Saül Karsz
Elección presidencial en Francia, efectos retardados en Europa y más allá: segundo episodio finalizado, resultado proclamado, tercer episodio en miras (elecciones legislativas), la vida, ergo el combate, continúa. A continuación, algunas palabras para caracterizar la coyuntura inmediata y acaso aquella(s) por venir.
Recordatorio: no se elige a una persona sino una corriente de opinión, una orientación económica, un dispositivo político, el tipo de sociedad en la cual uno querría vivir. El político es un portavoz de ese manojo de variables, el intérprete de algunos de sus desgloses. Encargado singular, único y a su vez perfectamente reemplazable, es tanto una persona como un personaje. En cuanto al elector, este se elige elección mediante: contribuye a votar a un re/presentante (en dos palabras). Todos –candidatos y electores– se inscriben en tradiciones y resultan de una larga historia que comenzó mucho antes que ellos y que muy probablemente continuará después de ellos.
Elección sobredeterminada. Múltiples desafíos han caracterizado esta elección, sin que ninguno la defina exhaustivamente. Lo que cuenta son las articulaciones, las yuxtaposiciones, las exclusiones y los entrecruzamientos de esos múltiples desafíos. Eso explica la dificultad [¿será el término adecuado?] para decidirse de gran número de electores. Confrontación entre una línea burguesa neoliberal con otra igual de burguesa y conservadora pero obnubilada por las diferencias de raza, cultura, género. Esta última, dispuesta a resolver los problemas primero por medio de la violencia de Estado generalizada y luego, si fuera pertinente, mediante el derecho. Una intención de reforma de Europa se oponía a una salida lisa y llana del bloque –actuaciones tan inciertas una como otra. Cuando alguien dice “ni derecha ni izquierda” tiene razón en referencia a los partidos que se identifican con ello, pero en absoluto en relación con las políticas efectivamente implementadas, las cuales se sitúan de hecho más allá y más acá de las etiquetas y las declaraciones de intención. Dicho en otros términos, la política del nuevo presidente será necesariamente de derecha o de izquierda, predominantemente de derecha o de izquierda. Cuando la candidata vencida proclama ser “antisistema”, lo hace para significar su hosca rabia por no poder aprovecharse de él lo suficiente y todavía tener que esperar para lograrlo… Allí se despliegan muchas otras apuestas, y ese abigarrado conjunto dificultó, por no decir que volvió dramática esta elección no sencilla para numerosos votantes. Había que pronunciarse a favor no de un bando sino de tendencias en el seno de una u otra de las dos opciones en competición. Había que votar orientaciones, posibilidades, o cierres. Ninguno de las cuales era, es una pieza sola y única.
Voto en blanco, voto impugnado, abstención. Hoy no cuentan en términos legales, pero sí conllevan insoslayables significados políticos según la interpretación que se haga de su peso relativo en el total de los votos… No necesariamente escaños perdidos, son vías que explorar.
Pasiones y divisiones. Dentro mismo de los partidos políticos y asimismo de las parejas, las familias, las asociaciones, los vecinos de barrio se han desatado pasiones a propósito de esta contienda electoral. Nada más lógico, si sabemos que las cuestiones políticas también son cuestiones íntimas, y viceversa. En la red Pratiques Sociales decimos que esas cuestiones actúan tanto en la Cámara de Diputados como en el dormitorio. Las clases sociales son, en efecto, tanto configuraciones económicas y políticas como clases de subjetividad. Es así como pudimos asistir a cierto desprecio de clase eructado por miserables maestros ciruela de los barrios coquetos, con ayuda de fuertes referencias kulturales, en beneficio de creaturas necesariamente extraviadas o socialmente demasiado necesitadas como para ser inteligentes. Enfrente, o mejor dicho, abajo, los sufrimientos de abundantes sectores de las clases bajas buscaron hacerse oír, hacer saber que esta sociedad, que también les pertenece, está muy lejos de ser buena para ellos. En el camino, sectores más o menos vastos de esas clases populares se asociaron a quienes creen, burgueses y pequeñoburgueses en vías de ser desclasados, que ha de construirse un mundo mejor sin los otros, sin todos los otros, e incluso contra los otros. “¡La caridad empieza por casa!”. Fueron empujados por potentes pasiones, portadoras de un tufillo neofascista cada vez más manifiesto. Moraleja: en todas partes se desataron pasiones que acentuaron las divisiones dentro de las parejas, las instituciones y los partidos políticos, precisamente porque ya estaban allí, siempre presentes y activas, según modalidades de lo más originales. He aquí una de las grandes enseñanzas de esta elección, sobre todo de la segunda vuelta: no hay razón política sin pasiones conscientes e inconscientes –¡ni pasiones sin que una o varias políticas estén más o menos comprometidas!
¿No hay consigna? Las consignas de voto no fueron muy explícitas, dado que la mayoría de los jefes de partido estaban ocupados ajustando sus cuentas internas y algunos de ellos sus cuentas offshore. Acaso entendían, a su modo, que una elección, sobre todo cuando se trata de un dilema decisivo para un país y para el mundo, es definitivamente un acto social y político que cada sujeto asume con sus medios, sus pasiones, sus audacias y sus pánicos, sus razones y sus racionalizaciones.
Baliza. Una elección no es un fin en sí sino un episodio mayor que no hay que subestimar. Pero sea cual fuere el resultado, todo depende de lo que se hace, individual y colectivamente, tanto del triunfo como de la derrota. ¿Cómo se cultiva uno y otro, qué tendencia se busca consolidar o, según el caso, debilitar? Se acaban de descartar posturas neofascistas provisoria y oficialmente del juego electoral. No es poco. Pero tampoco es todo. Esas posturas no desaparecieron en absoluto del meollo político, de las relaciones de fuerza y las alianzas. Se ha conseguido frenarlas, pero no borrarlas. Por eso sale a la luz un desafío inédito, que cabe en una pregunta aparentemente trivial. Pasado este momento difícil, muy difícil, aquellos que tanto se inquietaron ¿habrán de volver otra vez a sus antiguas ocupaciones, ya que la política no es otra cosa que un sainete que sólo se exhibe en cartelera cada 5 años? Cuanto más mayoritaria sea esa postura, más triunfarán las posiciones afortunadamente contenidas en esta elección en el plano ideológico y, en última instancia, político. Ya conocemos el lema en el que se reconocen todas las derechas: “¡Déjennos la política, que nosotros nos ocupamos!”. O en su otra versión: “Déjenle la política a los expertos y ustedes mejor vayan del trabajo a la cama y de la cama al trabajo!”.
Mayo de 2017