A lo largo de la tesis se intentó reconstruir la mirada de los referentes sindicales en cuanto a distintas experiencias de formación profesional, en un contexto de fuertes cambios en el mercado de trabajo, en los procesos productivos, en el campo científico tecnológico y en las relaciones laborales. El período de análisis considerado, de las políticas desarrolladas en la materia por los tres gobiernos “kirchneristas”, es un emergente de diversos procesos que afectaron a la formación técnico-profesional. Un primer proceso es la crisis de un modelo de formación profesional asociado al esquema sustitutivo de importaciones, centrado en lo “industrial”, lo “laboral” y en el desarrollo de las calificaciones con eje en el empleo. En segundo lugar, a partir de los años ´90, se consideraron los cambios ocurridos en el mundo productivo y laboral, que reorientaron, en muchos casos, la formación profesional a cierta respuesta asistencial y de contención social, dada la heterogeneidad que empieza a manifestarse en la estructura del mercado de trabajo. Por último, la FP tuvo que contemplar los desafíos de cierto análisis prospectivo, vinculado a la aparición de nuevas ocupaciones producto del marcado cambio tecnológico y organizacional.
En el período analizado, la FP sostuvo en algunos aspectos esta dimensión asistencial, pero con un desarrollo fuerte, en paralelo, de acciones formativas vinculadas a lo laboral, al desarrollo de las calificaciones con sentido de empleo y con enfoque sectorial, productivo y tecnológico.
En este marco, es que se buscó considerar el funcionamiento de estos dispositivos de políticas públicas de formación y empleo, contemplando los cambios tecnológicos y organizacionales, la mediación del actor sindical en el desarrollo de estas políticas públicas, la experiencia de gestión de estas instituciones y la formación en los espacios del aula/taller.
En este sentido y de acuerdo a la hipótesis planteada, uno de los ejes centrales del estudio fue el vínculo del modelo de relaciones laborales, de una estructura sindical centralizada por rama de actividad, con la gestión de la formación profesional, por la alta capacidad del actor sindical de incidir sobre las políticas públicas de empleo y formación. Esto implicó, en la tesis, considerar la noción de “sectorialización” de la política pública de formación profesional, donde el sindicato es un protagonista importante, en gran medida, de la instrumentación de la política.
También se desarrolló la relación de la FP con el concepto de cultura tecnológica, productiva y laboral, como un conjunto de prácticas, creencias y valores asociados a ciertos oficios, campos ocupacionales y sectores de actividad, con afinidades en cuanto a tecnología, procesos de trabajo, relaciones laborales, vinculando el aprendizaje colectivo con los debates más amplios del desarrollo social y económico. Se buscó, en principio, dar un marco contextual a la formación profesional y a la visión de los actores relacionados con ella, considerando las trayectorias tecnológicas y productivas y su papel en la institucionalización del sistema de relaciones laborales, contemplando su incidencia directa en los saberes productivos y en los valores profesionales de los trabajadores.
Así, esta cultura se relaciona también con el marco institucional de los actores de la formación, con el mundo del trabajo y con el Estado y las políticas. En este sentido, se comparó la experiencia del sector de la construcción con el caso de la mecánica del automotor a partir del cambio de la cultura tecnológica en dicho sector, caracterizado en mi tesis de maestría. Desde ahí, se planteó una perspectiva sectorial de la política pública, en tanto el actor sindical piensa el desarrollo de las calificaciones de los trabajadores en términos del conjunto del sector de actividad y de su cadena de valor.
A partir de ello, se relacionaron los sistemas nacionales de FP con los debates sobre el desarrollo, distinguiendo un enfoque “sociológico”, que asocia el “desarrollo” social y económico de un país a procesos colectivos de aprendizaje, a la construcción de saberes productivos, tecnológicos y laborales, ocupando en él un lugar estratégico los saberes “prácticos” y “experienciales” de los trabajadores.
En este marco, la mediación del actor sindical es reconstruida como una acción pública compleja, en interacción con el actor estatal y los representantes empresariales, con eje en una “gestión sectorial del saber” dentro de estos dispositivos de formación. Es decir, se desarrollaron los aspectos vinculados a la conformación de un conjunto de acuerdos institucionales a nivel “macro”, y la interpelación al actor estatal en el marco de una modalidad de acción pública específica. La gestión sectorial de la política de FP, desde la mirada de los referentes del sindicato, establece vínculos sólidos con el sistema de las relaciones laborales y con las políticas públicas y relaciona este enfoque sectorial con el marco del tripartismo, de una interrelación compleja de actores e instituciones, movilizando capacidades colectivas institucionales/políticas y técnico/metodológicas.
Otro elemento desarrollado en la tesis, es el concepto de acción pública de E. Verdier que resultó significativo para dar cuenta de la experiencia sindical en la ejecución de la política pública y su relación con la noción de E. Rojas de zona de desarrollo e innovación por su utilidad para colaborar en la reconstrucción del proceso de formación del entramado institucional de la red. De este modo, a partir de estos conceptos, se caracterizaron los programas de FP, la mirada sectorial del sindicato sobre las calificaciones y las modalidades de ejecución de la política.
De esto se desprende, que el marco institucional, la red de actores y sus compromisos, necesitan de una mirada práctica y flexible para poder desarrollar un conjunto amplio de servicios y acciones de formación profesional. Esto implicó la construcción de un saber experto en este campo y en la gestión de estos proyectos, que se expresa en un proceso de mejora y aprendizaje permanente en la interacción con los otros actores.
Esto señala la proximidad de las instituciones de formación con las prácticas laborales y tecnológicas propias del sector productivo, lo que facilita lograr una mayor pertinencia de la propuesta formativa con los perfiles profesionales más propios del sector. La mirada sindical sectorial otorga un reconocimiento muy significativo a los saberes prácticos de los trabajadores y a una instrumentación sectorial de las políticas de formación técnico-profesional, basadas en prácticas reales propias del sector.
El sindicato desarrolló y consolidó un conjunto de saberes de gestión y de especialización en este tipo de políticas donde el control y manejo del conocimiento y la información se encuentra en la base de este tripartismo y de la sectorialización de la política. De acuerdo a los referentes entrevistados, la instrumentación de estas acciones implicó una actualización de prácticas y esquemas institucionales y el desarrollo de capacidades especializadas para actuar sobre estas políticas públicas, con el propósito de mejorar las posibilidades de inserción laboral y productiva de los trabajadores de la industria.
También se desarrolló el concepto del Interlocutor Significativo (IS), asociado a la mediación del actor sindical en la política pública de Formación Profesional (FP), por su desenvolvimiento y protagonismo en dar a la red de Centros de Formación el marco institucional en tanto una zona de aprendizaje, integrando saberes prácticos y saberes técnicos. Esto implicó cuestionar lo que se denominó una matriz unidimensional del saber, proponiendo un concepto de saber asociado a la experiencia en el mundo del trabajo. Se conformó así, un “capital técnico y relacional” para la gestión de estos dispositivos. El lugar de la UOCRA en la política pública es central, por la articulación con el Estado y la Cámara de la Construcción, a partir de un proceso de negociación pragmática, que incluye acuerdos parciales y la necesidad de renegociar permanentemente objetivos, metas y recursos.
Por otra parte, se reconstruyeron los mecanismos a partir de los cuales el esquema general sectorial se expresa, luego, en las distintas seccionales del sindicato en todo el país, porque se requiere de la mediación local, de acuerdo a las condiciones de cada territorio. Se entrecruzan así, aspectos estructurales con las estrategias y habilidades de los actores que participan en estos proyectos. En otros términos, el protagonismo sindical en materia de FP no implica una relación lineal derivada de su posición estructural, sino que supone el desarrollo de una expertise en la “materia”, con equipos técnicos con capacidades políticas, metodológicas y procedimentales. Es decir, se “trabaja” de manera simultánea en el plano político y gremial, como también en el técnico, metodológico y burocrático-procedimental, dando el marco sectorial que permite hacer operativa la política.
El IS es una figura clave en el montaje institucional de esta zona de desarrollo, a partir de la instalación de una agenda específica y diversa, acordada por los distintos actores, para que las acciones y proyectos puedan tener sustentabilidad y se configure un sistema decisorio que integre a todas las partes y que brinde flexibilidad a la ejecución de los programas. En este sentido, la importancia del concepto del IS, reside en que permite dar cuenta de como, a través de estas mediaciones, se conforma un entramado de metas, criterios, reglas, que configuran un marco de referencia para la acción pública.
Por último, en el plano más “micro”, en el aula/taller, se analizó cómo mediante la interacción e integración de saberes prácticos y técnicos, y la apropiación y dominio de determinados dispositivos tecnológicos, se relacionan conocimientos tácitos que se construyen a lo largo de la trayectoria laboral y formativa de los sujetos, combinando saberes desarrollados en contextos laborales y de formación. Así, la modalidad de aprendizaje es dialógica e interactiva siendo el aula/taller el ámbito donde se integran diversas trayectorias laborales, productivas y tecnológicas. Esto supone reconocer la confluencia, de manera simultánea, de aspectos del campo técnico profesional, del sector productivo, de las relaciones laborales, del enfoque didáctico y educativo, del sistema científico. Esto incide en la mirada pedagógica que manifiesta este entrecruzamiento de racionalidades productivas, tecnológicas, educativas, etc.
Se analizó así, una perspectiva del aula taller abierta, es decir, que interactúa con el sector productivo, con el campo tecnológico, laboral, etc., lo que impacta positivamente sobre los contenidos formativos y las prácticas didácticas. El Centro de Formación Profesional puede ser pensado así, como un espacio de desarrollo de competencias colectivas -de cultura tecnológica, laboral y productiva-, incorporando un conjunto complejo y diverso de saberes y valores asociados al sector de actividad.
Otro concepto significativo es el de racionalidad ampliada, no restringida a lo estratégico instrumental, sino que incluye subjetividades e interacciones, dando otra perspectiva al proceso de aprendizaje, potenciando el desarrollo de nuevo saber tecnológico, de mayor conocimiento del proceso productivo, acercando el campo formativo a los procesos de trabajo efectivos. Resultan así fundamentales, en esta racionalidad, las capacidades comunicativas del docente y los modos de validación de su posición en el aula a partir de la trasmisión de esquemas prácticos de actuación propios del oficio, facilitando procesos reflexivos sobre la misma práctica profesional, por lo cual el instructor es visto como facilitador del proceso formativo integral del grupo.
Este enfoque pedagógico práctico, se basa en el reconocimiento de la experiencia laboral y productiva del sujeto-alumno como eje de la profesionalidad, integrando saberes de distinta naturaleza y origen, producto de tradiciones diversas en lo laboral, lo productivo y lo tecnológico. Este entrecruzamiento de saberes experienciales, con aquellos disciplinares y sistemáticos, es el que permite resolver las situaciones problemáticas presentadas.
En cuanto al sujeto del aprendizaje en la FP, se ubicó al trabajador formado, o que busca formarse en un oficio, que posee, en mayor o menor medida, saberes laborales previos, producto de su trayectoria. Esto, en un marco de diversidad y heterogeneidad de experiencias, lo que puede potenciar la formación y el aprendizaje colectivo, fomentando la interacción grupal a través del intercambio de experiencias dentro de un mismo campo ocupacional. Se traduce así, al interior del aula –plano “micro”-, en el señalamiento de un conjunto de situaciones problemáticas tecnológicas y productivas, propias del sector de actividad, planteadas por el docente, para ser resueltas de modo colectivo, “empalmando” las situaciones profesionales con las trayectorias laborales y educativas de los asistentes a los cursos. Para ello, se integraron en el análisis los aspectos técnicos, las dimensiones valorativas y de la subjetividad, y las creencias propias del campo tecnológico, laboral y productivo de la industria de la construcción.
En este sentido, dando cuenta de lo planteado en objetivos e hipótesis, se reconstruyó, en parte, esta política pública de empleo y formación, en el plano del acuerdo político institucional (macro), entre el actor estatal y los actores del mundo de la producción y el trabajo; luego en lo referido a su instrumentación, a nivel del plano de la gestión institucional de la política (meso) y, por último, en su “operacionalización” al interior de cada institución (micro).
De este modo, desde un caso específico como el del sector de la construcción, la tesis presenta algunos aportes y colabora en la apertura de nuevas líneas de indagación sobre la compleja relación entre trabajo y saber en las sociedades actuales. En primer lugar, en diálogo con la sociología del trabajo, como principal tradición investigativa del estudio, se inclina a una mirada desde el “actor” dirigida a sus prácticas productivas y laborales, dando cuenta de la diversidad de racionalidades presentes en la relación entre procesos de trabajo y procesos formativos. Desde el planteo de una racionalidad ampliada, se señalaron elementos que participan en la configuración sectorial de una cultura tecnológica, productiva y laboral, concepto que permitió, desde un caso particular, dialogar con las teorías del desarrollo, tan presentes en nuestras realidades latinoamericanas, al pensar al mismo asociado a procesos colectivos de aprendizaje originados en las prácticas de los actores.
En este sentido, desde la sociología del trabajo y desde ciertos enfoques económicos heterodoxos (evolucionistas, neoschumpeterianos, estructuralistas latinoamericanos, neodesarrollistas, etc.), se intentó vincular la construcción de capacidades tecnológicas en una comunidad –base del desarrollo de un país-, a procesos de aprendizaje endógenos a las organizaciones e instituciones y no tanto a decisiones individuales de agentes económicos que actuarían en función de un tipo de racionalidad “medios-fines”, de acuerdo al paradigma neoclásico.
En segundo lugar, la perspectiva de los referentes sindicales permitió abordar la discusión, ya “clásica” en materia del estudio del saber asociado al trabajo, sobre competencias y calificaciones, para mostrar una gestión “pragmática” de estas instituciones, donde estos conceptos son apropiados de modos diversos, recontextualizados y resignificados por los actores del mundo del trabajo, enriqueciendo estos debates y perspectivas. En todos los casos se observa un rescate, en los procesos de aprendizaje, de la relación privilegiada que implica el vínculo entre saber y experiencia (tecnológica, productiva, laboral, etc.).
Por último, el diálogo con algunas teorías políticas contemporáneas como las de Mouffe y Laclau, o las de Habermas y Arendt, permitieron abordar, para este caso de estudio, el concepto de acción pública de Verdier dando cuenta de una experiencia sectorial de articulación política, que implica conflicto y entendimiento a la vez, para la coordinación de acciones en el desarrollo y ejecución de estos dispositivos sectoriales. Asociado a ello, este diálogo también permitió pensar el rol de mediador que asume el sindicato en estos dispositivos, a partir de la figura del IS, como actor político, en tanto su función de articulador de estos procesos.