Carolina Sancholuz (UNLP)
Miguel León Portilla, en Visión de los vencidos, un libro publicado por primera vez en México en 1959 y que hoy es una referencia clásica sobre relaciones y testimonios indígenas de la Conquista, recupera los llamados icnocuícatl, los “cantos tristes” que, al modo de las elegías occidentales, testimoniaron la destrucción, la ruina y la pérdida de la ciudad de México-Tenochtitlan. Dos versos del canto “Los últimos días del sitio de Tenochtitlan”, en más de una ocasión citados y no por ello menos significativos, dicen lo siguiente: “Golpeábamos, en tanto, los muros de adobe/y era nuestra herencia una red de agujeros.” (2012, 199). El poeta nahua grafica en su canto triste la “red de agujeros”, imagen dolorosa de una herencia cultural, social, política, religiosa, lingüística y simbólica que el acontecimiento de la Conquista amenazaba extinguir. Sin embargo, la herencia persistió, en gran parte tramada en un conjunto notable de documentos donde se entreveran diversas tradiciones discursivas, múltiples y heterogéneos actores, diferentes voces y complejos lugares de enunciación, registros y sistemas semióticos. Crónicas, testimonios, cartas, textos legales y religiosos, cantos, presagios y códices, que produjeron los conquistadores, los soldados, los evangelizadores, los nobles indígenas, los sujetos mestizos. Constituyen un archivo ineludible que continúa interrogando e interpelando a nuestro presente.
Serge Gruzinski formula una pregunta clave en el inicio de su formidable libro La colonización de lo imaginario: “¿cómo construyen y viven los individuos y los grupos su relación con la realidad, en una sociedad sacudida por una dominación exterior sin antecedente alguno?” (1991, 9), interrogante indispensable en el marco más amplio del territorio mesoamericano conquistado y dominado especialmente por los españoles entre los siglos XVI y XVIII. Su propuesta se dirige a revisar el rico archivo de testimonios conservado, sin dejar de advertir que dicha textualidad, atravesada por “cierta pasión de la escritura”, fue elaborada y redactada en el contexto trastocado de la Conquista y posterior colonización. Interrogar este acervo implica asimismo revisar conceptos tales como memoria, identidades, alteridades. Pasión de escritura que atravesó por diversas razones tanto a los sujetos conquistadores como a los sujetos indígenas y mestizos que rápidamente adoptaron su uso como estrategia para, como señala Martín Lienhard, negociar y conservar una autonomía relativa. (M. Lienhard, 1992, XII).
Los artículos reunidos en este apartado confluyen en centrar sus miradas en una revisión crítica y hermenéutica de la Conquista, con el propósito de repensar desde nuestro presente latinoamericano respuestas posibles que permitan si no recomponer, comprender mejor el alcance de aquella “red de agujeros”. Tres trabajos concentran su atención en el espacio de Mesoamérica en el siglo XVI, considerado por P. Kirchoff como una superárea cultural de gran riqueza y complejidad; en tanto el texto que cierra la sección promueve una reflexión aguda sobre las memorias en disputa ante la conmemoración conflictiva del Quinto Centenario en 1992. Clementina Battcock en “Los complejos interpretativos. A propósito de los 500 años de la Conquista del Altiplano central mesoamericano” se detiene en la Conquista y sus relatos, a partir de un conjunto de crónicas fundantes que produjeron Hernán Cortés, Francisco López de Gómara y Bernal Díaz del Castillo, conquistador-cronista, historiador y soldado-cronista en cada caso. Volver sobre este conjunto textual implica un posicionamiento crítico y metodológico al cual se alude como “complejo interpretativo”: leer las fuentes no de manera lineal sino privilegiar las “entrelíneas”. Entre los pliegues textuales es necesario volver visible lo replegado, lo silenciado, lo aludido y elidido que refiere al vasto acervo indígena.
En línea con el abordaje de Battcock, Inés Aldao en “De ‘pláticas’ y ‘exhortaciones’. Usos del pasado y la memoria en las crónicas misioneras (México, siglo XVI)” se detiene en un extraordinario archivo textual de crónicas misioneras para interrogar una en particular: la Historia eclesiástica indiana del sacerdote franciscano Gerónimo de Mendieta. A Aldao le interesa subrayar, no sólo cómo la crónica relata el pasado autóctono, sino cómo es posible advertir en las “pláticas indígenas” descriptas por el narrador la inclusión de las voces “otras” que, aun mediadas por la escritura misionera, con fines claros de conversión al cristianismo, conservan memorias ancestrales, rituales y sensibilidades de la memoria nativa en extinción. En las pláticas se advierten restos, ecos y resonancias de los cantos nahuas, del don de la palabra y de la gestualidad indígena, intersticios significantes que se revelan más allá y a pesar del objetivo evangelizador del propio Mendieta.
Valeria Añón nos propone en “El discurso de la violencia en las crónicas novohispanas de tradición indígena de Muñoz Camargo y Alva Ixtlilxóchitl: acerca de la llamada ‘Noche Triste’” una mirada “descentrada” sobre el acontecimiento de la Conquista como un acto de guerra y también como relato bélico. Añón se concentra en el episodio conocido como la “noche triste”, tal como lo nombró el historiador Francisco López de Gómara, para contrastar la versión de Hernán Cortés de ese momento con la de otros relatos, producidos por las narrativas indígenas novohispanas y construidos desde un complejo “entrelugar” enunciativo que requiere estrategias permanentes de negociación, visibles tanto en la Historia de Tlaxcala como en la Historia de la nación chichimeca. Pensado en términos de conformación de subjetividades, la oposición entre nosotros y ellos, entre sujetos conquistados y conquistadores se amplía en las crónicas abordadas, en tanto el nosotros, involucra a españoles e indígenas aliados, acentuando la faceta conflictiva e intersticial del locus enunciativo que se configura en dichos textos.
Por su parte Sabrina Rosas en su trabajo “El Quinto Centenario de la Conquista de América: movimientos indígenas y memorias en disputa” aborda un momento clave en la configuración de las memorias del continente latinoamericano como lo fue el año 1992. A las propuestas que subrayaron el tono celebratorio y conmemorativo de la fecha, -que circularon especialmente desde España, pero a las que se sumaron muchos países de nuestro continente bajo el lema de “encuentro de culturas”-, Rosas contrapone las respuestas y resistencias de los movimientos indígena-campesinos. Enmarcadas en la confluencia del activismo étnico emergente en la región desde los años setenta, hallaron en este acontecimiento un ámbito de fortalecimiento de sus propias luchas y reivindicaciones como pueblos originarios. Alteridad, colonialidad, decolonialidad y memorias en disputa son algunas de las categorías clave que articulan el diálogo entre la aproximación histórico-crítica de Rosas y los artículos precedentes que conforman este apartado.
Hoy podemos pensar en una tradición teórico-crítica que promueve la práctica fecunda e interdisciplinaria entre los estudios históricos y los literarios. Los aportes de Hayden White sobre la relación entre narratividad, historia y efecto de realidad en El texto histórico como artefacto literario y El contenido de la forma, así como la teoría tropológica de la narración en Metahistoria resultan centrales. En tanto Michel de Certeau, en La escritura de la historia, propone repensar la historiografía desde su acepción etimológica: historia y escritura, que lleva inscripta en su nombre propio la paradoja –y casi el oxímoron- de la relación de dos términos antinómicos: lo real y el discurso: “Su trabajo es unirlos y en las partes en que esa unión no puede ni pensarse, hacer como si los uniera.” (1993, 13). Sin dudas la Conquista en tanto acontecimiento histórico es asimismo una trama textual compleja que, como destacan M. Lienhard, S. Gruzinski y W. Mignolo entre otros, implica la combinación de variados medios, códigos semióticos y conflictivos lugares de enunciación. Los estudios aquí reunidos privilegian el descentramiento de la mirada unívoca e intentan potenciar la lectura “entre líneas”, aquella que busca escudriñar en los silencios y elusiones del archivo americano en su toda su complejidad, allí donde se entrecruzan la escritura alfabética occidental con textos de tradición indígena o mestiza que conservan las huellas de la oralidad, la imagen, la performatividad originaria.
Bibliografía
De Certeau, M. (1993) La escritura de la historia. México, Universidad Iberoamericana.
Gruzinski, S. (1991) La colonización de lo imaginario. Sociedades indígenas y occidentalización en el México español. Siglos XVI-XVIII. México, Fondo de Cultura Económica.
Kirchoff, P. (1992) “Mesoamérica. Sus límites geográficos, composición étnica y características culturales”, en Vivó, J. y otros, Una definición de Mesoamérica, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Antropológicas, pp. 28-45.
León-Portilla, M. (2011) Cantares mexicanos, volumen I y II, 2 tomos. México, Universidad Nacional Autónoma de México.
León-Portilla, M. y Garibay, A. M. (2012) Visión de los vencidos. Relaciones indígenas de la Conquista. México, Universidad Nacional Autónoma de México.
Lienhard, M. (1992) Testimonios, cartas y manifiestos indígenas (Desde la conquista hasta comienzos del siglo XX). Caracas, Biblioteca Ayacucho.
Mignolo, W. (2013) De la Hermenéutica y la Semiosis Colonial al Pensar Descolonial. Quito, Editorial Universitaria Abya-Yala.
White, H. (1992) El contenido de la forma. Buenos Aires, Paidós.
__ (2003) El texto histórico como artefacto literario. Buenos Aires, Paidós.
__ (1992) Metahistoria. México, Fondo de Cultura Económica.