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7 Agroecología y persistencia en el medio rural

Análisis de casos de familias productoras chacareras del centro oeste de Buenos Aires

Gabriela Giordani[1]

Introducción

En la región pampeana argentina se produce el fenómeno conocido como agriculturización, caracterizado por el reemplazo de la actividad ganadera por la agrícola y el desplazamiento de la ganadería a zonas periféricas, donde la agricultura convencional tiene menores rendimientos. Esta situación es acompañada por otro fenómeno llamado sojización, que hace referencia a la preponderancia del cultivo de soja sobre los demás cultivos. Este fenómeno se desarrolla a partir de la introducción de la soja transgénica en el país en los años 90 —luego se expande a otras regiones no pampeanas— y está asociado a la aparición de un paquete tecnológico de siembra directa y al herbicida glifosato. El suceso expuesto ocurre en un contexto económico y político que lo favorece y que también recibe el nombre de ruralidad globalizada (Hernández, 2009), debido a su relación con el mercado internacional (demanda y precios crecientes de la soja) y a las políticas de apertura económica y desregulación ocurridas en esa década en el país[2] (Gras y Hernández, 2013). Las consecuencias de este modelo productivo, basado en la dependencia creciente de insumos y capital, fueron negativas desde diversos puntos de vista. Desde lo ambiental, el monocultivo generó pérdida de biodiversidad y, por lo tanto, pérdida de regulación biótica de plagas y enfermedades (Iermanó et al., 2015), con el consecuente aumento de malezas resistentes al glifosato. La necesidad de dosis cada vez mayores de herbicida produce contaminación en suelos, cursos de agua, agua subterránea, de lluvia, distintos tipos de enfermedades en los aplicadores del producto, en las personas que viven en pueblos rurales y conflictos socioambientales (Alonso, Ronco y Marino, 2014; Giordano, Pérez y Pérez, 2017; Montoya et al., 2018; Sarandón et al., 2015).

Desde un punto de vista social, aumentó la concentración de la tierra y disminuyó el número de unidades productivas. A partir de datos de los Censos Nacionales Agropecuarios (1988-2002) se desprende que, en ese período, la disminución de explotaciones agropecuarias a nivel país fue de 81.000, o sea, un 21 % del total. Al ser los estratos de menor superficie los más castigados en su permanencia, se deduce que las explotaciones familiares fueron las más fuertemente afectadas (Bilello et al., 2011). Luego, los datos del Censo 2018 dan cuenta de una disminución de 83.870 explotaciones respecto del año 2002, lo que muestra la misma tendencia. En distintos ámbitos se justifica el modelo productivo desde el punto de vista económico, con el argumento de que existe la necesidad de aumentar al máximo los bienes exportables y la entrada de divisas al país, necesarias para la producción industrial, dependiente de importaciones. Así, las lógicas del capital global han transformado el sector agropecuario, y han generado así un proceso de modernización técnica e integración al mercado internacional que, desde las últimas décadas, acarrea innumerables consecuencias en los modos de producción y de vida de las familias rurales (González Maraschio, 2011).

Sin embargo, existen en la región pampeana experiencias productivas que se alejan del paradigma anteriormente descripto, en las que predominan las tecnologías de procesos como la rotación y asociación de cultivos. Estos casos generalmente combinan ganadería con agricultura y diferentes cultivos, como trigo, trébol, maíz, girasol, soja, sorgo, avena, vicia, cebada, moha, pasturas y otros (Salembier, Elverdín y Meynard, 2015). También diversifican sus producciones, por ejemplo, con ovinos, cerdos o tambo (López Castro, 2012). En este contexto, algunas variantes alternativas a la producción intensiva en insumos son la agricultura orgánica, de precisión, las buenas prácticas agrícolas, la intensificación sustentable, que son formas que coexisten en los territorios. También está el uso de técnicas mejoradas como “el uso de fertilizantes de liberación lenta, pesticidas de bajo impacto ambiental, tendientes a mejorar la eficiencia de los procesos productivos, pero sin modificarlos” (Tittonell, 2019, p. 236). Como explica este autor, la regulación a partir de leyes que limitan el uso de agroquímicos o la demanda de consumidores por productos sanos cuya producción no resulte prejudicial al ambiente también han motivado la adopción de estas variantes al modelo intensivo. Sin embargo, si las modificaciones no son acompañadas por el rediseño del sistema (por ejemplo, si se continua con el monocultivo), suele ocurrir que no resulten efectivas y sean abandonadas (Tittonell, 2019).

Dentro de esa variedad de experiencias productivas se encuentran aquellas que se denominan agroecológicas y abordan sus producciones favoreciendo procesos naturales y sin uso de insumos químicos. Otros análisis aseguran la existencia —en el contexto del agronegocio— de múltiples experiencias alternativas en la provincia de Buenos Aires que buscan el cuidado del ambiente, un menor uso de insumos y la integración en redes de comercio justo (Palmisano, 2017). Por ello, este artículo indagará sobre las formas en que algunas unidades productivas intentan encontrar un espacio para su desarrollo, inmersas en el escenario descripto. El objetivo es analizar los aspectos socioproductivos de cuatro casos de familias chacareras del centro oeste de la provincia de Buenos Aires, sus estrategias en relación con la agroecología y su persistencia en el medio rural.

Ubicación geográfica y caracterización de los casos a analizar

El trabajo se sitúa en la parte norte del sudoeste bonaerense, en la intersección entre los partidos de Guaminí, Adolfo Alsina y Coronel Suárez, es decir, en el centro oeste de la provincia de Buenos Aires (Mapa 1). Esta zona se corresponde con la interfaz entre la Pampa húmeda y la Pampa seca, y es de clima semihúmedo con suelos de aptitud agrícola variada. La región recibe el impacto de la expansión del modelo antes descripto y presenta tendencia hacia la especialización productiva, aunque con menor intensidad que otras zonas con mejores condiciones ambientales y de suelos para la producción agrícola. Cuando el planteo productivo no es puramente agrícola y generalmente basado en trigo y soja, encontramos sistemas mixtos. Sin embargo, en estos modelos la ganadería muchas veces no se realiza de manera articulada, como sucedía tradicionalmente en sistemas de rotaciones extensivas, sino que suele aparecer a modo de actividades “desacopladas y altamente especializadas, incluso con administraciones independientes” (Viglizzo, citado en Lageyre, 2013, p. 140).

Mapa 1: Mapa de Buenos Aires, provincia ubicada en la parte
centro este de Argentina. Ubicación de la zona de estudio

Fuente: elaboración propia.

Los casos tomados para este estudio comparten los rasgos generales que caracterizan a la unidad productiva familiar en tanto que esta se constituye en el equipo de trabajo y bajo una racionalidad económica particular, en la que incide fuertemente la coincidencia entre unidad de producción y unidad de consumo (Balsa, 2011). Aunque las unidades familiares suelen ser las de menor superficie, en su definición no se considera el número de hectáreas sino la lógica de producción que es aplicada en la superficie de que se dispone.

La agricultura familiar engloba una diversidad de sujetos, como campesinos sin tierra, productores de periurbanos, artesanales, hasta productores capitalizados, chacareros, campesinos y pueblos originarios (Bendini, Preda y Steimbreger, 2019), definiciones todas “que dan cuenta de la heterogeneidad que los caracteriza” (Gras y Hernández, citado en Bendini et al., 2019, p. 2).

Los casos tomados para este estudio tienen características asociadas a la definición de familia chacarera[3], que surge como típica de la región pampeana argentina en el siglo XX; y se diferencia del campesinado por producir esencialmente para el mercado y tener capacidad de acumulación (Muzlera, 2020). El chacarero familiar de los años 60 fue considerado el motor del desarrollo agroexportador de Argentina y en la actualidad este sujeto podría ser la base social para desarrollar un modelo de producción con tecnologías sustentables (Albaladejo y Cittadini, 2017).

Al mismo tiempo, las familias elegidas para este análisis comparten la dimensión identitaria, donde el vínculo con la explotación es uno de los elementos centrales con los que se constituye la identidad chacarera. La explotación, además de ser la principal fuente de ingresos —o la única—, representa un símbolo familiar. Es decir, la historia de cada familia se estructura en una referencia constante y yuxtapuesta a la historia de aquella (Muzlera, 2020).

Estudios en la zona hacen referencia a la reconfiguración y adaptación de estrategias productivas destacando que la diversificación e intensificación son las que posibilitaron, principalmente, la persistencia de las unidades productivas familiares (López Castro, 2012). También sobresale la pluriactividad, la cual abarca “una multiplicidad de opciones que van desde la incorporación de nuevas actividades agrarias y ganaderas diferentes a las tradicionales, hasta la prestación de servicios ajenos a la agricultura y la inclusión de actividades no agrarias en el esquema reproductivo familiar” (López Castro, 2012, p. 70).

Metodología

La metodología se funda en el estudio de caso, cuyo fin es el de construir una base de conocimientos, a partir del acceso a particularidades que permitan una explicación, sin buscar la representatividad de una muestra (Mitchell, 1983). Se realizaron entrevistas semiestructuradas a productores y a informantes locales relacionados, como también recorridas por los campos durante 2019, 2020 y 2021.

En función de los recursos disponibles, se eligieron cuatro casos del centro oeste de la provincia de Buenos Aires que comparten algunas características, como la tradición agropecuaria (sus padres y abuelos también eran productores en las tierras que ellos hoy trabajan), que las tareas se organizan dentro del grupo familiar y que son productores mixtos, es decir que todos tienen animales y cultivos.

La recorrida de los campos y la observación de algunas actividades diarias permitió una mayor comprensión de los procesos estudiados y la complementación de la información relevada del discurso. El contacto con los técnicos extensionistas que trabajan a diario con ellos resultó una fuente de información y de intercambio muy valiosa.

Se siguieron los pasos propuestos por Valles (1997) con la información recolectada: 1. delimitación de los fragmentos textuales referidos a variables relacionadas a la cuestión a investigar; 2. agrupamiento de los fragmentos de una misma variable; 3. interpretación; 4. organización de las variables de manera coherente. Por otro lado, se consultaron documentos y bibliografía relacionada con el tema con el fin de darle un encuadre teórico al análisis a partir de elementos de trabajos de otros autores que lo enriquecen.

Descripción de los casos

A continuación, se describe resumidamente cada caso de estudio en cuanto a la composición familiar, la trayectoria en la actividad agropecuaria, las formas de manejo y sus miradas sobre los paradigmas productivos.

Caso 1

Se trata de un matrimonio que vive en el campo y sus dos hijos, que viven en el pueblo. La superficie es de 675 ha propias y 400 alquiladas. Poseen maquinaria, instalaciones, dos casas en buen estado. Producen trigo y manejan 590 bovinos para cría e invernada, también tienen 20 equinos y animales menores (ovinos y gallinas) para consumo propio. Ambos hijos son profesionales (agrónomo y veterinario) y realizan trabajo extrapredial; el primero es contratista y presta servicios en campos de la zona, el segundo trabaja en una empresa de comercialización de hacienda. En cuanto a la trayectoria familiar, el campo es heredado y tenía originalmente más de 2.000 ha. El productor lo comenzó a trabajar cuando tenía quince años, sus dos hijos crecieron allí y fueron a una escuela rural, lo que denota una inserción en la comunidad local de muchos años. Comentan que en el año 1983 participaron de la fundación de un centro tradicionalista en Carhué y hace treinta y seis años que se viene haciendo una jineteada anual y desfiles en distintos pueblos de los que forman parte. Además, el productor participó durante treinta y cinco años en el Consejo de Administración de la cooperativa local y actualmente está en la cooperadora del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria y uno de los hijos participa en un grupo de producción de carne a pasto.

En cuanto al manejo productivo, el 60 % de la superficie es apta para agricultura y el 40 % posee pasturas y pastizal natural; se realizan rotaciones de cultivos y animales en los distintos lotes y se observa la diversificación y rotación de cultivos como estrategia de manejo. Usan agroquímicos solo en ocasiones puntuales. Sobre los paradigmas de producción, la familia enmarca su sistema en la llamada producción de carne a pasto, en la que los animales no están encerrados; pastorean los lotes que dividen con alambrado eléctrico y así distribuyen la bosta que sirve de fertilizante, al mismo tiempo que controlan las malezas con el mismo pastar de los animales: “éste es un manejo opuesto al del ‘feedlot’” (hijo de productor, Adolfo Alsina, 2020).

No consideran que su forma de producción sea agroecológica; no confían en esa mirada y no participan de jornadas que se realizan en la zona sobre el tema. Sin embargo, tampoco se guían por los lineamientos del modelo de la agriculturización:

Yo veo mucho abandono en los campos, tapera, no hay alambres, no hay corrales, los empezaron a arrendar para agricultura y eso hizo que no se reinvierta y este no es ese caso, no es un caso promedio de la zona. (Productor padre, Adolfo Alsina, 2020)

Caso 2

Se trata de un matrimonio que vive en el pueblo (Coronel Suárez), al momento de la entrevista, al igual que sus dos hijos, quienes no se dedican al campo. La superficie es de 50 ha propias y 50 ha alquiladas a la hermana del productor. Poseen 73 vacas y 200 ovejas y producen para la venta terneros y corderos. Siembran pasturas a base de cultivos como festuca, cebada, alfalfa y sorgo. Poseen un mínimo de instalaciones y maquinaria, y la casa donde el productor creció se encuentra inhabitable. En cuanto a la trayectoria familiar, el campo era de su bisabuelo, la familia lo fue heredando con las consecuentes divisiones. Por algunos años estuvo alquilado: “había sido mal rotado; estaba descuidado” (productor, Coronel Suárez, 2020).

Al morir su padre, el productor lo volvió a poner en producción. Luego se transformó en un establecimiento muy visitado donde se hacen jornadas de intercambio sobre el manejo productivo que realiza. El productor ha participado de grupos de pares; es asesorado por el INTA y esto le permite adquirir conocimientos que aplica en su producción. En cuanto al manejo productivo, se dedicó a mejorar los suelos degradados a partir de un trabajo minucioso por parcelas. Redujo el tamaño de los lotes y aumentó la carga animal, intensificando la producción. Dejó de usar paulatinamente fertilizantes y herbicidas, cambiando tecnologías de insumos por tecnologías de procesos:

el desperdicio (bosta) va quedando (en el suelo) tanto de las ovejas como de las vacas, el pisoteo de las malezas nos hizo bajar muy rápidamente los herbicidas. (Productor, Coronel Suárez, 2020)

Sobre los paradigmas de producción, al igual que el caso anterior, este productor no se considera agroecológico ni confía en quienes hablan de agroecología; apunta su manejo a lo que él conoce como intensificación sustentable, ya que intenta producir más kilos en menor superficie, conservando los recursos naturales. El técnico de INTA que acompaña al productor comenta:

En la zona lo común es lo agrícola ganadero, más lo agrícola y ahí está la soja. En la soja trabajás dos meses en el año y cosechas y la hacienda está encerrada en corrales. Ese es el planteo común, entonces, cuando ven lo que hace él en el campo, dicen: “yo todo ese laburo no lo hago”. Eso es correr el eléctrico, trabajar con parcelas chicas, respetar los crecimientos, observar la biología, estar mucho más encima de la producción de materia seca, de pasto. Hoy pasto no produce nadie, casi nadie, acá en esta zona, compran balanceado, están semiestabulados, a lo sumo salen a comer un verdeo o un rastrojo, y vuelven al corral. Pero al momento de mostrarlo surgen cosas que les hacen pensar. (Técnico de INTA, Coronel Suárez, 2020)

El productor comenta que en la actualidad pudo volver al campo:

arreglamos la casa que era de mi familia y estamos más tiempo acá, que es donde nos gusta. (Productor, Coronel Suárez, 2022)

Caso 3

Se trata de un matrimonio joven que vive en el pueblo (Guaminí), al momento de la entrevista, con su hijo de corta edad. Tienen 50 ha propias y 40 ha en arreglo con un vecino (a cambio de mantener los alambrados de este último en buen estado). Ambos tienen trabajo extrapredial en el pueblo y un ayudante que va a porcentaje en algunas de las producciones. Tienen 50 vacas para cría, 10 vacas cruza de jersey y holando para tambo, un toro, ovinos y cerdos para autoconsumo y venta. Algunos años siembran trigo. También producen para los animales avena, vicia, cebada, pasturas. Poseen un mínimo de instalaciones y maquinaria. En cuanto a la trayectoria familiar, el campo es heredado de su tatarabuela, que lo cambió por una parcela que adquirió por el sistema de colonias y se fue dividiendo por sucesiones familiares. En la década de los 90 comenzó un proceso de cambio tecnológico y productivo. El productor recuerda que, en la época de sus abuelos, hacían tambo de un solo ordeñe y, “como en toda chacra, se criaba de todo” (Productor, Guaminí, 2020). El sistema los fue llevando y de un ordeñe pasaron a tambo mecanizado de dos ordeñes y a vacas de mejor genética, después se pusieron a sembrar y vendieron el tambo, luego pasaron varios contratistas. En el año 2013, el matrimonio se hizo cargo del campo y hace unos años comenzaron a aplicar la agroecología. Organizaron parcelas para hacer pastoreo rotativo con alambrado eléctrico. Se mantiene la cobertura y diversidad vegetal, a través del manejo del pastoreo y la intersiembra de pasturas y pastizales degradados. Siembran trigo junto con trébol, cuando cosechan el trigo les queda el trébol ya sembrado, lo que les permite ahorrar gasoil y disminuir el pasaje de maquinaria por el lote. Les resulta importante la observación del estado del suelo, de su biología, “la bosta la degradan rápidamente los escarabajos estercoleros; son un indicador de que el suelo está con vida” (productor, Guaminí, 2020).

Se consideran agroecológicos, aunque el productor reconoce que al principio no confiaba en esta forma de producir, hasta que escuchó charlas técnicas y conoció experiencias como las de La Aurora en Benito Juárez, provincia de Buenos Aires, y Naturaleza Viva en el norte de Santa Fe.

Se siente muy motivado por la idea de vivir en el campo y del campo, como también por formar grupos de productores con los cuales poder intercambiar ideas y ayudarse mutuamente para potenciar las producciones de cada uno, como pasa con el grupo al que hoy pertenece y con el cual han avanzado en proyectos conjuntos para la mejora de la producción, el agregado de valor, el fomento a la producción agroecológica, una ordenanza municipal en ese sentido y la realización de jornadas de agroecología que trascienden las fronteras zonales. En el año 2022 el matrimonio con su hijo se mudaron a la casa en el campo, ya que los menores costos y las mejoras productivas les permitieron hacer habitable la vivienda familiar, aunque aún no tienen luz eléctrica.

Caso 4

Se trata de un matrimonio que vive en el campo. Tienen tres hijos independientes con sus propias familias, que viven en el pueblo de Guaminí. Uno de los hijos trabaja con los padres en el campo. Son 75 ha heredadas de una superficie mayor que se fue dividiendo por sucesiones familiares. No tienen empleados. Tienen 110 vacas para cría y para tambo y siembran trigo. También producen cerdos, ovejas, gallinas, huerta para consumo propio y venta. Tienen ingresos extraprediales (jubilación del matrimonio y un negocio en el pueblo). Poseen un mínimo de instalaciones y maquinaria. En cuanto a la trayectoria familiar, la familia siempre vivió en el campo, los hijos fueron a estudiar el secundario a una localidad vecina y uno de ellos volvió como técnico agrónomo a trabajar en el campo. Encuentran muy positivo vivir allí sobre todo desde que tienen luz (año 2003). El productor (padre) es socio de la cooperativa agrícola ganadera de Guaminí y el hijo está en Federación Agraria, “pero no hacemos nada, estoy más cerca de la UTT, creo que tiene más que ver con nosotros”. El hijo participa activamente del grupo de productores del Centro de Educación Agraria de Guaminí, que promovió entre otras acciones la generación de una ordenanza municipal de regulación del uso de agroquímicos. En cuanto al manejo productivo, ponen atención a las rotaciones, asociación de cultivos y la alimentación de los animales es principalmente a pasto. Los van rotando por los lotes del campo, sin sobrepastorear ni dejar enmalezar. Hacen intersiembras en pasturas degradadas y pastizales con el fin de renovar el recurso forrajero sin mover el suelo y aprovechando lo que queda y los rebrotes. Algunos años también siembran cebada para grano (para la venta y consumo animal) y pasturas. Tienen algunos lotes con avena y vicia. Siembran trigo consociado con pastura, al cosechar les queda la pastura abajo y el gasto de combustible es uno solo para los dos cultivos, además de tener los beneficios asociados a la biodiversidad. No pulverizan hace tres años, por lo tanto, ya no contratan maquinaria. Se considera agroecológico y, como el caso anterior, a partir de formar parte del grupo de productores del Centro de Educación Agraria de Guaminí, lograron despojarse de la idea de producir con químicos necesariamente. Este tipo de manejo les permite disminuir el riesgo, no endeudarse y mejorar el ingreso familiar.

Estamos buscando variedades viejas, vamos a probar un trigo de ciclo largo y alto, voluminoso, para que tape a la maleza y puedas cosechar arriba, los trigos de hoy tienen poca hoja (…) nosotros no le echamos fertilizantes, hemos sacado 2500 o 3000 kilos, pero de lotes que están así no más, el margen bruto es bárbaro porque los costos son bajísimos, un poco de gasoil y nada más. Y después de 2 años de avena vicia tuvimos trigo de 4500 kilos sin nada, yo con 3000 me conformo. (Hijo de productor, Guaminí, 2020)

La información recolectada relaciona características de cada caso en función de la historia familiar, el manejo productivo y las posibilidades de permanencia, desarrollo y arraigo en el medio rural.

Relación entre historia familiar y manejo predial

Durante las entrevistas surgen naturalmente de la historia familiar anécdotas referidas a los antepasados en momentos en que adquirieron los campos. El discurso se relaciona con un vívido pasado chacarero de una época donde se instalaron colonias en la zona y algunos de ellos (sus abuelos) comenzaron a ser propietarios a partir de esa política de ocupación territorial del siglo pasado. Dos de ellos están asociados a Federación Agraria, organización gremial tradicional del chacarero (Bidaseca y Lapegna, 2006 y Grela, 1985, citados en Muzlera, 2020), aspecto que también les otorga socialmente una identidad chacarera y que se suma a lo identitario planteado por Muzlera (2020), sobre el fuerte vínculo de este sujeto con la explotación como símbolo familiar. Otra idea que transmiten los entrevistados es la de mucha felicidad por vivir y trabajar en el campo, como también la preocupación por los momentos en que han visto sus parcelas degradadas y poco productivas. Se observa que las estrategias que implementan no se orientan solamente por el logro de un beneficio económico, sino que además persiguen objetivos de consumo, vivienda y trabajo; esto refleja lo expresado por varios autores (Balsa, 2011; López Castro, 2012) sobre la relación estrecha entre objetivos de producción y familiares. En este sentido, se destaca que los cuatro entrevistados poseen producción para autoconsumo, consideran el campo como lugar para vivir y brindan trabajo familiar y a veces también extrafamiliar.

En cuanto a la estrategia de trabajo extrapredial, si bien se enmarca en esquemas diversificados de producción y captación de ingresos (López Castro, 2012), se observa diferencia entre los casos. Para el primero, la diversificación y la pluriactividad no son, como señalan Bendini et al., estrategias de supervivencia frente a la vulnerabilidad, sino que se presentan “como opciones de senderos para la acumulación” (2019, p. 27). A su vez, el caso 1 se acerca a lo planteado por Moreno (2017), en referencia a la utilización parcial de estrategias propias de empresarios familiares, como es la prestación de servicios a terceros por haber adquirido maquinaria para ello. Los casos 2, 3 y 4, si bien poseen menos capital que el primero, consideran el ingreso extrapredial como un complemento de los ingresos prediales.

En estas unidades, el poco cuidado de los recursos naturales afectaría los objetivos del sistema familia-explotación como también su identidad chacarera. Se encuentra presente la idea de perdurar como establecimiento, de mantener su base productiva con el fin de seguir usufructuándola en el presente y en el futuro. Con esos objetivos, las prácticas de manejo que adoptan se refieren a la rotación espacial y temporal de los animales en cada lote, con el fin de respetar los ciclos biológicos de las plantas en pos de su recuperación y perdurabilidad, y de conservar y mejorar la fertilidad del suelo. Al igual que en otros trabajos (De Nicola, Cloquell y Gonella, 2012), se observa, además, que el manejo sustentable de los recursos naturales es incorporado por la oportunidad que representa para disminuir costos y el uso de energía.

Relación entre manejo predial y agroecología

En la zona de este estudio, los casos analizados muestran que sus estrategias de manejo predial les permiten mantenerse en los márgenes del modelo hegemónico (Gras y Hernández, 2013). De sus discursos se desprende esa marginalidad como algo positivo; no ven el agronegocio y la agriculturización como un modelo a seguir y, al contario, observan a su alrededor los problemas que tienen quienes toman sus premisas.

Se encuentran similitudes en los manejos prediales de los cuatro casos y si se consideran las prácticas que implementan, se puede decir que se enmarcan en los planteamientos generales de la agroecología. El cuidado de los recursos naturales se relaciona no solamente con su perdurabilidad, sino también con la búsqueda de autonomía al disminuir la dependencia en el uso de insumos externos y buscar el reciclado interno de los nutrientes. Así, encontramos en estos casos diferencias planteadas para la generalidad de este sector en cuanto a su persistencia basada en la “sobreexplotación de sus recursos naturales y humanos…, descapitalización de la unidad productiva, pérdida de patrimonio familiar y de degradación de los recursos no renovables” (Gras y Hernández, 2013, p. 59). Por otro lado, a diferencia de otros estudios realizados con unidades productivas que se encuentran más cerca de la lógica empresarial (Moreno, 2017), la identificación social y la trayectoria familiar sí influyen sobre el perfil productivo o de organización de la producción de estos casos.

En este sentido, se observa que existe relación entre la pertenencia a un grupo de productores y una visión de desarrollo territorial. Si bien los cuatro entrevistados tuvieron la experiencia de estar en estos grupos y son muy activos en cuanto a la participación en instituciones relacionadas al campo, tuvieron distintas experiencias. El caso 2 fue parte de un grupo durante varios años, formado principalmente por productores de tipo empresarial y asesorados con un enfoque agronómico convencional. El caso 1 pertenece a un grupo, con productores no necesariamente de la zona, que se centra en cuestiones técnicas productivas primarias sobre la producción de carne a pasto. Los casos 3 y 4 integran en la actualidad un grupo que tiene la particularidad de estar formado por productores familiares del lugar y que tienen un asesoramiento con enfoque agroecológico. En los discursos de estos dos casos se observa un relato referido a la localidad en el sentido de la complementación necesaria entre productores, en pos de mejorar la producción, el agregado de valor, la comercialización, el abastecimiento local de alimentos sanos generados en el propio territorio, como también se expresa la valoración de lo cultural local, en el caso 1. A su vez, en el centro de Buenos Aires, Balda (2019) encontró que estos productores y sus grupos son sostenedores de una amplia red comercial de los pueblos del interior, y cuando les va mal esto repercute en muchos rubros de su comunidad.

Las distintas trayectorias han llevado a que los casos 3 y 4 adopten explícitamente el enfoque de la agroecología en su manejo predial, y a que los casos 1 y 2 se inclinen por enfoques que puntualizan en la intensificación productiva (caso 2) y el manejo a pasto o a campo (caso 1).

Relación entre prácticas productivas y posibilidades de permanencia, desarrollo y arraigo en el medio rural

Las prácticas de manejo mencionadas por los cuatro casos hacen referencia a los beneficios de estas sobre todo en aspectos económicos y ambientales. Se menciona el cuidado del suelo como base para un sistema productivo floreciente y la disminución de uso de agroquímicos para mejorar la vida del suelo, además de reducir costos. No les interesa tanto obtener altos rendimientos, sino que los márgenes brutos cierren positivamente. A su vez demuestran inserción en la comunidad por su historia en el lugar que fortalece lazos que contribuyen a las mejoras en general. Este vínculo que se establece con la naturaleza y el entorno local redunda en procesos de desarrollo y arraigo; como también la posibilidad de mejorar sus ingresos les permite realizar las mejoras necesarias para poder vivir en y del campo. Se observa que luego de un período las dos familias que no vivían en el predio lo lograron en el último año.

Conclusiones

El análisis realizado permite reconstruir las experiencias de cuatro casos de unidades familiares del centro oeste de la provincia de Buenos Aires, su relación con la agroecología y las posibilidades de permanencia, desarrollo y arraigo en el medio rural, en un contexto caracterizado por la hegemonía de la agriculturización, el agronegocio y la disminución de unidades productivas de tipo familiar. Los casos se identifican con la figura de chacareros: este sujeto que no terminó por transformarse en empresario y tampoco abandonó la actividad. Sus trayectorias familiares permiten observar que su pasado, en relación con el vínculo generado con la tierra y con el espacio social de la comunidad, sigue latente, por lo que el cuidado de los recursos naturales es indispensable para cumplir los objetivos no solo de la unidad familia-explotación (fuente de ingresos, trabajo y vivienda), sino también para mantener su capital simbólico asociado a dicha identidad. También es importante el recorrido de cada uno en cuanto a la formación, es decir, las experiencias con el asesoramiento técnico, el intercambio con pares y el conocimiento de experiencias variadas en cuanto al manejo de la producción. Así, solamente quienes conocieron presencialmente experiencias de pares con manejo agroecológico adoptaron este enfoque explícitamente. Además, los dos casos que integran un grupo y son asesorados en agroecología tienen una visión general integral de su explotación con el entorno. Se ven a sí mismos como parte de un sistema agroalimentario, y esto les permite pensar más allá de la producción predial. La idea de desarrollo territorial que surge de esta visión potencia redes de intercambio entre distintos actores y las redes de intercambio traccionan políticas municipales, como es el caso de las ordenanzas de regulación de agroquímicos y de fomento a la producción agroecológica sancionadas en Guaminí.

Se observan principios de la agroecología en los cuatro casos, sobre todo en lo referido a la búsqueda de autonomía, la promoción del uso interno de los recursos naturales, su reciclado y circulación, que redundan en la disminución del uso de insumos externos como los agroquímicos. Distintas miradas sobre lo territorial, pero con objetivos similares: permanecer, vivir en el campo y del campo, para lo cual es indispensable cuidar los recursos naturales. Por ello, intencionalmente o no, estos productores pueden ser considerados ejemplos de persistencia en un contexto caracterizado por la prevalencia de la tecnología de insumos y el abandono de la actividad de las unidades familiares.

Estas familias productoras hoy parecen en silencio y poco abordadas desde las políticas públicas quizá por no ser de las más necesitadas o en estado de subsistencia. Sin embargo, son las que desde varias generaciones atrás producen alimentos, ocupan el territorio, generan dinámicas económicas y culturales; no entraron en el modelo de intensificación basado en insumos y entonces están mucho más cerca de lo que propone la agroecología. Su arraigo territorial propicia el desarrollo sustentable y viceversa, su forma de desarrollo permite su arraigo y permanencia. Por eso, este tipo de productores también requiere del acompañamiento con políticas públicas a través de la generación de estructuras que permitan y potencien su desarrollo integral.

Agradecimientos

A las familias productoras que participaron del trabajo, a Marcelo Schwerdt, a Emanuel Lageyre y a Dario Morris por su tiempo y predisposición.

Referencias

Albaladejo, Ch. y Cittadini, R. (2017). “El productor silencioso: destino del gran actor de la modernización de los años 1960-70 en la actual copresencia de agriculturas de la región pampeana argentina”. Pampa, 16, 9-34. https://doi.org/10.14409/pampa.v0i16.6949.

Alonso, L., Ronco, A. y Marino, D. (2014). “Niveles de glifosato y atrazina en aguas de lluvia de la región Pampeana”. V Congreso SETAC ARG.

Balda, S. (2019). La racionalidad de los productores ganaderos tradicionales en la gestión de sus establecimientos. El caso del partido de Azul (Tesis de Maestría). Universidad de Buenos Aires.

Balsa, J. (2011). “Notas para la caracterización de la agricultura familiar”. VII Jornadas Interdisciplinarias de Estudios Agrarios y Agroindustriales. Buenos Aires.

Bendini, M., Preda, G. y Steimbreger, N. (2019). “Producciones familiares capitalizadas en un contexto de cambio agrario”. Pampa, (20), e0009. https://doi.org/10.14409/pampa.2019.20.e0009.

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  1. Instituto de Investigación y Desarrollo Tecnológico para la Agricultura Familiar Región Pampeana, Centro de Investigación y Desarrollo Tecnológico para la Agricultura Familiar, Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria. giordano.gabriela@inta.gob.ar.
  2. Las políticas se refieren a las medidas neoliberales de retraimiento del Estado en sus funciones reguladoras (eliminación de la Junta Nacional de Granos, Junta Nacional de Carnes, entre otros). Se dejaron de lado políticas proteccionistas y redistributivas, se eliminaron impuestos a las exportaciones, se privatizaron empresas de servicios y desmantelaron institutos públicos de apoyo técnico al agro (Gras y Hernández, 2013).
  3. Esta es una “categoría nativa (habitualmente usada como sinónimo de colono debido al origen de estos sujetos) referida a aquellos encargados de las chacras. La chacra es el nombre con el que, en la región pampeana, suele denominarse a una unidad productiva relativamente reducida —en relación a la estancia— en la cual vive el productor con su familia. Allí, desde sus orígenes y hasta las décadas de 1960 y 1970 se superponían los espacios productivos y reproductivos. Hasta entonces en las chacras se producían principalmente alimentos (trigo, maíz, girasol, ganado) orientados al circuito mercantil nacional e internacional pero también productos destinados al consumo hogareño o comercio informal en pequeña escala (porcinos, aves de corral, elaboración de alimentos lácteos, etc.)” (Muzlera, 2020, p. 310).


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