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Aislamiento e investigación
durante la pandemia

Algunas reflexiones metodológicas sobre el abordaje de juventudes escolarizadas que forman parte de familias migrantes

María Florencia Maggi

Introducción

Partimos de reconocer que el impacto de la pandemia ocasionada por el COVID-19 ha reconfigurado distintas esferas de la cotidianeidad de las personas migrantes. El desafío que tenemos que desandar quienes nos abocamos a la investigación en ciencias sociales, y en especial en el marco del campo de estudios migratorios, es procurar comprender las experiencias en la especificidad de cada grupo de personas en contextos de movilidad y pandemia. Mis intereses de investigación en torno a la cuestión migratoria se han centrado en indagar cómo la transitan las jóvenes generaciones y en particular aquellas que se encuentran escolarizadas. En distintos trabajos que se desprendieron de mi investigación doctoral, pude dar cuenta de la compleja relación entre las experiencias de movilidad y las de escolarización secundaria de jóvenes de familias migrantes en la ciudad de Córdoba (2016-2019). Este escenario evidentemente se ha visto modificado, y poder presentar las maneras en las que se han reconfigurado los sentires y las experiencias cotidianas de les jóvenes es el motor de mi actual agenda de investigación.

Planteados esos puntos de partida, conviene alertar que las formas en las que veníamos desarrollando nuestras investigaciones también se han visto transformadas. En el afán de sostener el ritmo de la vida académica, hemos puesto en marcha nuevas estrategias de abordaje. Superado el período más crítico de la pandemia, parece ser un buen momento para reflexionar sobre los desafíos metodológicos, los alcances y las limitaciones de los avances desarrollados en el contexto de aislamiento, y las preguntas que se abrieron sobre lo que veníamos indagando.

Las reflexiones metodológicas que concentro en este escrito parten de cuatro escenarios de investigación: la Encuesta Nacional Migrante de Argentina (ENMA) (espacio en el que no participé, pero cuyos integrantes han dejado plasmados ricos detalles del proceso), y tres investigaciones de las que formé parte entre 2020 y 2021 (dos espacios colectivos de investigación y el cierre de mi tesis doctoral). Aquí me centraré en las dificultades metodológicas por abordar un campo de estudio que atiende a las movilidades en un contexto de restricción de estas. También me detendré en la especificidad de las juventudes atravesadas por las migraciones. En particular, en jóvenes que se encuentran escolarizades en un contexto de profunda transformación en el marco de las medidas de aislamiento social, preventivo y obligatorio (ASPO) y de distanciamiento social, preventivo y obligatorio (DiSPO), decretadas a causa de la pandemia del COVID-19 durante el periodo 2020-2022.

Para ello, en el primer apartado, presento algunas herramientas conceptuales que sitúan cómo vengo pensando las categorías en torno a las movilidades y sus aportes al contexto de restricción de estas. En este apartado también caracterizo brevemente cómo las medidas de aislamiento y distanciamiento transcurrieron en el sistema educativo en Argentina. En el segundo y tercer apartado, presento las experiencias de investigación desarrolladas durante 2020 y 2021 con sus respectivos planteos en relación con las estrategias metodológicas mediadas por dispositivos virtuales. Al cierre del escrito, retomo cómo, a partir de estas experiencias, se van trazando nuevas preguntas en la agenda de investigación sobre juventudes y movilidades.

Marco de discusión y especificidades del contexto en el marco de la pandemia

Resulta relevante detenerse a pensar qué aportaron los estudios migratorios a la hora de problematizar la restricción de las movilidades de la población en un sentido más generalizado. Me refiero al marco interpretativo del régimen global de movilidades, según el cual la movilidad se define en una relación de interdependencia con las formas de inmovilidad organizadas en un ordenamiento global jerarquizado (Glick Schiller & Salazar, 2013). Los estudios críticos del campo parten del concepto de “régimen” porque remite a un espacio de conflicto y negociación por el control del movimiento en el que las políticas de migración se configuran en marcos nacionales específicos, pero, a la vez, se inscriben en procesos de regulación global (Domenech, 2020). Por otra parte, los mecanismos de clasificación social y los dispositivos institucionales que regulan la movilidad humana y las lógicas de fronterización son constatables no solo en los espacios localizados en las fronteras estatales o geográficas (Rivera Sánchez, 2015; Matossian & Mera, 2018). En este sentido, una ciudad mediterránea como Córdoba, en donde se radica mi campo de indagación, puede ser leída en relación con las fronteras que se trazan en torno a determinados barrios, o en el acceso al centro de la ciudad (Maggi, 2021). Por eso es importante aclarar que la noción de “movilidad” atiende no solo a los desplazamientos migratorios, sino también a distintos tipos de desplazamiento en sus diferentes escalas espaciales y temporalidades, es decir, los desplazamientos cotidianos, los viajes sucesivos, entre otros (Freidenberg & Sassone, 2018).

En cuanto a la pandemia de COVID-19, esta cristalizó la relación entre escalas en las medidas de restricción y nuevos dispositivos como los pasaportes sanitarios por parte de los Estados sanitizantes (Enríquez Pérez, 2020) y distintos organismos internacionales. Al respecto, Herrera (2021) plantea que la pandemia exacerbó las desigualdades sociales en la población migrante que ya se encontraba so­metida a procesos de precarización, a la vez que emergieron nuevas formas de exclusión vinculadas al surgimiento de otros clivajes de desigualdad. Estos clivajes se manifiestan, por un lado, entre quienes si­guen movilizándose en la pandemia y aquellos que se inmovilizan, lo que da cuenta de una nueva forma de desigualdad fundada en la exposición al riesgo. Por otro, la autora advierte la aparición de “nuevas manifestaciones de xenofobia relacionadas con la identificación del migrante con el contagio: esta configura un clivaje entre quienes son considerados miembros legítimos de la comunidad política versus quienes no son merecedores de su protección por ser extranjeros” (2021, p. 108).

Por lo dicho, estas herramientas teóricas sobre el control del movimiento permiten pensar a escala local un trabajo sobre experiencias de (in)movilidades en un periodo dónde los llamados “cordones sanitarios” alrededor de determinados barrios de Córdoba impedían desplazamientos hacia otros puntos de la ciudad. A su vez, con relación al contexto de securitización y aumento en las restricciones a la movilidad internacional, una de las hipótesis que guía mis investigaciones en curso considera la incidencia de estos en los vínculos transnacionales, principalmente en familias de orígenes limítrofes que en forma recurrente retornan a los países de origen en ciertos periodos del año (Novaro & Trino Cazón, 2017; Gavazzo, 2019; Hendel & Maggi, 2021).

El interés particular en las experiencias de (in)movilidades de jóvenes de familias migrantes radica en comprender la relación con sus experiencias escolares. Con respecto al nivel secundario, es importante primero aclarar que la obligatoriedad de este en 2006 mediante la Ley de Educación Nacional n.º 26.206 reconfiguró el universo de instituciones educativas y la composición estudiantil. Respecto a la presencia migrante en el sistema educativo en Argentina (que representa alrededor del 1,8 % del total de la matrícula de todos los niveles de educación común), el nivel secundario es el que más presencia relativa tiene entre los niveles obligatorios (1,9 %) (Maggi et al., 2022).

Los trabajos abocados exclusivamente a las experiencias formativas de jóvenes en escuelas secundarias destacan que, pese a que la escolarización media es altamente valorada por las familias migrantes (Cerrutti & Binstock, 2012; Lemmi, Morzilli & Moretto, 2018), el sostenimiento resulta dificultoso (Beheran, 2012; Novaro, 2019), en gran medida por las condiciones socioeconómicas y las situaciones de discriminación que experimentan estes jóvenes (Kleidermacher et al., 2020; Taruselli, 2020; Maggi & Hendel, 2022). Esto muestra que las formas subordinadas de inclusión para con la población migrante que inicialmente se identificaba en el nivel primario (Novaro & Diez, 2011; Diez, 2014) continúan en este nivel (Groisman & Hendel, 2017), poniendo en discusión el supuesto de integración intercultural del sistema educativo (Domenech, 2010; Diez & Novaro, 2014).

Por otro lado, me interesa destacar las formas de apropiación de las escuelas secundarias por parte de jóvenes migrantes y descendientes, que, ante las condiciones expulsivas de las escuelas, activan un conjunto de estrategias colectivas por mantener la escolaridad, entre las que se destaca acompañarse entre jóvenes con experiencia migratoria (Hendel & Maggi, 2021; Maggi, 2022).

En el marco de las adaptaciones educativas de continuidad pedagógica, que rigieron durante la pandemia para garantizar el aislamiento o distanciamiento social, algunos trabajos incipientes mostraron cómo se acrecentó la brecha educativa al necesitar de dispositivos electrónicos y acceso a internet para sostener la escolaridad (Hernández, 2020). En un trabajo sobre población migrante escolarizada (Diez, Hendel, Martínez & Novaro, 2020), se da cuenta de las complicaciones socioeconómicas que afectaban las posibilidades de continuidad educativa para esta población. Las autoras presentan los datos de una encuesta en la Provincia de Buenos Aires recogida en 2020 que revelaba que la mayoría del estudiantado migrante utilizaba teléfonos celulares para vincularse con docentes (que en muchos casos comparten con otros miembros de su familia), evidenciando las dificultades económicas para cargar datos de internet a estos dispositivos. También dan cuenta del incremento de las actividades laborales juveniles para tratar de paliar la difícil situación económica familiar. Sumado a estas cuestiones, el trabajo plantea que

la irrupción de la vida doméstica en la esfera de lo público a través de la comunicación virtual supone para muchos de estos jóvenes una situación de exposición inusual de sus condiciones de vida a través de la cámara de sus celulares (Diez et al., 2020, p. 48).

Teniendo en cuenta estos aspectos, es importante además resaltar que en Córdoba se pudo constatar previamente al advenimiento de la pandemia que las familias migrantes de origen boliviano (que suelen portar los peores indicadores educativos en adultes), pese a radicarse residencialmente en los barrios periféricos, suelen apostar a la escolarización secundaria de les jóvenes en escuelas del centro de la ciudad, y en particular en una institución (Maggi, 2021). A partir de mediados de marzo del 2020, cuando se suspendió la presencialidad en el marco de las medidas de ASPO, la propuesta de continuidad pedagógica requería de condiciones de conectividad difíciles de sostener en algunos de los barrios de la periferia de Córdoba y sobre todo para familias que no disponían del servicio o de los dispositivos para acceder a una escolarización virtual. Por otra parte, la distancia entre las viviendas y las escuelas céntricas también dificultó la posibilidad de contar con los cuadernillos y materiales didácticos que ponían a disposición en las instituciones, junto a la entrega de bolsones alimentarios. En este marco cabe preguntarse cómo estas condiciones afectaron la escolarización de jóvenes en términos de continuidad.

Los aportes y límites de la virtualidad en la investigación. El caso de las encuestas autoadministradas

En el marco de las adaptaciones que hemos realizado para poder continuar con nuestras labores investigativas, se destaca la incorporación más asidua de herramientas virtuales. Un excelente ejemplo de la potencialidad de estas fue la concreción de la primera edición de la Encuesta Nacional Migrante de Argentina (ENMA). La ENMA se llevó adelante entre octubre y noviembre de 2020 permitiendo tener un instrumento complementario al censo nacional (postergado para 2022) que releva el perfil sociodemográfico de la población migrante radicada en Argentina, su situación documentaria, socioeconómica, laboral y habitacional, y el acceso a la salud y a la educación, e incorpora ejes de indagación más innovadores, como los motivos de salida, trayectoria y proyecto migratorio, naturalización, participación sociocomunitaria y política (Debandi et al., 2020: 4). Este relevamiento nos ha permitido conocer, en relación con las cuestiones educativas de les hijes de les migrantes encuestades, que, para sostener la continuidad pedagógica, las principales estrategias desarrolladas por las instituciones educativas fueron

en primer lugar el uso de teléfono celular (WhatsApp) en el 53% de los casos, seguido por las aplicaciones de reuniones virtuales (37%) y las plataformas educativas (31%). Estos datos ubican a les respondientes ante un nuevo escenario virtual, dado que el acceso pasó a estar mediado por diversas herramientas tecnológicas e internet. Al respecto, no resulta menor que el 10% de las personas con hijes haya señalado que sus hijes no pudieron sostener la continuidad pedagógica durante la pandemia (Hendel et al., 2021, pp. 107-108).

Además de los valiosísimos datos que se recogieron y presentaron en el Anuario Estadístico Migratorio de Argentina 2020, cabe destacar precisamente que una de sus mayores virtudes fue encarar la construcción de todo un instrumento y operativo en el momento más crítico de aislamiento. También se destaca que, al tratarse de encuestas anónimas autoadministradas, no requerían de mediadores (que pudieran condicionar las respuestas), se evitó la transcripción de datos (y los errores que pueden conllevar) y pudo disponerse de versiones traducidas para migrantes no hispanoparlantes (Debandi et al., 2020, p. 7). Sin embargo, desde el equipo de investigadores, no se desconocieron las limitaciones que este formato de encuestas suponen:

… por su reducido alcance para personas con dificultades de acceso a medios digitales, ya sea porque no cuentan con dispositivos, porque no tienen acceso (o es muy limitado) o porque desconocen el uso de ciertas tecnologías. La modalidad virtual dificulta, asimismo, la participación de personas mayores, en situación de calle o bajo condiciones de extrema vulnerabilidad, asentadas en áreas rurales distanciadas de centros urbanos con baja o nula conectividad, así como con bajos niveles de alfabetización tradicional o digital. Estas barreras –o límites metodológicos– han sido considerados insalvables en el contexto de la pandemia en el que se llevó a cabo esta primera edición de la ENMA (Debandi et al., 2020, p. 7).

En este sentido, el equipo de trabajo que desarrolló la ENMA destacaba en las presentaciones de los resultados en el Anuario Estadístico Migratorio de Argentina 2020 la importancia de las redes de organizaciones de activismo migrante y las académicas al difundir el cuestionario e insistir en la importancia de contar con información actualizada para construir demandas fundadas en datos estadísticos de primera mano. Al respecto, las coordinadoras del proyecto explicitaban cómo el propio contexto de la pandemia resultaba propicio para el relevamiento de datos por la hipervirtualización de nuestras vidas y por la urgencia de dar cuenta de las condiciones en las que la población migrante enfrentaba la situación coyuntural de aislamiento.

Otra experiencia de investigación concretada en plena pandemia de la que formé parte fue el proyecto sobre experiencias de sociabilidad juvenil en las ciudades de Villa María y Villa Nueva (al sudeste de la provincia de Córdoba) que dirige Andrés Hernández. En el marco de este proyecto, realizamos en 2021 una encuesta a más de 550 estudiantes de escuelas secundarias de entre 16 y 20 años de edad. Al momento de implementar el instrumento, las escuelas habían adoptado la modalidad semipresencial ya en el marco de las medidas de DiSPO. Con la experiencia adquirida en el armado de formularios de encuestas online durante la pandemia, mantuvimos este formato. Bastaba escribir el largo hipervínculo en el pizarrón y que une estudiante lo transcribiera y pasara al grupo de WhatsApp de compañeres para que la mayoría comenzara a responder. Para quienes no contaban con dispositivos, prestábamos dispositivos que tenían abierto el enlace y, si no bastaban, teníamos copias en papel para responder manualmente. En la escuela más alejada del casco céntrico de la ciudad de Villa María, una de las que mayor presencia migrante tiene, fue en la que más se empleó el formato físico en papel. En uno de los cursos, incluso una joven se ofreció a completarla por fuera del horario de clases en papel porque debía esperar alrededor de una hora el transporte público que la alcanzaría a su hogar, en la zona de cortaderos de ladrillo (en las afueras de la ciudad), donde no disponía de internet y contaba con un celular para todo el grupo familiar.

Sobre estas cuestiones han insistido los trabajos citados que daban cuenta de la exacerbación de las brechas educativas con la pandemia. Con estas reflexiones me interesaba resaltar las dificultades para contar con un alcance lo suficientemente representativo de las poblaciones en situación de mayor vulnerabilidad, a quienes precisamente la virtualidad puso en mayor desventaja y cuyos datos relevados durante la pandemia pueden suponer un silenciamiento, por ejemplo, sobre las condiciones de escolaridad de estes jóvenes (y niñes).

Desafíos para relevar la perspectiva juvenil durante la pandemia

Los casos hasta aquí presentados dan cuenta de cómo durante la pandemia los instrumentos puestos en marcha en el quehacer investigativo en el campo de estudios migratorios fueron ingeniosos a pesar de que hay poblaciones que quedaron más aisladas o inaccesibles. Me interesa también reponer qué pasó con aquellas investigaciones que ya se encontraban en marcha. En contraste con la ENMA, que contó con el impulso de organizaciones y actores interesades, traigo a la reflexión el caso de una de las experiencias de investigación colectiva en instituciones educativas de la que fui parte, en la que la coyuntura de aislamiento detuvo un relevamiento virtual en marcha. En el proyecto “Los inmigrantes en el sistema educativo. Una aproximación a la situación en el Gran Córdoba (2017-2019)”, con dirección de Cecilia Jiménez, buscábamos caracterizar la presencia de migrantes en el sistema educativo de Córdoba. Desde este espacio habíamos pautado hacer una encuesta a directives del nivel primario que, entre muchas idas y vueltas en 2019, se logró acordar para llevar adelante en 2020. Por la implementación de las medidas de ASPO, pospusimos en un principio su realización. Con el trascurrir de los días, nos fuimos topando con instituciones educativas que, frente a los permanentes cambios de directivas que se iban tomando desde los diferentes peldaños del sistema educativo, se encontraban desbordadas por la sobrecarga que debieron afrontar con las medidas de adaptación virtual a las políticas de continuidad pedagógica. En este marco de permanente reorganización, no resultaba una prioridad indagar la situación del alumnado de origen migrante, y desde las inspecciones ya no veían conveniente trasladar las encuestas a les directives. La hipervirtualización de nuestras vidas supuso, en este caso, poner en suspenso un instrumento que no recogía lo que resultaba urgente en las escuelas.

En el caso de la investigación doctoral que desarrollaba, mi situación era aparentemente más alentadora: mientras que muchas investigaciones se encontraron con la necesidad de revisar las propuestas metodológicas para acceder a campo, en este caso había finalizado el trabajo de campo sostenido durante 2017 y 2019 en cuatro escuelas secundarias de la ciudad. En marzo de 2020, estaba comenzando el momento de análisis y escritura, cuando empezaron a implementarse las medidas de aislamiento. Al principio, entre humoradas con mis allegades, considerábamos que me encontraban bajo las condiciones ideales para la etapa que debía enfrentar. Lejos de esa situación, aquí me quiero detener a pensar la importancia del contacto etnográfico durante la etapa de análisis. Al tratarse de una investigación posicionada en la relevancia de la perspectiva juvenil, en discusión con las miradas adulto-céntricas sobre las experiencias de las jóvenes generaciones en los estudios migratorios, me interesaba establecer los contactos en espacios menos permeados por las miradas familiares. De esta manera, pude profundizar en sentidos sobre sus propias trayectorias migratorias, sus identificaciones y los sentidos de escolaridad. Salvo excepcionales entrevistas a grupos familiares, la prioridad estaba en lo que circulaba en las escuelas y en los momentos entre amigues (recreos, horas libres o salidas del aula). Esto implicó pautar las entrevistas previo establecerse acuerdos en las escuelas (y los permisos con tutores de les jóvenes). Por distintas razones, entre ellas las legales, no se pautaron contactos directos con jóvenes por otras vías. Yo asistía algunos fines de semana a las actividades organizadas por la Liga Deportiva Boliviana en un barrio, y allí me encontraba con jóvenes en contextos comunitarios, lo que me permitía poner en relación con lo registrado en las escuelas y reconstruir sentidos intergeneracionales. Con la implementación de las medidas de ASPO y la primera virtualización de la escolarización, el vínculo con jóvenes (al estar principalmente mediado por las escuelas) se cortó. Si bien ya había cerrado el trabajo de campo y, por ende, esto no afectó el curso de la investigación, sí limitó la posibilidad de estar en contacto con les jóvenes sobre quienes estaba escribiendo. A pesar de mi postura crítica sobre el adulto-centrismo, todos los contactos vía WhatsApp que pude concretar durante los meses de más duro aislamiento para saber cómo se encontraban y ponerme a disposición fueron con adultes: directives, docentes, madres y referentes barriales. Situación que, además de angustiante, representa el desafío de no trasladar las miradas que estes adultes tenían sobre el tránsito de la pandemia de les jóvenes a les propies jóvenes. Renovada la plena presencialidad escolar –y cerrada la tesis­­–, me propuse recuperar la mirada juvenil de esos procesos en primera persona.

Reflexiones finales. Reconstruir sentidos sobre un fenómeno reciente desde la perspectiva juvenil

Me interesa cerrar reiterando la importancia de la institucionalización y organización de colectivos migrantes que entretejen en sus redes formas de paliar las situaciones atravesadas por la pandemia. Las alianzas con referentes resultan sumamente potentes tanto para gestionar demandas, como para establecer vínculos desde la investigación, tal como demostró la concreción de la ENMA. En este caso la mediación de gran parte del activismo migrante, es decir, actores comprometides con los objetivos de su implementación, hizo factible el esfuerzo de prolongar los minutos frente a la pantalla. Situación que no necesariamente se podía trasladar a otros espacios, tal como presenté en relación con instituciones educativas que padecieron una permanente reorganización y por tanto contaban con otras prioridades.

Sin embargo, dado que siempre me interesó indagar los procesos desde la óptica de quienes no participan de estas redes (y, desde hace unos años, la mirada de jóvenes en particular) para mostrar la heterogeneidad y separarme de las retóricas de membresía que se van consolidando en estos espacios, la labor investigativa fue más dificultosa en el marco de la pandemia. Por esta razón ha resultado un desafío particular sostener vínculos por fuera de las redes de migrantes precisamente por la desarticulación que supone y, sobre todo, porque el contacto directo con jóvenes (menores de 18 años) involucra cuestiones legales que no se pueden obviar. Esto sin contar los casos en los que no se pudo establecer contacto porque precisamente la disponibilidad de internet y de dispositivos en algunas familias migrantes en condiciones de mayor vulnerabilidad obtura un punto de partida.

En este sentido, reducidos los condicionantes de las medidas de DiSPO en las escuelas, la agenda que propongo prevé comprender las experiencias de (in)movilidad y vincularlas con las transformaciones de las experiencias escolares desde la perspectiva juvenil. Permitiéndome contrastar un panorama analizado en profundidad previo a la pandemia, con los cambios y las continuidades que sucedieron durante la pandemia y con posterioridad inmediata a ella. Esto supone atender también a que se trata de reconstrucciones de los sucesos recientes y no de sentidos construidos en el momento en que transcurrieron los cambios. Por tanto, se debe atender al peso de cómo pueden ser (re)significados y qué cercanos sentidos van sedimentando.

Bibliografía citada

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