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6 Inseguridad y violencia

Las noticias sobre linchamientos desde la recepción

Brenda Focás

Introducción

En este artículo propongo, a partir de una serie de entrevistas, analizar las interpretaciones de las audiencias sobre las noticias televisivas de linchamientos y reflexionar acerca de las vinculaciones entre violencia (s), inseguridad y espectacularización para dar cuenta de las imbricaciones de sentido que se construyen en torno a esa tríada.

El argumento central que guía estas líneas es que las noticias de linchamientos[1] son enmarcadas desde los medios como casos de inseguridad, y desde ese lugar en la recepción de las noticias intervienen distintas mediaciones.

En relación con las emociones, las noticias de linchamientos no generan sorpresa sino resignación, bronca y en algunos casos necesidad de “ponerse en lugar de” los linchadores o en menor medida de los linchados. Lejos de centrarse en los linchamientos como comportamientos violentos, en muchas ocasiones los linchamientos se justifican en torno al crecimiento del delito, a los delincuentes y la inacción del Estado, tratando de encontrar alguna justificación para quienes comenten tales actos. Se trata de un trabajo exploratorio que busca brindar algunos elementos que sirvan para futuras investigaciones sobre el tema.

A partir de este acercamiento indagamos utilizando entrevistas en profundidad en cuestiones vinculadas con distintas dimensiones de la percepción de la inseguridad en relación con el consumo de medios. Las representaciones delictivas de los noticieros, fueron el disparador que utilizamos para analizar las percepciones de la seguridad que se conformaban mediante la práctica de mirar televisión. No obstante, sabemos que las audiencias consumen a la vez otros géneros televisivos vinculados con el delito, como programas políticos, series de ficción o realities shows de policías, con lo cual aunque nuestra mirada se circunscribe a un solo género, no desestimamos las referencias a otro tipo de emisiones. Las imágenes que funcionaron como disparadores fueron de distintas noticias que desde los medios fueron enmarcados como casos de inseguridad[2]. En este artículo me centraré en los casos de linchamientos que se detallan en el próximo apartado. A continuación, entonces, expongo algunos hallazgos sobre las interpretaciones de las noticias de linchamientos en los medios que fueron sometidas a revisión con el recurso de la perspectiva cualitativa. Estas aproximaciones pueden tomarse como tendencias del consumo de la información delictiva en torno al tema.

Linchamientos en la agenda pública

Durante los primeros meses de abril del año 2014, la agenda pública comenzó a girar en torno a los linchamientos. Funcionarios políticos, representantes de “víctimas de la inseguridad”, abogados, sociólogos, politólogos, referentes de organismos de derechos humanos se pronunciaron ante los actos de ensañamiento colectivo hacia los sospechosos de atentar contra los bienes y la integridad física de la ciudadanía. En general existe cierto consenso en torno a un discurso público que se presenta con pocos matices: el delincuente que viola la ley, en ese acto no sólo puede dañar a su atacante sino que pone en juego su vida. Con lo cual, es responsable de su propia muerte, más allá de la desaprobación y repugnancia que genera la violencia colectiva. Ese fue el sentido común que manejaron los discursos de poder como dispositivos de canalización de la ira ciudadana que produjo en torno a los linchamientos significaciones ambivalentes: de apaciguamiento de la venganza que asimismo la exaspera, de indignación y de goce, de seriedad y sensacionalismo. Los linchamientos no se explican solo por la ausencia del Estado sino que, como muestra Caravaca en este libro, también incide la frustración de ciertas expectativas ciudadanas en torno a cierto umbral de seguridad que debería garantizar el Estado. En este sentido, Vilas identifica dos factores recurrentes en los linchamientos: fuerte vulnerabilidad socioeconómica –la enorme mayoría tiene lugar en escenarios de marcada pobreza y precariedad social– e ineficacia en el desempeño de las instituciones estatales encargadas de garantizar el monopolio de la coacción física (2005: 21).

Los casos de linchamientos, entonces, se enmarcan en una sociedad con alta percepción de temor al delito. La preocupación por la inseguridad es relevante en todas las grandes ciudades, según datos de las encuestas de victimización[3] y opinión pública relevadas en forma reciente (Muratori y Espindola, 2016)[4].

En la agenda de los medios

La discusión pública que despertó la seguidilla de casos de linchamientos hacia pequeños infractores en la vía pública, fue caratulada en los medios masivos en tanto casos de inseguridad urbana ante los cuales la ciudadanía intentaba defenderse “por mano propia”. Esas “retóricas de una moral linchadora”, viran entre la peligrosa confusión entre legítima defensa y la mal llamada justicia por mano propia, como señalan Cabrera y Blázquez en este libro. En este entramado, los medios se constituyeron en uno de los actores principales en la configuración y condensación de sentidos en torno a este fenómeno. A la vez, el análisis da cuenta de una imbricación en torno al campo mediático y al político/legislativo ya que la fijación de ciertos discursos configuró el campo político donde se debatía la reforma del código penal[5].

El problema del “delito de la calle” es un tema central en los medios desde la década del 90, que ya no confinan a los espacios y formatos tradicionales de la crónica policial y a la truculencia de periódicos y semanarios populares sino que es un tema de interés para toda la sociedad (Sozzo, 2011).La importancia que se le otorga a las noticias delictivas tanto en medios gráficos como audiovisuales se hace evidente al constatar que la temática atraviesa diversas secciones periodísticas, ocupando cada vez más espacio en la agenda pública y política[6].

Los medios jugaron un papel central en torno a la construcción noticiosa de los linchamientos como espacios de difusión de una comunicación política. En los últimos años, en Argentina hubo dos “olas mediáticas” que pusieron en agenda el tema de los linchamientos. La primera, entre abril y agosto 2014, a raíz del linchamiento del joven David Moreira que terminó con su muerte, y que desencadenó casos similares de ensañamiento en el resto del país. La segunda, durante agosto de 2016, se mediatizaron una serie de casos de “justicia por mano propia”: tres víctimas de asaltos en territorio bonaerense que terminaron matando a sus victimarios y se convirtieron en imputados de homicidios. Fueron reconocidos por sus profesiones: “el médico”, “el carnicero” y “el remisero”. El debate, en términos esquemáticos, se desató entre quienes aseguran que estos sujetos “actuaron bien” y aquellos que sostienen que “sólo la justicia debe castigar”. Es, al fin de cuentas, una disputa pública que se nutre o se justifica en la falta de justicia (en la “sensación de impunidad”), en la ausencia de confianza en las instituciones, en un sentido de desprotección por parte de las instancias estatales (Focás y Galar, 2016).

En ambas “olas” los casos de linchamientos se presentaron desde los medios enmarcados en el problema de la inseguridad. Las víctimas del linchamiento sintetizaron aquellas violencias histórica, política y colectivamente construidas que saldaron temporalmente el sentimiento de desagravio y el deseo de matar de la ciudadanía. De modo que no sorprende que los medios hayan tratado a los “linchamientos” como casos “de inseguridad”, problema transformado en sección mediática estable y vuelta así un tópico autonomizado de policiales: la cámara transmitiendo “en vivo” y “en directo” el acontecimiento, la actualización constante de la información por Internet, y la utilización de un estilo narrativo sensacionalista configuraron un cambio sustancial en los contenidos periodísticos.

Los medios realizan un movimiento de abstracción en el cual el vecino no es víctima de un hecho delictivo puntual, sino “de la inseguridad como estado permanente de la vida cotidiana, con el corolario de que, en tanto todos somos víctimas de la inseguridad, todos podríamos linchar al ratero que la encarga” (Hernández, 2014: 7)[7].

El discurso massmediático no dejó de referir al problema de la inseguridad como un elemento central para entender el comportamiento de los vecinos que participaron de los linchamientos pero, en general, no justificó estos actos de violencia colectiva que, como todo ilícito, están penados por la justicia. Hasta los comunicadores partidarios de las políticas de “mano dura” manifestaron su oposición a esta forma de “hacer justicia” (Focás y Fernández, 2014).

Noticias de linchamientos desde la recepción

En el análisis de los linchamientos intervienen una multiplicidad de factores –institucionales, socioeconómicos, culturales– que contribuyen a explicar su comisión en una gran variedad de escenarios. Estos comportamientos de “justicia por mano propia” son enmarcados desde los medios como hechos de inseguridad.

Para trabajar en las interpretaciones de los públicos sobre las noticias de linchamientos, incluimos a modo de disparadores audiovisuales dos noticias de linchamientos. La primera pertenecía al canal C5N y mostraba cómo una cámara de seguridad captaba el momento exacto en que un “motochorro” le robaba a un hombre mayor y luego era linchado por varios transeúntes que lo golpeaban con vehemencia. La segunda pertenecía al canal de noticias TN (“Se difundió el video del linchamiento en Rosario”, 1 de abril de 2014),  y mostraba el linchamiento de David Moreira, en Rosario, un joven de 18 años que luego de robar fue linchado y asesinado por un grupo de adolescentes.

Frente a estas noticias, que se utilizaron como disparadores, los entrevistados hicieron distintas interpretaciones donde, en general, vincularon el tema de los linchamientos con el hartazgo por el crecimiento de la inseguridad.

Alan, tiene 20 años, y está cursando el CBC. Al hablar sobre del delito, se refiere a una realidad que existe, con la que hay que convivir. Escucha los consejos de sus padres pero a la vez reniega un poco porque “exageran, se ponen pesados”. En su casa está todo el día la pantalla en TN, pero Alan asegura que no mira televisión. Solo lee “algunas noticias” que aparecen en las redes sociales, y en los portales de Internet. Sobre las noticias de linchamientos opinó:

El tema de los linchamientos, me impactó, mostró que la sociedad llegó a un punto que ya no soporta los rateros. Igual no justifico lo de los linchamientos, para eso está la fuerza pública… al que le robaron si después va y le pega se justifica, pero que otra persona que pasa le empiece a pegar en el piso y no tenga nada que ver… no me parece justificable. Esa noticia la seguí bastante…

Por su parte, Cristina, una mujer jubilada de 67 años admite que se detuvo en estas noticias:

Me llamó mucho la atención los casos de… los intentos de linchamiento, eso me llamó la atención, eso casi me preocupó más. Porque entonces ahí se da vuelta, como que se da vuelta la taba, o se da vuelta la… nos convertimos en bestias, eso me llamó mucho la atención. Es anónimo, entre todos lo matamos y se acabó, listo, uno menos.

Beatriz de 72, vive sola en un departamento en el barrio de Villa Urquiza y la inseguridad en un tema muy presente en su vida cotidiana: evita salidas nocturnas, reemplazó la puerta de entrada por una blindada y escucha los consejos de sus hijos y de los periodistas para saber cómo cuidarse. Beatriz se autodefine como una “potencial víctima de la inseguridad”, debido a su edad y a su condición de “sola”. Dice frente a las noticias de linchamientos:

Esto es terrible, esto no lo puedo ver. Sé que es terrible, que pasa, pero me hace mal. Pienso que está mal, pero bueno es la reacción de la gente yo no lo haría.

Para algunos entrevistados incluso los medios promovían la imitación que promovió una ola de linchamientos con fines tendenciosos:

En esta noticia del linchamiento veo una sociedad cansada de la inseguridad, y de una sensación de inseguridad que también se encarga mucho de producirlo, los medios quizás. Yo no digo que la inseguridad sea una sensación ni mucho menos, existe y está claro. Pero quizás la gente tiene más miedo, del que debería, según los medios que ve (Jorge, 65 años).

Y por ejemplo algo que diría TN de esta noticia es “hubo otro linchamiento, esto se debe a… ” y atacaría al gobierno por algún lado, que no invierte, que no lo otro, que la policía, y bueno, 6, 7, 8 diría “bueno pasó esto pero la policía accionó rápidamente”. Cuentan lo mismo pero con detalles distinto. Por eso uno sabe que escuchar ya, que es información y que tiene que ver con un tema político, ¿no? Es un criterio ya personal, de uno escuchar y ver que le suena real y que le suena a verso, a que está queriendo perjudicar al gobierno o salvarlo. Yo por lo general al tener TN en vivo, puedo predecir mejor que van a decir, más que 6, 7, 8 (Diego, 25 años).

Uno escucha, ve y no puede quedarse al margen si prende la televisión y te cuentan que lincharon a 30 personas ese día, y andá a saber todas las cosas que no te enteraste. Y bueno pero ahí está que uno no sabe la verdad, no sabe si están exagerando o no, si fue así, cómo fueron las internas. Afectar te afecta, está en cada uno que sea lo menos posible y ser lo más objetivos. Esto creo que va más allá de la ideología política. Lo que muestran los medios yo lo cuestiono un poco, y obviamente al ver que medio que lo dice. Básicamente cuentan lo mismo, pero con distintas tendencias (Lucía, 38 años).

Como muestran los testimonios, muchas veces la fuente, es decir quién emite la información, es más relevante para el entrevistado que el contenido. En la decodificación, nos encontramos con que se produce lo que podríamos llamar una “lectura diagonal” o “condicionada” por la fuente. Esta forma de “leer los medios” (condicionada fuertemente) se evidenció en la mayoría de las entrevistas: la marca de la empresa periodística a la que pertenecía el informe funcionó como una mediación significativa en la decodificación de este tipo de información.

Una particularidad en la representación de las noticias de linchamientos seleccionadas estuvo vinculada con que tanto la noticia de C5N como de TN estaban construidas con imágenes de cámaras que captaron el momento del linchamiento en la vía pública. El contenido de las filmaciones caseras, como en el caso de la noticia de TN o de cámaras de seguridad como en C5N, por su parte, se constituye como un recurso importante en la construcción de las noticias policiales. En este sentido, el uso por parte de los medios de este tipo de piezas visuales en la construcción de las tramas dramáticas de los casos fue rastreado años atrás para países anglosajones, en tanto esta tecnología fue instalada masivamente allí casi dos décadas antes que en nuestro país (Cohen, 1987).

Frente a esto, al menos la mitad de los entrevistados, que en principio se mostraban desconfiados frente a la construcción de estas noticias, consideró que este dispositivo generaba mayor credibilidad en los contenidos informativos:

Estas imágenes son fuertes porque por más que sea el canal que sea, no se puede manipular mucho. Alguien lo filmó y en el video se ve cómo incluso en el piso le siguen pegando al chorro (Sebastián, 19 años).

Está bueno que ahora hay cámaras de seguridad en todos lados, y entonces no se puede discutir lo que pasó. Está bien al pibe lo lincharon, pero antes él le afanó a un pobre viejito. Entonces no hay mucha discusión, para eso está bueno que los medios lo muestren (Eugenia, 42 años).

Las innovaciones tecnológicas reforzaron los impactos que había propiciado en la década del noventa la irrupción de los canales de noticias que en el cable comenzaron a transmitir “en vivo y en directo”, “las 24 horas”. El paradigma de la noticia en desarrollo influyó en la producción de policiales destacando aristas dramáticas de los casos, fomentando el ritmo de urgencia de la cobertura y generando la necesidad de aportar constantes “datos” y “testimonios” que faciliten el movimiento del caso (Focás y Galar, 2016). Esta disposición de nuevas tecnologías dotó al periodismo de nuevos recursos para relatar casos policiales, entre los cuales es destacable la disposición de contenidos de las redes sociales y de las cámaras de seguridad (Calzado, 2015). El contenido de las cámaras de seguridad, por su parte, se constituye como un recurso importante no solo por las posibilidades que ofrece para dilucidar rincones oscuros de las causas judiciales sino también por aportar imágenes que, a partir del insistente uso de los medios de comunicación, resultan centrales en la construcción de las tramas dramáticas de los casos. Prueba de ello fueron en los últimos años coberturas de gran impacto, incluso la proliferación de programas dedicados a emitir lo que graban las cámaras urbanas[8].

Rutinización de las noticias de linchamientos

Otro de los debates que se ha dado en relación con las emisiones televisivas, es si éstas tendrían algún tipo de efecto en la sociedad, o si por el contrario, producirían una pérdida de impacto por la repetición constante. Distintos investigadores sostienen que el consumo sostenido de este tipo de emisiones podría generar temor, sensación de inseguridad e incluso conductas violentas (Gross y Aday, 2003; Lowry, Nio y Leitner, 2003; Gerbneret.al., 1980).

Por otro lado, tal como sostienen los críticos del concepto de pánico moral, se produciría una pérdida de impacto por repetición, debido a la emisión constante de las mismas imágenes o el mismo tipo de noticia. Esta corriente teórica sostiene que el público responde con la aceptación o el acostumbramiento al horror; la reiteración entonces produciría un efecto de inocuidad e indiferencia.

Alimentando esta hipótesis, algunos de nuestros entrevistados manifiestan un claro rechazo hacia los contenidos mediáticos relacionados con los contenidos enmarcados desde los medios como de inseguridad, reconocen que cambian de canal o pasan las páginas policiales del diario de largo y que prefieren evitar el consumo de ese tipo de noticias. A la vez, esta práctica les provoca un sentimiento de culpa, porque, al fin de cuentas “se trata de episodios violentos que le podrían haber sucedido a ellos”, y responsabilizan a los medios que rutinizan (y de ese modo naturalizan) los casos de inseguridad. Otros testimonios, como el de Lucas, un comerciante que manifiesta cierto enojo o hartazgo frente a lo que considera “siempre lo mismo”.

Leo y miro poco sobre la inseguridad, porque es más de la misma película, algo rutinario, las mismas noticias siempre. Y considero que es más una cuestión de azar, que si a vos te roban o no, te matan o no, es simplemente por esas cuestiones de la vida, pasabas por ahí y justo pasaba el ladrón y fuiste la víctima. Y si pasabas cinco minutos después te salvaste. No creo que los medios me aporten nada.

Para Andrea, de 45 años, su relación con este tipo de noticias es de hartazgo:

Por lo general las paso de largo esas noticias… en el diario prefiero leer economía o política. Cuando leo los policiales me pasa normalmente que es algo que ya me agotó, me traspasó, es algo que es siempre igual…ese es otro punto, vos abrís un diario, o abrís La Nación on line y es algo cotidiano, permanente, últimamente siempre hay un caso de linchamiento. El hecho de que esté siempre me genera una rutina, y la verdad lo paso de largo casi sin leer. Quizás al estar siempre me despierta menos la curiosidad.

Liska y Baccaglini (1990), en su trabajo sobre el impacto de las noticias en diarios locales de ciudades norteamericanas, incorporaron el concepto de “sentirse seguro por comparación”. La emisión cotidiana de imágenes relacionadas con lo delictivo producía una pérdida de impacto por la repetición, de este modo el miedo al crimen aparecía sólo cuando se trataba noticias locales, de una víctima aleatoria o con la que era posible identificarse. De lo contrario se consolidaba una sensación de seguridad local.

Del mismo modo, algunos entrevistados, reconocen que solo se detienen en las noticias que los afectan directamente, es decir cuando el delito sucede en su barrio, cerca de su lugar de trabajo o del colegio al que mandan a sus hijos. Caso contrario, la información sobre inseguridad no es tenida en cuenta, como expone Sofía, de 34 años:

El tema de los linchamientos lo seguí un poco, bueno, pasaron esto, y después bueno, noticias como por ejemplo el tema de las barrabravas, viste, las cosas que suceden también, que adónde vamos… repiten mucho como los linchamientos, ya no te da ganas de mirar…

Otros autores hablan de una “insensibilización” que se produciría por la reiteración incesante de los mismos contenidos, lo que generaría una inocuidad frente al tema del delito (Vélez, 1998). Esta hipótesis indica que el efecto de temor estaría edulcorado por la poca sensibilidad que provoca el acostumbramiento a la emisión de noticias similares sobre el mundo del crimen.

Estas noticias dan información y también miedo. La de los linchamientos genera miedo me parece. Y lo interesante es que el tipo sale corriendo no para juntar al abuelito sino para agarrar al que se llevó el dinero, primero siempre la plata. Y en la noticia de TN el entrevistado dice: “para algo somos ciudadanos y pagamos los impuestos”, es decir que el estado les debe, y cómo cercaron todo, la verdad que esas noticias no parecen reales (Pablo, 26 años).

Yo creo que estas noticias nunca te dejan de impactar, más cuando es gente más grande, o chicos, da la sensación de que no hay límites para el delito que buscan al más débil pase lo que pase. Tampoco me genera una violencia que quiero ir a golpear a los chorros, como fue el tema de los linchamientos hace poco que me acuerdo que lo hablamos en una clase de la facu y que la mayoría estaba a favor. La reacción de la gente es lo agarramos entre todos y lo golpeamos, y se creen que por eso van a dejar de robar.

Por último, la edad parece ser un condicionante importante en esta variable. Reiner et.al., (2001) en su trabajo con grupos focales, encuentra que, los jóvenes no se sorprenden por la rutina de violencia en los medios, y relativizan lo que se emite en relación con el contexto, aunque hay imágenes que incluso para esta generación transgrede los límites.

Las personas mayores, por el contrario, se vuelven cada vez más críticas de las representaciones de la delincuencia mediática a medida que envejecen. Creen que los medios de comunicación de sus años de juventud establecían marcos interpretativos, que hoy no se respetan. Estas personas no sólo percibían a los medios de comunicación a través de la lente de su juventud (la “cultura del respeto”), sino también a través de la lente (en parte mediada) de su vulnerabilidad percibida como potenciales víctimas de delitos. Así analizan los investigadores, existe un cambio en el “sistema de marcos morales para la interpretación del delito en los medios, desde un marco de absolutismo moral a uno de relativismo contextualizado” (180). Es decir que, si bien para las generaciones mayores estaban claros los roles de la autoridad policial y de los criminales, para los más jóvenes estas diferencias no están tan claras. Para ellos lo bueno y lo malo se ha convertido en un tema de contexto, menos claro y más dependiente de las experiencias particulares.

En síntesis, la inocuidad o no de este tipo de noticias está atravesada por distintas mediaciones, pero también influye la repetición constante de la misma información, siempre bajo la rúbrica de “la inseguridad”.

Castigo

Por último, quisiera abordar el tema en clave moral. Se lincha a aquel que viola la ley, que roba, que mata, cuya conducta es desaprobada socialmente. Frente a la desaprobación está el castigo. El castigo es algo que se merece. El castigo es justo o merecido, porque los actores sabían qué estaban haciendo. Este es el supuesto indiscutible de la nueva criminología. En palabras de Rodríguez Alzueta (2014), la pena es considerada una forma de venganza social. Se debe aplicar, antes que por las funciones terapéuticas que puede tener, porque se lo merece y estaba sabiendo de antemano a qué se atenía si persistía en su comportamiento.

En el trabajo de recepción, surgieron algunas interpretaciones vinculadas con la necesidad de castigar a quienes cometen delitos. Si el Estado no lo hace, entonces quedará por cuenta de la ciudadanía hacer justicia.

A Jorge, de 65, las imágenes de linchamientos le provocan un sentimiento ambivalente porque si bien se trata de episodios violentos, al fin de cuentas, “el que roba tiene que pagar de alguna forma”:

Creo que acá el que roba tiene que pagar. Para mí si no hay premios y castigos estamos en una sociedad que no funciona. La gente está cansada de la inseguridad y de un Estado ausente, que no le importa que nos maten por un par de zapatillas. No estoy a favor de la violencia, pero si de la justicia, sino cada uno hace lo que quiere.

Linchar a alguien se propone como una forma de justicia expeditiva, rápida, casi instantánea.

Me parece que está bien que los medios muestren estas noticias y que se profundice. Creo que hay chorros que actuarían de otra forma, ven lo que les puede pasar si roban. El problema es que acá nadie dice lo que piensa. Una de las pocas que dice lo que piensa es Susana Giménez. Ella cree que tiene que haber pena de muerte y te lo dice, “el que mata tiene que morir”, que creo que fue cuando mataron al peluquero de ella. Porque por ahí como imagen no queda bien que vos digas, si apoyo la pena de muerte. Yo si vos me preguntás hay casos de justicia por mano propia, que me parecen bien (Susana, 55 años).

Ese tema lo seguí no tanto por los linchamientos en sí, sino por la reacción de la gente con la que hablaba que estaban todos a favor. He tenido discusiones con este tema, en mi familia, con amigas y hay gente que está completamente convencida que está bien y te dicen, ¿pero si es un chorro? Ah bueno golpeemoslo y listo. Además hubo en caso en esto de los linchamientos que me acuerdo que golpearon gente que ni siquiera era culpable, en otra provincia. Después otro que lo agarró uno lo empezó a golpear, otro se metió y dijo “no, llamemos a la policía”, lo llevaron preso y a los dos días estaba suelto. Y ahí te resta un poco de credibilidad en tu argumento cuando uno dice “no bueno hay que hacer lo correcto, tiene que ir preso” y después lo sueltan, entonces perdes argumento, te dicen “si nadie hace justicia la hacemos nosotros”. Por más que uno este seguro que la violencia no es la solución, te quedas un poco sin saber qué decir (Mariana, 28 años).

Los linchamientos, me pareció… no sé, ahí me pareció que el tema del linchamiento yo lo vi como que fue un… no sé, como si fuese una confrontación de clases, viste, como que hubo un choque de clases, tanto la clase media trabajadora, viste, con la clase baja, que bueno, que es el que representaba a esa persona, al reo (Fernando, 52 años).

En otras palabras, el linchamiento se enmarcó como una expresión de un exceso de ira ciudadana ante el inquietante problema de la inseguridad (reducida esta última al delito callejero contra la propiedad) aunque deba ser concebido como un delito. Kessler (2014) mediante el análisis de distintas encuestas de opinión pública señala que desde la restauración democrática persiste un “polo autoritario-punitivo” que agrupa a un tercio de la población y que puede ir cambiando en sus manifestaciones de autoritarismo. Así los estudios muestran que cerca del 30% de los encuestados justificaron los linchamientos producidos en abril del 2014 en Argentina. Sin dudas, la extensión del sentimiento de inseguridad incide en estos deslizamientos punitivos, aunque como han demostrado distintos estudios es la ideología política previa la que marca con más firmeza la aceptación de este tipo de prácticas.

En un clima de época donde se cruza una creciente preocupación por la cuestión criminal y donde la desigualdad se incrementa día a día la justicia penal conserva su destinatario preferente: el joven varón pobre.

Elementos de cierre

En este artículo trabajamos, a partir de una serie de entrevistas, sobre las interpretaciones de las noticias de linchamientos, entendidos como actos de violencia colectiva que en los medios son enmarcados como “casos de inseguridad”. El argumento central que guio estas líneas fue que la recepción de las noticias no es lineal, sino más bien crítica y en esa relación intervienen distintas mediaciones.

Sin dudas, los medios fueron, uno de los principales actores en la configuración y condensación de sentidos en torno a este fenómeno. En este sentido, hipotetizamos que la fijación de ciertos discursos configuró el campo político (donde además se debatía la reforma del código penal) y el campo mediático. En la escena mediática se cruzan distintas configuraciones de sentido, que logran enmarcar a los linchamientos como casos de inseguridad. En esa disputa los medios cobran un rol preponderante en torno a la visibilidad del fenómeno de los linchamientos, en un país donde la inseguridad se posiciona como primera preocupación cotidiana.

El análisis precedente mostró algunos elementos para contemplar los modos en que las representaciones mediáticas sobre linchamientos son interpretadas por las audiencias. Así en este artículo se analizó la recepción de noticias de linchamientos en interacción con distintas dimensiones: la rutinización de las noticias de linchamientos, el uso de las cámaras de seguridad y el lugar de la fuente que emite la información. Se evidenció que en las interpretaciones mediáticas los entrevistados vincularon el tema de los linchamientos con la creciente preocupación por la inseguridad. A la vez, en el proceso de recepción pudimos observar la relevancia de las cámaras de seguridad como dispositivos de la verdad. Por último, se analizaron las interpretaciones mediáticas en torno a los supuestos castigos que deben tener aquellos que delinquen, y la cuestión político-moral que atraviesa este fenómeno. La problematización en torno al castigo, resultó fructífera para observar las percepciones sobre la criminalidad, la pena considerada justa y los deslizamientos punitivos de algunos entrevistados. En palabras de Rodríguez Alzueta, detrás de cada linchamiento está la indolencia vecinal-la incapacidad para ponerse en el lugar del otro, pero también, la creencia de que se han debilitado las capacidades punitivas del Estado para prevenir, perseguir y juzgar a los actores que ellos referencian como productores del miedo (2014: 299).

En síntesis, este análisis pretendió brindar algunos elementos para interpretar los modos en que los campos mediáticos y políticos se imbrican configurando y/o reforzando ciertos sentidos vinculados con el fenómeno de los linchamientos.

Bibliografía

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Fuentes de prensa

http://tn.com.ar/policiales/en-el-video-del-linchamiento-en-rosario-se-detecto-a-los-agresores_460686


  1. El linchamiento consiste en una acción colectiva de carácter privado e ilegal, de gran despliegue de violencia física, que eventualmente culmina con la muerte de la víctima. Es una acción que se emprende en respuesta a actos o conductas reales de la víctima o imputados a ella, quien se encuentra en inferioridad numérica abrumadora frente a los linchadores (Vilas, 2005).
  2. Para este trabajo se implementó una metodología combinada. Por un lado, relevamos durante tres meses(febrero, marzo y abril), de 2012 y 2014 las coberturas de hechos delictuosos en los principales noticieros que se emiten en horario central, es decir entre las 20 y las 23, y que cuentan con mayores niveles de rating: Telenoche y Telefe Noticias. También relevamos las principales noticias policiales que se emitían en las dos cadenas de noticias de la televisión por cable que cuentan con mayor rating: TN y C5N.  Este mapeo previo nos permitió conocer las representaciones vigentes en la agenda mediática policial. En una segunda instancia, realizamos, 70 entrevistas en profundidad semi-estructuradas a jóvenes, adultos y adultos mayores, pertenecientes a sectores medios.
  3. Se define como tasa de victimización al porcentaje de hogares cuyos miembros convivientes sufrieron al menos un delito en los últimos 12 meses, sean estos eventos denunciados o no a una autoridad competente.Ref:Laboratorio de Investigaciones sobre Crimen, Instituciones y Políticas (LICIP) de la Universidad Torcuato Di Tella.
  4. A lo largo de 2010-2015 la inseguridad subjetiva se ha mantenido en niveles elevados, superando el 80% en todos los años. Si bien se evidencia una pequeña caída del 0,7% en relación al 2014, el 87, 3% de las personas se sienten inseguras en su casa, barrio o vía pública y consideran una alta probabilidad de convertirse en víctimas de un delito (ODSA-UCA, 2016).
  5. En el contexto en que surgen los linchamientos se estaba dando una disputa política en torno a una posible reforma del código penal impulsada por el oficialismo. Gutiérrez (2011) sugiere que en coyunturas de “crisis securitaria” sectores políticos de carácter progresista o conservador suelen adoptar la retórica de la emergencia securitaria como un cimiento central de legitimidad, cabe preguntar si el mecanismo ritual del linchamiento funcionó como un elemento más de presión para el “cajoneo”/puesta en agenda del tratamiento de la reforma del código penal.
  6. Según el “Informe global de monitoreos de programas noticiosos de canales de aire de la Ciudad de Buenos Aires”, realizado por la Defensoría del Público de Servicios de Comunicación Audiovisual, el tópico preponderante en los noticieros durante 2016 fue “Policiales e inseguridad” (18,7%), seguido de “Información general” (15, 2%) y “Política” (13, 4%). La participación de “Policiales e inseguridad” se incrementó a un cuarto del total si se mide según tiempo y no según cantidad.
  7. Hernández analizó la discursividad en torno de los sucesos conocidos como “linchamientos” que tuvieron lugar en Argentina en marzo y abril 2014 a partir de una selección de notas periodísticas de dos matutinos nacionales.
  8. Por ejemplo, en el denominado “caso Píparo”, hecho en el cual una mujer embarazada fue baleada en el contexto de una salidera bancaria en 2010, las imágenes de las cámaras de seguridad fueron importantes en las dos dimensiones destacadas. Por un lado, las imágenes de las cámaras de video vigilancia del banco en las cuales un hombre observa los movimientos de la mujer mientras “la marca” fueron fundamentales en la construcción dramática del caso. Por otro, las imágenes fueron determinantes en la dilucidación del caso judicial, de hecho ameritaron que se aprobara una ley provincial que valida este tipo de imagen como prueba judicial (Kessler y Galar, 2015).


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