La tradición de entomología jesuítica en la Argentina (siglo XX)
Miguel de Asúa[1]
Es reconocida la actividad de investigación astronómica (sobre todo, en física solar) llevada a cabo entre 1935 y 1977 en el Observatorio adjunto al Colegio Máximo de San José, de la Compañía de Jesús en la Argentina, situado en San Miguel, localidad del conurbano bonaerense (Santos y Girola, 2009). Pero la tradición de investigación entomológica que tuvo sus raíces remotas en Europa y se desplegó en una línea sucesoria de tres jesuitas argentinos es ignorada más allá del círculo de los especialistas de dicha disciplina. Los protagonistas de esta historia, Juan Bautista Mühn (1889-1976), Albino Bridarolli (1903-1949) y Gregorio Williner (n. 1909), llegaron a establecer un centro de entomología con una importante colección que alcanzó reconocimiento nacional e internacional. Asociadas a la fortuna del Observatorio, las actividades entomológicas alcanzaron su cristalizacióninstitucional en la década de 1970, para pronto interrumpirse. Este trabajo investiga el origen de esta tradición, sus alcances, sus fragilidades y su ubicación en el proyecto científico de la Compañía de Jesús en la Argentina del siglo XX.
Orígenes
La Compañía de Jesús puede exhibir interesantes antecedentes de estudios de ciencias naturales en el Río de la Plata, en lo que respecta a la ciencia de las misiones jesuíticas. Se podrían mencionar las secciones sobre historia natural de la gran enciclopedia sobre Paraquaria de José Sánchez Labrador y los trabajos de José María Termeyer sobre arañas, iniciados en el Río de la Plata. Este misionero español de origen holandés, que pasó unos años en la reducción de abipones de San Javier, en Santa Fe, también intentó introducir el cultivo del gusano de seda en la región (Furlong, 1948, p. 195-208 y p. 291-320; Asúa, 2015a, p. 68-80 y p. 279-296).Pero más allá de algunas tenues continuidades, la ciencia jesuítica de las misiones no tuvo influencia en la historia de la ciencia argentina del siglo XX (Asúa, 2010).
Los estudios entomológicos modernos por los jesuitas en Argentina comienzan en la década de 1920, en el Seminario de la arquidiócesis de Buenos Aires, con el Padre Mühn. Juan Bautista Mühn (1889-1976) nació en una familia de inmigrantes alemanes de Santa Fe, en la localidad de San Jerónimo, Depto. Las Colonias. Fue el tercero de seis hermanos que ingresaron a la Compañía de Jesús. Dos hermanas ingresaron a la congregación de las Misioneras Siervas del Espíritu Santo, de origen alemán (Williner, 1952). Juan B. Mühn, como se lo denomina en los documentos, ingresó en el noviciado de Córdoba (Argentina) en 1905, a los 16 años (Williner, 1978, p. 3; Storni, 2008, p. 188). Las humanidades las cursó entre 1907 y 1911 en Veruela (Zaragoza), un antiguo monasterio cisterciense que estuvo en manos de los jesuitas entre 1877 y 1973. La filosofía la hizo entre 1911 y 1914, en Roquetas,en las afueras de la ciudad de Tortosa (Cataluña). Allí, desde 1904 los jesuitas de Aragón tenían las Facultades de Filosofía y Teología y habíandecidido fundar un centro científico, con varias instalaciones: el Laboratorio de Química, el Laboratorio de Biología (en 1914 ambos se fusionaron y trasladaron a Barcelona, como Instituto Químico de Sarriá) y, quizás el más importante, el Observatorio del Ebro, que fue la institución madre del de San Miguel. Todo esto correspondía a la provincia jesuita de Aragón, de la que dependió la Argentina hasta 1918, cuando se creó la Provincia argentino-chilena (lo cual explica porque estos jesuitas eran enviados a estudiar a España) (Udías, 2003, p. 213-18; Udías, 2014, p. 141; Storni, 2001).
De regreso a su patria, Mühn fue enviado primero al Colegio del Salvador y luego al de la Inmaculada Concepción (Santa Fe), donde enseñó química y ciencias naturales hasta 1918. Volvió a Roquetas para cursar la teología y allí entró en contacto con el naturalista jesuita Longinos Navás (1858-1938), con quien comenzó a formarse en entomología. Navás fue un reconocido especialista internacional en neurópteros (por ejemplo, crisopa, mantispa, hormiga león), basado en el Colegio del Salvador deZaragoza, que publicó más de 600 trabajos e identificó más de 3000 especies de insectos (aunque muchas han sido calificadas como inciertas). Fue uno de los fundadores de la Sociedad Entomológica Española y la Academia de Ciencias de Zaragoza. Como muchos naturalistas del siglo XIX, sus estudios formales fueron reducidos (estudió biología en Madrid entre 1900 y 1901) y su trabajo se extendió sobre un abanico de campos: geología, botánica, zoología y, sobre todo, entomología. Después de su muerte, su colección entomológica sufrió importantes pérdidas y deterioros (Solà, 2001; Bastero-Montserrat, 1991; Montserrat, 1986). Mühn, desde Santa Fe, y Carlos Bruch, entonces profesor de entomología en el Museo de La Plata, enviaron a Navás especímenes de neurópteros, que fueron materia de uno de sus artículos, publicado en nuestro país (Navás, 1917; para Bruch, ver Lanteri y Martínez, 2012).
En 1914 los estudios de filosofía y teología de Roquetas pasaron al impresionante colegio de los jesuitas en Sarriá (San Ignacio de Sarriá), en Barcelona, junto con los institutos de ciencia. Allí fue donde se ordenó Juan B. Mühn en el año 1922. Luego tuvo una estancia de un año en Munich, a fin de estudiar biología, para lo que lo debe haber ayudado su conocimiento del alemán como lengua materna. En 1924 regresó al Seminario de Villa Devoto, en la ciudad de Buenos Aires, entonces a cargo de los jesuitas. En ese año Mühn comenzó la que se denominó oficialmente Colección entomológica del Seminario Conciliar. En este proyecto fue auxiliado por seminaristas y en particular por un joven jesuita recién ingresado al filosofado, Albino Bridarolli. Las excursiones entomológicas al gran Buenos Aires del grupo de entusiastas dirigido por Mühn, más los especímenes que éste había colectado en Santa Fe, dieron como resultado nueve cajas con más de mil insectos que fueron presentadas en la Primera Exposición Entomológica de Argentina, en 1928. Para quien pudiera leerlas, la colección exhibía las marcas de su breve historia: las 32 especies de para neurópteros habían sido clasificados por Longinos Navás; otra caja tenía 40 acrídidos (langostas) (Mühn, 1928). En ese momento el P. Mühn se integró a la Sociedad Entomológica Argentina, que había sido creada hacía poco, en 1925. El jesuita era profesor (suponemos que de biología) en el Seminario. En el año 1923 los alumnos de dicha clase organizaron un acto sobre Mendel y las leyes de la herencia, lo cual indica que estas materias no eran insignificantes en la formación (Isern, 1936, 487).
Albino Juan Bridarolli, uno de los ayudantes del Padre Mühn, había nacido en Sampacho (Río Cuarto, Córdoba), como decimo-octavo hijo de una familia de inmigrantes del Tirol. A los quince años entró al preseminario de los jesuitas en la ciudad de Córdoba y enseguida ingresó al noviciado en dicha ciudad, en 1918. Uno de sus hermanos menores, Cecilio, también ingresó a la Compañía, pero falleció a los 16 años en el noviciado (Storni, 2008, p. 245, 264). Luego de dos años Albino pronunció sus primeros votos en 1920 y comenzó a cursar las Humanidades en Córdoba. En 1924 pasó al Seminario Conciliar, para hacerla filosofía (desde 1923 los seminaristas jesuitas comenzaron a hacer las materias de filosofía y teología en Devoto, junto con los seminaristas del clero diocesano, aunque vivían separadamente) (Williner, 1950; Isern, 1936, p. 416; Pérez del Viso, 2015). Fue allí cuando conoció al Padre Juan B. Mühn y cuando, es dable suponer, comenzó a perfilarse su destino científico.
En unas vacaciones de verano de 1928 en Córdoba, Mühn adquirió un nuevo discípulo en la persona del joven Guillermo Williner, quien se unió a él en excursiones para colectar insectos (Williner, 1978, p. 3). Williner había nacido en 1909 en Felicia, Depto. Las Colonias, en Santa Fe y es casi seguro que ambos estaban emparentados, ya que el apellido materno de Mühn era Williner. Guillermo había ingresado en la Compañía en julio de 1924, con 19 años (Storni, 2008, p. 275). Mientras tanto, habiendo finalizado la filosofía, entre 1927 y 1931 Bridarolli cumplió su magisterio en el Colegio de la Inmaculada, donde enseñaba química y ciencias naturales y aprovechaba su tiempo libre para colectar material entomológico y enviárselo al P. Mühn (Williner, 1978, p. 4).
El Máximo
Los primeros años de la década de 1930 se configuró un nuevo estado de cosas, que reuniría momentáneamente en el Colegio Máximo a los tres protagonistas de esta historia. Debido al creciente número de seminaristas jesuitas, en marzo de 1928 la Provincia argentino-chilena decidió comprar un terreno para comenzar a construir un colegio máximo en San Miguel, que fue erigido en tiempo record e inaugurado en junio de 1931 (Universidad del Salvador, 1980). Ese año Pío XII promulgó la constitución apostólica Deus Scientiarum Dominus, que regulaba los estudios eclesiásticos en el mundo (Bea, 1943). La Compañía aprovechó la oportunidad para solicitar la facultad de otorgar grados eclesiásticos en sus colegios máximos, lo cual fueconcedido en 1932, siendo general el padre Wlodimir Ledóchowski. Los seminaristas jesuitasse mudaron a San Miguel y Juan B. Mühn fue nombrado vice-rector del Máximo. Esto coincidió con el ingreso de Williner para hacer la filosofía y, un año más tarde, con el de Bridarolli, que había concluido su magisterio en Santa Fe e iniciaba la teología (aunque, como veremos, pronto partió) (Williner, 1978, p. 4).La colección entomológica también se trasladó a San Miguel. Williner cursó su filosofía entre 1931 y 1933. Estrictamente, el año 1931 aprobó matemáticas, química y mineralogía; los otros años las materias específicas de filosofía más cursos de ciencias, como Historia natural I y II. El seminario de ejercitación práctica “Cuestiones biológico-filosóficas” lo cursó con Mühn (quien también estaba a cargo de algunos de los otros cursos) en 1933. Hacia 1934, la colección entomológica ya contaba con 30.000 insectos (500 de países limítrofes). El crecimiento acelerado fue posible debido a que los alumnos de la Inmaculada de Santa Fe o del Salvador enviaban especímenes cuando volvían a sus provincias del oeste, el noroeste y noreste argentinos. También hubo donaciones de otros entomólogos (Williner, 1938). Para ese entonces, Bridarolli había efectuado un estudio sobre Schistocerca paranensis Berg (langosta) y había otro trabajo en curso (de él o de Williner) sobre los parásitos de Oeceticus kirbyi Guild (bicho canasto).
Bridarolli fueenseguidaenviado a Europa a estudiar teología en el Ignatiuskolleg de Valkenburg (Holanda), que había sido creado en 1896 a raíz de la expulsión de los jesuitas de Alemania en el contexto de la Kulturkampf de Bismarcky contaba con un pequeño observatorio (Udías, 2003, p. 207-8).El jesuita argentino se ordenó en 1935 y los últimos exámenes de teología los dio en 1936 (Williner, 1950, p. 255: Storni, 2008, p. 245). El motivo por el que Bridarolli fue enviado a Valkenburg es, con toda probabilidad, porque allí estaba trabajando el entomólogo jesuita Hermann Schmitz (1878-1960), un reconocido especialista en fóridos (un tipo de moscas parecidas a las moscas de la fruta), de los que llegó a describir más de 600 especies (Prescher y Weber, 2001). Schmitz fue discípulo del más famoso entomólogo jesuita, Erich Wasmann (1859-1931), especialista en insectos sociales (hormigas, termitas). Wasmann sostuvo un tipo moderado de evolucionismo y es conocido para los historiadores de la biología por haber mantenido una famosa disputa con Ernst Haeckel entre 1905 y 1907 (Lustig, 2002; Roberts, 2005; Asúa, 2009a, p. 265-67).
Como se ve por los casos de Navás y Wasmann, la Compañía de Jesús tenía suficientes recursos en el área de ciencias naturales en general y de entomología en particular, como para asegurarse al menos el comienzo de la formación científica de aquellos con vocación para ello, dentro sus propias filas. Esto es corroborado por los especialistas que, según Furlong (2011, p. 99), habrían colaborado con la clasificación de la colección. Cuatro de ellos eran jesuitas, a saber, los ya conocidos Longinos Navás (neurópteros)y Bridarolli (fóridos) y, además, el francés Joseph Pantel S.J., que había estudiado en Leuven y después de la guerra enseñó en el Institut Catholique de Toulouse y fue el maestro del científico jesuita Robert de Sinéty (se ocupó de los forficúlidos, p. ej. las “tijeretas”) y el belga B. Becquart S.J., de actuación en el Musée Heude, en Xujiahui, una localidad de Shangai(colaboró con los estafilínidos, una familia de coleópteros; para Pantel, ver Foulquier 1920). Los otros entomólogos que intervinieron habrían sido Carlos Bruch (colaboró con los coleópteros), el entomólogo francés radicado en Argentina y originalmente hermano lasallano Jean Brèthes (se ocupó de los coccinélidos, p. ej. vaquitas de San Antonio) y José Lieberman, especialista en acrídidos (langostas).
En 1936 Bridarolli pasó a Leuven, a estudiar y formarse con Jean-Baptiste Janssens (1889-1964), quien sería general de la Compañía entre 1946 y 1964 y se hizo conocido por el público por su salvataje de niños judíos durante el Holocausto (De Tollenaere, 2001).Es evidente que Bridarolli tenía una inteligencia aguda y una personalidad que lo hacían destinatario de un cuidado especial en la formación, en preparación para posiciones de científico destacado o de responsabilidad en la Compañía. Mientras tanto, entre 1935 y 1938 Williner atravesó el trienio teológico. En diciembre de 1937 fue ordenado sacerdote. Toda la década de 1940 se desempeñó como profesor de ciencias naturales en el Colegio del Salvador (Storni, 2008, p. 275).Es entonces cuando escribió el prólogo al conocido libro de otro santafecino más famoso, Guillermo Furlong (1889-1974), Naturalistas argentinos durante la dominación española, quien con este gesto lo consagraba como naturalista, mientras que a su vez legitimaba su propio texto de historia de la ciencia con el aval de una “autoridad” en el campo de las ciencias naturales (Furlong, 1948, p. 7-10; ver Asúa, 2015b). En esa época Williner escribió una serie de memorias sobre los psocópteros (piojos de los libros) (Furlong, 1944, p. 613).
En 1937 y con 48 años el P. Mühn fue enviado al Colegio de la Inmaculada en Santa Fe, desde donde seguiríaremitiendo material al Máximo para la colección entomológica (Williner, 1978, p. 4). Este desplazamiento fue el comienzo del eclipse del período más activo de su trabajo entomológico.A mediados de ese mismo año de 1937 Bridarolli dejó Europa, volvió a su país e hizo la profesión solemne en el Máximo en febrero de 1938. A partir de entonces comenzó a enseñar allíciencias naturales, psicología experimental y cosmología, además de antropología y paleontología, y embriología en relación con la filosofía (Williner, 1958, p. 255).Apenas llegado, Bridarolli emprendió la carrera de ciencias naturales en el Instituto del Museo de La Plata. La tesis de doctorado, sobre la que trabajó durante cuatro años, era de botánica (acantáceas bonaerenses); fue entregada en 1948. Este jesuita fue miembro de la SEA y miembro fundador de la Sociedad Argentina de Botánica (Williner, 1958, p. 256-57).
En la década de 1940, con Bridarolli en el Máximo y Williner en el Salvador, tuvieron lugar varias expediciones en busca de especímenes entomológicos, a cargo del primero: tres a Salta, cuatro a Paraguay y cuatro a Bolivia. Este impulso constructor se vio tronchado por el fallecimiento del padre Bridarolli en un accidente de tránsito, el 3 de julio de 1949 (Williner, 1958, p. 258-60). A esa altura estaba avanzada la creación del Instituto de Historia Natural Sánchez Labrador, que se vio frustrada, aunque la literatura a veces se refiere a su existencia un tanto fantasmal durante la década de 1950. Bridarolli llegó a enviar una ponencia al VI Congreso Internacional de Entomología (Madrid, 1936) y publicó varios trabajos sobre fóridos, en la línea de su maestro Schmitz, en revistas de la Compañía como Estudios (Argentina) y Brotéria (Portugal) (Williner, 1958, p. 262-62).Cuando falleció, la SEA efectuó una sesión de comunicaciones en su memoria y el entonces presidente de la misma, Ricardo N. Orfila, pronunció un sincero elogio en su sepelio (SEA, 1950).
Las décadas del Observatorio
Después de esta tragedia, el P. Williner fue trasladado a San Miguel y se hizo cargo de la colección entomológica. Desde 1949 hasta 1957 dictó en el Máximo clases de ciencias naturales y cuestiones científicas relacionadas con la filosofía. En 1951 la colección pasó al Observatorio de Física Cósmica; a esa altura consistía de cuatro armarios con 240 cajas de insectos (Williner, 1978, p. 4). En ese momento el director del Observatorio era el padre Juan Bussolini (1905-1966). En los años 1955 y 1956, Williner comenzó a publicar las Acta scientifica de los Institutos de Investigación de San Miguel, que sumarían cuatro cuadernos en total, con estudios sobre Pentatomoidea y Lygaeidae neotropicales (superfamilia y familia del orden Hemiptera) debidos a Nicholas A. Kormilev (1901-1998). Este fue un entomólogo ruso que efectuó su carrera en Yugoslavia, trabajó en el ministerio de agricultura en Zagreb durante la guerra y en 1947 emigró a la Argentina. Kormilev tuvo un puesto en el Museo Argentino de Ciencias naturales (MACN) y en 1952 pasó como entomólogo a San Miguel, hasta 1957, cuando emigró hacia EE. UU. (Heiss, 1999).
A comienzos de la década de 1960 funcionaba en el Observatorio de San Miguel un “Centro de Investigaciones Biológicas”, entidad de la Compañía de Jesús, con una sección de entomología a cargo del P. Williner. Se calculaba que la colección entomológica ascendía a 100.000 ejemplares. A la larga se edificaron tres pabellones para ciencias de la vida, con varios grupos de investigación. El impulsor de ese movimiento fue el entonces jesuita Mariano Castex, que habiendo ganado fama con sus trabajos sobre la raya de río, promovía diversas iniciativas de investigación en ictiología y fisiología humana (entró a la Compañía ya graduado de médico) y tuvo un papel preponderante en los aspectos institucionales y de planeamiento del Observatorio en la segunda mitad de la década de 1960, de cuya dirección se hizo cargo en 1968. En una rememoración, Castex señala a Williner como una de las personas de las que aprendió entomología (entre otras) y recuerda las reuniones en la división entomología del MACN, de las que participaban él y Williner, además de Manuel José Viana (1916-1997), entonces jefe de la división (López y Ponte Gómez, 2013, p. 5).
El comienzo de la década de 1970 parece haber marcado una diferenciación institucional de Williner respecto del Observatorio como un todo. En un folleto de 1970 que describe en detalle las actividades del Observatorio, no hay mención de los trabajos en entomología (OFC, 1970). El nombramiento de Williner en 1965 como presidente de la Sociedad Entomológica Argentina (SEA), cargo que ocuparía por varios años, señala el perfil alto que había llegado a adquirir ante la comunidad entomológica local. Ciertamente, en 1971 se creó el Instituto Entomológico San Miguel. Williner organizó un ambicioso programa de expediciones a Brasil, Paraguay, Chile, Perú, Colombia, Venezuela y Ecuador. En 1972 se retomó la publicación de Acta scientifica, pero con el agregado en el título de “Serie entomológica”. Se llegaron a publicar 14 números en total (incluyendo la primera serie de la década de 1950). Williner entró en colaboración con Manuel Viana, el ya mencionado especialista en coleópteros del MACN,con quien publicó un largo trabajo en cuatro partes con el título “Evaluación de las faunas entomológica y aracnológica de las provincias cuyanas centrales”, estudio que fue subsidiado por el Conicet (Viana y Williner, 1972-1978; para Viana, ver Fritz, 1998).En las Acta también se publicaron trabajos del entomólogo especializado en himenópteros, Manfredo A. Fritz,de Juan C. Mariluis y del especialista en coleópteros Antonio Martínez (1922-1993), quienes como miembros de la Carrera del Investigador tuvieron su sede de trabajo en San Miguel (para Martínez, ver Fritz, 1994). Hacia 1977, el Instituto Entomológico constaba de Williner, dos miembros de la carrera del investigador de Conicet que tenían allí su lugar de trabajo (los dos primeros mencionados) y una secretaria. En 1978 la colección consistía de 24 armarios con 1400 cajas de insectos más la biblioteca (Williner, 1978, p. 4). El Instituto era reconocido como centro de investigación por la comunidad entomológica (De Santis, 1992, p. 32).
En 1976 falleció en Córdoba el padre Mühn.Al año siguiente, la Asociación Civil Facultades Loyola vendió el Observatorio a la Fuerza Aérea Argentina (Santos y Girola, 2009, p. 48). En 1980 se publicó el último número del Acta scientifica. Serie entomológica y dos años más tarde Williner dejó la Compañía de Jesús (Storni, 2008, p. 275), sin abandonar el sacerdocio. Al otro año, 1983, él, Fritz, Viana y Martínez crearían el INESalt (Instituto de Investigaciones Entomológicas de Salta), en Rosario de Lerma, que sobrevivió hasta 1995, cuando la colección entomológica de este instituto pasó al Museo de Ciencias Naturales de Salta (Ellenrieder, 2009). Según ha sido señalado, esa migración del grupo original de San Miguel se llevó una mínima parte de la colección original del Observatorio (Bachmann, 2003). El resto pasó al Colegio del Salvador. El entomólogo Osvaldo Di Iorio (1959-2016), profesor de entomología de la FCEyN de la UBA y que en algún momento habría estado vinculado con el grupo de San Miguel, revisó la colección que pasó al MACN en febrero de 2003 (excepto algunas cajas que quedaron depositadas en el Salvador para uso didáctico) (para Di Iorio, ver Oliva, 2016). En la persona del Dr. Axel Bachmann, entonces a cargo de la división entomología, el Museo recibió los muebles con 432 cajas (sobre todo coleópteros, lepidópteros, hemípteros, ortópteros, himenópteros y dípteros) (Bachmann, 2003, p. 4-5). A la larga la colección pasó del MACN al Instituto de Entomología de la Fundación Miguel Lillo (San Miguel de Tucumán). Un inventario de recepción del material de mayo de 1999 indica la existencia de 76 cajas (Instituto de Entomología, 1999).
Conclusión
Lo primero que llama la atención de esta historia es el contraste entre la continuidad de una tradición de investigación y su fragilidad. Se trata aquí de un grupo de jesuitas con una homogeneidad de origen: dos eran parientes y se criaron en el departamento santafecino de Las Colonias, es decir, venían de lo que el historiador argentino Ezequiel Gallo llamó “la Pampa gringa” (Gallo 1980). El tercero, Bridarolli, tenía un origen análogo, era un tirolés de Río Cuarto.
Dos de ellos, Mühn y Bridarolli, tuvieron formación en Europa, pero hay diferencias entre ambos. Mühn, que estuvo en el Viejo Continente en la segunda y tercera décadas del siglo XX, siguió un modelo jesuita establecido desde siempre para la práctica de las ciencias que consistía en que los que fueran a dedicarse a las mismas recibirían algún tipo de formación personal y práctica (tipo “aprendiz”), con algún tutor de la Compañía, seguido de alguna pasantía de uno o dos años en un centro de investigación internacional (en su elección parecen haberse privilegiado los vínculos personales más que la excelencia del lugar de trabajo). Es exactamente el tipo de formación que había tenido Longinos Navás, el maestro de Mühn. Bridarolli fue otra cosa, ya que además de cumplir este patrón, logró cursar la carrera en el Museo de la Plata y efectuar su doctorado. Acá ya estamos en un camino de profesionalización académica. Con Williner se repitió el esquema tradicional, pero hay otros factores a tomar en cuenta. Durante las primeras décadas del siglo XX en la Argentina (y en todo el mundo), las ciencias naturales fueron hasta cierto punto hospitalarias a este tipo de carrera informal. Fue en las décadas de los años 50 y 60 cuando comenzó a hacerse oír (por ejemplo, dentro del MACN) el conflicto entre los naturalistas “autodidactas”, que forjaban sus carreras sobre la base del entrenamiento artesanal y los “doctores” graduados de la universidad (Parodiz y Balech, 1992, p. 69-70; Asúa, 2012). Bridarolli tenía las condiciones para hacer carrera como profesor en una institución del estado o en el exterior, lo que hubiera sido muy difícil para Williner, cuya proyección estaba limitada desde el vamos. Pero, sin duda por su competencia en la especialidad, Williner fue miembro pleno de la comunidad entomológica, testimonio de lo cual es que actuó durante varios años como presidente de la sociedad científica respectiva (SEA).
A diferencia de muchas congregaciones religiosas, la Compañía admitía carreras científicas. En primer lugar estaba la tradición secular de compromiso jesuita con la ciencia, un factor de gran peso en instituciones católicas. En segundo lugar, las vocaciones científicas permitían cubrir las cátedras de ciencias del seminario y los colegios secundarios con profesores calificados. Porque el caso es que los seminaristas jesuitas (y los del clero secular cuando el Seminario Arquidiocesano estuvo a su cargo) estaban sometidos a una cierta carga de materias científicas. Antes de la mudanza a San Miguel, no sólo encontramos a Mühn dedicado a la entomología, sino a José Maria Blanco y su colección antropológica y arqueológica y a José Ubach, con sus observaciones astronómicas. Este mismo elenco actuó en el Colegio del Salvador (Furlong, 1944, p. 612-13; para Ubach, ver Asúa y Hurtado de Mendoza, 2006, p. 184-90; para Blanco, ver Asúa, 2009). En tercer lugar, a partir de la década de 1930 la Compañía se vio llevada a desarrollar un proyecto científico institucional, como fue el del Observatorio, de una dimensión suficiente como para legitimar “por arrastre” programas colaterales.
Las carreras científicas de los jesuitas se desarrollaban por lo general dentro del marco de las instituciones de la Compañía. Esto representaba una ventaja (apoyo básico financiero y de identidad profesional), pero traía problemas no menores, como la endogamia académica, la falta de crítica externa, las “reputaciones de parroquia” y los estándares sub-óptimos de las publicaciones domésticas. La salida al exterior del círculo de la comunidad religiosa, tal cual lo demostraron Bridarolli y Williner, remediaba estos inconvenientes y permitía proyectar las trayectorias individuales hacia la sociedad más amplia, lo que redundaba en prestigio para la Compañía.
No parece arriesgado concluir que, en buena medida, el Instituto de Entomología fue víctima colateral del naufragio del proyecto científico de los jesuitas en la Argentina. La cesión del Observatorio (tema que escapa a este artículo) fue la culminación de una dinámica institucional complicada, que resultó en un crecimiento acelerado y en último término disfuncional, difícil de controlar por los jesuitas de la casa, que eran pocos (hacia 1970, sólo el personal auxiliar, técnico y de maestranza del Observatorio ascendía a 100 personas, de las cuales dos pertenecían a entomología: una secretaria y un ayudante). A esto hay que agregar, y no es por cierto lo menos importante, que esto tuvo lugar en la década de los años 70, es decir, el punto más álgido de la fuerte crisis de los jesuitas y la Iglesia, que acompañó a la del país (para el contexto histórico, ver Mignone, 1986; Burdick, 1995, p. 110-215; Di Stefano y Zanatta, 2000, p. 477-555; Ghio, 2007, p. 219-50).
Hubo en toda esta historia tres momentos en los que el proyecto entomológico iniciado por el padre Mühn pareció tomar vuelo: (a) a comienzos de la década de los años 30, con el traslado al Máximo recién inaugurado de los tres jesuitas y de la colección entomológica, en un marco de afirmación y expansión de la Compañía en Argentina y con la adopción de un proyecto científico encarnado en la construcción del Observatorio, promovida por Mons. Fortunato Devoto, a cargo del Consejo Nacional de Observatorios (Puig, 1935); (b) a comienzos de la década de 1940, con el regreso de Bridarolli, que buscó cumplir con todos los requisitos de una carrera científica estándar y a su vez parece haber estado muy integrado con el espíritu de la Compañía; (c) a comienzos de la década de 1970, con la creación del Instituto de Entomología a cargo de Williner, que, al menos en parte, parece haber sido resultado del empujón que había recibido el Observatorio durante la década anterior y que funcionaba con apoyo financiero y personal de Conicet, como un centro de investigación de tamaño chico. Durante la década de los años 60 el proyecto entomológico caminó como hermano menor del programa más ambicioso y mejor financiado de los estudios de fisiología humana en San Miguel. Pero al final de esos años de crecimiento explosivo de la institución, Williner adquirió identidad propia, logró consolidar un grupo de investigación (es discutible si hubo masa crítica), obtuvo financiación, llevó a cabo un vasto programa de expediciones de colecta y obtuvo reconocimiento nacional e internacional.
En el primer momento, con el aterrizaje en el Máximo en el año 1932, la pendiente de la curva resultó positiva. El fallecimiento del padre Bridarolli frustró la segunda oportunidad. El tercer y último fulgor se apagó en unos pocos años, cuando la Compañía decidió abandonar el proyecto científico del Observatorio, que se entendió como insostenible.
Agradecimientos
Les quedo muy reconocido por su amable colaboración al padre Daniel Miño S.J. y a Eduardo De Winne, respectivamente profesor y secretario académico de las Facultades de Filosofía y Teología de San Miguel; a Gerardo Losada, Sergio Boada y a Fernando Santamaría, sucesivos bibliotecarios de la Biblioteca del Colegio Máximo ya la Lic. Susana Brandáriz, del Fondo Antiguo de la Compañía de Jesús. También a Marta del Priore, bibliotecaria del Museo Argentino de Ciencias Naturales, que colaboró generosamente; a Esteban Orlando Lavilla, de la Fundación Miguel Lillo, por el gentil envío de material bibliográfico. Gracias a la amabilidad de la Dra. Carolina Berta y la Magister Emilia Pérez, del Instituto de Entomología, Fundación Lillo, que me recibieron casi sin previo aviso en mayo de 2016, tuve oportunidad de examinar algunas cajas de lo que fue la colección Williner.
Bibliografía
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