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1 Cómo diseñar conversaciones efectivas para propiciar emociones positivas

Coaching Ontológico y Programación Neurolingüística como aliados de las Neurociencias para el uso del lenguaje[1]

Di Croce, Diana Lía[2]

Palabras clave: Neurociencias. Coaching Ontológico. Programación Neurolingüística. Sentido/Significado. Lenguaje. Comportamientos.


Introducción

Desde hace siglos, el hombre se ha planteado quién es, cuál es su esencia y su misión en el mundo, qué son la razón, el intelecto y las emociones, cómo se relacionan y cuánto influyen en nuestro cuerpo y en la manera en que nos comportamos, cuánto corresponde a lo genético y constitutivo y cuánto a lo externo y aprendido, de qué es víctima por desconocimiento/acción/omisión y qué puede cambiar decidiendo ser protagonistas de su propia vida. Si bien ha encontrado varias respuestas, algunas muy disímiles y otras complementarias, mantiene su curiosidad y sigue cuestionando, investigando, estudiando, revisando y aportando nuevas concepciones que abren otros caminos, otros horizontes. El objetivo general de este trabajo se centra en desarrollar una nueva visión sobre qué herramientas podemos utilizar para mantener conversaciones más efectivas haciendo un uso más consciente de las palabras para propiciar emociones positivas. Desde las Neurociencias valoraremos el aporte sobre cómo nuestro cerebro procesa la información que recibe y la relación con las áreas específicas que participan en las emociones, estableciendo una conexión entre pensamiento y sentimiento; desde la Programación Neurolingüística reconoceremos los aportes acerca de algunas características específicas de este proceso y la forma de atribuirle sentido/significado a través del lenguaje, resulta en un “modelo mental” propio y singular en cada uno de nosotros y desde el cual nos comunicamos en sintonía o no con las emociones que registramos y, por último, desde el Coaching Ontológico desarrollaremos conceptos básicos que nos permitirán elegir opciones para otorgar sentido/significado a lo lingüístico en función del tipo de conversaciones que decidamos mantener y desde qué emocionalidad las haremos para lo cual también compartiremos algunas competencias profesionales del coach. Confiamos en que a partir de esta interrelación, podremos tomar conciencia de que existe otras formas de entender el lenguaje, además de las que conocemos, y así elegir con consciencia y responsabilidad las palabras con las que generamos pensamientos y conversaciones (con nosotros mismos y con los demás) ¿Qué podemos lograr si hacemos esto? Relacionarnos con los demás (y lo hacemos la mayor parte del tiempo conversando) desde un lugar más consistente con nosotros mismos desde donde podremos expresarnos, escuchar y preguntar con mayor claridad y potenciaremos emociones en consecuencia. En síntesis, “(…) cambiar la manera en que sentimos, cambiando la manera en que pensamos.” Ochsner el et al, 2002.

Si mantenemos mejores conversaciones, también generaremos mejores emociones, más positivas (individuales y sociales), que permitirán relaciones interpersonales de mejor calidad (en todos los ámbitos de influencia: personal, laboral, social, etc.) y así lograremos comportamientos proactivos y colaborativos.

Desde las Neurociencias

Las neurociencias, como ciencia que integra el conjunto de disciplinas científicas dedicadas al estudio e investigación del cerebro y su estructura, la función y organización del Sistema Nervioso Central, tiene como tarea principal dar respuesta biológica a la conducta y su relación con el medio. Pretende avanzar en la manera de entender la compleja relación que existe entre el cerebro y la mente, la conciencia, las emociones y el aprendizaje humano y nos permite desarrollar nuevos programas de intervención en salud, educación, políticas sociales y otras disciplinas que se ocupan del hombre en el estar siendo en el mundo.

“La Neurociencia, con su capacidad de enlazar la biología molecular y los estudios cognitivos, ha hecho posible que se empiece a explorar la biología del potencial humano, que podamos entender qué nos hace ser lo que somos” Eric Kandel (Premio Nobel Medicina 2000).

Las investigaciones resultantes de estudios del cerebro han permitido detectar y comprender cómo funcionan sus diferentes áreas y qué regulan, cambiar algunas viejas teorías por nuevas. Antes se creía que teníamos dos cerebros, hoy en cambio decimos que tenemos un cerebro que se caracteriza por la especialización hemisférica complementaria: el hemisferio izquierdo se especializa en el lenguaje y en el pensamiento lógico y el hemisferio derecho en la percepción visual, el procesamiento espacial, el arte, la creatividad y en el procesamiento holístico de la información y que ambos están comunicados por el cuerpo calloso, siendo la constante transmisión de información entre un hemisferio y el otro lo que resulta más significativo, pues el cerebro trabaja en red (Manes, 2014). Siguiendo con las descripciones, decimos que la corteza prefrontal está comprometida más específicamente en los aspectos cognitivos de la emoción (atención, evaluación, regulación y decisiones tomadas desde la emoción); la amígdala es una de las regiones más importantes en relación a la emoción ya que tendría un rol clave en el procesamiento de señales sociales de la emoción, en el condicionamiento emocional y en la consolidación de memorias emocionales, pudiendo ser la responsable de detectar, generar y mantener las emociones que están relacionadas con el miedo y respondería a la importancia del estímulo emocional (más allá de su valencia o contenido); el sistema límbico se relaciona con la memoria y el aprendizaje; el tallo encefálico con la respiración y el metabolismo. Sobre esta base cerebral fue creándose el neocórtex (hace aproximadamente 100 millones de años) región que nos diferencia de las demás especies y en la que reposa lo característicamente humano: el pensamiento, la reflexión sobre los sentimientos, la comprensión de los símbolos, el arte, la cultura y la civilización encuentran su origen en este esponjoso reducto de tejidos neuronales. En esencia, nuestro cerebro pensante creció y se desarrolló a partir de la región emocional y estos dos siguen estando estrechamente ligados por miles de circuitos neuronales, de ahí la íntima relación entre pensamiento y sentimiento. Podemos decir también que el neocórtex nos permite tener sentimientos sobre nuestros sentimientos, inducir emociones o inhibir las pasiones (Goleman, 2000). A modo de resumen de lo expuesto hasta aquí, podríamos decir que existen dos formas fundamentalmente diferentes de conocer el mundo y que interactúan para construir nuestra vida mental: la mente racional y la mente emocional. La primera nos posibilita comprender desde una perspectiva reflexiva, analítica, consciente mientras que la segunda es más rápida e intuitiva y funciona en íntima relación con el sentimiento particular que impera en un momento determinado, aunque si este sentimiento persiste durante horas habiendo desaparecido el hecho que lo desencadenó, puede convertirse en un estado de ánimo. Mientras la mente racional establece conexiones lógicas entre causas y efectos, la mente emocional conecta cosas que simplemente tienen características llamativamente parecidas, es decir, es indiscriminada (Goleman, 2000).

La mente racional y la mente emocional operan en armonía la mayor parte del tiempo, tratando de mantener un equilibrio que nos permita percibir el mundo con ambas, comprendiendo que, si bien son semiindependientes, se influyen mutuamente ya que cada una tiene un circuito distinto pero interconectado. Algunos estudios realizados en personas que tienen su inteligencia intacta pero han realizado elecciones desafortunadas en los negocios y en la vida personal, demostraron que fueron consecuencia de la pérdida de aprendizaje emocional, con lo cual se concluyó que el área emocional tiene un rol importantísimo en el desarrollo del razonamiento como el área intelectual o mental (Damasio, 1994).

En resumen, la complementariedad del sistema límbico y la neocorteza, de la amígdala y los lóbulos prefrontales, nos dan cuenta que se asocian para la plenitud de la vida mental, con lo cual decimos que necesitamos reconocer que pensamiento y sentimiento pueden lograr un equilibrio inteligente y que pueden influirse positiva o negativamente en ambos sentidos.

¿Y qué pasa con nuestro cuerpo? ¿Cómo detectamos este juego entre pensamiento y sentimiento, entre razón y emoción? Sin duda las emociones se reflejan en nuestro cuerpo, mostrando un cambio corporal positivo o negativo y que impactan en las decisiones que tomamos en una situación determinada. También son percibidas por nuestro interlocutor que podrá interpretarlo de manera adecuada, consistente o no. Una de las partes de nuestro cuerpo donde más aparecen nuestras emociones casi en microsegundos y de forma automática e inconsciente, es en nuestro rostro. La expresión facial de las emociones brindan mucha información sobre los estados de ánimo propios y de los demás e influyen significativamente en la interpretación de los mensajes y pueden condicionar el sentido/significado que el interlocutor puede o quiere darle a la conversación y que muy probablemente tendrá relación con la activación de áreas neurales involucradas en experiencias directas de sus propias emociones.

De las diferentes investigaciones a lo largo de muchos años, se considera oportuno incorporar los aportes realizados por Nico H. Frijda (1986,1988,1993,1995,1996) en relación a uno de los aspectos más relevantes de sus obras: su formulación de las leyes de la emoción (Frijda, 1998). La principal ley que elabora es la Ley del Significado Situacional donde define qué es una emoción (relata Sutil sobre Frijda):

“(…) las emociones surgen como respuesta a las estructuras de significado de determinadas situaciones; diferentes emociones surgen en respuesta a diferentes estructuras de significado. (…) Preséntese cualquier suceso con su significado particular: surge un tipo particular de emoción, tal es la ley del significado situacional. Dada una pérdida, surge el duelo; dada una frustración, o una ofensa, surge la ira” (Frijda, 1998).

Por lo tanto, Frijda añade que las emociones son respuestas a sucesos importantes para el individuo. Si bien desarrolla otras leyes, evalúa ésta como la básica para las emociones y que las emociones suponen una tendencia innata a la acción (Sutil, 1998). Hasta aquí hemos compartido el aporte de las Neurociencias al abordaje del pensamiento y las emociones desde la perspectiva de algunos resultados de investigación y concluyendo la íntima relación entre ambos.

Desde la Programación Neurolingüística

La Programación Neurolingüística (PNL) es una escuela de pensamiento pragmática que estudia la experiencia humana subjetiva, organizada en un conjunto de técnicas y métodos que nos brinda herramientas prácticas para el desarrollo de estados de excelencia personal, facilitando la comprensión de los procesos mentales, los procesos de comunicación y aprendizaje, la flexibilidad del comportamiento y el pensamiento estratégico.

Sus orígenes se remontan al año 1970 en la Universidad de California, en Santa Cruz (USA) y surgió desde la inquietud de John Grinder (lingüista) y Richard Bandler (matemático, terapeuta gestáltico y experto en informática) de descubrir qué estrategias utilizaban psicoterapeutas muy reconocidos en USA en aquellos años (Virginia Satir, Milton Erickson y Fritz Perls) para que sus pacientes avanzaran satisfactoriamente en sus tratamientos. A lo largo de diferentes investigaciones y observaciones, lograron identificar algunas reglas o patrones verbales y gestuales que estos terapeutas utilizaban en forma espontánea y sistemática durante su comunicación con los pacientes, que después fueron profundizando e interrelacionando, generando técnicas y herramientas específicas para replicarlas en otros ámbitos. De hecho se pueden aplicar a la vida cotidiana para que una persona amplíe su percepción del mundo, mejore las relaciones interpersonales y logre sus objetivos. También recibieron el aporte teórico de Gregory Bateson (antropólogo, sociólogo, cibernético) en la concepción de que la mente es parte constitutiva de la “realidad material” y como consecuencia carece de sentido escindirla de ésta.

Su nombre referencia tres aspectos básicos de la experiencia humana:

Programación: programas mentales y de comportamiento a través de los cuales organizamos nuestra experiencia para conseguir los objetivos que deseamos. Neuro: el sistema nervioso como fuente e instrumento de nuestras percepciones y de nuestra experiencia de ser, vivir y relacionarse con el mundo y Lingüística: el lenguaje nos permite codificar y expresar simbólicamente nuestras experiencias.

Para los creadores, los comportamientos de personas exitosas pueden ser descubiertos y aprendidos, se pueden reproducir y enseñar, modelando los comportamientos que se desean adquirir.

Vamos a describir solo algunos conceptos básicos que ellos desarrollaron, a los efectos de relacionarlos con los temas centrales de este trabajo. A saber: los seres humanos estamos constantemente comunicándonos (Watzlawick, 1991); el mapa es diferente del territorio (idea que sintetiza que cada persona realiza un resumen particular e individual de su percepción del entorno, que sólo es una representación de él y que se constituye en “modelo mental”); que nos comunicamos desde cada modelo mental; que una persona es diferente de su comportamiento; que la memoria y la imaginación utilizan los mismos circuitos neurológicos y tienen potencialmente el mismo impacto en nuestras emociones y que el lenguaje (verbal y corporal) tiene un rol fundamental en nuestra vida ya que es generativo (tiene la capacidad de crear) y puede ser desafiado para usarlo más eficazmente.

A partir de estos conceptos y sintetizando al máximo las ideas que de ellos se desprenden, podemos tomar como variables sustanciales que:

 

a) Los seres humanos utilizamos el lenguaje para crear nuestros modelos mentales (con lo cual, las palabras que usemos para diseñar nuestros modelos mentales determinarán la calidad de los mismos.

b) Los mensajes están compuestos por palabras, tonos de voz y gestos que deben conformar una unidad coherente e integrada para que sea bien comprendidos y si los mismos son confusos, existen estrategias para generar preguntas efectivas que permitan aclararlos. De esta forma evitaremos completar la información que falte con nuestra interpretación de lo que nos quieren decir.

c) Las palabras influyen en las emociones y viceversa.

d) El lenguaje es acción y por eso propicia comportamientos (es conveniente diferenciar acciones de no-acciones, pues al cerebro le es más funcional comprender las acciones). Es conveniente definir acciones en positivo, especialmente cuando definimos qué queremos y qué objetivos queremos lograr.

e) La escucha activa y el rapport (como posibilidad de encuentro positivo entre dos personas) propician las conversaciones interpersonales.

Desde el Coaching Ontológico

El Coaching Ontológico es proceso conversacional que genera un espacio de encuentro para que una persona (coach) acompañe a otra (coachee) en la posibilidad de descubrir recursos personales que le permitan lograr un objetivo, es decir, reducir la distancia entre su estado actual y su estado deseado (objetivo cumplido). Para ello el coach propicia un espacio empático y de respeto, en el que a través del desarrollo de específicas competencias profesionales, acompaña al coachee en el camino hacia el logro de su meta. Este tipo de coaching tiene un sustento teórico-conceptual (y de allí su nombre) en la Ontología del Lenguaje y una metodología consistente con el marco contextual.

En primera instancia desarrollaré los conceptos básicos del marco conceptual que serán correlacionados con los descriptos desde las Neurociencias y la Programación Neurolingüística en las conclusiones finales.

Haciendo un poco de historia, podemos decir que antes de la invención del alfabeto, los seres humanos mantenían conversaciones interpersonales y la transmisión de la información utilizando el “lenguaje del devenir” pues estaban estrechamente unidos el lenguaje y la acción: los poetas y los responsables de la educación enseñaban relatando historias épicas o fábulas, narraciones sobre acciones realizadas por humanos, héroes y dioses. Esta era la única forma de saber qué significaba el amor, la lealtad, la piedad, relatándolo a través de lo hecho por alguien. Esto cambió pues apareció el alfabeto y la imprenta, lo que separó al orador, el lenguaje y la acción: el orador pasó a ser prescindible, pues el texto estaba disponible para ser leído y se produce el pasaje del “lenguaje de acción” al “lenguaje de ideas”. Así es como aparecen la lógica, la filosofía, el pensamiento científico revalorizando el pensar como lo único válido para definir ideas y conceptos relacionados con el “ser” de las cosas. La concepción de ser humano como ser racional prevaleció y se creyó que a través del pensamiento podría explicarse todo y los seres humanos serían capaces de conocer el verdadero ser de todo lo que nos rodea a través de la razón y comenzó a relegar al lenguaje hasta suponer que el ser precedía al lenguaje. Dice Echeverría (2003) que cuando hablamos del ser de las cosas, también decimos algo sobre la persona que lo dice, pues cada planteamiento hecho por alguien, ese alguien es un observador que deja expuesto algo de sí mismo, relatando qué observador se considera que es. Este justamente es uno de los postulados más poderosos que podemos encontrar en la ontología del lenguaje y el que sirve de pilar básico sobre el que se desarrolla la práctica del coaching ontológico.

 La Ontología del Lenguaje define tres postulados de suma importancia, que son: Interpretamos a los seres humanos como seres lingüísticos, Interpretamos al lenguaje como generativo e Interpretamos que los seres humanos se crean a sí mismos en el lenguaje y a través de él. El primero significa que los seres humanos viven en el lenguaje y éste nos permite comprender los fenómenos humanos. El segundo desplaza el sentido de considerar al lenguaje como un instrumento para describir o expresar lo que pensamos o sentimos como única y pasiva opción, proponiendo el sentido “generativo” es decir “creador” ya que puede hacer que sucedan cosas, puede crear realidad y ser (modelamos nuestra identidad y el mundo en que vivimos utilizando el lenguaje). Y el tercero muy asociado con el segundo, postula que los seres humanos tenemos la capacidad de inventarnos a nosotros mismos a través del lenguaje.

Desde esta perspectiva, si lo que decimos que vemos o percibimos también habla de nosotros, entonces ¿percibimos la realidad como es? porque según Maturana (1984):

“(…) todo lo dicho es dicho por alguien con lo cual ¿sabemos cómo son las cosas o sólo sabemos cómo las observamos o cómo las interpretamos? (…)Toda vez que un observador describe las conductas de interacción entre organismos como si el significado que él asume que ellas tienen para los participantes determinasen el curso de tales interacciones, el observador hace una descripción en términos semánticos.” (Maturana. p. 138)

Este autor nos dice que el lenguaje tiene una característica muy particular, y es la de permitirle al que opera en él, la posibilidad de describirse a sí mismo a su circunstancia. Las palabras denotan elementos del dominio común entre los seres humanos, de la índole que sea (intenciones, situaciones, objetos, estados de ánimo, emociones, conductas, etc.) por lo cual continúa Maturana:

“(…)las descripciones pueden ser hechas tratando a otras descripciones como si fuesen objetos o elementos del dominio de interacciones. Es decir, el dominio lingüístico mismo pasa a ser parte del medio de interacciones posibles. Sólo cuando se produce esta reflexión lingüística hay lenguaje, surge el observador, y los organismos participantes de un dominio lingüístico empiezan a operar en un dominio semántico. También, sólo cuando esto ocurre, el dominio semántico pasa a ser del medio donde los que operan en él conservan su adaptación, Esto nos pasa a los humanos: existimos en nuestro operar en el lenguaje y conservamos nuestra adaptación en el dominio de significados que esto crea: hacemos descripciones de las descripciones que hacemos… (esta oración lo hace)… y somos observadores y existimos en un dominio semántico que nuestro operar lingüístico crea.” (p.139).

Por otro lado, la Ontología del Lenguaje describe tres principios. El primero dice que “vivimos en mundos interpretativos”, que significa que, tal como aporta Maturana, nuestras percepciones resultan de las condiciones propias de nuestra estructura biológica, es decir que los sentidos nos proporcionan una representación de cómo creemos que las cosas son. Por lo cual podemos decir que el conocimiento revela tanto sobre lo observado como sobre quien lo observa. La capacidad de observar nos habilita a conocer más sobre conocer (interpretar) el alma (entendida como la forma particular de ser) de quien habla que de aquello de lo cual se habla.

 

El segundo principio dice: 

No sólo actuamos de acuerdo a cómo somos, (y lo hacemos) también somos de acuerdo a cómo actuamos. La acción genera ser. Uno deviene de acuerdo a lo que hace”. El tercer principio refiere que “los individuos actúan de acuerdo a los sistemas sociales a los que pertenecen, pero a través de sus acciones, aunque condicionados por estos sistemas sociales, también pueden cambiar tales sistemas sociales.”(Echeverría, 2003).

Resumiendo estos dos principios podemos considerar que el lenguaje es una posibilidad de acción, que nos permite definirnos, (construirnos lingüísticamente), crear nuestra historia personal, definir nuestro futuro, acordar acciones con otros que también pueden generar cambios en las definiciones de quiénes somos dentro del marco del consenso social, donde compartimos al lenguaje como fenómeno social. Este mismo lenguaje es el que nos permite, al tener la capacidad de ser recursivo, reflexionar sobre nosotros mismos: hablar sobre lo que sentimos, pensamos, descubriendo cómo definimos las creencias, los valores, los juicios y reconocer la posibilidad de redefinirlos a voluntad, y así propiciar el autoconocimiento y el desarrollo personal. Un sistema de lenguaje no es un espacio uniforme, al contrario, es una estructura de interacción diversificada en la que cada miembro de la comunidad desempeña un papel diferente. Somos lo que somos a partir de las relaciones que establecemos con los demás.

Podemos resumir entonces que los tres postulados y los tres principios nos abren puentes de conexión entre el lenguaje y la dotación de significado que le damos a las ideas, cosas, sucesos, relaciones con nosotros mismos y con los demás, el pasado-presente-futuro en consonancia con las emociones y las acciones. El dolor se debe a razones biológicas, sin embargo, el sufrimiento es un fenómeno lingüístico sustentado en la historia que nos contamos sobre el dolor que sentimos, la implicancia que le otorgamos en relación a nuestra historia personal y a las conversaciones internas que desencadena y la emoción desde donde se acompaña a todo este proceso (Echeverría, 2003).

¿Sobre qué específicamente podemos trabajar?

 

La Ontología del lenguaje nos brinda estos actos lingüísticos, a saber:

  • Afirmaciones: nos permiten hacer descripciones acerca del mundo de los hechos, que están relacionadas con nuestras capacidades compartidas de observación. Operan dentro del consenso social y pueden ser verdaderas- falsas y/o relevantes-irrelevantes. (“Jorge mide 1,79 mts”. “Aldana es Directora del Colegio XX”)
  • Pedidos y ofertas: nos permiten coordinar acciones con los demás. Implican compromiso manifiesto mutuo e involucran una conversación que genera una promesa, en la que deben considerarse varios aspectos como por ejemplo las condiciones de satisfacción. con los dominios de sinceridad y competencia (59). (“Alicia, ¿podés guardar en la biblioteca los libros que están sobre el escritorio por favor, en el lugar que le corresponde a cada uno y antes de las 11 hs? “Sí” o “No” responde Alicia)
  • Declaraciones: generamos un nuevo mundo porque en ellas se desarrolla la capacidad generativa del lenguaje. Aquí también hay un compromiso dado por la autoridad/poder que tiene la persona que las emite, pudiendo ser válidas o inválidas. (“ A partir de hoy los declaro marido y mujer”, “Te pido disculpas por mi error”)
  • Juicios: son declaraciones que le pertenecen a la persona que los formula y que requieren de un compromiso social adicional, en función de la autoridad que los emita y también desde dónde son creados, es decir, si son fundados o infundados. Son los que más comprometen la identidad de la persona y su historicidad (pasado/presente/futuro). (“María es simpática”, “Alfredo es un mal compañero”)

Estas distinciones (concepciones y/o definiciones específicas en un marco teórico específico) nos permiten establecer diferencias cuando hablamos sobre las cosas, los hechos, sobre las personas y sobre nosotros mismos. Podemos mejorar nuestras conversaciones si utilizamos mejor estas distinciones.

Durante una conversación de Coaching Ontológico se trabaja con el coachee sobre todas estas distinciones, siempre teniendo en cuenta el desarrollo de competencias específicas, de las cuales sólo describiré algunas que pueden ser aprehendidas y que sin duda propician mejores conversaciones. Empecemos por la escucha activa: es la habilidad de escuchar con atención plena lo que el otro dice, calla, muestra corporalmente, integra o disocia. Sólo desde una verdadera y comprometida escucha activa se pueden generar conversaciones de calidad que beneficie a todos los que participan. También dentro de esta competencia está el respeto por el silencio del otro. Además podemos mencionar: la comunicación directa ( entendida como habilidad para expresar con sencillez, claridad, precisión lo que se quiere decir y respetar el relato del otro esperando a que termine que expresar lo que desea sin solaparlo), la presencia (estar en el aquí y ahora con el otro, sin entrar en conversaciones internas que lo desvíen o que potencien juicios propios) y la confianza (brindar un espacio donde el otro sienta que puede expresar lo que piensa y siente con respeto y autonomía). En el marco del coaching, es vital que el coach desarrolle estas competencias con idoneidad, acompañar a su cliente con la clara y sincera intención de que se descubra a sí mismo para registrar, encontrar, recuperar, crear, diseñar y modificar creencias, valores, recursos, ideas, emociones y palabras que le pertenecen y le seguirán perteneciendo pero “resignificando” lo que considere conveniente para el logro de sus objetivos, sin que el coach opine, asesore, enjuicie o interprete.

¿Podemos hacer uso de estos recursos en nuestra vida cotidiana? La respuesta es sí, claro que podemos: tanto los actos lingüísticos como las competencias descriptas son herramientas de excelencia para mejorar nuestros pensamientos, la forma en que los expresamos, el diseño de conversaciones internas y con los demás y la emocionalidad que acompañe a todos estos procesos.

Conclusiones. Propuestas

¿Cómo unimos los aportes de las Neurociencias, la Programación Neurolingüística y el Coaching Ontológico para propiciar mejores conversaciones?

Si bien la interrelación de los conceptos desarrollados anteriormente resultará aplicables a todos los ámbitos de nuestra vida, me referiré específicamente al educativo.

¿Cómo puede un directivo y/o un docente aplicarlos a la comunicación interpersonal con los alumnos, con los padres o dentro de la institución en el marco del trabajo en equipo? Teniendo en cuenta los siguientes puntos y recordándolos en cada situación de interacción social:

El proceso comunicacional es un proceso constante, pues estamos todo el tiempo comunicándonos (aunque estemos en silencio), para lo cual será necesario prestar mucha atención tanto al lenguaje verbal como al gestual y a la dinámica del hablar – escuchar teniendo en cuenta el contexto en el que estamos. Recordemos que para acordar acciones, definir objetivos en conjunto, establecer pautas de enseñar-aprender, convivir y la mayoría de las actividades humanas se logran dialogando, conversando. Existen las conversaciones públicas (las que mantenemos con los otros) y las internas o privadas (las que son uno mismo/pensamiento), Será importante gestionar con efectividad ambas conversaciones, porque si mantenemos las internas mientras dialogamos con otro/s muy probablemente perdamos información que pudiera ser relevante, o dejemos de percibir cómo se está/n comunicando, cómo está/n recibiendo los mensajes que implicará una baja en la calidad tanto de la comunicación como de la relación. Al ser un proceso, está en movimiento, implica influencia constante para los que participan y tiene dos etapas claramente definidas: escuchar y hablar y el cómo se equilibren ambas también brindará más o menos calidad en función de los objetivos buscados.

  • Escuchar: ¿Cómo mejoramos la escucha?

– Prestando atención a la persona que habla: con legítimo interés de comprender qué significado tienen las palabras que utiliza en la construcción de sus mensajes, cómo acompañan su cuerpo y sus emociones. En ocasiones, y ante la simultaneidad de tareas que realizamos en el ámbito de las instituciones educativas, las conversaciones se mantienen con un mínimo de atención a la persona que habla ya que continuamos con otras actividades y dedicamos poco tiempo al “prestar atención”. Es vital para la creación de buenos vínculos: directivos-docentes, docente-docentes, docentes-alumnos y docentes-padres ya que el mostrarnos atentos e interesados en lo que el otro tiene para decirnos, genera reconocimiento y confianza

– Contextualizando el mensaje: recordando que cada persona habla desde el observador que es de la realidad y desde allí arma su “modelo del mundo” y desde ese modelo es que se define a sí mismo, define a los demás y define al entorno en el que vive. El modelo del mundo es el marco contextual que da sentido/significado a lo que cada persona dice y hace. Al escuchar teniendo en cuenta esto, directivos y docentes tendrán mayores posibilidades de “comprender” desde otro lugar a alumnos y padres que vivan, quizás, realidades distintas a ellos o inclusive entre sí

– Preguntando: para aclarar, entender, completar en lugar de suponer o dar sentido/ significado desde nuestro modelo del mundo. Esta herramienta, resulta ser de sumo valor tanto para directivos como para docentes, pues les brinda la posibilidad de crear estrategias de comunicación más efectivas, ayudando a otros a ser cuidadosos al momento de emitir juicios apresurados (por ejemplo sobre alumnos) y/o a desafiar los juicios y opiniones emitidos preguntando sobre desde dónde se han formulado y evaluando si son consistentes, válidos o inválidos. Recordemos que los juicios generan identidad, por lo que debemos ser sumamente responsables al emitirlos 

– Percibiendo con apertura: en ocasiones solemos “rotular” a las personas con las que interactuamos y eso produce una percepción muy selectiva de sus palabras, emociones y acciones, pues sólo registraremos lo que confirme nuestra rotulación y omitiremos todas las demás. De lo contrario, deberíamos revisar la información que tuvimos en cuenta para rotularlo, y eso implicaría reflexionar sobre nuestras creencias y nuestros juicios y en ocasiones estamos muy poco dispuestos a hacerlo. Es muy conveniente propiciar ámbitos educativos donde los todos los que forman parte de él, sean identificados por su ser individual en lugar de una etiqueta o rótulo, y ésto puede y debe ser conducido por los directivos de la institución siendo ejemplo de ello

– Respetando los estilos de comunicación: cada persona tiene su propio ritmo para expresar lo que piensa y siente, y utiliza determinadas palabras para hacerlo. Las palabras que usamos para sintetizar los estilos de comunicación de los otros, asociadas a las emociones que nos produzcan, serán la síntesis que haremos de esas personas y lo que iremos contando de ellas. Las comunicaciones relatan las identidades de las personas involucradas, por eso es tan importante prestar atención a qué palabras elegimos para esa síntesis al escuchar a los otros. Este tema resalta básicamente cuando se conducen equipos de trabajo, ya que al respetar los estilos se genera un espacio de encuentro que posibilita el desarrollo individual alineado al desarrollo del equipo para lograr un espíritu propio que evolucione en buenos equipos de trabajo.

  • Hablar: ¿Cómo mejoramos el hablar?

– Clarificando el para qué nos comunicamos: esto adquiere relevancia, especialmente en el ámbito educativo, en relación a cuál es el objetivo de lo que queremos trasmitir. Si los directivos generan una reunión con los docentes, o los docentes con los padres será imprescindible tener claro para qué se hace y qué resultados se desean obtener, ya que a partir de ello, será la elección del lenguaje que usaremos, la información pertinente que brindaremos, el momento adecuado en que la haremos y a quiénes convocaremos

– Prestando atención a las palabras que utilizamos: la construcción del mensaje, el cómo las expresamos marcan una diferencia sustancial en las emociones que provocan. Si, por ejemplo, es necesario como directivos o docentes, evaluar el comportamiento de un alumno, será muy conveniente recordar tres temas fundamentales. Primero que las personas son algo más que sus comportamientos, con lo cual será más efectivo referirnos sólo al comportamiento en lugar de hablar de toda la identidad: por ejemplo, si Pablo contestó mal a una docente podríamos decirle: “Pablo, esa respuesta es irrespetuosa” en lugar de decir “Pablo, sos un irrespetuoso”. Seguimos confirmando así que, si Pablo escucha la primera frase, asumirá que tiene que prestar más atención a cómo da las respuestas, en cambio, si escucha la segunda, se sentirá más afectado en relación a su identidad

– Usar afirmaciones, pedidos y ofertas con claridad, precisión y teniendo en cuenta las condiciones de satisfacción, lo que genera compromisos con previsibilidad y confianza (emoción primordial para las buenas relaciones interpersonales)

– Emitir juicios fundados y válidos: si fuera necesario emitir juicios sobre nosotros o sobre el otro durante una conversación, será conveniente que podamos tener la suficiente información comprobable que demuestre la correcta fundación y validez del mismo, para generar la emocionalidad adecuada.

 

En síntesis: tenemos una caja llena de herramientas a nuestra disposición para decidir qué palabras usamos para dar sentido/significado a nuestras percepciones a partir de lo cual despertaremos emociones que pueden hacer que la calidad de nuestra vida sea cada día un poco más gratificante. ¿Construimos puentes de comunicación donde el conversar con efectividad genere emociones positivas facilitadoras o levantamos muros? Depende de nosotros.


Referencias bibliográficas

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Damasio, Antonio (1994). El error de Descartes. Santiago de Chile: Editorial Andrés Bello.

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Fernández Berrocal, P., Extremera Pachecho, N. (2005). La inteligencia Emocional y la educación de las emociones desde el Modelo de Mayer y Salovey. Universidad de Málaga. Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado, 19(3), pp. 63-93.

Goleman, Daniel. (2000).La inteligencia emocional. Buenos Aires: Vergara. pp. 13-49/334-340.

Manes, Facundo (2014). Usar el cerebro. Buenos Aires: Editorial Planeta.

Maturana, H., Varela, F., Behncke. R. (1984). El árbol del conocimiento. Las bases biológicas del entendimiento humano. Chile: Lumen/Editorial Universitaria. pp.138-139.

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O´Connor, J., Seymour, J. (1995). Introducción a la PNL. Argentina: Urano.

Rodriguez Sutil, C. (1998) Emoción y cognición. James, más de cien años después. Universidad Complutense de Madrid. Anuario de Psicología. Facultat de Psicología. Universitat de Barcelona. vol.29, n° 3, 3-23.

Salovey, P. y Mayer, J. (1990). Emotional Intelligence. Imagination, Cognition and Personality. N°9, pp.185-211.

Watzlawick, P., Beavin Bavelas, J., Jackson, D. (1991). Teoría de la comunicación humana. (pp.24-25). Barcelona: Herder.


  1. Ontological Coaching and Neurolinguistic Programming as allies of Neurosciences for language use.
  2. Universidad Austral; Escuela de Educación. Correo electrónico: diana@consultoranexos.com.ar.


1 comentario

  1. turmalina 01/09/2022 1:37 am

    MUYYY BUENO…GRACIAS

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