Daniel Jones, Santiago Cunial y Ana Laura Azpa-rren
Este artículo fue realizado en el marco de los proyectos PICT 2008-0183 y UBACYT 20020090300101, en el Instituto de Investigaciones Gino Germani (Universidad de Buenos Aires).
Introducción
La idea de que las religiones, y el cristianismo en particular, se oponen a la legalización del aborto está actualmente extendida en el sentido común y no carece de asidero. En Argentina, la dificultad para alcanzar mínimos acuerdos al respecto está vinculada con la histórica estrecha relación entre la Iglesia Católica (IC) y el Estado. Como en el resto de América Latina, la posición religiosa sobre el aborto más conocida públicamente es la de la jerarquía de la IC. Desde la década de 1980, el Vaticano promovió a nivel internacional una campaña ideológica y política contra los derechos sexuales y reproductivos (DDSSRR) e impulsó a sus sectores más conservadores de la región (Pecheny y de la Dehesa, 2010: 36), en un intento de proyectar una mirada religiosa unívoca de rechazo a estos derechos.
Sin embargo, ante el resquebrajamiento del poder hegemónico de la IC en América Latina sobre la regulación de lo sexual (Vaggione, 2009: 28), han irrumpido otras voces religiosas en el espacio público. En Argentina, esa pluralidad se reflejó al discutirse el proyecto de ley de matrimonio para parejas del mismo sexo en 2010 y se evidencia en el debate en curso sobre la despenalización o legalización del aborto.[1] En este escenario, no todas las religiones condenan a las mujeres que abortan, ni todos los actores religiosos rechazan la posibilidad de despenalizar dicha práctica.
Para cuestionar la pretendida univocidad de la mirada religiosa que proyecta la jerarquía católica en torno al aborto, este artículo analiza los diversos posicionamientos de instituciones y líderes evangélicos en el debate sobre su despenalización. El término “evangélico” engloba a iglesias y creyentes herederos de la tradición cristiana instituida por la reforma protestante del siglo XVI y sus posteriores ramas. Se trata de la primera minoría religiosa de Argentina[2] y de un actor político de creciente importancia en los debates sobre DDSSRR en este país (Jones, Azparren y Polischuk, 2010) y en otros de la región, como Brasil (Campos Gomes, 2009). Sus posiciones sobre el aborto no han sido estudiadas en Argentina, por lo que haremos una primera exploración de sus argumentos en contra y a favor de la despenalización.[3]
Composición del campo evangélico
La fragmentación del campo evangélico en Argentina (compuesto por numerosas iglesias y por tres federaciones que las aglutinan) y la ausencia de una jerarquía con capacidad de imponer su discurso (a diferencia de la institucionalidad vertical católica) han permitido que se hagan públicas posiciones evangélicas muy diversas sobre el aborto.
Para entender quiénes se han pronunciado y en qué sentido, recurrimos a la tipología de Wynarczyk (2009), que identifica dos polos evangélicos: uno histórico liberacionista y otro conservador bíblico. El liberacionista contiene a las iglesias del primer movimiento evangélico en llegar a Argentina, entre 1825 y 1850 (luteranas, reformadas y metodistas, entre otras), y se agrupan en la Federación Argentina de Iglesias Evangélicas (FAIE). De este polo, se han manifestado a favor de la despenalización obispos de la Iglesia Evangélica Metodista Argentina (IEMA), la Iglesia Evangélica del Río de la Plata (IERP), pastores de la Iglesia Evangélica Luterana Unida (IELU) y el Foro de Género del Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI, integrado por iglesias de este polo). El polo conservador incluye a iglesias pertenecientes al segundo movimiento evangélico en llegar al país, a partir de 1880 (principalmente bautistas y hermanos libres), reunidas desde 1982 en la Federación Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina (ACIERA).[4] Esta federación y sus autoridades se han pronunciado contra la despenalización del aborto, al igual que la diputada nacional Cynthia Hotton (de tradición hermanos libres). La distancia ideológica entre ambos polos supone eventuales polémicas entre sus instituciones, que en la última década han girado alrededor de temas de sexualidad y reproducción.
Metodología
El artículo se basa en un estudio acerca de los posicionamientos públicos de instituciones y líderes evangélicos sobre sexualidad y reproducción en Argentina entre 1994 y 2011. Desarrollamos una estrategia metodológica cualitativa, que incluyó un relevamiento y sistematización de fuentes secundarias, entrevistas a informantes clave y observación en eventos. Para cubrir el amplio espectro ideológico del campo evangélico en el país revisamos, de 1994 a 2011, tres revistas denominacionales (es decir, pertenecientes a una sola iglesia o denominación evangélica): El Estandarte Evangélico (IEMA), Vida Abundante (IERP) y El Expositor Bautista (Convención Evangélica Bautista Argentina); y las revistas no denominacionales de mayor circulación: El Puente, Pulso Cristiano y Prensa Ecuménica, de las que seleccionamos todas las notas referentes al aborto. El período parte de la antesala de la Convención para la Reforma de la Constitución Nacional de 1994, donde se debatió públicamente sobre aborto,[5] y alcanza hasta el tratamiento de proyectos de despenalización en la Comisión de Legislación Penal de la Cámara de Diputados, en 2011. También entrevistamos en profundidad a 30 pastores y líderes laicos evangélicos, y realizamos observaciones en cuatro eventos relativos al aborto organizados por grupos evangélicos o con participación de sus referentes en 2011.[6] Para elaborar el presente artículo revisamos todas estas fuentes.
Posiciones y argumentos
Ante las iniciativas del movimiento feminista para despenalizar el aborto en la Argentina, desde mediados de 1990, distintos actores religiosos se han pronunciado sobre el tema. Como afirma Masson (2007: 221)
[Uno de] los resultados de las acciones feministas es haber logrado politizar temas que involucran la moral sexual, la relación entre los sexos y, más ampliamente, la ética de la reproducción humana. […] Sin proponérselo, lograron […] modificar la configuración al interior de los espacios religiosos.
A continuación, analizamos algunos de los argumentos sobre el aborto provenientes del campo evangélico.
Una mayoría creyente contraria a la despenalización del aborto
Los evangélicos del polo conservador se pronunciaron contra la despenalización del aborto en la prensa evangélica (ACIERA, “Declaración sobre aborto”, en El Puente, 08/2005, pág. 38; Luis Meneghelli, Vicepresidente de ACIERA, El Puente, 07/2010, pág. 46), comunicados oficiales (ACIERA, Petitorio a favor de la vida, 08/2010) y eventos públicos (Cynthia Hotton, Celebración del Día del Niño por Nacer, 29/03/2011 y Congreso de Mujeres en Defensa de la Vida y la Familia, Neuquén 2008, El Puente, 09/2008, pág. 14). Por lo general, su oposición al aborto es presentada como una defensa de la vida y la familia; así, tratan de cambiar la concepción negativa de rechazo, restricción y límite, por una posición “a favor de” la vida y la familia, que las protege y defiende. En este artículo profundizaremos otra estrategia de rechazo, poco indagada: el argumento de la existencia en Argentina de una mayoría creyente (usado en el debate sobre matrimonio y más recientemente en el de aborto).
La oposición al aborto de estos actores evangélicos se fundamenta en la existencia de una mayoría creyente religiosa en Argentina, que rechazaría su despenalización. Esto les permite a instituciones y líderes evangélicos conservadores arrogarse la representación del sentir de la mayoría de los argentinos sobre el aborto. Como el argumento es presentado de manera elíptica (es decir, recurriendo a sobreentendidos y desplazamientos retóricos), vale la pena desarrollar cuáles son sus supuestos.
El primero consiste en demostrar que existe una mayoría religiosa en la sociedad argentina. Para esto, retoman la invocación a Dios en la Constitución Nacional (incluida desde su primera versión, de 1853, hasta la vigente, de 1994) y los resultados de encuestas sobre creencias religiosas, sugiriendo que dichas cuestiones deberían contemplarse al legislar:
No podemos confrontar con ideas religiosas. [Aunque] tampoco negamos que nosotros lo dijimos, aun yo, en mi argumentación en el Senado dije: “La religión no puede determinar el debate, pero tampoco podemos negarnos que el 90% de los argentinos, desde lo que publica el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) hasta investigaciones privadas, establecen que el 90% de los argentinos creen, y el sistema de creencias determina las conductas también”. Entonces, si bien una cosa no determina la otra, no podemos negar que en nuestra Constitución Nacional invocamos a Dios como fuente de toda razón y justicia (entrevista a Gastón Bruno, Vicepresidente de ACIERA, 16/06/2011).[7]
Por un lado, aunque el entrevistado refiere de modo inespecífico a una “mayoría creyente” en Argentina, su razonamiento deja entrever que se trata de una mayoría cristiana: la encuesta del CONICET aludida indica que entre católicos (76%) y evangélicos (9%) suman el 85% de la población (Mallimaci et al., 2008). Por otro lado, las autoridades de la federación ACIERA explotan las marcas de confesionalidad que conserva la Constitución Nacional, como su invocación inicial de “la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia”. Tal como observa Esquivel:
La configuración jurídica e institucional de la Argentina no responde a los principios de la laicidad, habida cuenta de que su régimen político no prescinde de lo sagrado y de los poderes religiosos como mecanismo de obtención de legitimidad. También sería inexacto afirmar que el Estado argentino asume un carácter confesional. Si bien el catolicismo goza de un estatus privilegiado, no se instituye como religión oficial (Esquivel, 2010: 133).
Dichas marcas confesionales y estos datos sobre creencias habilitan a los líderes evangélicos del polo conservador a cuestionar la pretensión de laicidad del Estado argentino. Como afirmó el pastor Jorge Himitián (de la Comunidad Cristiana) en el debate sobre matrimonio:
El ‘Estado laico’ no existe, no se puede vivir en sociedad a partir de la nada, a partir de un total vacío teológico o ideológico. Ese pretendido ‘Estado Laico’, es una falacia, una irrealidad, pues siempre subyace una idea (ideología), o una creencia (teología), a partir de las que se establecen los criterios o parámetros válidos para la convivencia social (Pulso Cristiano, 03/06/2010).
El segundo supuesto de este argumento del polo conservador es que la mayoría argentina (definida como creyente religiosa y, tácitamente, cristiana) encontraría representado su sentir sobre el aborto en las posiciones de las instituciones evangélicas conservadoras. Así, estas pueden postular “no defender una doctrina particular ni a un grupo particular de personas (sus fieles), sino a la moralidad pública de la sociedad civil y apelan en esta lucha a la ciudadanía más allá de sus creencias” (Vaggione, 2009: 36), por ejemplo, en la recolección de firmas “a favor de la vida”. Para justificar dicha representatividad, pese a ser un credo minoritario en Argentina, estos evangélicos recurren a la coincidencia existente entre sus posturas y la doctrina oficial de la institución religiosa más numerosa y políticamente importante del país, la Iglesia Católica (obviando la distancia existente entre los posicionamientos de la jerarquías eclesiales y las opiniones de sus creyentes).[8] Es una operación retórica no explicitada, pero cuyos efectos políticos (en términos de visibilidad y alianzas) son evidentes: los otros dos argumentos de quienes se oponen a despenalizar el aborto (tanto católicos como evangélicos) se sintetizan en el eslogan de “la defensa de la vida y la familia”, que aglutina a estos sectores religiosos a partir de un objetivo político común. Se trata de un ecumenismo patriarcal (Vuola, 2006) o ecumenismo conservador, que les permite trascender momentánea y estratégicamente diferencias y antagonismos históricos.[9] Para potenciar esta alianza de rechazo a los DDSSRR, los evangélicos conservadores han evitado disputar públicamente con la IC por asuntos que en otras coyunturas los han enfrentado –como la demanda por igualdad religiosa ante el Estado, sostenida en la década de 1990 (Wynarczyk, 2009) –, se han manifestado conjuntamente contra el matrimonio para parejas del mismo sexo (Clarín, 13/07/2010) y contra el aborto (Pulso Cristiano, 21/07/2011), así como se han publicado en la prensa evangélica notas sobre las intervenciones católicas contra el aborto (Pulso Cristiano, 10/03/2011, 07/07/2011) y en la prensa católica las declaraciones evangélicas (ACI Prensa, 12/06/2011). La iniciativa de presentar un bloque religioso homogéneo de rechazo a la despenalización del aborto apuntaba a fortalecer políticamente las posiciones de las jerarquías de ambos sectores cristianos, procurando incrementar su influencia en la opinión pública y los legisladores.
Esta alianza de líderes evangélicos conservadores con la jerarquía de la IC tiene como telón de fondo una creciente polémica dentro del propio campo evangélico, en 2010 por la reforma de la ley de matrimonio y en 2011 por la discusión sobre la despenalización del aborto. Su tratamiento parlamentario y las declaraciones del pastor de IELU Lisandro Orlov –quien el 30 de mayo planteó en un acto en el Congreso de la Nación: “Es necesario sacar el tema del aborto del Código Penal y ponerlo en perspectiva de derechos humanos, de evangelio y respeto por las personas” (Pulso Cristiano, 16/06/2011)–, desataron la reacción de ACIERA. Esta federación envió un comunicado a la prensa católica cuestionando dichas expresiones:
Siendo ACIERA representante mayoritaria del pensamiento de la comunidad evangélica en el país, nos sorprende la falta de honestidad de los mencionados religiosos [por Orlov] al no decir que, aunque estén en uso de su absoluta libertad de expresión, son la voz disidente y minoritaria de un sector que en general piensa y cree distinto (ACI Prensa, 12/06/2011).
El 16 de junio, el pastor de IEMA, Carlos Valle, replicó este comunicado señalando que ACIERA
Intenta fortalecer su posición haciendo hincapié en el número de miembros y de congregaciones que representa. Es lamentable que este tema tan delicado se plantee como una puja entre mayorías y minorías. ¿Desde cuándo las mayorías tienen el poder de definir lo que está bien y lo que está mal? Resulta arrogante que califiquen de “voz disidente y minoritaria” a quienes no piensan como ellos, y osen invocar “falta de honestidad”’. Siempre y cuando confiesen que son “la voz disidente y minoritaria” les conceden “la absoluta libertad de expresión”. Si esto es así, la calificación de “deshonestidad” solo puede entenderse como una muy lamentable petulancia autoritaria y antidemocrática en el seno de una sociedad multicultural (Pulso Cristiano, 16/06/2011).
La disputa sobre la despenalización del aborto entre referentes de ambos polos se hizo cada vez más visible durante 2011. Mientras que los evangélicos conservadores quedan alineados con la jerarquía de la IC,[10] los liberacionistas plantean una mirada cristiana alternativa.
Desigualdades socioeconómicas y de género como justificación de la despenalización del aborto
Instituciones y líderes evangélicos del polo liberacionista tomaron posición a favor de la despenalización del aborto, a través de la prensa evangélica (Aldo Etchegoyen, Obispo de IEMA, El Estandarte Evangélico, 10/1994, pág. 4), comunicados oficiales (Carta de Frank de Nully Brown, Obispo de IEMA, 25/02/2011), eventos públicos (Lisandro Orlov, Pastor de IELU, Foro de Género del CLAI, 24/09/11) y documentos internos (IERP, Reflexiones en torno a la problemática del aborto, 07/2011). Un patrón común es que sostienen que estar a favor de la despenalización no implica estar a favor del aborto, afirmando que esta no resuelve totalmente un problema de raíces más profundas:
[…] toda acción legislativa en la materia debe tener como finalidad proteger la vida, tanto la no nacida como la de las mujeres. Ello puede tener lugar abriendo la posibilidad de despenalizar el aborto para las mujeres que, habiendo considerado la decisión de interrumpir su embarazo, estén dispuestas a transitar un proceso de asistencia y asesoramiento psicosocial (IERP, Reflexiones en torno a la problemática del aborto, 07/2011).
Esta postura, creciente al interior del polo liberacionista, “no cree que el aborto sea algo moralmente bueno. Si lo creyera, debería proponerse maximizar el número de abortos, cuando ello fuera posible. […] El aborto es –en muchos casos- algo malo, algo moralmente malo. […] Sin embargo, existen casos en los que no está disponible ninguna alternativa aceptable. En esos casos, la postura permisionista reconoce que existen otros valores en juego, que se oponen al valor de preservar la vida humana” (Farrell, 2011). En este sentido, así como desde el polo conservador, argumentan que el aborto atenta contra la vida del niño por nacer, desde el polo liberacionista resignifican “la defensa de la vida”, al señalar que la actual penalización de las prácticas abortivas atenta directamente contra la integridad física e, incluso, la vida de la mujer. A continuación, abordamos otro de sus argumentos: la justificación de la despenalización del aborto en ciertas circunstancias a partir de las desigualdades socioeconómicas y de género existentes.
Una primera dimensión de este argumento supone tratar al aborto como emergente de una realidad social desigual. En efecto, ya en 1994, ante la reforma de la Constitución Nacional, el entonces Obispo de IEMA, Aldo Etchegoyen, declara que “gran parte de la problemática que conduce a la importante y grave decisión del aborto tiene raíz en la falta de una correcta educación sexual a la que puedan tener acceso todos los niveles sociales que conforman nuestra sociedad” (El Estandarte Evangélico, 10/1994, pág. 4). En 2011, el también Obispo de IEMA, Frank de Nully Brown, profundiza este posicionamiento afirmando que
[…] los sectores medios y altos de nuestra sociedad pueden acceder a una atención clandestina segura, pero para muchísimas mujeres de limitados recursos, debido a prácticas no profesionales y riesgosas, al interrumpir la gestación también atentan contra su propia vida (Carta de De Nully Brown, 25/02/2011).
Ese año, un documento de IERP sostiene:
La problemática del aborto se inscribe dentro de este cuadro sociocultural global y en un marco institucional y jurídico que da lugar a la victimización tanto de la vida humana en gestación, como de las cientos de mujeres –generalmente pertenecientes a los sectores más pobres de la población– que anualmente mueren o sufren consecuencias graves para su integridad física y espiritual a causa de prácticas abortivas clandestinas realizadas en condiciones que no garantizan los mínimos requisitos sanitarios (IERP, Reflexiones en torno a la problemática del aborto, 07/2011).
Sus pronunciamientos dan cuenta de cómo, aun cuando no sea visto como una alternativa deseable, el aborto debe ser tratado como una cuestión de inequidad social, “comenzando a instalarse lentamente y a ser reconocido como un grave problema social que afecta de un modo particularmente notable y perverso a las mujeres de sectores populares” (Brown, 2006: 4). Apuntan, así, a defender la integridad física y la vida de las mujeres de menores recursos socioeconómicos, evitando que se reproduzcan las injusticias derivadas de dichas desigualdades, entre ellas, los riesgos diferenciados del acceso a un aborto más o menos seguro (aun cuando en todos los casos sea clandestino, en términos de legalidad).
Una segunda dimensión del argumento de la desigualdad plantea la actual prohibición del aborto como un ataque directo a las mujeres, en tanto son quienes padecen los embarazos no deseados y, eventualmente, deben afrontar un aborto en soledad. El escenario trazado es el de aquellas situaciones en las que se da
[Una] maternidad sola de jovencitas que quedaron embarazadas y el hombre desaparece, y el macho desaparece, en la impunidad y en el anonimato. Y respetar la vida de esas mujeres es ponerse en la situación de ellas y acompañarlas en esa situación. Y condenar completamente la actitud sexual de… masculina, irresponsable total, que utiliza a la mujer como a una cosa, y luego que se las arregle sola (Entrevista a Aldo Etchegoyen, Obispo Emérito de IEMA, 19/04/2011).
A diferencia de los sectores religiosos conservadores, algunos de estos evangélicos liberacionistas han asumido una perspectiva de género. Por ejemplo, el CLAI posee un Foro de Género[11] que apunta a problematizar el rol de la mujer en la sociedad, entendiendo al aborto como consecuencia de la opresión de género, y su despenalización, como una forma de luchar contra ella. Según una de sus coordinadoras, “desde el Foro de Género, queremos hacer visible nuestra presencia como mujeres, con todo el poder liberador del Evangelio” (Claudia Tron, Pastora de la Iglesia Evangélica Valdense del Río de la Plata, Charla sobre interrupción voluntaria del embarazo, 24/09/2011). Podemos afirmar que, crecientemente, para referentes de este sector religioso “la invisibilización del aborto es un indicador contundente de la persistencia de las relaciones de dominación entre los géneros. La dimensión de género aquí es constitutiva, no un atributo secundario del fenómeno.” (Pecheny, 2006: 8).
Reflexiones finales
En el artículo indagamos los argumentos de líderes e instituciones evangélicas de Argentina en contra y a favor de despenalizar el aborto, desde 1994 hasta 2011. El primer punto a destacar es que no todos los actores religiosos (en este caso, ni siquiera todos los evangélicos) rechazan la despenalización del aborto, como se cree extendidamente y estos sectores pretenden proyectar políticamente. Desde el polo evangélico liberacionista se subraya la importancia de modificar la actual legislación que penaliza el aborto, para así defender la vida de las mujeres que interrumpen un embarazo clandestinamente y dar respuesta a las desigualdades socioeconómicas y de género que sitúan en particular riesgo a las de menores recursos económicos. Desde el polo conservador, en cambio, el rechazo a la despenalización se fundamenta en la defensa de la vida del “niño por nacer” y de un modelo de familia heterosexual monógamo reproductivo, así como en la necesidad de considerar la existencia de una mayoría creyente religiosa (cristiana) en la sociedad argentina, que se opondría a la despenalización. En este sentido, el segundo punto a subrayar es la creciente coincidencia y articulación política entre dirigentes evangélicos conservadores y la jerarquía de la Iglesia Católica en su oposición a los DDSSRR, en general, y a la despenalización del aborto, en particular.
En lo que resta de las conclusiones queremos plantear sintéticamente dos cuestiones que atraviesan los argumentos analizados y abren interrogantes a retomar en el futuro: por un lado, la relación entre las creencias religiosas de una sociedad y el carácter laico del Estado; por otro lado, la estrategia de victimización para demandar DDSSRR.
En cuanto a la primera cuestión, ¿qué implica para la, ya de por sí limitada, laicidad del Estado argentino el planteo de sectores evangélicos conservadores de que los legisladores tienen que considerar la existencia de una mayoría creyente religiosa al legislar sobre el aborto? Autores como Blancarte sostienen que la defensa del Estado laico es central para promover los DDSSRR, definiendo la laicidad como “un régimen social de convivencia, cuyas instituciones políticas están legitimadas principalmente por la soberanía popular y [ya] no por elementos religiosos” (Blancarte, 2008: 13). Así definida, ¿resulta la laicidad un argumento útil para enfrentar las intervenciones secularmente estratégicas de actores religiosos conservadores, que apelan cada vez más a discursos biológicos y jurídicos (por ejemplo, para establecer el inicio de la vida y plantear la defensa de los derechos humanos del embrión)? ¿Y qué implicaría en términos políticos este argumento de la laicidad cuando en este debate las intervenciones de actores religiosos favorables a la despenalización del aborto también la vulnerarían de algún modo?
La segunda cuestión que deseamos plantear es que el apoyo desde el polo evangélico liberacionista a la despenalización del aborto en función de las desigualdades socioeconómicas y de género existentes supone una estrategia de victimización para impulsar esta demanda (no necesariamente premeditada por sus enunciadores). Tal como lo presentan, este argumento obvia la condición de sujeto de derechos de la mujer que aborta y no menciona el derecho a decidir autónomamente sobre su propio cuerpo. En cambio, se enfatiza su condición de víctima de desigualdades estructurales (en tanto mujer y pobre), que la conducirían a embarazos no deseados y abortos riesgosos:
Con el eje centrado en la visión negativa de los derechos sexuales, los sujetos son construidos víctimas de un virus, de embarazos no buscados, de violencia, de desigualdades sociales y de género, restando poco espacio para los proyectos colectivos e instalando la idea de que los sujetos poderosos, que hablan y actúan públicamente, es decir los sujetos políticos, son sospechosos (Pecheny y de la Dehesa, 2010: 42).
¿Qué consecuencias pueden tener estos planteos? Cierta despolitización de la demanda (Brown, 2008: 295) y el borramiento de la cuestión de la autonomía, reforzando la noción de las mujeres como víctimas y desconociendo su carácter de sujetos de una sociedad en la que todos poseemos (o deberíamos poseer) un igual derecho a tener derechos.
Ambas cuestiones presentadas abren discusiones políticas a retomar en futuros trabajos.
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Notas periodísticas
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“Católicos y evangélicos se movilizan contra la boda gay” (2011, Julio 13) Clarín.
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“Congreso de Mujeres en Defensa de la Vida y la Familia” (2008, Septiembre) El Puente, 14.
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“Contraataque católico romano ante ¿pasividad evangélica?” (2011, Octubre 03) Pulso Cristiano.
“Himitián contra el ‘estado laico’” (2010, Junio 03) Pulso Cristiano.
“ACIERA sale a responderle al pastor Orlov por el aborto” (2011, Junio 16) Pulso Cristiano.
“Ranking de candidatos de acuerdo a sus valores” (2011, Julio 07) Pulso Cristiano.
“Manifestación contra el aborto frente al Congreso” (2011, Julio 21) Pulso Cristiano.
Entrevistas
Aldo Etchegoyen, Obispo Emérito de IEMA, 19/04/2011.
Gastón Bruno, Vicepresidente de ACIERA, 16/06/2011.
Documentos oficiales
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IERP, Reflexiones en torno a la problemática del aborto, 07/2011 [En línea] [Consulta: 20 de febrero 2012] <http://www.iglesiaevangelica.org/docum/aborto.pdf>.
Proietti, R., Por qué rechazamos el proyecto de ley de matrimonio homosexual, Ponencia del Presidente de ACIERA ante el Senado de la Nación con motivo del proyecto de ley de modificaciones al matrimonio, 29/06/2010, [En línea] [Consulta: 20 de febrero 2012] <http://aciera.org/site_news/index.php?option=com_content&task=view&id=127&Itemid=3>.
- Utilizamos el término despenalización para englobar ambas demandas, porque es el más usado por los evangélicos en este debate. Sin embargo, despenalización y legalización no son lo mismo: la primera implica reconocer motivos que hacen que el aborto, aun considerado como delito, no sea punible, mientras que legalizar implica el reconocimiento del Estado de que el aborto –en determinados casos o a simple pedido– es legítimo, y por ende las mujeres pueden reclamar el acceso al mismo como parte de su derecho a la salud (Pecheny, 2006). ↵
- Si bien en Argentina la mayoría de la población se identifica como católica (76%), los evangélicos constituyen la primera minoría religiosa, con el 9% de la población (Mallimaci, Esquivel e Irrazábal, 2008).↵
- En Argentina, el aborto está tipificado en el Código Penal como un “delito contra la vida” y penalizado con prisión tanto para quien lo realiza como para la mujer que lo consiente, con dos excepciones que lo autorizan: “riesgo de vida para la madre y si no puede ser evitado por otros medios” o “si el embarazo proviene de una violación o atentado al pudor cometido sobre una mujer idiota o demente”. En el período abarcado por este artículo (1994-2011), en la práctica se daba una prohibición casi absoluta del aborto, ya que los médicos exigían autorización judicial para practicarlo, mientras que los jueces consideraban que no debían pronunciarse antes de que el aborto se realice, sino limitarse a considerar no punibles aquellos casos que eventualmente llegan a los tribunales (Gutiérrez, 2004). Este escenario podría modificarse ya que recientemente la Corte Suprema de Justicia de la Nación emitió un fallo (CSJN, 12/03/2012) que dictamina que no es necesaria la autorización judicial previa en los casos de violaciones y exhorta a implementar los protocolos hospitalarios para que todas las ciudadanas puedan acceder al derecho al aborto en dichos casos. Pese a la prohibición legal del aborto, se estima que en Argentina se realizan entre 486.000 y 522.000 abortos clandestinos al año (Pantelides, Ramos, Romero et al., 2009) y según el Ministerio de Salud de la Nación (2009), por año mueren más de 100 mujeres por causas relacionadas a abortos en condiciones inseguras.↵
- Las iglesias pentecostales y su Federación Confraternidad Evangélica Pentecostal (FECEP) también son parte del polo conservador bíblico, pero no las analizamos porque su activismo sobre aborto ha sido escaso en este período.↵
- Para el debate sobre aborto, en la reforma de la Constitución fue significativa la incorporación de tratados de derechos humanos (en especial, la Convención de Eliminación de Todas las Formas de Discriminación de la Mujer -CEDAW, según su sigla en inglés) y, en sentido contrario, el intento del presidente Carlos Menem de incorporar en la Constitución una cláusula que garantizaba “el derecho a la vida desde la concepción hasta la muerte natural” (Morán Faúndes, Monte, Sánchez et al., 2011: 128).↵
- Los eventos a los que asistimos en el año 2011 fueron: 1) la “Celebración del Día del Niño por Nacer”, en el Congreso de la Nación el 29 de marzo, organizada por la diputada Cynthia Hotton, en la que expusieron juristas, políticos, médicos, artistas y líderes de ONGs, todos contra la despenalización del aborto; 2) la Conferencia “Religiosos y Aborto”, en la Cámara de Diputados de la Nación el 30 de mayo, convocada por la diputada Cecilia Merchán y el colectivo de mujeres “Juana Azurduy”, con participación de representantes de diferentes instituciones eclesiásticas que se pronunciaron a favor de la despenalización; 3) la “Charla sobre Interrupción voluntaria del embarazo”, en el Instituto Universitario ISEDET el 24 de septiembre, organizada por el Foro de Género del CLAI, con pastores de diferentes iglesias evangélicas y profesionales, a favor de la interrupción voluntaria del embarazo; y 4) el Seminario “Religiones, Matrimonio Igualitario y Aborto”, organizado por el Grupo de Estudios sobre Sexualidades (Instituto Gino Germani–Universidad de Buenos Aires), Católicas por el Derecho a Decidir Argentina (CDD) y el Instituto Hemisférico de Performance y Política (Universidad de Nueva York), en el ISEDET el 14 de octubre, con la participación de panelistas de los ámbitos religioso, académico y político.↵
- Este testimonio refiere al discurso del presidente de ACIERA ante la Comisión de Legislación General del Senado, en el debate sobre la ley de matrimonio para parejas del mismo sexo, donde sostuvo: “Los credos también son parte vital de nuestro país. Las últimas encuestas dan cuenta que el 92% de la población profesa la fe monoteísta. Tenemos mucho que ver con las características de nuestra nación. Pero por si esto fuera poco, invoca el preámbulo de nuestra constitución a Dios como fuente de toda razón y justicia. Les compartía que debemos legislar con la razón. Y Dios es fuente de toda razón. Y fíjense que el preámbulo toma nota de la realidad del pueblo argentino. No la ignora, no la pone en segundo lugar, lo considera atentamente. ¿Será por eso que esta última sesión [de la Comisión] es la de los credos? Y no está mal, es coherente” (Rubén Proietti, Comisión de Legislación General del Senado, 29/06/2010).↵
- Sin embargo, es muy significativa la distancia entre lo que las jerarquías eclesiales asumen como conductas apropiadas en materia de sexualidad y reproducción, y lo que los creyentes opinan y hacen (Felitti, 2011: 94). El 63,9% de la población expresa estar de acuerdo con el aborto en ciertas circunstancias, destacándose que el 68,6% de los católicos opine en igual sentido, lo que evidencia un estado de creencia religiosa sin identificación con las normas de la institución. Entre los evangélicos, la adhesión a las doctrinas que los líderes de sus iglesias sostienen es mayor: el 37,4% de los creyentes adhieren a dichos principios doctrinarios, mientras que solo el 15% de los católicos hace lo propio (Mallimacci et al., 2008).↵
- Los sectores aglutinados en ACIERA históricamente han sido de los más reacios del campo evangélico a trabajar junto a católicos (Wynarczyk, 2009: 83). ↵
- Como destaca una carta al lector muy crítica de la posición de ACIERA: “ahora se oponen –junto a sus nuevos y dilectos socios, monseñor (Héctor) Aguer y otros, lo más rancio y regresivo de la Iglesia Católica Romana en Argentina– a que los legisladores –elegidos por todos los argentinos, sean estos creyentes o no– aborden el tema del aborto” (Pulso Cristiano, 07/07/2011).↵
- El Foro de Género del Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI) sede Argentina depende de la Pastoral de Mujeres y Justicia de Género del CLAI, y ha ido mutando su nombre, siendo en un principio el Foro de Mujeres.↵