Claudine Hourcadet
Derivadas de los principios de la psiquiatría de sector iniciada en los años 1960-1980, varias modalidades de cuidados y acompañamiento fuera de las estructuras hospitalarias han sido y todavía son experimentadas en personas que se hallan en lo que se denomina “situación de minusvalía psíquica”.
Así, las residencias de acogida, casas albergue asociadas a un servicio médico y social, proponen lugares de vida y una organización que permite a las personas admitidas vivir en un espacio comunitario con alojamiento privativo y apoyo de un equipo. Alternativa progresista frente a la hospitalización, esos lugares de vivienda apuntan a la autonomía de las personas y a una autoadministración de sus vidas cotidianas.
¿Qué sucede, empero, con la vivencia de esas modalidades de alojamiento que tienen las personas concernidas? La presencia de esos otros con quienes viven (coinquilinos, empleadas de limpieza, enfermeros, auxiliares de vida) ¿les permite sentirse en casa? Regresar a lo de sus padres por el fin de semana (práctica corriente de las residencias de acogida) ¿equivale a volver a casa o a irse de casa?
La propia casa: ¡cuestión delicada si las hay! Emanciparse de las cuatro paredes del hospital psiquiátrico no siempre garantiza hallar un remanso de paz donde más o menos adueñarse de la vida de uno. Para algunas personas y según los períodos, la felicidad radica más bien en la seguridad de un espacio de cuidado, antes que en la calle o junto a la familia. Un acompañamiento con exigencias en cuanto al modo de mantener limpia una vivienda puede resultar contenedor para algunos, pero poco propicio para la serenidad de otros. Reencontrarse con los familiares de modo periódico puede refrenar la angustia de la soledad o bien amplificarla, confundiendo las certezas que se tratan de establecer a fin de mantener un equilibrio de vida.
La cuestión de la casa propia afecta en gran medida las temáticas de la autonomía y la independencia. Es cierto, vivir con trastornos psíquicos no es nada obvio; ¡pero cabe aclarar que vivir sin ellos tampoco! La dependencia puede venir de la patología, pero también del tratamiento, la mirada de los otros, la estigmatización a la que induce la diferencia, las órdenes más o menos paradójicas decretadas por acompañantes que piensan estar haciendo lo correcto y dicen: “¡Sea autónomo y haga lo que yo le digo!”.
Proponer un alojamiento es también proponer una forma de vivir, de alimentarse, de dormir, de cuidarse, de interactuar con el entorno.
Precisamente en torno a esta temática de la vivienda les proponemos reencontrarnos en marzo de 2018, para las próximas Jornadas de Estudio y Formación de la red Pratiques Sociales.
Junio de 2017