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12 De la competencia al conflicto: notas actuales sobre Catolicismo y peronismo de Susana Bianchi

Lucía Santos Lepera (CONICET-Universidad Nacional de Tucumán)

Cuando en 2006 leí por primera vez el libro de Susana Bianchi, publicado cinco años antes, ya constituía una referencia en el tema. En efecto, se trataba del punto de llegada de una larga trayectoria previa en la que su autora indagó por más de diez años las distintas aristas de la relación entre la Iglesia Católica y el Estado peronista. Los avances iniciales en esa dirección, trazados en Notas para un proyecto de investigación (1988), representaron pasos aislados en un mundo académico que no ponderaba a la institución eclesiástica como un objeto de estudio. En ese sentido, las investigaciones de Susana Bianchi fueron señeras, y marcaron una línea y una forma de abordar el análisis de la Iglesia. A 15 de años de su publicación, hoy vuelvo a revisar el texto que aquella vez, como estudiante que buscaba a tientas un tema de tesis de licenciatura, me provocó gran interés y ansias de explorar la relación entre el peronismo y la Iglesia católica en Tucumán, eje que guió mis investigaciones posteriores. Aunque resulte un desafío grande para unas pocas páginas, en estas líneas intentaré reflexionar en torno a las ideas centrales que contiene el libro a la luz de los avances que en estos últimos años se desarrollaron en la historiografía sobre la Iglesia y el catolicismo. Ciertamente, lejos de la etapa en la que estudiar esta problemática implicaba casi un aislamiento académico, hoy podemos hablar de un “campo de estudio” relativamente consolidado y articulado, desenlace al que el texto referido abonó en gran medida.

A lo largo de estos años, las hipótesis desarrolladas por Susana Bianchi conformaron un corpus de ideas centrales sobre la relación de la Iglesia y el peronismo que calaron hondo en la historiografía, al tiempo que se hicieron eco en las investigaciones sobre esa problemática que se multiplicaron en distintos escenarios del país. Me gustaría reparar especialmente en dos ideas fuerza que vertebraron su obra. Por un lado, la que postula el avance del integrismo católico como la corriente hegemónica dentro de la estructura ideológica de la Iglesia, cifrado en la idea de “catolizar” todos los ámbitos de la sociedad y convertirse en el contenido ético del Estado. Tal adscripción de la jerarquía eclesiástica explicó en gran medida el comportamiento oscilante que siguió la institución frente a la Revolución de Junio y, posteriormente, frente al gobierno peronista. Si el golpe de Estado de 1943 parecía concretar los máximos anhelos de la Iglesia en ese sentido, los años siguientes fueron demostrando que el horizonte de catolización se diluía frente a un nuevo competidor: el peronismo.

Desde esa perspectiva, la caracterización de la Iglesia y del peronismo como dos entidades con “vocación hegemónica” sobre la sociedad resulta clave para dar cuenta del campo de tensiones que tempranamente se fue forjando entre ambos. La pugna se dio por el control de áreas nodulares para el proceso de reproducción social, es decir, familia, educación, religión, organizaciones intermedias y beneficencia.[1] Las tensiones se desplegaron tempranamente y hacia 1950 el conflicto ya instalado era de “difícil retorno”. Este proceso derivó en la creciente diferenciación de la institución eclesiástica frente a un Estado que, a la par que adoptó un perfil crecientemente autoritario, tomó medidas que atentaron contra los intereses de la Iglesia en torno a los tópicos mencionados. Esta hipótesis, que postuló la contradicción entre la Iglesia y Perón, pudo observarse, con matices y variantes, en otros textos que abordaron esta problemática.[2] En definitiva, peronismo y catolicismo fueron identidades totalizadoras que se tornaron excluyentes entre sí.

A partir de la explosión de estudios sobre la Iglesia y el peronismo, en los últimos años hemos obtenido otra imagen de estos actores; lejos de presentarlos como entidades totalizantes, distintas investigaciones llamaron la atención sobre la multiplicidad de expresiones y de actores que los componen. Especialmente, en el tiempo transcurrido desde la publicación del libro de Bianchi, las miradas sobre el peronismo se reformularon y ampliaron su horizonte temático y geográfico. Puede decirse en líneas generales que éstas corrieron la mirada del poder omnímodo del Estado y de sus políticas verticales y de adoctrinamiento sobre la educación, la cultura o la sociedad civil, poniendo énfasis en las marchas y contramarchas de las políticas estatales, como del dinamismo y la vitalidad que caracterizó a la sociedad durante esos años.[3] El supuesto del peronismo como un movimiento político que avanzó, desde un Estado autoritario y centralizador, sobre las prerrogativas y ámbitos de la sociedad civil fue cuestionado al influjo de nuevas perspectivas, las cuales concibieron al Estado y la sociedad civil ya no como dos entidades disociadas y antagónicas.[4] Por otro lado, una tendencia similar pudo observarse en los estudios sobre la Iglesia, donde se abrieron nuevas vías para pensar una historia del catolicismo que trascienda la preocupación por las políticas y las adscripciones ideológicas de la jerarquía eclesiástica, y su relación con el Estado.

Ahora bien, ¿cómo influyen estas perspectivas en la mirada que tenemos actualmente sobre el problema del catolicismo y el peronismo? ¿Es posible revisar la idea de una competencia hegemónica? Para quienes seguimos este camino de indagaciones y tuvimos como horizonte teórico el texto de Susana Bianchi, la idea de una competencia de hegemonías entre la Iglesia y el gobierno peronista encerraba gran capacidad explicativa para dar cuenta de la conflictividad que atravesó su relación en el tramo final. Puede decirse que había alcanzado el status de una hipótesis “modelo”[5]. Sin embargo, aunque resultaba indispensable para explicar el fenómeno de la relación Iglesia-peronismo, su generalización planteaba ciertos límites. Así lo percibí cuando, a medida que avanzaba mi investigación en la provincia de Tucumán, me propuse cambiar la perspectiva y bajar la mirada al mundo parroquial, focalizando el análisis en el rol de los curas párrocos y en la dinámica de la vida asociativa a nivel local. Fue entonces cuando, en mi caso al menos, la idea de una competencia excluyente entre el catolicismo y el peronismo empezó a desdibujarse. Desde esa escala, la realidad social aparece en su complejidad y densidad, predominando los tonos grises y las fronteras de identidades no tan definidas y excluyentes. Claro que se divisan tensiones –y a veces conflictos–, pero las formas de tramitarlos que encontraron los actores de la Iglesia y del gobierno fueron diversas y sus causas no se redujeron a la “amenaza” que representaba para la institución eclesiástica el avance del poder del Estado. En suma, aquí el eje se corre para centrarse en la reflexión sobre los vínculos entre la Iglesia y la sociedad.

Cabe destacar que este tema no era del todo ajeno al libro de Susana Bianchi, ya que abría una puerta al análisis de las transformaciones sociales y culturales por las que había atravesado la sociedad entre 1930 y 1945, las cuales se vieron potenciadas bajo el peronismo. La autora señalaba el avance del proceso de modernización y de los medios de comunicación masivos, y su profundo impacto en las costumbres y la moral de la población, en especial en los valores relacionados a la familia como núcleo de la sociedad. Muchos de los aspectos que irritaban –y desconcertaban– a la Iglesia tenían más que ver con ese ciclo de transformaciones que con las políticas de gobierno. En efecto, los estudios que profundizaron ese camino desde la perspectiva de una historia social y cultural, y pensaron a la Iglesia y al catolicismo sobre un telón de fondo caracterizado por la formación de una sociedad de masas, sin dudas ofrecieron una vía para iluminar nuevas facetas de la historia política de la Iglesia y su relación con el Estado. En ese marco, la historia de la Iglesia y el peronismo puede pensarse ya no buscando sus puntos de conflicto, sino destacando más bien sus “zonas grises”, como sus puntos de encuentro –y de simbiosis–.[6]

En suma, tal como buscó demostrar este breve ejercicio de reflexión retrospectivo, los supuestos que guiaron la obra de Susana Bianchi pueden ser revisados a la luz de los avances historiográficos de los últimos años. Esto no significa desconocer la gran riqueza que encierra el desarrollo de su análisis a lo largo del libro, el cual fue, sin dudas, disparador de innumerables inquietudes. Sus investigaciones despejaron –con mucha audacia– un camino valioso para que, posteriormente, otros podamos emprenderlo, con nuevas preguntas y desde otras perspectivas. Porque lejos de representar un tópico trillado, como alguna vez escuche sentenciar en palabras de encomiados investigadores, el problema de la Iglesia y su relación con el peronismo se renueva constantemente y nos sigue presentando nuevos desafíos.

 

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  1. Su abordaje estuvo guiado por un horizonte teórico articulado alrededor de una perspectiva neogramsciana, tal como lo postuló en Bianchi, S. (1988), La Iglesia católica y el estado peronista. Notas para un proyecto de investigación, Buenos Aires, CEAL.
  2. En sus análisis, Loris Zanatta identificó dos concepciones contradictorias que tendieron a “absorberse mutuamente” dado que ninguno de los dos actores contemplaba la separación entre un orden temporal y uno espiritual. Zanatta, L. (2009), Breve historia del peronismo clásico, Buenos Aires, Sudamericana.
  3. En esta línea, las investigaciones de Mara Petitti sobre la educación durante el primer peronismo revisaron “la supuesta homogeneidad y verticalidad de la política educativa” a la que refieren otros estudios, y arrojaron luz sobre la dimensión receptiva de las políticas estatales en la escuela y los modos en que éstas fueron apropiadas. Petitti, M. (2014), La educación primaria durante el peronismo. La experiencia de la provincia de Buenos Aires (1946-1955). Tesis de Doctorado. Universidad Nacional de Mar del Plata. Desde esta perspectiva, es posible volver a mirar la relación de la Iglesia y el gobierno en el ámbito de la educación.
  4. El planteo de Omar Acha sobre una “sociedad política” durante los años peronistas permite cuestionar la idea de un “avance” del poder del Estado sobre la sociedad civil, a la vez que visualizar la presencia de un activismo civil vigoroso y con gran densidad. Acha, O. (2004), “Sociedad civil y sociedad política durante el primer peronismo”, Desarrollo Económico, vol. 44, nº 174, pp. 199-230.
  5. Retomo en este punto el planteo de Diego Mauro para la hipótesis del “Renacimiento católico” de los años treinta, revisada en su texto Mauro, D. (2013), “Catolicismo, política e historiografía en la Argentina de entreguerras. Reflexiones a partir de una experiencia de investigación: los casos de Santa Fe y Rosario”, PolHis, año 6, número 11, (2013): pp. 29-37.
  6. Lida, M. (2010) “Catolicismo y peronismo: la zona gris”, Ecos de la historia, Año II, número 6, octubre-diciembre, pp. 10-13; Lida, M. (2015), Historia del catolicismo en la Argentina, entre el siglo XIX y el XX, Buenos Aires, Siglo XX.


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