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Clave de Baruch Spinoza: La Biblioteca se dice de varias maneras

“La línea consta de un número infinito de pun­tos; el plano, de un número infinito de líneas; el volumen, de un número infinito de planos; el hipervolumen, de un número infinito de volúme­nes… No, decididamente no es éste, more geometrico, el mejor modo de iniciar mi relato.” (“El libro de arena”)


En la Introducción mencionamos, siguiendo a Juan Nuño, la particular forma que adquiere el pensamiento borgeano en tanto “imaginación de abstracciones”. En la Parte 1 analizamos dos recurrentes imágenes filosóficas que aparecen en ese pensamiento: la (estática) carrera protagonizada por Aquiles Piesligeros y la tortuga (1) y la esfera con centro en cualquier parte y superficie en ninguna (2). Luego (Parte 2, capítulo I) propusimos una lectura de la obra borgeana en “clave de Elea” según la cual las paradojas de Zenón contra el movimiento, como así también la metáfora de la esfera (que en uno de sus primeros avatares históricos es entonada por Parménides) funcionaran como “premisas incontrovertibles” de la filosofía de Borges. Vimos que dichas premisas son explicitadas en la obra ensayística madura de Borges, en tanto que los cuentos de madurez (leídos como “argumentos narrativos” según la clave propuesta) serían intentos fallidos de refutar aquella inmovilidad. Y en el capítulo II analizamos el cuento-ensayo que, a nuestro juicio, resume la cosmovisión que resulta de esta lectura: “La biblioteca de Babel”.

 

En la presente Parte consignaremos la otra “imaginación filosófica” que, a nuestro juicio, domina el filosofar borgeano: el Dios de Spinoza, curiosamente no incluido en el censo de avatares de la esfera de Pascal. La presencia del filósofo judío (y de su particular creatura conceptual: la divinidad) es continua en Borges. Las dos imágenes eléatas son explícitamente tratadas en sus dos primeras colecciones de ensayos de madurez: la tortuga en Discusión y la esfera en Otras inquisiciones, y luego retomadas en la obra narrativa. Inversamente, la presencia de Spinoza se percibe en los textos maduros, pero recién se hace explícita ensayísticamente en la forma de tres poco conocidas conferencias de vejez. Corpus que podríamos bautizar como la (posible y real) Clave de Baruch Spinoza, según la anacrónica autobiografía del “Epílogo” a la edición de 1974 de las Obras Completas (“Sus preferencias fueron la literatura, la filosofía y la ética […] En lo que se refiere a la metafísica, bástenos recordar cierta Clave de Baruch Spinoza, 1975”) y la declaración de 1973: “estoy preparando ahora un trabajo sobre Spinoza” (“El culto rendido por Borges”, en AA.VV., Homenaje a Baruch Spinoza, Museo Judío de Buenos Aires, 1976).

Dicho corpus consta de: “Spinoza”, en Conferencias de Jorge Luis Borges en el I.I.C.C.A.I., Buenos Aires, 1967; “Baruch Spinoza”, en Borges en la Escuela Freudiana de Buenos Aires, Agalma, Buenos Aires, 1993; y “El labrador de infinitos”, en Clarín, 25-10-1988. En adelante serán citadas por el año de su pronunciación: 1967, 1981 y 1985, respectivamente.



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