor del capítulo[3].

La cristalización que señala Rofman, principal pero no exclusivamente determinada por cada subsistema, no es otra cosa que la territorialización del circuito; opera en los procesos de producción del espacio y se manifiesta en forma de configuraciones territoriales, producidas por parte el capital para llevar adelante sus estrategias y acciones de apropiación de territorios y capitalización de la naturaleza. Puede también ser entendida como resultante de proyectos de territorio sostenidos por diversos agentes, que apuntan a una configuración territorial de condiciones de producción concreta (Schweitzer, 2005).

Estos proyectos de territorio pueden ser leídos en el momento de analizar las configuraciones territoriales y algunos aparecen en documentos oficiales, de ordenamiento territorial o políticas públicas e incluso elaborados por capitales privados por medio de los dispositivos que ponen en marcha para argumentar su implantación de tal o cual actividad principalmente cuando no cuentan con licencia social.

El análisis de cada uno de los circuitos y sus distintos eslabones puede realizarse desde diversas dimensiones: la generación y apropiación diferencial de excedentes en capital y flujos materiales, los dispositivos –normativos, políticos– que los agentes dominantes ponen en juego para disputar esta apropiación diferencial, las territorialidades de estos y las estrategias y acciones que llevan adelante para asegurarse las condiciones materiales de producción.

Asimismo, deben analizarse los otros proyectos de territorialización que puedan existir, desde otros agentes a contendientes en el territorio, así como conflictos que atraviesan esas mismas dimensiones: entre distintas fracciones del capital, en torno a la distribución de los excedentes de capital y flujo material y el acceso a condiciones materiales de producción, entre estas y las comunidades, en torno a estas condiciones, entendidas como condiciones materiales de producción de actividades preexistentes, a veces tradicionales o como condiciones materiales para la reproducción de la vida, en tanto valor de uso.

El análisis de los circuitos de acumulación permite situar cada eslabón de estos en su espacio de realización, así como las articulaciones e integraciones entre los diferentes espacios. Permite también identificar y analizar las condiciones de producción en cada uno de esos momentos, así como sus materialidades y las adecuaciones normativas necesarias para la puesta en marcha de cada eslabón del circuito, y permite por lo tanto diferenciar condiciones de producción, de reproducción y de acumulación (O’Connor, 2001). Este autor toma de Marx el concepto de condiciones de producción y los distingue en condiciones naturales, fuerza de trabajo y condiciones materiales o generales de producción. La diferenciación es analítica, y el autor la introduce para explicar lo que llama la segunda contradicción del capital, donde la contradicción sería entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas, constitutivas de la contradicción fundamental, y las condiciones de producción, todo lo no producido como mercancía, pero es tratado como tal (O´Connor, 2001). Estas condiciones de producción, mediadas por el Estado, muchas veces son también condiciones de reproducción social, de las comunidades, por lo que la segunda contradicción del capital opera tanto en el plano de las disputas interagentes, entre empresas, Estados, etc., que disputan el acceso a condiciones para la realización de circuitos, con usos a veces incompatibles en un mismo espacio en relación con el suelo, el agua y los nutrientes, la energía, el subsuelo, etc., como en el plano de los conflictos entre estas empresas y las comunidades locales por el acceso al agua, el suelo, alimentos y demás condiciones naturales y materiales necesarias para la reproducción de la vida de la naturaleza humana y no humana.

La espacialización de la primera frontera de mercantilización de la naturaleza

La primera frontera de mercantilización de la naturaleza que penetra en la Patagonia se despliega de la mano de la caza de cetáceos y otros mamíferos marinos. Esta frontera es consecuencia de la expansión y cierre de la frontera de la pesca en el Atlántico Norte que Moore sitúa a mediados del siglo xviii (Moore, 2020). Producto de la escasez y sobrepesca en el norte, la frontera avanzó primero al Atlántico Sur, con la llegada de las flotas británicas y francesas en la segunda mitad de ese siglo.

A inicios del período las costas patagónicas y de los principales archipiélagos estaban bajo dominio de la corona española. Producto de crónicas de los “viajeros imperiales” y de exploraciones llevadas adelante por exploradores españoles, se relevaron los principales caladeros, los recorridos de los cetáceos y los ritmos naturales de sus migraciones. Las incursiones de las flotas europeas desde mediados del siglo xviii dan lugar en el último tramo de ese siglo a la implantación de fuertes y factorías a lo largo de la costa, desde el austral Floridablanca hasta Carmen de Patagones, dependientes de la Intendencia de Buenos Aires y luego del Virreinato del Río de la Plata, creado en 1776. Estos escasos asentamientos fueron desmantelados antes de la independencia de los Estados nacionales.

La expansión de esta frontera fue atravesada por el periodo de las independencias de las colonias españolas del Río de la Plata y Chile y se extiende hasta las primeras décadas del siglo pasado. A las instalaciones españolas en el litoral patagónico, ahora desmanteladas, les siguieron emplazamientos temporarios por parte de las principales potencias europeas, incluyendo las Islas Malvinas. Durante el periodo de transición entre la colonia y las guerras de independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, la Provincia de Buenos Aires hereda el control de las Islas Malvinas, pero no contaría con condiciones para mantener los emplazamientos patagónicos, que ya venían siendo clausurados por España desde fines del siglo xviii, y en 1833 perdería el dominio de las Islas Malvinas y otros archipiélagos del Atlántico Sur, que quedarían en manos de Inglaterra.

La expansión británica en el Atlántico sur será una de las marcas más significativas del periodo de expansión de esta frontera. Buscando asegurar el control del tránsito entre los océanos Atlántico y Pacífico, los intereses económicos en ese periodo se centraban en asegurarse puertos de salida para las expediciones de caza de anfibios y ballenas y para la instalación de centros de procesamiento intermedio.

En los años 60 del siglo xix Luis Piedra Buena instala la primera explotación permanente en el litoral patagónico argentino, en la isla Pavón, con su propio capital, y poco tiempo después abre oficinas y almacenes en Punta Arenas, el puerto con rutas internacionales más cercano. A fines del siglo xix y hasta mediados del xx se instalan empresas balleneras de diversos orígenes, pero principalmente con fuerte presencia de capitales noruegos asociados a otros, como el caso de la Compañía Argentina de Pesca, que operó desde 1906 hasta 1965 en las Islas Georgia del Sur o las compañías fundadas por el grupo Braun-Menéndez[4] de Punta Arenas en sociedad con el noruego Andresen (Fontana, 2018; Filippi, 1997).

Los circuitos de acumulación que empujan esta frontera se diferencian en tres rubros de acuerdo a sus valores de uso. Se trata de una frontera diversificada en distintos usos de un mismo trabajo de la naturaleza.

Un primer circuito se relaciona con la extracción de pieles de anfibios, lobos marinos –en particular– y su tratamiento, destinados mayormente a la industria textil de Canton, en China, que se encontraba en pleno desarrollo (Mayorga, 2017; Delmes y Guillaume, 2018). En las costas continentales y algunas islas del Atlántico sur se realizaban exclusivamente los eslabones inferiores, consistentes en la caza y procesamientos de pieles para evitar su descomposición en el transporte hacia Oriente. La espacialización en este caso consistía en la implantación de factorías en las costas, que eran ocupadas en temporada de caza y permanecían vacías el resto del año, y en el uso de puertos como el de Montevideo como punto de abastecimiento previo y escala en el transporte a puertos europeos o el de Valparaíso con lo destinado a Oriente.

El segundo circuito atiende las necesidades energéticas del capitalismo industrial, sea como fuente de energía, a partir del uso de los aceites y grasas para la iluminación pública en las ciudades más pobladas antes de la electrificación, o de manera indirecta, como lubricantes de las máquinas a vapor de los grandes centros industriales y aceites y grasas obtenidos de ballenas cazadas con barcos balleneros que salían de los mismos caladeros del litoral continental y las islas. Se trata también de los eslabones inferiores, pero con mayores niveles de procesamiento. Desde fines del siglo xix este procesamiento comenzó a realizarse en factorías flotantes, por lo cual dejaron de utilizarse algunos caladeros y se concentró la actividad en pocos puntos, en particular las Georgias del Sur, las Malvinas e incluso Punta Arenas.

El tercer circuito tiene que ver con los alimentos, una actividad subsidiaria de la caza de ballenas, como fue la extracción de guano o el agregado de nuevos eslabones al circuito de los mismos mamíferos marinos, para la producción de margarina, fertilizantes y suplementos nutricionales para animales de granja, fuertemente demandados desde Inglaterra y en menor medida desde Francia.

En los tres casos las condiciones naturales de producción estaban garantizadas por la existencia de estas especies, pero la fuerza de trabajo era importada y era estacional, como las propias actividades. Las condiciones generales, relativas al espacio construido, fruto de la escasa intensidad de los impactos en tierra, dejaron pocas marcas en el territorio (Ver Mapa 2). El procesamiento de pieles y grasas se realizaba en los principales puertos naturales utilizados por el circuito y se embarcaban con destino a los eslabones finales de esos circuitos. Esos mismos puertos naturales heredarán nuevos usos desde la segunda mitad del siglo xix con la llegada del circuito de la lana, y algunos seguirán teniendo ambas actividades, como Punta Arenas en Chile o la isla Pavón en la Argentina.

La caza de anfibios y mamíferos marinos fue realizada con prácticas extractivas, sin tener en consideración los ciclos de reproducción de los animales y sus desplazamientos estacionales. El avance hacia las islas del Atlántico Sur y luego al Pacífico obedece a las mismas lógicas desplegadas inicialmente en el Atlántico Norte.

Hay escasos testimonios de conflictos que hayan estallado en relación con la expansión de esta frontera, pero cabe destacar la huelga de obreros balleneros y la formación del soviet en las Islas Georgia del Sur, protagonizado por obreros de origen ruso contratados por la CAP y otras empresas de distintas nacionalidades de origen, en 1920 (Fontana, 2018, p. 50). Actualmente algunas de las ciudades del litoral atlántico, las Islas Malvinas y otras islas del Atlántico Sur exhiben restos de los emplazamientos utilizados en ese entonces.

Mapa 2. La primera frontera: la caza de anfibios y ballenas en las costas patagónicas. Elaboración: Alejandro Schweitzer. Fuentes: elaboración propia con base en Chiozza (1976b), Marchante (2014), Filippi (1997), Mayorga (2017) y Delmes y Guillaume (2018).

La espacialización de los circuitos del ovino y sus fronteras

A diferencia del periodo anterior, donde la frontera era marítima, en el caso de la frontera del ovino el mar será la cabeza de playa para el desembarco de las primeras majadas desde las Islas Malvinas.

Este tercer momento se inicia en 1843, diez años después de la ocupación británica de las islas, y se caracteriza por el lento avance de la frontera del ovino y su aceleración tres décadas después con el desembarco de los primeros ovinos al espacio continental en torno al estrecho de Magallanes.

La frontera del ovino se extiende en primer lugar desde las Islas Malvinas hacia el estrecho de Magallanes y luego hacia el interior, y atraviesa las fronteras nacionales en cuatro puntos: en la Isla de Tierra del Fuego, en la frontera terrestre al norte del estrecho de Magallanes, en el sudoeste, en torno a Puerto Natales y en la zona del lago Buenos Aires (Barbería, 1996).

En la Patagonia sur se desplegaron dos circuitos diferenciados, complementarios, pero con una importante distancia temporal entre la expansión del primero –textil– y el segundo de los alimentos.

El circuito textil, de igual modo que los del periodo anterior, solo se encuentra presente en los eslabones inferiores, aunque a fines del siglo xix se van incorporando nuevas maquinarias y tecnologías, pero no pasó de ser una mejora en la actividad muy primaria de la esquila. Las condiciones de producción de este circuito son compartidas por el de la carne.

Siendo el ovino una especie introducida, se constituye en uno de los ejemplos más claros de la producción de la naturaleza por el capital (Smith, 1988). El ovino se suma así a otras condiciones naturales como las pasturas y las aguadas y mallines. La mano de obra, igual que los circuitos anteriores, también fue importada, y consistía en inmigrantes de diversas procedencias, en general europeos y chilenos.

Este circuito fue uno de los más dinámicos en la segunda mitad del siglo xix, tanto a nivel global –basado en la industrialización de la lana– como en las escalas regionales, con la introducción de las primeras cabezas de ovinos. Desde los años 70 del siglo xix Punta Arenas, en Chile, se irá erigiendo como centro económico y de toma de decisiones políticas, gobernado por una burguesía regional subordinada al capitalismo inglés y que, por el alcance de las operaciones, alcanzará proyecciones globales.

El segundo circuito, el de los alimentos, se desarrolla a inicios del siglo xx con la instalación de los frigoríficos para procesamiento de carne ovina y su exportación a mercados europeos y estadounidenses. En este período se intensifica aún más la explotación del ovino, con las cadenas mercantiles de la alimentación, un circuito incipiente de extracción de carbón, complementado por el aprovechamiento forestal en torno a Punta Arenas y Puerto Natales para proveer energía para las actividades y la población urbana y rural en toda la región.

De la mano del circuito ganadero ovino textil y cárnico, los capitales regionales construyen una primera ecología política europeizada en la Patagonia sur, extrayendo nutrientes y agua del suelo para alimentar una actividad introducida, modificando los usos del territorio, fijando los primeros capitales al espacio a fin de asegurar las condiciones de producción del circuito, con la reconversión de rastrilladas tehuelches para la definición de los caminos, la construcción de puertos, instalaciones de apoyo al circuito textil como almacenes, frigoríficos y bancos, entre otros equipamientos (Ver Mapa 3). En este caso la práctica también fue extractiva, pero no de animales sino de nutrientes y agua, lo que llevó al sobrepastoreo y posterior desertificación de gran parte de los suelos.

Durante este periodo, principalmente entre 1911 y 1922, fruto de las duras condiciones laborales, estallan huelgas que se van a extender a lo largo de los principales eslabones del circuito de la lana y la carne, en el espacio rural y en las ciudades, alcanzando escala regional y transfronteriza, con ramificaciones aún no conocidas[5].

La producción del espacio construido fue un gran impacto en la región. Si bien los caminos y los flujos recuperaban las rastrilladas indígenas, dependientes de las fuentes de agua, estos caminos llevaban a muelles y puertos. En los caminos y en los puertos se instalaron almacenes y mercados, bancos y oficinas comerciales, seguridad y sedes de delegaciones estatales.

Tabla 1. Población en ciudades de más de 200 habitantes
entre 1895 y 1920

Ciudad

Fundación (oficial)

Territorio

Población

1895

1920

Punta Arenas

1843

Magallanes

3227

20437

Río Gallegos

1885

Santa Cruz

150

2912

Puerto Deseado

1899

Santa Cruz

2403

Astra

1912

Chubut

2219

Comodoro Rivadavia

1901

Chubut

2179

Puerto Natales

1911

Magallanes

1965

Puerto Santa Cruz

1878

Santa Cruz

247

1403

Puerto San Julián

1901

Santa Cruz

46

1402

Ushuaia

1885

Tierra del Fuego

225

1246

El Porvenir

1894

Magallanes

400

502

Lago Buenos Aires (a)

1929

Llanquihue

438

Sarmiento

1897

Chubut

393

Paso Ibáñez (b)

1880

350

Puerto Harris

Magallanes

306

Lago Buenos Aires (c)

1921

300

Río Seco

1905

Magallanes

278

Puerto Coyle

Santa Cruz

96

250

Puerto Aysén

1928

Llanquihue

228

Jaramillo

1921

Santa Cruz

200

Fuente: censos nacionales de 1895 y 1920 (Chile); Censo Nacional de 1895 y Censo de los Territorios Nacionales 1920 (Argentina). Las dos ciudades de la Provincia de Llanquihue corresponden a la actual región de Aysén; a) Actualmente Chile Chico; b) corresponde a Comandante Luis Piedra Buena; c) en la actualidad Los Antiguos.

La concentración espacial de eslabones inmediatamente superiores a la ganadería extensiva, complementada por la implantación de oficinas y delegaciones de los dos gobiernos nacionales, se percibe en la Tabla 1. Tomando como base las ciudades y localidades de más de doscientos habitantes en 1920, se analizan el periodo que va desde los censos nacionales en Chile y la Argentina, ambos de 1895, y el censo nacional de Chile y de los territorios nacionales en la Argentina de 1920. Para más información se agrega una columna con la fecha oficial de la fundación de las localidades[6].

En 1920 las localidades más pobladas siguen siendo o capitales de territorio o sede de servicios y puertos de salida de productos del circuito lanar y cárnico. Las distancias en el extenso territorio ocupado por las estancias en el cambio de siglo, así como la disponibilidad de aguadas en el camino a centros de acopio y las tecnologías de almacenamiento, de procesamiento y de transporte determinaron el trazado de caminos, que, como se indicó, seguían en gran parte a los previamente utilizados por los pueblos indígenas, en primer lugar, como espacio de entrada de capitales y trabajadores y salida de la lana.

La primera configuración de este espacio era muy concentrada en torno al área de influencia de Punta Arenas y las rutas de navegación de cabotaje y los arreos por tierra hacia ese puerto. Se organiza así un espacio binacional donde en 1895 todas las localidades son ciudades-puerto. En 1920 la cantidad de ciudades-puerto aumenta nuevamente, pero ya no se verifica esa concentración en Punta Arenas. En la medida que despliega el poder del Estado mediante la creación del Territorio Nacional de Santa Cruz y la instalación de delegaciones gubernamentales, judiciales y policiales, y se tiende a regularizar la propiedad de la tierra rural, así como la instalación de los frigoríficos se desconcentra en términos de espacio binacional y se reproduce una nueva estructuración en la Argentina, donde también empiezan a cobrar importancia poblacional los asentamientos asociados al circuito de la energía, particularmente de la extracción de hidrocarburos.

En 1912 se inaugura el ferrocarril Puerto Deseado-Las Heras, originalmente proyectado desde la Argentina para llegar a la frontera con Chile, en el lago Buenos Aires-Carrera, cercano a Puerto Aysén, en el Pacífico, como parte de un plan de fomento territorial. Esta línea férrea es parte del Plan de Fomento de los Territorios Nacionales por grupos modernizadores de Buenos Aires encabezados –entre otros, por Carlos Pellegrini– y fue elaborado por Exequiel Ramos Mexía, con colaboración de técnicos de los Estados Unidos[7].

Mapa 3. La frontera del ovino. Elaboración: Alejandro Schweitzer. Fuente: elaboración propia con base en Barbería (1996) y Catastro provincial de Santa Cruz (2007).

El espacio de los hidrocarburos

Desde 1907, con el descubrimiento de petróleo en Comodoro Rivadavia, se inicia un cuarto periodo, relacionado con la extracción de energía para circuitos intermedios de diversos sectores industriales, que se diversifica desde los años 40 del siglo xx con la expansión de la extracción de carbón, principalmente en Río Turbio. Dos décadas después se inicia la explotación de la cuenca hidrocarburífera binacional Magallanes-Austral-Malvinas.

El avance de la frontera energética es resultado del cambio tecnológico en los espacios de consumo intermedio y final; por ejemplo, la electrificación de procesos productivos en centros industriales resultó en el cierre y la desaparición de los eslabones inferiores de las cadenas que dependían del flujo de aceites, pieles y grasa, el primer circuito llegado a la Patagonia, que ya hacia fines del siglo xix se habían extendido al océano Pacífico.

En la producción del espacio de la energía en la Patagonia sur se diferenciaban cuatro grandes fases[8]. En primer lugar, entre 1907 y 1922, marcado por el inicio de la explotación y el fortalecimiento de la intervención estatal que llevaría a la creación de YPF en 1922 y la creación del “modelo Mosconi”[9], que incluye la creación de pueblos y campamentos en la cuenca San Jorge, en torno a Comodoro Rivadavia, y se aprovecha el puerto preexistente para el transporte hacia los polos petroquímicos. Comodoro Rivadavia se erige en esos años como la capital del petróleo (Acconcia y Muñoz, 2008). Algo similar ocurre con el sector privado, como por ejemplo la creación de los pueblos de Astra y Diadema. En 1920 Astra es una localidad con más población que la propia Comodoro Rivadavia (ver Tabla 1).

La extracción de gas y petróleo en la Patagonia del lado argentino solo está presente en su eslabón más inferior, el transporte del gas a Buenos Aires por gasoducto y el de petróleo a Bahía Blanca y La Plata, donde se localizan sendos polos petroquímicos, desde los puertos de Ushuaia, Río Grande, Punta Loyola, Caleta Olivia y Caleta Córdova.

Un segundo momento, que podría denominarse como el del “petróleo nacional”, se da entre 1929 y 1967, definido por la estatización del circuito productivo, en el que se desarrolla la expansión de la explotación en la Patagonia austral. Este periodo podría subdividirse en dos momentos; el primero, hasta 1958, estuvo caracterizado por la plena intervención estatal. Durante este periodo, producto de decisiones geopolíticas se separan parte de los departamentos de Lago Buenos Aires y Deseado, en el Territorio Nacional de Santa Cruz y de Senguerr, Sarmiento y Escalante en el del Chubut para la creación de la Gobernación Militar de Comodoro Rivadavia. En 1946, durante este primer periodo, se crea la empresa Gas del Estado, de manera independiente de YPF, y en 1949 se inaugura el gasoducto desde Comodoro Rivadavia hasta Buenos Aires.

En el segundo momento, sin disminuir la política fuertemente intervencionista en la actividad, el funcionamiento osciló entre el control total del circuito por el Estado y las concesiones de explotación a capitales privados manteniendo el Estado el monopolio del resto del circuito, desde su procesamiento hasta la comercialización. En esta fase se inicia la explotación en la cuenca Austral/Magallanes.

El periodo que se extiende entre 1967 y 2010 corresponde a la desnacionalización y privatización de la actividad, realizada en tres fases, la primera hasta 1976 –de desregulación progresiva con control estatal–, seguida por otra que se extiende hasta 1992 –de desvalorización de activos– y a partir de ese año y hasta 2001 –de privatización prácticamente completa del sector–. En 1994 con la reforma constitucional la propiedad del subsuelo es restituida a las provincias, que en 2007 deciden prorrogar por treinta años más las concesiones vigentes. En 2012 el gobierno nacional decide recuperar parcialmente la empresa estatal YPF y transferirla a las provincias, que debían aportar los fondos que correspondieran en cada caso (Schweitzer, 2012). Actualmente el espacio de los hidrocarburos sigue estando fragmentado y bajo operación privada y estatal. En 2009 en la provincia de Santa Cruz y al año siguiente en la Región de Magallanes se inicia la exploración y posterior avance en la extracción de hidrocarburos no convencionales, que actualmente se encuentra en pleno desarrollo del lado chileno y con avances más lentos en Santa Cruz.

Al igual que los circuitos de la lana y la carne ovinos, los circuitos de los hidrocarburos, gas y petróleo ocupan gran parte del espacio patagónico sur, pero presenta grandes desigualdades producto de las distintas fases por las que atravesó.

En el periodo que se extiende entre 1922 y 1958 el territorio de los hidrocarburos experimentó un cambio en su organización. Inicialmente el asentamiento asume forma de enclave, aislado del espacio circundante. La creación de la Gobernación Militar obedece a esta forma enclave, pero incorpora el espacio sobre el cual se desplegará desde 1947 la extracción de gas y petróleo, pasando de forma de enclave a una frontera de mercantilización que se extendió progresivamente hacia Caleta Olivia, Cañadón Seco, Pico Truncado y Las Heras.

Durante este período, desde 1944, de la mano de la expansión de las actividades extractivas y eslabones energéticos ligados a los circuitos siderúrgicos, se inicia la explotación del carbón en la cuenca de Río Turbio. Se trata de una actividad que ya venía realizándose en el sector chileno desde el siglo xix, y que en el lado argentino será iniciada por la División Carbón Mineral, una división específica de YPF, antes de conformarse como Yacimientos Carfoníferos Fiscales (Bona, 2000). La extracción de carbón es uno de los eslabones inferiores del circuito vinculado a la industria siderúrgica instalada en San Nicolás (Provincia de Buenos Aires).

La configuración del espacio del carbón es típico de los enclaves. El Estado, apropiándose del espacio cercano, construyendo la villa minera, el dique y atrayendo trabajadores, garantiza las condiciones de producción de la actividad. Poco después se construye el ramal ferroviario hacia el puerto de Río Gallegos y más tarde a Punta Loyola para posibilitar el transporte a los centros industriales.

En el margen chileno de la cuenca binacional Magallanes/Austral la extracción se realiza tanto en la Isla grande de Tierra del Fuego como en el espacio en torno al estrecho de Magallanes. En proximidades de Punta Arenas se inauguró en 1988 la planta de Metanol, actual Methanex, que introduce un eslabón más en el circuito de los hidrocarburos para procesar gas proveniente de los yacimientos de la región exportado en estado líquido.

En el periodo que se extiende entre 1920 y 1991, año del censo nacional de la Argentina y 1992 en Chile el espacio patagónico sur también experimentó cambios en su demografía y en sus sistemas urbanos. De las quince ciudades con más de cinco mil habitantes, ocho se sitúan en las cuencas del golfo San Jorge y Austral/Magallanes y una en la cuenca del carbón. Del periodo anterior y que no hayan sido integradas al circuito de los hidrocarburos solo quedan pocos centros, con algunos como Puerto Coyle, ya desaparecido. En algunas, como Punta Arenas y Río Gallegos, la extracción de hidrocarburos coexiste con las funciones de capital de Provincia y Región y su rol de centro turístico internacional, a las que se suma Ushuaia. En otras, finalmente, coexisten la pesca y el turismo.

Tabla 2. Población en ciudades de más de 5000 habitantes entre 1920 y 1991/1992

Ciudad

Provincia/Región/ Territorio Nacional

Población

1920

1960

1991/1992

Comodoro Rivadavia

Chubut

2179

35966

124104

Punta Arenas

Magallanes

20437

49504

109110

Río Gallegos

Santa Cruz

2912

14439

64640

Río Grande

Tierra del Fuego

13211

37971

Coyhaique

Aysén

153

8782

36376

Ushuaia

Tierra del Fuego

1246

11029

29452

Caleta Olivia

Santa Cruz

130

7388

27899

Puerto Natales

Magallanes

1965

9401

15102

Puerto Aysén

Aysén

228

5488

12762

Pico Truncado

Santa Cruz

147

1527

12757

Puerto Deseado

Santa Cruz

2403

3337

7093

Sarmiento

Chubut

393

4922

6816

Yacimiento Río Turbio

Santa Cruz

3506

6746

Las Heras

Santa Cruz

1880

6328

Puerto San Julián

Santa Cruz

1402

3649

5114

Fuente: censos nacionales de 1920, 1960 y 1992 (Chile); Censo de los Territorios Nacionales 1920, censos nacionales 1960 y 1991 (Argentina).

Territorios de acumulación del siglo xxi

En los más de dos siglos que lleva la incorporación de la Patagonia sur a las periferias del capitalismo, la evolución de cada periodo y las configuraciones de sus territorios llevarán a sucesivos ajustes espaciales, nuevas territorializaciones, nuevas desterritorializaciones y nuevas reterritorializaciones.

Los procesos de producción del espacio y la naturaleza señalados no se despliegan ni se imponen sin generar conflictos, ya que las condiciones de producción para el capital coinciden casi en su totalidad con las condiciones de reproducción de la población. Las consecuencias ecológicas, los procesos de acumulación por desposesión, los permanentes ajustes espaciales por las infraestructuras y equipamientos, por modificación de marcos regulatorios y debilitamiento de aparatos de control estatal, así como viejos y nuevos acaparamientos de tierra, dan lugar a conflictos de acceso al agua, aire puro, suelo y subsuelo, entre otros, así como a la puesta en marcha de dispositivos de control y disciplinamiento social.

Desde los años 90 del siglo xx con la llegada de grandes capitales transnacionales y la implantación de la minería metalífera en el Macizo del Deseado y la cordillera, de la pesca en alta mar y el turismo internacional, se producen nuevos avances en las fronteras de mercantilización, que implican modificaciones en la configuración de los territorios, siempre con el objetivo de asegurar las condiciones para la realización de estas actividades. En las dos primeras décadas del presente siglo, este rol de proveedora se reorientará para atender principalmente la demanda de China, de la mano de su política global, particularmente orientada a reforzar su presencia en América Latina (Schweitzer, 2020b).

La diversidad en las configuraciones espaciales producidas por estos procesos hace prácticamente imposible realizar un análisis exhaustivo y en profundidad en el espacio en concreto en estudio, que tampoco es objetivo de este capítulo[10].

Este espacio también se perfila como una de las áreas donde más fuertemente se expresa la presencia china, consistente en la financiación y construcción de megaproyectos de generación de energía, en particular represas, así como de transporte mediante nuevos corredores bioceánicos y puertos, que se articulan con los avances en la extracción de recursos del subsuelo, mineros y energéticos.

En conclusión, en la Patagonia sur, espacio de frontera política y frontera de mercantilización de la naturaleza, desde su primera llegada se despliega un capitalismo de frontera. Estos escalamientos, desplazamientos sobre nuevos espacios y conflictos que se desatan deben analizarse en perspectiva temporal y plurisecular, con el objetivo de promover la defensa y mejora de las condiciones de vida y avanzar en las discusiones en torno a la formulación de alternativas.

En el Mapa 4. Patagonia sur, territorios de acumulación del siglo xxi, se superponen varias capas que en su conjunto permiten leer los diversos despliegues y presiones existentes en la actualidad sobre el espacio de la región. En primer lugar, la continuidad de las actividades extractivas de hidrocarburos en la cuenca San Jorge y en la cuenca binacional Austral/Magallanes. Mientras que en las dos cuencas la extracción se realiza por medios convencionales, en esta última y a ambos lados de la frontera también es no convencional. La salida de la producción se realiza por oleoductos que llevan a puertos en ambos océanos, en parte en rutas de cabotaje para el caso del petróleo, mientras que el gas se transporta por gasoductos. En el rubro energía existen además dos represas en construcción sobre el río Santa Cruz, mientras que en el lado chileno las proyectadas sobre el río Baker siguen en suspenso.

También en el circuito de la energía llamado “de transición”, se encuentran en desarrollo dos grandes plantas para la elaboración de hidrógeno verde, una en cercanías de Punta Arenas y la otra en Tierra del Fuego[11]. Existen proyectos experimentales en la Patagonia sur, como por ejemplo la planta de Pico Truncado, pero en el caso de estos dos nuevos proyectos, la escala de impacto es mucho mayor. La planta proyectada en Magallanes para generar 126 GW de energía a partir de hidrógeno verde prevé al menos 13.000 km² de aerogeneradores instalados. En el caso de Tierra del Fuego, en las cercanías de Ushuaia, la planta proyectada por la empresa MMEX será de una potencia aún mayor[12].

En el caso de la minería de transición, como es el caso de materias primas como el litio o el cobre o las tierras raras, que alimentan eslabones inferiores de los circuitos de la electromovilidad, si bien no habría yacimientos en el espacio emergido de la Patagonia sur, la cartografía oficial de la Autoridad Internacional de los fondos Marinos (ISA en inglés) y del Institut Français des Mers (IFREMER) se encuentran en exploración las potencialidades para la extracción de tierras raras en la plataforma submarina[13].

En este espacio también se expanden otros circuitos preexistentes, pero que alcanzan dimensiones mayores en las últimas décadas. Por un lado, la pesca en alta mar, que es realizada por flotas de capitales transnacionales, muchas veces buques factoría que reproducen el esquema de bajo impacto en tierra de la frontera de la caza de anfibios y ballenas del siglo xviii. A esta modalidad se suman las plantas de procesamiento y frigoríficos que se localizan en tierra, así como la sobrepesca y las violaciones a legislaciones nacionales por parte de las empresas[14]. Por ahora solamente en el lado chileno debe agregarse la piscicultura de salmón. Con rechazo en la Argentina[15], las salmoneras son también objeto de oposición en Chile, aunque la actividad sigue avanzando y en casos como Puerto Natales desplaza los caladeros de la pesca artesanal hacia áreas más alejadas de los puertos. En relación con esta actividad, este desplazamiento es también provocado por la expansión de áreas protegidas marítimas, que restringen el acceso a caladeros y volúmenes de captura después de décadas de sobreexplotación.

Mapa 4. Patagonia sur, territorios de acumulación del siglo xxi. Elaboración: Alejandro Schweitzer.

Reflexiones no finales

A lo largo de estas páginas se expuso el aparato teórico y metodológico propuesto para analizar la producción del espacio en la Patagonia sur en clave de ecología política. A la luz de conceptos de fronteras de mercantilización de la naturaleza y de circuitos de acumulación, se caracterizaron los procesos desplegados desde mediados del siglo xviii: de las materias primas, para usos industriales, industrial motorizada por la caza de anfibios y ballenas, la lana y la minería; la energía, en el marco también de esta misma primera frontera y luego en la extracción de hidrocarburos, carbón y más recientemente la construcción de represas, la usina carboeléctrica y el hidrógeno verde, y de los alimentos, hacia el final del circuito ovino y en las últimas décadas con la expansión de la pesca.

El Mapa 4 no solamente sirve para revisar la espacialización de los circuitos productivos y cómo esta termina presionando cada vez más sobre las condiciones de producción y reproducción de la vida. Sirven también para constatar el carácter desigual del despliegue de estos circuitos en el espacio regional y por tanto el desarrollo desigual de los territorios resultantes.

En casi todos los circuitos, con la probable excepción del turismo y de manera parcial por sus vinculaciones con la especulación inmobiliaria y la economía verde, este desarrollo desigual se asienta en actividades extractivas o realizadas en modalidades extractivas como la ganadería ovina y la pesca, que “exportan” los productos del trabajo de la naturaleza con casi nula presencia de eslabones intermedios y superiores y por lo tanto “importa” no solamente alimentos y productos industriales sino, fundamentalmente, perjuicios ambientales, contaminantes y productos tóxicos, devastaciones y ecocidios, que los grandes capitales y la mayor parte de los funcionarios públicos consideran externalidades, despegándose de sus responsabilidades y amparándose en sus complicidades. Este desarrollo es desigual y también es combinado. En la Patagonia sur esta combinación se va haciendo cada vez más evidente en las políticas que se ponen en marcha de la mano de la economía verde, donde los proyectos y las grandes inversiones, por ejemplo, en energías de transición, como el hidrógeno verde o la emisión de bonos verdes para conservación de bosques y ecosistemas, operan como medidas de compensación de emisiones de CO₂ del norte. La transición ecológica misma se está desarrollando de este modo, desigual y combinado. El fracking, prohibido en Europa, es practicado aquí por empresas europeas, entre otras; las mismas empresas europeas, canadienses y estadounidenses utilizan procesos químicos prohibidos en el norte.

El fin último de este capítulo es dejar planteada una agenda de investigación sobre la producción del espacio y la naturaleza en la Patagonia sur desde la perspectiva de la ecología política, que avance en el conocimiento de otros circuitos aquí no tratados, como el del oro o la conservación, así como en el estudio de las manifestaciones concretas, no solamente espaciales, de la implantación de cada uno de los circuitos y los conflictos que se desatan por el acceso a condiciones de producción y, sobre todo, entre proyectos de territorio que contienen visiones enfrentadas respecto a la naturaleza no humana. Desde este conocimiento será menos dificultoso poder avanzar en la coproducción de proyectos alternativos, de contraespacios donde prime la defensa de la vida.

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  1. Según el autor, desde los años 70 y 80 del siglo xx, la imposición de regímenes neoliberales marca el ascenso de la fase financiera aún no resuelta y por lo tanto la crisis de hegemonía global diseñada desde los Estados Unidos.
  2. La versión original de este artículo es de 1986.
  3. Entre otros, Schweitzer (2012, 2016, 2019 y 2020a); Ponzi (2020a y 2020b), Picone (2020, 2021) y Picone, Liscovsky y Schweitzer (2020).
  4. Ver apartado “La espacialización de los circuitos del ovino y sus fronteras”, a continuación.
  5. Fontana plantea la hipótesis de que parte de los obreros deportados de Grytviken participaron de las huelgas desde 1920 (Fontana, 2018, p. 51).
  6. Un caso particular se da en el lago Buenos Aires. El nombre del lago en el periodo censado era el mismo a ambos lados de la frontera. En el momento de nombrar al paraje o la localidad, tanto Chile Chico como Los Antiguos, las dos se denominaban lago Buenos Aires.
  7. Una descripción más precisa del plan y su contexto se encuentra, entre otros, en Ruffini (2008) y Bandieri (2009).
  8. Para una descripción más detallada de estas fases ver Schweitzer (2012).
  9. Existen numerosos estudios sobre este periodo desde perspectivas históricas y geopolíticas (Mayo, Andino y García Molina (1976); Favaro y Morinelli (1991) y Larra (1992), e incluso sobre el funcionamiento interno de la empresa y sus relaciones con las comunidades locales (Cabral Márquez, 2007).
  10. Las caracterizaciones relativas a la fase actual se encuentran publicadas, entre otros, en Schweitzer (2019, 2020a y 2020b); Schweitzer y Valiente (2018); Picone, Liscovsky y Schweitzer (2020).
  11. El hidrógeno verde se obtiene por electrólisis de moléculas de agua utilizando energía eólica o solar, a diferencia del gris, que utiliza gas.
  12. MMEX invertirá 500 millones de dólares para producir hidrógeno verde en Tierra del Fuego. Energía estratégica, 22 de abril de 2022, en https://bit.ly/3dvYB49
  13. Samaniego (2022). https://bit.ly/3UxpANd
  14. Foglia (2021). “‘Extractivismo marino. Descontrol pesquero’ en mar argentino: 470 barcos extranjeros en una zona ecológica clave”. https://bit.ly/3UETrDI
  15. Rocha (2021). “Histórico: Tierra del Fuego prohibió las salmoneras en el Canal de Beagle”. https://bit.ly/3qU69AG


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