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Prólogo

Cada año nos encontramos en las Jornadas Académicas de la Escuela de Educación renovando esa interesante mezcla de expectativas, curiosidad, reencuentros, coincidencias, caras inesperadas, y sobre todo el deseo de aprender y llegar al final con la certeza de haber avanzado respecto a nuestra previa situación, y en este caso, en las Octavas Jornadas, habiendo profundizado en un campo tan dinámico y cambiante de las neurociencias y su impacto en la educación.

También podría haber ocurrido que nuestras certezas se hayan transformado en dudas, y que las conferencias, ponencias, diálogos con expertos y otras actividades, además de ilustrarnos e iluminarnos, nos ayudaron a formularnos preguntas para las que todavía no hay respuestas o cuya resolución requerirá esfuerzos adicionales.

Pienso que si todos finalizamos las Jornadas un poco inquietos e incómodos sería una excelente señal y esto en lo personal, profesional e institucional. Como educadores no podemos aspirar a tener todo bajo control…, más bien sabemos que en el mundo educativo hay pocas cosas controlables… A veces la planificación se aproxima a la realidad, los presupuestos son ejecutados con cierta precisión, e incluso las personas llegamos a comportarnos en un cierto marco de expectativas…

Sin embargo, esos mundos perfectos, ordenados, previsibles no son reales, y sobre todo serían muy aburridos, grises, uniformes.

Desde lo personal vemos que los desarrollos y avances que van reportándose en el amplísimo campo forzadamente llamado de las neurociencias, nos permiten conocernos mejor, y conocer mejor también a las personas que conviven con nosotros. Las versiones blanco/negro, bueno/malo, etc., tan atractivas en su formato binario, son simplificaciones peligrosas, para uno mismo y para los demás. Qué hermoso puede ser llegar a incorporar los matices, los grises, y no digamos nada, los colores y tonalidades que la vida suele ofrecernos y que tantas veces no percibimos por atolondramientos varios.

En la dimensión profesional se diría que ya resulta imprescindible para directivos y docentes conseguir un dominio mínimo de los fundamentos neurocientíficos en el campo educativo, para poder valorar las variadas propuestas que con el formato de moda en cada momento nos imponen su lógica implacable: nadie quiere estar fuera de la corriente principal, y no ser cool puede llevar a la peor sensación de infelicidad, o de que uno perdió el tren profesional. Quizás se pueda elegir un tema central, por ejemplo el cerebro, que permita articular las lecturas e intereses, y sirva para estructurar algún tipo de diálogo en el equipo de colegas.

En nuestro caso, como unidad académica de la Universidad Austral enfocada en la formación de docentes de todos los niveles, estamos explorando caminos, espacios curriculares, abordajes, para incorporar contenidos y enfoques neurocientíficos en todos los programas y planes de estudio. En breve iniciaremos el dictado del Profesorado Universitario en Educación Primaria y esperamos brindar a nuestros futuros alumnos las herramientas del siglo XXI que su apasionante profesión les exige.

Se plantea así el impacto en la dimensión institucional que está teniendo el desarrollo de este campo y que lleva a inquietarse a las autoridades en distintos niveles. Ante un inminente e inmenso tsunami nos podría sobrevenir la tentación del inmovilismo o de la desconexión: como esto me supera, como no tengo los recursos, no hago nada…

Recuerdo hace unos años, trabajando en una línea de investigación sobre colegialidad en el gobierno de las universidades, dimos con una veta interesante que nos llegaba desde la psicología aplicada: se trataba de pensar los equipos directivos desde su complejidad cognitiva. Desde el punto de vista funcional y de perfiles de los integrantes del equipo, se aplicaba la metáfora del cerebro e imágenes relacionadas para concluir la conveniencia de formar un equipo de gobierno colegiado que fuera cognitivamente complejo. Han pasado no muchos años, y probablemente ya haya sido superada la noción de complejidad cognitiva que me pareció luminosa en ese momento, pero en su lugar habrá nuevas y más ricas percepciones que se puedan adaptar desde el mundo neurocientífico a la gestión, al liderazgo, a la toma de decisiones, etc.

Este recorrido por la triple dimensión del impacto potencial de nuestra reunión y temática, me permite abordar algunas características que hemos intentado que tengan las Jornadas de este año. Su preparación y concepción ha sido posible gracias a la tenaz labor de las Profesoras Florencia Daura y Susana Urrutia que supieron iniciar diálogos y exploraciones que se han plasmado en el riquísimo programa que ahora comenzamos. Quienes compartieron conmigo la mesa de apertura, Florencia Salvarezza y Lucrecia Prat Gay han sido sus interlocutoras, y a ellas y todas va mi agradecimiento anticipado.

Se consiguió ofrecer una variedad de espacios y dinámicas que comenzando en las tradicionales exposiciones académicas permita aproximarse a interacciones menos estructuradas, a formatos de diálogos y exploraciones, a compartir experiencias positivas, dificultades reales encontradas en el camino, cosas que han funcionado y cosas que no, y lo que se aprendió, etc.

Contamos con destacados conferencistas y ponentes, invitados del exterior y de otras instituciones de nuestro país, investigadores y docentes de nuestra Escuela y de otras unidades académicas de la Universidad, una gran cantidad de alumnos de las carreras de educación y nuevo récord de inscriptos en esta actividad. Renuevo la invitación a escribir académicamente y exponer las propias ideas y experiencias en este ámbito: es vital para que la universidad cumpla su misión de servir a la sociedad del conocimiento.

Los científicos suelen ser asertivos al reunir la evidencia sólida desde la metodología propia de su campo. La educación, por contraste, a veces tiene respuestas también sólidas, pero que nos puede resultar difícil probar o argumentar, y entonces es calificada de ‘blanda’. En educación son difíciles los diseños experimentales, aunque no imposibles y siempre interesantes, pero sí muy desafiantes por la carga ética y la responsabilidad que implican. Considerar mejor o superior un abordaje u otro muchas veces es expresión de prejuicios y de ignorancia.

La universidad debe facilitar que las disciplinas se encuentren y respeten, que la teoría y la práctica se alimenten mutuamente, que la declamada interdisciplinariedad sea un camino amigable, abierto al diálogo y la opinión contrastante. Las neurociencias y su impacto en la educación tienen un gran atractivo y potencial para ese mutuo enriquecimiento interdisciplinar. Espero que las Actas de estas VIII Jornadas sean un nuevo paso en este camino, y que obtengamos una rica experiencia que nos dé fuerzas renovadas para nuestras tareas docentes, académicas y directivas.

 

 

Dr. Julio C. Durand

Decano – Escuela de Educación

 

Pilar, 27 de diciembre de 2017.



2 comentarios

  1. loge 01/09/2018 3:11 am

    Gracias por esta gran oportunidad. Fue un lujo y un placer enorme compartir las VIII Jornadas con ustedes. María del Sol Plaza (LOGE Cerrito cohorte 2015)

    • victormediador 09/12/2019 4:56 pm

      Gracias

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