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Presentación

Ana Paula Galer[1], Mercedes Ejarque[2], Daniela Mathey[3] y Luciana Muscio[4]

A lo largo de la historia, las áreas rurales de Argentina han sido centrales en el desarrollo socioeconómico nacional. Se destaca su rol en la provisión de alimentos, textiles y otros productos básicos para la reproducción de la vida de la población, que fue definiendo la configuración de las economías regionales y su inserción en el sistema agroalimentario mundial proveyendo divisas que contribuyen a financiar nuevas actividades y servicios en las áreas urbanas (Teubal, Domínguez y Sabatino, 2005). Asimismo, son espacios de reserva de bienes naturales y biodiversidad, en donde habitan comunidades, pueblos originarios y distintos colectivos de migrantes que llegaron en diferentes momentos históricos en búsqueda de mejora en sus oportunidades y condiciones de vida (Aparicio y Benencia, 2016). No obstante, los espacios rurales históricamente presentaron situaciones más adversas que las urbanas respecto al acceso y la calidad de las infraestructuras y servicios (Mikkelsen, 2007; Cerdá y Salomón, 2017). Esta situación se agrava con las transformaciones recientes de los espacios rurales y de las actividades agropecuarias, lo que reproduce las desigualdades, reduce la calidad de vida y, con ello, el arraigo (Mikkelsen y Velázquez, 2010; Sejenovich, 2014). En ese sentido, las fluctuaciones climáticas tienen un impacto directo sobre su resiliencia y adaptabilidad, se tornan vulnerables y con escasa disponibilidad de tecnologías apropiadas para enfrentar dichos fenómenos y mejorar las condiciones productivas y de habitabilidad. El avance desordenado del sector urbano/industrial sobre el rural, con pérdida de tierras fértiles y unidades productivas, sumado a la falta de infraestructura (caminos, conectividad) y la dificultad en el acceso a los recursos y bienes naturales, afectan las condiciones sociales y de producción de las familias y debilitan los sistemas agroalimentarios locales y regionales. Estas transformaciones han impulsado la reducción de la población rural: entre los años 1947 y 2010 Argentina pasó de 6 a 3,6 millones de habitantes rurales, que significaba casi el 9 % de la población total del país (Sili, 2019). Estos movimientos se produjeron desde el campo a las ciudades, pero también desde las áreas dispersas a pequeños parajes y poblados.

Esta tendencia puede ser matizada a partir del movimiento de población urbana que se asienta en la ruralidad en búsqueda de espacios con mayor contacto con la naturaleza, disponibilidad de tiempo y posibilidades para el desarrollo de nuevas actividades. Mejoras en las comunicaciones y los transportes contribuyeron a estos procesos, así como el desarrollo de tecnologías para mejorar o cubrir los históricos déficits en el hábitat rural que se habían señalado (Sili, 2019).

Sin embargo, en la ruralidad siguen observándose indicadores más desfavorables en relación con la calidad de vida. Según datos del último Censo Nacional de Población, Hogar y Vivienda (CNPHyV. Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, 2010), en áreas rurales los valores de calidad insuficiente de las viviendas son mayores que en las urbanas respecto a la calidad constructiva de la vivienda (13 % en zonas urbanas, 28 % en rural agrupada y 56 % en la no agrupada) y a conexiones a servicios básicos (21 % en urbana, 32 % en agrupada y 80 % en no agrupada). También las necesidades básicas se encuentran más insatisfechas: 8 % de los hogares en áreas urbanas tienen al menos un indicador de NBI, mientras que en lo rural agrupado alcanza el 11 % y en lo no agrupado casi el 22 %. En la zona rural dispersa también se encuentran dificultades para el acceso al agua (18 % de los hogares dependen de transporte por cisterna, de las precipitaciones o de fuentes de agua), a cloacas (2 % tienen acceso) o dependen de leña o carbón para cocinar (30 %). Asimismo, como afirma Mikkelsen (2020), estas condiciones de vida son desiguales entre las distintas áreas rurales del país, como reflejo de procesos sociales, económicos y de políticas que se han implementado en cada lugar. También en la ruralidad (como en los ámbitos urbanos) las mujeres presentan condiciones de desigualdad respecto a los varones (Biaggi, Canevari y Tasso, 2007; Riveiro y Ejarque, 2016). En un sentido similar, Sili, Fachelli y Meiller (2016) muestran que las condiciones socioambientales, incluyendo las oportunidades educativas, el tipo de hábitat y el contexto familiar son factores que influyen sobre la permanencia de los jóvenes en la ruralidad y sobre la continuidad de las actividades agropecuarias.

Frente a estas condiciones, las familias productoras desarrollan estrategias para resolver sus necesidades y mantenerse en la actividad y en sus territorios. Estas estrategias tienen objetivos diversos (educativos, migratorios, de base tecnológica, de asalarización, pluriingreso o diversificación productiva, entre otros) y pueden ser individuales, familiares o implicar la conformación de organizaciones colectivas (López Castro, 2009; Muscio, 2014; Galer, 2015), lo que muestra la flexibilidad de los modos de organización de las familias productoras (Cloquell et al., 2007). También depende de cuáles se lleven a cabo según la composición de las familias, el momento del ciclo de vida que estén atravesando y las condiciones sociales, económicas, culturales y políticas del contexto (López Castro, 2009).

El Estado también ha desarrollado acciones y políticas destinadas a estas familias, principalmente centrando la mirada en su rol en las actividades económicas y agropecuarias en particular (Mikkelsen, 2020), aunque contemplando escasamente la heterogeneidad social de los espacios rurales (Schejtman y Berdegué, 2003). Con el foco puesto en el arraigo, Craviotti, Butarelli y Vértiz (2018) sostienen que puede producirse de diferentes maneras en la ruralidad, ya sea con relación a la actividad agropecuaria, respecto al campo entendido como modo de vida y de trabajo, o al territorio como espacio donde predominan relaciones sociales de proximidad en la producción, el consumo, la vida social y la residencia. En esta línea se exige que las propuestas de desarrollo favorezcan una vida rural atractiva, con oportunidades para los jóvenes y digna para todos sus pobladores, atendiendo especialmente a desigualdades de género e interculturalidad (Gutiérrez, 2014; De Arce, 2021; Trivelli y Berdegué, 2019). Por lo cual, el diseño y gestión de tecnologías y políticas para mejorar la calidad de vida debe considerar la mirada y la participación de los sujetos involucrados. También es fundamental el acompañamiento en el fortalecimiento de las organizaciones, la formación de referentes y para la gestión integral de recursos con perspectiva de género en pos de favorecer el arraigo rural.

En este marco, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) desarrolló entre octubre de 2019 y marzo de 2023 un proyecto de carácter nacional denominado “Abordaje integral para la mejora de la calidad de vida: el hábitat y las condiciones socioproductivas para el arraigo de las familias productoras”[5]. Al hablar de familias productoras, donde coexisten territorialmente los espacios de vida, producción y trabajo, el abordaje integral de la calidad de vida implica trabajar tanto en el hábitat como en las condiciones socioproductivas. Por ello se planteó como objetivo general

contribuir a mejorar la calidad de vida a través del acondicionamiento del hábitat con la implementación de tecnologías apropiadas, el fortalecimiento de los espacios socio-productivos y el aporte a la generación de políticas públicas que promuevan el arraigo para la agricultura familiar y comunidades de diferentes regiones del país.

Por su injerencia nacional, participaron más de 150 agentes distribuidos en distintas Agencias de Extensión Rural (AER) y Estaciones Experimentales Agropecuarias (EEA) de INTA, que fueron desarrollando actividades junto a las familias y otros actores del territorio en diferentes parajes, localidades y regiones del país (INTA, 2022). Se abordaron aspectos vinculados a la caracterización socioproductiva, a las estrategias familiares y a los modos de organización colectiva; a la capacitación en modalidades de gestión y procesos normativos; al análisis de las condiciones y características sanitarias; y al desarrollo de tecnologías destinadas al hábitat y la producción. El alcance de estas propuestas ha sido diverso, contempla principalmente las familias productoras (81 %), personal del INTA y otros organismos afines (31 %), público en general (24 %), funcionarios de organismos públicos (19 %), estudiantes (17 %) y la comunidad científica (14 %) (INTA, 2021). La mayoría de las actividades relevadas (68 %) se realizaron en conjunto con otras instituciones, entre las que se incluyen organismos nacionales y provinciales vinculados al agro, de ciencia y técnica, de salud, municipios y organizaciones de productores, sociales y políticas. Esto muestra un balance entre la adopción de distintas estrategias de investigación y esquemas de extensión, y pone en valor las capacidades sociotécnicas y las buenas articulaciones y equipos de trabajo interdisciplinarios que permitieron abordar las temáticas técnicas.

Desde el equipo de gestión del proyecto se propuso el diseño de una publicación que contribuya a la difusión de conocimientos y experiencias que reflexionen sobre las temáticas abordadas. Para ello, a mediados de 2022 se convocó a los participantes a presentar estudios empíricos, sistematizaciones y relatos de experiencias. Estos tenían que ser realizados desde un abordaje integral de la calidad de vida donde se incluyeran, por ejemplo, estudios sobre estrategias de reproducción social, las condiciones productivas, sanidad, hábitat rural, y cuestiones vinculadas al asociativismo y el fortalecimiento organizacional. Los trabajos presentan un abordaje de carácter situado y participativo, considerando las propias voces de los actores en el territorio para indagar acerca de los condicionamientos y déficits que presentan las familias en áreas rurales y periurbanas. Cabe aclarar que algunos de los capítulos se basan o son readaptaciones de artículos ya publicados en revistas académicas o en comunicaciones presentadas en eventos científicos. Por último, si bien los capítulos responden a alguno de los objetivos del proyecto y brindan una imagen sobre las distintas dimensiones de la calidad de vida y las condiciones socioproductivas, se han respetado los estilos de escritura propios de cada autor, autora o grupo de trabajo y los marcos conceptuales y enfoques metodológicos de las disciplinas y trayectorias de las que provienen.

Organización del libro

A los fines de su presentación y en función de las temáticas abordadas, esta publicación se organiza en dos partes. La primera se compone de siete capítulos que abordan estudios de casos donde se analizan las condiciones socioproductivas, prácticas y estrategias de las familias productoras de distintas regiones del país. La segunda parte sistematiza, en ocho capítulos, experiencias de intervención territorial en relación con dimensiones específicas de la calidad de vida y el arraigo rural. En ellos se describen los procesos de organización que han atravesado diversos colectivos y se reflexiona sobre cómo se pueden desarrollar políticas específicas y modos de trabajo conjuntos que sean acordes a las lógicas, saberes y formas de organización propias de la agricultura familiar.

Primera parte: condiciones socioproductivas, prácticas y estrategias de las familias productoras

En la investigación “Habitar y producir en el Área Natural Protegida El Tromen, Neuquén”, Lammel, Ejarque, Preda y Pasetto se propusieron caracterizar la producción familiar en dicha área natural protegida del norte neuquino, reconstruir las trayectorias y describir las condiciones del hábitat de las familias de estos parajes. A través del análisis de entrevistas y del vínculo con las familias y otros actores, este trabajo aporta una caracterización de las formas de habitar un territorio poniendo en valor la trashumancia que realizan estas familias que crían ganado y realizan prácticas de arreo hacia diferentes áreas según la estacionalidad.

El artículo de Mathey y Lafalla, “Características y perspectivas de la horticultura del cinturón verde de Guaymallén, Mendoza: ¿ni una chacra va a quedar?”, se inscribe en la línea de estudios que analizan la persistencia y reestructuraciones de espacios agrícolas periurbanos. Situado en los establecimientos hortícolas de Guaymallén, el trabajo aborda las características de los productores y sus percepciones sobre su situación actual y futura en la actividad, así como cambios en su entorno. Se identifican productores que describen el avance urbano a partir del uso residencial y el acceso a servicios que mejoran su calidad de vida. Por otra parte, se constata la significación de pobladores de origen boliviano en la configuración del territorio hortícola, quienes han tenido una estrategia de expansión de la superficie implantada en los últimos años a través del arriendo y, al igual que en otros sitios similares del país, son quienes se proyectan en una mejor posición a futuro en la actividad hortícola.

En continuidad con el trabajo en otras áreas hortícolas, en el artículo “Diseño participativo para la mejora del hábitat. Un módulo sanitario para las familias del Cordón Hortícola de La Plata, Buenos Aires”, presentado por Muscio, Viegas, San Juan, Córdoba y Reynoso, se analizan las condiciones sanitarias en el periurbano platense desde el análisis de la vida cotidiana de las mujeres productoras y se presenta la estrategia de diseño participativo de un módulo sanitario para el aseo personal e higiene, junto con las organizaciones del sector. Las y los autores plantean que se observa una concentración de la producción hortícola bonaerense, señalando que en los partidos de La Plata, Florencio Varela y Berazategui el contexto de trabajo y de vida de las familias horticultoras se lleva adelante bajo la explotación de las y los trabajadores de la tierra, quienes viven en condiciones de precariedad e inestabilidad en cuanto a la propiedad, en un hábitat que afecta su calidad de vida y, en particular, la de las mujeres e infancias.

Estas dimensiones objetivas de la calidad de vida, como otras de carácter subjetivo, son analizadas también en la investigación “Calidad de vida y estrategias de familias ganaderas en la meseta central de Chubut”, presentada por Lamaisón y Ejarque. En este caso, las autoras se proponen indagar las dimensiones de la calidad de vida en la Comarca de la Meseta Central de Chubut y los modos en que influyen en las estrategias de reproducción social de las familias vinculadas a la producción de ganadería ovina. En su investigación, estudian las formas de acceso y las características que asumen distintas dimensiones vinculadas al trabajo, a la salud, a la educación, a la conectividad, a la vivienda y servicios de las familias de la meseta chubutense, y las estrategias que todos los integrantes de esos hogares despliegan.

En el artículo “Familias productoras de alimentos en Colonia Barón, La Pampa”, de Angeleri y Albarracín, se retoman conceptos como dinámicas territoriales, agricultura familiar, seguridad y soberanía alimentaria, entre otros. Fue la falta de información sistematizada sobre quienes producen alimentos de consumo local, qué y por qué producen, y qué dificultades tienen, lo que movilizó a las autoras a realizar un relevamiento y construir una caracterización situada de las unidades familiares en Colonia Barón, La Pampa. Al contar con ese tipo de diagnóstico, es posible facilitar el abastecimiento por parte de los pobladores de alimentos frescos, inocuos, diversos y culturalmente adecuados, y así aportar a la soberanía alimentaria local. Asimismo, permite adecuar las herramientas programáticas y financieras de las instituciones como el INTA para brindar herramientas a tomadores de decisiones y propiciar el arraigo rural.

En línea con la implementación de políticas públicas y su repercusión entre los actores territoriales, en el capítulo “Organizarse para permanecer. Una experiencia cooperativa de pequeños productores del centro oeste de Chubut”, Luque, Bottaro y Preda se proponen analizar la génesis y trayectoria de una cooperativa de pequeños productores del centro oeste de la provincia de Chubut y conocer, a partir del relato de los propios protagonistas, las distintas estrategias colectivas en pos de preservar sus posiciones en el espacio productivo de la región. Dicho estudio destaca los valores cooperativos puestos en acción para dar respuesta a necesidades históricas de sus asociados. En el análisis de la trayectoria se observa la complejidad y consolidación de las distintas etapas por las que fueron pasando, vinculadas a la comercialización, la producción conjunta, gestión y ejecución de proyectos, manejo de fondos de microcrédito y la representación gremial ante organismos provinciales. El proceso de constitución y desarrollo de la Cooperativa ha sido el camino para la permanencia del sector de los pequeños ganaderos en un territorio caracterizado por restricciones ambientales, productivas y socioeconómicas.

En tanto que en el capítulo “Agroecología y persistencia en el medio rural. Análisis de casos de familias productoras chacareras del centro oeste de Buenos Aires”, Giordani analiza los aspectos socioproductivos de cuatro casos de familias chacareras del centro-oeste de la provincia de Buenos Aires, sus estrategias en relación con la agroecología y su persistencia en el medio rural. Si bien desde varias generaciones atrás estas familias producen alimentos, ocupan el territorio y generan dinámicas económicas y culturales, se requiere del acompañamiento y generación de políticas públicas que permitan y potencien su desarrollo integral.

Segunda parte: políticas e intervenciones de organismos estatales para la calidad de vida y el arraigo

El trabajo de Lammel, “Atención primaria de la salud y hábitat en dos espacios de veranada del norte neuquino”, analiza el rol de los agentes sanitarios y las visitas para proveer de servicios básicos de salud a los/as crianceros/as trashumantes. En dicha zona, las características del terreno y la ausencia de caminos condicionan el acceso a la salud de esas familias y frente a ello, desarrollan sus propias estrategias, como con el uso de plantas medicinales. Sin embargo, la autora sostiene que la actividad realizada por los agentes sanitarios es clave para garantizar la atención primaria, como un medio también para sostener una práctica productiva histórica y central en el desarrollo de esa región.

El capítulo “El rol de agentes e instituciones locales para la implementación de políticas públicas sanitarias. Un estudio de caso con familias productoras porcinas del partido de Cañuelas, Buenos Aires”, de Castro, Boyezuk, Príncipi, Picón y Hang, analiza la implementación de la política sanitaria contra la triquinosis de los porcinos, cuyo control es fundamental para la inocuidad de los alimentos. Su trabajo realizado en el partido de Cañuelas de la provincia de Buenos Aires identifica las condiciones socioproductivas que incrementan el riesgo de aparición de esta enfermedad en producciones familiares y evidencia las estrategias que desarrollan las familias productoras frente a la ausencia de un laboratorio local. Para ello, cuentan con el acompañamiento y el asesoramiento de técnicos y técnicas locales de instituciones públicas nacionales, quienes, a partir de la confianza y el establecimiento de objetivos comunes, logran evitar la aparición y difusión de la enfermedad.

Frente a condiciones similares, en el capítulo “El programa ganadero de Guachipas, Salta. Una política local para actuar y empoderar”, Saldaño, Ríos y Martínez Almudevar relatan el proceso de diseño e implementación de dicha política, la cual se destacó por el carácter participativo en todas las instancias tanto de representantes de distintos organismos como de los actores productivos. Para las familias productoras, las capacitaciones, las instancias de intercambio, las recorridas de promotores y la ejecución de proyectos para el financiamiento de tecnologías y mejoras prediales impulsaron aprendizajes colectivos y la conformación de una asociación civil.

En “Una estrategia educativa en la Colonia Tres de Abril, provincia de Corrientes, para promover el arraigo de jóvenes del área rural”, Ramírez y Ramírez describen la movilización de familias productoras para la creación de una escuela secundaria y cómo ese proceso sienta las bases para la posterior conformación de una cooperativa, de la cual hoy forman parte egresados de aquella escuela. Este caso da muestra de la problemática de falta de acceso a la educación en áreas rurales y del impacto que tiene en la migración de jóvenes, así como de las respuestas de los actores sociales, sus demandas y el rol de las instituciones del Estado.

Por su parte, Villagrán, Teruel y Chavez, en su artículo denominado “Aprendizajes a partir de experiencias de acceso al agua en comunidades rurales: el caso del Proyecto Especial Agua para huertas del Departamento General Belgrano, La Rioja”, presentan una sistematización de propuestas tecnológicas en distintas organizaciones de La Rioja, basadas en un sistema de captación y almacenamiento del agua de lluvia, sistema de riego por goteo y el desarrollo de huertas con cerramiento incorporado. A partir del análisis de estas experiencias dan cuenta de los aprendizajes emergidos entre los técnicos y los beneficiarios. A su vez, destacan la importancia del acceso al agua como un derecho y una de las dimensiones fundamentales que posibilitan mayores oportunidades de arraigo para las familias productoras.

Otro aporte al análisis de las intervenciones de las instituciones en un territorio se puede observar en el artículo de Raguileo titulado “El desafío de construir periurbanos colectivamente: el caso del Banco de Alimentos de la ciudad de Trelew en la provincia de Chubut”. Aquí la intervención está orientada a la producción agroecológica de alimentos. La autora relata la conformación y el transcurrir de la iniciativa “Banco de Alimentos”, desarrollada por organismos públicos, privados y organizaciones sociales, deteniéndose en la identificación de logros, dificultades y aprendizajes. El trabajo destaca las valoraciones positivas de quienes participan de la iniciativa con relación a los aportes de este tipo de experiencia a la seguridad alimentaria, la generación de empleo y la mejora de la calidad de vida en territorios periurbanos.

La contribución de Martínez, Piemontese, Vargas, “Construyendo abastecimiento alimentario. El camino de los agricultores familiares de General José de San Martín, Chaco”, se enmarca en la temática de comercialización de alimentos de cercanía. A partir de la descripción de la producción familiar de la zona, se centra en el proceso de conformación de la Mesa de Certificación de la Agricultura Familiar y su rol como ente interinstitucional facilitador de la comercialización de productos de la agricultura familiar en el ejido. El trabajo concluye que este proceso ha contribuido a la permanencia de las familias productoras en la actividad agrícola y al arraigo.

El último capítulo, “Diálogos en el territorio. Una experiencia de extensión a través del WhatsApp con familias productoras del noroeste argentino”, de Fernandez Valdes e Iriarte sistematiza el trabajo realizado por un conjunto de integrantes del INTA en la formación de un espacio virtual que permitió continuar los procesos de capacitación y asesoramiento técnico brindados por la institución durante el aislamiento generado por la pandemia. A través de una tecnología sencilla y de uso masivo —el WhatsApp— se promovió una serie de encuentros sincrónicos donde participaron familias productoras hortícolas de distintos parajes del Noroeste, quienes compartieron sus dudas y saberes, lo que favoreció el intercambio horizontal. Como mencionan las autoras, la experiencia abrió un abanico amplio de posibilidades para (re)pensar las estrategias de extensión en un escenario con evidentes déficits de conectividad.

Los artículos aquí presentados ponen en valor el trabajo desde diversas instituciones públicas en articulación con las familias y con otros actores de los territorios. Como equipo compilador, con la difusión de esta publicación esperamos aportar a visualizar dicho accionar territorial y reflexionar en torno a las condiciones necesarias para el mejoramiento de la calidad de vida en las ruralidades de modo que para las familias productoras siga siendo una elección habitar estos territorios.

Agradecimientos

Este libro no sería posible sin el trabajo y el compromiso de los y las integrantes del proyecto, de las familias productoras que participaron, y de las articulaciones y acciones desarrolladas en los territorios. Agradecemos al Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria que avaló y financió esta propuesta y a los otros organismos públicos que contribuyeron al desarrollo de las tareas. También reconocemos el apoyo y el estímulo durante todo el proyecto desde el Programa Nacional por área temática Desarrollo Regional y Territorial de INTA.

Referencias

Aparicio, S. y Benencia, R. (2016). De migrantes y asentados. Trabajo estacional en el agro argentino. Ciccus.

Biaggi, C., Canevari, C. y Tasso, A. (2007). Mujeres que trabajan la tierra. Secretaría Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentos.

Cerdá, J. M., y Salomón, A. (2017). “Brechas del bienestar: El problema de la vivienda rural argentina entre las décadas de 1930 y 1950”. Trashumante. Revista Americana de Historia Social, 10, 192-214. https://doi.org/10.17533/udea.trahs.n10a10.

Cloquell, S., Albanesi, R., Propersi, P., Preda, G., y De Nicola, M. (2007). Familias rurales. El fin de una historia en el inicio de una nueva agricultura. Homo Sapiens Editora.

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  1. Coordinadora del Proyecto Estructural I170 “Abordaje integral para la mejora de la calidad de vida: el hábitat y las condiciones socioproductivas para el arraigo de las familias productoras”, Centro de Investigaciones Agropecuarias, Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria. galer.ana@inta.gob.ar.
  2. Instituto de Investigación y Desarrollo Tecnológico para la Agricultura Familiar Región Patagonia, Centro de Investigación y Desarrollo Tecnológico para la Agricultura Familiar, Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria.
  3. Estación Experimental Agropecuaria Mendoza, Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria.
  4. Instituto de Investigación y Desarrollo Tecnológico para la Agricultura Familiar Región Pampeana, Centro de Investigación y Desarrollo Tecnológico para la Agricultura Familiar, Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria – Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata.
  5. Este proyecto estructural de carácter nacional (PE I170) se desarrolla en el marco de la Cartera de Proyectos INTA 2019-2023. Más información está disponible en el siguiente sitio: https://pei170.blogspot.com/.


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