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12 Europa, ¿qué Europa?

Saül Karsz

El Sr. Garcia Barroso, expresidente de la Comisión Europea, se “reconvirtió” – anuncia un diario– al servicio del Banco Goldman Sachs. Un hombre “sin fe ni ley”, se escandaliza otro periódico. ¡Error! Allí no hay reconversión de ninguna índole, sino tan sólo un nuevo empleo en una rama próxima, muy próxima, de aquella que ocupaba en el pasado y acaso también ocupará en el futuro; la fe, por su parte, es inmensa en cuanto a las virtudes del neoliberalismo y vigoroso es el acatamiento a su ley…

El Brexit pasó por allí, que exige cierto redespliegue estratégico. Antes de detenernos en ello, recordemos que los votos “a favor” y los votos “en contra” con motivo de un referéndum no necesariamente coinciden entre sí. Dentro de unos y otros, ni las razones ni las intenciones son homogéneas. “A favor” y “en contra” están los portavoces de coaliciones, tendencias, conglomerados más o menos estables. Lo que cuenta es el resultado global, el cual es tanto más político cuanto que logra confirmar o, por el contrario, desestabilizar las relaciones de fuerza existentes, el ejercicio del poder y los poderes, los funcionamientos institucionales, las ideologías en curso, las modalidades del vivir juntos.

Tal es el caso del Brexit, que desata el proceso de salida del Reino Unido de Europa. Sin embargo, este dato no va de suyo. Al menos dos puntuaciones son necesarias. Por un lado, ese país gozaba de un lugar por demás particular en Europa, poco comparable con aquel de otras naciones: adhesión parcial en términos de derechos y ventajas, moneda, arreglos diversos –por más que grande es y siga siendo su proximidad con los ejecutivos neoliberales que actúan en la Unión Europea. Por otro lado, ¿qué Europa se dispone a abandonar el Reino Unido? Pregunta en absoluto descabellada. Si decimos “Europa” sin ningún calificativo que permitiera especificarla, un extraterrestre recientemente aterrizado podría creer que la isla británica está iniciando un alejamiento tectónico respecto del continente, para ponerse a la deriva al antojo de los vientos. Interpretación perfectamente ridícula, desde luego. A condición de no ser tratado de extraterrestre, operación típica de las ideologías (que a veces llamamos el sentido común o la sensatez) hoy dominantes. Porque dicho Brexit no rompe en nada con Europa en general, sino con el aplastante peso de la estructuración neoliberal de ese bloque, con su organización y sus instituciones, con la buena conciencia según la cual el aumento de la riqueza de unos y el empobrecimiento masivo de muchos otros resulta tan obvia como natural. En ello, contiene un resultado efectivamente político. Pero, una vez adquirido ese resultado, varios de sus líderes renuncian a conducir el movimiento, probablemente porque habrán descubierto la extensión política y también histórica de los desafíos a corto y largo plazo. ¿Habrán comprendido el carácter no anecdótico del Brexit?

Con todo, he aquí aquello que los Garcia Barroso están encargados de obstruir, a fin de reducir el Brexit a una reacción llamada populista, xenófoba, retrógrada –lo cual es una de sus tendencias parciales, pero en ningún caso su definición completa. Objetivo general: evitar los “contagios” (sic) a otros países, las infecciones y demás contaminaciones.

Un posicionamiento de cara a la Europa neoliberal: ese es el dato histórico y político a partir del cual unos y otros consolidan o, por el contrario, deploran el resultado de esta votación. En realidad, claramente a ese posicionamiento procede cualquiera de nosotros, sea este consciente o no. El Brexit es un síntoma, acontecerán otros más. Lo que está en juego es Europa, una Europa de otro color.

 

Agosto de 2016



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