Impacto de las emociones en el aprendizaje aúlico[2]
Leggiero, María Patricia [3]
Palabras Claves: Emociones , aprendizaje, adolescencia, motivación, neuroeducación
Introducción
Muchas veces se plantean inquietudes en educación a partir de la propia experiencia como alumnos. Una de las principales inquietudes que he tenido es el sentido y la importancia que tuvieron cada una de las emociones que aún hoy recuerdo, tanto positivas como negativas en distintas instancias del propio proceso de aprendizaje escolar.
En los primeros días de jardín de infantes, la maestra a cargo de la salita, cuando yo lloraba porque extrañaba a mis padres, me decía: “¡Basta de esas lágrimas de cocodrilo!” Sin conocer en ese momento el sentido de esa frase, el tono y gesto me dieron la pauta de que no debía llorar más para evitar un mal mayor. Pero mi angustia continuó. Hoy me pregunto, si tal vez un pequeño gesto de acercamiento desde otro lugar hubiera dejado otra huella en esos días de despegue de mis padres.
Pero no todo fue frustración y desencanto en esos días. Al tiempo, mi maestra comenzó a poner en mis dibujos unas felicitaciones tan grandes y con una letra aplicada y armónica, que al día siguiente quería volver a mi salita, mucho más contenta y aliviada. El reconocimiento no fue solo de mi maestra, sino que implicó un gran reconocimiento de mis padres. Esa mesa en la salita de jardín, de ser fría y enorme, se convirtió en algo acogedor y diría que hasta más pequeña.
Mi paso por la escuela primaria estuvo marcado por La Señorita NN. Exigente, pero de una gran calidez humana, con quien cada una de sus alumnas sentíamos un real reconocimiento, grande o pequeño, de lo que se podía mejorar, pero que habíamos trabajado bien.
En la escuela secundaria y en plena adolescencia, tímida y retraída, la frase de una Profesora de Física al entregarme una evaluación frente a toda la clase: “Se sacó un diez, pero no sé cómo” dando a entender que no había sido por mi esfuerzo personal hizo que a partir de ese momento, la Física dejara de ser una opción para mí.
Pero no todo fue así a lo largo de mi paso por las aulas: La Hna. NN, nuestra Profesora de Literatura en 4ª y 5ª año, Teresiana, nos enseñó a comprender y disfrutar de la obra de Santa Teresa. Nos hizo realizar una monografía sobre sus obras. Además de la nota, numérica, agregó otra conceptual, a lo que añadió un reconocimiento público: “Has trabajado con interés, pero ten cuidado con la ortografía”. Realmente mi interés por el análisis de la obra había sido grande, y ella lo supo ver guiándome con delicadeza hacia una mejora de mi ortografía.
En definitiva, en mi experiencia personal hubo profesoras que con la formación docente que habían tenido, y tal vez por intuición más que por certezas científicas, sabían del impacto que podía tener en sus alumnas las emociones que se generaran en el aula en la relación docente–alumna. Otras, no.
Como coordinadora y luego vicedirectora de una escuela secundaria media, pude hacer un seguimiento de distintas acciones docentes relativas a diversas dificultades de aprendizajes de las alumnas y puedo decir con real convicción que una de las claves está en la relación docente-alumna, según el vínculo que se genere entre ellas.
El aprender depende en gran parte de los desafíos que se presentan en el entorno y, dentro de ese entorno, está la figura del profesor, su persona entera y fundamentalmente, sus capacidades para comunicarse emocionalmente con sus alumnas.
“La presencia del profesor que habita plenamente su clase es perceptible de inmediato. Los alumnos lo sienten desde el primer minuto del año, todos lo hemos experimentado: el profesor que acaba de entrar, está absolutamente allí, se advierte por su modo de mirar, de saludar a sus alumnos, de sentarse, de tomar posesión de su mesa. No se ha dispersado por temor a sus reacciones, no se ha encogido sobre sí mismo, no, él va a lo suyo, de buenas a primeras, está presente, distingue cada rostro, para él la clase existe de inmediato” (Pennac, 2008:114)
En mi experiencia, es fundamental que los docentes sean capacitados en los cambios que se producen a nivel cerebral frente a determinados estímulos y que conozcan el porqué de lo que hace el cerebro.
“En nuestro repertorio emocional, cada emoción juega un papel singular, como quedó revelado por sus características sintonías biológicas. Con nuevos métodos para explorar el cuerpo y el cerebro, los investigadores están descubriendo más detalles fisiológicos acerca de cómo cada emoción prepara al organismo para una clase fisiológicos acerca de cómo cada emoción prepara al organismo para una clase distinta de respuesta” (Goleman, 2009:24).
A través de entrevistas personales con las alumnas, pude observar la importancia de la escucha empática frente a experiencias pedagógicas frustrantes y lo más significativo es que simplemente se encauzarían favorablemente con un cambio de postura docente. No es un tema de más o menos exigencia , sino de saber qué puede provocar una mirada, un grito, un “Eso ya te lo expliqué”, un “No soy tu profesora particular”, un “Qué hacés en la clase, lo acabo de explicar”, o dejar de pie en el frente a una alumna durante diez minutos, esperando a que conteste una pregunta que le hemos hecho, sin intervenir y sin guiar ,luego de un tiempo prudencial, para que realice posibles conexiones con conocimientos previos que lo lleven a la respuesta esperada, fortaleciendo su autoestima y principalmente , motivándola a seguir aprendiendo sin temor a equivocarse.
Actualmente, se sabe que situaciones gratificantes producen mayor dopamina y esta hormona promueve el interés, la curiosidad y la motivación.
Situaciones amenazantes producen una descarga de adrenalina que provoca tensión, excitación, también la necesidad de vencer los obstáculos que se nos presentan y enfrentar a su vez nuevos desafíos que nos pueden llevar a situaciones de stress circunstancial.
Hoy, con el aporte de las investigaciones de las neurociencias, se logró observar que a mayor intensidad emocional que implique disfrute, una buena relación afectiva con la persona que está enseñando, la sinapsis que se produce entre las neuronas de nuestro cerebro será más duradera.
La memoria, fundamental en todo proceso de aprendizaje, no es sólo la retención de lo aprendido sino el proceso de incorporar conocimientos y poder recurrir a ellos cuando se los necesite. En este circuito, las emociones son fijadoras, ayudan a la memoria.
Las emociones son el primer impacto que llega a nuestro cerebro y lo predispone de una forma u otra a aprender. Puede ser que se recuerde un tema dado por un profesor por el estado emocional con el que lo transmitió. Las emociones se contagian. En este sentido, el descubrimiento de las “neuronas espejo” ayudó a comprender por qué se imitan muchas veces comportamientos, cómo se aprende por imitación, cómo se puede alcanzar la empatía, es decir comprender las intenciones, conductas y sentimientos de otros.
La importancia de tener en cuenta la dimensión emocional y por lo tanto una educación emocional positiva que la contemple y fomente, radica en que se la considera una herramienta que permite comprender muchas actitudes de las alumnas frente a los éxitos o fracasos. Es competencia del docente conocer qué mecanismo psicofísico se desata frente a experiencias negativas, su duración y la responsabilidad que se atribuye al alumno frente a lo sucedido. Es el docente, el responsable en el aula de crear y facilitar este posible círculo virtuoso donde se impulsa al alumno a exponerse a nuevas experiencias de aprendizaje. Frente a esto, la Institución educativa debe exigir un PEI que contemple todos estos aspectos y velar por una pedagogía apropiada a través de la gestión.
El proceso de enseñanza–aprendizaje se construye en espacios de relación docente-alumno, pero no depende únicamente de las características personales de cada uno o del contenido a enseñar sino también por las transacciones que realizan los protagonistas, y por el modo en que se vincula la comunicación entre ambos. Por lo tanto, para que este proceso sea exitoso debe tender a producir satisfacción y a favorecer los aspectos emocionales de un aprendizaje significativo. Lo importante es crear entornos ricos de aprendizaje que puedan ser sostenidos en el tiempo.
“El único factor más importante para aumentar la excelencia de un grupo era el grado en que los miembros eran capaces de crear un estado de armonía interna, lo que les permite aprovechar al máximo el talento de sus miembros […] En grupos en los que hay elevados niveles de estática emocional y social, ya sea por temor o por ira, por rivalidades o resentimientos, la gente no puede ofrecer lo mejor que tiene. Pero la armonía permite a un grupo obtener la máxima ventaja de las habilidades más creativas y dotadas de sus miembros” (Goleman, 2009:123).
Según esta concepción, el profesor debe tener un estilo pedagógico particular e intencional,
“[…] me parece que tenían cierto estilo. Eran artistas en la transmisión de su materia. Sus clases eran actos de comunicación, pero de un saber dominado hasta el punto de pensar casi por creación espontánea […] esos profesores no compartían con nosotros solo su saber, sino el propio deseo de saber. Y me comunicaron el gusto por su transmisión […] No diré que nos sentíamos amados por ellos, pero sí considerados, sin duda respetados, diría hoy la juventud” (Pennac, 2008,193).
El Dr. Antonio Bratto plantea una nueva pedagogía, basada en la neurociencia. Definió lo que hoy llamamos neuroeducación, anticipando las consecuencias positivas de una pedagogía planteada a partir de sus aportes:
“Neuroeducación es la nueva materia interdisciplinar o transdiciplinar que promueve una mayor integración de las Ciencias de la Educación con aquellas que se ocupan del desarrollo neurocognitivo de la persona humana. Interdisciplinar, en tanto, es la intersección de muchas neurociencias relacionadas con el aprendizaje y la enseñanza en todas sus formas; transdisciplinas en cuanto que se trata de una nueva integración, absolutamente original, de aquellas otras, en una nueva categoría conceptual y práctica. Ello implica la formación de neuroeducadores dirigida a aquellos docentes interesados por la investigación en neurociencias y neurocientíficos interesados en la educación; es decir, la neuroeducación abre las puertas a una nueva profesión y a un nuevo tipo de expertos especializados en la materia. Por otra parte, la neuroeducación aspira también a estudiar en el aula misma los procesos neurocognitivos de aprendizaje y de enseñanza durante el diálogo entre maestros y alumnos” (Bratto: 2006).
En este trabajo, se pretende, en el marco de la educación personalizada, en primer lugar, proporcionar un marco teórico que fundamente la importancia de la educación emocional delimitar las emociones y analizar su rol en el aprendizaje según los fundamentos de la Educación emocional y el perfil de un docente comprometido con una educación integral, bajo las últimas investigaciones y descubrimientos de las neurociencias.
“Siempre he pensado que la escuela la hacen, en primer lugar, los profesores. Quién me salvó a mí de la escuela, sino tres o cuatro profesores” (Pennac 2008:49).
Luego, referirse a los procesos neurocognitivos de aprendizaje, en relación con el análisis del cerebro emocional, conocer las aplicaciones educativas en su relación con el aprendizaje.
Por último, conocer el perfil docente que asume una educación emocional que propicie el desarrollo personal de sus alumnos en el aula.
Desarrollo
Fundamento Antropológico
La incidencia de las emociones en el aprendizaje se basa en una clara concepción de la persona humana.
Lo que define a toda filosofía personalista es que el concepto de persona, constituye el elemento central de la antropología, lo cual significa no sólo que se utiliza o menciona algo común a muchas otras filosofías, sino que toda la estructura de la antropología depende intrínsecamente del concepto de persona.
La persona es concebida como una unidad substancial corpóreo-espiritual. Estos dos elementos, tanto lo corporal como lo espiritual son los que lo constituyen ontológicamente en su hacerse.
La esencia de la naturaleza humana es su racionalidad, principio de las operaciones propias del ser humano. Esta racionalidad se manifiesta en las facultades específicamente humanas a través de las cuales opera, que son la inteligencia y la voluntad. La dignidad del hombre radica justamente en esto, en su propia naturaleza.
Partiendo de la afirmación de que la inteligencia y la voluntad son los principios de la naturaleza humana y de acuerdo con las operaciones que le son propias como conocer, entender y querer,
“[…] han de entenderse como grandes capacidades nucleares que incluyan, cada una de ellas, una variadísima gama de capacidades concretas que las constituyen y sirven de indicadores; sirvan de ejemplo las inteligencias múltiples identificadas por Gardner, entre otros (Gardner, H 1994)” (Carrasco,2007:35).
También, dentro de lo que se llama capacidades nucleares se encuentran, las inteligencias múltiples identificadas por Gardner. Y Entre ambas capacidades nucleares, la inteligencia emocional, que es definida por Goleman como,
“[…]habilidades tales como ser capaz de motivarse y persistir frente a las decepciones; controlar el impulso y demorar la gratificación, regular el humor y evitar que los trastornos disminuyan la capacidad de pensar, mostrar empatía y abrigar esperanzas” (Goleman, 2009: 54).
La persona es, pero se hace y se hace con otras personas en la medida que actúa con otros. En cuanto a su hacerse tiene dos elementos ontológicos propios de su ser sustancial: su subjetividad y su relacionalidad.
Su subjetividad, propio de los seres espirituales, resalta su singularidad, es decir que no es uno más en la especie. Esta singularidad se ve en sus actos libres ya que no hay otra causa que el yo que lo ejecuta. Esto permite afirmar que en la educación personalizada es el alumno quien, a través de sus actos libres, de sus propias decisiones, es autor de su propia existencia, de su plan de mejora. En definitiva, de su propio proyecto de vida, con el acompañamiento y guía de su profesor. En esta relacionalidad con los otros, la singularidad se afianza y afirma.
El hombre según esta visión personalista conforma una unidad corpóreo- espiritual, compuesto de cuerpo y alma. Esta dualidad es integral ya que,
“[…] alma no se opone a cuerpo. Sucede más bien que el ser vivo tiene dos dimensiones: una materia orgánica y un principio vital que organiza y vivifica esa materia. Ese principio vital, aquello por lo cual un ser vivo está vivo, es el alma: “el primer principio de vida de los seres vivos”, lo que les hace ser y son” […] El alma no necesita del cuerpo para ser sino lo contrario, el alma “[…] es lo que el cuerpo sea y sea tal cuerpo y no otro. (Yeppes, 2006:29-30)
Entender esta relación entre alma y cuerpo es importantísimo y especialmente por la intención de este trabajo en donde se trata de ver las funciones de la emotividad. Esto implica aceptar que lo que le pasa al cuerpo tiene relación estrechísima con el alma y viceversa.
El ser humano está compuesto de muchas dimensiones,
“[…] casi todas ellas dinámicas; está sumamente interrelacionado hacia fuera y por dentro. A diferencia de lo que ocurre con otros sistemas, en los cuales, si se modifica alguna de sus variables, a las restantes no les pasa nada (incluso teóricamente pueden omitirse), en el caso del hombre ocurre todo lo contrario.” (Polo, L; Llano 1997: 15).
En cuanto a la sensibilidad, es a través de ella por la que se accede al conocimiento sensible, que está conformado por los sentidos externos y los internos.
“La actividad cognoscitiva comienza por los sentidos externos, cuyo acto es la sensación. Esa actividad se continua en los sentidos internos, cuyos actos son la percepción, la imaginación, la estimación y la memoria.” (Yeppes, 2006:30)
Toda persona está llamada a su autorrealización y son las funciones apetitivas la que lo hacen tender hacia ella. Los apetitos hacen tender hacia los bienes y estos pueden ser sensibles o intelectuales.
En las sensibles, encontramos los deseos y los impulsos. Lo importante es que el hombre, como persona puede encauzar esos deseos e impulsos, puede proponerse fines nuevos y cada vez más altos y también adquirir a través del aprendizaje hábitos que hagan que la vida de cada uno y de los otros sea digna.
Como se dijo anteriormente, al articular las potencias vegetativas, sensitivas y espirituales, se está analizando el obrar de la persona. En este sentido, falta aclarar las características de la voluntad, como función intelectual por la cual se tiende a los bienes conocidos, que se va a ver plasmada en la conducta de cada uno. Lo más importante es que esto lleva al concepto de responsabilidad: la persona es responsable de sus actos porque los hace por propia voluntad, a conciencia, con conocimiento de que su actuar de una u otra forma, tiene consecuencias que deben asumirse. Corresponde destacar la importancia de las virtudes que encauzan las pasiones hacia su verdadero fin: el bien[4].
La dimensión emocional es fundamental para comprender a la persona integralmente, como un todo.
Según Carrasco, las emociones son instintivas y no se pueden educar. Sí, se puede educar las reacciones que se producen frente a situaciones en las que las emociones tienen un papel fundamental. Conocer los tipos de emociones y de qué manera se van generando patrones de reacción ante eventos que con el tiempo pueden volverse inconscientes y hasta condicionados, nos abre un camino y una visión distinta que puede dar grandes aportes a la hora de analizar y evaluar los procesos de enseñanza-aprendizaje. (Carrasco,2007)
De la misma manera, para Yeppes, las emociones o sentimientos, términos utilizados por él como sinónimos, es decir, la dimensión que corresponde a la afectividad humana,
[…] “es tan importante, que los clásicos la tenían por una parte del alma, distinta de la sensibilidad y la razón. Es una zona intermedia en la que se unen lo sensible y lo intelectual, y en la cual se comprueba que el hombre es verdaderamente unidad de cuerpo y alma. En la afectividad, habitan los sentimientos, los afectos, las emociones y las pasiones. Sin una atenta consideración a la capacidad de las personas de tener sentimientos, se quedaría en una imagen del hombre incompleta, y por tanto falsa” (Yeppes ,2006:45-46)
Toda perturbación emocional produce una perturbación anímica, que se traduce en alteraciones en el organismo y generan un tipo de reacción, de respuesta en la conducta.
“Entre la realidad percibida y nosotros puede existir acuerdo o conflicto: cuando tomamos conciencia de esto, surgen los sentimientos como la conciencia de la adecuación o inadecuación entre la realidad y nuestras tendencias. Es decir, los sentimientos son perturbaciones de la subjetividad. Precisamente porque son una conciencia sensible de las tendencias, tienen un valor cognoscitivo: dicen algo de la realidad que los provoca.” (Yeppes, 2006: 47)
Lo importante es conocer las emociones, reconocerlas y tomar conciencia de lo que puede decir de la persona que la siente y la conducta que puede generar y pueda instalarse. Como consecuencia de esto, su influencia en el entorno.
Educación personalizada
A lo largo de la historia, la educación ha adquirido una especial relevancia dentro de la sociedad. Es un proceso trascendental en el desarrollo de cada persona. Es por esto, que se pueden encontrar innumerables teorías que plantean una educación ideal.
A partir de la innovación propuesta por uno de los pedagogos más relevantes, el profesor García Hoz, hasta las investigaciones más recientes con el surgimiento de la neuroeducación, se requiere una puesta en práctica tanto para los equipos directivos como los equipos docentes que implique una nueva visión, en la cual el protagonista sea el alumno con su participación activa.
La educación personalizada es una concepción pedagógica que pretende dar respuesta a todas las exigencias de la naturaleza humana para conseguir que cada hombre y mujer alcance lo mejor de sí, que puedan ser mejores personas en todas sus notas constitutivas y dimensiones.
García Hoz tiene en cuenta que, a partir de la fusión de los procesos de individualización y socialización, se construye la identidad y el mundo personal. Esta concepción de la educación, implica una pluralidad de métodos donde lo individual y lo social están claramente integrados.
La educación personalizada tiene en cuenta el concepto de persona que se planteó anteriormente y cuyas características esenciales son: singularidad, originalidad creatividad, autonomía, libertad, responsabilidad, apertura, comunicación y trascendencia.
Es decir, la persona, con todas sus notas descriptivas que lo caracterizan, tiene potencialidades para explorar, cambiar y transformar lo que lo rodea.
Esta pedagogía da un papel fundamental al docente y tiene una nueva función que no es la de hablar solamente,
“La educación personalizada otorga un particular relieve a la tarea de escuchar por parte del maestro. […] De ser únicamente fuente de datos, ha pasado también a ser fuente de motivación y orientador del trabajo de los alumnos, con el fin de que, a través de él, adquieran y desarrollen conocimientos, aptitudes, actitudes y hábitos para vivir. […]. A medida que el diálogo es más auténtico, la distancia maestro-alumno se acorta, la situación docente se ensambla en la discente estableciéndose una interacción en la cual también el maestro aprende” (García Hoz, 1984:74-75)
García Hoz tiene en cuenta al hablar de una educación centrada en la persona, su dimensión emocional y por lo tanto es imprescindible considerar sus aportes como la base y fundamentación de lo que hoy llamamos educación emocional.
Educación emocional
De acuerdo a lo planteado por Casassus, investigador y consultor chileno, la educación emocional es matriz para la creación de competencias urgentes para la sociedad actual. La dimensión emocional es un pilar fundamental y transversal sobre el que, a su juicio, se construye cualquier educación de calidad. (Casassus, 2009)
La educación emocional es una innovación educativa que responde a necesidades sociales no atendidas en las materias académicas ordinarias. La fundamentación está en el concepto de emoción, teorías de la emoción, la neurociencia, la teoría de las inteligencias múltiples, la inteligencia emocional, la educación psicológica, la educación para la salud, las habilidades sociales, las investigaciones sobre el bienestar subjetivo, entre otras.
“El objetivo de la educación emocional es el desarrollo de competencias emocionales: conciencia emocional, regulación emocional, autogestión, inteligencia interpersonal, habilidades de vida y bienestar. La vida humana se puede entender como una realidad en la cual hay carencias y posibilidades, es decir, necesidades que deben ser satisfechas y posibilidades que deben hacerse realidad. Capacitar para responder a las exigencias de la vida humana vale tanto como hacer al hombre apto para satisfacer todas sus necesidades y para desarrollar las posibilidades de vida que tiene” (García Hoz, 1982: 4-5).
En definitiva, plantear una educación emocional es una contribución tanto para el bienestar personal como el social.
La práctica de la educación emocional implica diseñar programas fundamentados en un marco teórico. Para llevarlos a la práctica, en una institución, específicamente en el aula, hay que contar con profesorado debidamente preparado y para acompañar el trabajo de los docentes, se necesita capacitación, formación en competencias emocionales. El profesor debe responder a las exigencias de la educación actual y utilizar los medios que las nuevas investigaciones, especialmente las que la neurociencia le vaya suministrando en este campo. De esto, depende en gran medida la calidad de la educación.
La finalidad de la educación emocional es incidir positivamente en el proceso de enseñanza aprendizaje y todo lo que ello implica. Se puede tener claro qué se está enseñando, pero esto no asegura que los alumnos aprendan. Las variables dentro del aula son muchas y ésta es una de las fundamentales a tener en cuenta.
Lo difícil es llevar adelante este cambio en las aulas, en la visión, estrategias y metodologías empleadas por los profesores ya que, desde la formación actual de los profesorados, si bien puede hablarse de que se plantea un fundamento teórico, no se lleva a la práctica en las aulas y falta desarrollar habilidades para la educación emocional en los docentes.
Es un desafío para las instituciones educativas en general y para cada directivo y profesor en su actuar diario, la responsabilidad del clima aúlico que se genere a partir de sus prácticas docentes.
Entonces, lo que se plantea no es solamente un cambio curricular, sino un cambio de paradigma en donde se tenga en cuenta la dimensión afectiva, la educación emocional y su consecuencia en los procesos cognitivos. Hay que tener en cuenta los contenidos y la formas de hacer que esos contenidos se incorporen, se internalicen, promuevan el aprendizaje significativo.
La educación emocional brinda el marco adecuado para enseñar conductas que están en la base de los valores y virtudes. Lo importante es que los actores del proceso de enseñanza-aprendizaje puedan reconocer sus propias fortalezas y debilidades y así fomentar el compromiso y la capacidad de superación personal,
“[…] será importante enseñarles a tener conductas empáticas, si se quiere apuntar a valores como la tolerancia y el respeto por el otro” (Cappi; Marino, 2009:17)
La emoción es el primer lenguaje emitido a través de un grito, un llanto al salir del útero materno (Oatley, 2007:116) Por definición, la emoción es la alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que aparece junto a cierta conmoción somática.
En la última década del siglo XX, se produce una revolución con el surgimiento de la tecnología que ha hecho posible estudiar a las emociones en su relación mente –cerebro-cuerpo y surge así una ciencia interdisciplinaria, la neurociencia, que abarca la química, la inmunología, la biología, la informática y la psicología cognitiva. Estos descubrimientos hacen posible hablar hoy de neuroeducación y neuroeducadores.
Todas las emociones son inherentes al ser humano y por tal razón son válidas, no existen emociones “buenas” o “malas”. No se pueden evitar. Sí se debe trabajar en modelar las propias reacciones emocionales. Para lograrlo, el primer paso es darse cuenta de lo que se siente en el momento en el que se siente. En este sentido, lo aportes de la neurociencia dan las evidencias que apoyan la existencia de una inteligencia emocional, entendida como un conjunto de habilidades que son distintas a las habilidades cognitivas.
En este aspecto, los avances en el estudio del cerebro permiten hoy acercarse de manera sistemática a los fundamentos del problema de la relación entre mente-cerebro-cuerpo y la encarnación de las emociones, de los sentimientos. Biológicamente, las emociones son disposiciones corporales que determinan o especifican dominios de acciones.
Lo importante desde este punto de vista, es reconocer las emociones como un lenguaje, que se manifiesta como un conjunto de cambios que se producen en el cuerpo y a su vez estos cambios pueden ser interpretados por otros como señales de miedo, tristeza, alegría o desmotivación.
El gran desafío en educación en el siglo XXI es reconocer que el estudio del sistema nervioso para el conocimiento de las emociones es la base del aprendizaje.
Aportes de la neurociencia en la educación
Es fundamental encarar el estudio desde los aportes de la neurociencia ya que existen numerosas investigaciones en este campo, acerca de las emociones y la pedagogía, que dan sustento a acciones y estrategias que hacen posible que las alumnas alcancen tanto un rendimiento académico como un sano desarrollo social y emocional de acuerdo a sus posibilidades. Así, se puede tener una mirada innovadora en pos de una mejora de los proyectos educativos y así analizar cómo avanzar en los objetivos que se propongan. El abordaje es multidisciplinar: neurólogos, psicólogos, psiquiatras, filósofos, lingüistas, biólogos, ingenieros, físicos y matemáticos.
Las neurociencias estudian la organización y el funcionamiento del sistema nervioso y como las distintas partes o estructuras del cerebro interaccionan entre sí y dan origen a distintas respuestas y conductas en las personas.
Los niveles de estudio van desde lo molecular, lo químico, las redes neuronales, hasta las conductas y las relaciones con el entorno. En el ámbito educativo, el aporte de la neurociencia da luz al papel de la motivación, el interés y las emociones de las alumnas.
“La neuroeducación tiene como objetivo el desarrollo de nuevos métodos de enseñanza y aprendizaje, combinando la pedagogía y los hallazgos en la neurobiología y las ciencias cognitivas. Se trata así de la suma de esfuerzos entre científicos y educadores, haciendo hincapié en la importancia de las modificaciones que se producen en el cerebro a edad temprana para el desarrollo de capacidades de aprendizaje y conducta que luego nos caracterizan como adulto” (Manes en: La Nación. Opinión p17 9 de febrero de 2012)
Un punto de partida es comprender cómo funciona nuestro cerebro y cuál es su relación con el proceso de aprendizaje. El desarrollo de técnicas no invasivas de diagnóstico, que permiten construir imágenes relativas a la activación de diferentes áreas cerebrales como consecuencia de procesos cognitivos o emocionales, ha ido aportando información significativa y hallazgos relevantes para comprender desde sus fundamentos, los procesos de aprendizaje y orientar mejor las políticas y prácticas educativas. A través de resonancias magnéticas, se puede estudiar en tiempo real e identificar qué áreas del cerebro se activan en procesos de enseñanza–aprendizaje, a qué estímulos responde, cómo se procesa la información, el procesamiento de ideas y conceptos el funcionamiento de las distintas memorias.
La neurociencia estudia el sistema nervioso central, el cerebro, como una unidad, mente cuerpo y espíritu, y su relación con el medio ambiente. Como ciencia no lo hace sola sino que se provee de muchas disciplinas.
“El acercamiento entre el mundo de la neurociencia y el de la educación, habida cuenta de sus respectivas bases epistemológicas y del carácter complementario de sus correspondientes finalidades, resultará de utilidad para ambos.” (Ortiz, 2011: 17)
Los estudios que se han realizado del cerebro muestran que es necesario:
- Una buena adaptabilidad emocional, imprescindible para controlar e integrar adecuadamente los procesos de aprendizaje.
- El esfuerzo en la experiencia o en la acción en los aprendizajes para asegurar su efectividad a lo largo de la vida.
- Basar más la enseñanza en la resolución de problemas, en la toma de decisiones, en aprender a pensar y no sólo en pretender aumentar los conocimientos o la información por sí mismos.
- Organizar la enseñanza sobre la base del desarrollo individual del cerebro más que a partir de programas pedagógicos previamente establecidos. (Ortiz, 2011: 29)
En definitiva, lo que se plantea no es tanto qué se aprende sino cómo ya,
[…]las redes neuronales que se implican en el cómo son mucho más complejas, organizadas y flexibles que las que se implican en el qué, que son más simples, sencillas, estables y menos distribuidas en el cerebro” (Ortiz, 2011: 29)
Modificar y modular las estructuras cerebrales que subyacen a los distintos procesos de aprendizaje, a través de un sistema de enseñanza acorde con el desarrollo del cerebro. Es esto lo innovador y el objetivo primordial de la neuroeducación.
El cerebro es una estructura compleja que regula toda nuestra actividad mental, desde los actos inconscientes o mecánicos como respirar hasta los pensamientos más elaborados.
El conocimiento de la anatomía y funcionamiento del cerebro es clave para los desafíos que plantea la educación de adolescentes desde el punto de vista neurocientífico.
En cuanto a las emociones, el sistema límbico, también llamado cerebro medio, o cerebro emocional, es la porción del cerebro situada inmediatamente debajo de la corteza cerebral, que comprende a los centros importantes como el tálamo, hipotálamo, el hipocampo, la amígdala cerebral.
El papel de la amígdala es fundamental en el procesamiento de las emociones. Existen estudios que prueban que pacientes con la amígdala lesionada ya no son capaces de reconocer la expresión de un rostro o si una persona está contenta o triste. Experimentos en monos a los que les fue extirpada la amígdala manifestaron un comportamiento social en extremo alterado. Fundamentalmente, han perdido la sensibilidad para las complejas reglas de comportamiento social en su manada. El comportamiento maternal y las reacciones afectivas frente a los otros animales se vieron claramente perjudicados.
El sistema límbico está en constante interacción con la corteza cerebral. Una transmisión de señales de alta velocidad permite que el sistema límbico y el neo córtex trabajen juntos, y esto es lo que explica que se pueda tener control sobre nuestras emociones.
El cerebro humano es un inmenso y complejo conjunto de células y conexiones entre ellas. Está compuesto por unos 100.000 millones de neuronas. A su vez, estas neuronas se subdividen en 500 tipos de neuronas morfológicamente distintas, distribuidas en distintas áreas. Existen otro tipo de células nerviosas que conforman la glía. Por cada neurona, se calcula que hay 10 células gliales. Esto, junto con los vasos sanguíneos, compone el tramado cerebral básico. Cada neurona tiene un axón y dendritas. Estas neuronas realizan diferentes conexiones con neuronas cercanas o con grupos de neuronas alejadas, llamadas sinapsis. Estas redes neuronales, descritas por primera vez por el neurofisiólogo canadiense Hebb, le permiten al cerebro incorporar y acumular nueva información modificando su estructura a medida que se relaciona con el medio ambiente y así logra su adaptación. Esto es lo que se llama plasticidad neuronal y hace que el cerebro no sea el mismo con el correr de los años.
Esta neuroplasticidad permite crear un nuevo aprendizaje, es decir una nueva red o por el contrario disolver una red vieja, debida a su poco uso. Una de las claves del aprendizaje radica justamente en la repetición. Lo que no se usa se pierde y lo que se usa se conserva.
Según Ortiz, los últimos estudios realizados mediante neuroimagen muestran que el desarrollo neuronal se extiende aún hasta después de la adolescencia.
A través de los aportes de la neurociencia, se pueden observar los cambios que se producen en el cerebro adolescente, por qué se comportan como lo hacen y lo más importante es que no responde solamente a un tema hormonal, sino a procesos de desarrollo que se producen en su cerebro.
La adolescencia es una época de cambios significativos en la actividad, la anatomía y la neuroquímica del cerebro.
El cerebro crece a través de las nuevas conexiones neuronales y de la poda de las mismas que han caído en desuso. Lo que se ha descubierto con las imágenes es que los cambios más complejos no se dan solamente en la primera infancia sino en la adolescencia hasta los 25 años. El cerebro adolescente está en pleno proceso de modificación y la zona más comprometida son los lóbulos pre frontales.
Los cambios producidos en las diferentes áreas cerebrales durante la adolescencia tienen incidencia directa en el proceso de enseñanza y aprendizaje ya que afectan directamente a funciones cognitivas de los alumnos. La maduración del stratium regula los comportamientos motivacionales de premio y recompensa; la maduración del cuerpo calloso permite la integración entre el hemisferio derecho e izquierdo.
Otro dato importante a tener en cuenta a la hora de enfrentar una clase, es que el sistema límbico, centro de la emoción, madura antes que los lóbulos pre frontales.
La amígdala nos prepara para la huida o la reacción, entonces no debería sorprender determinadas reacciones emocionales de las alumnas, sus respuestas y actitudes y la falta reflexión frente a un comportamiento dentro del aula.
Por lo tanto, es indudable que en la relación de las emociones y el aprendizaje es fundamental analizar la red neuronal que incluye justamente a la emoción y la gran conexión entre el tálamo y la amígdala que le permite la llegada de la información antes de que la información pueda procesarse a nivel cortical,
“[…] entre otras razones neuroanatómicas porque existen más inputs desde la amígdala a la corteza cerebral que viceversa” (Ortiz :2011. p175)
Así, en la toma de decisiones y el análisis de la información, la emoción es la que modula la información.
“Es más, las emociones van a generar un estado positivo o negativo hacia el aprendizaje, puesto que son capaces de activar neurotransmisores que afectan a nuestro sistema respiratorio, a nuestra temperatura, al ritmo cardíaco etc”. (Ortiz: 2011 p 175)
Según este autor todos estos estados corporales son fundamentales para el aprendizaje ya que existe una estrecha relación entre el cuerpo y la mente. Los estados corporales son determinantes del pensamiento y viceversa.
La doctora Yurgelun-Todd del hospital Mc Lean de Harvard pudo comprobar a través de imágenes que el adolescente al reconocer expresiones emocionales en los rostros de las personas con las que interactúan, activa, con mayor frecuencia, la amígdala que los lóbulos pre frontales[5].
Lo llamativo del descubrimiento con respecto a la lectura que hace el adolescente de la emoción en los rostros es que no llegan a interpretar la verdadera emoción y esto trae problemas de comunicación, entre otras situaciones, en el aula. Cuando un docente mira al alumno abriendo los ojos con sorpresa, el alumno puede interpretar enojo, ira. El docente sólo ha transmitido sorpresa frente a una respuesta o actitud, sin embargo ha generado lo no esperado en el alumno: miedo y ansiedad. Lo importante es tomar conciencia acerca de lo que estos estudios revelan en cuanto a que los adolescentes muchas veces malinterpretan lo que comunican las caras de los adultos y confunden los sentimientos.
Los profesores deben conocer esto y asumir la responsabilidad de mantener el equilibrio armónico del estado corporal en sus alumnos y crear un clima áulico propicio para aprender y un ambiente resonante.
Perfil Docente
El nuevo perfil docente es el que acorta las distancias con sus alumnos, lo hace sentirse valorado y hasta querido. Comprendido en sus limitaciones y fracasos. Siempre acompañando, no un paso adelante sino al lado de cada uno de ellos. Logra la motivación en el aula, el sentido de pertenencia, encauzan las emociones. El nuevo perfil exige un docente con grandes dosis de empatía.
La idea de desarrollar la empatía se basa en descubrimientos neurológicos recientes. Esta capacidad de conectarse con las emociones de los demás para poder dar respuestas a las necesidades de los otros, para organizarse en el aula o para enseñar, se asienta en la amígdala, una región ya descripta en el capítulo anterior. Una región muy primitiva del cerebro, donde se producen los procesos neuronales que permiten reconocer la información no verbal que ofrece un rostro. Su tono de voz la postura, la expresión, gestos aparentemente apenas percibidos, son indicios para conocer frente a quiénes se está: una persona que tiene miedo, una persona que es una amenaza, que se interesa por uno o lo ignora, desinteresada o interesada.
Los alumnos describen clases en las que quieren quedarse, disfrutan y otras en las cuales, lo único que esperan, es que toque el timbre para salir corriendo.
Es necesario que los docentes conozcan el funcionamiento de sus cerebros, de sus mentes y como consecuencia, el de todos sus alumnos. Es necesario cambiar algunos pilares de la educación.
“En la actualidad no basta con ser bueno, pues la crisis de la educación demanda que busquemos la excelencia. […] Los maestros necesitan incorporar habilidades de educadores fascinantes para actuar con eficacia en el pequeño infinito mundo de la personalidad de los alumnos. […] Debemos ser educadores por encima de la media si queremos formar seres humanos inteligentes y felices capaces de sobrevivir en esta sociedad estresante […] Un educador excelente no es un ser humano perfecto, sino alguien que tiene serenidad para darse y sensibilidad para aprender” (Cury, 2010: p 20)
Los profesores son nuevos líderes emocionales del aprendizaje de sus alumnos.
Autores como Richard Boyatzis junto con Annie Mc Kee y Frances Johnston en su libro Líder Emocional Manual de Uso, plantean la necesidad de un liderazgo emocional que implique dominar y enseñar a dominar el arte de vivir.
“Los líderes emocionales asumen los retos de hoy y las promesas de mañana. Son incansables en su compromiso con los valores personales, sin encerrarse en una postura estrecha o narcisista de ver el mundo. Tales líderes hacen frente a la realidad con valentía y creatividad. Los líderes emocionales viven y dirigen con esperanza y optimismo, capturan la pasión, la suya y la de los demás, y emplean la emoción, las relaciones y la visión para empujar a las personas hacia un futuro mejor.
Los líderes emocionales están en sintonía consigo mismos y con las necesidades, deseos y sueños de las personas a quienes dirigen. Cobran energía con el cambio de situación y crean condiciones para que las personas obtengan lo mejor de sí mismas. Tales líderes buscan para su gente, sus organizaciones o su comunidad un futuro que valga la pena y son capaces de establecer y mantener relaciones firmes y positivas.” (Boyatzis, 2008: p. 20).
Estudio de campo y conclusiones
La investigación llevada a cabo para analizar la incidencia de las emociones en el aprendizaje, en la relación docente-alumna desde el aporte que han dado las nuevas investigaciones de las neurociencias, se realizó a través de un estudio de campo realizado en una escuela en particular.
La fuente de información abarca la escuela secundaria básica, 1º, 2º y 3º año. Comprende las edades de 11 a 14 años. Los 4 ejes sobre los que se ha realizado el estudio de campo se realizó a Directoras, Docentes, psicopedagogas y alumnas.
Los datos obtenidos con los que se llega a las conclusiones son Entrevistas a alumnas, directoras y psicopedagogas; observaciones de clases y un campo Semántico para docentes
El objetivo de la investigación era comprobar, por un lado, la necesidad de un cambio de paradigma en cuanto al lugar que le da la educación a las emociones y por otro, la importancia de un cambio significativo en la relación docente–alumno, en donde se demuestra que la exigencia va de la mano de los lazos afectivos que se crean en el aula y que cuanto más significativos sean estos, el aprendizaje es mayor.
La investigación fue mixta ya que se combinan datos cuantitativos y cualitativos a partir de un marco teórico.
Conclusiones
Conocer el funcionamiento del cerebro es fundamental a la hora de enseñar. Conocer que el primer impacto de un estímulo se da en el cerebro, que detrás de toda conducta humana está la supervivencia, que existe una lucha continua entre los lóbulos pre frontales y los instintos, que nos resistimos al exceso de estímulos y que hay que enseñar a utilizar el pensamiento reflexivo es fundamental para los desafíos que plantea hoy la educación de adolescentes. Es decir, lograr que las alumnas piensen antes de actuar y comprender que esto no se aprende solo. Se necesita de un adulto que los guíe.
El papel que juega el aspecto emocional en el proceso de enseñanza–aprendizaje, debe ser tenido en cuenta ya que brinda una apertura al conocimiento. Lo racional y emocional debe ser visto como una unidad y lo más importante es que lo emocional puede potenciar lo racional. Es por esto que las capacidades cognitivas se pueden ver ampliadas o perjudicadas.
La necesidad de adaptarse constantemente a situaciones nuevas se realiza través de la inteligencia, pero lo significativo es que son las emociones las que activan los recursos que nos lo permiten.
Directivos, Departamento de tutorías y Docentes ven necesario en el ámbito educativo, la profundización en los conocimientos de los aspectos neurocientíficos en donde el cerebro cobra un protagonismo que no tenía hasta ahora. Se reconoce que existen repercusiones emocionales frente al éxito o al fracaso en el proceso de enseñanza –aprendizaje de las alumnas. Frente al éxito, felicidad, motivación y mayor disposición al estudio. Frente al fracaso, deserción, depresión, trastornos alimenticios problemas sociales y baja autoestima.
El foco de la gestión de un director debe estar puesto en rever las estrategias pedagógicas que actualmente se aplican en las aulas y el rol docente en relación a la comunicación con las alumnas.
En este sentido, este nuevo enfoque exige que se promuevan mejores relaciones interpersonales en el aula entre el docente y la alumna, ya que son la base de un aspecto imprescindible para el aprendizaje efectivo. Es importante que se genere empatía y un círculo virtuoso en donde se da y se recibe constantemente.
Se concluye por un lado que el contexto emocional que genera un docente es importante para la motivación intrínseca y se asume que el prestigio docente depende de su conocimiento, de saber transmitirlo, de su empatía y de las competencias emocionales que desarrolle.
Por otro lado, que se debe promover un clima aúlico sano y esto hoy en día es un desafío para todos los docentes. La cordialidad y la amabilidad son consideradas elementales para tal fin. Además, profundizar en los intereses personales y relacionarlo con los contenidos curriculares. Es el docente quien lo promueve y quien lo genera inicialmente y enseña a todos los protagonistas del proceso que son responsables de mantenerlo. Deben prevalecer las reglas claras y accesibles, el buen trato y el buen humor.
La conclusión, en cuanto al clima áulico, es que si llegara a ser tenso, cargado de enojo y frustración, atentaría contra el aprendizaje. Está comprobado a través del estudio de campo que el enojo, bloquea. La alumna huye con su mente a otro lugar como forma de preservarse y es lo que se ve como alumnas desmotivadas, vagas, sin esfuerzo propio, aparentemente desinteresadas.
Todo lo referente al aspecto emocional de las alumnas es fundamental ya que la persona es un ser emocional que huye del peligro y busca lo placentero, lo que da seguridad. La atención que se puede pretender en el aula es fluctuante, ondulante, discontinua y selectiva. Si una alumna percibe que está en situación de amenaza, no habrá estrategia docente que pueda cambiar su necesidad de huir, su falta de atención y la búsqueda de lo que le da seguridad, que puede estar como ya dijimos, fuera del aula. No podrá pensar, ni analizar ni comprender. A mayor intensidad emocional positiva, disfrute, cariño con la persona que está enseñando, se logrará mayor sinapsis, mayor aprendizaje en sentido completo.
De las entrevistas a las alumnas se desprende que su dimensión afectiva, en particular sus emociones, influyen en el aprendizaje tanto para potenciarlo como para bloquearlo. Las alumnas son conscientes del impacto que les genera y están presentes en las actitudes que toman en el aula y fuera del ámbito escolar en relación con su aprendizaje. Las situaciones de interés, curiosidad o motivación generan dopamina que implican satisfacción. El aprendizaje debe proponer recompensas. Por el contrario, las situaciones de tensión, de obstáculos, de desafíos o estrés circunstancial generan adrenalina.
Una alumna va a fijar mejor los contenidos en las áreas en donde la relación con su profesora ha sido a través de un lazo emocional positivo y la entrega de un contenido de calidad. También va a recordar a un docente con el que ha tenido un lazo emocional negativo. Ambos dejan huella.
En cuanto a los docentes, la conclusión a la que se llega, a través del diferencial semántico, es que los indicadores de sus respuestas confirman la importancia que tienen las emociones para los alumnos. Reconocen que es importante aprender y enseñar a reconocerlas en las situaciones áulicas y dar a conocer las propias emociones, observar y aceptar la de los otros. Esto permite crear vínculos, relaciones afectivas y efectivas. Sin embargo, esto aún no se ve reflejado totalmente en sus propuestas cotidianas.
Por lo tanto, si bien hay conciencia, no se ha logrado aún un cambio de paradigma en donde las emociones de un adolescente sean tenidas en cuenta como uno de los pilares del proceso de enseñanza -aprendizaje. Para lograrlo, se necesita tiempo, formación docente permanente y una gestión Directiva acorde a los nuevos desafíos.
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